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El honor (τιμή), entendido como la reputación de una persona frente a los ojos de los demás, era un
elemento esencial en el mundo antiguo. Dice al respecto Richard L. Rohrbaugh, «constituía la meta, la
pasión, la esperanza de todo el que aspiraba sobresalir. Para muchos, pero especialmente para la élite
de aquellas sociedades, valía tanto como la vida misma»i. Pero, el cultivarse un honor reputable no sólo
era de interés de la élite de entonces, ni algo aislado o restringido a ciertos círculos privilegiados, sino un interés
común a todos los hombres, determinando así el modo de vivir y obrar de cada individuo aún en las actividades
más comunes del día a día. Dicho de otro modo, la posición de honor de una persona determinaba sus
relaciones interpersonales, el con quién casarse, sus amistades, aliados comerciales, su modo de vestir, sus
preferencias dietéticas, su participación en la sociedad en relación a sus obligaciones y privilegios, e incluso
lo relacionado a la honra que se le adjudicaría después de morir. En ese mismo sentido, el lugar asignado en
función de su honorabilidad incluso determinaba el lugar que ocuparía en la mesa de un amigo al ser inivitado
a comer — entiéndanse en tal contexto pasajes como Mt 23, 6; Lc 14, 7- 11; e incluso referencias en escritos
como, Epistulae morales de Séneca I. 37.4.
Las referencias al honor y su contraparte, la vergüenza, son casi omnipresentes en los escritos de la
antigüedad. Veamos algunas de ellas. Por ejemplo, Jenofonte, quien fuera discípulo de Sócrates, cronista,
filósofo y militar griego que vivió entre los siglos V y IV a.EC escribió:
Él mismo en otro pasaje afirma como buen ateniense: «Los atenienses exceden a todos los demás
no tanto por su canto, estatura o fortaleza, como por su amor al honor, que es el incentivo más fuerte
para las hazañas que proporcionan honra y renombre»iii. Asímismo Aristóteles en su famosa Ética a
Nicómaco, define el honor como “el más grande de los bienes externos”iv. En otro lugar afirma que “ser
honrado equivale a ser amado”v. De las personas de refinamiento superior dice, “son aquellas capaces de
equiparar la felicidad con el honor”vi. El romano Aulio Gelio, nacido entre la segunda década del siglo II
d.EC., dice que “un castigo severo es justificado cuando se trata de defender el honor del agraviado”vii.
Asímismo, Plutarco, quien vivió en el siglo I de la EC., refiere que la falta de honorabilidad “es una experiencia
profundamente dolorosa”viii.
Este mismo orden de importancia se da al honor dentro del pensamiento judío. Por ejemplo, según el
pensador judío Filón nacido unos 15 años a. C., la gloria y la alta estima están relacionadas directamente con
el honor. Así, “los cargos públicos que se desempeñan, el origen noble, los honores que se reciben en
la vida presente y el buen nombre después de la muerte son aspiraciones sublimes”ix. En otro lugar
señala que “en Israel el título de “anciano” no es propio de las personas de mayor edad, sino de aquellos
que sin importar sus años de vida son hombres honorables”x, llegando incluso en su búsqueda a sacrificar
el bienestar de sus hijos para obtenerlo. Asímismo, cree que la fama y el honor son una posesión que cuesta
mantener, pues pueden ser muy efímeros e inseguros, ya que son fáciles de echarse a perder bajo presión o
palabras dichas con frivolidadxi.
Otro referente del pensamiento judío, el historiador Josefo, en sus obras menciona muchos honores
conferidos por César, Vespasiano, David, Saúl, Jonatán, Augusto, Claudio y por la ciudad de Atenas. Josefo
hace asimismo mención del honor en relación a cónsules, gobernadores, sacerdotes, jueces y profetasxii. Tres
siglos y medio después de Josefo, Agustín de Hipona en referencia a la importancia del honor entre los
romanos escribe:
La gloria que los romanos ambicionaban poseer… es el juicio favorable de los hombres que
piensan bien de otros hombres. Porque (Dios) concedió supremacía a quienes por honor,
alabanza y gloria sirvieron a la nación. Así, por un vicio, el amor al enaltecimiento, superaron el
amor al dinero y otros tantos viciosxiii.
No podríamos terminar esta primera entrega sin referirnos a lo que el Nuevo Testamento dice sobre el
honor, empleando además para ello diferentes términos que hacen que las referencias sean abundantes.
Veamos. “Honor” (gr. timē) que aparece en pasajes como: Jn 4,44; Rom 2, 7; 2,10; 9,21; 12,10; 1 Cor 12,23;
1 Tes 4,4; 1 Tim 1,17; 5,17; 6,1; 2 Tim 2,20; Heb 2,7; 3,3; 1 Pe 1,7; 2 Pe 1,17; Ap 4,9; 4,11; 5,12; 19,1; 21,26.
“Honrar” (gr. timaō) es empleado en Mt 15,8; Jn 5,23; Hch 28,10. “Estimado” (gr. entimos) y lugar de honor
(gr. protōklisia) en Lc 14,8. “Gloria” (gr. doxa) Jn 5,41; 2 Cor 6,8; Ap 19,7. “Glorificar” (gr. doxazō) Jn 8,54;
1 Cor 12,26. “Glorioso” (gr. endoxos) 1 Cor 4:10. “Honorable” (gr. timios) Heb 13,4, y “despreciable, carente
o sin honor” (gr. atimos) en Mt 13,57; 1 Cor 12,23). Hágase mención especial de Ro 12,10 donde Pablo
exhorta a los creyentes honrrarse mutuamente empleando el término gr. timēxiv.
Por todas estas evidencias con arraigo en la antigüedad, podemos con justicia tomando las palabras
de Jerome Neyrey decir: «[…] el interés por el «honor» como reputación y «buen nombre» era endémica
en el mundo antiguo; por eso oímos a los especialistas en el mundo clásico y a los antropólogos
llamarlo un «valor fundamental» del mundo mediterráneo […]»xv. La siguiente entrega procurará responder
a la pregunta de fondo, ¿qué es el honor?
Referencias
i
Rohrbaugh, R. (2014) Valor esencial en el mundo bíblico. En: Para entender el mundo social del Nuevo
Testamento de Neufeld, D. & DeMaris, R. (eds.) España. Edit. Verbo Divino.
ii
Hierón 7.3— diálogo entre Hierón I y Simónides de Ceos.
iii
Jenofonte, Memorabilia 3.3.13.
iv
Ét. Nic. 4.10.
v
Íbid, 8.8.2
vi
Ïbid, 1. 4.4
vii
Noches áticas 7.14. 2-4
viii
Plutarco, Non posse suaviter vivi secundum 1100
ix
De migrationi Abrahami 172; Llegum allegoriae 8. 87; Quod deterius potiori insidari soleat 33, 157; De
posteritate Caini 112; De Abrahamo 185, 263.
x
De sobrietate 16.
xi
Abr. 264.
xii
Guerra judía 1. 194; 1. 199; 1. 358; 1. 396; 1. 607; 3. 408; Vita 423; Antigüedades judías 7. 117; 6. 168; 6.
251; 13. 102; 14. 152; 19. 292; G. J. 4. 149; 7. 82; A. J. 4. 215; 10. 92; 11. 309; 15. 217.
xiii
De civitate Dei 5. 12, 13.
xiv
Rohrbaugh, R. (2014) Para entender el mundo social del Nuevo Testamento. p. 169.
xv
Citado en Honor y vergüenza: lectura cultural del Evangelio de Mateo; p. 17.