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APORTES PARA LA DISCUSIÓN EN TORNO A

LA CUESTIÓN AMBIENTAL: UNA


APROXIMACIÓN A LA ECONOMÍA
AMBIENTAL Y AL MARXISMO ECOLÓGICO

VERÓNICA CÁCERES Y MARIANO TREACY


Aportes para la discusión en torno a la cuestión
ambiental: una aproximación a la Economía
Ambiental y al Marxismo Ecológico
Verónica Cáceres1 y Mariano Treacy2

Resumen

En el presente trabajo se pretende realizar un contraste entre las perspectivas


económicas dominantes y las heterodoxas en lo que respecta al análisis de la
problemática ambiental. En este marco de discusión, a lo largo del presente
artículo nos proponemos caracterizar, de forma estilizada, el abordaje que
proponen la Economía Ambiental y el Marxismo Ecológico con el propósito de
confrontarlos críticamente y contribuir a la discusión sobre la cuestión ambiental.

1
Profesora Universitaria en Economía (UNGS), Magister en Ciencias Sociales (UNGS-IDES), Doctoranda en Ciencias
Sociales, Becaria del CONICET, sede de trabajo UNGS. vcaceres@ungs.edu.ar
2
Licenciado en Economía (UBA), Maestrando en Economía Política (FLACSO), Investigador-Docente asistente en la
UNGS. mtreacy@ungs.edu.ar

1
Introducción
A partir de la década del ´70 del siglo pasado, en el marco de la creciente degradación,
contaminación, agotamiento y mercantilización de la naturaleza, se instaló en la agenda
internacional la cuestión ambiental como una problemática a ser atendida y, desde entonces,
mucha tinta se ha utilizado en la confección de documentos, acuerdos internacionales y en la
publicación de numerosos libros que analizan la problemática. El debate se expandió de la
mano del fortalecimiento del movimiento ambientalista pero interpeló los campos político,
económico y académico, girando desde una mirada ecocentrista (donde el cuidado de la
naturaleza conformaba un fin en sí mismo) a una mirada antropocentrista (en la que el cuidado
de la naturaleza constituía sólo un medio para el desarrollo económico y para la mejora de las
condiciones de vida de la población)3.
Transcurridas cuatro décadas del desarrollo de la primera cumbre de la tierra, como se
conoció a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano de Estocolmo en
1972, la crisis ambiental, que también es una crisis política, no ha sido superada y muy por el
contrario se ha fortalecido, situación que afecta profundamente a los sectores más vulnerables,
ocasionando, por ejemplo, desplazamientos forzados de centenares de personas a lo largo del
planeta4. Más allá de las diferencias que distinguían inicialmente a las distintas corrientes
ambientalistas en relación a la protección de los ecosistemas y el lugar del crecimiento
económico, actualmente pareciera existir consenso sobre la necesidad de promover el
desarrollo sostenible. Tal como señala O´Connor (2002: 27), “¿existe acaso alguien en su sano
juicio que pueda oponerse a la ´sostenibilidad´?”, pero precisamente es en el contenido de la
definición y en las acciones para su implementación donde se observan las notorias diferencias
que caracterizan a las distintas perspectivas ambientales.
La crisis ambiental emergió en la agenda internacional y se introdujo en las distintas
disciplinas en un contexto de fortalecimiento en las principales potencias mundiales de
enfoques monetaristas y gobiernos conservadores que pusieron en jaque a las propuestas
keynesianas y los regímenes de bienestar5 que habían proliferado desde la posguerra.

En la trayectoria del análisis económico que se había desarrollado hasta entonces, la


cuestión ambiental había sido problematizada únicamente desde el punto de vista del proceso
de apropiación de la naturaleza, convertida en recurso, y su rol en el proceso de reproducción

3
Para un mayor desarrollo histórico del camino recorrido en la instalación de la temática ver Pierri (2001); Riechman
(1995); Gudynas (2002), etc.
4
Para una caracterización sobre los refugiados o desplazados ambientales ver Cáceres (2010).
5
Esping Andersen (2001) propone una tipología de los regímenes de bienestar basada en las formas que se reparten la
producción de bienestar entre el estado, el mercado y las familias, el nivel de mercantilización de los bienes y servicios
sociales y los resultados de la estratificación social. Donde destaca la existencia del régimen de bienestar escandinavo,
el régimen de bienestar corporativo y el régimen de bienestar liberal.

2
social. Es así que tanto los enfoques ortodoxos6 como los heterodoxos7 tendieron a subordinar
el problema de la sustentabilidad a las necesidades del proceso de acumulación y de la
maximización de la rentabilidad privada y recién cuando la problemática ambiental se instaló en
la agenda pasó a constituir parte del objeto de estudio y reflexión de distintas perspectivas al
interior de la economía.

En el marco de discusión sobre la problemática ambiental a lo largo del presente artículo


nos proponemos analizar, de forma estilizada, los principales elementos de dos perspectivas
antagónicas: por un lado, la economía ambiental, que representa el abordaje de la tradición
neoclásica y neokeynesiana de las problemáticas ambientales; por el otro, el marxismo
ecológico, que se propuso actualizar y aplicar el sistema marxista clásico al contexto económico,
social y ambiental de las últimas décadas del siglo XX e inicios del siglo XXI. Esta actualización,
obviamente, daría cuenta de una serie de tendencias ausentes en las formulaciones originales
que permitirían realizar un diagnóstico distinto a través del hallazgo de nuevas contradicciones
y sujetos históricos que se sumarían y complementarían aquellos descritos en los textos
canónicos de la tradición marxista, viabilizando asimismo una profunda problematización de los
debates en torno a la sustentabilidad ecológica de los procesos de producción y consumo.

La problemática ambiental desde la perspectiva de la Economía


Ambiental

Calcular los costos de las pérdidas sociales y ecológicas puede ser tan
sencillo como imposible. ¿Cómo se ajusta el precio de una computadora portátil
para que refleje el cáncer y los daños neurológicos que sufrieron los
trabajadores, la pérdida del habitad de gorilas congoleños que viven en las
reservas de coltán, y la contaminación del suelo y las aguas subterráneas cuando
la computadora se desecha? No cabe duda que los precios se dispararían

Annie Leonard

A partir de la década del ´70 del siglo pasado se observa de forma notoria que el
tratamiento de los problemas ambientales ha ganado espacio en la agenda internacional con el
desarrollo de conferencias, cumbres, foros y la firma de numerosos tratados. Frente a la

6
En el presente artículo se considerará a la ortodoxia en la problemática ambiental a todos los enfoques derivados de la
tradición marginalista-neoclásica nucleados principalmente en la escuela de la Economía Ambiental y de los recursos
naturales.
7
Se considerará economía heterodoxa a todo sistema económico analítico que se proponga el cuestionamiento del
pensamiento hegemonizado por la teoría neoclásica en sus distintas vertientes poniendo en tela de juicio las
capacidades del sistema autorregularse y la necesidad de intervenir activamente para la consecución de mejoras
significativas en el nivel de vida de la población. De estas perspectivas, las más relevantes son el marxismo, el
neomarxismo, el regulacionismo, los radicales y algunas fracciones de la teoría keynesiana, como los poskeynesianos,
sraffianos y los kaleckianos. En el análisis ambiental, estas tradiciones se agrupan principalmente en el marxismo
ecológico, la Ecología Política y en la economía ecológica.

3
creciente contaminación, deterioro, agotamiento y mercantilización de la naturaleza en la
década del ´80 y ´90 la discusión se expandió y cobró un alcance notorio, fundamentalmente,
en los países occidentales.
En el ámbito académico la problemática atravesó distintas disciplinas. En el caso de la
economía se destaca como enfoque hegemónico 8 la economía ambiental, que emergió hacia la
década del `70 con el marco epistemológico neoclásico 9, tomando como objeto de estudio y
reflexión al ambiente. La perspectiva se insertó dentro de lo que se consideró el “ambientalismo
moderado o sustentabilidad débil” que, si bien considera que la naturaleza impone límites a la
economía, asume un sesgo “antropocéntrico” que integra el desarrollo con la protección del
ambiente y entiende que el desarrollo es un medio para mejorar las condiciones de vida de la
población y superar la pobreza. La propuesta apunta a lograr “el crecimiento económico y
márgenes de conservación”, entiende que los países tienen derecho a utilizar sus recursos y
promueve el uso de tecnologías limpias (Pierri, 2001).
La economía ambiental comparte el “universo epistemológico y teórico” y los supuestos
de la economía neoclásica. Por lo que considera que el valor tiene un componente
estrictamente subjetivo que se vincula con la relación que establece el hombre con la
naturaleza. Esto supone que el hombre, al tener que procurar la satisfacción de sus
necesidades, desarrolla una serie de actividades de carácter económico. El valor que crea en
dicha actividad refiere al “grado de satisfacción o la utilidad derivada de esa actividad” por lo
que es el hombre el que “atribuye valor a los objetos o a los servicios en la medida que
satisfacen sus necesidades” (Singer, 1999: 14). Aparece el consumidor como centro dominante
de la economía y los mercados como el ámbito privilegiado de la toma de sus decisiones.
El enfoque neoclásico se sostiene sobre la naturalización del orden de cosas inherente al
sistema capitalista, como las instituciones mercado y estado-nación; la centralidad del sistema

8
Entendemos la noción de hegemonía como la define Williams en tanto “cuerpo de prácticas y expectativas en relación
con la totalidad de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percepciones definidas que tenemos de nosotros
mismos y de nuestro mundo… (La hegemonía) es una ‘cultura’, pero una cultura que debe ser considerada asimismo
como la vívida dominación y subordinación de clases particulares.” (Williams, 2000: 131, 132). Sin duda en su mirada la
hegemonía nunca es absoluta, integra experiencias y no de produce de forma pasiva, por el contrario experimenta
momentos contrahegemónicos caracterizados por la resistencia, ya que en toda formación cultural coexisten la
dominante, la residual (como la obra efectuada en periodos y sociedades anteriores) y lo emergente (como la obra
nueva). La cual posibilita entender a los objetos culturales como campos de fuerza y de luchas por el sentido y no como
meros reflejos de la estructura económica. (Cáceres, V. 2012)

9
La conformación de la economía neoclásica como paradigma, enfoque, programa o visión puede ubicarse a partir de
las obras de tres economistas que pertenecían a ámbitos intelectuales diversos, heterogéneos y con poco intercambio
académico para la época. Por un lado, la obra de Karl Menger (1840-1921) “Principios de economía política” (1871)
surgida en Viena; la obra de William Jevons (1935-1882) “Theory of political economy” (1871) escrita en la ciudad
industrial de Manchester; y la obra de León Walras (1934-1910) “Elementos de economía política pura” (1874) en el
ámbito de Lausana, Suiza. El cambio de paradigma o “visión” surge en el marco de un importante conflicto social que
afectaban a los países donde residían dichos economistas, con la presencia de un fuerte movimiento obrero; sus
propuestas redefinieron y modificaron el objeto de estudio de la economía y eliminaron radicalmente el contenido social
de distintas nociones económicas. Tal como señala Azcurra (2011, 27) la economía neoclásica surge “ como respuesta
“ideológica”” (no científica) al desafío de la obra de Marx en el terreno de la teoría económica y su difusión en las
luchas políticas (luchas de clases) hacia fines del último cuarto del siglo XIX. El socialismo marxista se expandía no
como una denuncia moral a la “injusticia” del sistema sino que se presentaba como superador de tales pretensiones
dejando a un lado reivindicaciones “utópicas” y mostrando crudamente cómo funcionaba el capital en la sociedad
burguesa”

4
de precios del mercado competitivo para la asignación eficiente de recursos; la resolución
armónica de los conflictos por parte del mercado gracias a la libertad de elección individual
(soberanía del consumidor); la sociedad como suma de los comportamientos individuales
(individualismo metodológico) y la negación de una sociedad dividida en clases; la idea de
individuos concebidos atomísticamente y portadores de una racionalidad utilitarista (homo
œconomicus); la determinación del carácter técnico (y no social o vinculado a la estructura de
poder) de la distribución del ingreso entre los factores de producción (Forcinito, 2004).
Desde la Economía Ambiental se privilegian los mecanismos ligados al mercado tanto
para la prevención del deterioro ambiental como para el tratamiento del daño ya causado. En
este marco, se considera que la no existencia de un precio que ofrezca incentivos para limitar el
uso y degradación de los recursos naturales se encuentra en la base del creciente deterioro
ambiental. Esta falta de incentivos se sostiene sobre la creencia en la llamada tragedia de los
bienes comunes, que plantea que los bienes que pertenecen a la sociedad en su conjunto en
realidad no pertenecen a nadie y, por estos motivos no se los protege como si fueran privados,
constituyendo de este modo una tragedia (Garret Hardin, 1968). Se considera que los impactos
sobre la naturaleza se enmarcan en las denominadas externalidades, es decir, en los costos o
beneficios no incluidos en el precio de un bien que recaen sobre la sociedad y el ambiente. La
presencia de externalidades genera que los precios en los mercados no alcancen una solución
eficiente en el sentido de Pareto10, ya que sólo muestran los costes marginales privados de
producción y no los costes sociales. La propuesta entonces apunta a internalizar los costos
ecológicos así como las preferencias de las generaciones posteriores asignando derechos de
propiedad y estableciendo precios de mercado a los recursos y servicios ambientales11. Se
considera que una vez que se logran internalizar las externalidades (computando los costos o
beneficios a sus responsables), se viabiliza el funcionamiento del sistema de precios que
garantiza que la lógica de mercado sea eficiente. Es decir, los esfuerzos estarán centralizados
en generar las “condiciones para que se pueda establecer el intercambio mercantil, allí donde
no ocurre” (Man Yu Chang, 2005: 179). La forma de internalizar las externalidades divide las
aguas al interior de la Economía Ambiental en dos enfoques: el balance de materiales y los
derechos de propiedad.
Desde la perspectiva del balance de materiales se plantea la importancia de la
intervención gubernamental mediante herramientas de regulación e incentivos económicos
como base para atenuar el deterioro ambiental (Pearce y Turner, 1995). En esta línea se
destacan los aportes de Arthur Pigou, quien hacia 1920, en su obra The Economics of Welfare,
desarrolló la noción de internalización de externalidades. Su propuesta continuó siendo
desarrollada por distintos autores que han procurado establecer instrumentos económicos
tendientes a internalizar las externalidades mediante el cobro de impuestos, en los casos que

10
El óptimo paretiano señala una situación en la que no es posible beneficiar a más elementos de un sistema sin
perjudicar a otros. Es un indicador que señala que la economía funciona en su máximo nivel de eficiencia.
11
Refiere a los beneficios que obtienen los seres humanos como resultado de las funciones de los ecosistemas. Entre
los cuales se encuentran el control del clima.

5
el impuesto fuera igual al coste externo marginal en lo que se considera el nivel aceptable de
contaminación. La intervención estatal se torna necesaria dado la presencia de las denominadas
fallas del mercado.
La perspectiva se fundamenta en el principio de contaminador-pagador desarrollada
inicialmente por la Organization for Economic Cooperation and Development (OECD) . En este
principio se entiende que el contaminador tiene que afrontar los costos económicos tanto del
control de la contaminación como de su prevención. El principio se encuentra presente en la
Declaración de Estocolmo (1972) y en la Declaración de Río (1992) y considera que “los costos
ambientales debieran reflejarse en los costos de producción/ consumo de bienes y servicios que
originan la contaminación” (Argerich, 2009: 41). Desde esta mirada se procura desarrollar una
serie de instrumentos económicos que apuntan a reducir la contaminación (el vuelco de
efluentes a los cursos de agua, por ejemplo) y la puesta en marcha de técnicas que realicen un
uso más eficiente de los insumos e incrementen la productividad. En la región, en esta línea,
Colombia desarrolló un sistema de tasas retributivas que apunta a controlar la contaminación
hídrica desde 1984 tras la sanción y reglamentación del Código de los recursos naturales12.
Los instrumentos económicos como las tasas retributivas tienen las siguientes ventajas:
la eficiencia económica vinculada con el “menor costo global de lucha contra la contaminación”;
la eficiencia ambiental de persuasión a la “efectiva y permanente” reducción de contaminantes
y la posibilidad de constituir recursos financieros que puedan ser destinados a la gestión
ambiental. No obstante, y según detallan distintos informes emitidos de la propia OCDE “en la
mayoría de los casos los cargos por contaminación mantienen las imposiciones rígidas y los
altos costos del comando y control, y sencillamente añaden un cobro pequeño sobre los
vertimientos para suplir objetivos financieros. De esta manera, se pierde la esencia del
instrumento económico, cuyo objetivo es minimizar el costo de alcanzar un objetivo ambiental”.
Desde donde se plantea que lograr una combinación de un “sistema de comando y control con
tasas financieras es más aceptable en países industrializados donde la disponibilidad de
recursos financieros es mayor y el costo de oportunidad en la sociedad es menor” que en países
subdesarrollados y dependientes “donde los recursos económicos son escasos y las necesidades
de inversión social y productiva son grandes, los instrumentos económicos deben desarrollarse
a la luz de la eficiencia económica, institucional y de la efectividad ambiental. El reto es como
conseguir los objetivos ambientales de la sociedad al mínimo costo posible, teniendo en cuenta
tanto el costo de cumplimiento como el costo institucional” (Castro, Caycedo, Jaramillo y
Morera: 2002).
Desde esta perspectiva se han ha priorizado el establecimiento de regulaciones directas
como una forma de aplicación del principio contaminador-pagador. Entre las herramientas que
se han desarrollado y que han sido aplicados, fundamentalmente, en los países desarrollados se
encuentran:

12
Para un estudio detallado ver Castro, Caycedo, Jaramillo y Morera (2002)

6
 Estándares de calidad ambiental: los cuales establecen el nivel de concentración de
sustancias físicas, biológicas, o químicas presentes en el aire, agua o suelo, en su estado de
cuerpo receptor, que no representa riesgo significativo severo para la salud o el ambiente. En
esta línea se insertan, a modo de ejemplo, los marcos regulatorios de los servicios públicos de
agua y saneamiento que establecen los parámetros de calidad que tiene que tener el agua
enviada a las redes.
 Estándares de emisión: los cuales fijan nivel máximo de emisiones realizadas, en esta
línea en 1990 en los Estados Unidos se estableció un programa para contaminantes peligrosos
por medio del cual se acordaron normas de emisión industrial para 189 contaminantes.
 Estándares tecnológicos: los cuales establecen el tipo de equipamiento a realizar para
tratar las emisiones previo a la descarga.
 Estándares de productos y estándares de insumos: los cuales indican el tipo de insumo
que se puede utilizar o determina la cantidad máxima de insumos potencialmente contaminante
13
que puede incluirse en cada proceso de producción .
Por último, en esta línea se ubican también los permisos de contaminación transables que
“se fundamentan en la idea de que, partiendo de una determinada actividad, pueden ser
emitidos al medio ambiente (atmosférico, acuático o al suelo) una cantidad máxima
determinada de contaminantes y, paralelamente, disponer de todo o parte de dicha cantidad
cuanto ésta no es utilizada” (Pengue, 2008: 155). La firma del Protocolo de Kyoto 14, si bien
impuso metas obligatorias y cuantificadas de reducción de gases del efecto invernadero creó a
partir de su firma la posibilidad de intercambiar permisos donde cobraron fuerza nuevos actores
como el Comercio Internacional de Emisiones (CIE). El mercado de emisiones conforma el
“ámbito en que se negocian e intercambian unidades representativas de derechos de emisión
de gases de efecto invernadero o certificados de reducción de emisiones entre gobiernos,
corporaciones privadas, organismos internacionales, brokers, bancos e individuos” (Pengue,
2008: 157).
En otra línea, desde la perspectiva de los derechos de propiedad se entiende que la
contaminación puede reducirse mediante una redefinición de la estructura de los derechos de
uso. La propuesta sigue el Teorema de Coase que fuera presentada en 1960 en su artículo “The
problem of Social Cost” que se encuadra en el afán de modificar las políticas de intervención
estatal desarrolladas por Keynes y que en materia ambiental procurase desmontar la teoría de
Pigou. Desde esta perspectiva se entiende que mediante la redefinición de los derechos se
promueven los incentivos y desincentivos adecuados así como el marco institucional que
permita el cuidado de los distintos “recursos” de la naturaleza. Los derechos de uso del agua,
recurso vital para la vida y el desarrollo económico, se insertan en la discusión sobre los
derechos de propiedad. El establecimiento de derechos de usos de aguas que se puedan

13
En base a Argerich (2009)
14
El protocolo contempla las siguientes emisiones de gases de efecto invernadero: dióxido de carbono, metano, oxido
nitroso, hidrofluorcarbonos, perfluorcarbonos, y hexafluorcarbono de azufre.

7
comercializar en mercados específicos es uno de los principales instrumentos promovidos, de
forma enérgica, por distintos actores involucrados en la industria del agua como forma de
reasignar y tornar más eficiente el uso del “recurso” hídrico y de esta forma evitar su derroche.
Por mercado de agua se entiende al marco institucional jurídico organizado desde el poder
público que regula el libre intercambio de derechos de uso del agua que requiere el acuerdo de
las partes (Embid Irujo, 1999). En otras palabras “en un mercado de agua, ésta se asigna a un
precio determinado mediante el libre intercambio de algún título de propiedad (derecho,
permiso, concesión, autorización, merced, etc.) para usarla. Son las interacciones entre los
compradores y vendedores de estos títulos las que constituyen el mercado de aguas” (Donoso,
Jouravlev, Peña y Zegarra, 2004).
La creación de mercados de agua en Chile emergió con la sanción del Código de Agua en
1981 durante el gobierno de Pinochet, en sintonía con las políticas económicas de corte
neoliberal de promoción del libre mercado como eje medular del crecimiento económico. La
norma estableció que si bien el agua como bien nacional de uso público conforma el patrimonio
colectivo, en tanto bien económico su gestión queda sujeta al libre mercado y al derecho
privado. El Código creó, por un lado, los derechos consuntivos que se relacionan con el derecho
al consumo de aguas sin que puedan reutilizarse superficialmente (tales como los derechos de
uso doméstico, minería, riego e industria). Mucha de esta agua, cabe explicitar, retorna a algún
cauce produciendo contaminación. Por otro, los derechos no consuntivos que se relacionan con
el agua que se solicita y que no se consume (como por ejemplo el uso de agua para represas
hidroeléctricas). En Chile, los derechos de uso de agua se otorgan gratuitamente y a
perpetuidad, constituyen un bien jurídico entendido como derecho real y “consiste en el uso y
goce de ellas por parte del titular”. El titular que obtiene el derecho no se encuentra obligado a
explicar cómo usará el agua y no afronta ningún costo por su uso. Por otro lado, el Código de
agua al dividir la propiedad del agua del dominio de la tierra, permite que, por ejemplo,
distintas comunidades puedan tener derechos sobre la tierra pero no los tengan sobre el agua y
puedan ser despojadas del acceso al líquido vital. En síntesis, en la experiencia chilena, la
redistribución del recurso hídrico se efectuó mediante el mercado ya que “una vez concedido los
derechos de uso, el Estado no interviene más. El sistema de concesión de derechos ha
favorecido a las grandes empresas y al sector exportador, en perjuicio de los derechos de la
población y las comunidades de acceder a un recurso fundamental para la vida. Ello se ha
traducido en una concentración progresiva de la propiedad de los recursos, problemas de
acceso a la población, alzas en las tarifas y agudización de los problemas de estrés hídricos por
sobreexplotación en zonas donde el recurso es escaso” (Paz Haedo, 2004).
Desde la perspectiva de la economía ambiental, en relación con con los debates en torno
al desarrollo sostenible propiciados en las distintas cumbres de la tierra de las últimas décadas,
las propuestas tienden a buscar una mayor comercialización de la capacidad de disolución del
medio ambiente así como de la propia contaminación. Se enfatiza en el rol de los mercados
autorregulados y se realiza un giro en la discusión en la cual se deja de debatir el origen de la

8
contaminación y el creciente deterioro ambiental y se pasa a discutir hacia donde se distribuye
la contaminación. Bajo esta perspectiv se considera, nuevamente, que el mercado, luego de
incorporar las externalidades a los precios de las mercancías, constituye el mejor asignador de
los “recursos” de la naturaleza. No obstante, promueve también el desarrollo de herramientas
preventivas (tales como la investigación ambiental básica y tecnológica; programas de
educación; formación de técnicos y especialistas y el desarrollo de normativa legal, etc.), así
como herramientas correctivas (entre las que se encuentran los programas de vigilancia
ambiental, las revisiones ambientales, la auditoria, los tratamientos de conservación,
restauración, mejora y rehabilitación, etc.).
Más allá de la aplicación de instrumentos económicos basados en el principio del
contaminador-pagador, en la redefinición de los derechos de uso o la implementación de
distintas herramientas preventivas, sin un cuestionamiento de las formas de producción y los
patrones de consumo que promueve el sistema capitalista resulta poco viable la sostenibilidad
del planeta para la presente y futuras generaciones. La discusión requiere un debate sobre los
modelos de desarrollo y demanda la reflexión sobre otros paradigmas productivos.

La problemática ambiental desde la perspectiva del Marxismo


Ecológico

La caracterización de la relación entre economía y naturaleza y el análisis sobre la


sustentabilidad del régimen de explotación que realiza el Marxismo Ecológico jerarquiza, a
diferencia de los enfoques ortodoxos, el análisis de las condiciones de reproducción del proceso
productivo. En estas condiciones de reproducción, la explotación de clase, la acumulación
mediante crisis y el desarrollo desigual y combinado tienen, para el Marxismo Ecológico, un
papel central (O’Connor, 2001).

Quienes han contribuido más al fortalecimiento de esta perspectiva son, a nivel mundial,
Hans Magnus Enzensberger, Manuel Sacristán, Raymond Williams, Rudolf Bahro, André Gorz,
James O’Connor, Barry Commoner, John Bellamy Foster, y Michael Lowy, entre otros, quienes
lograron vincular las consecuencias en términos medioambientales de la dinámica de
acumulación global vigente en la actualidad relacionándola con las relaciones de producción y la
explotación del trabajo descritas en las formulaciones marxistas.

Para el análisis de las manifestaciones diversas de las problemáticas ambientales en la


realidad del capitalismo contemporáneo, la teoría marxista ofrece herramientas que permiten
vincular aspectos concretos como la crisis y la depredación del medioambiente con
condicionantes abstractos que definen el carácter genérico del capitalismo, como las relaciones

9
de producción que incluyen el trabajo asalariado, la propiedad privada de los medios de
producción y la lógica de constante búsqueda de la maximización de la ganancia 15.

En su análisis de la dinámica del modo de acumulación, el Marxismo Ecológico se


concentra en la “escasez específicamente capitalista, es decir, el proceso por el cual el capital
es su propia barrera debido a sus formas autodestructivas de proletarización de la naturaleza
humana, enajenación de la fuerza de trabajo, apropiación del trabajo y capitalización de la
naturaleza externa y de lo `urbano´” (O’Connor, 2001:192). La expansión capitalista modifica
las condiciones de producción de capital, uno de cuyos componentes centrales es la naturaleza,
que puede verse transformada de forma negativa por la explotación capitalista y de este modo
generar problemas de agotamiento o encarecimiento y facilitar las llamadas crisis de
subproducción. De este modo, se identifica una contradicción entre “las relaciones de
producción capitalistas (y las fuerzas productivas), por un lado, y las condiciones de producción
capitalista, o `relaciones y fuerzas de reproducción social capitalistas´ por el otro” (O´Connor,
2001: 195).

Principales núcleos conceptuales del Marxismo Ecológico

El capital anuncia el proceso de transformación de las “fuerzas


productivas” en “fuerzas destructivas”, el ingresó de la humanidad en un nuevo
período de la historia de la barbarie capitalista, el de las catástrofes ecológicas y
de sus consecuencias en términos de clases (…) estamos enfrentados a un nuevo
tipo de crisis, a una combinación de esta crisis económica que se ha iniciado con
una situación en la cual la naturaleza, tratada brutalmente y golpeada por el
hombre en el marco del capitalismo, reacciona ahora de forma brutal

François Chesnais

El principal núcleo teórico que plantea el Marxismo Ecológico es la contradicción entre la


necesidad de orientar una dinámica en continua expansión por parte del capital y las
limitaciones naturales que impiden a los medios de producción seguir ese ritmo, a pesar de los
constantes avances tecnológicos que se realizan. En este sentido se afirma que “las relaciones
de producción del capitalismo degradan o destruyen las condiciones de producción, incluido – y
especialmente – el ambiente” (O’Connor, 2001:24). A diferencia del capital en continua

15
“El medioambiente debe ser comprendido principalmente en términos de las relaciones ambientales típicas del
capitalismo (…) En el capitalismo, la búsqueda de la ganancia y el aumento de la composición orgánica del capital
generan una tendencia de procesamiento de cantidades de insumos cada vez mayores, necesidades crecientes de
recursos energéticos y minerales y de producción de residuos sin considerar su impacto ambiental. Sin embargo, el
sistema de producción también genera tendencias contrarias a través del progreso técnico y de la regulación estatal
que permiten limitar y revertir parcialmente esta degradación” (Saad Filho, 2010: 147).

10
expansión y valorización, la naturaleza se autolimita y tiene límites físicos objetivos que impiden
su expansión infinita:

El capitalismo es un sistema autoexpansivo de


crecimiento económico. Su meta es el crecimiento sin límites, el dinero
en busca de más dinero (…) Por otra parte, la naturaleza no es
autoexpansiva: los bosques llegan a etapas máximas; el agua fresca
está limitada por la geografía y el clima; los combustibles fósiles y los
minerales están fijos en términos físicos 16.

La contradicción entre la expansión del capital y la degradación ambiental es evidente y


se profundiza en el proceso de acumulación, ya que los ciclos de reproducción de la naturaleza
no se rigen, como los del capital, por la lógica de la maximización de la ganancia, y esta lógica
es inherente al modo de producción y da forma a las relaciones de producción. Por estos
motivos, desde el Marxismo Ecológico se enfatiza que “las condiciones de producción no son
sólo fuerzas productivas sino también relaciones de producción. Son producidas y reproducidas
dentro de relaciones definidas de propiedad, legales y sociales, que pueden ser compatibles o
no con la reproducción de estas condiciones definidas como fuerzas productivas” (O’Connor,
2001: 181).

Resulta importante señalar que hay condiciones generales que limitan los procesos de
acumulación, y también condiciones específicas al modo de producción capitalista. Para Marx, lo
específicamente capitalista es que las barreras al proceso de acumulación se manifiesten en
crisis recurrentes. De este modo, para el Marxismo Ecológico, en el capitalismo contemporáneo
conviven las tendencias a la crisis de sobreproducción del capital junto con las tendencias a la
crisis de subproducción del capital17:

Así como el capital arruina sus propios mercados (es


decir utilidades realizadas) cuanto mayor es la producción de
plusvalor, arruina también sus propios beneficios producidos (es decir
eleva los costos y reduce la flexibilidad del capital) cuanto mayor es
la producción de plusvalor basada en la apropiación destructiva de la
naturaleza18.

En la tradición marxista, las crisis de sobreacumulación son entendidas como excedentes


de capital y de fuerza de trabajo que no pueden combinarse de modo tal de retomar los niveles

16
O’Connor, 2001, Pág. 27
17
“Marx creía que las granjas capitalistas arruinan la calidad del suelo. Pensaba también que las malas cosechas
adoptan la forma de crisis económicas. No obstante (…) nunca tomó en consideración la posibilidad de que los métodos
agrícolas ecológicamente destructivos pudieran elevar los costos de los elementos del capital, lo cual, a su vez, podría
amenazar con crisis económicas de un tipo particular, a saber, la subproducción de capital (…) No llegó a afirmar que
las “barreras naturales” pueden ser barreras producidas de modo capitalista, es decir, una “segunda” naturaleza
capitalizada. Insinuó, pero no desarrolló, la idea de que puede existir una contradicción del capitalismo que conduzca a
una teoría “ecológica” de la crisis y la transformación social” (O´Connor, 2001: 194)
18
O’Connor, James, 2001, Pág 209.

11
rentables para poder reanudar el ciclo de producción (Harvey, 2004). Estas crisis de
sobreproducción del capital son inherentes al desenvolvimiento del proceso de acumulación del
capital de largo plazo a nivel mundial, y reflejan el modo que tiene el sistema de recuperarse,
por lo que se vuelven inevitables ya que permiten destruir los capitales más débiles y
profundizar los ataques al trabajo, resultando en una mayor concentración y centralización del
capital. Cada crisis precipita la destrucción de los capitales más débiles e intensifica los ataques
al trabajo. Estos son los mecanismos “naturales” del sistema para su recuperación. Cada
recuperación “exitosa” resulta en mayor concentración y centralización del capital, y
generalmente, en menores tasas de ganancia y de crecimiento de largo plazo. Por ende, las
contradicciones se intensifican a lo largo del tiempo (Shaikh, 2006).

Teniendo estos aportes en consideración, el Marxismo Ecológico identifica, sin embargo,


un tipo distinto de crisis radicado en la contradicción entre “las relaciones de producción
capitalistas (y las fuerzas productivas), por un lado, y las condiciones de producción capitalista,
o “relaciones y fuerzas de reproducción social capitalistas”, por el otro” (O’Connor, 2001:195).
De este modo, para el Marxismo Ecológico, las crisis económicas se presentan como una “crisis
de liquidez o subproducción de capital” y constituyen “el crisol en el cual el capital reestructura
las condiciones de producción, también de maneras que las vuelven más transparentemente
sociales en su forma y su contenido” (O’Connor, 2001: 196). Para la tradición marxista en
general, y para el Marxismo Ecológico en particular, las crisis son la condición de posibilidad de
la reproducción del sistema, que depende de ellas para “abatir costos, reducir la renta de la
tierra, aumentar la flexibilidad y demás, y de reestructurar las condiciones mismas”19 (O’Connor,
2001: 204).

El concepto de escasez específica a la formación económico social capitalista es relevante


para entender las propias barreras que se impone el capital en su proceso de expansión 20. La
comprensión de los límites ecológicos al crecimiento ilimitado del capital nos lleva al encuentro
de una de las innovaciones más importantes del Marxismo Ecológico: la segunda contradicción
que reproduce el capitalismo en su desenvolvimiento.

Segundo antagonismo del modo de producción capitalista

La historia del desarrollo capitalista ha estado primariamente


definida por la ecuación capital-trabajo pero también por aquella otra,
casi ignorada, relación capital-recursos naturales

19
“Estos tipos de soluciones supertecnológicas serían una enorme fuga de plusvalor, a menos que redujesen el costo de
reproducción de la fuerza de trabajo pero, al mismo tiempo, contribuyesen a “resolver” todos los problemas de
realización que surgiesen de la tradicional sobreproducción del capital” (O’Connor, James, 2001, Pág 208)
20
“El calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y de ozono, la lluvia ácida, la contaminación de los océanos, la
desforestación, el agotamiento de las reservas de energía y minerales metálicos, la pérdida de suelos y otros grandes
cambios ecológicos se deben todos a dos o más siglos de rápido crecimiento de las economías capitalistas industriales”
(O’Connor, 2001:218)

12
Guido Galafassi

En El Capital, Marx describe al sistema capitalista como un sistema que para su


reproducción requiere de un continuo proceso de acumulación en el marco de relaciones
sociales dadas. Además de reponer el capital utilizado en la producción, manteniendo su nivel
inicial (reproducción simple), la acumulación requiere aportar un saldo excedente a la
producción que permita incrementar la capacidad productiva ( reproducción ampliada). En el
proceso de producción, el valor se genera de forma directa por medio del trabajo, y el producto
social excedente se genera a partir del tiempo de trabajo no retribuido. La plusvalía refleja el
producto excedente en una sociedad capitalista y básicamente depende de dos factores: el
tiempo de trabajo social total y la forma en que el tiempo de trabajo total se divide en tiempo
de trabajo retribuido y excedente. Típicamente, la plusvalía absoluta21 puede incrementarse
alargando la jornada laboral mientras se mantiene constante el tiempo de trabajo retribuido.
Por su parte, un incremento de la plusvalía relativa22 puede darse a través de la intensificación
del uso del trabajo, permitiendo que el mismo tiempo de trabajo se produzcan más cantidad de
bienes, disminuyendo en términos relativos el tiempo de trabajo retribuido e incrementando el
plustrabajo (Santarcángelo y Borroni, 2011). De esta configuración del modo de acumulación
surge entonces la clásica contradicción entre el capital y el trabajo, que origina todos los
procesos de lucha proletaria por la transformación de las relaciones de producción vigentes 23.

Sin embargo, el Marxismo Ecológico identifica una segunda contradicción del modo de
acumulación en la “apropiación y el uso económicamente autodestructivo, por parte del capital,
de la fuerza de trabajo, la infraestructura y el espacio urbano, y la naturaleza externa o
ambiente” (O’Connor, 2001: 212). Específicamente, se entiende a la naturaleza como un stock
de “recursos naturales” (bienes comunes) y como un stock –decreciente- de recursos no
renovables, que ponen barreras externas a la acumulación del capital, tanto en su fracción
constante como variable.

Como se dijo, la lógica inmanente de la acumulación del capital que lleva a la


maximización de ganancias socava sus propias bases de acumulación, ya que no considera en
su cálculo económico la reproducción de las condiciones de producción entendidas en sentido
amplio ni el ciclo de agotamiento del medio ambiente (Galaffassi, 2009). Esta contradicción
plantea que el capital, para poder competir o para recomponer su tasa de ganancia, debe

21
“La producción de plusvalía absoluta se consigue prolongando la jornada de trabajo más allá del punto en que el
obrero se limita a producir un equivalente del valor de su fuerza de trabajo, y haciendo que este plustrabajo se lo
apropie el capital” Marx, Karl, El capital, lib. 1, sección 5, cap. XIV.
22
“La producción de plusvalía absoluta es la base general sobre que descansa el sistema capitalista y el punto de
arranque para la producción de plusvalía relativa. En ésta, la jornada de trabajo aparece desdoblada de antemano en
dos segmentos: trabajo necesario y trabajo excedente. Para prolongar el segundo se acorta el primero mediante una
serie de métodos, con ayuda de los cuales se consigue producir en menos tiempo el equivalente del salario” Marx, Karl,
El capital, lib. 1, sección 5, cap. XIV.
23
“La primera contradicción le pega al capital desde el lado de la demanda. Cuando los capitales individuales bajan los
costos con el fin de defender o restaurar los beneficios, el efecto involuntario es reducir la demanda de mercancías en
el mercado y, de esta manera, hacer descender las utilidades realizadas (…)se manifiesta en su forma pura como crisis
de realización (…) no hay problema para producir plusvalor, y por esa razón hay un problema para realizar valor y
plusvalor” (O’Connor, 2001: 211)

13
disminuir sus costos, provocando el efecto de incrementar los costos de otros capitales,
generando problemas en la producción de plusvalor. En la medida en que se agotan los
recursos naturales, se incrementan los costos de producción de algunos sectores de la industria
y se merma la tasa de ganancia capitalista.

La caracterización de esta segunda contradicción lleva a hallar nuevos sujetos históricos


que se ven subordinados a esta lógica contradictoria y que obviamente trascienden el
tradicional proletariado industrial. A pesar de esto, si bien se puede afirmar que la cuestión de
la reproducción de las condiciones de producción, y más específicamente de su sustrato
medioambiental, es un asunto que atañe a la humanidad en su conjunto, esta lucha tiene una
clara dimensión de clase, ya que “la mayoría de los problemas del entorno natural y del social
son más grandes desde el punto de vista del pobre, sobre todo si pertenece a minorías
oprimidas, que desde la perspectiva de los que reciben un salario y los acaudalados” (O’Connor,
2001: 32). Esta lucha por la superación de la “segunda contradicción” del capital abarca
entonces tanto a la clase obrera como a los nuevos movimientos sociales que, en conjunto,
constituyen la base social de este proceso de resistencia 24.

Teniendo estas cuestiones en consideración, el Marxismo Ecológico concluye que es una


necesidad objetiva del proceso de la reproducción ampliada del capital el degradar y destruir el
soporte medioambiental de la producción, generando recurrentes crisis económicas y
ecológicas, por lo que ninguna alternativa en el marco de las relaciones de producción vigentes
permitiría atravesar y superar las limitaciones que le imponen estas necesidades objetivas al
proceso de acumulación25.

Ecosocialismo y propuestas concretas

Una perspectiva interesante que ha tomado fuerza en los últimos años, con un fuerte
basamento en los postulados del Marxismo Ecológico (entre otras influencias teóricas), es la
alternativa que propone la corriente del Ecosocialismo. Michael Lowy (2011) describe al

24
“Se puede manipular la conciencia social –de eso trata la industria de la publicidad, nos recuerda Chomsky- como
para que una sociedad inherente e insanablemente injusta como el capitalismo aparezca como una “sociedad libre”,
donde quienes se quedan hundidos en la pobreza es exclusivamente por causa de su indolencia o ignorancia; pero
nada de ello es posible en el terreno de la “segunda contradicción”. Allí los discursos, relatos, propaganda y
manipulación ideológica chocan, literalmente, contra las capas geológicas del planeta, contra la tierra, contra el agua
cada vez más inalcanzable para mil millones de seres humanos. Este límite, el que opone la naturaleza al capitalismo,
es infranqueable; el otro, el que enfrenta al trabajo asalariado con el capital, puede ser relativamente controlado,
aunque mediante operaciones cada vez más complicadas y costosas. Si el límite tradicional remataba en un dilema:
“socialismo o barbarie”, el segundo límite es mucho más radical, es “socialismo o extinción de la especie humana””
(Borón, 2012)
25
“La protección de la naturaleza contra la mercantilización capitalista es inseparable del hombre en tanto parte de la
naturaleza. Dicho otra manera, toda política que asuma la cuestión ecológica deberá combatir también la alienación –la
alienación mercantil, pero también la alienación en el trabajo– y esto con verdadera eficacia, y no como esas campañas
en “defensa del empleo” donde vemos a los sindicatos aliados a los empleadores en torno a cuestiones como las
normas en materia de polución. De lo que se trata es de actuar de tal manera que el individuo “individual”, creación del
capitalismo, escindido en productor y consumidor y privado de toda instancia que pueda ayudarlo a comprender las
principales determinaciones de su experiencia social, pueda devenir un productor asociado, en condiciones de
administrar sus relaciones con el medio natural según una racionalidad colectiva. El socialismo, así redefinido, es la
palabra que debemos reaprender a defender” (Chesnais, 2009)

14
ecosocialismo como “una corriente de pensamiento y de acción ecológica que hace propios los
conocimientos fundamentales del marxismo, al tiempo que se libera de sus escorias
productivistas” (Lowy, 2011). Para el Ecosocialismo, tanto las alternativas que ofrece la lógica
mercantil y de maximización de ganancias como la lógica autoritaria y burocrática de las
experiencias pasadas del socialismo real son incompatibles con las necesidades y el
sostenimiento del medio ambiente natural. El Ecosocialismo, señala Lowy, “rompe con la lógica
productivista del progreso –en su forma capitalista y/o burocrática- y se opone a la expansión
infinita de un modo de producción y de consumo destructor de la naturaleza” (Lowy, 2011). A
la luz de los procesos contradictorios por los que debe transitar necesariamente el capital en su
reproducción, el Ecosocialismo se propone cuestionar el ideal mismo del desarrollo como se lo
definió como una finalidad teleológica de los procesos de formulación e implementación de
políticas. En este sentido, en los últimos años, con la profundización del neoliberalismo han
surgido gran cantidad de movimientos altermundistas o desobedientes que proponen
directamente el abandono de la idea de progreso/desarrollo, caracterizándola con un ideal
occidental que es incompatible con la filosofía de vida de Abya Yala (América Latina), que se
rige por el principio de la relacionalidad, esto es, “la integración, articulación e interconexión
entre todos los elementos de la Pachamama” (Walsh, 2007, Pág 109) 26. Para ellos, la idea de
progreso/desarrollo no solo es inaplicable a América Latina sino que además es dañina, ya que
genera “hipocresía, desigualdad, violencia e injusticia”. La filosofía y la cosmovisión del sumak
kausay (buen vivir) establece como innegociable una nueva ética de convivencia, tanto entre
seres humanos como entre estos y la naturaleza, que es incompatible con la necesidad de
valorización del capital. Los principios básicos de esta filosofía indígena ancestral son el ama
quilla, el ama shuya y el ama yua, que significan no robar, no mentir y no ser perezoso y se
sostienen sobre la base de una libertad, igualdad, equidad y solidaridad reales y no meramente
27
formales (De Souza Silva, 2008).
En la medida en que el Ecosocialismo propone una transformación social radical, no deja
de lado sin embargo propuestas concretas que llevan a luchas específicas en el corto plazo. En
este sentido, Lowy afirma que “teorizar y trabajar hacia la concreción del objetivo de un
socialismo verde no significa que no deberíamos, igualmente, luchar por reformas concretas y
presentes en este momento” (Lowy, 2011: 153). Como un programa de reformas de corto
plazo, el Ecosocialismo propone la movilización social para presionar a las autoridades
económicas y políticas para reducir las emisiones de gas invernadero, desarrollar fuentes
limpias de energía, extender el servicio de transporte público, reemplazar camiones por
ferrocarriles, crear programas de limpieza de contaminación y eliminar la energía nuclear
(Lowy, 2011).

26
Estos movimientos tienen actualmente un peso muy importante en aquellas regiones con procesos políticos cuya base
social está compuesta predominantemente por indígenas, como el caso de Bolivia, Ecuador y Perú.
27
Desde nuestra perspectiva, si bien la convivencia entre seres humanos y entre estos y el medio ambiente es un
aspecto central sobre la sostenibilidad del sistema, la alternativa al modo de producción actual debe buscar, para poder
contrarrestarlo, algún grado de universalidad.

15
En la actualidad, en Ecuador existe una propuesta denominada “Proyecto Yasuní-ITT” en
la que, desde la perspectiva del Ecosocialismo, se pretende dejar bajo tierra, sin explotación,
unos 846 millones de barriles de petróleo con el objetivo de evitar la emisión de 407 millones
de toneladas de dióxido de carbono y los efectos sobre la biodiversidad del ecosistema 28. Sin ir
más lejos, en el Plan Nacional de Desarrollo 29 elaborado tras la asunción de Correa en el año
2007, se concibió al desarrollo de forma integral, complementando la lógica productiva y social
con un desarrollo entendido como “la consecución del buen vivir en armonía con la naturaleza y
la prolongación indefinida de las culturas humanas” (Svampa, 2010: 21) 30.

Conclusiones
A lo largo del trabajo caracterizamos dos tipos opuestos de ambientalismo: la Economía
Ambiental inserta en el “ambientalismo moderado o sustentabilidad débil”, arraigado en la
tradición de la Economía Neoclásica, y el del Marxismo Ecológico, inserta en la denominada
“corriente humanista critica” más vinculado con el corpus Marxista y Neomarxista.
Desde la Economía Ambiental se confía en el mercado como un mecanismo eficiente
donde, a través del sistema de precios, se desincentiven o penalicen aquellas actividades
contaminantes y de este modo se internalicen las externalidades negativas. Se entiende que “la
preocupación por conservar el capital natural tiene estrictas razones económicas “utilitaristas”;
no se trata de un conservacionismo por la naturaleza en sí. El objetivo es crecer evitando o
disminuyendo, lo más posible, los costos económicos que supone la escasez de recursos y la
degradación ambiental, los que se prevé que pueden ir aumentando, según las tendencias
constatadas”. La propuesta es alcanzar el desarrollo sostenible entendido como “crecimiento
económico con cierto nivel de conservación de recursos naturales, cuidado ambiental y
distribución de la renta” (Pierri, 2001: 69).
La implementación de instrumentos económicos y el establecimiento de regulaciones
directas generan enormes desafíos al interior de las sociedades y demandan capacidades que
permitan que los estados ejerzan el rol de contralor. La mercantilización de la naturaleza y la
creación de nuevos mercados, tales como el de emisiones, no cuestiona ni las formas, escalas
de producción, ni los patrones de consumo que el sistema promueve.
Desde el Marxismo Ecológico, por lo contrario, se descree de la capacidad del sistema
capitalista de desarrollar mecanismos de control que transformen la organización de la
producción y el consumo hacia formas más racionales y sustentables desde el punto de vista
ecológico y humano. Este diagnóstico se basa en la comprobación de las tendencias seculares

28
Para más información, consultar http://yasuni-itt.gob.ec/inicio.aspx
29
En Bolivia también hubo una experiencia similar en el año 2005, donde se apuntó a incorporar una “visión
multidimensional del desarrollo, que involucra directamente la temática de los recursos naturales, la biodiversidad y el
medio ambiente” (Svampa, 2010: 21).
30
Finalmente, según afirma Svampa, el modelo de desarrollo integral no tuvo lugar a raíz de una ley que en 2009
perpetuaba el modelo neodesarrollista, centrado en la extracción y exportación de materias primas que, en el caso
ecuatoriano, dependen principalmente de la minería.

16
que llevan al capitalismo hacia continuas crisis. La alternativa que se plantea es radical ya que
se descree de la capacidad de las reformas de alterar la lógica destructora del capital en su afán
de valorizar el valor. A pesar de esto, como describimos en el trabajo, se entiende que hay
reivindicaciones de corto plazo que, más allá de la incapacidad estructural de revertir la
situación en el marco de las relaciones sociales de producción y consumo vigentes, pueden
contribuir a la protección ambiental. Así como los incrementos salariales representan mejoras
concretas para el conjunto de la clase trabajadora y su lucha en el marco del sistema capitalista
es pertinente, las regulaciones ambientales sobre la emisión de gases con efecto invernadero,
la transformación del tipo de producción hacia formas más limpias y eficientes y la
jerarquización de lo público por sobre lo privado, entre otras muchas, representan
reivindicaciones que, desde el Marxismo Ecológico, tiene sentido emprender sin dejar de lado,
obviamente, las críticas sistémicas que hacen a las contradicciones y tendencias estructurales a
generar crisis, desigualdad e injusticia.

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