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que “debemos contemplar la sociedad? como una entidad porque, aunque
formada por unidades discretas, se produce cierta concreción de su asociación por
obra de la persistencia general de sus relaciones en toda el área ocupada”
(Spencer, 1908: 447)5; Durkheim establece la sociedad como una “condición
necesaria [del hombre moral], puesto que la moralidad consiste en ser solidario a
un grupo” (Durkheim, 2002: 418)6 y la derivación funcionalista sostiene que “la
sociedad es un sistema complejo cuyas diversas partes funcionan conjuntamente
para generar estabilidad y solidaridad” con base en un consenso moral basado en
valores (Giddens, 2002: 44-45)7; Weber concibe una estructura de la acción social:
“una sociedad es una serie de interacciones que vincula a los individuos”
(Giddens, 2002: 46-518); Simmel abona al sostener que “la sociedad es
meramente un nombre para un conjunto de individuos conectados por medio de la
‘interacción’” (Ritzer, 1999: 333). Lumhann piensa a la sociedad como el contexto
de funciones individuales interdependientes cuyo vínculo “es la disposición
elemental de su propia naturaleza” y donde está presente la contradicción entre la
individualidad y la dependencia social (Elías, 2000: 30 y ss).
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El Estado nación es la forma de organización política de las sociedades modernas
en atención a la complejidad derivada por la incesante especialización del trabajo
y la urbanización de las poblaciones propias del proceso de industrialización. El
Estado nación condensa dos dimensiones básicas de las sociedades: su
pertinencia histórica como formación institucionalizada de (inter)relaciones de
intereses y su capacidad de gestión de los asuntos públicos. Expresa las
posibilidades colectivas de auto regulación (autonomía) y auto imposición
(soberanía) de decidir y actuar por voluntad propia en el ámbito común:
“autonomía del Estado [es] la capacidad de las autoridades públicas para definir
objetivos y fijar metas acordes con ellos, seleccionar y utilizar métodos eficaces,
movilizar recursos en función de los objetivos y las metas, y mantener bajo control
las restricciones dentro de las cuales operan las políticas públicas? Por su parte,
soberanía significa capacidad de imposición de las decisiones estatales por
encima de cualquier otro actor dentro del territorio de ese Estado” (Vilas, 2002:
654).
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1.1.2 Política pública: acción colectiva.
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en términos de los criterios reguladores de toda sociedad, requiere que el pivote
de la política pública sea el Estado para que las acciones socialmente convenidas
tengan legitimidad y posibilidad de eficiencia (Lee y Raban 1988: 71).
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social de las interacciones intrasocietales y de la sociedad y su contexto (Iatridis,
1994: 2).
Con base en las definiciones anteriores, se puede afirmar que la política social es
el conjunto de acuerdos prescriptivos de la sociedades modernas sobre los
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criterios de orientación de los recursos disponibles para el mejoramiento social
presente y futuro de la colectividad asociada.
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donde se generaliza la noción de función de utilidad social como criterio para
clasificar los diferentes estados posibles de los asuntos (Beitz, 1989: 10).
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formulan, resuelven, implementan y evalúan sus preocupaciones fundamentales.
La política social es el ejercicio ordenado del poder público sustentado en valores
consensuados en una época determinada que tiene la finalidad de atender
necesidades de la sociedad mediante la distribución de recursos. Es una
intervención publica y colectiva orientada a promover el bienestar social de los
individuos y de la sociedad, con el fin de aproximarse lo más posible al objetivo de
igualdad y seguridad, especialmente en aquellas esferas donde mas fácil es que
se registre marginación o exclusión.
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1.2.1 Afluentes históricos.
En una primera etapa (siglo XV – siglo XVIII), el Estado interviene primero con la
creación de instituciones de asistencia pública (hospitales, hospicios, conventos y
casas de caridad) y después con la disposición de un sistema local de ayuda de
las parroquias eclesiásticas mediante la English Poor Laws9. Una segunda etapa
es la del nacimiento de la filosofía liberal (siglo XVIII – siglo XIX) bajo el principio
roussionano de Libertad, Igualdad y Fraternidad (Picó, 1996: 38). En La riqueza de
las naciones (1776), Smith critica la regulación mercantil y propone un mercado
libre autorregulado como medio para el bienestar social (Teeple, 1995: 79 y ss):
libertad para la conformación de un mercado de trabajo, principal fuente de
riqueza restringida por la Ley de Speenhamland de 1785. Esta postura se respalda
en la teoría de Malthus (1789) y en la concepción de la pobreza como problema
individual al recurrir al argumento darwinista (1859) para explicar la pobreza como
un fenómeno natural donde vence el más apto.
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La tercera fase (siglo XIX – siglo XX) acota la concepción clásica de
individualismo: surgen las políticas sociales y los Estados benefactores modernos
en Europa a fines del siglo XIX. La precaria situación obrera deriva en una alta
conflictividad social y en el fortalecimiento de expresiones socialistas: los
trabajadores participan en la actividad política y adquieren derechos ciudadanos
para expresar sus demandas. La problemática social se incorpora a las agendas
de los gobiernos y se legitima como un asunto a ser atendido mediante la acción
pública. La respuesta es la creación de sistemas de seguridad social (Alemania10)
para fortalecer la unidad nacional y eliminar la influencia socialista. La desiguladad
y la pobreza son interpretadas como riesgos sociales. Es un cambio en el tipo de
gestión estatal: la cuestión social es un objeto de la política pública que atribuye al
Estado un papel activo en materia de recursos destinados a ese objetivo. Se inicia
la conformación de instituciones de política social y de las primeras bases del
futuro Estado de Bienestar (Palacios, 2005: 136; Picó, 1996: 39).
La cuarta fase es la del liberalismo igualitario (siglo XX) que busca conciliar la
libertad e igualdad de las circunstancias naturales y sociales que atienden a cada
ser humano, a través del concepto de bienes sociales básicos y capacidades
básicas. Rawls propone una justicia distributiva a partir del concepto de bienes
sociales primarios y Sen propone el concepto de capacidades básicas. La postura
de esta corriente se expresa en los conceptos esgrimidos por algunos organismos
internacionales para delinear las políticas sociales (CIEM, 2000: 7).
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una acción orientada a reducir la desigualdad originada por la distinta posición de
los individuos en la estructura productiva. El bienestar social conlleva distribución
de recursos y, para que el sistema experimente un mejor reacondicionamiento, es
necesario transformarlo hacia el socialismo (Karger y Stoesz, 1990: 17).
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El Estado social de derecho nace de la confluencia entre estado y sociedad al
conciliarse en la perspectiva socialdemócrata las versiones moderadas de la
ideología liberal (derechos del hombre) y la ideología social (derecho social). Sus
orígenes están en el movimiento obrero del siglo XIX y en la Ley Fundamental de
la República Federal Alemana en 1949. El Estado social se responsabiliza de la
procura existencial —ámbito existencial constituido por situaciones, bienes y
servicios (Forsthoff)— a través del desarrollo de sistemas complejos dirigidos a
expandir al máximo la vida humana (salud y educación), del aseguramiento de los
aspectos vitales de la sociedad (defensa, recursos naturales) y de la formalización
de prestaciones sociales (salario mínimo, pleno empleo, atención a incapacitados,
distribución del ingreso, acceso a bienes culturales y perfeccionamiento de los
sistemas de seguros) (Montoro, 1997: 35–38). En el Estado social coexisten las
garantías sociales (derecho a participar y ser consultado antes de las decisiones;
a participar en audiencias públicas y en la formulación del presupuesto; de acceso
a la información pública; a la auto tutela de los derechos: de huelga) y las
garantías institucionales protegidas por entes públicos (Courtis, 2007: 37-38). El
Estado social puede concebirse entonces como una transmutación del Estado
liberal en tanto que ordena colectivamente, mediante la asignación de derechos
sociales, la realización de los derechos civiles y polìticos en las sociedades
industrales capitalistas.
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El Estado de Bienestar es considerado aquel que tiene establecido como derecho
social ciudadano y como política social la garantía de otorgar a todos los
miembros de la sociedad un estándar mínimo de ingreso, educación, salud,
alimentación y vivienda. Es “aquel donde se resuelven contingencias individuales
a través de mecanismos colectivos, sean de carácter corporativo o de carácter
estatal” (Casilda, 1996: 15). Es decir, se concibe como la intervención directa de
las estructuras políticas para mejorar el nivel de vida de la población como
reivindicación de una garantía social a través de la provisión de servicios sociales,
seguridad social, prestaciones sociales, pensiones, desempleo, salud, educación.
La ideología del Estado de Bienestar nace del debate entre los dos enfoques
ideológicos imperantes en el siglo XIX: la ideología socialista que considera a las
políticas sociales como paliativos incapaces de alcanzar una mayor justicia social
y la liberal, contraria a la intervención estatal porque desincentiva el trabajo. El
Estado de Bienestar promueve las políticas públicas para atenuar los problemas
de un capitalismo liberal sin cortapisas con base en un amplio consenso
alcanzado en Europa al finalizar la Segunda Guerra Mundial, a saber: el papel
clave de la justicia social para apuntalar la democracia, el deseo de estabilidad
política y social, el repudio al desempleo vía promoción del crecimiento económico
sostenido de corte keynesiano (Palacios, 2005: 161). La política social incorpora
así las ideas de solidaridad universal y ciudadanía social.
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La época de auge del Estado de Bienestar inicia en la década de los cuarenta del
siglo XX. Su cuestionamiento inicia en la década de los ochenta con la elección de
gobiernos conservadores en EUA y Gran Bretaña, en respuesta a la crisis social,
al creciente desempleo, al decaimiento económico y al surgimiento de nuevos
movimientos sociales.
Toda política pública está referida a valores sociales. Entender la política social es
entender los valores de una sociedad respecto a la responsabilidad de sus
miembros consigo mismos y a la responsabilidad de la sociedad con sus
intergrantes (Stein, 2001: 5).
La pretensión de igualdad tiene varias perspectivas teóricas. Las dos visiones más
relevantes en la configuración de la política social actual son las teorías de mejor
resultado (best result) que proponen que la participación política justa es aquella
que da los mejores resultados y las teorías de procedimiento (procedural) que
defienden la importancia de tener mecanismos y sistemas que garanticen la
participación igualitaria más allá de las posiciones prácticas (Beitz, 1989:19).
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qué es una distribución justa en forma independiente del ingreso y la riqueza.
Afirma que la justicia representa tener procedimientos normados sobre las
relaciones económicas y políticas: es el sistema mismo el que es igualitario
aunque no necesariamente las medidas garanticen que el resultado sea la
igualdad (García Rocha, 1998: 24 y Martínez, 2003: 34).
Igualdad.
¿En qué
Todo Algo
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integrantes del colectivo. Es de considerar que aun en la prescripción de los
derechos civiles y políticos no es posible alcanzar una igualdad total de todos en
todo: existen restricciones o exclusiones de algunos miembros de la sociedad en
algunos casos o, aun más, la igualdad normativa para incidir en las decisiones
colectivas no se refleja en una igualdad en la importancia de cada opinión
individual (Beitz, 1989: 19). Esta dimensión se ubica en el plano de la utopía: por
la imposibilidad fáctica de su realización.
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del bien social: para un individuo es moralmente válido usar los recursos externos
en su beneficio, si no perjudica a los demás; no es justa la apropiación de los
frutos del trabajo individual por parte del Estado con propósitos redistributivos y
cuestiona los conceptos de justicia redistributiva y equidad social (CIEM, 2000: 5).
En el centro del debate de estas teorías está la forma en que la sociead y los
individuos son tratados en términos políticos, sociales y económicos; con las
reglas de distribución de los resultados (costos y beneficios). La relevancia de
discernir sobre la condición humana recae en la indagación de bases plausibles de
nuestra convivencia y nuestras expectativas: bases naturales o bases
convencionales, bases individuales o bases sociales, bases deontológicas o bases
teleológicas, bases universalistas o bases relativistas. A fin de cuentas es la
búsqueda incesante por responder a las pregunta de qué somos y cuáles son
nuestras posibilidades, qué debemos hacer o qué podemos hacer.
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La justicia como prioridad
La reflexión teórica interroga dos planos: cuáles son los principios de distribución
justos y qué criterios deben cubrir para aspirar a ser principios de justicia de
validez universal y, por tanto, estar justificados. Estos principios son idénticos a los
principios que elegirían personas libres y racionales por su condición autónoma en
una situación de igualdad en que tuviesen que decidir las normas que vinculan a la
sociedad.
Los principios de justicia pueden ser alcanzados por el ejercicio del racionalismo
individual (elección racional) en condición de igualdad y limitación (posición
original caracterizada por el velo de la ignorancia). La situación original es el
entorno esencial para la decisión racional: la justeza de los principios no deriva de
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principios abstractos sino de la justeza de las condiciones de la elección. La
elección de principios de justicia es el resultado de un acuerdo racional bajo
condiciones justas: el proceso de elección racional convierte la imparcialidad de la
situación original de la decisión en la justicia de sus resultados (Kersting, 2000:
255; Islas, 2003: 176).
El bien por el que se decide es aquel deseado por todos las personas para la
realización de sus ideas de vida. En otras palabras, los bienes primarios que
satisfacen los deseos de las personas son relevantes para cualquier individuo sin
importar la particularidad de cada uno de ellos. Los principios de justicia son por
ello principios universales de distribución de los bienes fundamentales que son el
punto de convergencia de los divergentes intereses de los individuos porque
tienen tanto utilidad universal cuanto utilidad particular (interés concurrente).
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crítica de las instituciones del orden social, es decir, como basamento para
conformar un marco común de justicia para los planes de vida y resolución de
conflictos de las personas. Rawls señala que esta estructura básica, adecuada a
sus principios normativos, es el esquema institucional de un orden constitucional
de economía con mercados libres, abiertos y competitivos (Rawls, 1995b: 61).
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La visión comunitaria establece como principio el carácter intrínsecamente social
del hombre y la vinculación entre moralidad y costumbres de cada sociedad, así
como su defensa de una concepción del bien vinculada a una visión teleológica de
la naturaleza humana con ciertas virtudes inmanentes. MacIntyre, uno de los
principales exponentes de esta visión, señala que en esta concepción la
valoración moral está sometida a las tradiciones y prácticas de cada sociedad
(Nino: 364). El planteamiento se erige sobre cuatro aspectos centrales en
contraposición con el liberalismo contemporáneo: 1) Los principios de justicia y
corrección moral derivan de una cierta concepción de lo bueno, a diferencia del
liberalismo contractualista que resalta la concepción de lo justo; 2) En la
concepción de lo bueno se antepone el elemento social, mientras que en la
concepción de lo justo se pondera el elemento individual; 3) Los derechos y
obligaciones de las personas son relativos en relación con su inserción social,
mientras que en el planteamiento liberal los derechos y obligaciones individuales
tienen carácter de normativa universal; y 4) La crítica moral depende de la práctica
moral de cada sociedad (tradiciones, convenciones e instituciones sociales). La
relatividad prescriptiva se opone al universalismo.
En esta controversia están presentes diversos aspectos que han sido debatidos
una y otra vez por la filosofía. Por su relevancia son de resaltar: la concepción del
ser humano como individuo autónomo o como ser social; la primacía de lo justo o
lo bueno como criterio de orientación normativa; la pretensión de un discurso
universalista como elemento normativo del orden social o la pretensión de
interpretar particularidades históricas.
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La propuesta liberal contemporánea se sustenta en la concepción de un individuo
autónomo. Su propósito no es una justificación teórica de un estado ideal del
mundo, sino una propuesta normativa del comportamiento social del hombre en
las sociedades modernas (justicia). Es contribuir a la integración, cohesión y
estabilidad de una sociedad basada en pautas morales con posibilidad de
aceptación racional de los individuos (consenso): criterios neutrales de los
intereses y de las concepciones individuales, y criterios aplicables en las distintas
esferas individuales. Es la propuesta de una sociedad donde primen derechos
individuales de carácter universal (de observancia obligatoria y vinculantes) por
encima del interés colectivo bajo el concepto de igualdad individual en derechos y
obligaciones.
Los derechos de los individuos y los derechos de las sociedades son los puntos de
tensión a equilibrar. Toda búsqueda del fundamento absoluto es infructuosa
(Yturbe, 2001: 212). Es un debate antiguo donde la filosofía y la teoría política no
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han encontrado un consenso definitivo. De cómo respondamos en este disyuntiva,
de qué peso demos a cada plato de la balanza, estaremos prefigurando qué
sociedad deseamos. Si se consideran los derechos individuales como un fin en sí
mismos se pierde de vista la finalidad de construir sociedades plurales y
equitativas para todos; pero si se asigna únicamente a la sociedad la finalidad del
bien común se pierde la perspectiva de los individuos. En torno a estos valores se
estructura el debate del futuro de la sociedad.
Para trascender este debate sobre la fundamentación teórica del punto de vista
ético o moral, Habermas sostiene la necesidad de una práctica deliberativa como
único recurso para el juicio imparcial. Los sustentos de validez de las normas
sociales convenidas serían entonces la argumentación y la utilidad de las políticas
aprobadas en relación con las pretensiones discursivas (Habermas, 1999: 72). Los
acuerdos deben sustentarse simultáneamente en el discurso y en realidad, y la
transmutación de sus contenidos está sujeta a la variabilidad de las opiniones y
valoraciones del colectivo.
Como corolario podemos afirmar que las políticas sociales son un esfuerzo de
cohesión social derivado del equilibrio consensuado entre múltiples intereses y
perspectivas ideológicas de la sociedad, más que un producto de una
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fundamentación moral. Cada Estado nación asume la política social con matices
propios derivados de sus tradiciones históricas, de los valores sociales
prevalecientes y de los recursos disponibles. Existen posiciones diversas y hasta
contradictorias según la perspectiva teórica desde la cual se aborden. La política
social debe entenderse como “un arreglo a un criterio de reflexividad, en el sentido
de modificación constante de las acciones del Estado y la sociedad civil” (Montoro
1998: 45).
Una modelización primaria de las políticas sociales indica hacia el eje vertical al
dividirlas en políticas residuales y políticas institucionales. Las primeras se
enfocan a grupos poblacionales específicos y suponen que aunque el sistema
político, económico y social funcione correctamente, hay problemas residuales que
permanecen y tienen que ser atendidos por las políticas públicas. Las segundas
asumen que la solución de los problemas tiene que ser aplicada universalmente
mediante instituciones de bienestar (Dobelstein, 1996: 15 y Stein, 2001: 9-10).
Estas dos concepciones surgen con la interpretación de las English Poor Laws del
siglo XVII. Ambas visiones concuerdan en que la sociedad está constituida de
instituciones básicas y permanentes, pero difieren acerca de cuáles son y cuál es
su función en materia de bienestar. El modelo residual considera como
instituciones sociales básicas a la familia, al mercado, el barrio, la iglesia y el
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grupo étnico. Estas instituciones están permanentemente enlazadas con la
sociedad y tienen la capacidad de proveer las necesidades, en tanto que las
instituciones de bienestar son secundarias y deben intervenir sólo en casos
excepcionales. El modelo institucional, en cambio, considera la existencia de las
instituciones de bienestar como algo dado: el bienestar social es una faceta
permanente de la sociedad (Karger y Stoez, 1990: 62 y ss).
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En la misma línea, Titmuss (1958) en Essay on the Welfare State propone tres
modelos de referencia histórica de la evolución del Estado de Bienestar con base
en las formas y el nivel del gasto público: 1) El modelo residual, donde la
intervención estatal es esporádica y solamente participa cuando el mercado y la
familia entran en crisis; 2) El modelo remunerativo, donde los programas de
bienestar son un complemento del sistema económico al reflejar méritos laborales;
su origen son las mutualidades y de ahí se generalizan hasta ser asumidos por el
sector público; y 3) El modelo institucional redistributivo (universal), donde los
programas públicos de bienestar constituyen una de las instituciones cardinales de
la sociedad; otorgan prestaciones universales (principio de necesidad)
independientemente del mercado. Estos tres modelos reflejan la evolución
histórica de la protección social: la fase de la asistencia con los primeros
programas de medios comprobados del siglo XIX; la fase de prestaciones
bismarckianas y la fase de seguridad social de Beveridge de la Inglaterra de la
posguerra (Picó, 1996: 43).
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En Beyond the Welfare State, Pierson (1991) define 5 tipos de pensamiento sobre
los motivos y desarrollo del Estado de Bienestar: 1) La escuela conservadora lo
considera resultado de una enfermedad social porque se inmiscuye en el bienestar
y libertades del individuo; 2) La corriente liberal progresista lo define como
producto funcional contra las disfunciones del mercado; 3) La concepción
socialdemócrata lo determina como un logro de la movilización política en su
pretensión de plena ciudadanía; 4) El ideario socialdemócrata radical lo concibe
como primer logro de la movilización social para la transformación social gradual; y
5) El ideario marxista lo cataloga como un instrumento de control social en
beneficio del capital (Picó, 1996: 39-42).
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Modelos históricos
Agrupamiento de modelos de Montoro, Pierson y Titmuss.
Beneficiario Indigentes Pobres e Sectores social y/o laboral Sector laboral Ciudadano
Indigentes
Oportunidad. Necesidad.
Principios Ético Oportunidad Oportunidad Oportunidad Membresía y/o Seguridad
contribución ciudadana
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una intervención institucional permanente para atender necesidades reconocidas y
socialmente legítimas (Montoro, 1997: 44-45).
Variable Característica
De garante de la propiedad (uso de la fuerza) a participar en la
Estado
producción y asignación de bienes.
Mercado Asigna bienes.
Estructura de clase Determinante para la construcción del Estado del Bienestar.
Familia Unidad de medida que caracteriza a cada Estado de Bienestar.
El proceso para quitar el precio a la fuerza de trabajo, sacarla del
Desmercantilización
mercado y que siga teniendo el mismo ingreso.
Los programas sociales llegan diferentes estratos de manera diferenciada
Estratificación
en calidad y en cantidad.
Fuente: Elaborado con base en Esping-Andersen (1993 y 2000).
Con base en estos elementos, el autor formula una tipología según la medida en
que la persona se sustrae de la dependencia del mercado como mecanismo de
regulación social (desmercadización). Para ello, elabora un índice basado en
cuatro rubros: tipo de beneficios, requisitos de acceso, importancia de los
subsidios y población cubierta. Con base en los resultados obtenidos, clasifica al
Estado de Bienestar en tres niveles: 1) El Estado de Bienestar liberal: ayuda a los
que se comprueba que no tienen medios de vida, y la prestación de bajo rango
está fijada por la propensión marginal a optar por la ayuda social en vez del
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trabajo. Este enfoque —imperante en EUA, Canadá, Australia y Japón— minimiza
la desmercantilización, limita el alcance de los derechos sociales y construye un
orden estratificado; 2) El Estado de Bienestar conservador: los derechos están
vinculados a la clase y al status social, y se basan en un ideario de la familia
tradicional que excluye a la mujer no trabajadora, da subsidios a la maternidad y
los servicios de ayuda familiar están subdesarrollados. Esta visión impera en
Austria, Francia, Alemania e Italia; y 3) El Estado de bienestar socialdemócrata
basado en el universalismo y la desmercadización de los derechos sociales. Las
prestaciones están extendidas a las clases medias; promueve una igualdad en los
niveles altos y no en las necesidades mínimas. Dinamarca, Holanda, Suecia,
Finlandia y Noruega se encuentran en este caso (Picó, 1996: 45-47; Gelissen,
2002: 33; Esping-Andersen, 1993: 46 y ss).
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La modelización refiere el entrecruce de las variables de los sistemas
ocupacionales que privilegian la redistribución horizontal intracategorial —
categoría de renta: jóvenes / viejos, ocupados / desocupados, sanos / enfermos—
y de los sistemas universales que privilegian la redistribución vertical entre los
estratos de renta de toda la población. En otras palabras, los sistemas son
clasificados según la presencia y la preponderancia de los enfoques laborista
(Bismarck) o universalista (Beveridge): 1) Los ocupacionales puros. Francia,
Bélgica, Alemania y Austria iniciaron con sistemas de seguridad social reservado a
algunas categorías de trabajadores dependientes y financiados con
contribuciones. El principio de solidaridad tiene una alta fragmentación
intercategorial e intracategorial. La administración recae principalmente en
organizaciones de empleadores y sindicatos; 2) Los ocupacionales mixtos. En
Suiza, Italia, Holanda e Irlanda se combinan sistemas ocupacionales y
universales, siendo el primero dominante aunque existe alguna cobertura basada
en el principio de ciudadanía. Los beneficios están fuertemente ligados a la
posición laboral; 3) Los universales mixtos. En Gran Bretaña14, Canadá y Nueva
Zelanda se desarrollan sistemas aseguradores públicos nacionales de medios
comprobados (means-tested) transformados después de la II Guerra Mundial en
planes de seguridad social de amplia cobertura y prestaciones homogéneas; y 4)
Los universales puros. En Finlandia, Dinamarca, Noruega y Suecia se cubre con
beneficios mixtos a toda la población residente como derecho ciudadano. Existe
una fuerte estructura organizacional y se financia vía fiscal (Gelissen, 2002: 35 y
Picó, 1996: 48-51).
Este modelización retoma algunas ideas de Leibfried de 1992, aunque éste utiliza
como indicadores centrales la política contra la pobreza y los derechos
proclamados. También se encuentran similitudes con la modelización de Bonoli
(1997), de Castles y Mitchell (1993) en cuanto al nivel de gasto social, y de Korpi y
Palme basada en la titularidad del derecho (vid Gelissen, 2002: 33–36).
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En El nuevo modelo de prestaciones sociales en América Latina, F Filgueira
(1997) sostiene que para caracterizar el Estado de Bienestar en América Latina es
importante considerar dos variables fundamentales: los recursos (cuánto se
gastan y cómo se gastan) y la cobertura. “El desarrollo de las políticas de
bienestar debe ser entendido en el marco del peculiar desarrollo económico y
político de la región y de las heterogeneidades nacionales concretas.” (Filgueira
1997: 79). Con base en este concepto el autor desarrolla la siguiente tipología: 1)
El universalismo estratificado (modelo cercano al conservador de Esping-
Andersen), donde se otorga protección a la mayor parte de la población mediante
sistemas de seguro social. Existe una estratificación de beneficios, condiciones de
acceso y rango de protección en materia de seguro social. Los grupos mejor
situados para defender sus beneficios son los que se apropian de la mayor parte
de las rentas. Uruguay, Argentina y Chile se ubican en este caso; 2) Los
regímenes duales. Persiste el control patrimonialista. No hay cobertura universal
del seguro social, ya que un sector poblacional no tiene cobertura garantizada.
Existe cobertura universal en educación primaria y cobertura estratificada en
salud. La heterogeneidad regional determina la cobertura. El bajo desarrollo
democrático ha permitido esta dualidad. Hay tendencias hacia la privatización, la
elevación de la edad de retiro y el seguro popular. En este rubro se ubican Brasil y
México; y 3) Los regímenes excluyentes. Son sistemas elitistas en seguro social y
duales en educación. Se presenta una heterogeneidad de la estructura social, alta
concentración del ingreso y escasa participación del Estado en la disminución de
las desigualdades. Es el caso de República Dominicana, Guatemala, Honduras, El
Salvador, Nicaragua, Bolivia y Ecuador (Filgueira 1997: 83-93).
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Existe una distinción conceptual entre un Estado de Bienestar Integrado o
Corporatista (EBI) y un Estado de Bienestar Pluralista o difEreciado (EBD). En el
rubro de la economía el EBD regula desde la demanda y el EBI desde la oferta y
la demanda; en materia de bienestar social, el EBD considera que es una
provisión social de un área relativamente autónoma, y el EBI reconoce e
institucionaliza la interdependencia e interrelación entre lo económico y lo social;
en el área política, el EBD se caracteriza por el pluralismo de grupos de interés y
el EBI por un pluralismo centralizado. En resumen, el corporatismo se diferencia
del Estado de Bienestar puro en dos aspectos: a) la política social y la política
económica están íntimamente relacionadas y tienen que estar coordinadas, y 2) el
corporatismo ve la integración sistémica como algo relacionado con la integración
social (Mishra, 1992: 161-170; Pérez, 1996: 120).
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intereses. La relación entre corporatismo y Estado del Bienestar es de
concertación social. Esta noción se ha desarrollado a partir de la observación de
formas de negociación centralizada entre sindicatos, patronal y gobierno en
distintos países (Holanda, Austria, Suecia) (Pérez, 1996: 123-129).
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La actitud pasiva del ciudadano (cliente) o una actitud activa (ciudadano)
determina los límites reguladores del Estado. El modelo cliente concibe a las
personas como clientes individuales: reduce su espacio a temas micro en la
regulación del consumo y limita su participación a procesos de información
verticales. El modelo ciudadano propicia que las personas sean escuchadas:
participan en la gestión y en la resolución de sus problemas. Es un proceso de
control ciudadano que requiere de un diseño institucional de los entes reguladores
con los elementos siguientes: 1) definición de los procesos regulatorios; 2) un
marco regulatorio claro y sencillo; 3) cumplimiento de los presupuestos de
autonomía del ente regulador (normas, órganos directivos, criterios de designación
y remoción, origen de los recursos); 4) distinción precisa entre las funciones de los
entes reguladores; y 5) mecanismos institucionales de interacción entre el ente
regulador y los ciudadanos (Barbara, 2000: 6-8).
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Modelos institcionales
Propuestas de Gelissen, Jones, Ferrera, Castles–Mitchell, Liebfried, Bonoli, y Korpi–Palme
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En este esquema el Estado también prioriza el crecimiento económico y
complementa a través de la seguridad social como derecho vinculado al trabajo.
Es una protección social estratificada vinculada a la clase y al status con presencia
de instituciones ex profeso. Tiene un alto gasto social financiado por
contribuciones; 3) El modelo ocupacional mixto o dual donde coexisten los
principios de protección social de Bismarck y Beveridge. Están establecidos los
derechos al trabajo y al bienestar social. Sin embargo, su orientación es
fundamentalmente complementaria de la economía y los beneficios se vinculan a
la membresía o la contribución. La protección de la seguridad social es parcial. Se
destina un bajo gasto social mayoritariamente financiado por contribuciones; y 4)
El modelo universal puro o total. Es un enfoque moderno de la seguridad social
basado en el principio de necesidad de Beveridge. El Estado promueve políticas
de pleno empleo y después compensa mediante prestaciones de cobertura
universal en atención a los derechos al trabajo y al bienestar social. Destina
montos elevados de gasto social financiado en su mayoría con recursos fiscales.
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al sector laboral. La cuarta afinidad es entre las clasificaciones de socialdemócrata
liberal y universal puro en tanto que se sustentan en el principio de necesidad para
otorgar beneficios de cobertura universal al ciudadano.
Con base en estas similitudes, se puede intentar una ubicación de los modelos en
el cuadrante de los ejes de la política social. El modelo residual tiene por definición
una cobertura mínima y no requiere de la participación directa de la sociedad,
aunque en algunos países (anglosajones) intervienen diversas estructuras
institucionales con legitimidad democática en el diseño de la política social: en el
eje vertical se ubica en la parte baja y en el eje horizontal transita según el caso de
cada país. El modelo liberal progresista o dual amplía la cobertura a algunos
sectores en riesgo y considera la participación de los contribuyentes: en el eje
39
vertical se ubica en la parte media–baja y en el horizontal tiende a involucrar a
algunos sectores de beneficiarios. El modelo remunerativo o bismarckiano la
cobertura abarca mínimamente al sector laboral e involucra en el diseño y
ejecución de la política social a los representantes de los trabajadores y
empresarios: en el eje vertical se ubica en la parte media–alta y en el eje
horizontal tiende hacia un perfil de mayor participación de la sociedad. El modelo
socialdemócrata liberal o universal puro la cobertura es a toda la ciudadanía y
conlleva un alto grado de participación de la sociedad a través de mecanismos e
instituciones ex profeso, así como de estructuras gubernamentales y sociales con
legitimidad democrática (Estado de Bienestar Integrado o estado de Bienestar
Diferenciado)
Universalismo
Remunerativo o bismarckiano
Autoritarismo Democracia
Liberal o dual
Residual
Residualismo
40
1
“El núcleo común de las formas de comunidad tanto étnicas como nacionales sería la
‘conciencia del nosotros’ fundada en el imaginario parentesco de sangre o identidad cultural
de personas que comparten la creencia de un origen común” (Habermas, 1999: 108).
2
“Ahora bien; como los hombres no pueden engendrar nuevas fuerzas, sino unir y dirigir las
que existen, no tienen otro medio de conservarse que formar por agregación una suma de
fuerzas que pueda exceder a la resistencia, ponerlas en juego por un solo móvil y hacerlas
obrar en armonía [?] “Esta suma de fuerzas no puede nacer sino del concurso de muchos;
pero siendo la fuerza y la libertad de cada hombre los primeros instrumentos de su
conservación, ¿cómo va a comprometerlos sin perjudicarse y sin olvidar los cuidados que se
debe? Esta dificultad, referida a nuestro problema, puede enunciarse en estos términos:
‘Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja de toda fuerza común a la
persona y a los bienes de cada asociado, y por virtud de la cual cada uno, uniéndose a
todos, no obedezca sino a sí mismo y quede tan libre como antes’. Tal es el problema
fundamental, al cual da solución el Contrato social”. Es pues, “la enajenación total de cada
asociado con todos sus derechos a toda la humanidad” (Rousseau, 1993: 47-48).
3
“El hombre tiene una inclinación a entrar en sociedad; porque en tal estado se siente más
como hombre, es decir, que siente el desarrollo de sus disposiciones naturales. Pero
también tiene una gran tendencia a aislarse; porque tropieza en sí mismo con la cualidad
insocial que le lleva a querer disponer de todo según le place y espera, naturalmente,
encontrar resistencia por todas partes, por lo mismo que sabe hallarse propenso a
prestársela a los demás” (Kant, 1987: 46).
4
“Desde el principio de la historia, nos encontramos siempre la sociedad dividida en
estamentos, dentro de cada uno de los cuales hay a su vez, una nueva jerarquía social con
grados y posiciones? Hoy y cada vez más abiertamente, toda la sociedad tiende a
separarse, en dos grandes grupos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la
burguesía y el proletariado”. Marx y Engels, 1980: 9).
5
Spencer, Herbert (1908). The principles of sociology. Vol. 1. Nueva York. Appleton. Tomado
de Ritzer, 1999: 156.
6
Ver Durkheim, 2002: Capítulos II y III. Durkheim refiere dos tipos de sociedad: las de
solidaridad mecánica y las de solidaridad orgánica. En las culturas tradicionales con una
reducida división del trabajo hay una solidaridad mecánica (experiencias comunes y
creencias compartidas) sustentada en el consenso y la similitud de creencias. Mientras que
la especialización del trabajo y la consecuente diferenciación social en las culturas
desarrolladas produce una solidaridad orgánica donde la unidad se da por la
interdependencia económica de las personas y el reconocimiento de la importancia de la
aportación ajena. La reciprocidad económica y dependencia mutua sustituyen las creencias
compartidas como base del consenso social.
7
“El funcionalismo recalca la existencia de un consenso moral para el mantenimiento del
orden y la estabilidad social. El consenso moral se da cuando la mayoría de las personas de
una sociedad comparten los mismos valores” (Giddens, 2002: 45). Esta corriente enfatiza los
valores de cohesión social sobre los que conducen a la división o conflicto.
8
Para Weber, en las sociedades tradicionales la religión y las costumbres definen los
componentes principales de las actitudes y valores, y en las sociedades modernas el
componente es la racionalización creciente de áreas vitales (Giddens, 2002: 42).
9
En realidad, es una referencia a un conjunto de disposiciones normativas: 1. Ley de Pobres
de 1601. El Estado reconoce la ayuda legal a los pobres a través de las parroquías (casa de
41
pobres) y el trabajo obligatorio a los pobres con capacidades. 2. La Ley de Avecindamiento
de 1662: la vecindad debía proveer ayuda a los miembros que no pudiesen mantenerse por
sí mismos. 3. La Gilbert’s Act de 1782: apoyo a las personas con posibilidades de trabajar
para alcanzar una posición independiente. 4. La Ley de Speenhamland de 1785: subsidios
monetarios directos a los trabajadores en relación con el núcleo familiar y el precio del pan.
5. La Enmienda de la Ley de Pobres de 1834: reducción de la ayuda al mínimo, cancelación
de la ayuda a quienes se valen por sí mismos y desaliento al crecimiento poblacional. A
pesar de estas disposiciones, la pobreza es alarmante. Hobsbawm “señaló que la vida para
la clase trabajadora era mísera, pobre, sórdida, envilecedora, breve y ante todo insegura”
(Palacios, 2005: 139-146).
10
Alemania establece un sistema tripartito de seguros sociales contra enfermedad, accidentes
y vejez: 1) Sistema de seguros de enfermedad en 1883: sociedades de socorro mutuo de
contribución bipartita para los trabajadores de la industria; 2) seguro de accidentes en 1884
financiado por los empresarios para los trabajadores de seis industrias, posteriormente
ampliado a las ramas de la industria, el comercio y la agricultura; 3) el seguro de invalidez y
vejez en 1889 que otogaba pensiones a los setenta años en proporción al número de
contribuciones de carácter tripartita; y, décadas después; 4) el seguro de desempleo en
1927. La seguridad social se introduce en Austria-Hungría en 1887, en Suecia en 1991, en
Noruega en 1894, en Dinamarca y Francia en 1898, en Bélgica en 1903, en Italia en 1905,
en Suiza en 1906 y en Gran Bretaña en 1908 (Palacios, 2005: 153 – 157).
11
“Bien es todo aquello cuyo consumo genera utilidad? [y] mal es todo aquello que genera
desutilidad. Los bienes y los males? pueden ser públicos o privados. La diferencia estriba
en su divisibilidad: los bienes o los males públicos no son divisibles [?] y, por tanto, los
individuos los consumen colectivamente; mientras que los bienes o males privados sí son
divisibles y, por tanto, los individuos los consumen individualmente” (Bazúa y Valenti,
1993:16-17). En un estado liberal democrático el estado de derecho es un bien público
insustituible (división de poderes, economía con participación de diferentes actor sociales).
12
“La responsabilidad del Estado de Bienestar se dirigía a garantizar la cobertura universal y
gratuita de los servicios básicos de salud y educación; cubrir los riesgos sociales vincualdos
o no al trabajo, que provocaba el desempleo, las discapacidades, enfermedades, la muerte,
además se proveía el cuidado infanrtil, los servicios de maternidad y la capacitación laboral;
así mismo, garantizaba políticas de salarios mínimos y regulaciones de empleo que
acotaban la capacidad de los empleadores para alterar el tamaño de su fuerza de trabajo”
(Palacios, 2005: 161). El esquema de Beverige es tripartito, excepto en los casos de
subsidios a los hijos, asistencia sanitaria y rehabilitación, que son a cargo del Estado.
13
Esta modelización es de Offe y Lenhardt (1979): 1) modelo formalista que prescribe sin
importar el resultado obtenido; 2) modelo normativo que prescribe y, además, constata la
diferencia entre la norma y el resultado; y 3) modelo materialista que considera el
planteamiento y resultado de la política social con base en la trama de relaciones sociales de
clase y poder (Montoro 1997: 45; Picó, 1996: 53).
14
Gran Bretaña es el mejor ejemplo de este tipo: Entre 1945 y 1948 edifica un sistema público
de protección fuertemente integrado, organizativamente y universalista: Nacional Health
Service (1945): para la asistencia sanitaria en especie extendido a toda la ciudadanía;
Family Allowances (1945) o subsidios familiares a toda la ciudadanía; Nacional Insurance
(1946) prestaciones económicas (pensiones, indemnizaciones económicas de enfermedad y
de desempleo) extendido sólo a la población activa; Nacional Assistence (1948) para el
sostenimiento de medios comprobados (means-tested) de la renta de ciudadanos
necesitados. En años posteriores se atenúan los requisitos laborales para acceder al
42
Nacional Inssurance y en 1970 se introduce la pensión universal para mayores de 80 años
(Picó, 1996: 50-51).
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Capítulo 1
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