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El Profesor Emocionalmente Competente
El Profesor Emocionalmente Competente
COMPETENTE
EL PROFESOR EMOCIONALMENTE COMPETENTE
(Apuntes tomados del libro del mismo título de la Edit. Graó 2009. y autor Joan
Vaello)
La profesión docente es una tarea compleja y exigente pues para desempeñarla con éxito se
necesitan múltiples competencias profesionales y personales que incluyen conocimientos
pedagógicos y teóricos sobre la materia que se imparte, pero también recursos
parapedagógicos entre los que destaca un equilibrio emocional. La situación se complica en
los niveles obligatorios, sobre todo en secundaria. Entre las variables implicadas en la
profesión docente, destacan una serie de competencias sociales y emocionales que permiten
convivir con un grupo complejo de personas diversas y que permiten mantener un saludable
equilibrio emocional. Hasta ahora se pensaba que la educación debía centrarse en el
aprendizaje meramente cognitivo del alumno y en la preparación técnica del profesorado.
Sin embargo el profesor debe asumir que debe ser un entrenador de competencias en
campos tan decisivos como la autoestima, resiliencia, automotivación, respeto, persistencia,
autocontrol, responsabilidad, fuerza de voluntad o empatía.
Ahora el profesor tiene que ganarse la actitud y el respeto de sus alumnos para lo cual
necesita incorporar nuevas competencias profesionales. Estas competencias incluyen
aspectos habituales en el aula: observar activamente, convencer, captar y mantener la
atención, escuchar activamente, mediar, respetar, argumentar, etc.
El rol del profesor: Competencias docentes: Hoy el profesor debe saber intervenir sobre
las condiciones que se encuentra en el aula. La intervención sobre esas condiciones se
focaliza en tres direcciones: Las condiciones que se refieren al alumnado, las referidas al
propio profesor y las referidas al currículo.
Complejidad del rol de profesor: se requiere una preparación específica en los siguientes
aspectos:
+ En el tipo de competencias que hay que educar: el profesor ha de trabajar en los alumnos
todo tipo de competencias que contribuyan a aprendizajes autónomos y a una formación
integral.
Ámbitos de gestión: Es precisa una intervención activa sobre una serie de condiciones
referentes al alumno, al profesor o a la tarea.
1.- El control del aula que persigue la creación de un clima ordenado que propicie tanto el
aprendizaje como la convivencia.
Vías de educación socioemocional: ¿qué vías puede aprovechar el profesor para formarse
en estas habilidades? Especialmente importante es el modelado, pues no podemos
transmitir lo que no tenemos ni exigir lo que no se da. La competencia emocional del
profesor influye poderosamente en el desarrollo cognitivo y emocional de sus alumnos. El
profesor emocionalmente competente posee un buen nivel de autoestima, enseña mejor,
tiene menos problemas de disciplina, suele tener una actitud optimista ante la vida, además
de ser capaz de ponerse en el lugar de los demás, superar sin dificultades las adversidades y
tiene altas probabilidades de alcanzar el éxito.
Finalidad económica: Las actitudes son un recurso mental que sirve para ahorrar fuerzas y
esfuerzos al aplicar experiencias pasadas a situaciones presentes. Cada sujeto decide la
actitud que ha de adoptar ante una situación tras estudiar la rentabilidad de las actividades
que hay que emprender. Esta valoración de esfuerzos y recompensas es totalmente subjetiva
y depende de las características personales por un lado y de las circunstancias
contextuales por otro. En las mismas circunstancias cada persona reacciona de una manera
distinta.
Finalidad instrumental: No se puede pretender cambiar la actitud de los demás sin cambiar
la propia.
Finalidad pragmática: Las actitudes sirven para preparar rutinas positivas y romper las
negativas.
Influencia: La actitud con que cada profesor se enfrenta a su labor determina los resultados
de su intervención, pues las mayores diferencias entre profesores son de actitud.
La claridad en la misión: La actitud está relacionada con la percepción que cada profesor
tiene sobre su misión.
La receptividad:
La actitud ante los problemas: Dos tipos de profesores: Los agravantes que ante los
problemas los magnifican y exageran su importancia y gravedad y los atenuantes que
quitan hierro a los problemas ayudando a solucionarlos evitando las complicaciones.
La ascendencia: los líderes y los que se dejan llevar y tienden a contradecir a los líderes.
La aceptación de los compañeros: aceptación positiva la de los profesores con altos niveles
de popularidad y la negativa que no caen bien y suelen ser ignorados o rechazados en las
relaciones informales.
El profesor centrado sólo en la relación con el alumno: (colega) priman las relaciones con
sus alumnos, pero descuidando a menudo la tarea y el control del aula lo que hace que se
descuiden los objetivos formativos.
La actitud resiliente: Caben dos maneras de afrontar las contrariedades que con seguridad
se van a ir presentando en la vida personal y laboral.
1.- Condiciones ambientales: que pueden ser negativas, como circunstancias difíciles de
trabajo, o positivas, como el apoyo familiar, la calidad en las relaciones o el apoyo social.
2.- Factores de predisposición personal: que también pueden ser negativos, como una baja
autoestima, indecisión, o positivos como la perseverancia, la capacidad de esfuerzo o la
tolerancia a la demora de las gratificaciones.
Los dos factores se combinan de forma que a mayor predisposición personal, menor
influencia ambiental se necesitará para que emerjan conductas resilientes.
Ser resiliente no significa estar libre de estrés y de conflictos, sino tener la confianza y el
potencial suficiente para salir airoso de ellos.
Empezar ya: Tres ideas básicas en este sentido. Busca un momento; decídete ahora mismo,
arranca. La voluntad o se entrena o se debilita. La derrota suele ser pasajera; es la
claudicación la que la vuelve permanente.
Crecer cada día: La mejor comparación que uno puede hacer es consigo mismo,
procurando crecer día a día, lo que tiene efectos potenciadotes y activadores.
Autogestión respaldada: Es una actitud personal en la que el profesor se asigna una dosis
justa y equilibrada de responsabilidad. Se sabe amparado por un sistema logístico de
apoyos que le van a relevar ayudándole en aquellos problemas que le desbordan, por
exceder sus posibilidades o por caer fuera del ámbito de sus responsabilidades. Este
principio de autogestión respaldada transmite implícitamente al alumno la idea de que el
profesor no está solo sino que tiene detrás un equipo que le apoya y una cadena de
consecuencias que le respalda, tanto si trata de bregar con alumnos difíciles o con padres
complicados. Ello redunda en un aumento considerable del poder de cada uno de los
profesores, pero sobre todo de los que poseen menos capacidad de control de la clase.
Economía: Todo el mundo acepta teóricamente la importancia de hacer las cosas de forma
sencilla y poco burocrática, pero en demasiadas ocasiones lo olvidamos cuando pasamos al
terreno de la práctica. El incumplimiento de este principio es el responsable de muchos
fracasos educativos. Lo complicado no funciona.
Eficacia: Consiste en la selección de estrategias de forma que, nos quedemos sólo con
aquellas que resuelvan problemas y aporten soluciones. La efectividad de las estrategias en
cualquier intervención interpersonal es el producto de tres factores: 1º El poder del agente
interviniente.2º- la validez objetiva de las estrategias y 3º La permeabilidad del receptor.
2.- Como ocasiones de cambiar la actitud propia o la de los demás, de forma que se
dificulte la repetición del mismo problema en el futuro.
Los problemas son señales que nos indican deficiencias que hay que corregir y, por lo tanto,
contienen información muy valiosa si se saben enfocar con la mentalidad adecuada.
El poder, factor molar. Sólo si un profesor tiene poder sobre un alumno van a causar algún
efecto sus mensajes, por lo que su presencia cobra un valor decisivo. Entre las diferentes
fuentes de poder se encuentran las siguientes: La empatía, la capacidad de repartir
recompensas y castigos, la credibilidad y el prestigio, el carisma, la legitimidad y las
alianzas. “Quien más poder tiene, menos necesidad tiene de usarlo”.
Proactividad: Ante los problemas se pueden adoptar dos tipos de actitud: la reactiva: que
consiste en esperar a que sucedan los acontecimientos y reaccionar a posteriori, intentando
buscar remedio a lo que ya ha sucedido, y la preactiva: actitud centrada en aprovechar la
experiencia de lo ocurrido para aprender estrategias que eviten que vuelva a presentarse el
mismo problema en el futuro. Desde la perspectiva proactiva, los problemas son puntos de
partida aprovechables para preparar éxitos futuros.
Principio de las tres vías o de las consecuencias: Este principio pretende resaltar la
importancia de que tras las conductas y actitudes se deriven siempre consecuencias
proporcionadas y justas, para que el alumno aprenda implícitamente a asociar sus actos y
consecuencias, de forma que pueda prever las mismas en actos futuros. Esta capacidad de
manejar consecuencias es la responsabilidad. En la labro de corrección de actitudes y
conductas inadecuadas, el profesor tiene ante sí tres posibilidades: La vía de la impunidad:
que consiste en permitir que el alumno siga haciendo lo mismo y no le ocurra nada. La vía
de la responsabilidad inhibitoria: que consiste en hacer asumir consecuencias cuando el
alumno sigue con las mismas conductas y actitud negativa. Y la vía de la responsabilidad
creadora: que consiste en conseguir que el alumno cambie y se deriven de ello
consecuencias positivas.
1-El optimismo: Sólo el profesor motivado que ve la situación con esperanza es capaz de
transmitir ilusión para que sus alumnos se motiven. No es fácil mantener alta la moral con
los obstáculos y contratiempos que hay que soportar y que pueden llevar a un estado de
pasividad, impotencia e indecisión en la que se acaba pensando que, se haga lo que se haga,
no se podrá cambiar el estado de las cosas. Las emociones influyen en el aprendizaje en
varias fases. Para conseguir alcanzar buenos niveles de automotivación y positividad, el
profesor debe tener una buena percepción de sí mismo y de sus competencias, una idea
clara de las posibilidades de acción y una percepción clara del valor de la actividad y de las
metas que hay que conseguir. Ante los problemas educativos cabe adoptar una postura
optimista y positiva al estilo de la que adoptan los científicos e investigadores.
Algunas ideas que pueden ayudarnos a instalarnos en una visión positiva son:
Visualizar éxitos futuros o pasados, Servirse del humor, y el filtrado positivo: El filtrado
negativo o de túnel es uno de los sesgos cognitivos más frecuentes, consistente en centrarse
exclusivamente en percibir la parte negativa de las situaciones. Frente a esta tendencia cabe
desplegar un esfuerzo deliberado por elegir, entre las diferentes opciones, la más ventajosa
y positiva.
Claridad en la misión: Es otro de los condicionantes de una actitud positiva. La misión
fundamental es formar personas y crear disposiciones favorables donde no las hay. Son dos
facetas de la función docente. La claridad en la misión supone evitar caer en prácticas
docentes de riesgo, especialmente actitudes evasivas, descomprometidas de atribución
externa o exclusivamente académicas.
Vigilancia del nivel de satisfacción: Examinando si los esfuerzos realizados nos devuelven
una buena rentabilidad en forma de frutos y reconocimiento. Para revisar el nivel de
satisfacción y mantenerlo en niveles saludables, conviene analizar las razones que lo
originan, distinguiendo entre causas internas y externas.
Preparación mental, logística/táctica y pedagógica: Hay tres factores que hacen mucho
más probable el éxito docente cuando se combinan adecuadamente:
Las 2 R: Respeto y Responsabilidad: Las bases sobre las que descansa la convivencia entre
los miembros de una comunidad educativa son el respeto y la responsabilidad.
Las 3 A: Atención, Ayudas y Acuerdos: Prestar atención positiva al otro, lo cual significa
reparar en qué intereses y expectativas tiene en relación con la situación. Adoptar una
disposición de ayuda desde una actitud de generosidad. Y estar dispuesto a adoptar una
actitud flexible que permita buscar y lograr acuerdos dignos para todos mediante
negociaciones equitativas y justas.
Las 3 R: un método eficaz para deshacer conflictos interpersonales: Las fases son las
siguientes:
1- El resentimiento: en esta fase cada parte expresa su resentimiento sucesivamente, sin ser
interrumpida por la otra. Las emociones negativas deben emerger, pero es mejor que lo
hagan en un proceso ordenado y controlado.
Esta expresión de emociones negativas hay que hacerla guardando las formas y evitando
descalificaciones globales procurando centrarse en conductas y comentarios concretos que
se han considerado ofensivos.
2- Reconocimiento: Cada uno reconoce sucesivamente que ha hecho/dicho que hay podido
contribuir al conflicto. En esta fase ya se da cierto grado de progreso.
3- Requerimiento: Es la fase final, concentrada en el futuro y en la búsqueda de soluciones,
en la que cada uno plantea a los demás peticiones que éstos pueden comprometerse a
cumplir.
A)- Preparación previa: Antes de empezar hay que dedicar un espacio para la reflexión con
el fin de crear una disposición colectiva favorable y una visualización realista de la
necesidad y oportunidad de acometer el plan.
F)- Protocolos de actuación: Decidiendo que estrategias son las más adecuadas para
alcanzar los fines propuestos.
Ubicar problemas: los diques. Saber que agente interviene es el idóneo para darle un
mejor tratamiento a la situación y quién tiene la responsabilidad de gestionarla. En el
mundo educativo no es extraño ver a un profesor tratando problemas en el aula que
deberían ser atendidos por especialistas en salud mental. Y al contrario, tampoco es raro ver
a un director gestionando problemas rutinarios que un profesor de aula debería tratar. Cada
problema debe estar rápidamente ubicado y asignado al agente capacitado para darle el
tratamiento más adecuado.
Los objetivos de autorreflexión que nos ayudarán a mantener el equilibrio emocional son:
Tener una imagen clara de nuestras posibilidades y limitaciones. Las características
personales de cada uno dan un perfil donde hay picos y valles competenciales. Potenciar la
autonomía personal. Potenciar la metaafectividad o capacidad de reflexionar con claridad
sobre nuestras reacciones personales. La revisión de las expectativas El profesor ha de
prepararse para afrontar con una actitud de fortaleza mental posibles decepciones que le
puedan sumir en el desencanto.
El profesor calmado: Vigilancia del nivel de ansiedad: La profesión docente suele generar
niveles elevados de ansiedad. Se puede desarrollar una perspectiva hacia el trabajo que
permita atenuar su intensidad y efectos asociados, desarrollando estrategias que permitan
darle la vuelta a la situación. El estrés no es sino una mera señal que refleja el desequilibrio
existente entre las demandas que se nos plantean y los recursos disponibles para atenderlas.
Hay que aprender a detenerse y rebajar la línea base de tensión con que se afronta cada
problema.
Mensajes internos: no voy a caer en esta provocación. Me prohíbo tomar decisiones en este
estado de nervios, hasta que no esté relajado, no haré/decidiré nada.
Control periódico del nivel de ansiedad: debemos diferenciar con claridad la frontera entre
el estrés saludable activador y el tóxico paralizante. Generador de desazón emocional. El
estrés tóxico es un estado personal de excitación física y psicológica exagerada asociado al
esfuerzo requerido por demandas laborales o de otro tipo percibidas como desbordantes que
puede tener consecuencias negativas para la salud. El síndrome del profesor quemado se
caracteriza por: agotamiento emocional, descenso del interés por los alumnos, percepción
de los alumnos como indignos, desmotivantes, insatisfacción profesional y
despersonalización (frialdad en el trato).
Combatir causas generadoras de ansiedad tóxica: Hay que mantener la vigilancia del
nivel de ansiedad manteniendo en observación especial y constante a algunos de los
gérmenes o causas que provocan su aparición: Vinculación excesiva al trabajo intentando
dar más de lo que se puede dar de sí, Presión de familias hostiles o no colaboradoras,
imposibilidad de atender a la diversidad de alumnos, problemas de disciplina, exceso de
trabajo y falta de tiempo, indefinición de funciones o conflicto entre ellas, etc.
Evitar el contagio emocional: cuando lo que se transmiten son emociones negativas puede
ser devastador para mentes desprotegidas.
Administrar el tiempo: Uno de los motivos que suele generar estrés en el profesorado es la
acumulación de tareas en períodos cortos de tiempo. Para ello el primer paso es saber
priorizar y ordenar las tareas según su importancia. Como alternativas se dan las siguientes
sugerencias: Ser consciente del tiempo de que se dispone, Priorizar labores fundamentales,
planificar el tiempo, Despechar con prontitud las tareas pequeñas, no aplazar tareas, ser
realista, saber decir no, delegar, etc.
Casi todas las dificultades psicológicas tienen algo que ver con problemas de autoestima ya
que tiene una gran parte de responsabilidad en nuestros éxitos y fracasos, condiciona el
nivel de aspiraciones y es un filtro de la realidad que regula las conductas presentes y
anticipa el resultado de las conductas futuras.
Trabajar las fortalezas propias frente a la obsesión por las debilidades. Cualquier
profesor tiene, tanto en su perfil profesional como en el personal, puntos fuertes y débiles.
Se trata de sustituir la minusvaloración por la fe en sí mismo. Este enfoque centrado en las
potencialidades propias no suele funcionar cuando uno se autoenvía mensajes
aparentemente positivos, pero postizos y faltos de realismo y credibilidad. Las estrategias a
las que podríamos recurrir son: Trabajar las fortalezas propias, aprender a disfrutar de los
pequeños logros, ser nuestro mejor amigo, aceptarse mejor que lamentarse y sufrir, aceptar
los gestos y mensajes de afecto procedentes de los demás, evitar las autodescalificaciones,
pensar en acciones y pensamientos que nos ayuden a rehacer una autoimagen dañada.
Entender los errores como fuente de crecimiento: Considerar los errores como
retroalimentación necesaria para aprender lo que funciona y lo que no, relaja y hace crecer.
Las personas con una personalidad poco resiliente perciben los errores como prueba de
fracasao personal. Por el contrario los errores entendidos como señales de carencias que
hay que corregir se convierten en la primera piedra de futuros éxitos.
En esta visión positiva de los errores conviene averiguar cual es la causa que los ha
originado. Las más comunes son: Hechos y conductas que no se deberían haber realizado
de esa manera. Juicios inapropiados. Oportunidades que se han dejado pasar. Estallidos
emocionales desproporcionados.
Estrategias frente a los errores: El único error intolerable es aquel del que no
aprendemos nada. No atacarse ni recriminarse por los errores cometidos. Combatir
activamente los errores crónicos. Enfocar hacia las potencialidades propias. No confundir
error con falta de valía. Potenciar lo que hacemos bien. Cambiar lo que hacemos mal.
Atesorar ideas que nos sirvan para cambiar en positivo.
Manejo de la autocrítica patológica: La autocrítica excesiva, destructiva y circular eleva
la línea base de malestar haciéndonos más vulnerables cada vez. Nunca seremos perfectos y
nunca tendremos la carpeta de los deberes vitales vacía: siempre quedarán cosas por hacer,
errores por rectificar y objetivos que emprender.
Manejo de críticas ajenas: Pautas para conseguirlo: distinguir si las críticas son justas o
sin fundamento. Evitar reaccionar impulsivamente. Combatir la autoexigencia desmesurada
y el perfeccionismo autodestructivo. No pensar en qué pensarán de mi. Usar un lenguaje
corporal asertivo, Agradecer las críticas justas y constructivas.
Individuales: Viene marcadas por las relaciones individuales que mantenemos con otras
personas
Grupales: atañen a los diferentes grupos formales e informales que se configuran en el seno
del centro.
La imagen molar del profesor: Cuando observamos a alguien que nos está hablando o que
está realizando una acción, no podemos eludir la tendencia a formarnos una imagen global
sobre cómo es la persona. Construimos una teoría sobre su psicología a partir de sus
conductas moleculares/concretas. Que nos sirve de punto de referencia para interpretar todo
lo que dice y hace. Podríamos decir: “Según lo que dices y haces, me formo una idea de lo
que eres, y una vez que ya tengo una idea de cómo eres, me sobra lo que dices y haces.
La influencia social del profesor: Es necesaria una relación influyente en la que el profesor
pueda potenciar o inhibir la disposición del alumno según sea ésta favorable o desfavorable,
para lo cual precisará de herramientas tales como: persuasión, negociación, mediación,
poder… La relación profesor-alumno, requiere que el profesor acumule el mayor potencial
posible de influencia social. Ésta es la capacidad de manejar emociones ajenas mediante la
emisión de mensajes verbales y no verbales más o menos explícitos. Se trata de un
fenómeno centrado básicamente en la persuasión de cuyos efectos depende que el alumno,
al recibir información, la ubique dentro de un continuo de aceptación-indiferencia-duda-
rechazo con relación a su posición inicial. El profesor-emisor raramente deja indiferente a
su audiencia, sino que la atrae, la aleja o la espanta mediante la creación de expectativas y
emociones positivas o negativas. En este sentido conviene tener en cuenta el concepto de
exposición selectiva que dice que las personas tendemos a buscar y recibir mensajes que
concuerden con nuestras creencias y actitudes. Este principio nos previene de la dificultad
de conseguir cambios significativos. La capacidad persuasiva del profesor se basa en la
credibilidad y atractivo pero también en su poder y la conexión afectiva entre él y sus
alumnos. La credibilidad a su vez, depende de la sinceridad y la competencia. El profesor
con influencia persuasiva sabe que tiene que procurar que la nueva información caiga
dentro del rango de aceptación del alumno. Los cambios que caen dentro del rango de
aceptación suelen ser los llamados cambios congruentes, en los que la aceptación del
mensaje únicamente requiere un cambio de intensidad en la actitud del receptor.
Las técnicas persuasivas que se pueden utilizar son diversas: invitar, motivar, conversas,
interrogar, comentar, amenazar, ridiculizar, adular, prometer recompensas, engañar,
insistir… Todas ellas se centran en dos tipos de influencia: unas tratan de presionar sobre
acciones concretas y otras están enfocadas al cambio de actitudes molares.
Tensión emocional. Las relaciones con los alumnos son inicialmente generadoras de
tensión. El profesor debe mantener un estado de hipervigilancia durante prácticamente todo
el tiempo, estar pendiente de múltiples aspectos
Triple dirección. Debe tener habilidades para prevenir problemas propios, para optimizar
las relaciones
Cualidades preferidas: Tener en cuenta que el alumno suele preferir un profesor disponible
emocionalmente, acogedor, motivador, respetuoso, comprensivo, dialogante, apacible,
alegre, coherente y relajado.
Habilidades del docente que favorecen su relación con otros profesores: Estas
relaciones se caracterizan por ser relaciones entre iguales unidos por una misión común que
sólo puede ser abordada desde la cooperación, pero que están minadas por numerosos
riesgos que pueden desembocar en problemas con alta capacidad de originar malestar.
Atender a los demás con franqueza y ser atendido por ellos de la misma forma, comprender
y ser comprendido, aceptar y ser aceptado, debe formar parte inseparable de los
intercambios sociales, para que sean cordiales y eviten la instauración de un clima tenso. El
clima social de un centro educativo es fácil de detectar pero difícil de analizar por la
cantidad de variables inmersas en el mismo, a la vez que es difícil de construir y fácil de
destruir. Una red formal es la que está formada por miembros de una misma organización
según una estructura prefijada y con unas funciones claramente delimitadas. Una red
informal es la que une a sus miembros por afinidades y gratificaciones mutuas basadas en
la empatía y la reciprocidad. Ambos tipos son complementarios y suelen actuar en paralelo.
Conviene tener presentes algunas consideraciones sobre ellas:
La comunicación informal aumenta su tamaño e influencia cuando los canales oficiales son
escasos, incoherentes, inoportunos.
Mientras que lo informal siempre está y se establece espontáneamente, lo formal hay que
construirlo y cuidarlo.
Sobre la aceptación social hay que tener en cuenta que: Se acepta más a aquellos que
aceptan mucho. Se acepta más a los que son sensibles a las iniciativas ajenas. Se acepta más
a los que animan y prestan interés al otro. A los que disfrutan con la relación y la afrontan
como una experiencia enriquecedora. A los que se preocupan por aportar algo a la
satisfacción de los demás.
El profesor y el proyecto educativo: Otro aspecto que hay que destacar es la relación del
profesor con el colectivo representado en el proyecto educativo de centro. La satisfacción
de cada profesor con su centro depende del grado de compensación que el grupo le
dispensa y de la identificación con el grupo y con los objetivos que persigue. Algunas
variables que influyen en el grado de satisfacción del profesor con la institución son:
Autonomía en el trabajo. A veces la falta de autonomía se debe a que los planes colectivos
obstaculizan los planes individuales mientras que otras veces son las interferencias entre los
planes individuales las que la impiden.
La confianza: Tranquilidad para vivir con las defensas bajas, sin recelos, procurando entrar
en una espiral de reciprocidad positiva que convierta incompatibilidades secantes en
tangentes.
Habilidades del docente que favorecen su relación con las familias: La actitud del
profesor ante las familias. El trato con los padres genera malestar cuando las relaciones en
vez de servir para sumar fuerzas se cargan de hostilidad y son motivo de enfrentamientos
que no benefician a nadie. Los profesores se quejan de que los padres no se implican y
éstos buscan fallos del profesor o del colegio para defender a sus hijos. Frente a esta amplia
gama de posibilidades la actitud del profesor es decisiva, pues tiene en sus manos
abundantes instrumentos para mejorar la relación.
Implicación: Hay una gran variabilidad en relación con la preocupación por los hijos, desde
padres absolutamente comprometidos que colaboran con el profesorado y prestan atención
a sus hijos hasta padres despreocupados.
Influencia sobre los hijos: Este dato nos indica las diferencias de poder sobre sus hijos y va
desde una madre/padre a quienes hacen caso los hijos en todo momento hasta los padres
que se sienten impotentes para influir sobre ellos. No deberíamos perder de vista que la
influencia de los padres es compartida con otros agentes: amigos, la calle…
Nivel de conocimientos sobre cómo educar: Hay que tener conocimientos sobre como
educar adecuadamente a los hijos bien sea mediante lecturas o bien a partir de la
información obtenida a partir de otros familiares o incluso de aprendizajes provenientes de
la propia experiencia.
Las nuevas estructuras familiares: Para que un profesor pueda influir sobre las familias
con el fin de mejorar la relación y aumentar la cooperación, hay que empezar por
conocerlas con cierto detalle. La retirada de la familia de la misión socializadora ha ido
acompañada de la invasión de otros agentes sociales muy potentes que se han infiltrado en
casa (Internet, móviles, telev.) y han trastocado las reglas y pesos de la socialización y
cambiado las vías tradicionales de transmisión de valores. La capacidad de influencia que
décadas atrás monopolizaban la familia y la escuela casi en exclusiva, ahora está
absolutamente dispersa. ¿Quién está criando hoy a los hijos? Los hijos tienen el mando y
los límites brillan por su ausencia en una sociedad blanda y permisiva que confunde
fijación de límites con autoritarismo, sin entender que son un componente imprescindible
para un pleno desarrollo de la personalidad basado en la madurez y la responsabilidad.
“Hemos conseguido que los hijos lo tengan todo y no hagan nada.”
Las dos bases del éxito en la relación con las familias: la proactividad y la atribución
interna: Entre las muchas aristas que tiene una relación conflictiva, hay dos aspectos que
es necesario examinar inicialmente:
1.- Justificación de las quejas: El profesor debe analizar lo más objetivamente posible los
argumentos de la familia y decidir si la acusación tiene o no motivos fundados.
2.- Forma de presentar la queja: debe distinguir además del fondo, la forma en que se
presentan las quejas, distinguiendo entre quejas formuladas correctamente y quejas
irrespetuosas que no se deben admitir.
Conviene establecer algunos criterios claros de actuación para afrontar quejas hostiles e
infundadas. Lo primero que debe hacer el profesor es identificar los estereotipos que
frecuentemente se suelen utilizar, basados en dos mecanismos explicativos
distorsionadores:
Entonces el proceso a seguir puede adoptar los siguientes pasos: Adoptar la calma como
principio de actuación. Identificar los mecanismos reactivos y de atribución externa.
Sustituirlos por enfoques preactivos y de atribución interna.
Sugerencias para el trato con familias: Cada contacto de un profesor con una familia es
una oportunidad de construir una coalición que refuerce a ambos, pero también un peligro
de abrir otro frente y multiplicar los problemas. Para evitar este riesgo, conviene no abordar
las reuniones con los padres dejándolo todo a expensas de la improvisación por lo que
podemos seguir algunas pautas:
Explorar las características de las familias. Detectar que miembro de la familia tiene
mayor capacidad de influencia. Convertir a los padres ausentes en presentes. Cultivar el
estilo atribucional interno en las familias. Centrarse en lo que el hijo hace (y no debería) y
en lo que no hace (y debería hacer). Pedir soluciones a las familias cuando se oponen
pertinazmente a las propuestas del profesor .Agradecer la colaboración de los padres
hostiles. Aconsejar que eviten la sobreprotección, los conflictos familiares y las
discusiones. En los contactos iniciales asegurar vías cómodas y seguras. Mantener
entrevistas preventivas ante indicios. Pedirles que se esfuercen por conocer a sus hijos.
Que sepan negociar. Que no los comparen con los demás. Que unifiquen sus criterios en su
educación. Etc., etc.
El respeto mutuo: la asertividad: El profesor respetuoso, respetable y respetado. Sólo
el profesor respetuoso y respetable tiene derecho a exigir ser respetado. Ha de ser
particularmente cuidadoso con el respeto que dispensa a los alumnos y adoptar una actitud
que le haga merecedor del respeto ajeno y le cargue de razones morales para exigir que le
devuelvan el mismo tratamiento que dispensa a los demás. La clave para conseguir estas
tres bases del respeto es la asertividad.
Hacerse respetar: evitar abusos de los alumnos. Algunas situaciones típicas sirven para
poner a prueba la capacidad asertiva del profesor para evitar abusos del alumnado. La
fijación de límites en el aula. Los incumplimientos desafiantes de las normas a las que el
profesor debe estar atento a responder con una actitud consistente. Las acusaciones y
quejas de los alumnos que más que tomarlas como ataques personales analizarlas y ver si
son reales. Las peticiones desmedidas del alumnado ante las que hay que hacer ver su
carácter abusivo.
Hacerse respetar: evitar abusos de las familias. Las relaciones del profesor con las
familias ofrecen grandes posibilidades de impulsar actuaciones convergentes de mutuo
apoyo, pero también son un foco potencial de problemas cuando las familias adoptan una
actitud hostil atacando al profesorado. Hay dos causas fundamentales que suelen provocar
la conflictividad: la actitud reactiva y la atribución externa.
Casi todos los conflictos profesor-familia tienen buen pronóstico si se detectan las dos
causas anteriores y se sustituyen por las contrarias; es decir, cambiar la actitud reactiva por
otra preactiva y por otro lado, enfocar el diálogo hacia propuestas basadas en atribución
interna en que cada uno empieza por proponer cambios que él mismo puede aplicar, en vez
de exigir cambios en los demás.
Sobre las concesiones: Averiguar con claridad qué quiere el otro. No hacer grandes
concesiones de entrada. Pedir una concesión a cambio si nos piden una a nosotros. No
negociar si las demandas son abusivas.
Si hay bloqueos por la otra parte: Hacer una parada y cambiar de tema. Buscar un
mediador capaz de desbloquear la situación. Intentar un acuerdo de deferencia sobre unos
mínimos.
Tabla actitudinal: Es una hoja de registro que tiene como objetivo facilitar el intercambio
de información sobre la actitud de los alumnos entre los profesores miembros de un equipo
docente (ED). Permite conseguir varios objetivos. Intercambiar información sobre la actitud
de los alumnos. Potenciar a todos los profesores. Facilitar el seguimiento de las medidas
conjuntas que el ED. Aplique colegiadamente. Debe estar ubicada en un lugar accesible y
cómodo. El período de uso de cada hoja/registro puede ser variable, pero lo recomendable
es que sea sustituida cada periodo de evaluación.
Algunas cuestiones sobre su utilización: Las anotaciones deben hacerse cuando se vean
actitudes significativas consolidadas en los alumnos. Sólo deben hacerse anotaciones sobre
los alumnos que muestran una actitud significativamente positiva o negativa. Pueden
utilizarse abreviaturas para facilitar su lectura rápida.
Los agentes que deben intervenir en la gestión de la tabla actitudinal son tres: Los
profesores, el tutor y el equipo directivo. Conviene también dar información a las
instituciones sociales a las que se debe implicar para que atiendan mediante especialistas a
los alumnos que presentan una problemática supraescolar: salud mental, policía, fiscalía de
menores, atención familiar y social y otros.
Actuación del equipo docente según la casuística: Las medidas que adoptarán los tres
agentes implicados variarán en función de la gravedad y alcance de las actitudes de los
alumnos según la siguiente casuística:
* Actitud negativa de uno o varios alumnos con un solo profesor. * Actitud negativa de uno
o varios alumnos con varios profesores. *Actitud negativa generalizada del grupo con
algún profesor concreto. *Actitud negativa generalizada del grupo con todos o la mayoría
de profesores.* Actitud significativamente positiva de un alumno con algún profesor en
particular. * Actitud significativamente positiva de un alumno con la mayoría de los
profesores.
La Comunicación: Ingredientes: La comunicación es una actividad conjunta entre dos o
más personas que persigue la construcción de un significado común mediante el
intercambio de mensajes verbales y no verbales. Incluye varios aspectos que hay que tener
en cuenta:
+ Quién lo dice: El valor que damos al mensaje depende del mensajero. + Lo que se dice.
Debe ser fiable, inteligible y rentable emocionalmente. + Por qué se dice. + Lo que se hace.
+ Lo que se hace sentir. Los mensajes están provocando reacciones emocionales de interés
o de tedio. + Lo que se entiende. El oyente construye sus propios significados a partir de
una mezcla de lo que el emisor quiere expresar, cómo lo expresa, la personalidad del
oyente, su capacidad de comprensión y de captación de señales, y las experiencias previas
en intercambios similares con la misma persona. + A quien se dice. Es necesaria la
percepción del otro para que el mensaje produzca los efectos deseados.
oír sólo que nos interesa. Caer en prejuicios y filtros distorsionadotes. Simular una falsa
actitud de escucha. Poner barreras físicas e intelectuales. Evitar la excitación emocional
excesiva. Dar muestras ostensibles de aburrimiento. Polemizar en vez de dialogar.
Centrarse sólo en los fallos del otro. Buscar dobles intenciones. Etc.
Circuitos de comunicación negativa: Ejemplos.
Rituales: Son conductas repetitivas que han perdido su valor adaptativo para mantener un
significado simbólico.
+ Tener presente que no todos los profesores pueden caer tan bien como otros con una alta
capacidad de conexión afectiva. + Detectar señales emocionales emitidas por los alumnos.
+ Escuchar mucho y activamente. + Adoptar una actitud de cercanía ante los alumnos. +
Crear un clima de confianza. + Conocer y comprender a la persona que hay detrás del rol
del alumno. + Mantener conversaciones informales. + Tender la mano, perdonar. + Sugerir
mejor que recriminar. +Acabar amistosamente las conversaciones. + Ejercitar la adopción
de perspectivas. Etc.
El Profesor gestor de conflictos: Hay que tener previstas estrategias para manejar
adecuadamente conflictos interpersonales. Las incompatibilidades suelen deberse a
conflictos de intereses y a choques de aspiraciones. Hay que cultivar el arte de cicatrizar
heridas. Si ello no fuera posible porque el otro mantiene una actitud beligerante, siempre
nos queda el recurso de reducir al mínimo el contacto con personas claramente
incompatibles. Las incompatibilidades tienen una gran capacidad de generar negatividad en
el clima de un centro. La aceptación de las diferencias personales y la convivencia pacífica
de estilos docentes diversos es uno de los pilares imprescindibles para mantener un buen
clima social. Algunas sugerencias sobre como reaccionar y minimizar los efectos negativos
EL PROFESOR
COMO PERSONA
Francisco Ayala
Antes de iniciar con las secciones de este capítulo se presenta un interesante texto de autor anónimo que
permitirá un ejercicio de reflexión sobre las implicaciones personales en la práctica de la docencia:
Jamás serás maestro si tu escuela tiene más parentesco con una oficina
que con un hogar.
Si tus ojos son dos látigos permanentemente dispuestos para el castigo
visual, si tus nervios explotan mil veces al día.
Si tus frases, en vez de caricias, son púas que arañan, si necesitas un
arsenal de gritos para tus combates diarios.
Si los niños llegan recelosos a tu escuela, como llegan los enfermos al
hospital. Y si te aceptan no como un alimento grato, sino como una medicina
obligada.
Si tu escuela se abre cinco minutos antes de empezar las clases y se
cierra cinco minutos después de la hora reglamentaria. Y si al abrirse parece
que bostezaras y al cerrarse que sonrieras.
Si no comprendes que los niños deben jugar en razón inversa a sus
edades. Y si los niños se aburren en tu compañía.
Si tu escuela no es el imán infantil más poderoso de la localidad donde
actúas.
Si tu escuela, además de un cuerpo, no tiene alma. Y si únicamente es
un taller mecánico del alfabeto.
Si al hablar no encantaras a los niños dejándolos como hipnotizados. Y si
no sabes hacerte escuchar hasta con los ojos.
Si no comprendes que el alma de cada niño es un libro en blanco en el
que estás escribiendo para toda la vida. Y si, en vez de escribir en ese libro
himnos triunfales, te contentas con llenarlo de ramplonerías y mediocridades.
Si obtienes licencias sin necesitarlas. Y si trabajas cuando te fiscalizan y
cuando se acercan los exámenes.
Si el patio de tu escuela es tan fúnebre como el patio de una cárcel. Y si
los recreos, en vez de ser una fiesta para el cuerpo y el espíritu, son lugares
donde se sufre frío en invierno, sol en primavera y soledad espiritual en todas
las épocas del año.
Si bien esta cita hace referencia al maestro de educación primaria, resulta muy sencillo hacer su
transpolación a cualquier etapa del desarrollo humano. El maestro pone mucho de su persona en la labor
que realiza. En cada apartado del texto, podemos advertir elementos propios de la personalidad del
profesor; el sello de calidez o dureza y energía que se imprime a la relación con el alumno y al entorno de
la escuela es claro en cada situación y momento.
Resulta una retadora invitación tratar de observarse a uno mismo en la práctica docente y determinar
cuáles son los indicadores que delatan nuestra personalidad en nuestro entorno educativo.
La educación es un acto emprendido con real compromiso por pocos hombres y mujeres. Si bien muchos
practican la docencia, no son tantos los que realmente se involucran en el proceso educativo y formativo
de un sujeto, al grado de llegar en muchos casos al sacrificio personal extremo en favor del desarrollo de
sus alumnos.
Si se comparte que la "función esencial de la buena educación es ayudar al niño que crece a
autoconocerse y a adquirir actitudes sanas de autoaceptación", la responsabilidad implícita en el acto
educativo requiere que el docente conozca bien la estructura de su persona.
El maestro tendrá serias dificultades para comprender a sus alumnos, de cualquier nivel escolar, y más
aún en tratar de apoyarles a autocomprenderse, a menos que invierta esfuerzo y atención en la
comprensión de su propia persona.
Si el profesor no se preocupa por atender esto último, seguirá viendo a sus alumnos a través del juicio de
sus propios rasgos de personalidad y necesidad, a través de sus deseos, temores y ansiedades que, por
supuesto, son aspectos no reconocidos e inconscientes.
La educación es una actividad personal que puede empezar a comprenderse desde la misma vocación
del docente, es decir, independientemente de cuál sea la razón que haya llevado al profesor a la práctica
de la docencia, existe en ella un componente de personalidad, que lo mismo puede manifestarse como
una realización profesional plena o como la más oscura de las frustraciones.
En los alumnos y su formación se ha de reflejar la identificación positiva del docente con su vocación, así
como en el entusiasmo y motivación de su relación con el conocimiento. De igual modo, en esos mismos
alumnos se refleja la frustración y desencanto de aquel maestro que ha tenido que elegir el camino de la
docencia sin estar convencido ni identificado con esta actividad.
En la docencia, al igual que en la medicina, el trabajo social y todas aquellas actividades en que la
relación humana es el eje de la actividad, no es posible disociar la relación interpersonal de la relación
profesional. Y en este ámbito, en particular, la diferencia estriba fundamentalmente en que la interacción
que se establece tiene mayores posibilidades de trascendencia; es decir, el maestro se relaciona con el
alumno o el asesorado no para resolverle un problema en específico, sino para prepararle para la
solución de problemas propios en la vida. El docente aparece en la vida de una persona constantemente,
se le asocia con momentos gratos y no tan gratos, se le recuerda por sus atributos o por sus defectos; es
un protagonista constante en la vida de una persona.
Con todo lo que se ha señalado, cabe preguntarse por las actividades que debe cumplir el docente que
ha tomado la conciencia de su papel formativo y de la influencia de su personalidad en el proceso de
enseñanza-aprendizaje que le ha tocado coordinar.
Para cada uno de los puntos anteriores se abordarán ejemplos, en los diferentes niveles educativos, en la
última parte de este texto.
Finalmente, cabe señalar que los puntos arriba descritos son apenas algunos señalamientos en torno a lo
que el profesor puede realizar para hacer más eficiente su labor educativa tomando en cuenta los
aspectos propios de su personalidad.
En la personalidad del profesor, como en cualquier otra persona, existen expresiones de su disposición
de ánimo hacia situaciones de la realidad; en estas disposiciones o actitudes se reflejan la historia y los
valores del profesor.
Pero antes de entrar a la importancia de las actitudes del docente en su interacción de aprendizaje con
los alumnos, es bueno que se observe la otra cara del espejo, es decir, las actitudes de los alumnos.
Ausubel señala lo siguiente en relación con las actitudes de los estudiantes:
Cuando sus actitudes hacia un material de discusión son favorables, los
sujetos están muy motivados para aprender, despliegan esfuerzos más
intensos y concentrados y sus umbrales perceptual y cognoscitivo pertinentes
descienden generalmente. Además, como el componente cognoscitivo de las
actividades en cuestión está bien establecido, los sujetos poseen ideas de
afianzamiento claras, estables y pertinentes, para incorporar el material
nuevo; sin embargo, cuando sus actitudes hacia el material de discusión son
desfavorables, todos estos factores operan precisamente en dirección
opuesta.
En resumidas cuentas, las actitudes de los alumnos determinan en buena medida cómo se relacionarán
con los contenidos. Debemos señalar que todas las actitudes tienen una base emocional, es decir, la
expresión de una actitud tiene fundamento en las emociones que la soportan. Toda actitud tiene una
carga emocional específica y definida.
Existe un círculo de interacción entre las actitudes con que un alumno llega a la escuela y se relaciona
con el conocimiento (todo esto adquirido en la socialización familiar) y, por otra parte, las actitudes que se
ven estimuladas por el contacto con la escuela misma. Las actitudes que una persona desarrolla con
respecto al aprendizaje tienen definitivamente influencia de la escuela, y los enfoques del sujeto sobre las
relaciones interpersonales se fundamentan también en las experiencias del ámbito escolar, se modelan
en los espacios de la escuela. Y yendo aún más lejos, buena parte de la percepción que tiene de sÍ
misma cada persona se adquiere en el paso por las aulas y por las diferentes interacciones con las
actitudes de los profesores, la otra cara del espejo.
Los profesores presentan siempre cierto estilo de personalidad diferente; en ese estilo propio se filtran
actitudes con respecto al grupo de aprendizaje, al alumno en lo individual, hacia la institución y hacia la
vida en un sentido general.
Los alumnos se ven expuestos constantemente a las manifestaciones conductuales de las actitudes de
sus profesores. Así, un maestro puede mostrar con sus acciones una actitud positiva hacia el cuidado del
entorno ecológico mediante la motivación, el compromiso y la congruencia con dichas acciones y trasmitir
mucho más con su actitud que cualquier definición de equilibrio ecológico.
Por otra parte, esos mismos alumnos pueden tener otro profesor para el cual la conciencia ecológica aún
no ha llegado (y le llegará muy tarde). Este maestro imparte su curso de un modo mecánico, presenta
definiciones y conceptos como un simple catálogo de información y sus actitudes distan mucho de lo que
ha expuesto en clase; la ecología no es más que un tema que forma parte del programa académico que
se debe cubrir. El lector se puede preguntar: ¿Con cuál maestro los alumnos aprenden mejor la ecología?
La respuesta parece evidente, las actitudes hacen la diferencia. Lo que hoy se busca ya no es que los
alumnos puedan repetir una definición de memoria, sino que hayan introyectado también una actitud, en
este caso, una actitud de compromiso para el cuidado del ambiente.
Como parte de una formación tradicional, el profesor se ha acostumbrado a mostrar, como Rogers
plantea: "una máscara profesional desde que comienza la jornada de trabajo, máscara que luego se quita
cuando terminan las clases." Parece como más seguro estar tras el papel de profesor guardando cierta
distancia del alumno y disminuyendo el riesgo del contacto con él como persona.
Muchos profesores han expresado: "en mi caso los alumnos sólo me buscan para aspectos relacionados
con la clase, pues yo soy sólo el profesor". La pregunta obligada a la anterior expresión es: ¿Se ha
mostrado usted de una manera distinta a su papel de profesor? La pregunta para este tipo de profesores
es de difícil asimilación, ya que es todo un reto para ellos distinguir entre el papel de profesor y la
expresión natural de su personalidad.
Hace cuarenta años el psicólogo Gilbert Wrenn formuló algunos principios sobre las relaciones humanas
que tienen aplicación directa en todo proceso donde entran en juego actitudes y valores. Se considera
que se aplican a la relación maestro-alumno y que en buena parte dan respuesta a la siguiente pregunta:
¿Qué debe hacer el profesor para tener mayor claridad y mejorar el efecto de sus actitudes en el proceso
formativo de sus alumnos? Como respuesta se presenta una versión de los principios planteados por
Wrenn adaptada a la docencia:
1. Hacer un esfuerzo por observar los aspectos positivos del alumno y estimularle al menos
con la misma frecuencia con que se le señalan aspectos a corregir.
2. Si se realizará una corrección o crítica a las acciones de un alumno, se debe tener la
seguridad de que el alumno no vea en esto una crítica de él en cuanto persona.
3. Es posible presuponer que cada alumno encuentre sentido y justificación a su conducta,
lo cual permitirá al profesor entender la lógica del comportamiento del alumno, mas no
necesariamente su justificación.
4. Al contribuir al autorrespeto de los alumnos se estimulan y refuerzan los sentimientos
positivos y de respeto hacia el profesor.
5. Por lo menos para un alumno, y muy posiblemente para muchos, el profesor tiene
significado como persona, así que ese alumno se ve afectado vitalmente por el
reconocimiento que el profesor le confiere, lo cual afecta sus actitudes y su formación.
Estos principios son guías básicas de la interacción del profesor con sus alumnos. Detrás de cada
maestro existe un cúmulo de experiencias que pueden ser la base para reflexionar sobre sus actitudes y
el reflejo de éstas en la formación de sus alumnos.
Para terminar este apartado, daremos una última acotación. La nueva propuesta educativa destaca que
la escuela y su currículum han de convertirse en un espacio donde los alumnos no sólo adquirirán
información, sino que estimularán y facilitarán el desarrollo de habilidades y competencias específicas, e
introyectarán valores y actitudes propias del ser humano y del bienestar común.
Para lo anterior, sólo el profesor que puede cuestionarse sus actitudes, valores y habilidades podrá estar
en condiciones de participar en este nuevo proceso educativo.
Un profesor que entabla una relación con sus alumnos desde una posición más natural y personal estará
en mejores posibilidades de establecer un lazo comunicativo sano y una buena relación de asesoría
académica y personal.
La vida cotidiana está llena de emociones y de las acciones que las expresan; lo que se hace en un día
regular de actividades implica pasar por una gama muy variada de dichas expresiones emocionales.
Las emociones no son otra cosa que la manifestación del conjunto de elementos fisiológicos y
cognoscitivos que influyen de manera determinante en el comportamiento.
Las emociones permiten que un sujeto prepare cierta acción de respuesta, ya que actúan como un nexo
entre lo que pasa en el entorno del sujeto y las reacciones de éste. Son estímulos que ayudan a producir
respuestas eficaces ante diferentes situaciones exteriores al sujeto, son una forma de comunicación con
el entorno.
Las emociones van moldeando el comportamiento del sujeto y, de hecho, promueven y motivan el
aprendizaje de respuestas que permiten afrontar situaciones de manera adecuada en el futuro. Es mucho
más probable que el aprendizaje cobre sentido y trascienda si se encuentra ligado a una experiencia de
orden emocional.
Es imposible desligar a la escuela del plano emocional. En cualquier nivel educativo las interacciones
personales, los grupos y por supuesto los maestros, generan y viven emociones asociadas al proceso de
aprendizaje.
Lo que trasmite el profesor a sus alumnos no puede separarse de su persona; no se pueden neutralizar
las emociones que envuelven lo expuesto por el profesor. Aunque el profesor no sea la fuente del
conocimiento presentado a los alumnos, es por la vía de su propia persona, por la vía de sus emociones,
que se hace la presentación de los conocimientos.
El profesor utiliza la voz, la mímica, sus gestos, su lenguaje verbal y no verbal, para trasmitir información
y motivar el aprendizaje. Se podría decir que para trasmitir los conocimientos a través del filtro de sus
emociones.
Esa relación dual está ya con anticipación marcada por expectativas y emociones. Debemos recordar que
se suma a lo anterior la relación del maestro con el grupo y la de los alumnos dentro del mismo grupo. Se
tiende sobre el aula una red compleja de relaciones humanas donde las emociones de los miembros y en
particular las emociones del profesor definen el rumbo de aprendizaje del grupo.
Para el docente, quien por lo general tiene mayor experiencia y ha pasado por las diferentes etapas de
formación por las que están pasando sus alumnos, los grupos de edad y niveles de enseñanza guardan
particular significación emocional. Por lo anterior, es común observar cierta dificultad o disposición
positiva de los maestros con ciertos grupos de clase o grupos de edad, así como escuchar "Yo jamás
trabajaré con adolescentes", "Prefiero trabajar con niños de 1º año que con los de 6º año", etcétera.
La misma situación de la clase agrega nuevas dimensiones de orden emocional a las relaciones que se
establecen entre alumnos y maestro. En el aula se presenta una relación en espejo en que las reacciones
emocionales y las acciones emprendidas como consecuencia van y vienen constantemente como en una
danza comunicativa interesante y profunda. Las acciones del profesor tienen como consecuencia
respuestas de los alumnos, más allá del aprendizaje de contenidos, respuestas de orden emocional que
contribuyen a su formación.
En el acto educativo, el profesor siente (caben aquí las emociones) que es aceptado, juzgado, amado,
repudiado y mucho más en función de la respuesta que recibe de sus alumnos: si éstos le ponen
atención o no, si atienden a su exposición y responden motivados a su labor de docente o si simplemente
lo ignoran. Estos hechos despertarán de modo ineludible emociones.
Es posible describir dos extremos en el tipo de reacciones emocionales que expresan los docentes frente
a sus alumnos y frente a los grupos de clase. Por una parte está el maestro que entra de lleno en
"apertura" en una relación con los alumnos que no limita la expresión de sus sentimientos y que se
muestra transparente frente al grupo. Por otra parte, tenemos al maestro que se "congela" en su papel
del que sabe, que mantiene una postura rígida e inaccesible ante los alumnos y para quien mostrar un
sentimiento es un signo inequívoco de debilidad.
Entre ambos extremos existe una gama enorme de modelos. Aquí lo importante es aprender a distinguir
los riesgos implícitos en la emocionalidad de cada extremo:
Un profesor debe buscar el recurso de la neutralidad en la expresión de sus emociones frente al grupo.
Con neutralidad se hace referencia a la expresión mesurada de las emociones del profesor, sin llegar a la
explosión extrema de los efectos y sin ser rígido e inexpresivo.
Una actitud neutral en la interacción del grupo y con los miembros del grupo implica para el profesor un
buen nivel de autoconocimiento. La neutralidad en las reacciones del profesor le exige una reflexión
constante sobre su persona y sobre los elementos, en su formación, que le permiten emitir juicios sobre
la realidad de sus alumnos y de la relación de aprendizaje que establece con ellos. La neutralidad es una
forma de equilibrio en la relación maestro-alumno, es una forma de expresar asertividad en la
comunicación establecida en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Atendiendo a lo anterior, en las características del grupo reside buena parte del tipo de manifestaciones
del profesor. Se da en el docente la preferencia por determinado grupo y el rechazo por otro, como
cuando se les muestra indiferencia. Lo mismo pasará con cada alumno extraído del contexto del grupo,
dado que es un representante del mismo y, por tanto, también candidato a ser depositario de las
emociones del profesor asociadas con el grupo; decía un profesor: "Qué curioso que a ese mismo grupo
con el que he tenido problemas y que de hecho aún me sigo sintiendo incómodo, le haya ido tan mal en
las calificaciones".
Cuando no se da la expresión adecuada, dentro de la neutralidad, de las emociones del profesor con
respecto a un alumno o grupo de alumnos, lo común es la expresión extrema: "es imposible reprimir o
ignorar por completo la propia sensibilidad" del profesor y "esos sentimientos negativos tenderán a teñir el
papel docente de manera negativa: las emociones negativas o agresivas terminarán por reaparecer de
manera encubierta y como disfrazadas a través de ciertas manifestaciones del papel" de profesor.
El profesor justifica, se puede decir que de manera inconsciente, la expresión extrema de sus emociones
negativas apoyado en la excusa del ejercicio de sus funciones de enseñante. Es decir, la explosión de ira
y molestia ante un alumno al que hay que aplicar la disciplina no es otra cosa que la expresión disfrazada
de emociones que fueron bloqueadas o reprimidas por el profesor, y que muy probablemente no tenían
nada que ver con el alumno.
De manera inversa, pueden surgir particulares emociones positivas con los alumnos, basadas en las
experiencias previas del profesor. Dichas emociones, también generadas por la identificación con los
alumnos, encuentran justificación asimismo en el papel del profesor: "ese joven tiene posibilidades de
mejorar, además de ser muy amable y cortés".
Por otro lado, un elemento propio de la interacción maestro-alumno en torno al cual giran muchas
expresiones y vivencias de orden emocional se encuentra en el ejercicio de la autoridad. Al profesor le
toca dar orden al comportamiento de los alumnos en el grupo, fijar las reglas del funcionamiento del
grupo y vigilar el cumplimiento de objetivos y acciones dentro del mismo.
El ejercicio de autoridad de cada profesor estará marcado por el tipo de estructura emocional personal.
De tal modo que un profesor con mucha necesidad de control, de ser tomado en cuenta, que necesita
imponer y aplicar cierto grado de poder con el grupo, requerirá hacer una aplicación de la autoridad más
fuerte y en algunos extremos violenta.
Por otro lado, existen profesores que ejercen su autoridad sin utilizar la coerción. En tal caso, el poder
también tiene su presencia en el grupo, aunque se expresa más por la vía de la identificación del alumno
con el profesor, y el alumno se somete a las indicaciones del maestro más por la confianza que ha
logrado despertar en él, además de su claro convencimiento de que el profesor sabe ya sea en cuanto a
conocimientos o la forma en que le podrá guiar para adquirirlos. El alumno confía, y la confianza se
sostiene en emociones tanto del maestro como del alumno.
Actualmente, los alumnos de los diferentes niveles académicos se ven expuestos a una gran cantidad de
estímulos a los cuales sus profesores jamás estuvieron expuestos. Los medios de comunicación e
información, desde la televisión comercial hasta el más sofisticado sistema de información electrónico,
ofrecen a los alumnos oportunidades constantes de estimular su emocionalidad.
Los alumnos se ven saturados de falsos conocimientos difundidos por los medios de comunicación
masiva, y por las nuevas y cada vez más complejas partes de la estructura social. Ante lo anterior la
familia, también agobiada por las exigencias del medio, ya no es un continente lo suficientemente fuerte
para organizar la vida emocional del alumno. De tal manera que el profesor debe jugar un papel
regulador del desarrollo y expresión de las emociones de sus alumnos.
Ese rol de regulador del desarrollo emocional de los alumnos lleva implícito para el maestro una serie de
tareas:
Es pertinente hacer un último señalamiento en cuanto a las tareas del profesor en el ámbito de las
emociones; se debe incluir dentro de los objetivos de la formación docente un espacio donde se le ayude
al profesor a clarificar sus propias emociones para darle la oportunidad de adquirir conciencia de lo
valioso de su compromiso al contribuir en la formación de sus alumnos tanto en las habilidades como en
las actitudes y los valores.
4. La importancia de la salud mental del profesor
En todas las actividades profesionales en que las relaciones personales juegan un papel central, como es
el caso de la docencia, la salud mental es un aspecto de orden básico.
Establecer relaciones interpersonales de manera responsable implica que exista cierto nivel de equilibrio
emocional y de salud mental. En este apartado se abordará el tema de la salud mental en el profesor y de
los riesgos a los que éste puede estar expuesto en el ejercicio de su profesión. También se harán algunas
recomendaciones sobre la observación y la prevención para dichos riesgos a la salud mental de los
profesores.
El primer punto está en delimitar el término de salud mental, por lo que es pertinente remitirse a la
definición general de salud y luego derivar en algunas conclusiones.
Salud: Estado de bienestar físico, mental y social óptimo y no sencillamente la ausencia de enfermedad.
Desde la definición de salud general, se puede observar una perspectiva integral en la que no se puede
desligar lo físico de lo mental y los aspectos sociales. Además en esta misma definición queda claro que
no se trata sólo de no padecer una enfermedad, sino de lograr un estado de bienestar en la persona.
Remitiendo esta definición al concepto de salud mental de una persona se hablará, pues, de un bienestar
emocional y afectivo en el sujeto y no sólo de la ausencia de una enfermedad mental. Esto último resulta
particularmente interesante; una persona tendrá un problema de salud mental no sólo cuando adolece de
una patología expresa (neurosis, esquizofrenia, etc.), sino cuando no logra un estado de bienestar
emocional.
En toda actividad existen riesgos a la salud mental, pero es pertinente señalar que en aquellas
profesiones donde las interacciones entre personas son más intensas y frecuentes existe mayor riesgo
(enfermera, médico, maestro, etcétera).
d) Alumnos. Demandas que van desde una buena capacidad expositiva hasta
el requerimiento de ser escuchado y recibir un consejo personal.
Todas las exigencias expuestas colocan al docente en un espacio de riesgo para su equilibrio emocional,
en una posición donde el desgaste psíquico es constante.
4.2. La salud mental y el desgaste emocional
Maslach y Jackson definen al concepto de burnout como "una respuesta al estrés laboral crónico
integrado por actitudes y sentimientos negativos hacia los profesores con los que se trabaja y hacia el
propio rol profesional, así como por la vivencia de encontrarse emocionalmente agotado"
En el caso de los docentes, este último señalamiento tiene un peso tremendo, ya que si el docente
cumple esa función de información-formación del sujeto y lo hace bajo la marca de este síndrome, no
sólo repercute en el curso y el alumno, sino también a nivel social.
Estos mismos autores (Gil-Monte y Peiró) hacen interesantes distinciones con referencia a este
síndrome, al que han llamado "quemarse por el trabajo". Señalan la existencia de dos perspectivas de
análisis con respecto al síndrome: la visión clínica del problema y la visión psicosocial.
Es particularmente útil hacer la transferencia de las perspectivas señaladas al ámbito docente. Por un
lado, desde la perspectiva clínica, los docentes como producto de una carga excesiva y víctimas de un
inadecuado manejo de las demandas recibidas, presentan un agotamiento agudo caracterizado por una
sensación de decepción y de pérdida del interés por la actividad docente. Se conjugan en estos
docentes, además de la fatiga física, emocional y mental, ciertos sentimientos de impotencia e inutilidad,
falta de entusiasmo por sus actividades, así como una deteriorada autoestima.
Por otro lado, en cuanto a la perspectiva psicosocial, debe distinguirse del estrés psicológico y se debe
tener claro que es una respuesta a las fuentes de estrés externas surgidas en función del tipo de
actividad que realizan los sujetos, en este caso los docentes.
Como señalaron Maslach y Jackson, el síndrome burnout desde la perspectiva psicosocial debe incluir
entre sus síntomas el agotamiento emocional, la despersonalización y la baja realización personal en el
trabajo.
Los síntomas señalados también tienen una transferencia directa a las actividades del profesor. En
cuanto al desgaste emocional, el profesor no puede dar más de sí mismo respecto a sus afectos, siente
agotadas sus respuestas emocionales al medio, le invade una sensación de agotamiento por el contacto
diario en la atención a las demandas de sus alumnos y en general a las fuentes de exigencia ya
señaladas (social, familiar, institucional, alumnos, afectivas/emocionales y de su propia familia).
Los síntomas descritos no tienen un solo origen, sino que son el resultado de las exigencias antes
mencionadas. Dichos síntomas son el producto del proceso de interacción mediante el cual el profesor
busca ajustarse al entorno. El grado en que el profesor logra adaptarse a esas exigencias determina el
nivel de desgaste emocional al que será sometido.
Asimismo es importante agregar tres áreas asociadas con el desgaste emocional y, en consecuencia, con
la salud mental del profesor:
La mayor parte de las actividades profesionales humanas llevan implícito el dominio de diferentes
herramientas o instrumentos básicos de trabajo. Sin embargo, en algunas actividades el instrumento
esencial es el sujeto mismo; es decir, además de las habilidades y destrezas propias de la actividad que
desempeña, la misma persona se convierte en instrumento central de acción profesional, sobre todo en
aquellas actividades donde el eje principal es la relación humana tal y como es el caso de la docencia.
En sus funciones, el profesor hace frente a otros, tanto de modo individual como grupal, satisfaciendo
demandas y realizando acciones donde el éxito se basa en buena medida en su actitud y equilibrio
personal.
Es notoria la capacidad de los maestros para responder de manera equilibrada y responsable, e incluso
divertirse y gozar con lo que pasa a lo largo de su jornada escolar, a pesar de dificultades y problemas,
que bien pueden ir desde cosas triviales hasta verdaderos dramas donde, pese a todo, el maestro
continúa frente a sus alumnos con entereza y decisión.
Lo anterior es posible cuando el profesor ha logrado introyectar que no es una máquina para responder
preguntas y comprende que su meta consiste en ayudar a que los alumnos aprendan, generando las
acciones y condiciones para que se facilite dicho proceso de aprendizaje.
Un profesor cumplirá mejor sus funciones docentes si se conoce bien a sí mismo, lo que implica un
proceso de autoobservación personal y de reflexión sobre la práctica educativa de modo sistemático. Los
ejercicios de autoobservación y reflexión resultarán mucho más enriquecedores si se realizan con un
grupo de maestros, donde se comparten expectativas y deseos de mejorar. En estos grupos, el profesor
podrá observar en sí mismo y a través de otros con más cuidado y objetividad los sentimientos y
pensamientos presentes en el ejercicio de su actividad docente, además de la conducta que resulta de
ellos.
Para que el profesor haga un mejor uso del instrumento de su propia persona, enseguida
proporcionamos algunas recomendaciones, que pueden parecer mínimas y que pasan a ser
trascendentes ya en el plano de la práctica.
La neutralidad. Es fundamental que el profesor no se deje llevar por los problemas de sus alumnos; es
decir, el profesor debe conocer las situaciones, buscar acciones posibles y asesorar al alumno. Sin
embargo, no puede ser parte del problema de tal modo que finalmente esté tan involucrado en el mismo
que ya no pueda realizar acciones con objetividad.
Se debe aclarar que no se trata de alejarse del problema o negarlo, sino, muy al contrario, implica
introducirse al problema sin contaminarse de tal manera que se pueda prestar una mejor ayuda.
El humor. A lo largo de la jornada escolar suceden cosas que muchas veces son divertidas y que el
profesor deja de observar porque ha creído que parte de su perfil docente es la parquedad. No se tra ta
de hacer de todo una broma y mucho menos de caer en el extremo de la burla.
El humor ayudará al docente a ver las cosas de un modo más ligero y claro, sin perder el respeto y la
atención a las acciones que se deban implementar.
El interés activo. La gran cantidad de actividades que debe cumplir el docente muchas veces lo aleja de
la posibilidad de atender con cuidado y detenimiento a cada uno de sus alumnos. Sin embargo, se debe
hacer un particular esfuerzo por mantener un interés genuino en todo momento y para cada situación que
se presente con los alumnos.
Muchas veces la manifestación de un problema enorme para el alumno sólo se manifiesta de una manera
muy ligera, y sólo el interés activo del profesor podrá dimensionar la magnitud de dicho problema.
Sólo el maestro que conoce a sus alumnos podrá comprender a fondo cada caso y distinguir cuándo es
oportuno buscar una ayuda diferente, y evaluar y coordinar esfuerzos buscando el bienestar del alumno.
Para lograr el conocimiento de los alumnos resulta necesario para el maestro el conocimiento de sí
mismo. Sólo si el maestro se comprende, podrá comprender a los otros.
SÍNDROME DE BURNOUT. ¿SE PUEDE MEDIR?
Sí, por medio de la escala de Maslach, que de forma autoaplicada, mide el desgaste profesional. Se
complementa en 10-15 minutos y mide los tres aspectos del síndrome: Cansancio emocional,
despersonalización y realización personal.
La escala de Maslach tiene una alta consistencia interna y una fiabilidad cercana al 0,9. Se trata de un
cuestionario autoadministrado, constituido por 22 ítems en forma de afirmaciones sobre los sentimientos
y actitudes del profesional en su trabajo y hacia los alumnos.
ESCALA DE MASLACH
Instrucciones:
0 = Nunca
1 = Pocas veces al año o menos
2 = Una vez al mes o menos
3 = Unas pocas veces al mes o menos
4 = Una vez a la semana
5 = Pocas veces a la semana
6 = Todos los días
10. Me he vuelto más insensible con la gente desde que ejerzo esta profesión.
17. Puedo crear fácilmente una atmósfera relajada con mis estudiantes.
22. Siento que los estudiantes me culpan por alguno de sus problemas.
Interpretación:
Se consideran que las puntuaciones de la escala Maslach son bajas entre 1 y 33 puntos. Puntuaciones
altas en las dos primeras subescalas y baja en la tercera definen el síndrome.