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Exposición: Erich Fromm

Presentado por:

Maria Paula Correal Cortés

Docente:

Henry Hernando Saray Piraquive

Universidad Santo Tomás

Facultad de Psicología-VIII Semestre

Teorías psicológicas: Humanismo

Villavicencio

2019
Erich Fromm

Biografía

Erich Seligmann Fromm, nació el 23 de marzo de 1900 en Fráncfort del Meno, Alemania.

Fue reconocido por ser un psicoanalista, psicólogo social y filósofo de orientación

humanista, de origen judío (Biografías y vidas, s.f).

En 1918, comenzó a estudiar derecho en Fráncfort; pero abandona sus estudios y se

traslada a Heidelberg para estudiar sociología, psicología y filosofía. Es allí, donde surge su

interés por el psicoanálisis; culminando sus estudios en el Instituto Psicoanalítico de Berlín;

donde ejercía como psicoanalista “lego” (como denominaban a los profesionales que no

eran médicos) (Toro, s.f). Posteriormente, con la ayuda de Karen Horney y Harry Sullivan,

crea la Escuela Neo-Freudiana “culturalista”, como una nueva forma de revisar los

planteamientos del psicoanálisis (Biografías y vidas, s.f).

En 1946 Fromm ayuda a fundar el “Instituto de psiquiatría, psicoanálisis y

psicología William Alanson White”; y trabaja como analista en el Instituto americano de

psicoanálisis dirigido por Horney (Santoyo, 1993).

En los años 50, se traslada a México y comienza a enseñar en la Universidad

Nacional Autónoma de México, donde luego funda la Sección Psicoanalítica de la escuela

de medicina y el Instituto Mexicano de Psicoanálisis. Finalmente, en 1974 se muda a

Tessin, Suiza; donde seis años más tarde, el 18 de marzo de 1980; fallece como

consecuencia de un infarto (Santoyo, 1993).


Su mayor contribución a la psicología humanista, fue la contemplación del hombre

como un ser histórico y político (Quitmann, 2016). Dentro de sus obras más destacadas

están: El miedo a la libertad, el arte de amar y el corazón del hombre.

Marco epistemológico

De acuerdo con Quitmann (2006), la base del pensamiento neopsicoanalítico

socialpsicológico-marxista de Erich Fromm, son los textos de Karl Marx, junto con el

Antiguo Testamento y el Psicoanálisis. Así como también, la gran influencia del budismo,

gracias a D.T Suzuki; quien lo adentró en el mundo de la filosofía oriental. Lo que más le

llamó la atención a Fromm del budismo, fue la posibilidad de pensar y vivir de forma

religiosa, sin la necesidad de la responsabilidad de una autoridad absoluta.

El pensamiento de Fromm une la psicología y la sociología, al hablar de individuo y

sociedad sobre la base de un método materialista histórico. Así mismo, adopta el concepto

de la limitación económica de la existencia humana y de “trabajo”, como una actividad

productiva y colectiva, que funcionan como características esenciales para la existencia

histórica del hombre. (Quitmann, 2006).

En los escritos de Marx y en el Antiguo Testamento, Fromm encuentra que el “ser”

es lo que distingue la existencia humana y no el “tener”. Igualmente, en ambas corrientes

hablaban acerca de aspectos que le interesaban, tal como la autorrealización del ser humano

desde una perspectiva humanista; donde la práctica social y el bienestar de cada uno de los

individuos debía realizarse a partir de los principios de justicia, amor, verdad y del ser y no

los principios del tener (Quitmann, 2006).


Respecto a lo anterior, el autor considera que en la forma de existencia del “tener”,

el ser humano tiene ese deseo de convertir en su propiedad, el mundo, las cosas e incluso

así mismo. Por su parte, en la forma de existencia del “ser”, prima la independencia, la

libertad y la razón; teniendo como característica principal estar activo interiormente; es

decir, renovarse, crecer, amar, dar, entre otros (Santoyo, 1993).

Como crítica al psicoanálisis, Fromm señalaba que siempre durante la terapia, se

esperaba oír de los pacientes lo que tenían que decir; así aparecían los mismos conceptos

rutinarios como el complejo de Edipo, el miedo a la castración, etc., pero nunca nada

nuevo. Es así, como Fromm comienza a cuestionarse que el psicoanálisis en realidad dejaba

conocer poco del paciente y no lo veía como un ser humano. De esta manera, Fromm

comienza a liberarse de la teoría freudiana y empieza a ver al paciente desde una totalidad;

donde se ve al ser humano y a su estructura individual, no sólo desde el contexto familiar,

sino también desde lo social, bajo los valores que determinan su vida (Quitmann, 2006).

Por otro lado, Fromm, propone que el objeto de estudio de la ciencia debe ser el

“ser” y la naturaleza humana. Así, el método consiste en: “observar las reacciones del

hombre a distintas condiciones individuales y sociales para llegar a conclusiones acerca de

la naturaleza del ser humano” (Quitmann, 2006, p. 270). Para él, existe una relación

personal y subjetiva entre el investigador y el objeto de estudio que se está investigando.


Marco teórico

Condición humana.

La condición humana aparece en el proceso evolutivo, cuando el hombre se separa y

distingue de la naturaleza. Así, según Fromm (1953, citado por Moreno, 2016), surge un

nuevo hombre dotado de cualidades que lo hacen único y diferente frente a los animales;

como, por ejemplo: su capacidad de recordar el pasado, de pensar en el futuro, su capacidad

para razonar y para imaginar.

El que el hombre pueda percibirse a sí mismo como un ente extraño y aparte en el

mundo y en la naturaleza, se logra gracias a la autoconciencia; que a su vez le permite

actuar a su voluntad; es decir, que ahora el hombre por medio de sus propias facultades

tanto mentales como espirituales tendrá que desenvolverse en el mundo. Esta

autoconciencia, hace que se genere en el hombre sentimientos desagradables (soledad,

angustia, miedo, inseguridad, entre otros), los cuales intenta sobrellevar buscándole un

nuevo sentido a su existencia, que realmente le permita desligarse por completo de la

naturaleza; mediante las formas de hacer el bien o el mal (Moreno, 2016).

El bien, se logra cuando el hombre puede expresar “las capacidades inherentes a su

especie, como la razón, la libertad y el amor” (Moreno, 2016, p.157). Por otro lado, el mal

se logra cuando dichas capacidades hacen que el hombre quiera volver a su estado

primitivo, renunciando de esta manera a la libertad de determinarse a así mismo a partir de

la razón. Por eso Fromm (citado por Moreno, 2016) dice: “El hombre solo tiene dos formas

de intentar solucionar su separación con la naturaleza: bloquear sus capacidades o


desplegarlas” (p.157). En la medida en que el hombre logra desplegar sus capacidades,

trasciende la naturaleza.

De esta manera, Fromm concibe al hombre como un ser de necesidades; que

depende de las relaciones económicas y de las estructuras sociales; un ser con carácter

individual y a la vez social “con la tendencia a sobrevivir, desarrollarse y crecer”

(Quitmann, 2006, p. 248). El hombre es independiente de los instintos y pulsiones.

La razón.

Fromm describe la razón como aquella capacidad que posee el hombre para percibir la

realidad tal cual como se le presenta, de tal manera que le permite mantener en contacto

con la verdad (Moreno, 2016). El uso de la razón, es esencial para poder ser libres, para

analizar de manera crítica las distintas experiencias y para saber qué es lo que nos ayuda a

nuestro desarrollo y qué lo obstaculiza. Así, el hombre se esfuerza por llegar a tener un

desarrollo armónico que le brinde la posibilidad de alcanzar el bienestar (Fromm, 1983,

citado por Moreno, 2016). Por tal motivo, cuando el hombre es racional, también es

productivo.

Necesidades existenciales.

Según Fromm, existen dos tipos de necesidades que guían al hombre; las necesidades

fisiológicas (compartidas con los animales) y las necesidades existenciales (Quitmann,

2016). La primera de ellas, es el deseo de relacionarse; pues una vez que el hombre se

desprende de los vínculos instintivos de la naturaleza, va a buscar la manera de crear


nuevos vínculos con el mundo, relaciones sociales con el otro, en donde pueda tener un

contacto físico y mental; con el propósito de no sentirse solo (Santoyo, 1993).

La segunda necesidad, es la trascendencia; en la cual Fromm resalta que, el hombre

por el simple hecho de ser hombre, trasciende la naturaleza (esto de manera pasiva). Sin

embargo, trasciende la naturaleza de manera activa cuando no se conforma con ser sólo una

criatura dentro del mundo; sino que, por el contrario, busca la manera de crear, imaginar y

producir (Ubilla, 2009).

Luego, está la necesidad de pertenencia; que de acuerdo con Santoyo (1993), hace

referencia a la necesidad que tiene el hombre de sentirse parte del mundo, de encontrar sus

raíces. Por su parte, la necesidad de identidad, surge en el momento en que el hombre

realiza el proceso de individualización, es decir, cuando adquiere conciencia de sí mismo y

de su separación con la naturaleza (Ubilla, 2009). Esto, implica la necesidad del hombre de

ser reconocido como un ser único, de encontrarle un sentido a su identidad personal; pero

eso solo se da mediante las propias realizaciones del hombre o de la unión con otro

individuo o grupo (Ubilla, 2009).

Finalmente, la necesidad de marco de referencia, consiste en que el hombre al tener

conciencia de su separación con la naturaleza, se va a sentir sólo; por tal motivo, busca

orientarse de otra manera respecto a su posición en el mundo, para ser capaz de actuar. Sin

embargo, Fromm plantea que el hombre también necesita de una meta que lo dirija hacia

donde tiene que ir en su vida (Santoyo, 1993). Es precisamente ahí, cuando “supera su

existencia aislada, con todas sus dudas e inseguridades y le otorga sentido a su vida”

(Ubilla, 2009, p. 157).


Individuo y sociedad.

Según lo expuesto en Quitmann (2016), la base del proceso social según Fromm es “el

individuo, sus deseos y miedos, sus preferencias y su razón, su tendencia tanto hacia lo

bueno como hacia lo malo” (p. 255).

Todas aquellas tendencias que determinan las diferencias en el carácter de las

personas como, por ejemplo: “el amor y el odio, la aspiración de poder y la exigencia de

someterse, la alegría del disfrute sensorial y el miedo a él” (Quitmann, 2016, p. 257); han

surgido según Fromm, debido a la interacción con la realidad social.

La naturaleza y el ser humano se desarrollan y cambian, en dependencia e influencia

mutua. Por ello, Fromm dice que le hombre nace en una situación social determinada, la

cual lo lleva a la autoconservación; por tanto, eso se convierte en un factor esencial para

formar la estructura de su carácter (Quitmann, 2016).

Dicho proceso de cambio se da también dentro del mismo individuo; en el sentido

en que a través de su desarrollo histórico y social siempre ha buscado la manera de acabar

con el dominio externo, de luchar por su libertad; para controlarse y no seguir siendo

controlado por los demás (proceso de individualización) (De Manse, 1965).

Así, señala dos tipos de libertad: el primero, es la libertad negativa o “libertad de”,

que hace referencia a la separación del hombre con la naturaleza (liberación de un rasgo

instintivo), lo cual, genera un sentimiento de inseguridad; entendiéndose como aquella

autolimitación para el encuentro con los otros. El segundo, es la libertad positiva o “libertad

para”, la cual, le permite al hombre soltarse de los condicionamientos externos, para lograr

vivir, desarrollarse y gozar de su vida plenamente, teniendo presente un proyecto de vida en


donde sea él mismo el que decida el camino (Santoyo, 1993). Aquí nuevamente el hombre

se une con la naturaleza, pero esta vez como individuo libre e independiente (Quitmann,

2016).

De esta manera, Fromm considera la libertad como aquel logro al que todo ser

humano debe llegar (Moreno, 2016) por medio de la espontaneidad, la cual implica una

realización del yo, que le posibilita al hombre ser realmente quien es (Santoyo, 1993);

igualmente, hace posible la aceptación de su personalidad total y la satisfacción plena de

sus necesidades tanto físicas como espirituales (es decir, psicológicas y emocionales)

(Moreno, 2016).

Al respecto, enuncia tres componentes de la realización espontánea; el amor del

hombre, el trabajo del hombre y la singularidad del hombre:

La esencia del amor es trabajar por la promoción de la integridad, el bienestar, el

desarrollo y el crecimiento del objeto amado; ese es el verdadero amor productivo. El amor

se trata de dejar de centrarse en uno mismo y conocer al otro tal como es. Al respecto,

Fromm (citado por Moreno, 2016) señala que “para poder amar a los demás no se debe

devorarlos ni dejarse devorar por ellos, no estar por encima ni por debajo de los otros, sino

simplemente estar con ellos” (p. 161). Por tanto, el amor significa entonces la dedicación

espontánea a otros seres humanos, manteniendo el sí mismo (Quitmann, 2006).

El trabajo, solo cuando es visto como creación, se considera como la expresión de la

actividad espontánea. Por su parte, la singularidad, hace referencia a aquellas características

genéticas y sociales que hacen de cada ser humano diferente; a pesar de ser iguales por

tener las mismas propiedades humanas (Quitmann, 2006).


De esta forma, el hombre puede alcanzar una verdadera libertad. Así mismo, la

seguridad del individuo no depende de la protección de otros, sino de su propia actividad

espontánea. Pues, en la medida en que la sociedad considere la libertad como “libertad

para” y como una actividad espontánea; podrá ser capaz de resolver aquellos problemas

económicos y sociales; y de rechazar cualquier sistema autoritario (Quitmann, 2006).

Cabe resaltar, que cuando las condiciones económicas, sociales y políticas en las

que se encuentra el hombre no permiten la realización de la individualidad, la libertad se

convierte en una carga y hace que la vida pierda su sentido y dirección (Quitmann, 2006).

Según Fromm, existen tres vías a través de las cuales escapamos de la libertad: la

primera, el autoritarismo; que busca la manera de evitar la libertad al fusionarnos con otros

(Boeree, 2018). Hay dos formas; el masoquismo; que se basa en sentimientos de

inferioridad e incapacidad individual. Son personas que se rehúsan a dominar las cosas y a

experimentar el sentimiento de “yo quiero”. Y la otra, el sadismo; que, al contrario del

masoquista, tiende a someter a los demás, y siente el deseo de hacerlos sufrir física o

psicológicamente. Suelen ocultarse en formaciones reactivas, como, por ejemplo: excesiva

preocupación por el otro o exagerada bondad (Santoyo, 1993).

La segunda vía es la destructividad; en la cual las acciones y los pensamientos de

los seres humanos pueden llegar a ser destructivos tanto para sí mismos como para otros

seres humanos y el medio en el que se encuentran (guerra, vandalismo, humillación, etc.).

Por último, el conformismo; en el cual el individuo adopta las características y cualidades

que le proporcionan las pautas sociales y culturales; convirtiéndose en un ser igual a todo el

mundo (Boeree, 2018). Es decir, la conformidad se refiere a permitir que otros elijan por

mí, en lugar de asumir mi propio rumbo (Seelbach, 2012).


Teoría de la personalidad.

Erich Fromm plantea que la estructura de la personalidad del ser humano, está formada por

el temperamento y el carácter (Santoyo, 1993). El primero, es heredado y hace referencia a

la forma de ser de cada individuo y no se puede cambiar; el segundo, es el que establece los

pensamientos, sentimientos y el comportamiento de los individuos. Cabe resaltar que, el

carácter se encuentra influenciado por los aspectos sociales y culturales en los que se

encuentra el individuo (De Manse, 1965).

En el carácter del individuo, pueden distinguirse dos elementos: uno que es el

carácter individual, el cual se forma mediante las características innatas de la personalidad

y las influencias del ambiente familiar; es aquel que marca la diferencia entre cada uno de

los miembros de un mismo grupo cultural, haciéndolos únicos. El otro, es el carácter

social, el cual es compartido por los miembros de una misma cultura; su función es hacer

que los individuos actúen de acuerdo a las demandas de la sociedad determinada, y así

puedan satisfacer sus necesidades (Santoyo, 1993).

Fromm plantea dos tipos de personalidad: por un lado, la personalidad

improductiva, a la cual pertenecen aquellas personas que se encuentran en una situación

cómoda, en la que es muy fácil huir de las responsabilidades y aplazar los objetivos del

desarrollo personal y la conquista de la propia autonomía (Torres, s.f). Dentro de este tipo

personalidad según Fromm (citado por Santoyo, 1993), se encuentran cuatro orientaciones

o caracteres (en términos económicos):


 Receptivo: estas personas que creen que el origen de las cosas buenas y la

manera de conseguir sus deseos, provienen del exterior. Son personas

optimistas, cordiales, confiadas de la vida.

 Explotador: estas personas esperan conseguir lo que desean, a través de la

explotación de otros, de la violencia. Son personas que explotan todo aquello

de lo que puedan sacar provecho.

 Acumulativo: Tiene poca fe de lo que pueda ofrecerle el exterior, su

seguridad está en la acumulación y el ahorro, pues cualquier gasto es

considerado como una amenaza. “Estas personas levantan en torno a sí un

muro protector, siendo su principal fin hacer que entre en él todo lo posible

pero que salga lo mínimo” (p.424).

 Comercial o mercantil: Busca exhibir en su personalidad aquellas

características que llevan al éxito; el éxito se convierte en una cuestión de

cuán bien puedo venderme y darme a conocer. Son personas sin una

estabilidad, que en el fondo experimentan sensaciones de vacío y ansiedad.

Por otro lado, está la personalidad productiva, la cual hace referencia a aquella

persona que, sin la necesidad de evitar su naturaleza social y biológica, no se aparta de la

libertad y la responsabilidad (Boeree, 2018). Son individuos capaces de desarrollar y usar

sus potencialidades en su relación consigo mismos y con el mundo; son capaces de

construir relaciones amorosas, enriquecedoras y significativas con los demás (Santoyo,

1993).

Finalmente, Fromm señala que el ser humano puede ser bueno o malo dependiendo

de la familia y la sociedad en la cual se desarrolló; y de la manera en cómo elige poseer o


ceder su libertad. Al respecto, menciona dos características que se pueden dar en la

persona: La biofilia, que es aquella persona que “ama la vida” y que sus pensamientos y

acciones están orientados hacia la vida, la libertad y la felicidad. Por otra parte, la necrofilia

se refiere a la persona que “ama la muerte”; para estas personas, la destrucción, la violencia

y la agresión son parte importante de sus características, conductas y pensamientos

(Seelbach, 2012).

Concepto de Salud Mental

Fromm (citado por Ubilla, 2009) señala que:

La salud mental tiene que ver para mí con la superación del narcisismo y con esto, para

formularlo de un modo positivo, alcanzar la meta del amor y la objetividad; con la

superación de la enajenación y así alcanzar identidad e independencia; con la superación de

la enemistad y con ello la capacidad de vivir pacíficamente y finalmente lograr ser

productivo, que significa la superación de la fase arcaica de canibalismo y de dependencia

(p.161).

Con lo anterior, Fromm plantea que cuando el hombre logra vencer los

pensamientos narcisistas, la hostilidad, el odio, la dependencia y llega a apropiarse de sus

capacidades y riquezas; puede alcanzar el amor, la felicidad, la objetividad, la identidad e

incluso la independencia; pues se convierte en un hombre productivo, capaz de vivir en

armonía y en convivencia con los demás. Es de esta manera, que consigue una verdadera

salud mental.
Así mismo, Fromm habla de la salud mental desde una perspectiva ética, en donde

señala que, existen cosas buenas y malas para la vida mental que están determinadas por

tres factores principales: la genética, la condición humana con sus necesidades básicas y el

contexto; los cuales, si llegan a desequilibrarse, pueden generar manifestaciones

funcionales o psicomáticas como resultado de una falla en la adaptación y funcionamiento

del individuo (Ubilla, 2009).

Al respecto, dice que al ser el hombre y la sociedad una unidad, y al ejercer ésta una

influencia sobre él, se hace inevitable separar la salud mental de la sociedad en la que se

encuentra inmerso. De aquí su frase: “Mens sana in societate sana” (Hombre sano en

sociedad sana) (Ubilla, 2009).

Técnicas

Debido al gusto que tenía por el budismo, en los últimos años de su vida se interesó por los

ejercicios de concentración, respiración y movimiento, como posibilidades terapéuticas

(Quitmann, 2006).

La concentración, es aquella habilidad cognitiva que nos permite centrar la atención

de forma mantenida y constante, durante un tiempo prolongado, ignorando estímulos

externos (Morales, s.f). Por su parte, la respiración purifica los pulmones, elimina

sustancias tóxicas y ayuda a controlar el estrés y la ansiedad, reduce el dolor, mejora la

concentración y permite a la persona sincronizar y conectar el cuerpo y la mente (Salud180,

s.f). Finalmente, los ejercicios de movimiento sirven como mecanismo efectivo para liberar

la tensión y mejorar la calidad de vida (Cuidateplus, 2002).


Referencias

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https://www.biografiasyvidas.com/biografia/f/fromm.htm

Boeree, G. (14 de marzo de 2018). Teorías de Personalidad en Psicología: Erich Fromm.

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