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¿DÓNDE ESTÁN LOS LÍDERES?

Por: Luis Tayron Losada Pedraza - DBA


Presidente de INTERNATIONAL CONSULTING GROUP
gerencia@icgcapacitacion.com
www.icgcapacitacion.com

Existen tantas definiciones de liderazgo como autores. Liderazgo es el proceso en el cual


influyen líderes sobre seguidores, y viceversa, para lograr los objetivos de una
organización a través del cambio, afirma Robert Lussier y Christopher Achua. Otros
autores sintetizan su definición así:

 Comunicar con emoción: J.A. Conger


 Arrastrar o empoderar: John Kotter
 Inspirar o influir: C. Hicckman
 Inspirar y mover con pasión: Warren Bennis
 Mover con carisma: Nadler y Tushman
 Mover y sostener: Westley y Mintzberg
 Influir y persuadir: Q. A. Cohen

Por tratarse de una ciencia no exacta como lo son las matemáticas, bien podría
aceptarse la definición que brinda la teoría lutalope (Luis Tayron Losada Pedraza), quien
afirma que el “liderazgo es el arte de hacer que otros hagan gustosa y voluntariamente
algo, que se necesita o requiere en una organización”. Si se tiene el gusto y la voluntad
para realizar las cosas, es muy sencillo obtener resultados extraordinarios.
Lamentablemente encontramos personas a quienes no les gusta lo que hacen o que no
tienen la voluntad para hacerlo. En estas condiciones, es muy difícil, por no utilizar el
término “imposible”, apuntarle a un resultado superior.

La mejor oportunidad que tiene el Hombre de lucirse en la vida como persona, es en su


trabajo. Pero... ¿cómo se va a lucir alguien que no ame su labor, que no sienta pasión
por su trabajo, que no esté dispuesta a dejar el corazón en su Trabajo?

¿De quién se enamora uno en una organización? Primero: De una persona que haya
elegido una profesión, no importa cuál sea (lustrabotas, médico, arquitecto,
administrador, vendedor, etc); segundo: Que esté decidido a ganarse la vida con la
profesión que eligió; y tercero: que esté dispuesto a dejar el corazón en lo que hace.

¿Estamos realmente dispuestos a dejar el corazón en nuestro trabajo? Cuando tenemos


la responsabilidad de guiar, conducir y orientar a otros, ¿contamos con los atributos
necesarios para persuadir a cada miembro del equipo? Recordemos que a la gente se
le convence por la razón, pero se le conmueve por la emoción. El líder ha de convencer
y conmover, pero para efectivamente convencer a alguien se debe estar seguro y ante
todo guardar la coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. De lo contrario,
existiría disonancia cognitiva ó cognoscitiva.

Cuando se le pregunta a un Directivo: ¿cuál es el atributo más importante que un


aspirante debe tener para formar parte de su organización? La respuesta no se hace
esperar. Aparecen respuestas tales como servicio, honestidad, responsabilidad,
disciplina, actitud positiva, entusiasmo, disposición, empatía, colaboración, (entre
otras). Podríamos decir que todas ellas convergen en una sola: CALIDAD. Pero, ¿qué
tan cerca estamos de la calidad?

Una buena parte de las personas que golpean las puertas de las organizaciones, han
crecido en ambientes de maltrato, vulgaridad, desamor, falta de oportunidades y en fin,
una cantidad de factores que afectan de una u otra manera el normal desarrollo del
individuo. Bajo estas condiciones ¿qué puede saber este individuo de calidad? No
obstante, esta es una de las tantas tareas que debe emprender el líder: ayudar a través
de la capacitación y el desarrollo para que estas personas encuentren el espacio
exquisito en el que se mueve la calidad.

Pero el problema no termina aquí. ¿Qué ocurre cuando las carencias y limitaciones no
son de quienes golpean la puerta en busca de un empleo, sino de aquellos que hoy
disfrutan de una escarapela que los identifica como jefes, coordinadores o gerentes? Es
necesario hacer un alto en el camino y evaluar nuestras capacidades, nuestras
competencias y emprender una acción.

Por supuesto que no basta que el líder conozca la forma adecuada de proceder. Ha de
ser además capaz de actuar.

¿Cuántas personas se observan no caminar sino “levitar” por los corredores de nuestras
organizaciones? Cuando somos más escarapela o cargo que personas, estamos en
serias dificultades.

Una buena parte de las personas con las que nos cruzamos hoy, son “gerentes”, los
jefes predominan en las tribus, pero... ¿dónde están los líderes?

Para ubicarnos en el contexto del liderazgo es necesario aclarar algunos términos, toda
vez que existen confusiones al respecto, pues se habla incluso de “manejar personal”.

Líder es un anglicismo que se escribe "leader" en inglés; es la sustantivación del verbo


to lead, que significa encabezar, guiar, conducir.

El leader es el que encabeza, guía o conduce. Es el sujeto que ejecuta la acción del
verbo.

Liderazgo es el conjunto de cualidades que hacen que el sujeto sea líder. Liderazgo es
el arte de movilizar y orientar toda la inteligencia, emociones y energía de un equipo,
para asegurar el logro de un objetivo común.

Administrar significa cumplir, asumir o tomar responsabilidad. Dirigir significa influenciar,


guiar en cierta dirección, hacer a través de los demás. Gerenciamos procesos, lideramos
personas y “manejamos” automóviles.

Los líderes dirigen los cambios; los administradores, la fidelidad a los procedimientos;
los líderes crean confianza y dotan a sus seguidores para que busquen nuevas maneras
de hacer las cosas. El administrador opera los recursos físicos de la organización, su
capital financiero, su tecnología, sus materias primas; mientras que el líder opera con los
recursos emocionales y espirituales de la organización, con valores, compromisos y
aspiraciones.

No basta con alcanzar altos niveles de productividad y calidad en la tarea, el líder hace
sentir a su equipo el orgullo y la satisfacción de su trabajo, inspirándoles a alcanzar altos
niveles de realización, resaltando cómo el trabajo individual contribuye a la consecución
de las metas fijadas. Hace sentir en cada colaborador que su trabajo tiene sentido y que
él forma parte de una organización exitosa y objetivamente valiosa; es decir, logra el
desarrollo de la potencialidad humana, que es infinita.

En una investigación reciente que realizamos en una importante Empresa de la Industria


Farmacéutica, uno de cada diez colaboradores dijo que trabajaba al máximo de su
capacidad; el 67% del personal no directivo manifestó que el grado de esfuerzo,
tenacidad y capacidad de lucha, no superaba el mínimo requerido para conservar el
trabajo y una gran mayoría (84%) dijo que podría ser mucho más eficaz de lo que era en
ese momento.

Estos resultados que son sorprendentes pueden aparecer en más de una organización
si lo investigáramos. Lo más preocupante es analizar la causa: ¡falta de liderazgo!

Bien vale la pena reflexionar: si con estas cifras (que son escandalosas) se obtiene algún
resultado favorable, ¿cuál sería el resultado si practicáramos el ejercicio del liderazgo?

De igual manera, es preciso tener presente que el liderazgo efectivo depende


fundamentalmente de la personalidad y expectativas del propio líder, de la personalidad
y expectativas de los colaboradores y también de la situación que se viva.

¿EL LÍDER NACE O SE HACE?

Cuando nos referimos al líder, esta ha sido la pregunta que por cientos de años la
humanidad ha planteado.

En la antigüedad, el líder era concebido como un ser superior al resto de los miembros
del grupo, con atributos especiales. Para muchas personas, el liderazgo se heredaba, ya
que era muy común que los líderes surgieran del seno de ciertas familias aristocráticas.
Se consideraba que estos poderes o atributos especiales se transmitían biológicamente
de padre a hijo o era un don de los Dioses, es decir, nacían con ellos.

A través del tiempo nos dimos cuenta de la gran equivocación, pues los líderes aparecían
en todos los estratos sociales; aprendimos que el tema era mucho más complejo que
provenir de ciertas familias o de contar con determinados atributos genéticos.

Investigaciones y estudios psicológicos sobre el liderazgo sostienen que buscamos en


nuestros líderes la seguridad que nos proporcionaba el símbolo paterno, quien
representa la primera figura arquetípica que tenemos.
Esta figura de padre, visto como un ser perfecto, poderoso e infalible, se refleja en el
ambiente empresarial, en donde el líder es considerado de igual manera más grande,
más inteligente y más capaz que nosotros.

No obstante, el líder no lo es por su capacidad o habilidad en sí mismas, sino porque


éstas características son percibidas por el grupo como las necesarias para lograr el
objetivo.

Por lo tanto, el líder es analizado en términos de su función dentro del grupo.

No es casual entonces que cuando encontramos personas que nos superan en atributos
y condiciones sean vistas como líderes potenciales y colocados en una posición de
liderazgo. Uno de los grandes retos, será el corresponder a esas expectativas de
grandeza idealizada por los seguidores.

En cuanto al origen del líder, algunos afirman que el líder nace, otros que se hace.
Considero que en efecto, algunos pueden nacer, que otros se pueden hacer y que existe
una tercera categoría, que es aquella en donde el líder se hace... pero el tonto! Pues,
¿para qué contar con tantos atributos y condiciones, si no las ponemos en práctica?

La educación es mucho más importante que el “don natural”; las investigaciones


demuestran que las principales capacidades y habilidades de un líder se pueden
aprender. ¿Qué se requiere? Que el interesado esté dispuesto a dar lo mejor de sí,
asumiendo el reto que implica renunciar a ciertos hábitos y patrones de comportamiento,
rompiendo paradigmas, incorporando nuevas conductas que le permitan fortalecer su
personalidad.

En síntesis, "el líder es un producto no de sus características, sino de sus relaciones


funcionales con individuos específicos en una situación específica."

Aunque todavía se cree que hay líderes natos, es claro que se pueden crear líderes, con
solo reforzar aquellas habilidades de liderazgo necesarias para una organización o
situación específica.

Algunos nacen, otros se hacen, pero bien sea que se nazca líder o que se haga líder, lo
que es cierto, es que es preciso desarrollar una serie de características para mandar con
autoridad tales como el compromiso, ser digno de confianza, enseñar a través del
ejemplo, apreciar a la gente, mantener una actitud positiva y entusiasta, tener la
capacidad de animar el corazón de la gente, respetar a los demás, ser responsable,
relacionarse muy bien, (entre otras). Si bien es cierto, esta última característica es muy
importante, no es menos importante, garantizar que las tareas asignadas se realicen,
pues el ocuparse solo de la relación humana nos puede alejar fácilmente de la obtención
de resultados. La pregunta clave sería: ¿Cuántas de estas características o
comportamientos practicamos?

El reto consiste en identificar aquellos rasgos en los que se necesita trabajar, aceptar
que debemos cambiar nuestros hábitos, nuestro carácter, nuestro comportamiento;
recordemos que no es posible mejorar sin cambiar. Los ingredientes del liderazgo no
pueden ser enseñados, deben ser aprendidos. Como lo afirma la teoría lutalope: “Un
deseo sin acción es una simple ilusión”

No obstante, la premisa sobre la que se construye esta temática sobre el nacimiento del
líder nos dice que “No todos somos buenos para todo, pero lo que sí es cierto, es que
todos somos buenos para algo”. Obviamente, no basta con saber que todos somos
buenos para algo, el problema siempre será el que uno se muera sin saber para qué era
bueno.

En cada ser humano existe una gran capacidad para desarrollar. Será responsabilidad
de quien lidera, encontrar las condiciones y atributos en cada miembro de su equipo de
colaboradores, para potenciar y dinamizar sus capacidades. La función del líder es
producir más líderes, no más seguidores.

A la organización llegan inicialmente individuos, estos individuos van conformando


grupos y uno de los grandes retos del líder, es lograr que dichos grupos aprendan a
trabajar en equipo. Como bien lo expresó T. Roosevelt: “Nadie es más inteligente que
todos nosotros juntos”. El líder se diferencia de los demás miembros de un equipo o de
la sociedad por ejercer mayor influencia en las actividades y en la organización de éstas.

El líder adquiere status al lograr que el equipo o la comunidad logren sus metas. Su
apoyo resulta de qué consigue para los miembros de su equipo, comunidad o sociedad
más que ninguna otra persona.

El líder tiene que distribuir el poder y la responsabilidad entre los miembros de su equipo.
Esta distribución juega un papel importante en la toma de decisiones y, por lo tanto,
también en el apoyo que el equipo le otorga.

Como el liderazgo está en función del equipo, es importante analizar no solo las
características de éste sino también el contexto en el que el equipo se desenvuelve, pues
se considera que estas características determinan quién se convertirá en el líder del
equipo.

Dependiendo si la situación requiere acción rápida e inmediata o permite deliberación y


planeación, los liderazgos pueden caer en personas diferentes, pues el liderazgo tiene
un carácter situacional.

Tras un panorama de tantos cambios e incertidumbre permanece una constante: “liderar


nunca había sido tan retador”.

Las últimas investigaciones a la luz del año 2014 señalan que la competencia más crítica
del liderazgo es la de dirigir y gestionar el cambio. He aquí pues el reto para quienes
desean alcanzar estándares superiores en sus organizaciones. Como bien reza un
proverbio Chino: “Si no cambiamos la dirección de nuestros pasos, es muy probable que
acabemos llegando allí adonde nos dirigimos”

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