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De acuerdo con la siguiente tesis de Leff (2005):

“asi ante el calentamiento global de planeta, se desconoce la degradación


entrópica que produce la actividad económica ejercida bajo la racionalidad
económica (cuyo último grado de degradación es el calor) y se niega el origen
antropogénico del fenómeno al calificar sus efectos como desastres naturales”. (Pag.
266).

¿Cuáles son las causas reales de la crisis ecológica según Enrique Leff y
porque?
Rta: las causas de la crisis ecológica a manera como lo describe y profundiza en su
tesis Enrique Leff , sobre el mundo y la naturaleza. En donde asegura que la economía esta
puesta en la producción del mundo, y la explotación de la naturaleza es cosificada,
desnaturalizada de su dificultad ecológica y convertida con ayuda de maquinarias en
materia prima de un proceso económico; de los cuales los recursos naturales se vuelven
sustancias necesarias para la utilización del capital.

Porque de esta manera se puede deducir que, en el tiempo del patrimonio la


naturaleza ecológica deja de ser un objeto del proceso de trabajo para ser codificada en
términos del capital. Más ello no le regresa el ser a la naturaleza, sino que la transmuta en
una forma del capital –capital natural– generalizando y extendiendo las maneras de
valorización económica de la naturaleza (O’Connor, 1993). Es en este sentido que, junto
con las maneras ancestrales de explotación intensa que caracterizaron al “pillaje del tercer
mundo” (Jalée, 1968), hoy se promueve una explotación “conservacionista” de la
naturaleza. La diversidad biológica surge no solamente como una multiplicidad de maneras
de vida, sino como regiones de reservas de naturaleza –territorios y hábitat de dicha
biodiversidad y cultural– que hoy permanecen siendo valorizados por su riqueza genética,
sus recursos ecoturísticos y su funcionalidad como colectores de carbono.

De acuerdo con la siguiente afirmación de Leff (2005):


“el territorio es un espacio donde se precipitan tiempos diferenciados, donde se
articulan identidades culturales y potencialidades ecológicas. Es pues el lugar de
convergencia de los tiempos de la sustentabilidad: los procesos de restauración y
productividad ecológica, de asimilación e innovación tecnológica, de reconstrucción de
identidades culturales. Por ello el slogan “pensar globalmente y actuar localmente”, tan
tenazmente promovido por el discurso del desarrollo sostenible, ha sido en realidad una
artimaña para generar un pensamiento único sobre “nuestro futuro común” (Pag. 270)

 Porque Leff dice que el slogan “pensar globalmente y actuar


localmente” genera un pensamiento único sobre nuestro futuro común? Argumente
su respuesta.
 Rta: el mundo está pasando por una crisis ambiental, y el slogan
“pensar globalmente y actuar localmente” (Leff 2005) es una forma de engaño
porque todos los seres humanos nos beneficiamos de la producción de la tierra, los
que gobiernan son los que más se benefician, Lo que hace al clamor por el
reconocimiento de los derechos a la supervivencia, a la diversidad cultural y la
calidad de vida de los pueblos, es una política del ser; una política del devenir y la
transformación, que valoriza el significado “Una nueva política del lugar y de la
diferencia siendo construida a partir del sentido del tiempo en las luchas actuales
por la identidad, por la autonomía y por el territorio” de la utopía como el derecho
de cada individuo y cada comunidad para forjar su propio futuro. Esto lleva a
repensar el sentido mismo de la geopolítica. Las geografías, como marcas dejadas
por las civilizaciones en la tierra, son el locus, el hábitat en el que se asienta un
mundo que ha sido trastocado por la globalización, que desplaza el lugar de su
lugar, que hace prevalecer la globalidad de una razón única, universal, dominante.
Pero son también la escritura que van dejando en la naturaleza los nuevos
movimientos sociales de reapropiación de la naturaleza (Gonçalves, 2001). De esta
manera, las poblaciones indígenas están afirmando sus derechos culturales para
recuperar el control sobre su territorio como un espacio ecológico, productivo y
cultural para reapropiarse de un patrimonio de recursos naturales y significados
culturales. La racionalidad ambiental está siendo internalizada por nuevos actores
sociales, expresándose como una demanda política que guía nuevos principios para
la valorización del ambiente y para la reapropiación de la naturaleza, arraigándose
en nuevos territorios y nuevas identidades.
 De acuerdo con el texto de Lopez, Ivan. Sobre el desarrollo
sostenible y la sostenibilidad: conceptualización y crítica.
 ¿Cuáles seria los retos para la cuestión sin resolver de las
contradicciones entre crecimiento económico y protección ambiental que se
plantean en el informe Brundtland?
 3. LA CUESTIÓN SIN RESOLVER DE LAS CONTRADICCIONES ENTRE
CRECIMIENTO ECONÓMICO Y PROTECCIÓN AMBIENTAL EN EL INFORME BRUNDTLAND Del
conjunto de argumentos antes expuestos cabe detenerse en la reflexión en torno al
concepto de sostenibilidad y desarrollo sostenible del Informe Brundtland que se
desenvuelve con especial intensidad atendiendo a la cuestión de su capacidad para
abordar las contradicciones propias de la interacción entre desarrollo económico y
protección medioambiental -debate que se amplía a la esfera de ‘lo social’ o las
condiciones de vida de la población. A la hora de analizar los dilemas propios a la
interrelación entre ambos espacios, es necesario distinguir dos planos como son el
conceptual o semántico, y el del mercado o de su traducción empírica. En el primero de
ellos -el campo semántico- quedan en evidencia las contradicciones propias de la
intersección entre los conceptos de ‘desarrollo’ y ‘sostenible’, o la posibilidad de
simultaneidad entre desarrollo económico y conservación ecológica (Lélé, 1991; Lafferty y
Meadowcroft, 2000; García et. al, 2004). En concreto, en el Informe, la ambigüedad del
concepto de desarrollo sostenible ejemplifica la difícil conciliación entre ambos espacios
por dos razones: 1) la existencia de límites sobre los estilos de vida incompatibles con la
conservación de la naturaleza; 2) el apoyo que se lleva a cabo del crecimiento económico
para la satisfacción de las necesidades humanas, término este, el de necesidades, que,
como se ha visto, queda sin precisar (Luffiego García et. al, 2000: 474). No obstante, a su
vez tres premisas que hacen que el concepto cuestione el modelo convencional de
desarrollo: 1) al integrar los conceptos de desarrollo, bienestar social y calidad de vida; 2)
al reclamar el reparto o distribución equitativa de la riqueza, tanto sobre las generaciones
presentes como sobre las futuras; y 3) y por poner como condición la racionalización en la
utilización de los recursos como condición para contar con un Planeta habitable a largo
plazo (Font et al., 2000). El desarrollo sostenible así presentado supone un principio sólido
para la acción colectiva y la resolución de los conflictos o crisis entre el medio ambiente y
el desarrollo y la visión de que sería deseable un mundo justo y un mundo
ambientalmente sostenible (Sneddon et al., 2006: 260-261). Antes de continuar con esta
línea argumentativa, cabe detenerse por un momento en la comprensión más precisa del
desarrollo y el crecimiento. Riggs (1984), a partir de la revisión de la literatura económica,
asegura que el término desarrollo reemplazó ampliamente a términos anteriores como los
de ‘progreso’ o ‘evolución’. Más aún, apunta que términos como los de ‘cambio’,
‘crecimiento’, ‘transformación’, ‘occidentalización’, ‘industrialización’ y ‘modernización’,
están estrechamente ligados a la idea de ‘desarrollo’ y con connotaciones similares si no
idénticas. Iván López Pardo BARATARIA. Revista Castellano-Manchega de Ciencias Sociales,
Nº 20, pp. 111-128, 2015, ISSN: 1575-0825 118 Por su parte, Ekins et al. (1998a: 17)
distinguen tres tipos de crecimiento, como son el de la economía biofísica, el de la
producción o la renta (PIB), y el del bienestar humano, los tres en continuo estado de
interacción. La síntesis es bien formulada por O´Connor (1994), en primera instancia
formulando dos premisas. Por una parte, que los procesos históricos de industrialización
(o de desarrollo económico) suelen ser contrarios o antagónicos a prestar atención a su
interacción con la ecología, ya sea por el volumen de materiales que requieren dichos
procesos, o bien por sus efectos a través de los desechos, y queda en cuestión la
posibilidad de la preservación del capital ecológico existente, al menos en el horizonte del
largo plazo. Por otra parte, las economías humanas dependen del capital natural para su
funcionamiento y crecimiento, de los recursos naturales y de su utilización, al mismo
tiempo que la mayoría de los ciclos de la biosfera dependen o están en estrecha
dependencia de los procesos industriales o de la agricultura humana. Este mismo autor (O
´Connor,2002: 28) reconoce al menos cuatro sentidos del término ‘sostener’, que puede
referirse a 1) mantener los procesos de acumulación de capital en el contexto de la
globalización, y ello en unas pocas manos; 2) facilitar recursos a poblaciones del planeta
que los necesiten y mantenerlas; 3) o a preservar la explotación laboral, económica y
mercantil de segmentos amplios de la sociedad; 4) y con una cuarta acepción relativa a la
‘sostenibilidad ecológica’. A su vez, en el plano de la traducción empírica, Victor (1991)
recuerda que en términos de la economía clásica, la renta o el bienestar sólo pueden ser
mantenidos a largo plazo si el stock de capital del que se parte no declina. Ahora bien, ¿de
qué stock de capital se está hablando? No solo el capital hecho por el ser humano, sino
que igualmente bienes y capacidades del medio ambiente natural, el capital natural que,
en definitiva, no ha sido producido por los humanos en primera instancia, ni reproducido.
El análisis del concepto de desarrollo sostenible, en especial desde indicadores como el
Producto Interior Bruto (PIB), plantea al menos dos interrogantes: si necesariamente un
mayor PIB implica a su vez más bienestar y mayor protección medioambiental; o de
manera inversa, si la sostenibilidad medioambiental incrementa o reduce el bienestar de
los países occidentales; o si las condiciones de compatibilidad de ambos objetivos serían
menos restrictivas que las de la sostenibilidad y el PIB (Jacobs, 1991; Ekins, 1993). Una
idea muy extendida es que los países en desarrollo deben anteponer el crecimiento
económico a las preocupaciones medioambientales, dado que cuanto mayor su nivel de
renta, mejor trato harán de los conflictos medioambientales. Se trata esta de una premisa
difícil de defender, cuando se comprueba, por ejemplo, que Estados Unidos, el país con
ratios muy elevados de renta, cuenta con promedios incluso superiores de contaminación.
En lo que Jabareen (2008) denomina como la ‘paradoja ética del concepto’, no queda clara
la compatibilidad de la unión de los dos términos bajo un solo concepto. El esfuerzo se
dirige a reconciliar dos espacios que históricamente han tenido una relación antagónica,
como son los de medio ambiente y desarrollo, y donde si bien es manifiesto el origen y
significado ecológico del término sostenibilidad, no lo es el de desarrollo, que en especial
resulta impreciso desde su dimensión no solo semántica, sino también política y moral
(Figura 1). Una distinción que arroja luz en lo anteriormente expuesto es la dicotomía
entre antropocentrismo y ecocentrismo. La primera orientación – la antropocéntrica -
queda ejemplificada por la Estrategia Mundial para el Desarrollo (IUCN) que define el
desarrollo como “la modificación de la biosfera y la aplicación de los recursos humanos,
financieros Sobre el desarrollo sostenible y la sostenibilidad: conceptualización y crítica
BARATARIA. Revista Castellano-Manchega de Ciencias Sociales, Nº 20, pp. 111-128, 2015,
ISSN: 1575-0825 119 y recursos no vivos para satisfacer las necesidades humanas y
mejorar la calidad de la vida humana” (IUCN, 1980: sección 1, párrafo 3). Figura 1: Marco
conceptual del Desarrollo Sostenible Fuente: Jabareen, 2008 Si bien se trata de una
definición mediante la cual lo que en primer lugar importa es mantener un nivel
determinado de bienestar humano intra- e intergeneracional, cabe matizar que en
particular esta Estrategia lo hace desde la necesidad a la que apela de su compatibilidad
con el equilibrio ecológico; más aún, recoge que “el desarrollo y la conservación operan en
el mismo contexto global, y los problemas subyacentes que deben ser superados [deben
entenderse como] idénticos si se quiere tener éxito” (IUCN, 1980: sección 20, párrafo 1), lo
que permite afirmar que conlleva un carácter integrador los objetivos sociales y
ecológicos. A su vez, en cuanto a la acepción ecocéntrica, Hueting (1986) defiende la
posibilidad de mantener el bienestar mediante la sostenibilidad medioambiental, incluso
haciendo caer la producción económica, y así pone de relieve la dependencia de la
producción, el medio ambiente y la seguridad del futuro de la sostenibilidad
medioambiental. Ambas visiones -la versión antropocéntrica y la ecocéntrica- implican
versiones ‘débiles’ de la sostenibilidad, dado que en ninguno de los dos casos aspiran a
resolver los conflictos inherentes a la interacción entre preservación del entorno natural y
desarrollo económico (Dobson, 1998); o tampoco inciden en la distribución equitativa de
la riqueza entre regiones del planeta como solución o parte de la solución al problema al
conflicto, o sobre el dilema protección medioambiental frente a justicia social (Paehlke,
1995: 135). La solución al dilema según Lafferty et al. (1999: 3) es que “la sostenibilidad es
condición o restricción del desarrollo humano, e implica un sentido positivo del
desarrollo”. Desde el marco más amplio de análisis, O'Connor et al. (1998: 34) estiman que
el término de desarrollo sostenible puede no obstante contemplar cuestiones como la de
la justicia en la distribución ecológica, o la sostenibilidad económica, ecológica y social en
el tiempo, las asimetrías en la distribución de los recursos, o los procesos de
mercantilización y capitalización de la naturaleza como respuesta a las sociedades de
mercado en crisis ambiental. A este respecto, las ciencias ecológicas subrayan dos
espacios críticos. De una parte, las tendencias sociales hacia el individualismo,
economicismo y optimismo tecnológico Iván López Pardo BARATARIA. Revista Castellano-
Manchega de Ciencias Sociales, Nº 20, pp. 111-128, 2015, ISSN: 1575-0825 120 (Frazier,
1997; Faber et al., 2002; Dawe et al., 2003, Robinson, 2004). De otra parte, la agenda
genérica y tradicional de los ambientalistas más activos a la hora de diseñar las “políticas
verdes”, más precisamente en proyectos como la Agenda 21 Local, resultan insuficientes
para abordar los retos ambientales a nivel global (Selman, 2000: 40; Mebratu, 1996, 1998;
Lafferty et al., 1999). En este sentido, la capacidad de cambio y transformación del
concepto de sostenibilidad y desarrollo sostenible queda limitada por la aplicación del
concepto mediante estrategias ante todo de sostenibilidad local y así desplazando la
mayor responsabilidad a las autoridades locales (Van der Straaten, 1989: 69; Wallner et
al., 1996). A las perspectivas antropocéntricas y ecocéntricas, cabe añadir la democéntrica.
Si bien no es objeto de este artículo explicarlas en detalle, a modo de ejemplo cabe
mencionar a Arias Maldonado (2004) que propondrá la dicotomía entre la sostenibilidad
normativa y la tecnocrática o cerrada; entre la definición de sostenibilidad resultado de la
deliberación pública y aquella producto de la ciencia o ideología; o una relación con la
democracia ‘fuerte’ o necesaria, o bien ‘débil’ y contingente; o finalmente por su
orientación dominante bien procesual o bien finalista (ver Tabla 2).

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