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Aún bajo estas interrogantes, resulta ineludible identificar aquellas condiciones que han resultado
comúnmente reconocidas como deseables en un país o región que aspire a un avance hacia el
desarrollo sostenible. Un punto de partida inicial puede constituirlo las denominadas “Premisas
para un desarrollo sostenible”, recogidas bajo este nombre en el epígrafe 27 del mencionado
“Informe Brundtland”, el cual dice (sic): “Objetivos críticos en una política de desarrollo y medio
ambiente que cumplimenten el concepto de desarrollo sostenible son:
Muchas enfermedades en las grandes ciudades están relacionadas con problemas respiratorios y
toda la culpa no es del tabaco. La contaminación del agua también está afectando a la salud de las
personas y aumentado un problema real, la escasez de agua en el mundo.
Lo que puede producir en pocos años una emigración masiva de estas zonas del mundo afectadas
por el cambio climático a zonas más benignas.
Alrededor de 11 millones de niños menores de cinco años mueren anualmente en los países en
desarrollo. Un 70% de esos fallecimientos es causado por diarrea, infecciones respiratorias,
paludismo, sarampión o desnutrición. Un 40% de éstos son causados por contaminación directa en
muchos casos o por efectos del cambio climático en otros.
Como vemos la salud y el desarrollo sostenible van de la mano por lo que los gobiernos deben
plantearse muy seriamente que medidas tomar.
La reducción a la mitad de la cantidad de personas que vive con menos de un dólar por día.
La disminución a la mitad de la proporción de gente que sufre de inanición.
El descenso en dos tercios de la mortalidad de los menores de cinco años.
La reducción en tres cuartas partes de la mortalidad materna.
Paralizar y comenzar a invertir la tasa de propagación del VIH/SIDA.
Detener y revertir el contagio del paludismo y otras dolencias graves.
Añadir las cuestiones sanitarias en las políticas y los programas a favor de un desarrollo
sostenible.
Potenciar la prestación de servicios básicos de salud.
Esforzarse más en la eliminación del paludismo, tuberculosis, fiebre del dengue y otras
dolencias de manera respetuosa con el medioambiente.
Paliar los efectos nocivos de las formas tradicionales de cocinar y calentar las casas.
Potenciar el uso de combustibles más limpios y ecológicos.
Optimizar el acceso al agua potable y al saneamiento;
Defender la propiedad intelectual para el conocimiento, la etnomedicina y las medicinas
tradicionales.
Según sus cálculos si se invierten 66.000 millones de dólares anuales antes del 2015 y se asignan
de forma eficiente, podrían salvarse 8 millones de vidas por año y obtenerse beneficios
económicamente 6 veces mayores. O sea, más de 360.000 millones por año antes del 2020.