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Ésa no es mi peli
que me la han cambiao...
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REVICIONES Ésa no es mi peli que me la han
cambiao... de Arantxa Oteo
2012, Ebookprofeno
ebookprofeno.blogspot.com
ebookprofeno@gmail.com
Colección: Sendero
Ideólogo Editorial: Felipe Zapico Alonso.
Diseño y maquetación: Sol Cabañas Arias
Depósito Ilegal: 3-2012
Imprime: Cada uno el suyo
Libre 100% de cloro e I.S.B.N.
Verano, 2012
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Índice
Prólogo...................................................................................5
Franky y yo ........................................................................7
Zamponstein ........................................................................15
No vi a Dyc ......................................................................23
El hombre tranquilo; y la mujer nerviosa ................33
El último trago en París .............................................. 45
El escorcista ......................................................................53
Mujeres al borde de un ataque de pernios .............61
Black Christmas, o para ser politicamente
correctos, Afro-American Christmas .......................... 75
Historia de una ninja ......................................................87
El aparcamiento ............................................................... 97
Historias de Pili y Delia ........................................... 107
Tu pie izquierdo .............................................................117
Murieron con las batas puestas ................................123
¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre?..............133
¿Qué le pasa a éste, doctor? .....................................143
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PROLOGO Claudia M. Capel
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Lo primero que se reviciona es el título de las películas, ese
nombre que las traducciones y doblajes casi nunca respetan
y Arantxa transforma con humor y retruécanos en un juego
con el lector. Luego aparecen las anécdotas, lo cotidiano, los
detalles, instantes hilados con recuerdos de cine.
Este libro de aventuras fue escrito por una poeta por eso
entre relatos y confesiones, se le escapa “El último trago en
París” que es pura poesía, y aparece mamá, el eterno amor.
Cuando Arantxa se monta una película, quizás al alba,
con la armadura diaria, el yelmo que salva sus ideas
del espanto, lanza en mano cargada de tinta y sueños,
se vuelve una quijota. Tiene esa ternura cervantina, la
ingenuidad y el valor de decir lo que piensa, la música
del lenguaje amigo, la palabra cercana, y tiene, sobre todo,
la alegría de la libertad.
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F RANKY Y YO
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F RANKY Y YO
Esta revición se inspira en dos grandes películas de
terror de los años 30 de la Universal, Frankenstein
y La Novia de Frankenstein, esta última considerada
por muchos la obra maestra de la productora en esa
década y seleccionada por muchos críticos entre las
100 mejores de la historia por su calidad narrativa,
su cuidada estética (incluidos los efectos especiales,
muy innovadores para la época) y las interpretaciones,
más propias del estilo europeo que del americano.
Colin Clive, como el Dr. Frankenstein, y Boris Karloff,
haciendo el papel de la criatura, protagonizaron las
dos películas, mientras que en la segunda se sumó la
gran Elsa Lanchester como “la novia”. Otra magnífica
película, De Dioses y Monstruos (dirigida por Bill
Condon e interpretada por Ian McKellen y Brendan
Fraser) recrea los momentos finales del director de
ambas, James Whale.
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Nuestra primera cita prometía mucho; yo estaba junto al río,
deshojando unas florecillas silvestres, arrojándolas al agua
como una Ofelia un poco tristona y melancólica y, de repente,
vi su reflejo formándose entre las ondas que hacían los pétalos
en el agua... No podía imaginarme que ese espejo juguetón iba
a desvelarme el rostro del que enseguida sentí que sería el
hombre de mi vida.
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Desgraciadamente, esa promesa no ha podido hacerse rea-
lidad como a los dos nos habría gustado: él es para el
mundo y yo no puedo ser tan egoísta como para privar a
la humanidad de tanto genio, de tanta grandeza, de tanto
amor... Casi inmediatamente comprendió que yo tenía razón,
me dijo que mi sacrificio iba a ser enorme y que por eso
mismo nunca me olvidaría, pero la causa lo merecía, la hu-
manidad tiene que poder disfrutar de su talento y tiene que
disfrutar sintiendo esa misma pasión que nubló mi entendi-
miento y que arrancó de lo más hondo de mi alma lágrimas
de auténtica felicidad.
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pupilas unas lentillas de diseño en las que Franky había
hecho grabar mi retrato y mi cabellera, tan desparramada al
viento como la de Julieta Serrano en Mujeres al borde de
un ataque de nervios...
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ZAMPOSTEIN
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ZAMPONSTEIN
Esta revición se basa, muuuuuy libremente, en ese
“bodrio” que es Zampo y yo, que ya en su época
fue un absoluto fracaso pero que, inexplicablemente,
la televisión se ha empeñado en emitirla una y
otra vez como si hubiera sido un hito del cine
español. Está claro que Zampo… me parece más
horroroso y patético que Frankenstein, de ahí el
juego de palabras que originó las dos “reviciones”
simultáneamente. Paradójicamente, Ana Belén,
después de haber perpetrado esta felonía, ¡se
hizo actriz y cantante!. El gran Fernando Rey ya
estaba acostumbrado a hacer en España películas
nutricias en una época de sequía intelectual y de
censura, tendencia muy diferente a sus rodajes en
el extranjero con Buñuel, por ejemplo.
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Sí, ya lo sabía, me lo habían dicho cienes y cienes de veces:
que las niñas huerfanitas debían ser buenas, que si sus papás
no les hacían mucho caso era porque estaban ganando mucho
dinerito para darles todo lo que necesitaban y convertirlas en
unas señoritas de provecho, que tenían que seleccionar sus
amistades porque había por ahí mucho aprovechado y mucho
“vivalavirgen” que solo las querían para medrar en una clase
social que no les correspondía...
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en ese internado de Suiza que les costó a los nazis de mis
abuelos una pasta gansa le impedirían hacerlo; como mucho me
diría eso de “menos mal que tu santa madre no te puede ver
ahora” y saldría de mi habitación a punto de dar un portazo
que, al final, siempre reprimía para que la cotilla de la dama
de llaves no se lo contara a todo el servicio.
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¿Sabéis que os digo? Que para aguantar viejos me vuelvo con
el mío, que al menos está forrao y me da todos los caprichos.
Que sí, hombre, que sí, que está muy bien eso de la rebeldía y
la transgresión pero los amigotes burgueses de mi padre tienen
unos hijos guapísimos, con unos cochazos de miedo y con unas
casitas de campo preciosas en las que montan unos guateques
de campeonato todos los fines de semana... Todos van a la
universidad, la mayoría hace derecho o ingeniería y ya tienen
un puestazo asegurado en los bufetes o en las empresas de sus
papás... Y que, pues eso, que ya no soy tan cría, y que si me
pongo falditas aún más cortas y me suelto las trencitas (¡o no,
que sé de buena tinta que a alguno le pone mi pose de niña
contestataria! ;-) puedo ligarme a cualquiera, y ya va siendo
hora de que me deje de tonterías y, por fin, me convierta en
una mujercita de provecho, que piense en mi futuro y que me
deje de farándulas y de milongas...
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¡¡Y que no acaba esto, oyessss!! ¡¡Y venga redoble de tambor, y
doble-triple salto mortal con tirabuzón y en plancha, y hombres
dominando a las bestias salvajes!! ¡¡Qué coñazo, que acabe ya!!
Pero, ¡vaya, mira quién está entre el público!! ¡Borja Mari! ¡Qué
majo es ese chico! Ha venido a traer a su sobrinito, que se
ríe a mandíbula batiente mientras Borja Mari se aburre como
una ostra; normal, es un chico inteligente, opositor a notarías
(como si le hiciera falta opositar, con el enchufazo que tiene),
de buena planta y mejor porvenir... ¡¡Fuera esta nariz estúpida
y estos pantalones enormes!! Me voy a mi caravana a ponerme
mi falda-cinturón y a soltarme las trencitas... ¿o no?
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N O VI A DYC
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N O VI A DYC
Moby Dick, basada en la novela homónima de
Herman Melville, cuenta con un magnífico guión
de Ray Bradbury y del no menos extraordinario y
extravagante John Houston, que también la dirigió
en 1956. Gregory Peck encarna al fiero Capitán
Ahab y magníficos secundarios como Leo Genn o
Richard Basehard componen una creíble tripulación
de un Pequod condenado a sucumbir ante el
“leviatán”. No hay que olvidar el inolvidable papel
de Orson Welles, un predicador muy particular y
terriblemente convincente.
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“Llamadme Ismael”. Por las barbas de Poseidón que no me
dio buena espina ese grumete que se presentaba de manera tan
enigmática y pretenciosa. Enseguida pensé que se trataba de un
marinero de agua dulce y él mismo me lo confirmó tan pronto como
me dijo que venía de tierras castellanas, en el interior de su país,
España, y que sólo había navegado por océanos de trigo y cebada.
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todo, les invitó a una ronda de un brebaje diabólico al que
llamaba DYC, lo que terminó de convencer a mi segundo
de que seguro que nos traía buena suerte a bordo un tipo
tan curioso que, además, podía tumbar a la mismísima Moby
Dyck con su DYC. Todos rieron el chiste y les cayó en
gracia el imberbe chaval que, además, se ofreció a hacer
las tareas más duras a cambio de la experiencia. Parecía
como si yo fuera Odiseo, encadenado al mástil para resistir
el canto de las pérfidas sirenas mientras que toda mi tri-
pulación enloquecía porque hubiera olvidado ponerse cera en
los oídos y esos cantos ñoños de tierra adentro los hubieran
embrujado. Pero no iba a renunciar a un grupo de hombres
duros, curtidos y, sobre todo, ciegos por el mismo deseo que
yo, acabar con el monstruo, con el leviatán que año tras
años nos empujaba a embarcar... a lo mejor no estaba de
más que los hombres tuvieran alguien a costa del cual echar
unas risas, alguien que les animara en los duros momentos
de soledad con sus canciones y, sobre todo, que les levan-
tara el espíritu con sus pócimas: Ismael sería uno más en
el Pequod, y esta vez Moby Dyck no escaparía.
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y cuando los ánimos decaen su DYC es como los lotos que
devoraron los hombres de Odiseo, ayudan a que se olviden
del tedio, del frío y del miedo, aunque sus efectos secun-
darios duren más tiempo del deseado.
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a descubrir miradas de recelo a mi alrededor; seguro que
muchos opinan que mi obsesión por cazarlo nos llevará al
fondo de este frío océano y no puedo permitirme el lujo de
que ahora, después de tanto tiempo, sintiendo en mis viejas
venas y en mis sienes plateadas que no queda mucho para
el encuentro final en el que Dyck, o yo, o los dos perez-
camos, la tripulación se amotine. Mi corazón sabe que este
será mi último viaje, pero todavía no ha llegado la hora...
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abuela, o de la madre que lo parió... ¿Qué es esto? ¡Mis
hombres han enloquecido por completo! ¡No hay nadie en
la cofa de vigía! ¿quién va a gritar “por allí resopla” si
aparece en el horizonte el sucio chorro de Moby Dyck? Mis
hombres bailan como poseídos (¿o es posesos? pos eso) por
un espíritu diabólico; hacen un corro alrededor de mí, se me
echan encima, mi pata de palo tropieza con algo y caigo, y
pierdo el sentido...
Se ahabó.
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E L HOMBRE TRANQUILO ;
Y LA MUJER NERVIOSA
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E L HOMBRE TRANQUILO ;
Y LA MUJER NERVIOSA
El Hombre Tranquilo sí que es una de mis películas favoritas,
pero es que además transcurre en Irlanda, la cuna de mi corazón
:-) El estupendo José Luis Guerín la homenajeó en Innisfree,
bellísimo documental que combina la poesía (Yeats está presente
continuamente), el cine, la nostalgia y el folclore y el tipismo
irlandeses. Confieso que con esta revición un tanto “destroyer”
(el Duque no me lo tome en cuenta) lo he pasado muy bien,
recordando a sus personajes y sus diálogos, su fotografía, su
fantástico y simpático guión, su lírico montaje y, por supuesto, su
pareja protagonista, John Wayne y una especialmente guapa Maureen
O’Hara, que rezumaban química y complicidad. Todos los integrantes
del reparto y del equipo técnico eran una gran familia, la familia de
John Ford, y el buen ambiente que hubo en el rodaje se refleja en
la película. Y, por favor, si tenéis la ocasión, viajad a Irlanda, que
disfrutaréis aún más de este Quiet Man.
Dijo Napoleón que las batallas contra las mujeres son las únicas
que se ganan huyendo. No sobrevivas, Laztana, VIVE.
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¡Qué mala suerte la mía! ¡Vaya vida más perra la que me ha
tocado llevar y qué cruz, la de haber pasado a la posteridad
con el sambenito de ser una histérica! No, se ve que no tenía
bastante con ser una solterona, así que tuvo que llegar a mi
probablemente anodina, pero sin duda ordenada vida en Innisfree,
ese dichoso hombre tranquilo que no hizo sino revolucionar a
toda la comunidad y trastocar nuestras costumbres...
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cosa que fastidiara a mi hermano Will era buena para mí), el
reverendo Playfair (pero bueno, eso era lógico, al fin y al cabo
era protestante, y tan malo que le salió un hijo católico, el Padre
Paul) y así a medio pueblo. Lo que nunca me podía imaginar
es que el Padre Lonergan también fuera a caer en sus garras...
Pero ¿cómo pudiste ser tan tonta, Mary Kate Danaher? ¿Cómo no
te diste cuenta de lo que se cocía a tu alrededor? Porque hasta
el tonto de mi hermano Will participó en la trama, de forma
involuntaria, eso sí, porque lo engañaron tanto como a mí... con
“las iglesias” y sus conspiraciones habíamos topado los Dana-
her; con las iglesias y con el parné yanqui, el que le abría a
Sean las puertas de la taberna donde solía invitar a rondas de
Guinness sin ton ni son, el que lo enfrentó a mi hermano Will
(que incluso lo escribió en su lista negra) al arrebatarle Blanca
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Mañana... el que lo había convertido en un ser tan soberbio y
tan ignorante que no supo apreciar ni la importancia ni el va-
lor que tenía para mí, como para cualquier hija de Irlanda, su
merecida dote.
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hacer ruido para que Sean no se despertara, le dio tiempo a
llegar antes que al habitualmente remolón tren. Ese día hizo la
parada más larga que nunca antes el Rápido a Dublín hubiera
hecho, otro motivo por el cual aquella jornada aciaga para mí
se convirtió en inolvidable para todo el condado. Todavía se
oye decir eso de “¿recuerdas el día en que el Rápido a Dublin
estuvo parado seis horas y cuarto en Innisfree? ¡Sí, hombre, ese
día en que Sean Thornton arrastró a la pelirroja Mary Kate
Danaher hasta de los pelos para llevarla de vuelta al pueblo!
¡Y cómo se zurraron los cuñados, nunca lo había pasado tan
bien en un pelea! Yo perdí la apuesta, la verdad, pero después
bebimos tanto y cantamos tanto y lo pasamos tan bien que
jamás olvidaré (ni yo, ni mis hijos, ni mis nietos, ni aquéllos
a los que se lo podamos contar) la fecha más gloriosa de la
historia de Innisfree...”
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fumar para sobrevivir hasta ahora, soportando la vergüenza y
el deshonor de haber pasado toda una vida con este hombre!
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que se le ve en su salsa poniendo en ridículo al gigantón,
más habituado a montar a caballo que a vestir de esmo-
quin. Probablemente se estaba vengando del mal trago que
Wayne le hiciera pasar en ese peliculón que era Río Bravo,
y digo “mal trago” porque lograba mantenerlo sobrio y que
no se echara uno al coleto, misión harto difícil tratándose
de un borrachín como Martin. En el vídeo se les ve lan-
zándose miraditas de complicidad, tonteando y haciéndose
cucamonas, sobándose y riéndose bobaliconamente como
dos adolescentes enamoradizos… una mariconada, vaya :p
Y si no me creen, pongan en You Tube “Dean Martin y
John Wayne singing Everybody loves somebody sometime”
y compruébenlo ustedes mismos, ea)
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do Playfair, ¿qué le pasa? Nunca lo había visto así de indig-
nado; usted, que siempre ha mantenido la sangre fría, incluso
cuando vino su obispo a trasladarlo a otro pueblo porque, la
verdad, feligreses, lo que se dice feligreses, no es que haya
tenido muchos en este pueblo, no...
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E L ULTIMO
TRAGO EN P ARIS
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E L ULTIMO TRAGO EN P ARIS
El último tango en París no es una de mis pelis favoritas
pero hay que reconocer que Brando estaba, como casi siempre,
genial, que el argumento no dejaba indiferente, lo cual ya es un
gran logro, y que marcó toda una época, así que ya ha pasado
a la historia. A estas alturas ya sabéis que mis reviciones
no tienen mucho que ver con la película: a mí me ha sugerido
algo parecido a la poesía (quisiera denominarla “erótica” si
supiera que Catulo y Ovidio, por citar sólo algunos ejemplos
clásicos, perdonarían mi atrevimiento), aunque no sé si tanto
como la fotografía del gran Storaro. Si de alguna manera he
“removido” vuestro espíritu, como suele hacer Bertolucci, ya
habré conseguido mucho.
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Echo de menos ese beso que prologaba otros que nunca vinie-
ron, las palabras que no me dijiste, los sueños no compartidos
que se desvanecieron antes de ver amanecer, y tu cara, y tu
voz, y tu silencio, y tu piel, y tu piel...
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confianza y la seguridad que no existía antes, y la verdad,
que antes de ti me era esquiva, y la bondad, que ignoraba
que morase en mí; haciéndome sensible, vulnerable y frágil
has sacado toda la fuerza que había en mí.
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E L ESCORCISTA
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E L ESCORCISTA
Uff, no me atrevo a decir mucho de El exorcista, creo que
es la única peli que me ha dado yuyu, pero yuyu-yuyu…
Les aseguro, queridos lectores, que esta revición no lo da.
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Sí señor, el escorcista, no crean que se trata de un error tipo-
gráfico de esta estrafalaria cuentista, que también podría ser,
pero es que uno es así de raro. De todos los dones del Espíritu
Santo me tuvo que tocar el más extraño: ni el de las lenguas,
ni el de la sanación, ni el de la bilocación... El del escorcismo,
ese me cayó en suerte, que no es sino una variante muy pe-
culiar del don del exorcismo y que consiste en no temer a los
casos más severos de posesión, los de aquellos que por culpa
del diablo presentan un extremo caso de escorzo, i.e., reducen su
longitud según las reglas de las perspectivas, sobre todo si nos
los encontramos en posición oblicua o perpendicular a nuestro
nivel visual. Y si no se lo creen consulten en la Wikipedia, que
no les engaño, aunque sea casi tan raro como la elementa esta
que les cuenta mi historia…
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en la peli con esa cara de amargao que no puedo con mi alma,
pero al fin y al cabo cada uno tiene que cargar con su cruz.
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mandamiento, y de refilón el primero, también a hacer gárgaras),
mandándole a su madre a tomar por donde amargan los pepinos
(y el cuarto mandamiento, ya ven ustedes el cariz que iban to-
mando los acontecimientos), mintiendo como una cosaca (el octavo
tampoco parecía importarle demasiado) y amenazándonos con
matarnos a todos (incluso el quinto, Dios mío, el quinto también
le importaba un bledo).
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el Señor me perdone, pero ni el Fary comiéndose un limón era
tan horroroso como esta monstruosa criatura) el Padre Merrin
decidió que ya era hora de que yo entrara en acción. Sí, yo, el
escorcista, porque en su última levitación había mostrado, inequí-
vocos y contundentes, signos manifiestos de escorzo.
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cuerpo de Regan para hacerse con un trofeo que consideraba
mayor. Sería un diablo poderoso, nadie lo pone en duda, pero
muy listo no, o al menos no tenía ni idea de que existiera el
don del escorcismo, escaso, aburrido pero, al menos la única
que vez que lo puse en práctica, muy eficaz. Mi cuerpo sí que
quedó en un escorzo horroroso espanzurrado contra la acera,
pero supongo que el demonio ese quedó más chungo que yo…
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Yo, pues qué quiere que les diga, creo que el Padre Merrin
ya está mayor para estas cosas y desde esta posición privile-
giada que tengo sé que lo peor que le va a pasar al niño ese
es que dentro de unos años se van a empeñar en hacer dos
pelis más con su historia, y esta primera es bastante buena, y
además sale Gregory Peck, que siempre es una garantía, pero
la segunda y la tercera parte no va a haber quien las aguante.
Y respecto a la chica preñada de la otra película pues nada,
parirá al crío (que sí, que no es trigo limpio, en eso tiene
razón el Padre Merrin) pero luego se liará a adoptar niños
chinos, camboyanos, vietnamitas… y una de sus hijas adoptivas
se casará con un director de cine medio neurótico con el que
ahora comparte su vida. Claro que esta chica nunca eligió muy
bien porque también se casó con un gran cantante (aunque no
tan buen actor) que andaba metido en historias mafiosas y que
le sacaba unos 40 años, más o menos, así que el matrimonio
terminó como el rosario de la aurora…
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MUJERES AL BORDE DE UN
ATAQUE DE PERNIOS
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MUJERES AL BORDE DE UN
ATAQUE DE PERNIOS
Una de las pelis que más me gustan de Almodóvar, el
“delirante”, el de los 80. Toda la “troupe” almodovariana,
al menos la de esa época, aparecía en la película: Carmen
Maura, su primera musa, Antonio Banderas, Julieta Serrano,
María Barranco, Rossy de Palma, Guillermo Montesinos…
resultan más que convincentes en el ritmo frenético y por
momentos histérico de esta película de acertado guión
y proverbial montaje, por no mencionar su particular e
inolvidable estética. Esta revición es casi tan alocada
como era Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios
y, aunque pueda parecer mentira, y como dicen en los
telefilmes americanos, está basado en hechos reales, así
que prepárate, querido lector…
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¡Ay, Virgencita de Guadalupe! ¡qué mañanita, qué mañanita...!
¡y me la quería yo perder! ¡Santa María del Perpetuo Socorro,
el teléfono suena que te suena a las 6 de la mañana y yo con
los rulos puestos! ¿Que se ha caído? ¡Ay, Señor! ¿Que está
bien? ¡Menos mal! ¿Cómo que han ido los bomberos? ¿Pero no
me dice que todo está bien? ¿Que no podían abrir la puerta?
¡Pero si ustedes tienen sus llaves! Oiga, ¿y han tirado la
puerta abajo? ¿Cómo que ya me lo dirán cuando llegue allí?
Dios mío, qué buenorro que está ese bombero, con su casco
y sus arneses, con su hacha reluciente... con qué brío se
sujeta el mango, ¡ay, madre, lo que te sujetaba yo, hermosura!
Atúsate el pelo, Arantxitamary, qué va a pensar este moce-
tón... Uy, por Dios, si me he dejado un rulo puesto... ¿Qué
tal, comandante? Porque usted será al menos comandante, con
tanto entorchado y tanto galón... ¿Que ya han podido abrir la
puerta? ¡Cuánto me alegro! Pero, claro, ¿qué entienden uste-
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des por “abrir”? Porque yo lo veo con ese hacha y no sé
muy bien qué pensar... Que han “penetrado sin fuerza”, dice
usted... qué sensibles son ustedes, cómo mantienen la sangre
fría, incluso en estas ocasiones. ¿Y no pueden acompañarme
ustedes al 5º? Es que con tanta emoción estoy un poco ma-
reada.... ah, que tienen otro ser-vicio... ¡vicio el mío, morenazo,
que me están entrando unos calores! ¡Esto es un cuerpo, y no
el de profesores de secundaria! Sí, sí, claro que les llamaré si
los necesito, ¿me da usted su teléfono? ¡Ah, qué lástima, que
esto está centralizado en el 112! Ya, hombre, pero es que con
lo (m)amable que ha sido usted, y la confianza que ya tene-
mos... Vale, vale, que todos ustedes quedan a mi disposición:
¿los cinco? ¡Ay, Dios, ni en mis mejores sueños!
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de la postmodernidad), montaba (no me malinterprete, joven),
dirigía... en fin, que no sabe Hollywood lo que se ha perdido,
que el cine me corr(o)e por las venas... ¿Qué cómo se lla-
maba? La Experiencia, suena muy intelectual, ¿verdad?, como
de Bergman, o así...1 ¡Ah!, que usted quiere decir que cómo
me llamo yo, claro: Arantxa, Arantxitamary para los amigos,
y tutéeme, por favor, que yo también te voy a tutear, que
después de todo lo que hemos pasado juntos...
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es mi especialidad. A mí es que el gazpacho me sale bueno
y rebueno... Sí, sí, claro, doctor, esa chica tan guapa de la
foto soy yo, quién si no... Bueno, pues mientras ustedes se
acomodan por el pasillo yo voy a atender a mi santa, como
en su casa, oigan, siéntanse (y siéntense) como en su casa...
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Pero mamá, ¿qué dices de Toñi? Si esa señora hace ya 10
años que no vive en esta casa y no tiene llaves tuyas. Y,
además, aunque tenga llaves, qué más da, si es que nos han
dejado encerrados desde fuera, los que están fuera, uno de
los municipales (el más feo, afortunadamente, que el guape-
ras está aquí, manteniendo el orden) y el iluminao también
tienen llaves, pero ya ves de qué sirven... ¡Ay, qué perra
te ha entrado con Toñi! ¡Que no, madre, que esa señora ya
no vive aquí!
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Y tú, mamá, hermosa, para ya con Toñi, qué pesadita estás,
corazón... ¿cómo que “él” puede abrir la puerta? ¡Toñi era
una señora, madre! ay por Dios, doctor del SAMUR, que dice
usted que a mi madre no le ha pasado nada pero yo creo
que se ha golpeado la cabeza o algo porque ya no sabe lo
que dice, la pobre...
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Y ustedes, ¿ya se van? Y no han querido tomar un cafelito ni
nada... Pero si todavía no han venido los de Madrid directo
ni nada, ¿no pueden esperarse un poco más? Ah, ya, que lo
han pasado muy entretenido pero que hay otras ancianitas
que pueden necesitarles. Oiga, lo de ancianita no lo dirán
por mi santa, ¿verdad?, que está pachucha pero ya ven us-
tedes qué cutis tiene, como una muñequita de porcelana, más
reguapa está ella que otra cosa, ya quisieran ustedes llegar
a su edad así, sin una arruga... Bueno, pues nada, no “les
entretengo” más (jaja, era un juego de palabras, ¿lo han en-
tendido? Sí, claro, ustedes han dicho que lo han pasado muy
entretenido y yo les he dicho que no los entretengo más...
¡es que soy de un ingenioso! la monda, oigan, ¡la monda!) Ea,
con Dios, con Dios...
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y como estropearon la cerradura también se presentaron los
bomberos. Lo que he contado así, en tono humorístico, de
primeras no me hizo mucha gracia, como es fácil de entender.
En esos momentos te das cuenta de lo importante que es
que funcionen bien los servicios públicos, y en qué cosas NO
HAY QUE RECORTAR. Gracias a los de la teleasistencia,
a los del SAMUR, a la policía municipal... y a los bomberos,
claro :-) Desgraciadamente, mi madre ya no está aquí para
reírse conmigo. En los últimos meses de su vida, cuando se
perdió en una nebulosa surrealista de la que apenas lograba
discernir algo, se reía conmigo cuando me veía reír porque
por muy extraño que pueda parecer aprendí a disfrutar de su
enfermedad y a quererla como a “mi niñita”, porque en su
madre me convirtió :-)
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El heroísmo es la voluntad de conocer a
tu madre y no avergonzarte. Ninguna de
nuestras madres es lo que queremos que
sea, pero yo verdaderamente adoro a la mía.
Conocer y aceptar a la madre es, para las
mujeres, nuestro mayor reto y nuestro mayor
regalo. Es un don para nosotras saber qué
hicieron y cómo lo hicieron, incluso con to-
dos los errores que cometieron, pero al fin
y al cabo es Mami.
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B LACK CHRISTMAS,
O PARA SER POLITICAMENTE CORRECTOS ,
A FRO -A MERICAN CHRISTMAS
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BLACK CHRISTMAS,
O PARA SER
POLITICAMENTE CORRECTOS,
AFRO-AMERICAN CHRISTMAS
Nada tan opuesto a la candidez y al derroche de falsa
felicidad que había en esa anodina “americanada”
llamada Navidades Blancas que esta revición en la que
pretendo hacer un humilde homenaje a la comunidad
negra estadounidense, tan cercana, admirada y querida
para mí. Con todo mi respeto y cariño esta a mis
hermanos de alma negra, Animae (nigrae) dimidium meae.
Y a mi querido Lovecraft, agradecida por los buenos
ratos me ha hecho pasar.
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Pues sí, soy negro, y a mucha honra, ¿eh? Y negro, negro,
que lo que no puedo aguantar es eso de “de color” ¿Qué
es eso de “de color”? El eufemismo que usan los deste-
ñidos de los blanquitos para referirse a nosotros, a los
pieles rojas, a los asiáticos, a los aborígenes de Oceanía...
a todos los que podemos ver la vida de colores, vaya, sin
el rígido corsé de la “limpieza de sangre y de piel”.
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de haber tenido vecinos tan ilustres como August Wilson 2
o Art Blakey, que también tuvieron sus “Black Christmas”
aunque no fuera en las fechas adecuadas... Pues, como
decía, estaba yo preparando mi comida de Navidad cuando
oí unos golpes tremendos fuera. Me eché a reír porque me
acordé de la canción del gran Satchmo, la de ‘Zat you, Santa
Claus, porque, claro, si los negros oímos a alguien apo-
rreando nuestra puerta no sé porqué tendemos a pensar que
no va a ser precisamente Santa Claus el que está llamando,
por muy navidad que sea, no señor...
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sufrir tamaña humillación. Contarlo me produce todavía ver-
güenza, haber sido objeto de befa y mofa no es nada agradable
y no es en absoluto fácil asumir que esto le haya pasado a
uno, y precisamente a mí, que intento ser una persona discreta,
pasar desapercibido, no molestar a nadie... Pero bueno, creo
que mi historia ilustrará, sin duda, hasta qué extremos estamos
llegando, así que me armo de valor y procedo.
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ción a meter baza ni a manifestar mi protesta “Pues esa es
precisamente la 1ª pregunta que tiene que contestar, si es que
quiere tener el enorme honor de protagonizar nuestro show...
Ah, caballero, qué suerte que haya sido elegido, cuánto le
estarán envidiando nuestros tele-expectadores” (porque dijo
“expectadores”, sí... ¿pero acaso podía alguien estar expectante
ante algo tan cutre?) “¿Quién es nuestra musa, la diosa de la
belleza, la elegancia y el refinamiento que ya es mundialmente
conocida por esta frase que pasará a la “posterioridad”? (y
por cierto, ¿qué coño era eso de la “posterioridad”?)
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a los que usted cree defender”, y, en esta ocasión mediante
un derechazo, volvió a encasquetarme la alcachofa para ver
qué podía responder ante una razón tan poderosa como la que
acababa de esgrimir.
¡La SGAE! ¡No, por Dios, la SGAE no! ¡No me lo podía creer!
Esto era mucho peor de lo que nunca hubiera podido imaginar...
La SGAE, ¡estaba perdido! Cerré la puerta como pude y salí
disparado al salón, cogí una bolsa de basura y empecé a meter
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en ella, apresuradamente, las cintas de casete en las que mi
hermano me había grabado, hacía ya muchos años (tantos que
Michael Jackson todavía vivía y era negro) las canciones de
los Jackson Five, de Aretha Franklin y de Stevie Wonder; las
viejas cintas de vídeo en las que había grabado los partidos de
la NBA y los conciertos de Ray Charles; los disketes en los
que había guardado mis trabajos de la carrera, los CDs con mi
tesis doctoral sobre teatro (afroamericano, claro), los DVDs con
las actuaciones de mis sobrinos, los mejores raperos de The
Hill... ¡Toda una vida a la mierda! Tenía que borrar mis favo-
ritos, revisar mi disco duro... no, qué va, no había tiempo para
eso. ¡Qué horror!, pero no había más remedio, ni tiempo que
perder... Sí, “format C:”, era mi única opción. Tan pronto como
pulsé enter me di cuenta de mi terrible error: ¡¡¡¡HABÍA DICHO
EL NOMBRE DE MI BLOG EN LA TELE!!!! ¡Ahora sí que
nada ni nadie podría librarme de las garras de la SGAE!
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Saqué el pavo del horno: se iba a quemar, aunque ya na-
die se lo fuera a comer. Cogí mi antología de poemas de
Langston Hughes, que siempre me han acompañado, mi I-Pod
cargado de jazz y de blues (afortunadamente en mi arrebato
por intentar limpiar las huellas de mi “carrera delictiva” no
había reparado en ese chisme prodigioso) y salí de casa sin
mirar atrás. Encaminé mis pasos hacia el único lugar en que
sabía que, al menos por un tiempo, podría sentirme seguro.
Anduve y anduve por los barrios más sórdidos, protegido
de la noche por la tonta alegría navideña que reunía a las
familias en el calor de las casas y que había vaciado las
calles: no se veía ni un alma, justo lo que necesitaba para
llegar a mi guarida sano y salvo.
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Por primera vez en mi vida, rodeado de seres inusuales,
viscosos, deformes y de todos los tamaños y tonalidades no
me sentí “raro”, ni en la obligación de tener que hacer algo
especialmente extraordinario para reivindicarme o justificar
mi existencia. Sentí paz, armonía, verdadera libertad; y como
primigenio, trabajaré para que las navidades, y el resto del
año, dejen de ser en blanco y en negro y sean de colores,
como lo somos todos nosotros en Providence; pero, sobre todo,
para que las nuevas generaciones no caigan en la tentación
de ser grises.
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HISTORIA
DE UNA NINJA
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HISTORIA DE UNA NINJA
Historia de una Monja fue dirigida por Fred Zinnemann en
1959 e interpretada por Audrey Hepburn y Peter Finch. El
guión está basado en la vida de la ex-monja y enfermera
belga Marie Louise Habets, contada por la novelista
estadounidense Kathryn Hulme. Marie Louise, como la
Hermana Lucas de la película, había estudiado medicina
y pasó por distintos destinos que desaprovechaban su
preparación hasta que fue al Congo como enfermera. De
vuelta a Bélgica abandonó definitivamente los hábitos
cuando su conciencia no pudo “permanecer neutral” ante
la invasión nazi del país, tal y como imponía su orden.
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Desde pequeñita siempre quise ser ninja. Sí, ya sé que puede
sonar extraño, al fin y al cabo era la niña de una familia
bien, fui a los mejores colegios y tuve una educación esmerada.
Todos confiaban mucho en mí: como poco, estaba destinada a
ser como mi madre, mujer modelo, esposa fiel y madre entre-
gada, pero eso era lo mínimo que cabía esperar de mí porque
mi padre soñaba con que fuera a la universidad, con que fuera
médico como él, con que me convirtiera en una de las prime-
ras mujeres en seguir su carrera y siempre, siempre, tuvo la
esperanza de que yo hiciera su sueño realidad.
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allí. Estudié mucho, me preparé, sacrifiqué horas de ocio, de
juegos, de confidencias propias de la edad… todo mereció la
pena cuando, después de haber hecho la solicitud de ingreso y
todas las pruebas en secreto, a espaldas de mis padres y de
mi acomodada familia, llegó la respuesta anhelada: había sido
admitida. ¡Lo flipen!
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verdadera ninja, digna de la instrucción que había recibido, fiel
seguidora de la filosofía de Van Lee… Sería agua, mi friend,
querido amigo que lees mi historia.
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noche). Mis costumbres sobrias y mis hábitos monacales poco
tenían que ver con esa vida disoluta en la que él se sentía
como pez en el agua, nuestros caracteres eran tan distintos
que ni la cortesía natural en la que me habían educado podía
salirme de forma espontánea con él... Aggghhh, que Van Lee
me ampare, aunque me esté mal decirlo, ese ambiente corrupto
estaba haciendo mella hasta en mi alma, pero lo peor estaba
aún por llegar: ¡me estaba enamorando de ese imbécil!
Las cosas no podían seguir así: cada vez que veía a ese ne-
cio sí que tenía escalofríos por todos lados, muchos más que
durante mis durísimos entrenamientos. Trataba de esquivar
su mirada porque me ruborizaba y eso me hacía parecer más
idiota aún, lo que le encantaba porque le daba pie a reírse de
mí (por mucho que él dijera que era conmigo) y a repetirme
lo encantadora que era y la suerte que había tenido con que
LOFLINPEN hubiera tenido el acierto de mandarme a él... No,
no podía ser, tenía que abandonar esa misión, sabía que eso
defraudaría a muchos, sobre todo a mi maestro, que tendría
que aguantar las chanzas de sus colegas diciéndole eso de
“ya te lo decíamos nosotros, la obediencia no es el fuerte de
esta...” ¡Cuánto lamentaba fallar a todos, qué mal me hacía
sentir pensar que mi maestro tuviera que soportar las críticas,
pero confiaba en que él me conocía de verdad y esperaba que
supiera que si abandonaba mi misión no era por no obedecer,
sino más bien por todo lo contrario, porque si seguía en ella
desobedecería, faltaría a todos mis votos, desatendería mis
obligaciones... Sí, porque el memo cuyo nombre no me atrevo
ni a pronunciar había removido de tal manera mi interior que
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me hacía poner en duda todas mis creencias, mis ideas más
profundas, mi fe. Para todos habría fracasado pero esperaba
que mi maestro me entendiera y supiera, como yo, que sólo mi
fidelidad a él y a las enseñanzas del Hagakure me llevaban a
tomar esa terrible decisión.
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E L APARCAMIENTO
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E L APARCAMIENTO
1. Me llamo Baxter y tengo un aparcamiento. Sí, ya sé que
para los que me leen desde el futuro esto no tiene mayor
importancia, pero para los que me leen desde el pasado,
desde 2012 por ejemplo, esta frase que les puede resultar
anodina encierra ciertos misterios que su falta de conoci-
miento les impide entender... Esto me obliga a darles alguna
explicación a los lectores del pasado, así que a los que so-
brevivieron al gran cataclismo o poblaron, no me importa por
cuáles medios, este planeta a partir de esa fecha les invito
a saltarse los apartados 2. y 3. y a continuar la lectura
(si es que sabiendo que tengo un aparcamiento aún quieren
seguir haciéndolo) a partir del apartado 4. A mis lectores
del pasado, sin embargo, les pido que no se los salten, si
es que quieren encontrarle algún sentido a mi historia.
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20... Mejor no les revelo la fecha, no sea que si lo hago
cunda el pánico y ustedes se empeñen en tratar de evitarlo
y la caguen aún más, así que me callo y voy al grano, que
encima de que en esta época sólo leen 4 gatos (bueno, y
en la de ustedes me temo que también) no voy a disuadir
a los pocos que se animan a dedicarme unos pocos minutos
de su tiempo.
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relacionadas con esta: un PLEXUS podía hacer el mismo trabajo
que un humano mucho mejor y más eficazmente; era, por tanto,
altamente rentable. Pero la característica que más enorgullecía a
sus creadores era que habían conseguido anular el deseo en los
PLEXUS: el “Mundo Feliz” que imaginó ese tal Huxley del siglo
XX estaba cada vez más cerca.
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interpretó mis miedos y se compadeció de alguien tan triste y tan
mediocre como yo, tanto que decidió facilitarme la misión. Bajo una
intensa lluvia que en un momento dado no supe distinguir de mis
lágrimas y de lo que pensé que también pudieran ser las suyas,
pronunció unas palabras que llevo indelebles en mi corazón y que
dejaron bien patentes que su categoría humana, por muy paradójico
que pueda parecer el término para un replicante, era muy superior
a la de la mayoría de los que supuestamente sí lo éramos:
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que aconteció, vean que hay muchas cosas, seguramente banales
para ellos, que sin embargo llenaban la vida de esos extraños
habitantes que poblamos su mismo mundo en tiempos ya remotos.
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Hola, soy Pili Lord y me abuuuuuuurro mortalmente. Soy una
chica bien, vivo en una mansión impresionante, nado en la
abundancia, me casé con un hombre guapo pero inaguantable
del que me divorcié, he viajado y viajo cuanto quiero, gasto a
manos llenas... pero me aburro.
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planificado y organizado, así que empiezo a aburrirme de
nuevo y no sé cómo podré soportar estos días que faltan para
la ceremonia. Afortunadamente, acabo de recibir noticias de
mi ex, que pretende venir a verme y no sé qué me ha conta-
do de unos periodistas. La verdad, C.K. tiene una habilidad
especial para sacarme de quicio, pero al menos su presencia
y la posibilidad de tener unas cuantas buenas trifulcas le da
cierta emoción a esta rutina tan anodina.
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encontrado lo que quiero, claro, porque C.K. no me lo dio y
pongo en duda que el Sr. Kittredge esté a mi altura, y desde
luego, yo no estoy dispuesta a ponerme a la suya1 .
Pero ven, dame la mano, corre, que veo al Sr. Connor con
mis padres, con C.K. y con George. ¡Y el mayordomo les lleva
unos refrescos! ¡Qué bien, todos juntos, no puede haber mejor
ocasión! ¡Ay, Delia, qué feliz me haces, contigo me siento capaz
de cualquier cosa! ¡Qué felices vamos a ser!
Para Paloma;
ya sé que no es un póster de la Hepburn con pantalón,
pero seguiré buscando.
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T U P IE
IZQUIERDO
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T U PIE IZQUIERDO
Mi pie izquierdo es una de esas películas de superación
personal que tanto gustan en Hollywood, aunque
transcurre en Irlanda, los actores y el director lo son y,
al menos, se ven en ella las miserias de cualquier ser
humano, incluido las del “héroe” de la película. Está
basada en la vida del pintor y escritor Christy Brown,
que superó su parálisis cerebral gracias a su tenacidad
y al apoyo incondicional de su madre. En esta película
funciona, como en otras, perfecta y eficazmente el tándem
Jim Sheridan y Daniel Day-Lewis, actor que consiguió el
óscar por su interpretación.
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“Caminé 7 kilómetros por ti”...
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Caminaste 7 kms. por mí, y yo perdí mi equilibrio, mi repu-
tación de femme fatale, mi buen nombre como amante pluri-
lingüe.... Caminaste 7 kms. por mí, y desde entonces vago por
los caminos, duermo en las cunetas, me vendo al peor postor...
pero no he vuelto a ver un pie tan herido, tan vituperado, tan
amante, y no he vuelto a sentir el escalofrío que convulsionó
mi espina dorsal ante esa am-polla tuya, llena de pus que me
veneraba, cargada de tu sangre derramada por mí...
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“¡Qué tiempos, Concha, qué tiempos!”, decía Choni mientras
ponía alfileres aquí y allá en la falda de su vecina y, sin
embargo, amiga. “Hija, no sé si voy a poder hacer gran cosa;
por mucho que la tunee la tela ya está un poco pasadita y con
tanto volante vas a parecer la Pantoja…”.
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Las dos amigas se ayudaban cuanto podían. Concha teñía y
peinaba a Choni y le cortaba el pelo a “todos sus hombres”,
mientras que Choni hacía milagros con la ropa de la familia ve-
cina; Mari Ángeles, la chica de Concha, había ayudado a los de
Choni a aprobar la secundaria. Era muy lista; si a pesar de los
recortes, y gracias a su expediente académico, mantenía la beca
se convertiría en la primera licenciada de la familia; a cambio,
Miguel, el mayor de Choni, que era un manitas, se encargaba de
las chapuzas de ambas casas, y se sacaba algún dinerillo con la
buena fama que Concha le pregonaba por todo el barrio.
Sus chicos eran otra cosa. Eran jóvenes, habían ido a las
manifestaciones del 15M, a las asambleas de barrio y a todos
los tinglados habidos y por haber. Javi, el pequeño de Choni,
incluso había acampado en la Puerta del Sol. A Choni no es
que le hiciera mucha gracia; “perroflauta”, lo llamaban los ve-
cinos, y aunque Concha trataba de convencerla de que lo hacían
con cariño Choni decía que su hijo no era un “desarrapao”,
que habría estado 10 días allí, sí, pero iba a casa a ducharse
y la ropa la llevaba limpia, no era un melenas de esos que
Así pasaban los días; las cosas estaban mal, sí, pero siempre
había habido épocas difíciles, y siempre se había salido del
atolladero. Nadie dice que fuera a ser fácil, pero ellos eran
currantes natos, no se iban a dejar achantar por “la crisis”.
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Y la hora de actuar había llegado porque Pablo se iba a que-
dar en la calle; la frutería de Pedro iba de mal en peor, y otro
tanto pasaba con el ultramarinos de Pili. El centro comercial
que habían abierto en el barrio les estaba dejando sin clientela
y no podían permitirse un repartidor, por mucho que los vecinos
mayores de un barrio con tantas casas sin ascensor ya no les
fueran a encargar la compra porque nadie se la llevara a casa.
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Al día siguiente, las familias de Concha, Choni, Pepita,
Pedro y Pili salieron a las calles del barrio, cacerola en
mano y con la ropa de andar por casa puesta, para lla-
mar la atención del vecindario y promocionar la idea. Javi,
Pablo y Mª Ángeles portaban la pancarta que proclamaba
“Autogestión: Marujaflautas, unidas, jamás serán vencidas”.
Y si alguien osaba intentar acabar con ese movimiento de
solidaridad, con esa corriente de generosidad, con ese en-
tusiasmo y toda esa bondad, se encontrarían con un barrio
dispuesto a morir con las batas puestas.
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humorístico, incluso irónico y un tanto ácido, que pretende, con mayor
o menor éxito, denunciar alguna situación, actitud o comportamiento
que me resulta reprobable.
Todo esto que estoy contando parece una explicación, por no decir
una justificación, para que no penséis que si he escrito… “esto”, es
porque no sé de cine; en absoluto.
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ellas sin duda lo es y el resto no deja de ser “alta comedia”, en el
mejor y más amplio sentido de la palabra: obras inteligentes, agudas,
elegantes, cuidadas y que muestran lo mejor (y en ocasiones lo peor
también, aunque de ese papel suela encargarse Walter Matthau, otro
de los actores fetiche de Wilder) del ciudadano medio. Con faldas
y a lo loco, Irma la dulce, El apartamento, En bandeja de plata,
Primera plana y La extraña pareja completan el genial septeto.
Entre los muchos logros de esta película está que a principios de los
70 un director del prestigio de Wilder filmara a los protagonistas
desnudos; la escena en que Lemmon trata de tapar los pechos de
Mills con sus calcetines es hilarante. Y aparte del guión y de
las interpretaciones, la fotografía, la ambientación y la música (la
melodía principal es la canción Senza Fine, del genial Gino Paoli)
completan un conjunto inolvidable.
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NADA
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QUE LE PASA A
ESTE , DOCTOR ?
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QUE LE PASA A ESTE ,
DOCTOR ?
Y esto ya se acaba, y lo hacemos con una revición inspirada
en la comedia de Peter Bogdanovich ¿Qué me pasa, doctor?
En esta película, Ryan O’Neal interpreta a un serio
musicólogo, un profesional tímido y despistado que ve cómo
su vida ordenada y dedicada al estudio se ve alterada al
conocer a una joven vitalista y un tanto alocada, encarnada
por Barbra Streisand. Junto a ella pasará por una serie
de situaciones disparatadas que además de provocar la
carcajada del espectador le llevan a cuestionarse su vida.
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Sí, si ya sé que nos lo garantizó, doctor, pero qué quiere
que le diga; después de haber ido a una docena de médi-
cos, de haber probado todo tipo de potingues, de haberse
sometido a tratamientos durísimos… en fin, que después de
tres años de auténtica tortura ya sabe que vinimos a su
consulta totalmente escépticos, desahuciados, sin esperanza
de ningún tipo…
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Y, efectivamente, el ebookprofeno surtió efecto. Porque el
ebookprofeno no es un libro cualquiera: está contraindicado
en personajes necios, papanatas, hipócritas, abusones, narci-
sistas y egoístas. Absténganse de tomarlo también aquellos
que no están acostumbrados a pensar ni a cuestionar lo
que los rodea y a sí mismos: los efectos secundarios del
ebookprofeno en estos casos son más que adversos, ya que
aparte del consabido malestar general es más que frecuente
el desequilibrio total, la alteración brusca del estado de
consciencia y también de la conciencia, la desaparición re-
pentina de la ceguera, con el consiguiente desconcierto y, en
casos extremos, paranoia e, incluso, la aparición de una do-
ble personalidad totalmente contraria a la anodina existencia
anterior, la percepción de voces que te incitan a vivir de
otra manera, a cambiar la realidad, a lanzarte a las calles
clamando justicia y hasta a solicitar la erección (entiéndase
bien este punto, por favor) de patíbulos y guillotinas en las
plazas públicas. ¡¡¡Vuelve Robespierre!!! se convierte en el
lema de tu vida y la transformación en un ser totalmente
nuevo y radicalmente radical es tan fuerte que los flojos de
espíritu no lo resisten.
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