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Para ello es muy conveniente contar con algún tipo de indicadores de carácter
cuantitativo, que reflejen características o cualidades significativas y que se puedan
combinar para obtener índices numéricos, de tal forma que proporcionen una base útil
para la toma de decisiones en relación con las políticas ambientales y de desarrollo.
Esos indicadores e índices, aunque no permitan establecer de manera taxativa que
una política de desarrollo es sostenible, sí pueden servir para determinar si es más o
menos sostenible que otras, o bien establecer si evoluciona hacia una situación de
mayor o de menor grado de sustentabilidad.
Al respecto, Cendrero (ob. cit.), destaca que “sea cual sea su plasmación
práctica el desarrollo sostenible para serlo verdaderamente, habrá de reunir las
siguientes características:
Ambientalmente realista (acorde con el funcionamiento y limitaciones de los
sistemas naturales).
Socialmente justo (evitando desigualdades que no son éticamente admisibles y
que pueden dar lugar a tensiones que hagan el sistema inviable).
Económicamente viable (de forma que no requiera recursos muy cuantiosos o
exija sacrificios dolorosos).
Políticamente aceptable (que no sea rechazado por la sociedad)”.
SALUD INTEGRAL
Así, por ejemplo, el Sahel es caliente y seco, con muy escasas precipitaciones
anuales, lo que confiere a la agricultura un carácter claramente marginal, y --aunque
ese clima permite la manutención de rebaños de diferentes especies-- la escasez de
las lluvias y la sequedad obliga a los pueblos de la región a una trashumancia
permanente, situación más acentuada en el Sahara. Por lo tanto, los diferentes
pueblos del área han tenido que adaptarse a condiciones ambientales muy
específicas, con el resultado de que sus sistemas socioculturales tienen
aparentemente gran similitud.
La piña es una planta que tiende a agotar los suelos y requiere cantidades
apreciables de fertilizantes y pesticidas. La expansión del área cultivada ha sido
principalmente a expensas del bosque tropical. El uso intensivo de fertilizantes y
pesticidas se ha traducido en un acentuado proceso de contaminación química. Por
ejemplo, se ha constatado en algunas áreas 14 kilogramos de residuos químicos por
0.22 hectáreas en varias áreas cultivadas con piña. Al mismo tiempo, se ha
comprobado la contaminación del agua de riego por los pesticidas y fertilizantes
utilizados en los cultivos de piña. Esta contaminación se acentúa por el elevado
porcentaje de desechos de la piña no utilizados (cáscara, jugos, etc.) que se
descargan en los ríos y otros cuerpos de agua, y que finalmente afectan cultivos como
arroz, plátano y caña de azúcar, así como a la población piscícola de esos ríos.
Los efectos sobre el ecosistema son más graves que los asociados a la simple
disminución de fertilidad, ya que el proceso de homogeneización redunda también en
una progresiva disminución de la diversidad del sistema natural, con lo cual su
capacidad de adaptación se va reduciendo, y el ecosistema se hace más frágil,
inestable y, sobre todo, vulnerable a los imprevistos.
Los efectos negativos se deben muchas veces a que los sistemas dominantes
imponen su racionalidad. Desarrollada ésta en función de las relaciones existentes
entre hombre y medio ambiente en condiciones específicas, no necesariamente es
válida en otros contextos sociales y/o naturales. Así, por ejemplo para el agricultor
europeo o norteamericano, la mecanización es un método racional y tiende a aplicarla
sin considerar las características de los diferentes ecosistemas. Las consecuencias
son desastrosas en algunos casos. Ejemplo de ello son algunos países de la región
sudano-saheliana, de tipo árido. La mecanización y la utilización del arado mecánico
han destruido en el curso de pocos años la muy delgada capa fértil de sus suelos,
dando lugar a un proceso progresivo de erosión y desertificación que se traduce en la
pérdida --a veces irreversible-- de esas tierras para la producción de alimentos. Es así
como criterios racionales de eficiencia y productividad, basados en experiencias de
otros lugares y en función de objetivos de corto plazo, pueden traducirse en la práctica
en una acción irracional, predatoria del medio ambiente y negativa desde el punto de
vista del desarrollo del sistema social en el largo plazo, al ser transferidos
indiscriminadamente a otros ambientes sociales y naturales.