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CAPÍTULO 2

Geopolítica de Negocios y Mercados

Geopolítica de las revoluciones de los negocios


y de los recursos naturales
Para poder realizar un trabajo sobre la geopolítica y la geoeconomía en los negocios y
mercados verdes es importante iniciar desde algunos conceptos fundamentales. Rudolf
Kjellen (1916), en su libro más importante: El Estado como organismo viviente, expuso
por primera vez el término geopolítica como “la ciencia que pretende fundar la política
nacional o internacional en el estudio sistemático de los factores geográficos, económicos,
raciales, culturales y religiosos”. Se puede decir que es un concepto bastante amplio
porque engloba todos los factores políticos, legales, económicos, medioambientales, de
biodiversidad, de comercio internacional, de negocios internacionales, de producción, de
consumo y de explotación de recursos naturales; es una lista interminable de factores
que pueden generar intereses y a la vez conflictos entre países con diferentes modelos
de desarrollo económico, que ocasionan un impacto importante en las economías, el
desarrollo y el crecimiento de las naciones. Más tarde, Alfred Mahan (1918) define la
geopolítica como “la relación existente entre el poder y su distribución dentro de una
determinada área de influencia”
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Friedrich Ratzel (1897) define geopolítica como la función del Estado “como un organismo
vivo, y como tal necesita un espacio para crecer, moverse, y tener una forma de vida”. Es
una filosofía que trata sobre la estrategia para encontrar nuevos territorios en los que
puede expandirse.

Con el surgimiento de la ciencia económica y la institucionalización de la economía como


marco de convivencia universal, se dio inicio a un proceso de cinco siglos de economización
del mundo. Hoy, con la mundialización y el fenómeno de la globalización, la verdad
innegable de la economización de la ecología y la naturaleza se transmuta en capital
para las naciones‑estados y para los empresarios, ampliando las formas de valorización
económica de la naturaleza (O’Connor, 1993).

La naturaleza, con toda su biodiversidad, expresa la variedad de formas de vida en los


ecosistemas, de cultura, de hábitat, de reservas naturales, que son hoy valorizados por su
potencial genético, sus recursos ecoturísticos y su función como colectores de carbono,
como uno de los negocios del siglo xxi.

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Se aprecia que las geopolíticas de las naciones recientes, en torno a la biodiversidad, no


responden tan sólo a una preocupación por la pérdida de especies biológicas y por su
importante papel en el equilibrio ecológico del planeta. La biodiversidad se ha revelado
como un enorme banco de recursos genéticos que son la materia prima de los grandes
consorcios de las industrias farmacéuticas y de alimentos, cuyo valor económico supera
ya el de los consorcios petroleros. Por su parte, para los países y los pueblos donde se
encuentran localizadas las áreas de mayor biodiversidad, ésta representa, por una parte,
el referente de significaciones y sentidos culturales que son trastocados cuando son
transformados en valores económicos; por otra parte, la biodiversidad es la expresión del
potencial productivo de un ecosistema, ante el cual se plantean las estrategias posibles de
su manejo sustentable, así como las formas de apropiación cultural y económica de sus
recursos (Leff, 2001).

Los economistas Martínez y Roca (2000) se han expresado sobre las limitaciones del mercado
y los negocios para regular efectivamente los equilibrios ecológicos y su capacidad para
internalizar los costos ambientales a través de un sistema de normas legales; sugieren que
“la economía debe constreñirse a los límites de expansión que asegure la reproducción
de las condiciones ecológicas de una producción sustentable y de regeneración del
capital natural” (p. 459). La racionalidad económica, dentro de su proceso económico
de mundialización y crecimiento económico, carece de flexibilidad y maleabilidad para
ajustarse a las condiciones de la sustentabilidad ecológica.

Se vislumbra así la importancia de definir Geografía económica o Geoeconomía, la cual es


un criterio suficiente para poder entrar a explicar la geopolítica verde de las naciones en
materia de mercados y negocios internacionales. Paul Krugman (1995) la define como “el
estudio de la localización de la actividad económica en un área determinada. La localización
de la producción es una característica distintiva del mundo económico” (p. 93). Dentro de
la geografía económica, Krugman destaca cinco factores esenciales:

a) Geografía germánica
b) Física social
c) Causalidad acumulativa
d) Externalidades locales
e) Renta del suelo y uso del suelo.
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La geopolítica como ciencia no queda adscrita al ánimo de dominación de las potencias. Se


utiliza el término “geopolítica” para denotar una cierta espacialidad del poder del Estado
y la corporación que traspasa y transgrede las fronteras internacionales sobre asuntos
económicos, políticos culturales, comerciales, ecológicos, de biodiversidad, de consumo, de
producción, de distribución y demás, dejando de lado los métodos militares y el deseo de
dominación sobre otros estados‑nación. El concepto moderno de aplicar geopolítica está
basado en la expansión de los estados a través de sus empresas multinacionales por todo
el mundo; pretende la homogenización del modo de producción y consumo capitalista,
de mundialización de los mercados, de las transacciones financieras, de explotación de
los recursos naturales, de constituir un negocio mundial con el ADN de las personas,
animales y plantas, de externalidad de los costos ambientales, de entrelazamiento de las
redes de comunicación, del control mundial de las imágenes y de las informaciones y de
explotación de la mano de obra con niños y mujeres embarazadas. Por ello se habla hoy
en día de mundialización.

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A partir de esto se busca tener una influencia determinante sobre:

a) Aspectos geográficos
b) Culturales
c) Explotación de recursos naturales
d) Comercio internacional
e) Innovación, ciencia y tecnología
f) Mercados
g) Biotecnología
h) Patentes ADN
i) Desarrollo Sustentable
j) Biodiversidad y ecosistemas
k) Medio ambiente
l) Educación
m) Crecimiento económico
n) Derecho Ambiental
o) Seguridad
p) Consumo
q) Derechos Humanos
r) AMUMA - MEA
s) OMC, OIC, GATT, TBT
t) UNCTAD
u) FMI
v) FAO
w) DIMA
x) Marcas y patentes en general
y) Gobernabilidad corporativa empresarial
z) Responsabilidad Social Empresarial (Pacto Mundial de la ONU)

Esta influencia determinante busca conciliar los intereses comerciales con los sociales; y
de parte de los empresarios se busca una responsabilidad social capaz de crear riqueza,
empleo, desarrollo sustentable, servir a la sociedad y hacerlo en el marco de la constitución
y la ley de cada nación. En este sentido, la competitividad en la nueva economía global
depende mucho de la capacidad política de las instituciones nacionales y de la capacidad
política de las instituciones supranacionales.
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Ahora bien, la reflexión sobre las acciones se hace sobre los grupos de poder (lobbies)
que representan a las multinacionales y que financian campañas de los partidos políticos,
para tratar de influir en los gobiernos de las naciones. Las personas que antes ocupaban
puestos directivos en multinacional o subsidiaria pasan a formar parte del gobierno
(concesión de subvenciones) para favorecer a sus antiguas empresas. En los países
pobres las multinacionales influyen también sobre los gobiernos para que sus intereses
económicos no se vean afectados por medidas relativas a la legislación laboral, fiscal,
ecológica o medioambiental.

No son las armas la respuesta al mundo multipolar, sino la habilidad para colocar
capitales, ganar expansión de mercados internacionales y dominar los negocios
internacionales, es otra forma de dominación, en guerras que no dejarán muertos,
sino grandes espacios económicos que pasarán de mano en mano.
Lester Thurow

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La regulación ecológica y ambiental, desde el antropocentrismo, dentro de los tratados


internacionales de comercio es ya conminatoria para los asuntos de verdad, justicia, equidad
y reparación, por sus implicaciones en la vida y la salud del hombre y de la biodiversidad.
Esta mirada, en la que se responsabiliza al hombre como primer y único causante de los
desastres ecológicos, pero a la vez como benefactor de la explotación de la naturaleza y
de su salvaguarda, es la que ha permeado el derecho ambiental internacional (Declaración
Estocolmo, Declaración de Rio 1972 y Declaración de Johanesburgo, 2002).

Dentro del modelo capitalista siempre se ha manifestado que capitalismo y ecología‑medio


ambiente son incompatibles por la visión, la misión y los objetivos tan distintos que
persiguen. Con el paso del mercantilismo (que pretende maximizar el interés del Estado
soberano y no el de los propietarios de los recursos económicos, fortaleciendo así la
estructura del naciente Estado nacional, acumular riqueza nacional, materializándose ésta
en las reservas de oro y plata que tuviera un estado) al capitalismo (propietario de los
medios de producción, donde el individuo es soberano en decidir que consume y en qué
gasta su dinero) y, por último, a la mundialización (proceso mundial de homogenización del
modo de producción capitalista, de mundialización de los mercados y de las transacciones
financieras, de entrelazamiento de las redes de comunicación y del control mundial de
las imágenes y de las informaciones), las exigencias de producción, sociales, comerciales,
de negocios y del derecho buscan generar un mercado libre sustentado en directrices
medioambientales y ecológicas para hacer tributo al Desarrollo Sustentable, de tal manera
que se eviten comportamientos indeseables de las organizaciones e individuos que atenten
contra la naturaleza de la Tierra.

Abdel (2001) argumenta, respecto de los objetivos del capitalismo mundial y de los tratados
internacionales de medio ambiente, según sus investigaciones, “que tales objetivos que
regulan del ‘Derechos ambiental’ colisionan”. Esto demuestra que los intereses de los
empresarios y gobernantes, dentro del marco del comercio internacional en presencia
de la mundialización, tienen una fuerte incidencia en el deterioro de la naturaleza, la
biodiversidad y el daño al medio ambiente. Así lo reafirma también Pons (2008) al sostener
categóricamente que:

El incremento del comercio y su progresiva liberalización acrecientan los efectos


perjudiciales en la medida que conllevan un incremento de la producción y de
los intercambios, redundando en un uso intensivo del suelo, un abuso sobren
los animales y plantas, un mayor consumo de energía y un incremento de la
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contaminación, de las emisiones de CO2 o de la producción de basuras (p. 36).

De la misma corriente de pensamiento, Bosselmann (1992) afirma que es una evidencia


que el crecimiento económico de las empresas y de las economías, sustentado en el
comercio internacional, genera daños a la salud, a la vida, a la naturaleza, a la ecología
y al medio ambiente, en la medida en que se explotan los recursos naturales de manera
indiscriminada e insostenible y se ofertan productos alimentarios de baja seguridad, lo
que genera contaminación en los ecosistemas que rebasan la capacidad de asimilación
del sistema.

Entonces, el intento por crear una geopolítica de negocios y mercados verdes globales
pertinentes, no se encadena al desarrollo económico de las naciones exclusivamente, sino
a otras variables explicativas como:

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a) La virtud ecológica del consumidor por cambiar su forma y estilo de vida.


b) La incapacidad de asimilación de la tierra.
c) La sobreexplotación de los recursos naturales.
d) La contaminación por la producción y comercialización industrial de productos aptos
para el consumismo.
e) Los eufemismos y falacias en la comunicación comercial por parte de los publicistas.
f) La mundialización y globalización de los mercados y negocios para acrecentar la
riqueza de los empresarios.
g) La geopolítica liberalizadora de los Estados al sostener políticas medioambientales
y ecológicas con estándares mínimos, que proporcionan ventaja comparativa al
producirse el ecodumping (un país utiliza una legislación ambiental demasiado laxa
como un instrumento para lograr metas económicas relacionadas con el comercio y las
políticas. Tiene lugar cuando los costes ambientales se internalizan en distinto grado
en el interior de dos economías que comercian entre sí. El país con una regulación
más permisiva contará con una ventaja en los costes, que trasladará a los precios. El
argumento del dumping ecológico reside en que esa diferencia de precios es desleal y
distorsiona el comercio. En muchos casos, se argumenta que los productos se acaban
vendiendo por debajo del coste real de producción).
h) La visión crítica sobre instrumentos de proteccionismo, medidas compensatorias y
subvención encubiertas por los países industrializados ante la progresiva pérdida de
competitividad internacional.
i) Externalización de costes ambientales, que es el resultado de una mala valoración
y atribución de los recursos; resulta en un sistema distorsionado de precios y en un
sistema de asignación de recursos que ignora el medio ambiente.

Existe una externalidad cuando la producción o el consumo de un bien afectan


directamente a los consumidores o empresas que no participan en su compra ni en su
venta, y cuando los efectos no se reflejan totalmente en los precios de mercado. Se dice
que existen externalidades positivas cuando obtenemos una ventaja o beneficio por lo
que otros hacen, mientras que si es un perjuicio hablamos de externalidades negativas
(Ruesga y Durán, 1995). Se trata pues de un efecto indirecto ligado al comercio en este
sentido, pero cuya responsabilidad, en este caso, hay que imputársela enteramente, como
sostiene el GATT, a los fallos del mercado. Dentro de los costos externos ambientales están:
el agotamiento, los daños e impactos antiestéticos, el aire residual, las emisiones de agua,
la disposición de desechos a largo plazo, los efectos en la salud no compensados y los
cambios en la calidad de vida local.
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Se aprecia que la geopolítica de la biodiversidad, frente a la geopolítica de los mercados


y negocios verdes dentro del fenómeno globalizador, se centra en los simulacros, falacias
y poca virtud de la capacidad empresarial y de los gobernantes para guiar y alcanzar
los objetivos del desarrollo sostenible. Prueba de ello es la externalidad de los costos
medioambientales y ecológicos, la explotación insostenible interna y externa de los
recursos naturales, la oferta de productos basados en promesas ecológicas y naturales
falsas y la explotación del patrimonio y bienes comunales, para transformarlos en nuevas
oportunidades de negocios.

La dialéctica entre la racionalidad económica, la racionalidad de vida, la racionalidad


ecológica y medioambiental en la visión positiva del futuro del desarrollo sustentable
conlleva a contrastar y a oponerse a la lógica del valor de cambio, una racionalidad
productiva fundada en el valor de uso, que es sustentada en la explotación de los recursos
naturales.

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La racionalidad ecológica, del medio ambiente y de la naturaleza hace cambiar el paradigma


de la producción, de la conservación y el consumo desde la aptitud ecológica de los
ecosistemas con su biodiversidad y las significaciones y simbolismos adjudicados a la
Madre Tierra por la cultura, la subcultura y las culturas híbridas, las cuales dan origen a una
geopolítica del hacer, del saber hacer y del ser, de la biodiversidad, de la producción y del
desarrollo sustentable con Responsabilidad Social Empresarial. Ello lo prueba Georgescu
Roegen (1971), quien propone la ley de la entropía y el proceso económico, en el cual
niega la armonía entre la política económica con la geopolítica de la naturaleza. Pues La
búsqueda del crecimiento económico de las naciones y las empresas está encontraría del
tema ambiental. Daly, en su obra Economía, Ecología y Ética, critica la “manía del crecimiento”,
es decir, confiar toda la solución de los problemas económicos de la humanidad (pobreza,
paro, inflación, contaminación...) al aumento de la producción de bienes materiales, sin
caer en cuenta de las negativas consecuencias sociales y ambientales: “Producir más y
más bienes para más y más gente, en un mundo sin fin [...] no sólo no es posible, sino que
tampoco es deseable” (1989 p. 43).

La dialéctica entre ecología y crecimiento económico no esboza enfáticamente y de


manera coherente los intereses de los grupos sociales de las distintas culturas en conflicto.
En este sentido, el objetivo fundamental del desarrollo sustentable pretende unas sinergias
socioeconómicas globales y económico‑ambientales mundiales acordadas por todas las
naciones del mundo, eliminando los intereses de la mano invisible en relación con el uso y
explotación de los recursos naturales, para un beneficio de las grandes mayorías, centrado
en la idea de satisfacer las necesidades reales, más que los deseos y la utilización de
recursos naturales.

Desde los orígenes de la civilización occidental, cuando el hombre empezó a trazar la


objetividad del mundo social, cuando la sociedad se descubre como una realidad objetiva,
es decir, tanto exteriorizada (independiente de los personajes que la producen) como
objetivada (constituida por mundos de objetos separados de los sujetos), fue asentándose
cada vez la idea de objetivar el mundo en el pensamiento positivista del hombre. Con la
economía se reafirma el mundo de la producción, la explotación de recursos y la riqueza,
y la naturaleza, llena de recursos naturales, se convierte en materia prima útil para la
explotación y construcción de riqueza para pocos y para el desarrollo de productos y
empaques para el consumo de necesidades y deseos. Así se configura la idea subjetiva
del consumo y del consumismo como mediación social, y se desarrolla el concepto del
consumo como acto simbólico de apropiación cargado de ideología.
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En este proceso de desarrollo y crecimiento se interrelaciona el hombre con el medio


ambiente natural específico, con una cultural y con los demás. El organismo humano
no posee los medios biológicos suficientes para proporcionar estabilidad su propio
comportamiento, dado que sus relaciones con su ambiente se caracterizan por su apertura
en el mundo. Este es el instante en que surge la complejidad ambiental para el hombre, que
se concibe en la perspectiva de una crisis del conocimiento, de la objetivación del mundo,
la intervención del conocimiento sobre la naturaleza, la biodiversidad y la emergencia de
entes híbridos que desbordan el sentido tradicional de la ontología y la epistemología.
La racionalidad ambiental se forja en un reencuentro de lo real y lo simbólico, en la
resignificación del mundo y la naturaleza, en un entramado de relaciones de otredad entre
seres y un diálogo de saberes, donde se reconfigura el ser, se reconstituyen sus identidades
y se forjan nuevos actores sociales en una política de la diferencia guiada por un deseo de
saber y de justicia, en la reapropiación social del mundo y de la naturaleza.

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Al ser este el escenario global de la geopolítica de la biodiversidad, la complejidad ambiental


toma relevancia por entremezclarse y fusionarse con los diversos órdenes materiales y
simbólicos que, determinados por la racionalidad científica, económica, y consumista,
han generado un mundo cosificado y objetivado que se va haciendo resistente a todo
orden de la ética ecológica y su conocimiento científico. Pero hay que tener presente
que el tema ambiental se hace complejo porque la característica principal es que todas
las ciencias atraviesan trasversalmente su estudio, dialogo y aplicación. No es exclusivo
el problema ambiental a una ciencia en especial; su prospectiva actual y futurista infinita
excede el campo de visibilidad de las ciencias y de la objetivación del mundo en la realidad
presente.

En este sentido surge el desarrollo sostenible como una respuesta a mitigar todos
los problemas medioambientales, ecológicos y que promueven una explotación
conservacionista de la naturaleza, donde el eje central está en la biodiversidad, que
aparece no sólo como una multiplicidad de formas de vida, sino como zonas de reservas
de naturaleza, espacios territoriales y hábitat de esa diversidad biológica y cultural, que hoy
están siendo valorizados por su riqueza genética, sus recursos ecoturísticos y su función
como colectores de carbono.

Enrique Leff sostiene que la geopolítica de la biodiversidad y del desarrollo sustentable


no sólo prolonga e intensifica los anteriores procesos de apropiación destructiva de los
recursos naturales, sino que cambia las formas de intervención y apropiación de la naturaleza
y lleva a su límite la lógica de la racionalidad económica. Esta nueva geopolítica de la
sustentabilidad se configura en el contexto de una globalización económica que, al tiempo
que lleva a la desnaturalización de la naturaleza, promueve con el discurso del desarrollo
sostenible una estrategia de apropiación que busca “naturalizar” la mercantilización
de la naturaleza. En esa perversión de “lo natural” se juegan las controversias entre la
economización de la naturaleza y la ecologización de la economía (2005).

El siguiente escrito permite dimensionar esta problemática de Marx y Engels en 1848:


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Esto avizoraba ya una premonición de cómo sería el mundo geoeconómico, geopolítico y


de la geobiodiversidad de los recursos naturales y de los negocios. Ya no había cabida para
el mundo feudal de producción que seguía imperando, pues no bastaba ya para cubrir
las necesidades que abrían los nuevos mercados. La manufactura en talleres ocupaba su
territorio y la división del trabajo surgía como respuesta para la competitividad. Pero todo
ello no fue suficiente: los mercados seguían creciendo, la población también, las necesidades
no esperaban. Entonces la manufactura cedió el paso a la gran industria moderna a la que
se le llamó el fordismo, para luego pasar, hoy en día, a los grandes centros de producción
fijos (plantas de producción en tierra) o móviles (plantas de producción en barcos).

Se aprecia que la gran industria reinventó el mercado mundial, la industria, el comercio, la


navegación, los ferrocarriles y las TIC. Crecen los capitales y surge el concepto de mercado
mundial; esto da a la producción y al consumo un estatus cosmopolita, y permite que a
partir de los años ochenta se cristalice la globalización y mundialización de los negocios,
acompañado de la explotación de los recursos naturales y de la contaminación.

La globalización de la economía mundial, promovida por los Estados Unidos, ha posibilitado


la reestructuración de su economía y la reconquista de la hegemonía que compartía con
Europa y con Japón en la década de los ochenta. Esta hegemonía compartida en los
ochenta por Estados Unidos, por Europa y por Japón fue sintetizada y conocida como
“La Tríada”. La globalización de la economía mundial fue una respuesta a los bajos niveles
de la masa de ganancia y de la tasa de ganancia en la década de los setenta y hasta
mediados de los ochenta. La globalización dio apertura comercial, industrial (maquila), de
libre movilidad de la mano de obra entre fronteras (subcontratación) y de ampliación de
las inversiones a nivel mundial (fondos de inversión), iniciada por las grandes empresas.
Esta ampliación de la inversión fue apoyada por los gobiernos de los países desarrollados
y por los organismos internacionales, y sustentada teóricamente en el neoliberalismo.

En un mundo sin fronteras, una sobreoferta de bienes y servicios proveniente de muchos


países del mundo circulan libremente en un mercado global o mundial; esto indica que
desde el surgimiento de la globalización no existe un modelo económico global útil y
semejante, obligado por las diversas variables y patrones que se encuentran entrelazados,
como sucede con la maquila, la disminución de la preferencia de marca en el mundo
occidental, el crecimiento aterrador de las marcas blancas y marcas propias, los fondos de
inversión, las diferencias en la legislación ambiental entre países, las tasas de intercambio
de divisas y las tasas de impuestos, la subcontratación de la mano de obra, la cultura, las
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subculturas, la interculturalidad, la comunicación para el desarrollo sustentable, la aparición


de las sociedades cibernautas y la creación de redes sociales, la eco‑innovación, el fuerte
desarrollo de las TIC para la competitividad de las naciones, las empresas industriales,
comerciales y de servicios e individuos y la educación.

Esta realidad, más no sueño, demuestra que pocos empresarios académicos, gobernantes,
sociedad y políticos no contienen dentro de su imaginario mental, en el discurrir de
sus labores cotidianas, la existencia real y palpable que se moviliza y se realiza en sus
actividades productivas dentro de un mundo global, en todos los aspectos básicos para
la competitividad, como: ciencia y tecnología, economía, política, negocios, educación,
medio ambiente y ecología. Entonces, si el mundo de los negocios es ya distinto: ¿por
qué seguir con los modelos económicos de David Ricardo, Adam Smith y Keynes?
Modelos que están sustentados en una economía estado‑nación o, mejor, economías
cerradas. En un Nuevo Orden Mundial sin fronteras, sin ideologías, con eco‑innovación
presente y con una devaluación de la importancia del espacio territorial ¿qué lugar ocupa

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la geopolítica? Tuathail (1996) plantea algunas observaciones que pueden contextualizar


este interrogante.

Los métodos comerciales han desplazado los métodos militaristas […], la lógica
del conflicto será expresada por la gramática del comercio […], la distribución del
territorio se convierte en distribución de tiempo, la pérdida del espacio territorial
nos lleva al Nuevo Orden […], la transición será de geopolítica hacia ecopolítica
[…], el espacio no es más grande en geopolítica, lo es en electrónica.

Así es el contexto del siglo xxi, una economía global soportada en una “geopolítica
económica” que involucra la geopolítica de mercado y la geopolítica medioambiental
y ecológica, que consiste en la influencia determinante del medio ambiente (elementos
tales como las características geográficas, las fuerzas sociales y culturales y los recursos
económicos) en la política de una nación para la competitividad. La visión del siglo xxi para
la mayoría de los futuros gerentes y propietarios de corporaciones y Pymes es tener una
mirada anticipatoria en este futuro real. Millones de euros y dólares se gastan anualmente
tratando de pronosticar el rumbo que tomarán los mercados, las industrias y las empresas.
Sin embargo, la complejidad del una economía globalizada en toda su extensión y la gran
cantidad de factores que influyen en los acontecimientos, lo hacen un objetivo exclusivo.

Peter Druker sostuvo siempre y con vehemencia que la competitividad no se hereda;


por consiguiente, si se quiere ser competitivo, toda revolución debe generar un impacto
fuerte en la economía y la sociedad de manera productiva. En este orden de ideas, el
conocimiento es, en el siglo xxi, un recurso crucial entre los múltiples determinantes de
la competitividad de un país y las empresas. La generación de valor, según la creación
intelectual, es decir, la producción de conocimiento, así como el uso del conocimiento
disponible, es una herramienta fundamental para producir bienes y servicios innovadores,
capaces de insertarse adecuadamente en mercados competitivos. La propiedad intelectual,
entendida en su sentido más amplio, es una herramienta de incentivo a la producción
y creación de intelectuales y, por tanto, una herramienta disponible por las naciones
para contribuir al logro de grados superiores de competitividad y productividad de las
empresas.

La producción de conocimiento patentable parte, entre otros, de la utilización del


conocimiento disponible para orientar los esfuerzos, tanto humanos como económicos,
hacia la innovación basada en los avances técnicos disponibles buscando competitividad.
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Este aprovechamiento, que beneficia la productividad y la competitividad de las empresas,


debe ir acompañado de las ventajas que para el innovador se derivan de la protección
de su creación (Conpes, 2008). Significa que del año 2000 en adelante las empresas y los
países más competitivos serán aquellos que produzcan mayor conocimiento patentable,
entendiéndose éste como una aproximación de la creación y producción intelectual. Esta
realidad comprueba una vez más lo que Peter Druker ya había demostrado años atrás,
puesto que fue el primero en dar testimonio de que el conocimiento se transformó en
un factor productivo más relevante que los tradicionales: el capital, el trabajo y la tierra.
El conocimiento transforma también la naturaleza de la relación laboral. El trabajador
de conocimiento no es el trabajador tradicional ni es el jefe tradicional, es alguien
intermedio.

Los países exitosos del sudeste asiático son exportadores de bienes y servicios
intensivos en conocimiento.

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El vínculo e implementación de la ciencia, la tecnología y el desarrollo a la creación de nuevas


técnicas y la posterior capacidad y destreza para incorporarlas a modo de tecnologías en
el sector productivo, crea nuevos productos y servicios en la búsqueda de solución a las
necesidades de la sociedad, y repercute en el nivel de desarrollo sustentable, la calidad de
vida de la biósfera y la armonía social en cualquier cultura, lo que da lugar a un importante
sistema: Ciencia‑tecnología‑industria‑academia y sociedad civil (Figura 3).

En este trasegar de evolución tecnológica existen dos momentos de un proceso que


no fluye de forma unidireccional y sin realimentaciones, sino como elementos que se
relacionan para el análisis del proceso de cambio. El primero es la invención, que consiste
en la materialización de una idea potencialmente generadora de beneficios económicos,
pero no necesariamente realizada de forma concreta, que permite ser explotada
comercialmente. El segundo es la innovación, que consiste en el desarrollo de una idea
convertida en un producto o servicio ofrecido comercialmente. La introducción al mercado
de la invención es lo que se denomina innovación. Se trata de un hecho comercial y social
que crea riqueza, y no principalmente conocimiento.

Resulta manifiesto que la relación establecida entre las tres revoluciones industriales y la
sustentabilidad de la Tierra y la globalización es de carácter asimétrico, en tanto que la
detracción del crecimiento económico y el mercantilismo, producida por la fuerza de trabajo
y la actividad industrial, no es proporcional al bienestar y la sustentabilidad de la aldea
mayor, que generaba y genera un esfuerzo; asimismo eran y son asimétricas las onerosas
cargas que existen al satisfacer las necesidades de las futuras generaciones, por razones
del crecimiento económico, la transferencia de costos ambientales y la globalización.

Figura 3 - Vínculo entre ciencia, tecnología y desarrollo


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Pero así como se han desvanecido los antiguos modelos económicos de Adam Smith,
Keynes y David Ricardo —para morir súbitamente han contenido una alta carga de
innovaciones—, no ocurre lo mismo en los procesos de globalización (la globalización

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Geopolítica de Negocios y Mercados 67

incluye aspectos extraeconómicos: la cultura, la interculturalidad, los regímenes legales, los


derechos humanos, la seguridad, el medio ambiente, la comunicación para el desarrollo,
la comunicación intercultural y la biodiversidad) y cambio cultural generalizado, donde
juegan muchos y nuevos elementos íntimamente unidos, concatenados y situados a
diferentes niveles. La superación del modo de producción en el siglo xxi se genera desde la
globalización, la cual no es una alternativa para el nuevo gerente y ejecutivo de negocios
internacionales si pretende, como es su responsabilidad, ser competitivo y productivo.

Los cambios en la competitividad y la productividad de las empresas hacia la competitividad


y la productividad ecológica y el medio ambiente se ubican detrás de la productividad limpia
(producción limpia) donde se encuentran el desarrollo tecnológico y la eco‑innovación (C&T
= Innovación – Eco‑innovación), que juegan un papel crucial en el desempeño económico
actual. La productividad de los factores ha crecido a tasas sorprendentes, reflejando
mayor eficiencia en los factores capital y trabajo, mejores prácticas empresariales, cambios
organizacionales y formas innovadoras para la producción de bienes y servicios. Después de
todo lo dicho, no sólo el progreso tecnológico ha implicado el cambio en la productividad,
también la calidad del trabajo y del capital han mejorado debido a las fuertes inversiones
en ciencia, innovación y tecnología, en las TIC y en la mejor preparación de los recursos
humanos. Las TIC han contribuido a dinamizar sectores estancados, a reducir costos de
transacción y mano de obra y a facilitar la cooperación entre unidades económicas.

La eco‑innovación tiende a estar estimulada por el mercado global y por gestión de la


Responsabilidad Social Empresarial Ambiental. La participación de nuevos productos y
servicios en las exportaciones es mayor, y se refleja en la producción científica que crece día
a día, y con ella el número de patentes asociadas a las nuevas invenciones, especialmente
en campos como la C&T (robótica, mecatrónica, telecomunicaciones, microelectrónica), las
TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) y la biotecnología. Las inversiones en
innovación tienden a vestirse en fondos de capital de riesgo que financian a nuevas firmas.
El siglo xxi es de asociatividad, por ello la eco‑innovación se basa en la cooperación estrecha
entre ciencia e industria y, en general, en la cooperación creciente en red (networking
cooperation). Tanto el sector público como el privado juegan papeles protagónicos en la
investigación y el desarrollo al servicio de la competitividad ecológica, pues los avances
tecnológicos se hacen obsoletos con rapidez porque se ha acortado el ciclo tecnológico.
Por estas evidencias se precisa tener claridad acerca de los factores de competitividad para
el siglo xxi, tanto desde el punto de vista del entorno global de las empresas como del
talento humano dentro de las mismas.
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La estrategia competitiva y la estrategia operativa deben estar en concordancia con el


desarrollo del talento humano y con el desarrollo sustentable. La empresa puede disponer de
los recursos necesarios para lograr sus objetivos, pero si el personal no está comprometido
ni preparado, definitivamente la empresa va a entrar en dificultades. El reto para los gerentes
del siglo xxi será identificar, capturar y desarrollar aquel conocimiento que permita elevar la
productividad para hacer de sus empresas competitivas ambientalmente y exitosas en los
negocios verdes. De tal suerte que la globalización geoeconómica y de geobiodiversidad
se convierte en una oportunidad sólo para aquellos gerentes y empresarios con capacidad
de acceso a la tecnología y a los conocimientos más avanzados, hoy llamados nuevas
tecnologías, que se han vuelto universales.

Al respecto, Porter (1980) propone una “Cultura para la competitividad”, la cual debe ser
desarrollada por la alta gerencia y sustentada en los siguientes pilares:

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68 Ernesto Duque Gómez

a) La riqueza se obtiene de la productividad. Máximos resultados al costo más bajo.


b) La prosperidad se limita sólo por ideas y comportamiento.
c) Todos los grupos humanos del país pueden y deben prosperar simultáneamente.
d) La base del éxito de la empresa es la productividad, competencia e innovación.
e) La base del éxito personal proviene de su educación, habilidades, capacidades y
experticias.
f) El éxito se debe al esfuerzo personal y al trabajo constante e inteligente.

La lógica de Porter estriba en que la competitividad es el resultado de una mejora de la


calidad —lo que se llama en calidad el Kaisen (mejoramiento continuo)—, y de innovación
—incluye hoy en día la eco‑innovación—. Además, la competitividad está relacionada
fuertemente a la productividad que se puede palpar en las tendencias de los negocios
y tecnologías de finales del siglo xx e inicios del siglo xxi. La prosperidad y la riqueza,
dentro de un una economía y un sistema de producción globalizado, no dependen
exclusivamente de los recursos naturales y de las tecnologías existentes. Es decir, hoy en
día, si un empresario desea aumentar su riqueza dentro de una geoeconomía globalizada
como la actual, ya no requiere de la tecnología con la que siempre se ha usufructuado, ni
de los recursos naturales y minerales que han existido en su país o en cualquier lugar del
mundo. Hoy la prosperidad y la riqueza no dependen de los recursos naturales y minerales
ni de industrias; para el caso real se pueden ver y analizar los países exitosos del sudeste
asiático (es la región de Asia situada al sur de China y al este de la India), donde las
mayores exportaciones están en bienes y servicios intensivos en conocimiento; Tailandia,
Indonesia, Malasia, Singapur y Filipinas son los países que invierten en Agrobiotecnología
(ver Mapa 1).

Actualmente se puede completar la lista de países muy pobres en recursos naturales


y que, sin duda alguna, gracias a la visión positiva del futuro de los gobernantes y de
los empresarios, a través de la educación, han logrado desarrollar índices muy altos
de crecimiento económico y social. La diferencia entre países ricos y pobres no está
exclusivamente en los recursos naturales disponibles que poseen. Por ejemplo, Japón
posee una geografía limitada, 80 % montañoso, totalmente inadecuado para la explotación
pecuaria y agrícola, pero es la segunda economía mundial. Otros casos son Singapur, Hong
Kong, Corea de Sur y Taiwán.

Es así como países enormemente ricos en recursos hídricos, forestales, petróleo, gas,
minerales y agrícolas, entre otros, no han logrado traducir esas ingentes riquezas en
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verdadero desarrollo nacional y aporte al bienestar de la sociedad. Al respecto se pueden


citar países como Colombia, Uganda, Venezuela, Angola, República Democrática del Congo
y a tantos otros, muy pobres y, sin embargo, muy ricos en diversos recursos naturales.
Son muchos los países que viven esa paradoja de riqueza y pobreza. Colombia es rica en
diversidad biológica, agrícola y pecuaria, ecosistemas, carbón, oro y petróleo; Liberia es
rica en diamantes; Argelia, en gas; Libia, Nigeria, Irak, Irán y Arabia Saudita, en petróleo.
Más cerca de Colombia está Venezuela con sus millonarios ingresos por exportación de
petróleo y derivados. Es evidente que también a Bolivia la debemos incluir en este listado,
ya que ha sido, y sigue siendo, víctima de esta desconcertante paradoja. A su riqueza
mineralógica, gasífera y petrolera se unen ahora el litio, el cadmio y el boro, entre otros.

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Geopolítica de Negocios y Mercados 69

Mapa 1 - Países Agrobiotecnológicos 1996 – 2008


Países y megapaíses agrobiotecnológicos *, 2008
N.° 14 N.° 22 N.° 19 N.° 23 N.° 24 N.° 20
Esapaña* Alemanía República Checa Polonia Eslovaquia Rumanía
N.° 21
<0,05 millones ha <0,05 millones ha <0,05 millones ha <0,05 millones ha <0,05 millones ha <0,05 millones ha
Portugal
Maíz Maíz Maíz Maíz Maíz Maíz
0,1 millones ha
Maíz
N.° 6
China*
N.° 4
3,8 millones ha
Canadá*
Algodón, tomate, ála-
7,6 millones ha mo, petunia, papaya,
Canola,maíz, soja, pimiento dulce
remolacha azucarera

N.° 4
N.° 1 India*
Estados Unidos* 7,6 millones ha
62,5 millones ha Algodón
Soja,maíz, algodón,
cánola, calabaza,
papaya, alfalcha, N.° 11
remolacha azucarera Filipinas*
0,4 millones ha
N.° 13 Maíz

Mexico*
0,1 millones ha N.° 25
Algodón, soja Egipto
<0,05 millones ha
Maíz
N.° 17
Honduras
<0,05 millones ha N.° 12
Maíz Australia*
0,2 millones ha
N.° 16 Algodón, cánola, clavel

Colombia
<0,05 millones ha N.° 18
Algodón, clavel Burkina Faso
<0,05millones ha
Maíz
N.° 10
Bolivia*
0,6 millones ha N.° 15 N.° 2 N.° 9 N.° 7 N.° 3 N.° 8
Soja Chile Argentina* Uruguay* Paraguay* Brasil* Sudáfrica*
<0,05 millones ha 21,0 millones ha 0,7 millones ha 2,7millones ha 15,8millones ha 1,8 millones ha
Maíz, soja, cánola Soja, maíz, algodón Soja, maíz Soja Soja, maíz, algodón Maíz, soja, algodón

* 14 megapaíses biotecnológicos que cultivan un minímo de 50.000 hectáreas agrobiotecnológicas.


Fuente: Clive James, 2008.
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Los países avanzados y desarrollados han priorizado los conocimientos tecnológicos y la


capacitación en todo lo referente al desarrollo industrial, la biotecnología y lo cibernético. Es
una formación hacia la acción, hacia el cambio. Por otro lado, sus gobiernos y corporaciones
multinacionales o transnacionales han orientado significativos fondos económicos hacia
la investigación, el desarrollo y la creatividad industrial para enfrentar la competitividad
en mercados globales. Es el caso de las fuertes inversiones en biotecnología aplicadas a
la agricultura, o como llaman otros: el desarrollo de productos transgénicos, que desde
su génesis reciben muchas críticas y opositores. Su desarrollo ha pretendido resolver los
problemas de hambruna mundial, seguridad alimentaria y productividad al agricultor,
como también producir nuevos alimentos, tener la posibilidad de incorporar características
nutricionales distintas en los alimentos y desarrollar vacunas indiscriminadas comestibles,
por ejemplo: tomates con la vacuna de la hepatitis B.

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70 Ernesto Duque Gómez

Pero también sostienen los científicos interesados que la biotecnología al servicio de


la agricultura ofrece ventajas al medio ambiente; por ejemplo: el desarrollo de algunos
nuevos materiales transgénicos agrícolas ha permitido una simplificación en el uso de
productos químicos, como en el caso del maíz Bt, donde el combate de plagas ya no
requiere el uso de insecticidas químicos de mayor espectro y menor biodegradabilidad
(Schnepfm, 1998).

La cumbre sobre seguridad alimentaria llevada a cabo en Roma en noviembre de 2009


sostiene que los cambiantes factores socioeconómicos que motivan el incremento de
la seguridad alimentaria en el mundo estarán sujetos al crecimiento de la población, el
aumento de la urbanización, los biocombustibles y la subida de los ingresos. De acuerdo
con la última revisión de las perspectivas relativas a la población hechas por las Naciones
Unidas, se prevé que la población mundial aumente un 34 %, desde los 6.800 millones de
personas actuales hasta los 9.100 millones, en 2050. Prácticamente todo este aumento de
la población tendrá lugar en la parte del mundo que engloba a los países en desarrollo de
hoy en día, y una gran proporción de él procede de la hipótesis de que la esperanza de
vida será mayor. El mayor incremento relativo de la población, del 120 %, se espera que
corresponda a los países menos adelantados de la actualidad. Según las proyecciones, en
2050 más del 70 % de la población mundial será urbana, y la urbanización traerá consigo
cambios en los estilos de vida y en los hábitos de consumo (ver Mapa 2).

Mapa 2 Hectáreas cultivadas con transgénicos a nivel mundial (1996 – 2008)

SUPERFICIE MUNDIAL DE CULTIVOS BIOTECNOLÓGICOS


Millones de hectáreas (1996 -2008)

180 «Hectáreas de características» 25 países agrobiotecnológicos


Hectáreas totales
160
Industrializados
140 En desarrollo

120

100

80
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60

40

20

0
1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008

Un incremento «aparente» del 9,4% o 10,7 millones de hectáreas entre 2007 y 2008,
equivalente a un incremento real del 15% o 22 millones de «hectáreas de características»
Fuente: Clive James, 2008

Entonces, cuando los consumidores centran su atención en las fallas de los sistemas de
producción y distribución de alimentos, la responsabilidad se comparte entre las granjas

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Geopolítica de Negocios y Mercados 71

agrícolas, la agroindustria y los entes reguladores públicos. La crisis actual de la alimentación


es básicamente económica, en el sentido de producción y distribución de los alimentos,
pues estos son la primera riqueza y el primer capital que se ha generado históricamente,
y siguen generando parte del capital, del empleo, la biotecnología y la prosperidad. Es
un sector que se ha modernizado gracias a la biotecnología. Productos como el maíz
amarillo grado dos, la soja y las pechugas de pollo deshuesadas y sin piel son, hoy en
día, comercializados como materia prima: se producen en un país que otorga ventaja
comparativa para luego distribuirlos en aquellos países donde la demanda es creciente
y se comercializan utilizando contratos de futuros u otros instrumentos financieros. Dado
que este sistema moderno es producto de una evolución larga y compleja, Hollan (1999, p.
128) logra describir de acuerdo a sus investigaciones tres subcategoría de capital:

• Capital natural: compuesto por los aspectos del mundo natural que son utilizados
por cualquier actividad socioeconómica del hombre.
• Capital hecho por el hombre: conformado por objetos e invenciones como el
capital humano (habilidades, destrezas, conocimientos y valores). Pueden ser la
nanotecnología, la robótica, la ingeniería genética, las telecomunicaciones, la
biología molecular, la cibernética, los ordenadores, entre muchos otros.
• Capital cultivado: integrado por animales domesticados y plantas cultivadas y sus
derivados.

Esto significa que las tres formas de capital pueden ser sustituibles entre sí, es decir que la
tecnología puede siempre reemplazar a la naturaleza.

Ahora bien: si el desarrollo sustentable es débil en cada nación y a nivel mundial, de acuerdo
con las tres categorías de capital, significa que mientras exista una fuerte sustituibilidad se
evidenciará un desarrollo sustentable débil. La tesis de una perfecta sustituibilidad entre
capital natural y manufacturero equivale a la creencia en que el desarrollo científico‑técnico
será capaz en el futuro de suplir todas las funciones que la naturaleza desempeña; pero si
se quiere un fuerte desarrollo sustentable, implica una débil sustituibilidad de las formas
de capital, ya que trata de buscar un aseguramiento de capital natural para que se preserve
la vida no humana y humana, y no registre irreversibilidad de su destrucción, como es el
caso de la biodiversidad y los recursos naturales no renovables (Holland, 1999).

Es complejo comprender el futuro siglo xxi globalizado, para saber cómo actuar, sin que
primero se reflexione y se profundice sobre la dinámica económica actual, que dará
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estructura a lo que vendrá. Esto es válido en los actuales tiempos de inicios de un mundo
globalizado en que todo está en transformación, cuando lo inmediatamente pasado en
materia geopolítica económica y geopolítica de la biodiversidad está en turbulencia.
Cuando se pretende una visión positiva del futuro y el presente se gestiona analizando
el pasado; se filtra gran parte de lo que nos deparará en el futuro siglo xxi, pero a la vez
puede distorsionar la realidad que hace que no se comprenda la realidad tal cual es. Hay
que recordar que se vive en un mundo secularizado en busca de un bienestar que le
proporcione hedonismo mediático. Esta complejidad cultural e intercultural y el grado de
la actual conectividad, dado por las telecomunicaciones, permiten ver borroso el bienestar
de los pueblos y la temática medioambiental, pues las formas de razonamiento secular
que predominan irrumpen la visión. La visión secular del mundo se basó en la razón y la
verdad descubierta con los métodos científicos y el debate. Este modelo racionalista tolera
poco la ambigüedad o la duda; tiende, de hecho, a estructurarse en torno a la lógica de
esto o aquello.

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72 Ernesto Duque Gómez

Todo gira alrededor de las necesidades y los deseos de cada cultura o subcultura, tal
como lo expliqué en el capítulo del consumo y el consumismo. Esta visión ha permitido
que el hombre observe la naturaleza como una despensa a la cual se le puede tomar lo
que se necesite, cuando se necesite y en las cantidades que se necesite, con un propósito
humano o empresarial para consumir, explotar o manipular. Esto es una fiel expresión
del secularismo, y como tal, la secularización del mundo pone en situación crítica a la
situación del medio ambiente y la ecología.

Se entiende por secularización el proceso de continuo y sostenible mejoramiento de las


condiciones materiales aquí y ahora, para alcanzar el hedonismo y la eudaimonía mediática,
con una preocupación menor por lo espiritual y lo trascendental de la vida misma después
de la muerte (el hombre puede pasarse la vida sin Dios, es una escisión y un conflicto
entre lo temporal y los espiritual; es un triunfo relativo de los valores mundanos, los del
más acá respecto de los valores del más allá). Esta forma de ver la totalidad de la vida
ha generado un fuerte impacto negativo en las ciencias sociales —como la economía—,
en los negocios y hasta en las relaciones de pareja. La cosificación del mundo se puede
denominar como la materialización de las sociedades modernas y posmodernas; dicho de
otra manera, como el advenimiento del fuerte valor que le da el hombre al materialismo
como valía social, es decir, que sólo existe, en última instancia, un sólo tipo de realidad
que es la realidad material. La materia es, así, el fundamento de toda realidad y la causa de
todas las transformaciones que se dan en ella.

Este hecho sociocultural se puede apreciar en los altos índices de consumo y consumismo
característico de las actuales sociedades desarrolladas, avanzadas, en procura de alcanzar
la felicidad y el bienestar, pero en deterioro del medio ambiente. Es un total enfoque
economicista de la producción y el consumo de bienes materiales mensurables; deja
apreciar la búsqueda del crecimiento individual, colectivo y de las naciones.

Puedo terminar diciendo que: Secularización y materialismo, a las que se vincula la pérdida
de sentido por lo natural, fascinan a las mentes mezquinas no avisadas o incrédulas del
deterioro de la naturaleza.

Uno de los tantos líderes mundiales de los negocios, Akio Morita, cofundador de Sony,
observó y analizó que el antiguo nombre de la compañía —antes se llamaba Tokio Tsushin
Kogyo, o Totsuko (TTK)— presentaba problemas para efectos de recordación de marca
en la mente del consumidor de cualquier lugar del mundo. Decidió cambiar el nombre
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por Sony, que significa la calidad del sonido de sus radios transistores. Como Akio Morita
tenía un pensamiento policéntrico —el mercado es el mundo, no Japón— manifestaba
en sus conferencias y conversaciones la siguiente reflexión: “Pensar globalmente, actuar
localmente”. Este pensamiento hizo carrera en todas las culturas del mundo occidental
y oriental; la revista Nikkei Business lo bautizó “Glocal”, que más adelante construiría el
sinónimo glocalización. Este pensamiento no lo tenían los empresarios ni los políticos
del siglo xvii, xvii, xix y parte del xx. El escenario era más local, internacional, pero con
proteccionismo. Shakespeare, al igual que Marx y Engels, ya lo había dicho: “El mundo
entero es un escenario, y todos los hombres y mujeres, simplemente actores”. El mundo es
una rueda de negocios, inventos, relaciones y comunicación para la actividad económica,
que ha dejado de ser netamente fronterizo. Ahora se habla de la economía global, los
negocios globales, la educación global, la comunicación global y hasta el amor global e
interconectado, sólo por nombrar algunos ejemplos.

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