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Aquel hombre formula y analiza sus interrogantes libremente, pero sobre todo,
siente en muchas oportunidades un sentimiento de confusión, de incertidumbre, de pensar
por qué surgen aquellas cuestiones, sintiéndose así envuelto en un misterio; son
interrogantes que no llegan porque tienen que llegar, sino, cuando se abaja el sentido de las
cosas, cuando se produce un efecto profundo en el hombre y su existencia.
Ahora bien, una de las preguntas más recurrentes en la vida de este hombre ha sido
la del ser, pero sobre todo, una pregunta fundamental como lo es ¿Qué es el ente?¿por qué
es el ente y no la nada?; es cierto, que se convierte en una pregunta confusa, sin embargo,
este hombre se siente partícipe de esta misma, pues, él es el sujeto que piensa, es el
pensamiento pensante que se ocupa de fundamental y consolidar una posible respuesta a
ese interrogante propio.
Pero, ¿qué pasa con el ser? Pues bien, la pregunta por el ser determina que éste está
obligatoriamente en lo ente; así, al ver un esfero, se estima que es un ente, pero también se
dice que es, y por tanto cumple con algunas formas, olores, colores. Ese ser por el que se
pregunta es casi como la nada, sigue siendo algo no tan evidente o tangible, algo
inalcanzable como lo es la nada, pues, puede convertirse en una palabra vacía que no
muestra lo material, lo real.