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NEYREY
HONOR Y VERGÜENZA
Lectura cultural del Evangelio
de Mateo
EDICIONES SÍGUEME
SALAMANCA
2005
1
El honor y la vergüenza en perspectiva cultural
1 O. L. Drees, Olympia: Gods, Artists and Athletes, Frederick A. Praeger, New York
1968, 101-108.
11. J. G. Péristiany-J. Pitt-Rivers, Honour and Grace in Anthropology, Cambridge
University Press, Cambridge 1992.
El honor y la vergüenza en perspectiva cultural 35
1) El amor al honor
premacía a los hombres que, por causa del honor, el elogio y la gloria,
sirvieron al país en el que buscaron su propia gloria, y no dudaron en
preferir su salvación (la del país) a la propia. Así, por un vicio, es de-
cir, el amor al elogio, vencieron el amor al dinero y muchos otros vi-
cios»!". Por eso, tanto en oriente como en occidente, los antiguos te-
nían el amor al honor y al elogio como su primer valor.
En el mejor de los casos se pensaba que el amor al honor era la
cualidad que distinguía a los humanos de los animales. Nuestro infor-
mador nativo, Jenofonte, subraya: «En esto el hombre difiere de otros
animales; quiero decir, en su anhelo de honor. Con la comida, la bebi-
da, el sueño y el sexo todas las criaturas parecen gozar de forma se-
mejante; pero el amor al honor (cplAOTLµí.a) no está enraizado en las
bestias ni en todos los seres humanos. Pero aquellos en los que está
implantada la pasión por el honor y el elogio, estos son los que más se
diferencian de las bestias, estos son considerados hombres y no meros
seres humanos»16. Fue por amor al honor por lo que los ciudadanos
atenienses aparejaban barcos de guerra, instituían procesiones y festi-
vales, y actuaban como patronos de juegos y otros eventos; cierta-
mente, llegó a ser algo que se esperaba del estatus de la élite rica el
que ésta gastara sus fortunas personales en «liturgias» públicas bus-
cando el honor. Demóstenes se jacta así de cómo el «amor al honor» le
motivó: «Estaba en posición de proporcionar un coro, pagar una gale-
ra de guerra, y de imponer un gravamen sobre una propiedad inmue-
ble. Yo no renuncié a ninguna ambición honorable (cplAOTLµí.a), fuera
pública o privada, y rendí un buen servicio tanto a la comunidad como
a mis amigos»17. El «amor al honor», por tanto, espoleaba a los hom-
bres hacia la excelencia y la ambición. En el peor de los casos, los an-
tiguos pensaban que era un vicio funesto, altamente destructor de la
armonía cívica, que llevaba a la lucha y a la venganza 18. Plutarco des-
cribe a algunos estudiantes -corno representantes de la cplAOTLµí.a, pe-
ro en unas formas que son en gran medida disruptivas: «Otros, lleva-
dos por una poco razonable ambición (cpLAO'nµí.a) e insana rivalidad
( aµLHa) con sus compañeros, muestran su agudeza y su habilidad pa-
ra aprender fácilmente, manifiestan que tienen el significado antes de
entenderlo»19.
20. G. M. Foster, Peasant Society and the Image of Limited Good: American An-
thropologist 67 (1965) 293-315, nota en p. 296; las cursivas son del autor.
21. G. M. Foster, The Anatomy of Envy: A Study in Symbolic Behavior: Current
Anthropology 13 (1972) 169.
22. !bid.
38 Mateo en otras palabras
23. Anonimus Iamblici, citado en p. 178 por J. J. Winkler, Laying Down the Law:
The Oversight of Men s Sexual Behavior in classical Athens, en D. M. Halperin-J. J.
Winkler-F. Zeitlin (eds.), Befare Sexuality: The Construction ofErotic Experience in the
Ancient Greek World, Princenton University Press, Princeton 1990, 171-209.
24. Plutarco, Sobre el prestar atención a la formación, 44B; cf. Ancianos en los
asuntos públicos, 787D.
25. G. M. Foster, The Anatomy ofEnvy; J. J. Elliott, Matthew 20, 1-15: A Parable of
lnvidious Comparison and Evil EyeAccusation: BI 22 (1992) 52-65.
El honor y la vergüenza en perspectiva cultural 39
rente éxito por parte de los iguales de uno en la consecución de las co-
sas buenas que ya se han mencionado, no porque una persona pueda
conseguir algo para él, sino a causa de aquello que tiene»26. Aristóte-
les distingue la envidia de la emulación: mientras la envidia es dolor
por ver el éxito de otro y un deseo de perjudicarle y acabar con el cre-
cimiento de su prestigio, la emulación es, de forma semejante, un do-
lor por el éxito de otro, pero que espolea al observador a igualar el éxi-
to observado. La envidia ataca, la emulación iguala.
Los antiguos eran aficionados a comentar que el éxito producía en-
vidia, como la luz golpea los árboles más altos y las montañas más
elevadas. Josefo, por ejemplo, regularmente comenta la relación entre
su «éxito» y la «envidia» que provocaba. Respecto a un envidioso ri-
val señala: «Juan, creyendo que mi éxito (c'Úrcgaylav) suponía su rui-
na, dio paso a una inmoderada envidia» (qi{}óvov)27.
Aristóteles nos informa de que la envidia es disgusto por el éxito
de «un igual» (m,gi, i:oui:; óuoíouc)". Más tarde, Cicerón se hace eco
de esto: «La gente es especialmente envidiosa de sus iguales, o de
aquellos que una vez estuvieron por debajo de ellos, cuando sienten
que son dejados atrás, y se irritan con la ascensión del otro»29. Gene-
ralmente el vecino envidia al vecino; pero a menudo encontramos a un
hermano envidiando al hermano, como en los casos de la rivalidad en-
tre hermanos de los que está llena la Biblia: Caín y Abel, Ismael e
Isaac, Esaú y Jacob, José y sus hermanos. De forma similar, Saúl en-
vidió a David, quien mató a diez mil frente a los pocos cientos de Saúl
(1 Sm 18, 7-9). Así, la envidia describe la erupción de sentimientos
hostiles ante el éxito de otros, lo cual generalmente se traduce en al-
guna acción agresiva para dañar al otro y hacer disminuir su presti-
gio. A la luz de la «imagen de los bienes limitados», cualquier éxito
por parte de un igual se percibe como conseguido a expensas de otro,
quien seguramente actuará para asegurarse de que no haya otras pér-
didas y restaurar el statu quo previo.
30. K. J. Dover, Greek Popular Morality in the Time of Plato and Aristotle, Uni-
versity ofCalifomia Press, Berkley CA 1974, 229-234.
31. Homero, Iliada 23, 256-897.
32. R. S. Robinson, Sourcesfor the History ofGreekAthletics, Ares Press, Chica-
go 1981; W E. Sweet, Sport and Recreation in Ancient Greece: A Sourcebook with
Translations, Oxford University Press, Oxford 1987.
33. Plutarco, Conversaciones de mesa (5, 2, 674D-675D).
34. D. Cohen, Law, Violence and Community in Classical Athens, 70-75.90-
10Ll28.
35. Plutarco, Conversaciones de mesa 1, 4, 622B.
36. C. A. Faraone, The Agonistic Context of Early Greek Binding Spells, en C. A.
Faraone-D. Obbink (eds.), Magica Hiera: Ancient Greek Magic and Religion, Oxford
University Press, Oxford 1991, 4-32, cita enp. 10-17.
El honor y la vergüenza en perspectiva cultural 41
d) Desafio y respuesta
37. B. J. Malina-J, H. Neyrey, Honor and Shame in Luke-Acts: Pivota/ Values ofthe
Mediterranean World, en J. H. Neyrey (ed.), The Social World of Luke-Acts: Modelsfor
Interpretation, Hendrickson, Peabody MA 1991, 25-65, especialmente 29-32.49-52.
38. P. Bourdieu, The Sentiment of Honour in Kabyle Society, en J. G. Péristiany
(ed.), Honour and Shame: The Values ofMediten-anean Society, 197-202; para la adap-
tación al mundo bíblico, cf. B. J. Malina, El mundo del Nuevo Testamento, 52-63.
42 Mateo en otras palabras
Además, nuestra limitada evidencia sugiere que sólo los varones tien-
den a jugar este juego. Puesto que en la antigüedad tocaba a los varo-
nes incrementar y defender el honor de la familia, eran ellos los que
corrían el riesgo, quienes vivían la mayor parte del día en el ámbito
público y quienes observaban sin cesar a los otros que jugaban este
juego, complaciéndose ellos mismos en él.
Este juego del toma y daca entre iguales puede ser jugado en cual-
quiera de los foros típicos de la vida social: la plaza del mercado, el
gimnasio, la sinagoga, un banquete con los compañeros varones, etc.
Desde nuestra consideración de los evangelios, parece que esto suce-
día siempre que Jesús estaba en el espacio público. La difusión de es-
te juego de desafío-respuesta indica que Jesús reclamó prestigio y va-
lía (como agente de Dios), y que adquirió una espléndida reputación
como profeta, maestro y sanador. Por ello, el hecho de que Jesús fue-
ra retado con tanta regularidad indica, al menos en el nivel narrativo,
que fue una persona muy honorable y que era digno de elección y leal-
tad. Es un crédito a su favor el hecho de que fuera retado y envidiado
(Mt 27, 18).
39. M. P Di Bella, Name, Blood, and Miracles: The Claims to Renown in Traditio-
nal Sicily, en J. G. Péristiany-J. Pitt-Rivers (eds.), Honour and Grace in Antropology,
Cambridge University Press, Cambridge 1992, 151-166; B. J. Malina, El mundo del
Nuevo Testamento, 56-58.
El honor y la vergüenza en perspectiva cultural 43
Todas las familias gozan de alguna estima o valor ante sus iguales.
Esto es más evidente cuando se hacen las alianzas matrimoniales, pues
generalmente se dan entre los socialmente iguales. La gente en los
pueblos y vecindarios se esfuerza por estimar acertadamente la valía
de una familia y su reputación, así como por calcular su posición so-
cial. La reputación de una familia, además, se basa también en el gra-
do en que se percibe que sus miembros viven de acuerdo con el códi-
go de comportamiento social esperado por el pueblo o el vecindario.
Así, todos los miembros de la familia comparten su reputación: todos
se alegran con su honor y todos comparten su vergüenza. El honor, por
tanto, es simbolizado por la sangre familiar.
La Biblia ilustra esto en la forma como presenta a las personas.
Inicialmente se llega a conocerlas no como individuos únicos, sino
fundamentalmente por su familia, esto es, por su sangre y por su nom-
bre. Lo ideal sería que se nos diera toda la gama de relaciones de pa-
rentesco: la familia inmediata, el clan y la tribu. Aunque la escena tra-
ta del descubrimiento de un maleante, el libro de Josué describe con
mucha precisión cómo los individuos toman su identidad y su valía de
sus amplias relaciones de parentesco:
Josué se levantó de mañana; mandó que se acercará Israel por tribus, y
fue designada por la suerte la tribu de Judá. Mandó que se acercaran los
clanes de Judá, y fue designado por la suerte el clan de Zéraj. Mandó
que se acercara el clan de Zéraj por familias, y fue designado por la
suerte Zabdí. Mandó que se acercara la familia de Zabdí, hombre por
hombre, y fue designado por la suerte Akán, hijo de Carmí, hijo de
Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá (Jos 7, 16-18).
40. J. K. Campbell, Honour and the Devil, en J. G. Péristiany (ed.), Honour and
Shame: The Values of Mediten-anean Society, University of Chicago Press, Chicago
1966, 144; cf. también Id., Honor, Family and Patronage: A Study of Institutions and
Moral Values in a Greek Mountain Community, Oxford University Press, Oxford 1964,
185s.268s.
44 Mateo en otras palabras
que todos los demás tienen los mismos valores que ellos tienen ... Esta
es la razón por la que Simónides dijo a la mujer de Hierón sobre los sa-
bios y los ricos, cuando ella le preguntó si era mejor ser rico o sabio:
«Ser rico», pues explicó que se ve al sabio esperando a la puerta del rico
(Ret. 2, 16, 1-3).
Por tanto, aquellos que exhiben riqueza reclaman honor, pues son
«ostentosos y pretenciosos». Ellos contribuyen a la formación del có-
digo local del honor y lo encarnan; como pioneros, «piensan que todos
los demás tienen los mismos valores que ellos tienen». La riqueza,
además, fácilmente se torna en poder; pues como Aristóteles comenta
un poco más adelante, «otro resultado de la riqueza es que los ricos
piensan que ellos merecen gobernar; pues piensan que tienen lo que
les hace dignos de gobernar ( es decir, el dinero)» (2, 16, 3). La rique-
za simboliza entonces el estatus que alguien tiene en la consideración
de sus amigos y vecinos; pide, para sus poseedores, respeto y estima
como personas poderosas que actúan como patronos de otras y que
merecen gobernar. Pero la riqueza no es riqueza ni puede simbolizar la
valía propia y el honor a menos que sea exhibida.
El cuerpo físico de un hombre servía como escenario constante so-
bre el que se exhibía y reclamaba el honor. La parte más importante de
la presencia física de una persona es la frontal, es decir, la cabeza, la
cara y los ojos. Por ejemplo, en ocasiones los cortesanos se presenta-
ban ante los soberanos con los rostros mirando hacia el suelo y se re-
tiraban de la misma manera: la valía del monarca se simbolizaba así en
el hecho de que la gente más humilde no veía la cara del monarca, y
mucho menos le miraba a los ojos. Las cabezas honorables eran ungi-
das y coronadas como señal de respeto. Además los ojos son el órgano
corporal más importante a la hora de reclamar y reconocer el honor;
porque el permanecer «a los ojos de» otros es lo que constituye la es-
tima y la reputación. Como se hacía notar más arriba, «la afrenta» de-
be suceder de frente, esto es, ante los ojos de la persona insultada, pa-
ra constituir un desafio genuino. En términos bíblicos, uno puede
«encontrar favor a los ojos» de otros (Gn 6, 8; 1 Sm 26, 21), lo que se
traduce como su reconocimiento de la estima y el valor. Esto puede
suponer alianzas matrimoniales favorables (Gn 34, 11), beneficios sin-
gulares (Gn 50, 4) y alimentos para vivir (Rut 2, 10). Al contrario,
cuando la gente mira a otros con desprecio, claramente les han retira-
do el respeto (Gn 16, 4s); un marido puede divorciarse de su esposa
«si ella no encuentra favor a sus ojos porque él ha encontrado alguna
indecencia en ella» (Dt 24, 1). Así, la estima y el valor son señalados
por la mirada favorable de los otros. Al contrario, los insultos son só-
El honor y la vergüenza en perspectiva cultural 47
46. Cf. D. B. Martín, The Corinthian Body, Yale University Press, New Haven CT
1995, 94-96.
47. Flavio Josefo, G. J 2,224.
48. ARN 40, citado en J. Goldin (trad.), The Fathers according Rabbi Nathan, New
Haven CT 1955, 168; cf. también b. Berakot 62a; Flavio Josefo, G. J 2, 148-149.
48 Mateo en otras palabras
49. J. H: Neyrey, Nudity, en J. Pilch-B. J. Malina (eds.), Bible Social Values and
Their Meaning: A Handbook, Hendrickson, Peabody MA 1993, 119-163, especialmen-
te 120-122.
50. Filón, Sobre José 120; Flavio Josefo, Ant.jud. 11,254.
51. Flavio Josefo, Ant. Jud. 19, 334. Cf. también Hch 12, 21.
52. Flavio Josefo, G. J 2, 129.
53. J. H. Neyrey, Clothing, en J. Pilch-B. J. Malina (eds.), Bible Social Va/ues and
Their Meaning, 20-25.
El honor y la vergüenza en perspectiva cultural 49
g) El honor colectivo
trol es más una parte de los valores de la sociedad que una decisión
personal de practicar el ascetismo, puesto que representa lo que se es-
pera de las personas honorables del mundo antiguo ( cf. 1 Tes 5, 5- 7).
La persona orientada hacia el grupo, además, pone el interés de sus
grupos sociales primarios (familia y nación) por encima de los deseos
personales; lo hace porque ha interiorizado el principio de que «ha na-
cido para la comunidad», lo que significa que el grupo se pone por de-
lante del individuo. Plutarco ofrece otro aspecto de esto mismo cuan-
do describe la repetitiva inclusión de los individuos en algún tipo de
jerarquía «natural»: «La niñera gobierna sobre el niño, el maestro so-
bre el chico, el que dirige el gimnasio sobre el joven, su admirador
sobre el hombre joven, el cual, cuando llega a la edad, es gobernado
por la ley y su comandante general. Nadie es su propio jefe, nadie ca-
rece de restricciones»65• Los individuos, por tanto, aprenden lo que
otros esperan de ellos: la niñera, el maestro, el director del gimnasio o
el general. Ellos siempre responden ante otra persona y de esa forma
no son «su propio jefe» y nunca se encuentran «sin restricciones». El
éxito para ellos deriva de vivir de acuerdo con las expectativas de
otros. La niñera, el maestro, el director del gimnasio, el general están
siempre cara a cara respecto a los miembros de la sociedad, y reflejan
la aprobación o desaprobación de los individuos en lo que se refiere a
su éxito en adecuarse al código de expectativas comunicadas.
Estas observaciones sobre las personas orientadas hacia el grupo
son una parte necesaria del contexto para entender lo que el honor sig-
nificaba en el mundo antiguo. Porque el honor llegaba en gran parte
de vivir de acuerdo con los valores y expectativas sociales en las que
el individuo era socializado. Cuando ellos mismos reconocían este có-
digo eran a su vez reconocidos por sus iguales con la aprobación por
respetar el código local. El honor, por tanto, procede de la niñera, el
maestro, el jefe del gimnasio y el general que elogian al niño, al chico,
al joven y al hombre joven por vivir de acuerdo con el código de pen-
samiento y actuación apropiados característicos de los valores de ese
grupo. Así, el honor es «colectivo» por naturaleza: atañe a los indivi-
duos que valoran la opinión de los otros.
El honor, además, puede proceder de la pertenencia a ciertas co-
lectividades. Como indicaba Plutarco más arriba, durante toda su vi-
da los individuos, en la antigüedad, estaban incluidos en algún grupo
o colectividad -fuera la familia, que era la institución dominante de
ese mundo social, o en los grupos de iguales en el gimnasio, el sim-
posio, la sinagoga, el ejército, o la asamblea de ciudadanos en lapo-
h) Género y honor
Puesto que varón y mujer son dos especies diferentes de seres hu-
manos, y dado que los antiguos percibían todas las cosas de su mun-
do en términos de oposición binaria", masculinidad y feminidad de-
71. J. H. Neyrey, Whats Wrong with This Picture'l John 4, Cultural Stereotypes of
Women, and Public and Priva/e Space: BTB 24 (1994) 77-91, especialmente 79-82.
56 Mateo en otras palabras
i) Vergüenza y desvergüenza
72. D. L. Cairns, Aidós: The Psychology and Ethics of Honour and Shame in An-
cient Greek Literature, Clarendon Press, Oxford 1993, 14-47; B. Williams, Shame and
Necessity, University ofCalifornia Press, Berkeley 1993, 75-102.
73. L. M. Bechtel, Shame as a Sane/ion o/Social Control in Biblical Israel: Judi-
cial, Political, and Social Shaming. JSOT 49 (1991) 47-76.
74. D. Daube, The New Testament and Rabbinic Judaism, Amo Press, New York
1973, 301-324.
El honor y la vergüenza en perspectiva cultural 57
o en el saber. De esta forma, todos los antiguos, tanto las élites y como
el pueblo, estaban sujetos a alguna socialización como al código del
comportamiento adecuado y valores de su grupo, según el cual eran
medidos y evaluados.
Respecto a una apreciación compartida de lo que el honor y la ver-
güenza significan en el mundo antiguo, argumentamos acerca de la
existencia e importancia de un «código general» del honor y la ver-
güenza que se expresa formalmente en la retórica greco-romana, la
cual refleja a su vez valores culturales persistentes y extendidos. Este
«código general» admite variaciones locales, pues el código guerrero
de Homero no es el código operativo en Atenas, con su celebración de
las «excelencias cooperativas»78, ni el sistema griego de beneficencia
pública refleja el mismo mundo social que el sistema romano de pa-
tronos y clientes. Aunque mantenemos, en un cierto nivel de abs-
tracción, que tanto romanos como griegos eran «amantes del honor»
( cpLAO'tLµta) e igualmente ambiciosos y competitivos por conseguir la
gloria y el elogio. Sin embargo, dentro del gran código del honor y el
elogio debemos reconocer y esperar variaciones locales. De hecho,
parte de la hipótesis de este libro consiste en que Mateo retrata a Jesús
presentando para sus seguidores una distintiva variación local del có-
digo general.
De ahí que debamos ir más allá de la evidencia anecdótica sobre
el honor y comenzar a leer e interpretar un documento a la luz del sis-
tema de honor y vergüenza. El modelo presentado en este capítulo
tiene el beneficio principal de informarnos sobre tal sistema de valo-
res y estructuras ampliamente extendido, esto es, nos proporciona
una visión integrada de las partes que componen un mundo donde la
evaluación pública positiva es un bien supremo. Hemos examinado
las fuentes del honor ( adscrito, adquirido), la naturaleza competitiva
de la sociedad antigua («amor al honor», bienes limitados, envidia),
la particular forma de comportamiento agresivo llamado «desafío y
respuesta», los símbolos del valor y la valía (la sangre y el nombre),
la naturaleza del honor colectivo (basado en el parentesco), y la ré-
plica de este valor en los estereotipos de género. De esta forma tene-
mos un modelo explicativo de lo que es el honor, cómo se obtiene, en
qué tipo de cultura es importante, por qué su adquisición, su mante-
nimiento y pérdida toman la forma que tienen, y por qué está enrai-
zado en las instituciones básicas de la antigüedad, parentesco y polí-
tica. Los materiales anecdóticos pueden ilustrar las variadas piezas de
79. Para una discusión de los modelos y la interpretación bíblica, cf. B. J. Malina,
The Social-Sciences and Bíblica/ Interpretation: Interpretation 36 (1982) 229-242, es-
pecialmente 231; cf. también J. Elliott, What is Social-Scientific Criticism?, Fortress
Press, Minneapolis 1993, 40-47; T. F. Carney, The Shape ofthe Past, 1-43.