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Antología en tiempos de
coronavirus, cuarentena,
toque de queda y Ley Seca
-5 años y un piquito más
del Proyecto editorial Los zopilotes- 2

Proyecto editorial
Los zopilotes
©Título original: Antología en tiempos de
coronavirus, cuarentena, toque de queda y Ley Seca.
-5 años y un piquito más del Proyecto editorial Los
zopilotes-

©Primera edición en
«Proyecto editorial Los zopilotes»: 2020

Tel. (+502) 5578-9042


eynard58495@hotmail.com

Diseñado y diagramado por Talleres de las cosas


que se escabullen, Callejón del Muerto, HHSA. 3
©Proyecto editorial Los zopilotes

Elaborado en Santa Ana, La Antigua Guatemala,


abril del 2020.

Se permite la reproducción total o parcial de este


libro, en incorporación a un sistema informático,
en su transmisión en cualquier forma o por
cualquier medio sea este electrónico, mecánico,
por fotocopia, por grabación u otros métodos,
siempre y cuando nos avisen pues, aunque no lo
parezca, somos los titulares del copyright, ja.
Aquí le pedimos perdón al mundo,
a sus bosques y a sus selvas
por esta energía eléctrica gastada…
Atentamente Los zopilotes 4
A quien fuera concebido
por la luz y la sombra…
(in memoriam por la influencia
eterna de Luis Eduardo Aute)
5
A los autores cuyas obras se han inmortalizado
en nuestras páginas.
A los lectores que se han atrevido en adquirir y
leer nuestros ejemplares.
6
Al futuro para que estemos vivos
/ al pasado por lo que nos construyó
/ al presente porque resistiremos…
PÓRTICO

…te suplico que me avises si me vienes a buscar,


no es porque te tenga miedo,
solo me quiero arreglar…
De “Canción para mi muerte”, Sui Géneris

En este momento, diez de abril del 2020 después de Cristo y a las cinco con
cuarentaicinco minutos de la mañana, nos encontramos a X día de
cuarentena debido al Covid-19, por lo tanto parece que todos los días con
sus noches son iguales a pesar de que en sí mismos todo es tan distinto,
como siempre, como toda milésima de segundo en esta vida.
En la música del fondo dice Andrés Calamaro que te quiero, pero te
llevaste la flor y me dejaste el florero, y además te olvidaste abril en el
ropero, pero aún así te quiero igual; más bien, primero te quiero igual. Esto
puedo parecer una canción de amor, y seguramente lo es, pero también es
la sentencia que confirma el desarrollo de cinco años y un piquito más de
labor editorial publicando libros contra viento y marea, que en definitiva 7
continúa siendo una historia de amor, a pesar de que empezó como
jugando y como quien no quiere la cosa con el Cantos de baches mojados...,
tal cual como todas las historias de amor que merecen la pena ser contadas.
En fin, estamos encerrados: en Guatemala hay toque de queda y Ley
Seca, en La Antigua Guatemala no hay Semana Santa y en el mundo no
hay futbol… Situaciones más que meritorias para hacer esta compilación.
Entonces, he aquí una síntesis de lo sucesos últimos plasmados en la
inmortalidad del papel café de Los zopiltoes -esta vez desplegados en el
infinito invento del Internet-, de la carroña literaria.
Pase a leer y disfrute porque, hoy sí, quizás hay más tiempo que vida:
tenemos poesía, cuentos, prólogos, etc., etc., etc.

EYNARD…
LA ANTIGUA GUATEMALA
10 DE ABRIL DEL 2020
EYNARD W. DE CONQUEABUR
LA ANTIGUA GUATEMALA, 1990
-publicado en febrero del 2014-

ISBN: 978-9929-40-430-4

PRÓLOGO, TESTAMENTO, PREFACIO, EPITAFIO

Quería escribir para sobrevivirme


8
Cuando terminé de leer los poemas que conforman este volumen me
detuve y pregunté: “¿Tiene esto algún nombre?”.
Tal vez haya llegado un tiempo en que las cosas y las situaciones que
sostienen la poesía no dejan nombrarse más con los nombres conocidos.
Para llegar hasta ellas debe emplearse “otro lenguaje”, pero, ¿cuál? ¿Qué
debe caracterizarlo? Al parecer, hay en esta obra, de título extrañísimo, un
indicio o atisbo primigenio de esa nueva forma de utilizar las palabras para
llegar hasta la realidad y estar de vuelta, sin ser descubierto, con los por
largo tiempo anhelados secretos del mundo.
Pero también es cierto que tales secretos, tal mundo, tal realidad son
siempre los mismos. “No hay nada nuevo bajo el sol”, dice Eclesiastés. Lo
que hay, en estos poemas, por ejemplo, no es ni siquiera una nueva forma
de ver el mundo. Ya otros lo vieron así. Es sencillamente una forma
novedosa de decir cosas que ya han sido dichas, de mejor o peor manera,
por muchos otros poetas. ¿Es ello un demérito? Para nada, pues la poesía
se alimenta de poesía:

(…) poesía de
tantas partes de esquinas de
sabores de todo tipo (…)

Al contrario, es la forma cómo un poeta se hace parte de la tradición


universal, de la literatura, y dice, nombra, expresa, juega. Pero cada juego
es distinto, y de un autor al otro cambian las reglas. Esencialmente cambian
las reglas del juego, sus colores, sus tiempos, sus formas; no cambia el
juego. Savater dice: “Somos en lo que cambia, no cambia lo que somos”.
¿A qué juega este poeta? A escribir poemas. ¿Con qué juega? Con la
cabeza, con la memoria, con los sentidos, con la piel, con la inteligencia,
con la locura, con una lengua que le fue dada y a la que no se resigna y
quiere extremar y reedificar. Sus armas son las de César Vallejo: la
sinrazón, el quebranto, el altibajo, lo trivial, lo lúdico, el arrebato, el
prosaísmo. Es una poesía impresionante, desquiciada, como la risa de un
payaso:

(…) palabras y palabras y


palabras sin voz que se
confinan en ríos insubor-
dinados que tropiezan y
fluyen ante el rayo feroz sin 9
temor de arriba en siglos y luz.

Un payaso melancólico. Un payaso abrupto y sin auditorio. Un payaso


a quien no es grato encontrar en ningún sitio solitario. Sus trucos y piruetas
son mensajes apenas inteligibles, pero auténticos. Amenazantes, porque no
ilusionan. Comprometidos, porque no invitan al lector a viajar a ningún
mundo, sino a quedarse enfangado en este y acabar aquí de perderse:

(…) quiero que-


darme callado para deshacerme
en mi constitución pero el silen-
cio se come mi cuerpo para
festín desamoradamente seco (…)

Transcripción del mundo, y no recreación de este, es lo que hay en estos


poemas. La realidad tal cual, con su descomposición y arbitrariedad. El
individuo como es, como no le es posible dejar de ser, y en ningún modo
como debería ser o como podría anhelar ser. Un realismo crudo y sin
ambages, y una visión directa y desconsoladora. Paradójicamente, esta
clase de mensajes suelen alcanzar mayores honduras en el corazón del
lector cuando se les sabe apreciar y escuchar.

Hay hombres como este que


muchas veces son injuriados
pero no por lo que hicieron en
sí sino por lo que fueron en sí
y lo que buscaron para vivir
aunque como muchas veces
quien lo entendió murió (…)

Quizá sea el amor el único sentimiento que permanece quieto en su valor


singular en medio de la tormenta de emociones desbordadas y sintaxis
rotas; el amor, tal y como se le ha conocido siempre, sirviendo como tabla
de salvación en el naufragio, irguiéndose frondoso como un roble bajo el
ciclón o deterioro temporal, ese “barranco que se avecina” y del cual
alguien se defiende aferrándose a una irrealidad sensible:

Estoy terriblemente enterado


del humo que recorre tus manos 10
y del humo que recorre tu cuello
y del humo que recorre tu boca
y del humo que se pega a tu
pecho y del abrazo en el que me
envolvés cuando parado veo
el poste que me ve y me llama y
vos me abrazás como mariposa
en flor y me recordás al barranco
que se avecina en sueños para
distenderse como espacio en nada (…)

¿Es posible hablar de belleza ante una propuesta como esta? Pues claro
que sí. Porque la belleza no es solamente lo idílico, o lo académico, o lo
impresionante, o lo feo, o lo reglado, o lo no reglado, o lo tétrico, o lo
sublime, o lo sangriento, o lo real o lo fantástico. La belleza no viaja casi
nunca en una sola dirección, y hay poemarios justificados no por su
expresa calidad estética, sino por algún motivo vital, como un sentimiento
que debía a toda costa ser expresado o un deseo de decir sinceramente, que
vale más que cualquier expresividad que sólo conquiste el ánimo de los
especialistas. Puede ser el caso particular de estos poemas que su búsqueda
genuina de una vestimenta nueva para el mismo muñeco gastado de la
vida resulte, para algunos, demasiado procaz, poco refinada; para otros,
demasiado artificiosa. Pero es un valor evidente de que hay respecto de
estos poemas mucho, muchísimo para pensar, hundirse y reflexionar.
Quizá la mejor forma de hablar de belleza a la par de los poemas de Cantos
de baches sea recordar aquella frase de Alain: “Lo bello no gusta ni disgusta,
sino que nos detiene”.

SABASTÍVONAS

11
CXVIII

Ah hoy si fuera mañana


y yo si fuera más yo
y el mundo si fuera otro
mundo o sol o luna o algo
que sea grande y luminoso
y perezoso y relamido y
consciente de su grandilo-
cuencia de aparecer todos
los días y noches como 12
seres inmaculados trotando
perdidamente por allí
con/y nuestra inmensidad
ansiosa por permanecer
incandescentemente incan-
descente de cadencia sola.
CLXXVI

A qué nos lleva la [des]esperanza


que nos devora como condenados
a muerte que no desesperamos
en morir en perfección continua.

13
CXXXIII

Siento amor latiendo desde el


fondo del pecho como ya dije
un montón de veces y no me
canso y sigo que sigo empero
y ja que siento amor que me
recorre el cuerpo de brazos y
dedos y vellos y piernas y muslos
y barba y labios y uñas y tobillos
y pies y cintura y que no termina
que se me funde otra vez en el
pecho y siento amor que quema
en cualquier cavidad sobresaliente
a la común vista de todos y
me calmo como cualquier cosa
que se ve y se siente y siento 14
que se diluye el amor en saliva
que quiere más saliva y que quiere
entremezclarse con más y más
que siento amor de carne que
quiere carne y confundirse en la
carne y la piel para enroscarse y
siento amor de hoy como del
momento como de emoción y
compulsivo que cala en el fondo para
preciarse y quedarse y siento tanto
amor que ya no aguanto y quiero
apretujar espalda como desasosiego
desventurado de mí con todo el
cuerpo y todo lo extraño que flota
en mi pecho y todo lo raro que soy
y me vuelvo que no me siento y hay
días en que siento amor con precisión.
Nosotros niños,
nosotros colegiales,
chicas de América,
obreros, estudiantes,
dominados por la lujuria.
15

ALLEN GINSBERG
(De “Poema whitmaníaco”)
-publicado en agosto del 2014-

ISBN: 978-9929-40-547-9

BUSCAR LA GOTA DE AGUA

Hölderlin ruega no importunar a los amantes. Escribir es ser


consecuente con esa súplica. ¿Es imposible recordarlo a tiempo?

Ismael Labrador

Me fue dada la misión de reflexionar acerca de las páginas que siguen. Tal
vez fue una decisión del azar. Pocos podrán decir que era más bien a mí a 16
quien estaba destinado el oficio de zurcir este pequeño prólogo.
Esta es una antología de contemplaciones. Aquí orbitan varios mundos
alrededor de una sola chispa expresiva. ¿Es una acusación decir que los
autores ─Otto F. Guzmán, Luisa Fernanda Cordova de Burmester, Gerardo
García del Cid y Marlon Hernández─ desamarran el nudo de su
sensibilidad sin cuidarse de nada ajeno a ellos?
La creación lírica tiene linderos invisibles. Aquí se olvidan. En Silencios
suspensivos no combaten lo romántico y lo clásico, las dos grandes
mansiones de la poesía de antaño. Esta es una obra que ha alcanzado un
puerto más sorpresivo.
Hasta un ayer ya muy lejano, la poesía era imagen de la vida real.
Cambiaban las formas de imaginar, pero no cambiaba la sustancia abonada
por las palabras. En la actualidad, parecen ser los seres humanos quienes
se fugaron de sí. Existe una desconexión absoluta entre ellos y la realidad.
Desde hace algunos años, los artistas no solamente buscan nuevas formas
para expresarse, sino una sensibilidad y una conciencia anacrónicas.
Hoy se le llama poesía al testimonio escrito de la subjetividad de un
autor. Con singularísimas excepciones, al escribir ya no se busca crear una
realidad que aprehenda desde sus hondas raíces hasta su superficie más
dramática el mundo en que vivimos. En el presente, basta con dejar
constancia sobre el papel acerca de crisis, manías, experiencias y pequeñas
ideas, para conseguir el laurel de poeta. ¿Cuál es, pues, el contenido de la
poesía contemporánea? El ajetreo incesante del individuo alienado en
medio de la realidad y todo cuanto en su alma habita, el cisma persistente
entre el ser humano y el universo.

No me ha hecho falta el aire,


pero me asfixio de extrañeza
como indagando de dónde respirar.
(L. F. C. B.)

¿Se trata de poesía vanguardista? No, puesto que rechaza sus


procedimientos. Porque, aunque pródiga en efusiones teóricas que la
sitúan como autodeterminada y liberadora, la poesía vanguardista es
rígida y temerosa. Vanguardia es en realidad erudición y reglamento. Son
necesarios demasiados contextos para comprenderla. Es un asunto de
estudio, no una pasión.
La poesía contemporánea no conlleva procedimiento alguno ni tiene una
curiosa teoría que le sirva de fachada. Es el espacio donde cualquier
individuo puede endilgarle un disfraz a su interioridad. 17

Hormiga,
hormiga de hormiguero infinito,
escarbas en la mente y en los dedos
laberintos para dejar escapar los sueños.
(L. F. C. B.)

Se trata, y es inevitable, de una poesía cuya marcha interior diagnostica la


realidad. En la edad contemporánea, escribir ya no es crear sino juzgar. El
ser humano está de pie sobre un escenario, ante un auditorio vacío,
esperando ser acribillado por su propio vacío.

Como si el preámbulo de la creación


fuese el pecado…
(L. F. C. B.)

Esta noche parece callada, parece inocente pero


no lo es, la lluvia pasó y aquí todo es un
naufragio.
(G. G. C.)

Hay un fantasma de fragmentación, otro de pesadumbre y un último de


regocijo por la muerte en la poesía contemporánea. Ante un mundo de
destrucciones, quienes hoy se llaman poetas han debido renunciar a crear.
Se han conformado consigo mismos. Descubren una y otra vez el cielo
oscuro (¿en eso consiste su sorpresa?), pero son incapaces ya de ver la luna.

Ocurre que a veces el tiempo se detiene, tanto


que parece asfixiarme.
(G. G. C.)

Él comprende que el paraíso es privado, delimitado por muros con púas…


(M. H.)

(…) somos
como esas dos polillas suicidas
que van ciegas a hacia la luz
que calcinará sus vidas… 18
(E. W. C.)

No hay llanura
donde no habite
el llanto.
(L. F. C. B.)

Los grandes poetas del pasado conocían la naturaleza del mundo y de la


vida, así como reconocían en sí mismos, primero, y en sus semejantes
después, la ruindad como principio capital de su alma. Pero, por ese
encanto del crear, lograban conjugar un verdadero cosmos, con
mezquindad y gratitud, frustración y esperanza, esclavitud y humildad.
No se trata de elegir entre el bien y el mal. Todos los ángeles y todos los
demonios tienen un corazón cobarde. Se trata de dar con la hondura justa
de los seres. De ver una gran luz o una gran sombra a través de una gota
de agua.

(…) el tiempo era un torpe muchachito de escuela


que disfrutaba hacer bromas pesadas.
(O. F. G.) (de un cuento que aún vaga)

Ocurrirá que a veces no entenderás el por qué de


mi ausencia, pero no dudes de mi tácito amor,
pero no dudes de mis aves mensajeras, pero no
dudes de mis aves migratorias por más que
parezcan gusanos.
(G. G. C.)

La poesía podría ser el reino más pequeño de la tierra. Así sus habitantes
pueden esconderse en dos de cada mil palabras.

SABASTÍVONAS, JULIO DEL 2014

19
MARLON HERNÁNDEZ, LA ANTIGUA GUATEMALA
MEDIADOS DE LOS AÑOS OCHENTA
.
.
.
.
.
.
.
.

La fiesta sabe a pastel frío y a dulces baratos. Los niños en el jardín


destrozan la piñata. Las canciones infantiles suenan tortuosamente una y
otra vez. Afuera un niño de banqueta espía por las rendijas del gran
portón, desea un globo pero los globos no salen, revientan en su intento de
libertad. Él comprende que el paraíso es privado, delimitado por muros
con púas y lleno de gente bonita. “La calle es tu sitio, nene. La calle es tu 20

infierno. El reino de bombón es un mito”.

**

La tía ha muerto, le digo a mi perro y él solo agita la cola. Ahora entiendo:


la vida sigue, la vida sigue.

***

Que entendamos la lluvia, me decís mientras te quedás parada tras la


ventana.
LUISA FERNANDA CORDOVA DE BURMESTER
CIUDAD DE GUATEMALA / LA ANTIGUA GUATEMALA
.
.
.
.
.

Hormiga sonámbula,
he usado tu imagen de embriaguez para
cartografiar el cielo y el infierno.

Regresas del desierto y del océano


empapada con tinta.
Destilando ramajes de penumbra y tiniebla
goteando recuerdo y angustia,
salpicando estas hojas de papel.

21
El hormiguero olvidó tu canto,
la línea perdió tus pasos
y aún así te encuentro de regreso
como sugiriendo un retorno,
un intento de volver.

Pero volver es el grito de valientes,


y te veo escondida entre mis dedos
y mi piel.
V

No me obligo a reencontrarte
ni siquiera entre los recovecos del alma
porque por ahí te encuentras aunque
estés perdida.
Forcejeando como siempre
entre la oscuridad con los trazos del ciego que te vislumbra…

Hormiga,
hormiga de hormiguero infinito,
escarbas en la mente y en los dedos
laberintos para dejar escapar los sueños.

Vas filtrando coincidencias


como quien filtra desechos y crudezas. 22
Vas ocasionando vórtices,
engulles todo lo que encuentras
y lo desmaterializas por moléculas
para reconstruir una realidad
maltrecha e incoherente.

Me circuncidas la fe
en las gotas de la conciencia,
como si el preámbulo de la creación
fuese el pecado…
y pecas.
GERARDO GARCÍA DEL CID
.
.
.
.

Alicia perdida en el Edén,


el cántico del gallo,
el bramido del toro,
esta luna sangra sagismunda
porque encontrarse quisiera en los ojos del leproso,
loco de afán por encontrarse a sí mismo,
el día vendrá y con él otra luna,
otro gallo, otro toro al matadero, otra Alicia acaso,
un Edén buscamos con frutos de libre acceso
en un zoológico donde no censuren serpientes,
23
un paraíso quisiéramos donde morder, cantar, bailar, besar,
coger no sean asuntos de suma teología.
Mañana estaremos en Mercurio
y este Capricornio seguirá sobornando al tiempo por si acaso.
6

Esta claustrofobia
Este soñar sin sentido
Este latir inacabado
Estos besos partidos entre tu labio mayor
y tu labio menor
Esta llegada sin partida
Este náufrago sin barco y sin mar
Este muelle que no espera a nadie
Este trago en mi boca
Esta sed privilegiada
Esos labios sin privilegio
Esta barba sin afeitar
24
Este último trago que espero nunca se acabe
Estas ganas que me traicionan
Esa traición que tuvo muchas ganas
Esta no es mi cama, pero por esta noche la sentiré mía
Este trago que se los juro se quiere acabar
Este reloj que si no se muere juro que lo mato.
OTTO F. GUZMÁN

LA PINTORA Y LOS CONCEPTOS

No sé, no sé, no sé. Palabras que convenientemente se instalaron detrás de


mis párpados hasta cubrirlos como con persianas de pelo que de vez en
vez, entre ellos, dejaban ver la luz detrás del cristal.
Eran esos momentos, esos en donde mi mano obedecía nada más.
Obedecía a medias, indiferente y distante como alguien que se empuja sin
querer y se rehúsa a volver. La luz se invitaba, me invitaba, y al alumbrar
dentro mis manos y mis ojos se hermanaban como unidos con un cordón
umbilical que se alimentaba de luz.
Pintaba y allí estaba yo… desnuda ante todos. El rojo venía con el
púrpura y los trazos eran firmes. Con fiel exactitud dibujaba su rostro y el
retrato era como la piel, lo de afuera, lo terrenal, lo mortal.
Pero también sucumbía.
La oscuridad del inmenso salón al que mis preguntas constantes me
habían llevado se abalanzaba sobre mí como una enfermedad contagiosa, 25
como el tiempo, como el mañana y la incertidumbre dulce y cruel.
Pero en el salón había otra luz.
Otra que mis manos desconocían pero mi cuerpo creaba. Eran
respuestas cuerdas que me tomaban de la mano y caminaban a su lado. La
luz detrás del cristal traía preguntas que las respondía dentro, en la
oscuridad, y era allí en donde mis manos parecían no responder. Tomaban
vida propia y las líneas eran gruesas y su rostro en el papel era
irreconocible. De colores diversos, aves salían de su pelo y los ojos eran mil
ojos, infinitos caminos, todo el universo dentro de ellos.
Estoy atrapada, me he abandonado en los conceptos. El lenguaje me ha
aprisionado hasta el punto en donde no sé, no sé, no sé. Todo es solo
palabras. ¿Lo que está detrás del transparente de los ojos es lo mismo que
dentro del cuarto?, ¿cómo saber?, ¿es la misma luz?
Campanas, jura a la bandera, gritos, campanas.
No sé, no sé, no sé.
¿Recuerdas
cuando era el teléfono un pájaro
cantando en el alambre…?

26
ANA MARÍA IZA
(De “Carta a mí misma”)
CHRIS KUMMERFELDT QUIROA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1986
-mayo del 2015-

ISBN: 978-9929-707-00-9

RECORDAR, SER Y ESPERAR

Todo ritual
todo acto de escribir 27
es intento de llamada

Una vez se abre una puerta se debe procurar que permanezca abierta, como
invitación a entrar o a salir. Así sucede con la poesía porque una vez se es
poeta, se hará oficio exhaustivo para aquel que la entiende, la vive y la
habita. Estoy ahora de pie frente a la invitación de la palabra y esta viene
de Chris Kummerfeldt. De oficio cineasta y de beneficio poeta. Se sentó por
un tiempo prolongado a dar vida a estos versos que son como fieras: el
primer acercamiento es letal, pero en la dosis correcta son apacibles.
Una fiera no tiene memoria hasta que haya saciado su instinto de sangre,
así fluye la poesía de Chris. Evoca sin rodeos la necesidad de saciarse,
saciar la mente y el cuerpo, calmar el apetito voraz de la sexualidad, de la
memoria y de la permanencia, después vendrá el sosiego que traerá
consigo, como animal calmado algo más que su instinto: el amor.
¿Qué infiernos habrá tomado el poeta, para descuartizar a las amatorias
y luego recordarlas? Hasta aquí el camino es incierto, pues la poesía
siempre brota del interior de quien la escribe. Los versos de Chris
Kummerfeldt lo retratan a sí mismo, sin la intención que alguien más lo
descifre, pues su obligación en este poemario es personal y no responderá
al espectador, su poesía se lo exige y así, se ha desbordado y ha aprendido
llenar con ese rebalse el suelo, el viento, las soledades y la renuncia a sí
mismo. Posiblemente haya calmado su sed.

Te siento demasiado

Porque en estos versos hay calor que quema. Hay heridas abiertas y
muchas incertidumbres. Ahora Chris es. Porque se atreve a liberar a sus
demonios. Porque se aferra a las posibilidades: si tan solo te hubiera dicho…
y el resto de posibles renuncias o comienzos que derrumban los muros de
cualquiera y denotan el tránsito definitivo de quien escribe los versos.
Porque en búsqueda de miel en los labios de la ilusión se encontró con el
vino agrio del desdén. Así caminan los versos de lo humano. Estamos aquí
para sentir.
Estos poemas no se acercan a lo rigurosamente académico, tampoco son
aproximaciones a la poesía por capricho, son escritos que pueden ser guías
28
en el limbo de almas vagabundas, donde Christian recorre desde hace
varias lunas, los bordes de estas letras que poco a poco van dejando huellas
profundas. Tatuajes o quemaduras.

Los huracanes se van


por donde vinieron

Tal vez así se alejen con los vientos los habitantes de la poesía de
Kummerfeldt. Tal vez, incluso, él mismo deje de habitarla, pero la tinta es
herida y el papel es piel. Entonces, Christian dejará de ser y será algo más.
Pero la poesía que haya brotado de él fue, es y será la misma siempre. Tal
vez solo él la entienda o tal vez alguna luz de ella podremos atisbar. Tal
vez la luz nos habite o aprendamos a dejarla de lado, listos para zarpar al
espesor de nuestra propia negrura o bien volar a los amores que
afortunadamente se den.
La puerta seguía abierta. Es tiempo de partir.
Otra vez
dime cuándo abrir las ventanas
y escapar como viento repentino.

MERCADO DE SANTO TOMÁS CHICHICASTENANGO


DIEGO VENTURA PUAC-COYOY
FEBRERO 22 DE 2015

29
LO QUE PIENSO ANTES
DE UNA REUNIÓN DE TRABAJO IMPORTANTE

le ofrecí hoy
al niño de la esquina
al niño con moscas como dos ojos inquietos:
una orden de compra que produje
que procesé
que no quise entender
que me parece irrelevante
al destino del mundo
al futuro de esta supuesta economía
al estómago del niño de las moscas

se la di en un sobre corporativo para qué:


para que luciera importante y valedera
para que mintiera mejor
ostentara furia de conserje arrepentido

y me vio con tristeza 30


se dio la vuelta
y me dejó con este papel sino-guatemalteco

él al menos tiene su hambre


yo tengo mis facturas

envié una cotización a un cliente hoy


rogándole me comprara
ensoñando una transacción
adormecido con frías palabras
con ilusiones de ganancias
un documento seco y al grano
eficiente en cada interpretación
como lago congelado
que solo cubre más frío
mi cliente no es como tú
no me contestó
mañana lo llamaré
trabajo en una oficina donde no cabe mi poesía
donde mi desesperanza no tiene escritorio propio
y compartimos entonces el mismo espacio

trabajo pensando en ti
no trabajo mucho entonces
te escribo mientras el supervisor se pasea supervisando
a sus responsables empleados para que no hablen por teléfono
con amores imposibles
con belleza en sus memos
con sueños de dormir a tu lado una vez más

mis desvelos los debo dejar afuera de la entrada de este edificio


un letrero advierte a todo sentimental
casi lo suficientemente audaz:
'no se aceptan nostalgias, ni mascotas, ni armas'

soy informante tuyo


que suspira humo mientras no le ven mientras
31
las compra-ventas se efectúan sin vergüenza
ellas no se dejan abrazar
ellas no despiertan pasiones bajas
y cómo hacerlo si tu nombre no rima con exportación
a ti no te declaro impuestos
a ti te declaro otras cosas

mi cheque de quincena no crece como la desesperación


de vivir en un mundo de futuras ruinas
mientras tranquilos mis maravillosos colegas gritan a proveedores
y sudan con retrasos impertinentes
y no ven esa pena que cada tarde anida
desde el otro lado de la ventana
hasta mi onceavo piso

no me llegan noticias de ti
no llega tu olor a domingo
no me llegan visiones de tu espalda desnuda
y apaciguo mis ansias con noticias como
el sr. agustín reporta crecimiento trimestral
o que el dow bajó 2 puntos en la jornada de hoy

días temerosos dirás

son malditos los viajes de negocios


que no te tienen por destino
si te tengo como destinataria única
y no hay hora extra que valga
si supieran que todo camino me lleva a tu boca
como dijo aquel poeta
que aquí seguro no trabaja

las reuniones se prolongan


y todos hablan y sonríen con cordialidad
reportan números y les devuelven números regurgitados
hablan de sus sueños divididos en periodos fiscales
de sus deseos más profundos porque solo eso les queda
deseos profundos de algo si tan solo supieran qué
32
me río de ellos porque no llevan tu claridad
los insulto con las palabras más bellas
que mi mente uniformada pueda concebir
y amenazan con despido
si supieran que me despedí de ellos hace tanto
que nunca esperé que me leyeran
que no pertenezco a su raza
que claudiqué a mi derecho divino de ser su asalariado
que nunca me inspiro para enviarles mi reporte de ventas
que pronunciaron mal la palabra deuda
deuda es esperar una noche afuera de tu ventana
y se pronuncia con distancias entre los labios

que me interesan los atardeceres extranjeros


que su dinero solo sirve para comprar papel y tinta sin dedicación
por mí la dejaría podrir en su bodega junto a la impresora
jamás te escribiría con ella
que no son nuevos mercados los que quiero incursionar
que me robo el café de la despensa de la cafetería
para tomármelo contigo
que nunca me importó mucho aquel otro
contrato con colgate

33
VERSOS PARA HIPERBÓREOS

nosotros los de entonces,


ya no somos los mismos
pablo neruda

f/ nosotros y no ellos

nosotros
queremos ver este mundo arder:
este es el fin

nosotros
viviremos en la infamia
así como llama la noche
a sus adeptos
será esta nuestra última muerte

nosotros nos levantamos hoy


no mañana 34
juntos y no acompañados
solos todos como nadie más
dilapidando honra
sin certeza de ayer
somos los que no sabían:
nacieron ya

nosotros
la conversación
entre la niebla y el faro

nosotros
la meditación del trueno en su descenso
somos las manos nunca antes ancladas a las nuestras

marchamos a tu piel
la cantera
sin temor a ser simples ofrendas
de las horas finales
guerrilleros sin sierra
vejámenes de nuestros tiempos
nosotros somos el odio por las vitrinas

nos levantamos con la mirada caída


aún así atentos
seguimos tentando la imaginación
corrompiendo dispuestos
a un rostro fugaz
un vestido prestado
involucrados en revoluciones
y otras producciones teatrales

dormimos en carros
nos deseamos como con los días contados
con abandono de tren
arrinconados en plazas tomadas
protestando contra todo
menos tú, onírica,
desde el infierno de la mayoría de edad 35
apretando fuerte
empuñando la inocencia
aferrados de tu mano
como si de traicionar algún futuro se tratase
para los que vendrán y se fueron

nosotros que morimos sin razón aparente


o causa natural
aquellos que ofrecen primaveras
a paseantes indiferentes
publicamos desvelos
los que no estamos cuando nos ven

salimos a la calle a reivindicar nuestro derecho a la tristeza


porque nunca ha sido más difícil crecer
porque nunca ha tenido menos sentido hacerlo
reguero de pólvora clamando
por luz lastimada
pan dejado a perder
continentes contagiados
de la paz de nuestras humildes camas

nosotros
quisimos a nuestra manera
que es más de lo que muchos
hombres pueden decir
en esta hora

nosotros no sabemos qué decir


cuando nos preguntan
de dónde vienen
cómo levitan tan cuervos
cómo aman tan suicidas
como flecha enardecida
como poeta ebrio
como mujer en caída
presa de la gravedad del asunto
del peso que es regresar a una casa fría
36
ya fuimos
la furia de la última arbolada
no hubo bestia que resistiera
no dejamos trinchera virgen
nos deseamos buen vuelo
esos momentos de adiós
que son como despertar llorando
como ser feliz sin saber muy bien por qué

pudimos ser nadie


pudimos olvidar resucitar
pactamos con un beso
morir nosotros simultáneos

y nosotros
hasta creímos tener la razón
airados como ciclones minoritarios
indígenas de un nuevo continente
recién creado
despoblado sino de voluntad volcánica
explorando dormitorios y usurpando gobiernos de nadie
ya no nos apiadamos de dios
somos temibles en nuestra caricia más leve
el pueblo del desierto cansado
los que otorgarán el derecho
de sollozar en paz
sí, a nosotros se nos corre la patria como maquillaje
nosotros sabemos:
tenemos alma
porque la sufrimos
dilatamos en ella
y causa vergüenza
y la callamos
por eso al vernos
por encima del cuaderno
esperando el mismo bus
la marca del que vive dentro
bailamos en el mismo fado inaudible
nos sonreímos 37
tan sumidos en censura
que apenas notamos
que no estamos solos completamente
tan solo a ratos

nunca ha habido una generación


tan sumida en soledades

nuestra soledad es otra


no hay ladrido que la disipe
sin cloro para la conciencia
nosotros somos esa canción
que a todos nos toma de la mano
que el tacto nos revienta en desamo

con nosotros
millones de manos sin nada que construir
todas las sombras que nos pertenecen
y no pertenecemos a este mundo
tan solo seguros que la juventud
nos dejará por otros pronto
aún más silentes
tal vez ya demasiado
para recobrar la última voz

nosotros
hablamos al aire
nos reímos de nuestro propio reflejo
abandonamos la esperanza
antes de que nos abandone a nosotros

somos los encandilados por luciérnagas


tiernos cachivaches que se dejan atrás en mudanzas
los chicos que portan nombres
sin particular significado

somos
los perdidos
los buscadores 38
los fatigados
nos arrimamos más cerca
con miedo de no tener futuro
los poetas que odiamos los finales
más que los principios
los que se encuentran a sí mismos
en su lecho de muerte

a nosotros nos separa polvo


nada más

nosotros no descansamos de la melancolía


nosotros buscamos el calor del sol
en cuerpos ajenos
y por nosotros
el mundo se dejó querer
y ahora lo queremos todo

nos encontramos en el camino


niños de incienso
solo deseando estar juntos
sorprendidos del poder de la distancia
de aniquilar la memoria
mas no el destino
que es solo instantes
pero nos sentimos como para siempre jamases
presos en dictadura
sangre en matadero
hermanos de orfanato

nosotros hemos resucitado de entre los vivos


los hechos de causa sin seguidor
los apagados
morenos por destilación
temblando heroicos
de infantil valentía
fuimos plaga
resueltos a azularnos
peregrinos 39
con ese extraño orgullo
de ser quien más amó
como si de amar se tratase

nuestra meta es el precipicio


la inercia del barranco
sin mente qué talar
con la amistad titilando
escapando en nubes asustadas
de este frío que nosotros escogimos
es nuestro frío sin dónde caer vencido
de aeropuerto harto de tanto adiós
derramado sin cuidado
no hay noche lo apague

vivimos
sin orgía que menospreciar
con la piel tan inflamable
que evitamos el sol
somos amantes sin fronteras
vientos que pasarán por manos abiertas
una sola vez
pues nosotros
liberamos los días
aniquilamos las llaves de sótanos
descampamos en oficinas abandonadas
con pulmones llenos de aire condicionado

nuestra soledad es única


es alejandro magno al borde de la tierra
es ser mejor amigo de los que cobran por tiempo
es vivir en metrópolis sin tener quién conteste el teléfono
es regresar de odisea al pueblo que no te recibe
es no distinguirte de entre esta sobrepoblación

no podemos ya
contener tu nombre 40
confundimos vida con muerte y muerte contigo

nosotros seguimos amurallados


archipiélagos en marea alta
hasta avistar tu desteñida vela
nebulosos en sociedad
nosotros somos tu reconquista
somos el amor extranjero
vaticinada
confiesas
tu silencio es permanente
pero está ahí
y eso nos consuela

pudiste no unírtenos
flacos de no leerte
cómo no creer
existimos si llamas
seguros
nosotros
vendrás

somos tantos
nos vemos a los ojos
y sabemos que pertenecemos
a la fiebre
de tu visión
y se interpone la excusa
de seguir viviendo
si no venos aquí
nos tienes a tu lado

somos el humo en tus ojos


ecuánimes hasta en el delirio
las 48 horas semanales que nos exigen
para ser humanos
hartos de tanto progreso
adoptamos estrellas 41
hasta que ya no hay noche
somos los dueños de las flores
porque desde algún otro lugar
te sonríes

queremos ver su mundo arder

escuchen bien
no venimos por su vida
estamos aquí por su muerte
entramos en ráfaga
las fábricas destituidas nos reciben
el campo sin labrar nos reclama
la montaña abandonada nos aplaude
los ríos de espuma ríen por fin
invocamos arena
tragamos tormenta
te seguimos
a tu risa de lluvia tropical
a tu olor de infancia
por esta marea gris que llamamos vida

declaran guerra cuando uno se confiesa deprimido


no en recesión
solo deprimido
en el vuelo de las brasas rompen fila
apenas herimos
fueron tal esos tiempos de demencia
que creímos ser como ellos antes de ti

por ustedes
que se besan las manos
después de jalar el gatillo
nosotros violamos francamente
sus jardines impecables
los refrigeradores abarrotados
la soberbia de sus impuestos
la colección de arte 42
a la cual perteneciste

salven lo que puedan


y hagan alquimia de la fuga
al apostar
la última carta es la indiferencia
la última risa se da de espaldas
para no delatar
su tristeza menuda
teman
se perderá el navío en ti
crujirá la capital en una última
zozobra merecida cuando
votamos por amarnos
solo por una vida y ya
nos han llamados ustedes
los simples nosotros
con el orgullo enervado
porque robamos comida
para alimentar un verso más
apareces con tu lengua como antorcha
el viento de locura que ocupa
esta estación
que es su ocaso

te acercas
hay luna suficiente
irradias brisa
concierto de verano
poemas de bus
el himno del orgasmo
para ellos
para su olvido consecuente
como los sueños sin fulgor
que a medio día ya nadie recuerda
son eso mismo ustedes: olvidables

niña gris
sin tierra que labrar 43
salvar
nos enfrentas a ellos como ola al arrecife
con tu tratado poético sobre flores desconocidas
sed por llovizna tardía
revelaciones como tu amor
que lo es todo y es nada
que está en todas partes y no se encuentra
que me quiere pero no solo a mí

la puerta abanica la playa


la ventana abre al horizonte
con iris de mariposa
tú desde ahí miras el afuera
porque es tuyo todo

estandarte
sería tu espalda desnuda
tu aliento atraería selva
y nos traga la miseria
de ser quienes no somos todavía

hasta los rumores sobre ti son ciertos


que dormimos juntos pero nunca amanecemos
encaminada que marchitas las buganvillas

eres el mensaje escondido


dentro la cartera de fósforos
astro demasiado joven como para ser notada
desenterrando fragmentos de tu rostro
de esta profunda sobrepoblación
y si algún día muero
es porque viví demasiado

arcana, digo,
ya solo hablas con los gatos
nos has regalado toda la soledad
como si fuera tuya para dar
esa soledad para que nunca haga falta
y traes viento 44
para que canten las casas
y sus vigas erguidas
los andamios de la entropía
de tu universo fértil
techo que logre albergar esta tu raza

al arroparnos con tu hueledenoche


tu invasión de profecía
te desprendes en algarabía de pájaros al adormecer
intuyendo el último edificio perderá plomo
cómo no derrumbar esta ciudad
si hemos enfrentado abandonos
infinitamente más desconcertados

aparece para quedarte


sé tierna ahora
tu grito de luna alta es un recurso más
de nuestra alba susurrando
alertando
ya no hay río
ya no hay amores que no corran contigo

sin pensarlo la niebla se te asemeja


tan perfectamente menospreciada
nos recuerdas a otras
con quien se perdió tiempo
y se ganó polvo

ignoras cuánto hemos permanecido


porque estuvimos antes y después
pacientes como velorio
enfermos de tanto sumirnos en la esperanza
con mentiras suficientes para negar
tu imposibilidad
y consecuente rencor
inventando historias para que los más pequeños
no desfallezcan
por eso nosotros pertenecemos
aunque sea a tu imaginación 45

procrearás un pueblo para querer


para que no falte cariño nunca más
hombres que vuelvan a ver la luna
como por primera vez
una y otra vez
aullar desde fuera
para entrar en ti
lago profundo
capricho de los tiempos nuestros

eres deuda incobrable


el rastre de la sombra detrás
porque vemos hacia ti
eres eso mismo
inconfundible voz
solo eso traes:
senda recompensa de la noche
así tú te tragedias de a poco
cuando casi nos dijiste que
el fin será silente
y nosotros aullamos
con velocidad de desfiladero
hechos trastorno
hechos constelación
no quieras volver a la desaparición

nosotros somos tu timidez


por eso te queremos desde acá
veo un cielo cualquiera y ya te pienso
no hay altitud que haga
ansiar aire como estas palabras a ti

tú que habitas donde los poetas se congregan


todos nuestros desvíos no fueron infidelidades
sino anticipaciones tuyas
eres lo que no será más
como nosotros que fuimos
siempre con la mirada 46
fija en algún espacio
más allá que aquí contigo ahora

catadora de presentimientos
silueta de tu cuello
más perdidos que la humedad
nos desgranamos ante ti
infringes este círculo enfermo
nos separas de tu ausencia
nos elevas una oropéndola a la vez
les vemos desde aquí
a ellos debajo
corrientes esperando su fin
descalzarse al mar
dispersarnos en tu sal
dejarles atrás al probar tu desnudez
contigo podemos ser más que solo nosotros

porque tenemos voz


seremos escuchados
no nos hace falta mucho
solo tú y vino para sangrar mejor
te seguimos a la pobreza
con el sexo reducido hasta el primer suspiro
la primera mirada
ávidos de desposeer
con la vista clara
hemos vuelto a las islas
que nos vieron partir

se nos termina el tiempo


siguiendo tus copos de ceniza
cuarta lluvia del día
nueva nieve de
cada fin de mes sin renta
como fin de mundo

diluvio mío
desde dónde llamas 47
cuando en ti pensamos?
fecundos hoy
cuando en ti nos sabemos
Recordarse de las tinieblas,
hundirse en las desgracias
y compartir lo recabado en el infierno,
he ahí la importancia de estar vivos.
48
Del Libro de los ojos observadores
-publicado en octubre del 2015-
ISBN: 978-9929-707-01-6

COMENTARIO, DESTINARIO, ANTÍTESIS, CORRELIGIONARIO,


EPITAFIO, ETC.

Esto no es una invitación a leer ni un elogio de nada, ni mucho menos una


elegía ni un prólogo, en realidad, ni un estudio que se le acerque, no sé, si
bien nos va un comentario, un vistazo a ojo de pájaro…
Por parte del I Certamen de Cuentos El Palabrerista 2014 tenemos la
condensación en esta antología de quince cuentos que incluyen a sus tres
ganadores así como a las menciones honoríficas y que vienen bajo el gran 49
cielo de Guatemala, de varias partes de sus alrededores, así como de
Latinoamérica toda, de sus recovecos escudriñados bajo un imaginario
común, a lo mejor, la oscuridad, la muerte, el desasosiego, la soledad, la
frustración, esas ganas de avanzar en el camino y reconocer el esfuerzo del
avance en sí mismo pero sin avanzar un paso más, quizás retroceder,
“como en la procesión” dice el cuento, pero nos vamos horizontalmente
hacia el este, el oeste, derecha y/o izquierda, oriente u occidente, etc., etc.
Este mundo es difícil y es triste, su realidad es dura porque lo peor de todas
las cosas es su catastroficidad genuina, intrínseca, oriunda del centro más
profundo del universo. Somos un mundo y miles de distintas sociedades,
somos un hombre y miles de miles de hombres. Aunque, sabemos, bien
dijo Cortázar, todos los fuegos el fuego, todos los hombres el hombre.
Cuando nos sentimos más perdidos que nunca en medio de tanto horror y
en medio de tanto desierto, tanta paraje yermo de ilusión podemos
encontrar, con suerte, una serie de palabras que, por alguna extraña razón
en esta vida, sin entenderlo nosotros ni nadie, nos pueden dar un atisbo de
esperanza, por más patadas de ahogado que esto suene pero creo que
muchas cosas en la vida se pueden resumir a eso: el sálvese quien pueda,
a la perdición, al delirio, a la inmortalidad y a la tristeza del horror
compartido. Esto es una especulación hacia el vacío infinito nada más.
Creo, sinceramente, que estos cuentos nos pueden gustar o no, pero
de alguna manera u otra y de miles de otras más, con la multiformidad de
lecturas que nos ofrece cada palabra, cada letra y cada oración nos
estremecerán alguna parte de nuestro lindo cuerpecito, así como de
nuestra sensible alma y de nuestro humilde pero todopoderoso espíritu
inquebrantable frente a los eventos desafortunados que nos vislumbran
desenfrenadamente desde el balcón como gato que deambula buscando su
quehacer diario.

50
LA UNIÓN

Carlos Gerardo González Orellana


El Jícaro, El Progreso, 1987
1er. lugar

En un Honda blanco hiendo veloz la oscuridad a


través de las montañas rocallosas llevando tras mis
costillas un reptil hecho de esperanza y fuego.

Jorge Humberto Chávez. Te diría


que fuéramos al Río Bravo a llorar pero
debes saber que ya no hay río ni llanto.

Compramos una hora de billar, pero ya llevamos más de dos de estar


jugando. Al dependiente parece no importarle. Estamos aburridos, pero es
esto o el sol fuera del local. Solo nosotros estamos dentro y David ha
ganado casi todas las partidas, como siempre. El pueblo se llama La Unión.
Estamos cansados.
En el billar, que también es la cantina, venden una cerveza que no 51
conocemos. Seguramente la traen de contrabando y a nosotros nos
entusiasma esa idea. Llegamos al pueblo perdidos, como ratas huyendo
del naufragio de un barco. Los cuatro hemos soñado, en algún momento
de nuestra vida, con escribir. Pero la verdad es que ni siquiera somos malos
escritores. Tal vez David lo sea. El mejor y más alto de los tres. El que
siempre gana cuando jugamos billar o cartas o cuando hablamos de
literatura. Sin embargo, según me dijo, es padre de dos niños y trabaja en
un call center recibiendo quejas y maltratos con el tiempo limitado para
orinar. Me dijo que lo hacía por sus hijos. Guarda una secreta humanidad
dentro de su bestialidad.
Ahora han pasado tres días desde que llegamos, y la prisa con la que
salimos de la capital desaparece cuando nos damos cuenta de que el objeto
de nuestra búsqueda no está en La Unión. Marcelo, que es el más joven,
insiste en que nos movamos, que tomemos la carretera nuevamente y que
nos vayamos al centro, hacia un lugar menos caluroso, pero ninguno de los
cuatro está interesado. Hay de todo en La Unión, o más bien, la miseria y
la falta de actividad nos ha contagiado de una parsimonia estúpida de la
que, con el tiempo, comprendemos que jamás podremos salir. No hay que
ser demasiado inteligente para notarlo. Basta ver las cervezas más o menos
tibias sobre la barra del billar más o menos sucia y nuestros ojos más o
menos vivos a las dos o tres de la tarde para saber que ese día tampoco nos
moveremos de ahí. Basta dejar pasar uno o dos días para saber que estamos
condenados a morir en este lugar.

Esta tarde, Raúl, que fue quien condujo durante el viaje, pasó media hora
buscando la llave del Honda. Asegura que no están ni en su pantalón ni en
el cuarto. Desde nuestra llegada nunca nos hemos subido al auto ni lo
hemos arrancado. Después de eso, David se puso furioso y nos pregunta
ahora por el paradero de Marcelo. Pienso en la conclusión evidente sin
decir nada, y sé que David y Raúl piensan lo mismo que yo: Marcelo se ha
ido con el carro y, en lugar de sentir la desolación que sintieron los
soldados de Cortés cuando quemaron las naves que representaban la única
posibilidad de regresar, nosotros solo sentimos cierta forma de alivio. Es
una especie de confirmación tácita de algo que ya habíamos aceptado
desde que llegamos.
Marcelo y el Honda regresaron hoy, dos días después de su infructuosa
partida. Por fin ha comprendido el significado de La Unión.

La ceremonia de cremación duró menos de lo que esperábamos. Una 52


muchacha, hija de Rebeca y de alguno de nosotros, escribió un rótulo con
cartulina: “QUEMAR LAS NAVES”. Con la ayuda de nuestros
compañeros de billar logramos subir el auto al promontorio de la vieja
fuente que estaba en el parque. Raúl se encargó de llenar de gasolina el
depósito en ruinas por el que antes circulaba agua. Marcelo no dice nada,
guarda silencio con dignidad en el asiento del piloto. Al momento de
encender el fósforo, los tres dudamos, pero finalmente soy yo quien se
acerca. Para asegurar que no se apague con la caída, enciendo toda la
carterita y la echo en la fuente. Hay una pequeña explosión. Nadie la
esperaba y los rostros se iluminan de pronto por la luz del incendio. Al
sentir el calor Marcelo comienza a pedir que lo saquemos, como era de
esperarse. Por fortuna, pierde rápido el conocimiento y al cabo de tres
horas no queda nada de lo que del automóvil y de Marcelo podía ser
consumido por el fuego.
En el billar, el dependiente nos espera con las cervezas servidas sobre la
barra. Nunca fue un tipo hospitalario. De hecho, siempre nos trató con
cierta hostilidad. A pesar de que tratamos de aparentar indiferencia, es
posible que el resto de pobladores hayan notado nuestro abatimiento.
Marcelo, el más joven de nosotros, había muerto sin publicar nada y sin
que entendiéramos bien su muerte. Había sido el primero y, lo sabíamos,
no el último que moriría al tratar de escapar de La Unión.

53
CRÓNICAS POTOSINAS

Ovidio Fernando García Oliva


Chinautla, Guatemala
2do. lugar

Date: Fri, 1 Nov 2013 19:52:09 -0600 Subject: Crónicas potosinas From:
volubilidadsentimental@gmail.com To: G@nihilismoeditorial.com

Reino de la nueva españa, sobre las ruinas de tenochtitlán, primero del mes
del último plenilunio antes del solsticio invernal.
A esta hora debería estar en mi cama, descansando, contándoles a mis
hermanos la historia de alex, la ambulancia y el peruano. Debería estar feliz
de estar de nuevo en casa... un poco triste de regresar. Insisto, debería. En
cambio estoy en el aeropuerto de DF tomando un café de estarbucs,
escribiendo la historia de Alex, la ambulancia y el peruano.
La cena de gala fue un fiasco. En San Luis nunca llueve, excepto los días
de fiesta. Cuando éramos los únicos en la mesa apareció Cuyubamba con
su característico acento peruano, una sonrisa en el rostro y ganas de
involucrarse en la típica charla de bolo. El tema de hoy: 'mujeres y 54
traiciones'.
A eso de la media noche nos sacaron del salón. En el parque donde hay
un rey francés (lo deduzco por el uso de la 'flor de lis' en el escudo, pero
que se yo de esas cosas) alex y cuyubamba se pusieron a discutir sobre
gravedad análoga.
Cuando hablaban de robeli, eshmerlac y los rusos 'porque esos cerotes
no son europeos' escuché el silencio que precede a la buitreada. Me ahuevé
cuando lo que salío fue un hilo de sangre y alex se aguadó. Cuyubamba y
yo lo cargamos, intentando llevarlo a un lugar donde se pudiera sentar.
Allí fue cuando se desmayó y comenzó a vomitar. Lo de la cena fastuosa
de hace meses, de cuando vomitó fastuosamente, no fue ni mierda. Lo
cargamos como pudimos hasta un taxi que no nos quiso llevar.
Estaba semiconciente, al menos sabía su nombre. Tirado en el suelo yo
lo sostenía para que no se asfixiara con su propio vómito.
Aquí comenzó la parte jarcor de la noche: comenzó a tener un ataque de
asma. Jugué a la dominatriz y a fuerza de gritos le ordenaba que respirara,
le ordenaba que sacara el aire, le ordenaba que no se muriera: estas son las
cosas a las que me compromete.
Los cargadores de la banda de la fiesta que nunca comenzó llamaron una
ambulancia. Cuyubamba vomitó un par de veces y se disculpaba por ser
inútil. Lo mandé a llamar a los federales para que nos ayudaran. 'Tiene
veinticinco años, es asmático, vomitó sangre, está bastante débil y pierde
la conciencia por ratos. No somos de aquí, nunca lo había visto así y estoy
muy asustado aunque creo que hice lo mejor que pude'. Fue lo primero que
dije. Aún así los paramédicos no nos querían llevar.
Convencí a los federales que no habíamos bebido tanto. Los federales
convencieron a la jefa de la ambulancia de que nos trasladaran al hospital
estatal. En realidad él solo se tomó dos botellas de ron. Yo, milagrosamente
estaba sobrio. Alex estaba realmente débil, no se le sentía pulso y respiraba
a unas 15 veces por minuto con eventuales momentos de asfixia.
Cuando intentaron subirlo a la camilla tuvo un ataque de pánico y pidió
que 'lo dejaran morir porque no aguantaba el dolor de estar vivo'. '¡¡¡Dejate
de escenitas que aquí el dramático soy yo!!!' Cuando grité eso se
tranquilizó... tenía que tomar el asunto con un poco de humor, sino me
llevaría más la gran puta.
Los paramédicos no entendieron mi humor negro. En la ambulancia,
Alex no se dejó poner el oxígeno, ni los monitores de ritmo cardiaco... se
repitió la escena de los gritos dos veces más antes de que se desmayara. 55
Cuando llegamos al hospital el médico de turno, tras las evaluaciones del
caso, determinó que el ataque de asma había pasado. Todo lo que tenía era
una borrachera. Nada más.
El paramédico de la ambulancia quería dejarnos en la puerta del
hospital. Convencí a la jefa de que nos llevara al hotel. El administrador y
Paulino me ayudaron a subirlo a una silla de ruedas. 'Es la habitación
cuatro cero siete' dije.
Se portaron a la altura de la situación. Para ese momento alex solo era
un bulto inerte, amorfo y embarrado en vómito. Ya en la cama me tocó
sonarle los mocos sanguinolientos que todavía le salían... 'Y vos sos el que
dice no entender como un ser humano puede disfrutar de limpiar la mierda
de otro ser humano' sentencié mientras le limpiaba el vómito de la cara.
Para ese entonces eran las cuatro de la madrugada. Apenas amanecia
cuando me fui a dormir.
No lo vayas a regañar, creo que ahora si va a entender que no tiene que
hacer esas muladas. Al menos eso espero.
A mí me dejó el avión porque me quedé dormido después de comer
comida china... 100 pesos por un volcán de cuatro platos. Historias que me
pasan, nada más.
Saludos.

PS: Escribí bastante porque estoy aburrido de esperar que salga el nuevo
vuelo. Yo tampoco se quien es paulino.

56
PERSONAJE DE RENOMBRE

Gabriela Aguilar
Ciudad de Guatemala
3er. lugar

Para Álvaro…

Ahora tenía que hacer uso del mismo… No es que hubiese pasado por
tantas desgracias, inconvenientes y cursos obscenos para que ahora todo
resultase inútil. Para aplicar sus conocimientos necesitó de una
oportunidad. ¿Quién iba a proporcionársela? Tenía que mostrarle su
esencia al mundo para llevar a cabo el proyecto Prestigio. En el camino
notó que no tenía esencia alguna. Nunca había podido pronunciarse a sí
mismo porque no existía tal cosa. Era un ser neutro, un experto en
repeticiones y en memoria, pero nada más. Después de una búsqueda
exhaustiva, terminó por resignarse: no tenía voz. Acudió a los pasajeros
del bus, a sus dos únicas amistades, a sus colegas y hasta a su mamá por
un consejo. Sus allegados parecían algo incomodados ante su pregunta y,
sin saber qué replicar, optaron por desviar la conversación. Un comerciante 57
supo darle una alternativa. La propuesta era simple: tenía que tomar una
voz ajena, quizá la de alguien por quien tuviera admiración, si es que acaso
un vacío podía tener ídolos. Tomó la sugerencia por descabellada, pero
por las noches, cuando estaba entre su cama, se le hacía llamativa. Solo
había que encontrar un perfil impecable y arrancar su voz. Así, pasó largos
periodos deliberando sobre su inminente presa. Llevaba sus pequeños
prismáticos dentro del bolsillo, los sacaba en las cafeterías, en los bares, en
las oficinas y en la calle. La decisión la dejó a la ruleta. Si seguía
postergando la elección, acabaría por morir nulo. La voz cazó
perfectamente dentro de su garganta, se deslizaba fácilmente y el tono le
sentaba bien. Naturalmente, cuando logró familiarizarse con su nueva voz
empezó a aburrirse de la misma. Pronto se le ocurrió que cada voz digna
de sí que se topara, la conquistaría. Tirano nato, se excedió en sus hurtos y
su vicio se expandió por terrenos inconcebibles. Acabó por despojar a cada
habitante del pueblo de su respectiva voz. La palabra nacía y moría en su
boca. La gente silenciada añoraba los chistes, las leyendas urbanas, los
dichos y las historias cotidianas. Le tenían por un ídolo, el único capaz de
conservar la voz, el elegido, el que produce fonética para el bien común.
Cuando su fama parecía llegar a un tope, hizo un gesto que le trajo su
mayor reconocimiento: en beneficio del pueblo, donó cinco párrafos y dio
una orden subsiguiente de repartirse las palabras entre todos los mudos.

58
Canción de la esperanza
en el camino inútil
de mi vida, tus manos
cruzan como dos alas
cargadas de ternura
59

YOLANDA BEDREGAL
(De “Canción de la esperanza”)
ALBERTO ARZÚ
CIUDAD DE GUATEMALA, 1976
-diciembre del 2015-

ENTRADA

Un libro que se abre como el horizonte y se queda cerca, ahí en donde


nuestros ojos están, llegan y, aún así, saben que existe algo más allá de esa
línea que quizás nos separa entre el aquí y el allá o quizás no, más bien.
Estos versos se abren como y hacia un país golpeado, adolorido, tenebroso,
siniestro, sin haber cicatrizado en su totalidad después de una larga y
60
extensa paliza, quizás de unos 500 años y un tantito más, más todavía de
ese momento de la primera batalla, de la primera sangre derramada, digo,
de la eternidad fallida.
Recordemos que somos seres humanos y, en realidad, humanos
demasiado humanos y que la realidad que nos rodea nos quebranta
cuando la enfrentamos, nos duele cuando nos hiere, no nos importa
cuando la ignoramos, nos automatiza cuando la olvidamos y, muy en el
fondo, nos simpatiza cuando nos acercamos. Qué decir del resto: palabras
que vienen y palabras que van y, nunca, en el aire se detienen: reinventar
el mundo, calcarlo, tasarlo, menearlo, configurarlo, chinearlo, manipularlo,
observarlo, sentirlo, tocarlo…
Somos millones de millones de millones de personas habitantes en esta
faz y nuestro corazón puede ser uno, todos y, cómo no, ninguno, porque
lo intuimos, lo guardamos o lo alienamos. La palabra está dicha e incluso
está escrita.
C. B. C.
se lo dedico a todos mis demonios
el caos coherente
los ángeles de la guarda

La Nueva Guatemala
de La Asunción

el Paseo de La Sexta
la 204 que me inspiró

Ese viaje que me colmó


la dicha del café

La soledad de la tarde
los recuerdos de infancia

La muerte que no llegó


la vida que tuve

la posibilidad de ser
ese hotel que me auxilió
61
el Bar Central
la noche de poesía

Hablar con Marré


ver a Walter

la clase de historia con Pep


los nervios de Carolina

El policía municipal que no me ayudó


la de la minifalda roja que me mató

a la chica que me habló en el Transmetro


y me dijo dónde bajar

el que me sirvió el café


la que me dio mi ticket

el concierto de zOé
y la prontitud del RENAP
muchas gracias

62
soy de un país llamado Guatemala
donde el olvido existe,
aquí todo se niega
aquí se vive en el pasado
aquí se muere por nada
aquí se elige un idiota cada
cuatro años

donde se niegan los horrores


del ayer
aquí se come tortilla
aquí se vive a prisa
aquí se “chupa” por todo
aquí se cree que al fin vamos
a un mundial de futbol

donde se toma la 204


aquí se baila cumbia
los miércoles
aquí se quita la goma
los lunes
aquí se “coge” todos 63
los días
aquí se escucha el sermón
los domingos,

donde los poetas son utópicos


aquí se lee poesía en bares
aquí se venden los libros a Q20
aquí seguís comiendo mierda
buena mierda
porque estás en Guatemala
soy el payaso que juega al país
el que se aprendió el himno
saluda a la bandera
y marchó al sonar de redoblantes

Soy el payaso que juega al país


el que se memorizó la mentira histórica
se toma la foto con el “Justo”
y ya no cree en los 15 de septiembre

Soy el payaso que juega al país


el que se pone la playera cuando
ya no cree en la selección de futbol
y prefiere una cerveza rusa

Soy el payaso que juega al país


el vendepatria que le va al Boca Juniors
le importa un carajo el Xelajú MC
y no siente remordimientos

Soy el payaso que juega al país


el que no quiere ir a esta feria 64
un mercado de corruptos
y se contenta con ver el mar

Soy el payaso que juega al país


que sale corriendo cuando hay vergazos
para no recibir uno
y se refugia en la soledad

Soy el payaso que juega al país


soy de un país de tercera
¿Un país llamado Guatemala?
Aún discutimos por su nombre

Soy de un país de tercera


cuarta
y quinta

soy
soy la misma
la misma muerte
con suerte mi muerte
tu muerte

Aquí vamos a tomar la 204


aquí vamos a dejar los sesos
aquí

para no seguir comiendo mierda


mucha
mierda
la misma mierda 65
tu mierda

Aquí vamos a bajar de la 204


aquí vamos a dejar el culo
aquí

pero no será con estos poetas


fashion
mierdas
fashion
mierdas...
Tal mentalidad,
diría Lépido,
nace del barro
humano por la
acción del sol.
66

JAMES JOYCE
(De Retrato del artista adolescente)
MANUEL MURRIETA SALDÍVAR
CIUDAD OBREGÓN, SONORA, MÉXICO
Editor y fundador de Editorial Orbis Press: www.orbispress.com
y del Culturadoor: www.culturadoor.com
-publicado en noviembre del 2015-

ISBN: 978-9929-707-02-3

Poecrónica en las urbes… nos transporta a un viaje sin tiempo, sin fronteras.
Manuel Murrieta no solo derriba y destruye murallas, sino que las penetra
y nos guía a través de un espacio real e imaginario, haciendo un recorrido 67

por la naturaleza de las urbes modernas y antiguas. Con Murrieta


caminamos, volamos, respiramos, somos parte de los elementos, nos
convertimos en el espíritu errante, incansable, que se regenera en cada
verso como los pasos de un eterno viajero.
La segunda porción de Poecrónicas me lleva a Tánger, Marruecos, el
Deefe (CDMX), El Salvador, Antigua Guatemala. Aquí me detengo para
saborear el derroche de palabras, metáforas y sensualidad con que el ojo
clínico de Murrieta aprecia el paisaje, la gente, la historia que pulsa… por
donde se atrevió el modelo a emular, el primer cronista, Bernal Díaz del
Castillo. Bajo el volcán navegamos con la agrandada curiosidad del niño el
día que conoció el mar y, ya crecido, con el dulce palpitar del primer
amor...

SAÚL CUEVAS
ARIZONA STATE UNIVERSITY
TEMPE, ARIZONA, USA
LA MORADA DE BERNAL

[Antigua, Guatemala]
Para Esperanza, Hansen y Eynard

Entre la plaza que el volcán me anuncia


van mis pasos como un vector de luz
en busca de la historia que me niegan
pero que ahora brota en cada huella
que impregno en la calzada y en los empedrados…

Voy en un silencio anónimo cuidando almacenar visiones


aunque nadie pose sus ojos sobre mí
porque me creen nativo
o porque marcho veloz devorando cada signo,
cada placa, cada arco del palacio
o columnas derruidas por un temblor
que nunca perdonó a las catedrales. 68

No importa el riesgo de las curvas


que devora un colorido autobús para arrojarme ingenuo
a este vendaval de ruinas y reliquias,
tampoco el pesar de los insomnios,
la comodidad de las habitaciones
o la pereza del mundo,
no, he de ir a la fuente, a extasiarme en jade,
a platicar con los nahuales y artesanos
y experimentar cosmos precolombinos
que hacen revolotear el corazón, no solo mío,
sino también el de un triste novelista
o el de turistas de otros continentes
que se impactan aquí
al verse cuestionada la simple razón de su existir.
II

Ahora estoy coronado por cúpulas sin techo,


recibiendo astillas de rayos solares
más puros y más altos que algún dios,
halos que atraviesan portales, ventanas de hoteluchos,
rendijas de algún bar y restos de murallas
que cobijaron al primer cronista,
o al terrible capitán, el que asoló pirámides,
aniquiló a un fragmento de mi pueblo
y que vigila aún amenazante desde su óleo colonial,
al tiempo que yo deseo empuñar su espada
paralizada, al fin, en esta vitrina de museo…

Sí, te estoy hablando a ti, don Pedro de Alvarado,


extensión de Cortés, continuador de matanzas,
las primeras de un largo genocidio
que llega hasta los patios de este Ayuntamiento,
a ti, Alvarado, a quien descubro ahora
acompañado de mi etnia que, después de todo, 69
supo superarse y trascender
porque ahora se conserva pura y más edificante
que los chorros de sangre que iniciaste…

Pero además te hablo a ti, Bernal, maestro de cronistas,


admirable por haber descrito el origen de mi perfil racial,
y por eso me brota iniciativa
para esculcar la piedra de tu muerte,
tu mesa de escriba,
tu caserón de gran soldado imperialista
donde escribiste relatorías pasmosas,
como la de la insuperable Tenochtitlán
que te cedió la gloria, Díaz del Castillo,
para luego saquearla e imponer tu idioma…

Vine, pues, a dar también las gracias


y abrazar tu busto como colega del oficio
en esta sala solitaria, recóndita, hecha como para mí,
donde te conservan y eternizan
tu proeza de letras castellanas
y las de tus soldados hechos crónica…

III

Porque no fue en París, tampoco en Nueva York,


sino aquí, Antigua Guatemala,
donde la sangre y el cerebro se cimbraron saciando identidad,
la nuestra, la pesada, la no light,
la que recorro y recojo a raudales
en menos de dos cuadras sin fortificaciones,
donde bebo jugos de naranja más natural que un Tropicana,
descubro la imprenta primigenia y el libro artesanal
que no aparece en las listas del Amazon.com
y me visto de colores,
ropajes que escapan de manos imaginativas 70

y que atraviesan el aire del poblado


sin el sofoco de alguna pasarela de Milán…

O me agito en tus galerías del barroco


con la Guadalupana que me cuida
a pesar de mis olvidos o la total indiferencia,
al frente de volcanes de silencio apocalíptico
cobijados por nublados inocentes
mientras abajo, en callejones diurnos y nocturnos,
un niño se aferra a la vida
mercadeando golosinas y cigarrillos sueltos
o despierta la alegría de la madre al lograrse
una venta aunque sea en mínimos quetzales...
IV

Sí, es verdad, estoy como estaría un bendecido,


no solo por el cielo que cae en mi cabeza
y atraviesa iglesias huecas, haciendas sin paredes,
sino también por ese olor natural de cacao y café
que elegante baja sobre lavas frescas
o desde tierras fértiles de indígenas,
arropa mi rostro, me envuelve y acurruca
como si recibiera un primer soplo de vida o de conciencia
matutina…

Estoy como sin sueño pero a la vez


envuelto de una realidad embriagadora,
la que hace vibrar mi cuerpo de mestizo
porque mi piel, y las de ellos,
son de un color de hermanos olvidados,
71
porque con naturalidad disfruto del maíz,
de un plato de pepián casero
que excita las pupilas de manera más brutal —supongo—
que una dosis de metanfetamina.

Estoy así como la hembra


que sufre un parto que se le vino encima en solo unos minutos
y se queda pasmada, igual que yo,
con todo el peso
y fruto de este viaje, de este renacer,
que se ha gestado, no en meses
ni en las centurias de la América híbrida,
sino en miles de siglos,
esos que los mayas supieron calcular
sin requerir jamás de nuestra incómoda presencia
aquí, en esta exuberante Quauhtlemallan…
No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas, 72
inquieto como el rodar de las hojas.

REINER MARÍA RILKE


(De “Día de otoño”)
ABNER COTTÓM PEÑA
CIUDAD DE GUATEMALA,
-publicado en abril del 2016-

VIDA Y CASI MUERTE

Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan


73
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la eterna protesta de los astros.

Federico García Lorca

La vida y la muerte no son cosas separadas, son consecutivas, una viene


atada a la otra y una no puede ser sin la otra. Nos enseñan y repiten a lo
largo de los años vividos que son lo contrario, que la vida y la muerte son
cosas diferentes. Nos programan, nos guían, para apreciar a una y repudiar
a la otra. Terminamos creyendo, que la muerte nada tiene que ver con
nosotros y que la vida nos florece. Sin embargo, ambas nos pertenecen y
pueden ser hermosas y terribles.

la vida solo posee un deseo…


ser eterna.

En Poesía de la vida y de la muerte, el autor nos muestra la profunda conexión


entre el deseo de vivir y la desesperanza de morir. Transmite, en cada
escrito, la belleza de la vida, lo complejo que significa enfrentar las
precariedades de esta, junto a la actitud y compromiso en luchar y
transformar la realidad.

¿Y dónde está la lengua del pueblo?


La poesía de su historia cultural y biológica
¿Dónde saborear pies descalzos al remover la tierra?

Desde los primero poemas nos transmite su deseo profundo por conservar
la vida, de construir realidades que no obvien el significado que esta tiene
para los demás. Así, podemos encontrarle hablando de cultura y de
memoria, de luchar por ellas y preservarlas, de tomarlas como
herramientas fundamentales para cualquier cambio social sin olvidar la
opresión del olvido, la explotación y discriminación de quienes buscan
amansar cualquier deseo de cambio popular.

Tú representas
74
el asesinato masivo
de tu sano pueblo

El erotismo, el amor, la ternura y el sexo; temas que el Abner no olvida en


sus poemas y a los que les da una gran importancia. No encontramos con
la intimidad del poeta, con sus deseos y sus miedos, con la intensa
necesidad de trascender el contacto físico, de ir más allá del sexo y llegar a
construcciones profundas.
Con deseo y admiración, erotiza a la persona, le atribuye virtudes
necesarias para saciar no solamente el deseo físico y sexual, sino para
llenarse de un amor erótico.

Cada uno de tus poros


tus cerros
tus barrancos
se me hicieron extasiantes
tan terribles curvaturas
Y es que no hay poema que no deje claro su mensaje, que no profundice en
la idea y que no arroje en el pecho la emoción de leerlos. En todos y cada
uno de ellos el poeta no se priva de coger de los hombros al lector y
susurrarle a gritos un pedacito de bondad, de dolor y ternura, de muerte y
amor.

no volveré a jugar contigo ni con tus hijos


Y nadie apretara mi mano cuando no exista

Y la muerte, siempre tan presente en su poesía, adjunta en la ternura, en el


amor y en la lucha. Nos deja claro la lucidez de sus palabras y nos guía a
su reflexión. La conciencia de que la vida es frágil y la autoconciencia, el
enfrentamiento, el no escapar y entregarse.

Abriré mi alma tan grande y fuerte


como un soldado del amor
75
que es eterno mientras dura

La vida y la muerte, la casi muerte: están plasmadas en estos poemas. La


ternura del amor fraterno, el temor de la soledad y de la apabullante
sociedad consumista. El erotismo y la exigencia del amor, la necesidad de
hacer el amor. Largas caminatas, reclamos y luchas. Construye y transmite
su experiencia en cada texto y sabiéndose en un contexto, muchas veces el
lenguaje que utiliza nos transfiere ideas aún más claras, que nos hacen
vincularnos y entendernos en sus poemas.

Sentado
en sereno derrumbe
mi acompañante
un Tony presidios
me veía infinito
No por ser de sus primeros trabajos lo hace menos importante. De hecho,
es eso lo que hace que su trabajo sea extraordinario y que lleve consigo la
pizca de genialidad necesaria y justa. Este libro no solo puede ser leído,
sino releído y recitado, allí es donde se encuentra la verdadera importancia
de cada poema, pues al volver a ellos no solo se descubren nuevas
vicisitudes del Abner Cottóm; de la vida y de la muerte, sino que también
como lector, se encuentran cosas, de nuestra vida y muerte.

HEBER PÉREZ

76
OBSESIÓN, AÑORANZA, DUDA, VOZ

Criaturas con pulso deshumanizante


¿Por qué es tan extraño danzar?
¿Por qué nadie baila?
Ritual, ¿dónde estás de viejo?

Ilusión musical de supernovas:


oscura vibración acústica.

¿Y dónde está la lengua del pueblo?


La poesía de su historia cultural y biológica.
¿Dónde saborear pies descalzos al remover la tierra?

No nacimos en noches tan sagradas.


La tribu ha muerto
con su danza milenaria.

Nuevo caminito de evolución subjetiva.


¿Error? ¿Error? ¿Error? 77

La voluntad antigua sucumbe.


Las palabras cambian.

El canto del bosque es la música de los dioses:


energía, vitalidad, sentido.
La voluntad misma.

Nuestro destino también es bailar.


Danzar todo el sol.
Todo danza porque todo es movimiento.
Vos y yo.
Ya lo sabías.
Te fascina.

Comunión humana.
Seguridad orgiástica de tribu.
¿Qué pueblo aún es danzarín?
Jugar con el viento en las manos.
Capturar la piel en formas de animales.

El planeta gira solo cuando andamos.


Tu ritmo de cintura.
¡Y yo acá sentado!

Tambor y garganta, instrumentos,


operen nuestros deseos,
semillas de los besos sin pensar.

Si querés saber a dónde vamos


simplemente escuchá.

78
DEJÁ LA LLUVIA CAER

Dejá la lluvia caer,


no es mala.

Dejá la lluvia caer.


Abrí la boca, es fresca.

Dejá la lluvia caer,


sangre regada sobre vos.

Dejá la lluvia caer,


los zapatos mojados no son tan malos.

Dejá la lluvia caer,


agua bendita que sacia.
79
Dejá la lluvia caer,
tu piel fría refresca mi lengua.

Dejá la lluvia caer…

Porque siempre lloverá.


Porque siempre habrá alguien triste.
Porque somos todo agua.
Porque somos río que debe continuar.

Y porque el alma como agua te cayó encima.


CALENDARIO CÓSMICO

Del inicio a la vida en la Tierra:


del 01 de enero
al 02 de octubre

De la vida a primates
al 29 de diciembre

De primates a homínidos
al 30 de diciembre

De homínidos a homos
al 31 de diciembre
80
De homos a humanos
31 de diciembre a las 22:30 horas

De humanos a seres humanos


31 de diciembre a las 23:59:59 horas

De seres humanos a dioses


depende

¿De quién?

De vos chanchit@

¡Feliz año nuevo!


debe reposar
mi pecho del horror del vacío y de la oscuridad.

81
PRIMO LEVI
-publicado en noviembre del 2016-

ISBN: 978-9929-707-03-0

PREFACIO

Los poemas reunidos aquí son concéntricos, pero pertenecen a un


movimiento holístico y sin embargo no se tocan; se han visto de reojo: son
producto de poetas que —en su mayoría— no se conocen entre sí.
Comparten, de todos modos, una característica: nos hicieron sentir eso que
la poesía produce. Nadie sabe cómo llamarlo, pero es palpable: la poesía es 82
algo que anda por la calle.
Los textos son parte de una serie de publicaciones recopiladas en revista
Mandrágora con el nombre de “Poesía inmediata”. Todos los poetas
antologados aquí siguen afortunadamente vivos y residen en diversas
ciudades de Hispanoamérica. De Madrid a Bogotá y desde Buenos Aires
hasta Ciudad de Guatemala, pasando por Honduras, Quetzaltenango, La
Antigua Guatemala y Ciudad de México. Ejercen diversos oficios, son
periodistas, ingenieros, abogados, editores, libreros, maestros, traductores,
correctores, bloggers y/o bohemios.
Me he reunido esporádicamente con algunos, pero la mayoría no me
reconocerían en la calle. Lo prefiero así; me permite recibir textos y leerlos
sin apegos.
El esfuerzo de Eynard Menéndez es mayúsculo. Esta antología es
iniciativa suya. Agradezco a los poetas, quienes sin excepción aprobaron
la inclusión de sus textos en este libro.
Lector, en las manos tienes poesía y un cadáver exquisito.

FERNANDO VÉRKELL
PAOLO GUINEA OVALLE
CIUDAD DE GUATEMALA, 1975

LAS HORAS QUE LINCHAN


(advertencias contra el colmo)

Qué mandarina ni qué ocho cuartos


aquí se parte la razón y exime de esencias

Qué ni mierda que el cuchillo y demás metales


aquí punza y corta el delirio, la diáspora de la vista

Aquí que existe digo sangre –huevos–


porque nada escurre
y poco esa tanto que nadando en la memoria
el calendario hostiga para que basten sus líquidos

A salud de qué si apestan los yugos, con qué


ni para qué
la ansiedad muerde, revienta hasta despreocuparse 83
en el hastío
diseminando agua, en el charco del temor

Ocio para no matar, síndrome de agonías


carnaval de olores,
en el ruedo del tiempo
donde el connotado olvido atranca el pecho
–estaca sin retorno, anidando, siempre haciéndolo–

Anudándolo queda solo en esperpento


cuando tierra en boca se muerde a sí mismo
–polvo del polvo–

Catacumba que se extingue en la parálisis


de días sin carne
donde las horas que linchan, abyectas trabajan
horario para atravesarnos y luego huir,
casi desangrar,
casi una simple cajita vacía de todo
y en la nada te recuperas en congoja
rapto con alevosía de una carne que te sostenía
en el temple aturdido de posibilidades

¡No te dije, pues!

84
DIEGO VENTURA PUAC-COYOY
QUEZALTENANGO, 1991

[3]
Lo importante es recordar
que nuestros cuerpos son nómadas
en rutas de viento
historias apenas hilvanadas
por el débil rojo de la seda.

[5]
Entonces
repararé los vestigios del hilo rojo
que rompimos al irnos de este plano
y con él
amarraré nuestra existencia para siempre.

Sellar el pacto de la vida


atada eternamente a la muerte
–siempre certera y fiel– 85
hasta que seamos uno solo
junto a tanto polvo de lunas ya muertas.

Ya no tendré más miedo del pasado


porque ya no habitaré esta constelación
aun cuando la seda roja
me una a este mundo antiguo
del que siempre formaré parte.

[7]
Y la última contradicción que encontré
al final de mi camino
fue el tener que envolver mi cadáver
entre los trozos
del cadáver de un árbol.
ANA GABRIELA ASTURIAS
CIUDAD DE GUATEMALA, 1989
.
.
.
.

EL AMANECER DEL COLOR

Me arranco los ojos


contra la marea,
para anochecer
en el antojo
salobre
de mis uñas.
Ensañando el vacío
en mis dedos,
desde ellos,
entorno el más
lóbrego 86
de los ocasos.

BELIAL

Pálida insidiosa infancia


como roedor cae mi asesino.
Toda instancia
abandona mi cuerpo
y observo atenta
cómo se seca el sudor frente a los muertos
desde esas cuencas deshabitadas
que anuncian de noche
la absurda brevedad de sus pupilas.
RUTH VAIDES
CIUDAD DE GUATEMALA
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

SICARIO INCONFORME CON LA IMAGEN

Mierda!
Esta mancha de sangre 87
se ve muy fea
en el teclado de mi nuevo celular.
DIANA MORALES
CIUDAD DE GUATEMALA

MONÓLOGO DE KATANA

La trompeta bulle de rémoras y mortajas de esparto,


cuando la noche brota violentando desvanes y
moviendo olas de musgo en ese vacío que
va encontrando su curso.
En la obertura, el aria y el recital de
testas de pedernal, se derrama la baba
de los periódicos neoyorquinos por la mesa
de Alí Babá y sus 40 prostitutas.

Baraja, tornamesa y farol.

El aire filoso destroza los alargados cuellos


de botella y dedos de humo chillante del cigaré
en labios de la Gran Odalisca.
88
Cemento.

Los pies se me congelan de sierpes


y los oídos de llanto negro,
rumor de viento de amianto y pared seca,
colágeno de esplín, displicencia en flor.

Fragmentándose las venas con la queja


de un cocodrilo que escribe con las garras
una historia de tragedia de telenovela y chancletas,
de maridos barrigones y saliva de estiércol,
insiste, insiste, el diablo es puerco.

Tengo a los pies de la cama una playa


con objetos olvidados, arrastrándose
hacia una aurora de smog.
¡Ay la médula del hastío!
SEBASTIÁN ZAMPATTI
ARGENTINA, 1978

AZUL

Bebe mi sed, mi sangre, mi pez, mis pobres


ojos de lluvia.

Cambia las sábanas, la arena, la lid,


las flores de mi tumba.

Una mujer desnuda (te).


Una mujer desnuda (me).
La ciudad se muere azul.

Sentados en la cama
te cuento los versos muertos,
esos
a los que no me atrevo.
89
Te ríes. Silencio.

Sonríes. Te amo.

Te ríes de nuevo.

Sabemos el juego:
entonces…

En todo te conviertes y mueres.


Resucitas desde tu vientre.
Te llenas, y llenas
la noche
de lunas nuevas.

Vuelas. Agitas
el aire
con tus alas.
Mueres o matas
─la muerte es nada─.

Laureles me pones.
Te diviertes,
juegas.
Me provocas.
La lluvia cesa
─¿o acaso
era un sueño?

Una mujer desnuda


se ríe en mis ojos.

Un beso y se eleva.
La lluvia vuelve y ella
que es curiosa
va a tenerla.
90
Flores eres, balcón y jueves.
La lluvia,
el sigilo del macho que acecha
las espaldas desnudas de una hembra.
La ciudad se muere azul
dos veces.

No hay estrellas.
Ni una sola en todo el techo
pero tú…
pero en tu pecho…
Eleva tus pecas
que las reclama el cielo.

Una mujer desnuda


suspira en mis espaldas.
La ciudad se muere azul
tres veces.
La lluvia nos olvida.
Una mujer que abrazo sueña desnuda
mientras yo
sueño desnuda una mujer que abrazo.

Todo se muere azul,


termina.

91
FABRIZIO QUEMÉ
CIUDAD DE GUATEMALA, 1990

0001
Las palabras usadas para denominarnos
Yacen enterradas bajo la piel que hemos arrancado de nuestros cuerpos
Bajo nuestros músculos desgarrados
Bajo los huesos triturados
Y venas reventadas

Aquí solo queda la plena esencia


El aliento moribundo
Que nos corroe de vida.

00002
El Universo está saturado de fotografías innecesarias
No hay más espacio para la inocencia
Pues todos los cuerpos han dejado de ser vírgenes

Y hoy 92
Solo quiero esparcir mi sombra,
Sobre las luces intermitentes de esta ciudad pos apocalíptica
Mi saliva,
Sobre esqueletos biónicos, carentes de fluidos corporales.

0004
Contagiarnos de rabia también debería estar de moda
Asfixiarnos de tanta toxicidad
Hasta que las contracciones nos hagan eyacular.

0005
Nuestros Ojos fuera de orbita. Garras clavadas sobre el asfalto.
Flores genitales, surgiendo de nuestros bellos orificios.
MARLON FRANCISCO
CIUDAD DE GUATEMALA

AJBE´

Camino siempre
desde antes de abrir los ojos
desde el pasado
ya venía caminando

soy viajante

Nací para gastar las suelas

Triste
con hambre a solas
sigo acumulando pasos
marchando sobre esta rueda del tiempo

no voy huyendo de nada 93


camino ligero
porque me urge llegar
porque sé quiénes allá me esperan

Hoy no he descansado
no he dejado de andar por el sendero

Escarbo muy adentro


porque se oyen voces
porque se ven manos que acarician

Ahí quiero llegar

tal vez ahí me siente a descansar


(De la colección Poemas normales)
ARTURO SANTANA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1994

PARA CECILIA

Ayer
escribí una carta
sin destinatario.
Fue pasatiempo inútil
llamado desahogo,
soledad.
Cien líneas
y ninguna frase
de cortesía o perdón.
Era fácil,
dos o tres años atrás.
La tinta
se secó en otoño;
¿o en invierno?
No recuerdo. 94
Ayer
solo encontré papel
y un trozo de carbón.
No era tu estilo,
tampoco lo era la carta.
Era de nadie,
ya lo dije
desde el principio.
Un mar sin orilla,
sin luna, sin sol,
sin anillo…
Olvida eso,
lo haces muy bien.
¿Qué decía?
Nada quizá;
no lo sé,
me gusta divagar.
Disculpa.
RUBÍ VÉLIZ CATALÁN
.
.
.
.
.
.
.

BAMBALINAS

Colorear el silencio con notas


Inspirar
dejarlas flotar una tras otra
oírlas morir en el viento
y vibrar las cuerdas
hasta agotarse el aliento.

Compases convulsos copulando


y todo el cuerpo inmerso 95
sudor que lubrica la espalda
labios arrojando su magma
convulsiones escénicas
morir un poco…
augurar el cisma
morir sin voz.
JOHANNA GODOY
CIUDAD DE GUATEMALA, 1968
.
.
.
.
.

LUNA DE SANGRE

Luna de sangre
sobre tierra violenta
Vorágine roja
que devora y destaza
a sus más amables hijos.
Sangre que se rebela
y se alza en las plazas
empapa nuestros sueños
nos persigue
con la posibilidad de no sobrevivir hoy 96
de velar al ser querido
bajo su asfixiante luz
Luna de sangre
presagio fundamental
de las más devastadoras visiones
Inyectas más locura
al atribulado corazón
y masacras la esperanza
de un país que nunca existió.
KAREN VALLADARES
HONDURAS, 1984

DECIR TU NOMBRE ES UNA CATÁSTOFRE

Se me apaga tu cuerpo entre las manos


tan despacio.
Josefa Parra

Decir tu nombre es una catástrofe.


Es un sonido explosivo en mi boca.
Chasquido de dedos arrugados por el frío.
El sonido de una ola de mar embravecido.
Vuelo roto de un pájaro sin rumbo.

Sospecho tu ausencia;
cicatriz abierta,
murmullo allá bien a lo lejos.–
Me voy y tu nombre tirita en mi boca;
me voy y tu nombre se desliza por mi entrepierna, 97
me voy y todavía no puedo decir completo tu nombre.
Me voy y no puedo decir nada, me tiembla la voz.–
en mi cuerpo desnudo hambriento de ti.–

Me voy viendo la silueta desdibujada de tu espalda


y pensar que esto no duele, y no lastima, y no importa,
aunque se me descuaje cada vertebra;
aunque recuerde la terrible ausencia en tus ojos.
Tus ojos son ahora una partitura desafinada;
página en blanco.
Punto y aparte.
Cuerpo humedecido.
Nada de esto debo decir,
no se me ocurre otra cosa,
más que pensar en tus ojos,
decir tu cuerpo desnudo es otra catástrofe,
decir estos pechos diminutos no son míos, pero sí tuyos.
Decir tus ojos es una herida abierta.
Decir, mi cuerpo, decir mi espalda abandonada por tus manos.
Decir mis piernas abiertas y clítoris erecto y húmedo
y tú tan lejos, tan ausente.

Decir, tan solo decir, decir cualquier cosa


que se parezca a ti, será la destrucción completa de mi voz.

98
ALINA KUMMERFELDT
CIUDAD DE GUATEMALA, 1989
.
.
.
.
.
.

POEMA PARA POETAS

II

No se corta el tallo
no se esposan ímpetus
no se esclavizan recuerdos
Se podan máscaras
por amanecer poemas,
se destapan hormigueros
para que nos pellizquen 99
nos hagan vivos,
se sueltan caballerías
para que cada sentimiento
encuentre
su trote
No se describen pasos
se inventan rumbos.
WALTER GONZÁLEZ
TOTONICAPÁN, 1981

ACTOS FINALES

no hemos salido todavía de la estación, el reloj es confuso, los gritos,


la expectación,
el hambre, el llanto, el ritual de la espera, la luz
que adivinamos detrás de las nubes

cerrar la puerta con llave para no volver

aprender a volar, acudir a la tercera llamada para volvernos infinitos

jugar a ser nuestros propios dioses

porque el hastío que en la hoguera reside no reclama otra consecuencia

LA CARRETA
100
sobreviviente de siglos en erosión constante agarrado
del pasamanos con el agridulce olor del cansancio
la piel se me quedó en todas partes en la cafetería en
la sala de espera frente al escritorio y en el baño
el aire pintado de luz me abofetea siempre que puede
y cierro los ojos

MOSES PRAY (PAPER MOON)

Sigo con este ritual de cada mañana,


sacar la basura por la puerta de atrás
desnudarme a solas
tirar un café con todo y taza
desmembrar seres mitológicos
torturarme un poco
desconfiar de las sombras
dispararme en la cabeza
PILAR CÁMARA
MADRID, ESPAÑA, 1989
.
.
.

[1]

y tú y yo éramos indestructibles
La habitación roja

Hay cemento a mis pies,


y música,
alas para creer en el dios malnacido
que te murió. De repente.

Hay gritos,
y flores,
una sanguijuela en la garganta.
101
No lloro, me desangro.

Hay agua,
olas en el estómago,
un embudo de mármol en el diafragma.
Y me ahogo.

Estoy desnuda en el cementerio.

Despierta, joder, despierta.


EDUARDO VILLALOBOS
CIUDAD DE GUATEMALA, 1974

DE TAL MANERA ME ATRAE EL DESBORDE


que tiemblo de espasmo cuando no hay precipicios
equilibrista de lunas sucias
aprendo en silencio el modo de caerme
de todos los faros elijo el vacío
que tiende enramado sus ríos al peso
por eso he cambiado las alas por hambre
las huellas por signos
los pasos por asco
apenas descubro una grieta en la zarza
y pongo entre espinas
mis brotes aéreos
de allí mi costumbre de andar por el vértigo
de caer entre brazos que esconden abismos
soy el que salta
el que apura los tramos y delira
y sueña que cae 102
y luego entierra en la nada
sus pezuñas

TENGO PEÑASCOS DE INCENDIO


ENTRE LAS UÑAS
que arranqué con saña de cuerpos que se iban
pedazos de silencio que se hicieron puertos en silencio
y una canción de azogue para caer con calma
(alguna vez
frente al mar
descubrí que el agua es como el odio)

vengo de morir y nunca he muerto


este es mi primer fracaso
MARCO VALERIO REYES
.
.
.
.

*
Cruzar antorchas
ella las tiene en el tiempo
corro buscando
siempre
hacemos por huir y ocultarnos
masturbarnos con furia
acumularnos contra vos
como si algo más que morir a tiempo
pudiera salvar

*
Deambulo
de un extremo al otro

vuelvo la mirada 103


para verme deambular de un extremo al otro

*
Volver a ser glándula
volver a ser gruta
como cuando cabíamos en alaridos
como cuando con vacío y apetitos
estábamos preñados
GERARDO GUINEA DIEZ
CIUDAD DE GUATEMALA, 1955

{}
Hoy, jueves de ángeles
—lejos está Yeats de Irlanda
y de las niñas del colegio Montessori de Waterford
El cuerpo de Leda se mece
en la música del silencio
son las 17:11 pm
—El arte de la vida y su asedio tenaz.

{}
En la calle, un sueño se hace trizas
/qué hacer con su vacío
Sus pedazos son una eterna caída
y lágrimas sobre la vida invisible
Afuera, el corazón se derrama
adentro, un hombre no será nombrado.
104
{}
Tiempo antes, tiempo después
/jueves de dudosa luz
Al borde de la vida
sobran los abrazos
/recuerdos marchitos
A las 16:14 regresa JE Pacheco,
el cáliz de su sangre
nos lleva a Eliot
cuando asoma su mundo
al hastío de una perpetua soledad.
DAVID GONZÁLEZ
ARGENTINA, CAPITAL FEDERAL, 1979
.
.
.
.
.

[1]
Uno camina
bien pegado al piso
con premura de cotidianeidad
de inmaculados pantalones pragmáticos.
La poesía es una baldosa floja
que te salpica para adentro.

[4]
mi antena fluídica
baja poemas de los cielos
mi perra los destroza 105
como bolsas de basura
desparramadas palabras
que nadie leerá
antepensadas pulsaciones
no adaptables al medio
han de perecer
titánica labor la del perpetuarse.
OMAR GARZÓN PINTO
BOGOTÁ, BOLIVIA
.
.
.
.
.
.

14.
(GELMAN)
Cada palabra que decimos nos desnuda.
Cada palabra que nos nace nos rescata de la muerte.

26.
(PACHECO)
Se tiene la lucha, se tiene el desierto, se tiene la incertidumbre.
En fin, el mundo.
Es necesario el oasis: si no hay versos, no podremos dar un paso más.
106
28.
(LOO)
Todo poeta es una promesa mientras vive.
El camino se encargará de decirnos qué tan falsa era cada promesa.
Y ayer será mañana
107
SAMUEL BECKETT
EYNARD W. DE CONQUEABUR
LA ANTIGUA GUATEMALA, 1990
-publicado en abril del 2017-

ISBN: 978-9929-707-04-7

EL ARTISTA Y EL MUNDO EXTERNO

Uno dice “silla” o “ventana” o “reloj”, palabras que designan meros objetos
de ese frígido e indiferente mundo que nos rodea, y sin embargo de pronto
transmitimos con esas palabras algo misterioso e indefinible, algo que es
108
como una clave, como un patético mensaje de una profunda región de
nuestro ser. Decimos “silla” pero no queremos decir “silla”, y nos
entienden. O por lo menos nos entienden aquellos a quienes está
secretamente destinado el mensaje críptico, pasando indemne a través de
las multitudes indiferentes u hostiles. Así que ese par de zuecos, esa vela,
esa silla, no quieren decir ni esos zuecos, ni esa vela macilenta ni aquella
silla de paja, sino yo, Van Gogh, Vicent (sobre todo Vincent): mi ansiedad,
mi angustia, mi soledad; de modo que son más bien mi autorretrato, la
descripción de mis ansiedades más profundas y dolorosas. Sirviéndose de
aquellos objetos externos e indiferentes, esos objetos de ese mundo rígido
y frío que está fuera de nosotros, que acaso estaba antes de nosotros y que
muy probablemente seguirá permaneciendo cuando hayamos muerto,
como si esos objetos no fueran más que transitorios y temblorosos puentes
(como las palabras para el poeta) para salvar el abismo que se abre entre
uno y el universo; como si fueran símbolos de aquello profundo y
recóndito que reflejan; indiferentes y objetivos y grises para los que no son
capaces de entender la clave, pero cálidos y tensos y llenos de intención
secreta para los que la conocen. Porque en realidad esos objetos pintados
no son los universos de aquel universo indiferente sino objetos creados por
ese ser solitario y desesperado, ansioso de comunicarse, que hace con los
objetos lo mismo que el alma realiza con el cuerpo: impregnándolo de sus
anhelos y sentimientos, manifestándose a través de las arrugas, del brillo
de sus ojos, de las sonrisas y comisuras de los labios; como un espíritu que
trata de manifestarse (desesperadamente) con el cuerpo ajeno, y a veces
groseramente ajeno, de una histérica médium.

ERNESTO SABATO,
DE SOBRE HÉROES Y TUMBAS

109
EL SOLITARIO

Entre todas, vos no estás.


Entre todas, estás ausente.
Entre todas, no te encuentro
a pesar de la bruma que es delgada
y terriblemente visible,
también es el porvenir y no te veo: nada.
Caíste por la fuerza del destino,
creo,
y los embates de la catástrofe
fueron un remolino abatido
y destructor a partir del inframundo.
Y así tampoco te encuentro. 110
EL ABANDONO

Salimos a la calle sin desnudarnos,


en plenitud constante
por el futuro,
por aquello que mejoraría
sin morirnos del aburrimiento.
Salimos a la calle
y nuestros sentidos se vieron
como por segunda vez,
nuestros pechos latiendo
que recuerdan lo que no olvidaron:
sin amenazas,
sin dioses disparejos,
sin desquicios correligionarios,
sin pecado de por medio. 111
La puntualidad de nuestra vitalidad
que se despierta al amanecer
y a medianoche,
como atardeciendo el amor,
como los cuerpos en su piel
atravesándose en lo más hondo
de sus corazones latiendo como océanos,
como mares salpicados de vida
a partir de las primeras carcajadas
del inicio del Primer Sol,
más tarde el Primer Universo,
luego galaxias interminables,
casi infinitas de imaginación:
el amor cerniéndose entre las nubes.
II

Despertar de la conciencia,
desangrarse,
conciliar nuestro palpitar,
la raíz desorbitada
de cuando somos y estamos.
Corazón sin minucias,
realidad desmigajada
es como tú y vos,
consagrarse al fracaso,
a la eternidad innombrable,
la otra mejilla,
tu otra boca,
nuestras venas abiertas por montones,
por coaliciones desventuradas 112
que se aventuran en su agujero,
el propio, el suyo, el vacío.

III

De eso me quiero reventar en el hocico


hasta que se haga realidad:
felices para siempre.
EPÍLOGO

La imperdurabilidad de las cosas,


el momento instantáneo
de esas pequeñas cosas,
las otras,
las infinitas
para encontrarse
o,
más bien,
ir a buscar[se]
junto con nuestra alma y espíritu
porque somos cuerpos inertes,
quizás llenos o quizás ociosos,
desocupados.
El universo es inmenso,
nosotros mismos y nuestro alrededor,
ambos,
todos,
vivimos a partir de la inmensidad: 113
el charco inmarcesible del mar,
la carpa negra y café,
tan entintada, tan escarpada y borrascosa
y tan rocosa y tan tierrosa de la tierra misma
en sus suspiros de aliento de piedra mojada.
La gran bóveda total y aleatoria
que se expande en la lejanía integral
de esa otra perpetuidad que aturde
estupefactamente al mundo,
al pequeño mortal en donde decimos presente.
Nosotros estamos en vos,
somos todos:
ese conejo infatigable,
la serpiente que baja de las alturas,
repito,
el gran jaguar colosal y eterno,
el sabio elefante caminante,
la rata y el ratón que driblan fácilmente la astucia,
el pájaro conocedor de las entrañas
de las alturas de nuestro celaje,
las cucarachas y los escarabajos
poseedores de mil existencias
y tan transformadores de sí mismos,
la araña equilibrista
que escinde el tiempo y el espacio.
Eso y el resto, los restos, somos nosotros:
una unidad.
Eso y nada más, siempre nada más
porque somos efímeros cuando nos esfumamos:
el vacío de la nada,
la nada del vacío
que a lo mismo nos lleva:
nos llevará como fuimos.

114
…y se regó en el barro.
115
ROBERTO OBREGÓN
MAGDIEL MIDENCE
TEGUCIGALPA, HONDURAS, 1984
-publicado en agosto del 2017-

LA PALETA DE MAGDIEL

Al escuchar el nombre del poeta Magdiel Midence (Tegucigalpa, 1984)


¡subo mi guardia de lectora! Temo encontrarme con los textos del siempre
niño, joven “poeta maldito” que retará mi inteligencia.
Para mi sorpresa, el poeta se aparece con unos poemas sensiblemente
inteligibles. Él mismo los colorea llamándoles “poemas azules”, al
advertirme: “Pues mirá, espero que no dejés de respetar mi poesía por ese 116

tono azul…”. De golpe aflora a mi mente la icónica carta de Juan Valera a


Rubén Darío, salvo que la advertencia la vi después de haber leído su libro
Cartas para Matilda, cuyo título me atrapó desde siempre. Como su mismo
nombre lo indica, el poemario de Magdiel Midence está escrito en forma
epistolar, género que sitúa a nosotros los lectores en una relación estrecha;
casi íntima con su autor y por lo mismo en una lectura de largo aliento. No
hablamos –o no habla el poeta– de cartas suicidas ni de chantaje emocional
a la amada; mucho menos “cursilerías” como el mismo Magdiel alguna vez
le llamo a sus poemas amatorios. Lo cito: “Marina, me estoy volviendo
cursi”, al referirse a un poema que compartió conmigo y que había escrito
a una de sus múltiples musas.
Me atrevo a decir que lo he comparado involuntariamente con las cartas
de Herman Hesse y las de Kafka a sus amadas, las cuales encontré más
sensibles que inteligibles.
Afortunadamente, no es el caso de Cartas para Matilda, cuya lectura les
recomiendo altamente, no sin advertir a los futuros lectores –de cualquier
edad– que el azul no siempre es sinónimo de pena, y que el gusto y el amor
por la poesía pueden vestirse del color que usted quiera.
Y es que para el operante Magdiel Midence, poeta medular: el amor, el
sexo, la pasión, la música, la tristeza, el clamor a Elí ante la miseria de su
país y la impotencia frente a la página nueva, tienen un color distinto según
sea el caso. Veamos:

Son rosados y hermosos los muslos de quien destiló miel


y bebí, bebí hasta embriagarme y cometer el asesinato.

(…)

la unión de los sexos está en mi copa,


el negro sol de la melancolía me abraza
y me encierra bajo sus faldas. Me asfixia.

(…)
117

Yo cumplía enredando el amor sobre los pies de las ninfas


mientras me aguardaban con sus mejillas sonrojadas
por el tiempo que tardaba en llegar la luna a su punto más alto
mientras mis pasiones eran gavilanes hambrientos de sus labios.

(…)

Desarmado y herido frente a la página en blanco, me deshojo como un árbol viejo,


casi seco.

Aunque para Magdiel, “Hay un taxi esperando afuera, júrame que a tu


vuelta las primaveras serán más largas”, yo quiero creer que las
primaveras del poeta Midence serán coloridas y extensas y que no nos hará
esperar más para escuchar su policromático poemario.

MARINA MONCADA
12 DE AGOSTO DEL 2017
I

¿Matilda?
Infiernos o cielos
lo mismo da

Su cuerpo
diametral indicio de la locura

A las doce
corre Cenicienta
en su vestido de diosa 118
y en su cuerpo de
paraísos no descubiertos
por el ojo del hombre

¿Venus?
Infiernos o cielos
lo mismo da
So kiss me and smile for me
John Denver

No me gusta sentir que te vas


y llenar en soledad los espacios que me quedan
Besame
y decí que vas a volver
Hay un taxi esperando afuera
Dame un beso y jurá
que a tu vuelta
las primaveras serán más largas
Decí
buenas noches
o buenos días a quien te aguarda
No importa que no te escuche
Lo sabrá 119
No me gusta
sentir que te alejás
dejame besarte
y decime solo la verdad
Sonreí un poco
y dejame un beso
para recordarte siempre
Hay un taxi esperando afuera
Dame un beso y jurá
que a tu vuelta
las primaveras serán más largas
Quemaba Roma Nerón y lloraba de belleza su corazón…
Javier Corcobado

yo también encendí Roma en una palabra


yo también abrigué de belleza mi corazón
mis páginas encienden en fuego ciudades enteras

fui destruido del amor


y me reconstruyeron bajo el sonido débil de la tristeza
hay un tango macabro corriendo por mis venas
fui un cuervo y de un picotazo engullí tu mirada

después de la humillación

tomé la miseria como espada contra ella misma


le rajé el estómago hasta sacarle el último indicio de mierda 120
y con ella fabriqué la maqueta del siguiente poema
de aquellos que se burlaban en mi corazón constreñido
por la vergüenza

ahora vivo solo y Duermevela es mi reino


donde habitan mis hermanos que han viajado
desde Nocturna
el país de origen
mi casa es una estrella que indica los estados del año.
No
hablemos
del
dolor
aunque
nos 121

sobre

ALFREDO TREJOS
-publicado en noviembre del 2017-

ISBN: 978-9929-707-05-4

PREFACIO

nuestra época, nuestras perspectivas,


nuestros modelos del Espanto.
Roberto Bolaño

Practicar la escritura es un acto egoísta y solemne, se manifiesta en el papel,


en alguna pantalla brillante o en la mesa de cualquier cafetería, se consigna
122
“algo” que debe salir, que germina de formas dolorosas o no en las
entrañas de la carne, en el paso, un poco somatado y a la fuerza, sobre la
vida misma. El camino no es fácil, se piensa salir del sufrimiento
hundiéndose más en él, cosa absurda y al mismo tiempo es un trazo limpio
y claro, solo se conoce la entrada y eso es suficiente para los que deciden
andarlo.
Escribir es un acto puro de contemplación y búsqueda. Los libros (como
resultado) podrían significar un encuentro o una pérdida total, algo que el
Proyecto editorial Los Zopilotes asume y comprende de buena manera ya
que trata de ser un medio para que esas contemplaciones y búsquedas sean
tangibles, sean leídas y complementen o sean el principio de una nueva
obra.
Con motivo de la convocatoria del segundo certamen de cuentos El
Palabrerista 2016 y después del fallo del jurado, se logra editar una
antología de 15 cuentos (en su mayoría autores inéditos); además se premia
a los autores de los tres primeros lugares 1. Claudia y los gatos; 2. El salto;
3. Del vacío (o una amistad imaginaria con Roberto Bolaño); así como dos
menciones honoríficas y diez cuentos seleccionados por su calidad
literaria.
Una antología se caracteriza por compilar autores o temas afines, en este
caso se trata de autores guatemaltecos de diferentes generaciones pero
afectados todos ellos (y quién no) por un acto de violencia, de pérdida
absoluta de la esperanza, por una lucha sin tregua o por la sencilla condena
de observar cómo el tiempo se acumula sin misericordia.
La antología inicia con el secreto guardado por maullidos: forma
premeditada de desaparecer los restos de la carne, luego, algo lejos de esos
techos la caída libre, una con retorno y otra destinada a ser olvidada bajo
cualquier puente. Los cuentos cuestionan, denuncian y se rinden frente a
un contexto doloroso, destinado a llenar con hiel las pobres venas de sus
habitantes, habitantes destinados, cada uno en su forma, a llenar un vacío.
La locura resumida en un colector de ojos. La muñeca de todos
menos de ella misma. El cuidador de huesos y una interesante narración
de vidas conectadas por la tristeza, la violación de un cuerpo, la negación
de la identidad y la permanencia de la tradición traducida en el Nombre,
123
así, con palabras amoratadas se van llenando las páginas (algo enfermas)
que no están tan lejos de formar parte de una decadencia merecida, no por
su estilo como diría Gautier, sino por la adopción de una forma de sociedad
avejentada, obstinada a olvidar cada parte de su historia. De las entrañas
esparcidas en la tierra a una niña que regresa constantemente a su infancia,
así sigue este libro, aguantando el caos, dándole un orden bendito,
creando, haciendo crecer una pequeña flor en la literatura guatemalteca.

PEDRO ROJAS, JUNIO DEL 2017


CLAUDIA Y LOS GATOS

Ivanna Chapeta
Ciudad de Guatemala, “zonaunera de toda la vida”, 1988
1er. lugar

Hoy Claudia se va por fin. Con sus gatos, como quería. Toco su mano, que
siento aún congelada, e intento enlazar sus dedos y los míos sin conseguir
nada. Me asomo a la ventana. La tarde está amenazando con volverse
noche. Los gatos suben a los techos con sed de las gotas de calor que
quedan en las azoteas. Ya casi no quedan rayos de sol.
Salgo, con su mano al menos entre las mías, a este balcón tan suyo.
Recuerdo que ella se quedó a dormir en el pequeño apartamento (en el que
yo apenas cabía) una tarde de domingo como esta un par de meses después
de que empezáramos a salir, y no volvió a su casa más que por sus cosas la
semana siguiente.
Tan pronto como pudimos, buscamos un lugar más grande para vivir
juntos. Esperábamos encontrar una casa en la que ella pudiera ver cómo
124
los techos se comían las tardes y un jardín para que yo pudiera pasar mi
tiempo a solas viendo crecer las plantas. Nada de lo que hallamos tenía
ambas cosas, por lo que decidí quedarme sin jardín y ella, a cambio, llenó
nuestra casa con mis flores y su risa.
Los primeros días fueron fenomenales. El amor nos encontraba por
todas partes y lo hacíamos incluso al cepillarnos. Luego íbamos a trabajar
y yo pasaba el día con ganas de verla en la noche. El problema es que
nuestras tardes pronto se aturdieron de rutina. Antes yo acostumbraba
salir a los parques a caminar, a ver flores o a sentarme a leer un rato.
También me gustaba ir a los supermercados a pasar el rato recorriendo los
pasillos sin decidirme a comprar nada. Intenté hacer lo mismo con ella,
pero todo le parecía muy tedioso. Tanto que decidió quedarse en casa
mientras yo iba por las compras los fines de semana.
Un día, al volver del trabajo, la encontré sentada sobre el balcón,
tratando de estirarse por algo que no alcanzaba a ver. Le pregunté qué
trataba de hacer, a lo que, poniéndose el dedo en la boca para que yo bajara
la voz, respondió “hay gatos”. Me acerqué a verlos y vi a un par de gatos
amarillos que estaban acostados robándole el sol al techo de mis vecinos.
Claudia estaba contenta como no la había visto en mucho tiempo. A mí la
visión me pareció repugnante, por lo que me alejé enseguida y le dije que
guardaría las cosas que había comprado esa tarde.
Después de un rato cerró la puerta del balcón y llegó a contarme,
emocionada, lo que había visto hacer a sus felinos amigos. Incluso sugirió
adoptar uno para nosotros. No la dejé terminar y le recordé que me
molestaban las mascotas. Mamá intentó tener algunos pajarillos cuando yo
era niño. Por las tardes, al cambiarles agua y comida, solía cantarles,
mientras yo la esperaba, lleno de cosquillas de envidia en el pecho. Un día
que me dejó solo, decidí abrir la puerta de su jaula y dos de los animales
salieron de nuestras vidas en un par de minutos El otro no se fue, así que
tuve que sacarlo. Cuando lo hice, me picó. No me quedó de otra que
deshacerlo entre mis dedos y tirarlo a nuestro techo. Mamá estuvo muy
triste. Yo traté de hacerla feliz cantándole como ella lo hacía con sus aves y
supongo que funcionó porque no volvimos a tener mascotas en casa.
Después de mi tajante negativa, Claudia no quiso insistir en el tema y
125
volvimos a nuestra rutina de cenar frente al televisor. Sin embargo, la
escena de los gatos se volvió frecuente. En lugar de esperarme en la mesa
o en la sala, como antes, ahora lo hacía en el balcón. Muchas veces quiso
que la acompañara, pero yo me sentía cada vez más incómodo con la
presencia de los animales tan cerca de nosotros. Además, sentía celos.
Había dejado de ir al parque para evitar que Claudia estuviera más tiempo
del que ya estaba con los gatos y a veces casi la arrastraba conmigo al
supermercado para hacer nuestras compras.
Me sentía inquieto todo el tiempo. Empecé a soñar con gatos. Gatos que
dormían en nuestra habitación y que dejaban caer su peso sobre mis pies
antes de subir ronroneando a mi almohada para tomar mi lugar en mi
cama. Despertaba molesto y discutía sin ningún motivo con ella, que cada
vez estaba más lejos de mí y más cerca de ellos. Sentía que la estaba
perdiendo. Que se la estaban llevando.
Al sentarme un día en uno de los sillones, el que estaba más cerca del
balcón, sentí que olía diferente. Le pregunté si estaba dejando entrar gatos
a la casa y me respondió, enrojeciendo, que no. No quise insistir en el
asunto, pero estuve estornudando hasta que fuimos a dormir. Claudia dijo
que sacudiría el polvo cualquiera de esos días.
Al día siguiente fui a trabajar más incómodo que nunca. Pedí irme
temprano (un poco después de la hora de salida de Claudia) y corrí a casa
en cuanto autorizaron mi salida.
Durante el trayecto pensé en gatos. Gatos en mi sala. Sobre mis muebles.
Sobre mi cama. Sobre Claudia. Me sentía asqueado de pensar que ella
pudiera haber tocado uno de esos animales. Al abrir la puerta de casa me
encontré a Claudia y un gato amarillo sentados en mi sillón favorito.
Ambos me vieron sorprendidos y el gato huyó en unos segundos. Insulté
a Claudia (y me arrepiento mucho) diciéndole perra traidora. Claudia
tomó el asunto con humor y me pidió que me calmara. Intentó acercarse,
abrazarme. Dijo que no había nada malo en los gatos y que yo tenía un
problema. Estaba defendiendo a los malditos animales. Le grité muchas
cosas. Tantas que se hartó y me llamó muchas otras. Dijo que yo era un
imbécil y que prefería irse a soportar mis inseguridades. Empezó a llorar,
pero yo estaba furioso. Ella me estaba llamando imbécil en mi propia casa
126
por culpa de unos estúpidos animales. Intentó irse a mi habitación y la
tomé del brazo. Me pidió que la soltara. Me dijo que no fuera “ANIMAL”.
Entonces la golpeé. La golpeé para borrar de su cabeza la idea de que yo
pudiera ser cualquiera de sus inmundos gatos. Yo no era un animal. Yo era
un hombre que había dejado su maldito jardín para que ella viera los
atardeceres y ella me había pagado pasando sus tardes con gatos. La golpeé
hasta cansarme, repitiéndole (gritándole) que yo no era ningún animal.
Nuestro piso se llenó de sangre de su linda boca. De su nariz. De su cabeza.
Cuando pude calmarme, ella había dejado de moverse. Intenté
reanimarla, pero todo lo que pasó fue que siguió saliendo sangre de sus ya
no tan lindos labios. Los malditos gatos me la habían quitado, como tanto
temí y ahora no sabía qué hacer.
Volví a tocar su cuerpo, a tratar de despertarla, pero todo en la casa
sentía que se estaba yendo. Entonces empecé a llorar y a pedirle que no me
abandonara. Que no volviera a entrar gatos y que volveríamos a estar bien.
La abracé, humedeciendo mi ropa y mi cuerpo con su sangre y dejé su cara
húmeda de mis besos. Le dije adiós, pero su cuerpo se negó a irse. Empecé
a pensar que no tenía un jardín en dónde esconderla. Me quedé junto a ella,
tocando su pelo, sus manos, su boca, hasta dormirme. Me desperté
abrazando su cuerpo frío y rígido. Su pelo se había pegado a mi camisa y
la sangre seca me hacía horribles costras en la piel. Besé por última vez su
boca y la abracé tratando de no lastimarla. No teníamos carro aún y no
podía meterla en uno para dejarla en cualquier lado. Todo lo que tenía era
esa casa y a ella. Distraído, salí al balcón y encontré a los gatos comiendo
algo en la azotea de mi vecino. Decidí que ellos se la llevarían. Fui por algo
con qué cortarla a la cocina y no encontré nada. Tuve que bañarme y salir
por un hacha. Nunca en mi vida había comprado ni siquiera un cuchillo y
no sabía cómo pedirlo. Afortunadamente en el lugar al que fui me
ayudaron, así que regresé con una enorme hacha y bolsas de basura a la
casa. Llamé al trabajo para decir que estaba enfermo y descolgué el teléfono
para evitar que me interrumpieran.
Entonces empecé a partir partes de su cuerpo y a meterlo en bolsas
pequeñas que iba poniendo en el congelador. Al llegar la tarde intenté ver
si mi experimento funcionaba y tiré un pedazo pequeño de Claudia a la
127
azotea. Inmediatamente se acercaron unos gatos que la devoraron en unos
minutos. Cuando amaneció yo seguía tratando de cortar a Claudia, a mi
Claudia. En total creo que llevo una semana alimentando a los gatos y
otros animales del sector con partes de ella. Cuando voy al trabajo, llevo
pedazos pequeños que voy repartiendo en la ciudad. Los animales deben
oler la sangre porque se la comen pronto. Al regresar saco de mi refri otras
bolsas y continúo con la tarea. Tuve que deshacer en el triturador su
estómago e intestinos. Me daba asco tener que manipular eso y tirárselo a
los gatos. El tórax también me costó mucho porque ella era muy delgada y
tuve que tirarlo todo en basureros clandestinos que voy encontrando. El
cráneo no fue complicado, pero me dolió mucho tener que deshacer la cara
de mi Claudia y quemar su pelo porque eso no se lo come nadie. Cada
vez que tiro alguna parte de ella, le digo adiós y le recuerdo que la amo.
Los gatos han venido acercándose al balcón por el alimento que les he
dado. Uno (tal vez con el que encontré a Claudia) ha estado muy cerca de
mí en estos días. Quiere subirse al balcón, pero no se atreve. He visto sus
ojos claros viéndome, expectantes, y he sentido ternura. Tal vez Claudia
tenía razón. Debí considerar que tuviéramos uno.
Hoy que fui a la refri encontré solo un par de bolsas. Una tenía una parte
de su pierna y la otra tiene su mano derecha completa. Corté en pedazos la
pierna y se las di a los gatos. Comieron rápido. Me quedó su mano, que
intenté enlazar con la mía sin conseguir nada antes de salir al balcón.
Supongo que quiere irse pronto.
Su palma está rígida y amoratada. Los dedos, entumecidos, se han
curvado, hasta volver su mano una extraña garra. Intento hacer que
acaricie mi cara, pero la alejo en cuanto siento el frío de su piel. Pienso que
en algún momento vendrá alguien a buscarme, preguntando por ella. Le
diré que me abandonó y esperaré a ver qué sucede. Veo sus dedos, sus
uñas. Las acaricio y le doy un beso rápido, antes de soltarla. Los gatos ya
están esperando. Regreso a mi sala y dejo la puerta del balcón abierta. A lo
mejor el gato quiere entrar y hacerme compañía, aunque me haga
estornudar un poco. Tal vez él no se va, como se fue ella.

128
EL SALTO

Boris Alcántara, 1959


2do. lugar

Cuando la vida es un suplicio


el suicidio es un deber.
Vargas Vila

El vivir es la posibilidad
que tenemos de suicidarnos
como nos da la gana.
Henry Peñafiel

En esta época el frío era enloquecedor, literalmente. El mitigante oficial era


tener dinero para gastar en cualquier baratija de marca extranjera. Como
en aquella colonia, donde la garita, la talanquera electrónica, las cámaras
129
de vigilancia, le daban su merecida categoría de residencial. Allí, sí se
lucían los adornos navideños. Allí, sí era la época más linda del año. Por
eso Vicente al nomás despertar, jaló su celular para hablar con Denís.
- Guat sa, bro… ¿se va aventar el brinco, sí o no? Ya las traidas están
lista para grabar esa babosada y subirla al feisbuc. No se me va a
achicopalar a última hora. Mire que ya pagué los doscientos cincuenta
tukis en el banco.
De verdad a Denís, eso del Bunyi Yump, realmente lo traía medio
trastornado. Pero como quería pasarle fierro a la Flaquis, no tenía otro
chance. Ya que si quería que le soltara algo, la tenía que convencer que era
un duro bien extremo. Por eso, se tenía que lanzar de cabeza ante todos…
Ni en su mente lo había hecho y desde pequeño tenía un confirmado
pánico a las alturas.
- Mirá vos Chentío, dejá de fregar. Ya te dije que sí. Yo no soy de los
que a última hora se agüevan. Recordate que después nos vamos al puerto
los cuatro. No te vas a aferrar con la Flaquis, porque esa es para Miki Maus.
- No hay bronca, yo me quedo con la Chochis porque tiene buenas
chiches y es de tocho morocho. No como la Flaquis que se las lleva de
virgen santa.
La ciudad había amanecido solo por rutina. Solo los buses con sus
chirridos rompían el manto de niebla. Las nubes estaban laxas en el
firmamento. El viento silbaba en medio del laberinto de las ventas
callejeras, en la barriada no había nieve sintética, solo basura sintética. Era
el Día de Mercado más largo del año, duraba un mes.
Ella, La Flecha, apenas si tenía dónde caer muerta. En su cuarto lo único
realmente suyo era una caja de madera para guardar la ropa, el catre, la
mesa y su hijita. Una recién nacida sin nombre. ¿Pero quién iba a estar
pensando en eso ahora? A Ella, la cabeza se le había quedado en blanco y
negro. Sí, El Flecha, su marido, apenas tenía horas de muerto, horas de
haber estado en la morgue, horas de haber sido enterrado como XX. A Ella
también se le había olvidado su nombre. Ella era una equis más: la ex del
Flecha.
Los cuatro se juntaron en la casa de la Chochis, y gracias a la invitación
130
de la mamá de la susodicha se sentaron a desayunar como Donal Tromp
del tercer mundo: cereal con leche, frijoles volteados con crema
deslactosada, platanitos fritos con aceite de oliva, huevos revueltos con
jamón de pavo, pan con mantequilla francesa, jugo de naranja sin
saborizantes artificiales y café negro con cremora refinada.
- …chas, gracias ñora…
- Adiós tesoritos, que Dios los acompañe –esas bendiciones se las
llevó el viento, porque ellos masticaban a la doña pero no la tragaban.
- Se parece a la Roxana Baldetti, solo que en versión tonelón… Ja, ja,
ja…
Ya en el carro del Chentío se discutieron un pase de coca, nomás para
agarrar aviada y partieron hacia el Puente El Incienso.
Cuando Ella conoció al Flecha, salía de recibir clases en el Inca y al
cruzarse sus miradas se le cayeron los útiles y él, tan rápido como su apodo,
la ayudó y de paso le dio un aventón en su tuc tuc hasta la casa en la zona
uno. Desde ese momento la flechó con sus atenciones. Cuando se
despidieron Ella se quedó atontada, leyendo el rótulo del vehículo: “El
Flecha”, que correspondía a la velocidad con la que dos corazones habían
dado en el blanco. Desde ese día, siempre se juntaron a la misma hora y en
el recorrido de vuelta a casa se hicieron un sinfín de juramentos. Sin
declaración de amor, sin pedida de mano, al chaz chaz… sellaron su
relación en una pensión del Cerrito del Carmen. Para Ella, que hoy ya era
La Flecha, una vez fue suficiente para quedar embarazada y que su abuela
la echara de la casa. Por lo menos, El Flecha se hizo cargo de ella. Se la llevó
a vivir a un cuartucho que consiguió en La Ruedita, ahí hicieron su carcaj
de amor. Exactamente a los 30 años. O sea, 17 de Él, más 13 de Ella. En Los
Flecha la rapidez era consubstancial, los días eran segundos, los meses
minutos, el embarazo un suspiro. Cuando menos lo sintieron llegó el parto,
el que para variar fue rápidamente atendido por los bomberos.
- Acuesten a la muchacha en el catre porque ya rompió la fuente…
Puje, mija puje… Ya asomó la cabecita. No chille y puje más duro… Para
qué se mete a cosas de gente grande… Puje mija, puje… Traigan agua
caliente que ya nació la niña.
De un flechazo, la recién nacida no se quiso quedar atrás, nació a los
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ocho meses con doce días: fue prematura. Entre las toallas se veía chiquita
como una ramita con punta, llena de ternura. Ya a salvo, los bomberos se
zafaron al chilazo. Los mismos bomberos que acudieron con la sirena
abierta cuando le dispararon al Flecha… a las cuatro de la tarde en la
entrada del Gallito… por no sé qué líos de territorio, o porque no había
pagado la extorsión, o porque no saludó a los vendedores de drogas, o
porque no llevaba las luces prendidas. ¿Quién sabe? El único consuelo es
que murió rápidamente, ya que de toda la ráfaga un tiro fue suficiente. Más
se tardaron los del MP en levantar el cuerpo que en llegar la noticia a los
oídos de ella, quien mecía en sus brazos a La Flechita con apenas dos días
de nacida. No lloró para nada cuando le contaron, solo una lágrima en
forma de flecha le surcó la mejilla y cayó sobre la mejilla de la beba, quien
sonreía.
Ese día el Denís venía trincándose a la Flaquis en el asiento de atrás.
Traían las manos entrelazadas, también las lenguas, las piernas, los
gemidos… Al Chentío solo le tocó la cabecita de la Chochis, la que traía
encasquetada sobre el hombro, mientras que manejaba al ritmo de Deivid
Gueta, entre gritos y fumones de mariguana que compartía,
democráticamente, con su mara. La Chochis, quien era de naturaleza
ninfómana, ya había alcanzado su primer orgasmo, simplemente
apretándose las piernas.
- Apagá esa onda vos Chentío, no mirás que adelante hay un puesto
de registro.
- A mí la tira me hace los mandados vos Denís. No te acordás que mi
ruco es chofer de Yimi.
Por buena o mala suerte los pararon. El agente se acercó y no pudo
dejar de torcer la nariz cuando sintió el olor a petate quemado que venía
del carro. Y con un gesto de perdonavidas pidió los papeles.
- Bájense. Los voy a tener que conducir por consumo de
estupefacientes.
El Chentío le dio el carné del Estado Mayor Presidencial que su papá
siempre dejaba en la guantera, exactamente, para esos menesteres.
A todo eso, ya las traidas estaban frikeadas y yo me estaba haciendo el
loco, pero cuando el agente le pasó el carnet a su superior, este atinó a
132
bramar.
- No seás mula, dejá de estar jodiendo a ese patojo, mirá que es hijo
de un cabezón, dejalo ir ¡pero ya!, no vaya a ser que nos chillen y hasta nos
manden al carajo.
Con todo, el Chentío ya se había bajado del carro y le zumbaban los
dedos en el teclado del celular.
El agente, como apremiado por un tizón, le extendió los papeles al
Chentío y le hizo señas para que siguiera. Ya en el carro, partimos con un
sonoro chirriar de llantas y carcajadas…
- ¡Ja, ja, ja…!, a mí los polis me pelan la estacaaaaaa.
Ese día, La Flecha, sonámbula, llamó a su abuela para desahogarse. Ella
era su único familiar. De padre y madre ni la sombra conoció. Su abuela
era su único sostén y sustento, pero desde siempre le había cantado que no
la quería con una barriga. Tal vez si la abuela no estuviera loca, la habría
comprendido, le hubiera echado una mano, pero era una alcohólica
furibunda. Por eso, cuando el Flecha la embarazó y se la llevó a vivir con
él, a la abuela fue como quitarle un gran peso de encima. En verdad El
Flecha era o fue su primer hombre en todo. Pero hoy su abuela era la única
persona a la que se le ocurría acudir en busca de amparo, ayuda o algo así.
Marcó tres veces hasta que una voz aguardentosa contestó.
- ¿…Quiéeen… hic..?

El llanto le atrapaba las palabras, apenas balbuceaba un ayúdenos entre


sollozos y moqueos.
- Mirá patoja…hic. Yo estoy más jodida que vos… hic. Lo más
seguro es que me muera mañana… hic. Ya no estoy en la capital… hic. Sos
una ingrata… Yo puse todas mis esperanzas en vos, gasté todos mis
ahorros para pagarte la escuela… hic. Pero por tus locuras tiraste todo al
carajo. ¡Sos una malagradecida! ¿Ahora qué querés…?, ¿que te mantenga
a vos y a tu cría? Si apenas me alcanza para mí… hic. Por eso dejá de estar
gastando en llamadas, porque yo aquí en la costa me vine a morir y aquí
me van a enterrar… hic.
Si no hubiera sido por los toquidos en la puerta, La Flecha se quedaba
prendida al teléfono, porque esa voz, aunque la maldecía, le reconfortaba.
133
- Niña, soy yo, Doña Mela. Vengo a que me des lo del alquiler.
Recordate que es fin de quincena y no te podés atrasar… Si no tenés me
vas desocupando, porque ya tengo otros inquilinos que quieren esta
pocilga… Niña, contestá pue… Ya sé que estás ahí.
Ella sintió un gran frío en los pies y recordó los últimos doscientos
quetzales que El Flecha le había dejado bajo el colchón. Idiotizada por el
flato, medio abrió la puerta.
- Doña Mela, espéreme… Es que me acaban de matar a mi mari…
Doña Mela le pegó un empujón a la puerta y de carambola a ella. Tras
de sí, entró su guachimán y en un tris, como locos, revolvieron todos los
cachivaches del cuarto hasta que encontraron los billetes.
- Está bien niña, pero esto solo te alcanza para cinco días. Pero si
querés yo te consigo trabajo en una sala de masajes para viejos pistudos.
¿Qué decís?, ahí podés ganar una buena plata. No seás babosa, ya dejá de
estarte lamentando. Total El Flecha no andaba con buenas juntas, por eso
le pasó lo que le pasó. Pensalo bien. No creás que no siento lo de tu marido,
pero así es esta puta vida mija. Así es.
La Flecha apretó a su cría, le llevó el pecho a la boquita, pero la beba no
lograba atrapar el pezón infantil de su madre. El mismo pezón que su niñez
no había logrado desarrollar en un seno de madre, para que La Flechita
pudiera satisfacer su hambre, más que su llanto.
A esas alturas del Periférico, el Chentío tenía ganas de un pase, entonces
paró en la gasolinera con la casaca de comprar unas cerchas. Mientras que
Denís bajó a comprar las respectivas, este preparó cuatro lineazos, para
quitarse el estrés que le había provocado el agüevón que les dieron los polis
hijos de su pinche madre. Pero como era bien alivianado, sacó un espejillo
de mano, luego esparció un grillo y con el carné del Estado Mayor
Presidencial formó cuatro perfectas líneas de nieve colombiana. Mientras
que aquellos terminaban con la compra, el Chentío sacó un pañuelo y
empezó a limpiarse la nariz con sonoros efectos de jazz. Terminadas ambas
operaciones se reunieron para darse su respectivo snifazo entre toses,
estornudos y maldiciones en homenaje a toda la parentela de los policías
que les habían aguadado el día. Pero ya con el pase y dos cheves entre
pecho y espalda, a los cuatro les volvió la alegría y la memoria, pues iban
134
al salto del Bunyi Yump del Denís en el Puente El Incienso.
- ¡Yupi!
- Hoy sí Denís, se lo va a llevar la pelona bro.
- Yo lo hago, solo por un beso de la Flaquis, compa.
- Si lo hacés por mí, te doy un beso y todo lo que querrás Denís.
- Ya se rayó mi bro. Si se avienta el brinco, hasta el chiquito le va a
dar la Flaquis.
Era mediodía y aunque el sol estaba en su cenit, el frío seguía reinando
como presidente en dictadura.
Ella, antes de irse con El Flecha le hizo prometer una sola cosa: que
nunca la fuera a abandonar. Como buena chica liberada, todo lo podía
aceptar: los tragos, las aventuras, la vida loca, pero el abandono jamás. Con
esa promesa La Flecha se fue con él. Echaron en el tuc tuc dos bolsas negras
con su ropa y partieron hacia el futuro como locos, sin más fortuna que su
amor. Pero ese día suspiró con la mirada puesta en el inmenso puente que
era el paisaje diario frente a la ventana del cuarto. Pero su suspiro era de
abandono puro. Del Flecha solo pendía la ropa de un clavo. Aún sobre la
mesa estaba el plato con los restos del huevo revuelto que el amor de su
vida no se había terminado ese día, su último día. Hoy el amor de su
muerte, porque ella estaba más muerta que viva.
Cuando la mara del Chentío llegó al puente, desde lejos reconocieron a
Frank, el gringo encargado de la empresa de Extrim Yump que ofrecía ese
servicio. Aquel ya estaba terminando de acomodar todo el equipo
necesario para el salto. Como malos chapines ese día llegaron puntuales.
Al encontrarse hubo el consabido intercambio de saludos de mano, los
cuates, y de besitos, las cuatas. El Denís que iba a ser el primero en saltar
pidió un ratito aparte para prepararse espiritualmente. Dónde jodidos, se
retiró un cacho para darse un lineazo dado que las patas les estaban
temblando y la vejiga amenazaba con hacer agua. Ya preparado regresó
con el gringo quien le colocó diligentemente el arnés y le amarró las
cuerdas elásticas en las patas. Ahí andaba el Denís saltando como bebote
empañalado. Mientras le revisaban todos los mecanismos de seguridad, le
pedían firmar el documento que eximía de toda responsabilidad a la
empresa gringa si el Denís tronaba a sapo, no sin antes exigir el váucher de
135
pago. A todo esto ya las chicas estaban en posición con los celulares listos.
La Chochis le hacía señas al Denís para que se apurara y la Flaquis le tiraba
besos cariñosos y se acariciaba los senos en señal de promesas de amor. Ya
algunos curiosos se habían aglomerado en la baranda, los afligidos, los
indignados, los desprevenidos…
- Y cuánto vale el brinco pue…
- Dicen que como trescientos varos…
- Con esa feria mínimo le doy de comer a mi familia por una
quincena.
- Nosotros no tenemos ni podemos, estos tienen y pueden pero lo
mucho que tienen lo pierden.
La Flecha ya no pudo contener el torrente de llanto y La Flechita, como
avisada, sintió la punzada del dolor compartido. Era el llanto de dos niñas,
incontenible. Como pudo arropó a la beba y se la amarró a la espalda con
una colcha y como pudo salió del cuarto con la vista puesta en el inmenso
puente, como si le llamara. Tomó por donde habían matado al Flecha, aún
estaba la sangre fresca sobre el pavimento que el montón de gente
machucaba como si nada, como si hubieran matado a un chucho. Siguió
bordeando la zona tres sintiendo en su pecho un extraño imán hacia el
puente. Aunque no se le notaba seguía llorando. Con la mano envuelta en
la colcha se tapaba la boca, parecía que sus sollozos habían arrullado a la
Flechita porque ya no lloraba, tal vez se había quedado dormida, como
sedada por el olor a muerte. La Flecha, con todos sus trece años, no era
capaz de soportar los dolores propios de una mujer en medio de una guerra
invisible. No solo era el asesinato, era el abandono, el futuro incierto… Ella
ya no atinaba, tal era su engace que se había olvidado del frío. Si no fuera
por la velocidad de su andar, muchos la confundirían con una muerta
viviente.

- ¡Ay Flecha, yo sé que no me abandonaste! Me diste tu palabra. Yo


sé que solo estás perdido y te tengo que encontrar. Yo sé que no nos
abandonaste
Ya tenía frente a ella la gran mole de cemento y hierro. Le clavó la mirada
como cuando le escuchaba y a su lado pasó un tuc tuc igualito al del Flecha,
136
con el mismo rótulo, con las mismas bolsas negras, iba veloz como un
ídem… Tenía que ser él… Nadie más que él. Y tan veloz como le dio su
diminuta humanidad, corrió, tras su última oportunidad…
- ¡Ey Flecha, parate ahí! Sabía que no nos ibas a dejar. Tu promesa: el
abandono nunca… Esperame Flecha… Flecha… Miiii amooooor…
Ella corrió desbocada tras él, corrió embrutecida con el alma en la boca
y el corazón en las lágrimas. Vio cómo el tuc tuc flotó sobre la baranda y se
perdió en el vacío. La Flecha corrió como poseída. Nadie la pudo, nadie la
quiso detener cuando se subió a la baranda…
El Denís se acomodó el arnés, se santiguó tres veces, hizo la señal de la
victoria del Pin Plata, enloquecido se subió a la baranda, la Chochis accionó
el video, la Flaquis se frotó los genitales reafirmándole su promesa.
Y él saltó.
Y ella saltó.
EL VACÍO (O DE LA AMISTAD IMAGINARIA CON ROBERTO
BOLAÑO)

Adolfo Mazariegos
Ciudad de Guatemala, 1973
3er. lugar

“Así es como es”, dijo a manera de saludo. Entró en la pequeña cafetería


de estilo oriental donde habíamos acordado encontrarnos para conversar
un rato aquella tarde, aprovechando su viaje de pocos días a México y
previo a su regreso definitivo a España. Al atravesar el umbral se detuvo
un instante volviendo la vista en todas direcciones, como tratando de
reconocer el lugar o como tratando de despejar quizás alguna secreta
incógnita de la cual yo no participaba. Luego, se dirigió rápidamente a la
mesa donde me encontraba ya desde hacía diez o quince minutos.
Era cerca del mediodía. Quizá las once y media o algo así.
- No sé por qué me citaste aquí –se quejó, poniendo un cigarrillo en
su boca y buscando afanosamente un encendedor que no tenía consigo
137
pero que aseguraba llevar en algún sitio. Aceptó después, sin embargo, que
había extraviado el encendedor antes de llegar al lugar.
Tenía el semblante de quien no ha dormido bien y ha trabajado mucho.
Algo despeinado, barba de dos o tres días, americana negra, y sus
infaltables gafas graduadas que le hacían lucir más intelectual de lo que ya
era, aunque él insistiera reiteradamente que no era así.
- No te entiendo –dije, sin ponerme de pie ni extenderle mi mano
para saludarlo, siguiendo su misma fórmula. Le pregunté si quería café o
si prefería tomar otra cosa, tal vez agua.
- Café –respondió, parco, del otro lado de la pequeña mesa de
madera en la que alguien –vaya a saber quién– había escrito, con tinta azul,
una estilizada letra mayúscula que, por desconocidos motivos, resultaba
verdaderamente interesante: “W”. Nadie se había molestado en borrarla o
en pintar algo encima para que no se viera. No resultaba desagradable a
decir verdad, era tan solo algo que no dejaba de llamar la atención de los
comensales que por aquella mesa pasaban.
- No puedes evitar el vacío de la misma manera que no puedes evitar
cruzar calles si vives en la ciudad... –dijo de pronto.
- ¡Sí, ya he escuchado eso antes!, –lo interrumpí, tal vez
descortésmente–, es más, estoy seguro de haberlo leído en uno de tus
libros, ¿cómo se llamaba?... ¿No es acaso el manuscrito que me enviaste
para que leyera hace algunos meses? Sí, es esa novela donde uno de los
personajes es una pelirroja de la que medio mundo habla aunque nadie la
haya visto jamás..., y el policía ese que no da una...
- Amberes. Se llama Amberes –dijo, secamente, sin ningún tipo de
emoción en la voz ni en el rostro, aún con el cigarrillo en la boca.
- Sí. Amberes –asentí–, pero no te pedí que vinieras para hablar de
eso ahora. No sé ni por qué lo mencionas.
- ¿Mencionar qué?, ¿el tema del vacío o el título de la novela?
- Ese asunto del vacío. Se me hace algo tan..., no sé. Y sinceramente
no sé por qué lo traes a colación, de verdad.
- Porque para eso me citaste, supongo, para hablar de algún vacío.
Todos buscamos llenar vacíos en nuestra vida, o en la vida de los demás, o
138
en…, donde sea. De una manera u otra así es. Lo sabes bien. De no ser así
tampoco estaríamos aquí conversando y hablando de ello, por más tonto o
absurdo que ahora digas que te parezca... Y no me veas así, porque en el
fondo, sabes que tengo razón.
Lo observé, contrariado, intentando descubrir cómo Roberto y yo
habíamos llegado a ser tan amigos. Tratando de explicarme a mí mismo si
efectivamente él tenía razón en eso que acababa de decir, o si solo estaba
tratando de jugarme una broma de las suyas. Con él nunca se sabía.
Una mujer joven, de ojos oscuros, rasgados, se acercó, y nos dijo muy
seria en un precario español: “no podel fumal aquí, pol favor”. Pasó un
trapo húmedo sobre la mesa y simuló ordenar un par de salsas y servilletas
de papel que había en el centro. Luego preguntó si íbamos a pedir algo.
Nos vio con displicencia.
Sonreí, acostumbrado como estaba a ese tipo de reacciones y prejuicios.
- ¡Mierda! –dijo Roberto, en voz muy baja, casi para sí. También le
sonrió a la mujer fugazmente y desvió con rapidez la mirada hacia el otro
lado, guardando su cigarrillo que obviamente no había llegado a encender.
Me di cuenta de que probablemente había pensado lo mismo que yo.
- De verdad, no sé por qué me citaste aquí –insistió, sacando del
bolsillo de su americana una hoja del periódico donde había un
crucigrama. Lo extendió sobre la mesa y volvió a hablar–: ¿un bolígrafo?
–preguntó, dirigiéndose realmente a la muchacha y no tanto a mí, aunque
la pregunta la hubiese formulado viéndonos a ambos alternadamente.
Ella no respondió.
Yo negué con la cabeza, y aproveché para pedir dos tazas de café.
- ¿Nala más? ¿No van a comel? ¿Nala? –quiso saber la chica.
- Eso es todo –respondí, con seriedad, tratando de no ser descortés.
La vi alejarse, molesta, arrastrando los pies con desgana y llevando en su
mano izquierda el trapo húmedo con el que acababa de limpiar la mesa,
acomodando entre sus cabellos negros, lisos, un bolígrafo barato, de
plástico.
- ¿Lo ves? A eso me refería. Ni siquiera se molestó en responder y
lleva un bolígrafo como sujetador de cabello.
139
Sonreí, viendo la hoja del periódico con el crucigrama sobre la mesa.
- Y entonces, ¿qué planes tienes? –pregunté, tratando de cambiar el
tema.
- La verdad, no lo sé... No he hecho planes... Y si he de ser honesto,
no he podido escribir mayor cosa estos días. Necesito ponerme a escribir
desde la madrugada hasta que no pueda más y me quede dormido para
repetir lo mismo al día siguiente...
- ¡El vacíooo! –dije, volviendo a sonreír, enfatizando las palabras y
alargando las letras en tono burlón. Él se dio cuenta inmediatamente.
- ¡Te estás burlando!, ¿verdad?... Pendejo –exclamó, pero también lo
vi sonreír, (por primera vez desde que llegó a la cafetería), y me alegré por
ello. Era la primera vez que le escuchaba utilizar la palabra “pendejo”. La
había leído varias veces en sus escritos, pero nunca la había escuchado de
su boca, de su propia voz. Será tal vez que los años largos que este chileno
ha pasado en México, aunque ya no viva aquí, ahora significan algo más,
elucubré.
Nos llevaron las dos tazas de café. Un café aguado pero humeante que
me hizo olvidar por un momento la verdadera razón de aquel encuentro.
Sabía que no volvería a ver a mi amigo, y lo lamenté desde lo más profundo
de mi corazón.
Acerqué mi taza y vacié tres generosas cucharadas de azúcar en ella,
luego las removí con lentitud premeditada, con parsimonia infinita, con
resistencia al inexorable paso de cada minuto.
Él dio un sorbo a su café sin ponerle azúcar, y dijo:
- No debería beber café, pero… ya qué. ¡Pinche vacío!, ¿verdad? –y
volvió a sonreír.

140
El círculo del cielo mide mi gloria,
las bibliotecas de Oriente se disputan mis versos,
los emires me buscan para llenarme de oro la boca,
los ángeles ya saben de memoria mi último zéjel.
Mis instrumentos de trabajo
son la humillación y la angustia,
ojalá yo hubiera nacido muerto. 141
Del Diván de Abulcásim el Hadramí (siglo XII)

JORGE LUIS BORGES


(De “El poeta declara su nombradía”)
-publicado en noviembre del 2017-

ISBN: 978-9929-707-06-1

LA PRIMAVERA VIENE
COMO SI FUESE UNA TORMENTA

Escribirle un prólogo a un libro que embarque en sus páginas una sola voz
ya es bastante complicado, pero lo es aún más cuando se tiene el deber de
escribirle a seis voces distintas que en conjunto son el destello de una
142
primavera que se aproxima.
Revelar los nombres de los autores corresponde a su trabajo, a ese grito
submarino que esculpe la oscuridad del agua hasta formar un espejo. A mí
solamente me corresponde darle al lector el aliento para soportar el
turbulento camino que es recorrer la poesía tan diversa que aquí está
escrita, que construye la estructura orgánica y renovada de toda una
generación. Esta antología quiere volar, gritar y esculpir las nubes con los
sueños inevitablemente rebeldes y pirómanos que tiene la juventud.
Escoger a cada uno de los seis autores entre casi cien participantes no
fue la tarea más complicada, ya que su poesía era un diluvio de carácter y
de una certera originalidad que estremeció la piel de cada uno de los
miembros del jurado. Tener que decidir quién ocuparía cada uno de los
lugares fue el trabajo más duro, trabajo que se tuvo que decidir por la
maestría expuesta por cada uno de los autores en esculpir su obra.
Luis Cardoza y Aragón es el responsable escatológico de esta antología
y el epígrafe que marca a este libro es una de sus sentencias más temibles.
Si se le preguntara a cualquiera de los poetas que componen esta antología
si el epígrafe de este libro es cierto responderían que su poesía vendría a
ser prueba de ellos mismos, pero no de todo lo constituye al hombre. Decir
que algo prueba al hombre es afirmar que prueba todo y prueba nada. Una
voz, por singular y gallarda que sea no se escucha entre el bullicio del
mundo, de nuestras ciudades desmanteladas y espumosas, dentro de este
delineado temor llamado Guatemala. Pero las voces al unísono, en su
natural desorden, no prueban al hombre, lo construyen. Estas seis voces,
jóvenes e inquietas, son uno de los bloques que busca darle forma al
hombre nuevo, a este ser tan necesario que roza la utopía. Cada uno de
ellos tiene un grito implacable que deja de vagar en el vacío al ser
enmarcado en una poesía renovada, firme y que está escrita con la misma
diversidad, pero magnifica estructura que define a la vida.
La poesía en el mundo es como un río: no para de nacer, de fluir y de
corretear impaciente hacia el lugar donde hace falta. Así son los poetas
presentes en esta antología, así es el proyecto que logró convocar a la lluvia
nueva que cae en forma de poesía, imprudente sobre Guatemala, dándole
voz a la minoría de la juventud. Este libro, como muchos otros que se
143
escriben hoy en día, es un pequeño fragmento de presente en la literatura
guatemalteca que permite afirmar que se aproxima un futuro brillante en
este lugar tan necesitado de palabras.
Este libro no contiene esperanzas añejadas, tampoco es un moratorio
profundo como el mar. Esta antología contiene un presente continuo, algo
que siempre es pasado y futuro. Aquí se encuentra la perenne búsqueda,
propia de la juventud, por algo desconocido, pero que instintivamente se
persigue y se define al echar luz y al desprenderse de la sombra.
La poesía, tristemente, no hace nada por sí sola. Lo que la hace
importante es el cómo y el por qué fue escrita. El poeta escribe y publica
porque ya está cansado del silencio. Escribir es hacer del grito un eco
perpetuo, uniforme, que se desplaza entre la tierra y entre el mar. El poeta
es el por qué de su poesía y su vida se convierte en la acción que define el
valor que tuvo para construirse en poesía. En este libro no yacen los poetas,
los hombres y mujeres que componen el mundo de papel, en este libro ellos
mismos se enmarcan sobre un mar turbulento, que azota las costas, las
ciudades y los pueblos sin parar.
Así como el mundo vive del caos y las diferencias, se puede formar un
poema único que dé abertura a este libro:

Sobre el futuro pasado en el presente1


En aislado paraíso2
Lloramos agarrándonos el pelo3

MARCOS GUTIERREZ
LA ANTIGUA GUATEMALA, JUNIO DEL 2017

144

1
Verso del primer lugar.
2
Verso del segundo lugar.
3
Verso del tercer lugar.
PAOLA SÁNCHEZ
CIUDAD DE GUATEMALA, 1989
.
.
.
.
.
.

ANSIEDAD

De la mierda que destilan tus miedos


nace la historia de un amante
inútil de pasiones
y amores desaforados
esclavo del tiempo
y pecados arrepentidos
un amor quimérico
que provoca las ganas
de tus décadas 145
que purifican con versos mis venas
aislado paraíso
de mi agonizante ansiedad.
DANIEL CASTILLO
CIUDAD DE GUATEMALA, 1994

TIERRA DE CONEJOS

¡Uuuuuuu!, yo anduve este maldito país,


yo aguanté más tiempo, querida del miedo
Yo meé en los ríos más importantes,
cagué en construcciones abandonadas,
en campos alejados de todo; en pisos cerámicos,
en terrazas adoquinadas
Metí la mano en el Ebro, en el Nervión, en el Sella,
en el Tormes cuando hacía frío
Grité de horror en mi habitación, acalambrándome
en el suelo de una noche con ropa
Estuve en hostales de gente cansada, de gente mala
Revisé en sus mochilas, en sus objetos personales
Respiré contra ropa sucia de viajeras desconocidas
Me revolví en almohadas con olor a pelo sucio, fundas
[con cabellos interminables de mujeres recién dormidas 146
Subí las escaleras de edificios que no llevaban
a ninguna parte, a vistas mediocres, a calles minúsculas
[que arrastraban basura
Me desnudé en una playa andaluza,
corrí en un instante de arrebato
Anduve Madrid, anduve Bilbao, anduve el jardín trasero de
[tantas casas, de tantos parques cerrados por la madrugada
Temblé sobre bancos mojados de rocío
Atravesé ciudades en noches sin sueño
Me ofrecí como perro a feas incontables de la calle,
de bares fantasmas, de minutos 90
Rompí camisas, rompí zapatos, corazones de niñas huérfanas
Espié a mujeres a las que nunca hubiese podido desnudar
Me partí la cara en noches confusas
Me emborraché en Coruña, grité en dirección a los barcos.
Desperté en habitaciones con olor a mierda,
[respiré confundido, corrí cien madrugadas
Me peleé con la noche tantas veces, amor, que lo nuestro
[es un beso después del grito
Me duché en casas ajenas, casas con dueños ausentes
Me pasé la mano por el pelo frente a noventa espejos distintos
y dije “Dani, sos grande hermano, sos grande,
[otras noventa veces”
Oriné la cama de un hotelito en Cantabria
Desperté con el olor del pipí enfriándose en mis piernas
Vi retratos de gente, pasaportes de gente fantasma,
[de gente cualquiera
Bailé sin camisa, restregué la panza
contra cuerpos sin nombre
Hablé con un adicto que lloraba sobre un pastel
de cumpleaños en Salamanca y que me dijo,
tomándome de la solapa,
que lo más importante es nunca tratar de encontrarse
Esperé empleadas fuera de restaurantes,
de bancos nacionales, de bibliotecas municipales
Abordé a una rubia a la salida de un bar que no recuerdo
Escribí de ti en un papel cuadriculado, en una mesa de noche
Pensé frente a un mingitorio en Valencia
que todos se mueren con las películas que vieron 147
Robé ropa interior, dormí en sillones de dos plazas
Leí a pasternak, a k. dick, a kjell askildsen
Lloré con fante, con onetti, con houellebecq, con céline,
con bioy casares, con gómez carrillo
Fumé con una canción de Silvio hasta la tos,
hasta la canción cansina
Pensé en P, en A, en María André con 12 años,
en nombres propios como cascadas
Pensé en rubias pecosas, en morenas bajitas,
en pelirrojas con brazos gordos, en chicas del tiempo perdido
Pensé en otros años, en otros días,
en otras lluvias sobre otros tejados
Bajé borracho a calles muertas de frío
Busqué caras, blusas, rostros de la noche, españolas
[en deportivas genéricas, en uniformes de supermercado
Llamé borracho a números de teléfono,
a nombres propios que gritaban tan alto
Toqué Santander, las dos castillas, la Rioja,
un apartamento con una sola mesa y dos de las sillas rotas
Hablé con viejos acabados, prostitutas, malos empleados
Vi mujeres pelearse de madrugada
Francesas gritando a ambos lados de una calle tranquila
Una china golpeando en la cabeza a una señora
que mordía los hombros, las manos
Vi incas bañándose en ríos españoles a eso de las seis de la tarde,
los vi descansar en campos castellanos, valencianos, vascos
Los vi revolverse en un césped triste,
tendidos a lo largo de su propia vergüenza
Pensé en madrileñas de flecos rectos que graffitearon
te quieros en paredes de metro,
en cuartos de baño, en puentes desvencijados,
en espejos rotos
Chicas que dijeron Madrith o Madriz,
en vez de Madrid Andaluzas con piercings en la boca
Besos después de malas conversaciones
Cené con gente que me tuvo lástima,
que quiso marcharse antes de tiempo
Respiré el aliento de gallegas perdidas
Me emborraché con chicas descuidadas 148
Vi la noche con mujeres mediocres
Leí poemas a españolas aflamencadas
que no sabían de autores
Besé en los labios a una madre
que se acercó a pedirme dinero
Discutí borracho con alguien
que ya no recuerdo en San Sebastián
Me quedé dormido en el bus que lleva hasta Guernica

Conocí un cuarentón de la mancha


que bailaba bachatas con quinceañeras,
que trataba de besarlas en la transición de la música
Un turco en la Rioja que quería enseñar español
Una ecuatoriana que bailó media canción conmigo
Oriné contra 600 paredes,
me apoyé en 400 coches estacionados
Recordé durante dos noches a una española en pants
de Carrefour que no pude abordar en un parque,
que se alejó caminando con el móvil en la mano
Viví en un número 7, en un primero A, en una 4 nueve 8
Arrastré sillas a doscientas ventanas
Pensé en ti en cuartos desordenados, en baños sin lavar,
sin jabón de manos
Hablé con alguien que fumaba sobre el motor de su carro
Un viejo que me dijo: todo está en mute, todo está en pausa
Me sentí solo los martes, la mitad de las veces escuché
la nevera, un paseante borracho
o un auto aparcando antes de volver a dormir.
Hablé con un tipo que me dijo que nunca se olvida
Tenía los dientes podridos
y la foto de una gorda en la cartera
En Sevilla entendí con los zapatos rotos
que nunca se llega a ninguna parte, por eso tantos zapatos
Tomé cervezas con mujeres sholcas,
desdentadas que lo habían perdido todo
Desperté en un parque infantil, tirado a lo largo
de un resbaladero con la garganta pisoteada de frío
Escribí en una servilleta “España es una puta empolvada que
[tose con cada embestida” 149
Apunté un número de teléfono al reverso de una factura
Llamé a gente que no existía
Me asomé al cristal de aquel hotel
en que estuvimos en Casco Viejo
No pude aguantar el frío
Empecé a comprar cigarros más baratos,
ya no bajo tanto a los parques
Me alejé de muchas de las cosas que hicimos
Nunca volví a Covadonga
Encontré en un pantalón sin lavar una nota que decía
“Voy a extrañarte” y la fecha que fuera
Lloré agarrándome el pelo
CAMILLA FERNÁNDEZ, 1993

DI “VISIÓN”

¿Quiénes son esos fantasmas


que arriman una sábana sobre la otra,
que seducen con la deformidad de la almohada,
que recogen?

Estamos detenidos entre los movimientos


de los fantasmas que retuercen las cortinas,
estamos exprimidos en las lágrimas del trapo,
reventados,
punzantes y palpitantes.

Nos pronunciamos entre las tinieblas,


por ellas derramados,
con cuerpos tallados por piedras ágiles,
con las manos todavía moldeables,
vamos acogiendo 150
pedazos.

Fuimos a volvernos y aquí estamos,


sumergidos en trastocarnos;
visión sin huesos, vuelve virtiéndote.

Dejémonos poseer por la nada porque nos excita,


porque cambia la textura de la risa,
porque desahoga a la carne,
porque corroe.

Venimos convirtiéndonos y aquí estamos


trastocando por sumergirnos
en la división que envuelve lo que corta
con voces o cultos.

Devoramos los paisajes como mangos,


los dedos que mamamos ríen adentro,
mordemos líneas con los labios
y las lenguas se bifurcan en la alucinación,
nación que crea el silencio.

Paseamos desvelándonos,
nos hundimos entre las señas,
sonamos con la dulzura de cuerdas y roces,
babeamos, vamos rotos.

Dejémonos poseer por la nada porque nos excita,


nada ablanda el misterio de la carne que late,
mirémonos temblar de frente.

151
CRISTIAN VILLALTA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1993

TODO PASA

Vivo a las orillas del infierno,


en un lugar construido por rostros;
donde los hombres caminan,
bajo las huellas de un sol turquesa.

La plaza formada por escombros,


es el antro de los ahogados,
las mujeres corren, desnudas,
huyendo de los agujeros negros.

Los niños juegan con las nubes,


escondiendo sus penas en las gotas de lluvia.
Los perros bailan con la sinfonía de la luna
convirtiendo sus cuerpos en lobos.
152
Las arterias del pueblo pululan.
Por las avenidas del Centro los cuerpos vuelan,
montados en las estrellas de la noche.

Las células irradian el llanto de los ahogados.


El cuerpo de los árboles se atrinchera
en las libreras del desdén.

Las hojas acarician las yemas de los dedos


atravesando las huellas magnéticas de sus manos,
la muerte ronda en los callejones de los sueños,
bajo un gobierno de muertes y claveles.
MARCO MANCILLA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1998

DIA DUN SUI

Del éter brota sangre al alba


suelo frío funge de almohada,
sosegado se decidió a volar,
surcó lamentos en viento sin hogar,
tristeza a flor de piel se vio,
otra mala decisión dio,
su pecho comprimido por problemas
los liberó en forma de bellas alas,
tropezó mil veces en sí mismo,
se levantó más veces decidido,
un ismo en su interior lo derrumbó,
sus pedazos se unieron en otro mundo
donde las amistades son sinceras,
donde en el hogar no existen peleas,
ese lugar descrito en su diario, 153
con lápiz actuó libre en su escenario,
se inmoló y decidió saltar este día,
este es el diario de un suicida.

Maltrato físico y mental en casa,


un golpe al occipital y en la cara,
salidas de noche al gueto vecino,
llantos intermitentes en vilo,
un presente duro sin buen futuro,
augurio de peleas en pleno curro,
maldiciendo a un dios por todo,
por dejarlo sin mamá, estar solo,
por darle un padre ausente,
es fuerte, vivió hasta los veinte,
en casa ajena desde los trece,
cuando todo parece que decrece,
él huye sumergido en otra rola,
ZPU, Zatu, Swan, dolor en el tórax,
hubiere querido conocer otra vida,
que digiere buen hombre en su lápida,
no con una placa en el pavimento,
que apenas describe su ultimo lamento.

154
Y he cantado
el proclive festín que se volcó.

CÉSAR VALLEJO 155


FRANCISCO ALEJANDRO MÉNDEZ
CIUDAD DE GUATEMALA, 1964
-publicado en noviembre del 2017-

ISBN: 978-9929-707-07-8

PREFACIO
156
Un cuento es algo que se puede contar. Así de simple. Pero existe una gran
diferencia entre ser un fortuito peatón que narra una historia a otro
parroquiano y ser Antón Chéjov escribiendo “La dama y el perrito”.
El cuento se perfecciona en la escritura. Se congela su evidencia
narrativa. Vemos la textura del bordado a través de imágenes, diálogos y
acotaciones. La tipografía deja la constancia de los acuerdos entre la
imaginación y la creación. De no pasar a lo escrito Las mil y una noches o la
Biblia, solo permanecerían como huellas remotas dentro de nuestra
memoria genética. Alguien que ocupó su vida buscando la alquimia de un
relato, fue quien logró conectar su tiempo con el nuestro.
No existe mayor interpretación para definir este arte milenario. El relato
breve es el género de literatura más conservador, porque sus reglas
prácticamente no han variado. Se amontonan argumentos encaminados a
la técnica y al desarrollo de tiempos o personajes, pero en el fondo todo nos
devuelve a la pequeña historia cotidiana, a la infancia, a la pequeña
mentira que nos evade del miedo o nos hace desarmarnos de la risa. Así
un cuento se defiende con el más sencillo de los argumentos: vivir para
contarlo.
Para Francisco Alejandro Méndez narrar una historia es algo muy
natural. Quienes tenemos el enorme privilegio de conocerlo, de haberlo
escuchado dar una clase o contar una historia sentado frente a una mesa
llena de todo tipo de envases en un bar-karaoke-decadente, podemos decir
que no salimos ilesos ante su humor y genialidad. Méndez puede contar lo
que escribe y viceversa. Su humor es malicioso y sutil. Los personajes que
tienen su sello en “Morgan” o en “Míster Winston” (mis favoritos), nunca
salen de nuestra mente. Así este Bestiario de carácter tan versátil en su
selección de temas y fondos, es una pieza valiosa de la narrativa más
bizarra que se ha producido en la literatura centroamericana. Leerlo es una
maravillosa culpa que podemos compartir y con la cual podemos vivir
siempre.

JAVIER PAYERAS
GUATEMALA, OCTUBRE DEL 2017
157
MORGAN

Muchos han opinado de su suicidio, pero hasta la fecha nadie ofreció una
versión que pudiera esclarecer por qué Morgan, el gato pirata, se lanzó
completamente ebrio del quinto nivel de un hotel en la playa.
Llegó a regalarse a la casa un domingo lluvioso por la noche. Mejor
dicho, cayó al patio trasero de mi apartamento ubicado en la terraza de un
edificio viejo. Allí quedó atorado entre el baño y un corroído tonel lleno de
agua de lluvia.
Yo estaba acostado en mi habitación cuando un golpe seco acompañado
de un alarido me hizo romper con la película policíaca. Por unos momentos
pensé que el ruido había surgido de mi mente o de la maldita televisión,
pero el maullido del inesperado visitante cambió mi suposición. Desnudo,
linterna en mano y con un bate de béisbol caminé hasta el patio. Allí estaba:
un cuerpo negro negro, iluminado por blancos difuminados en el largo
torso del animal con resplandecientes amarillos, casi naranja, entre las
orejas y patas traseras. Era una bola de pelos humedecidos. Su hocico
158
destilaba vaho de vientre de rata preñada. La cola, que por momentos
dibujaba la clave de sol, estaba cortada, quizá por la descarga eléctrica de
algún cable. Un ojo ciego, que en lugar de pupila tenía aún los restos del
colmillo de un perro callejero.
Cuando le lancé la bocanada de luz clavó su ojo sano en mí. Estaba
iluminado. Sentí al demonio en persona. Sin embargo, cuando lo vi
desangrándose me conmovió.
Un poco por curiosidad traté de ser amigable, pero cuando intenté
acariciarlo lanzó una tarascada, que al impactar con el tonel, hundió las
garras y produjo ese maldito ruido que destempla los dientes.
Pensé en acabarlo de una vez por todas con el bate de béisbol, pero
cuando estuve a punto de asestarle el golpe en la cabeza escuché disparos
y luego una ambulancia. Me contuve. Di unos pasos hacia la pared y eché
un vistazo para abajo. La calle estaba vacía, pero los disparos continuaban.
Sigilosamente observé con más atención, pero la lluvia había hecho que
desde hacía horas todos desaparecieran del nocturno escenario callejero.
Agucé un ojo, como queriendo tener más alcance, hasta que me percaté
que los disparos salían de la estúpida película mexicana de décima
categoría. Estúpido gato, pensé. Volví la vista al animal. Esta vez estaba
más dócil, pero era imposible que me acercara hacia él porque sus garras
estaban bien afiladas.
No pude más. Le grité que se pudriera allí mismo y regresé a mi
habitación. Allí estuve dos días bebiendo cerveza, consumiendo coca y
fumando crack.
El primer día escuché durante toda la mañana los alaridos del gato. Por
su llegada inesperada y su aspecto piratesco, lo bauticé como Morgan.
Cada vez que maullaba, le gritaba Morgan estúpido, callate o te rompo
la madre, hijueputa. A mediodía no soporté esos berridos que me
recordaban inmediatamente los de los recién nacidos. Por cierto, en el piso
de abajo vivía una familia con una bebé que tenía más pulmones que el
cerdo de Pavarotti. Agité una cerveza y la vacié en todo el maldito gato.
Casi se me rompe el estómago de la risa, pero valió la pena porque el gato
se silenció por más de dos horas. Entrada la noche, un pusher llegó a
159
proveerme del monte, polvo y piedras. Le di unos centavos de más para
que comprara unas cervezas en la tienda de la esquina y le pregunté que
cuánto me cobraba por matar al gato. Como se rehusó a lo último, le dije
que era un cobarde y que por esa razón no viajaría conmigo al mar. Junto
a otros cuatro amigos tenía planificado ir al Pacífico a emborracharme y
fumar todo lo que se me pusiera enfrente.
Al día siguiente, cuando bajé de un viaje alucinado de la piedra filosofal
y la televisión estaba a punto de quemarse, salí a orinar al patio. Había
olvidado a Morgan, pero cuando estaba sacudiéndomela, ronroneó a tal
grado que me excitó. Su cara parecía estar pidiéndome una cerveza, no
importaba si estaba fría o no. Dámela por favor, leí en su ojo. Pero esa
mirada, contraria a la que había aterrizado dos días antes, era idéntica a la
de alguien que necesita quitarse la resaca.
Volví a mi cuarto. Encontré dos latas de cerveza entre la hielera y las
vacié dentro de una palangana de metal donde ponía a secar la hierba. Me
entretuve tras aspirar la última línea de coca que quedaba sobre el espejo
roto y salí a ofrecerle el bendito líquido a Morgan.
Se lo serví como si hubiera sido la mascota de toda mi vida. El gato, aún
trabado entre el tonel y el baño, lamió las dos cervezas hasta casi acabarlas.
La barriga del animal se infló. Saqué agua del tonel con el mismo trasto
donde bebió el gato y luego lo moví un par de pulgadas. El animal salió
disparado, pero la borrachera hizo que tropezara con la lavadora y luego
contra la puerta. Eso me causó risa.
Morgan cruzó la puerta y se dirigió hacia mi cuarto. Descargué varios
guacalazos con el agua del tonel sobre mi cabeza. De esa manera aproveché
a darme de una vez por todas la ducha que me hacía falta desde casi un
mes. Con un trapo viejo sequé mi cuerpo y caminé hacia adentro.
Morgan lamía unas latas de cerveza y cuando me vio saltó hacia el
ropero. Lo ignoré. Pasé un buen tiempo haciéndome el loco hasta que
recogí una de las latas y la estrellé contra el vidrio del mueble. El gato saltó
de nuevo, pero esta vez se estrelló contra el piso. Algo atormentado corrió
y se metió debajo de la cama.
Terminé de vestirme. Fumé un par de cigarros y cuando iba a encender
el tercero el pusher tocó la puerta. Para evitar salir de mi habitación me ideé
160
un sistema que consistía en un largo cordel amarrado que salía del cuarto
hacia la terraza. Cuando yo tiraba de él botaba una cubeta de metal donde
estaba la llave. Esta caía justo a los pies del pusher.
Tras subir los tres niveles entraba sofocado a mi habitación y me
aventaba el material a la cama. Yo le pagaba con la condición de que
arreglara la cubeta y la pita, y metiera la llave dentro.
Esta vez antes de pagarle le dije que el gato estaba bajo la cama y si lo
mataba le pagaría el doble. Se agachó y con sorpresa me dijo que para qué
quería yo quitarle la vida a ese gato indefenso. Le pregunté si lo mataría o
no, o que se largara a la mierda. Se largó.
Cuando destapé mi cerveza el gato salió de debajo de la cama. Eché un
poco de líquido en el piso y lo lamió a toda prisa. Se sacudió los bigotes y
me echó una mirada feroz. Nunca nadie me había amenazado así dentro
de mi casa. Eso me gustó. Destapé otra cerveza, fui por la palangana y la
vacié. Así transcurrieron varios días más hasta que ambos estábamos con
una goma de once mil demonios.
El pusher llegaba a mi cuarto. Le pagaba. Iba a traer otras cervezas. Yo le
pedía que matara al gato, pero él únicamente se llevaba un sobre dirigido
a una revista donde publicaban mi columna. El mismo pusher me traía la
plata porque los artículos salían con un seudónimo. A veces me traía el
dinero, otras la piedra o el polvo. Yo no tenía ni la menor idea de cuánto
me pagaban por cada artículo. Solamente estaba seguro de que de las
ciento cincuenta líneas que escribía semanalmente, por lo menos una
tercera parte servía para cuatro cajas de cervezas.
Como nunca aceptó matar al gato y yo me estaba hartando del animal,
le dije al pusher que no volviera a llegar a casa hasta que tuviera los huevos
suficientes para matarlo. De paso, que me dejara la droga y un adelanto de
dinero por las próximas dos columnas. Yo estaba listo para ir al mar y
pensaba llevarme al gato.
La cola ya no le sanó. Opté por cauterizársela. Aproveché un momento
en que ambos estábamos ebrios. Yo, claro, pasado y casi hasta el hule, como
dicen por aquí, de coca en la cabeza. Con la llama de un mechero le quemé
la herida hasta que el calor la cauterizó.
161
Morgan me lo agradeció con un zarpazo en mi pierna. Le di otra cerveza
y olvidamos todos los rencores. Traté de extraerle el colmillo de perro, pero
aposté a que era tarea para un cirujano. Opté por ponerle un parche en el
ojo y de paso lo sellé con dos onzas de ron.
Ambos pensamos en el desperdicio del alcohol, pero finalmente
desapareció la sangre del ojo. El parche le quedaba como anillo al dedo.
Me divertía cada vez que Morgan tropezaba con las latas o las botellas
vacías de cerveza o cuando amanecía con ruidos en el estómago, que más
parecía una orquesta de jazz en decadencia.
El jueves por la noche pasaron mis amigos por mí. Yo estaba hasta las
cañas de mariguana, así que bajé vestido únicamente con un pantalón
corto. Antes de arrancar me percaté de que había olvidado al gato. Les pedí
que me esperaban y fui prácticamente a capturarlo. Cuando intenté
meterlo dentro de la caja de zapatos, lanzó zarpazos tal como los había
tirado cuando llegó.
Destapamos seis cervezas. Una para Morgan y cinco para nosotros, pero
cuando apenas llegábamos a las afueras de la ciudad tuvimos que hacer lo
mismo con otro six pack.
Llegamos de madrugada al mar. No había luna. La maldita Ley Seca
impuesta por algún tarado que se creyó iluminado había provocado que
todos los antros estuvieran cerrados. Nosotros no éramos tan imbéciles, así
que antes llenamos el baúl de cervezas y de licor. Con la mariguana y sus
similares afortunadamente no hay ese tipo de atrofias secas ni nada por el
estilo. Por el contrario, cuando bien nos va hasta happy hour encontramos.
Saqué al gato cuando apenas estaba acostumbrándose a la caja. Cuando
vio el mar se le erizaron todos los pelos. Retrocedió y se cayó dos veces por
la babilónica borrachera que le había propinado. Menos mal que solamente
tenés un ojo, con los dos te hubiera dado un infarto, maldito.
Pasamos fumando el resto del amanecer hasta que el sol empezó a
molestarnos. Llegamos a un hotel. Pedimos dos habitaciones para los seis.
El maletero me dijo que no era permitido el ingreso de animales. De
inmediato le expliqué que el gato no venía conmigo y que si quería lo
162
sacaba a patadas. Pidió disculpas y me dijo que él mismo lo sacaría más
tarde. Previendo que ocurriera otra situación, bajé con una toalla al lobby.
Busqué al gato que tenía las marcas de zapatos en la espalda. Estaba con
la boca abierta tirado en la banqueta de enfrente. Le dejé caer un poco de
cerveza, lo envolví en la toalla y subí al quinto pisto en donde estaba mi
habitación.
Dos horas más tarde fumábamos todos y Morgan bebía cerveza.
Estuvimos metidos otros tres días dentro del cuarto hasta que mis amigos
comenzaron a enfermarse. A uno le dio la pálida. Vomitó durante casi un
día hasta que una ambulancia se lo llevó. Otro dijo que iría al hospital
porque sentía que tenía clavada una espina de pescado en la garganta. El
tercero decidió regresar en autobús a casa, pero antes de llegar quedó
internado en una clínica en donde le inyectaron suero.
El otro, el piloto, estaba desmayado. Pensé que todo lo que esto
significaba era que yo tendría que pagar la cuenta, así que pensé tomarme
la última cerveza, sacarle las llaves del auto a mi amigo que estaba tirado
en el piso y regresar a mi casa a continuar fumando.
Saqué dos cervezas de la hielera. Morgan ya no caminaba, solamente se
arrastraba con dificultad. Vacié una cerveza en un tarro y lo coloqué sobre
la mesa. El gato brincó como que hubiera sido una olimpiada de salto alto
y comenzó a lengüetear sin misericordia.
Yo también me sentía mal. Con la cerveza en la mano abrí la ventana,
caminé al baño y tras permanecer un buen tiempo sentado en la taza del
inodoro me levanté sin ver nada mío flotando en las aguas.
Me percaté que el tarro de Morgan estaba vacío, pero también vi la
sombra del animal que se paró en el balcón de la ventana y se aventó al
vacío como saltador de bungee.
Ni siquiera me volteó a ver. Se tiró el maldito. Estaba casi seguro que no
se salvaría del tremendo vergazo que se pegaría justo en la puerta principal
del hotel.
Destapé otra cerveza. Metí cuatro más adentro de la hielera, tomé las
llaves del auto, cogí unos anteojos oscuros y me largué de ese calor infernal.
Antes de salir el botones me dijo que tenía una llamada.
Era el pusher. Se había decidido a matar al animal y llegaría al lugar que
163
yo le dijera. Imbécil, le dije, ya se murió solito. Colgué el teléfono y le dije
al portero que el amigo que permanecía en la habitación pagaría la llamada
y la cuenta. Antes de subir al auto observé cómo entre dos conserjes metían
el cuerpo del animal dentro de un papel periódico que en una de sus
páginas anunciaba el lanzamiento de una nueva marca de cerveza.
El gran silencio es la pura sabrosura…

164
EL GRAN SILENCIO
(De “Chúntaro style”)
OSWALDO SAMAYOA
SAN FRANCISCO ZAPOTITLÁN, SUCHITEPÉQUEZ, 1992
-publicado en marzo del 2018-

ISBN: 978-9929-707-08-5

PRÓLOGO

Un espejo es un instrumento que atrapa realidades y las devuelve idénticas


y reversas. Ha sido parte fundamental de la mitología de muchas culturas,
desde Narciso que miraba embelesado su propio reflejo en el espejo de
agua de un lago, hasta Alicia de Lewis Carroll que pasó más allá de su 165

reflejo para visitar nuevos mundos. Nos es tan cotidiano –a menudo lo


usamos una o más veces al día– que olvidamos el misterioso y a veces
incomprensible proceso de la reflexión.
La capacidad de reconocer nuestro propio reflejo ha sido durante años
objeto de estudio de la psicología. Pero fue el psicoanalista francés Jaques
Lacan quien otorgó un nombre específico a esta acción: el estadio del
espejo. Lacan describe este estadio como una de las fases del desarrollo
humano donde los seres humanos pueden percibirse a sí mismos, o mejor
dicho, son capaces de reconocerse a sí mismos en la imagen proyectada de
un espejo. En palabras del propio Lacan “La función del estadio del espejo
se nos revela entonces como un caso particular de la función de la imago,
que es establecer, una relación del organismo con su realidad”.
Eso es precisamente, lo que sucede a continuación en este poemario. La
necesidad de ver a través del espejo para reconocernos a nosotros mismos
frente a la realidad, a veces propia y a veces ajena. Una realidad dolorosa,
gris, nostálgica o simplemente contemplativa. Es en esta experiencia,
donde podemos llegar a dudar si lo que estamos observando ¿somos
nosotros contemplando la vida y la realidad de alguien más o de hecho
estamos parados frente al espejo sin darnos cuenta pero intuyendo que
esas vidas y esas realidades son en efecto nuestra vida y realidad, quizás
descritas de otra manera, en otros sucesos, pero al fin y al cabo nuestra?
Es necesario tomarnos tiempo, leer detenidamente cada poema y
sentirlo como si fuera propio. Averiguar si es simplemente una interesante
realidad en la vida de otro o si hay algo en esa realidad que nos es propia,
si estamos interesados porque estamos viendo nuestra imagen camuflada
en otras circunstancias. Porque cada quien ve algo distinto cuando se
observa en un espejo. Cuando nos situamos de frente y tratamos de
discernir nuestro reflejo de los otros, y nos damos cuenta que quizás
tenemos más en común con los que nos parecían ajenos, es en ese momento
en que empieza el verdadero viaje.

FREDY PASTOR

166
UN SOLO ACTO CONDENA
al ser humano
a una vida miserable
y llena de pantanos.
Un acto basta
para que Dios ensordezca
a las súplicas de un hombre,
y eso es suficiente
para llorar lagos
con peces que se convierten
en tabúes.

Por eso estoy acá,


frente a usted,
en una silla
idéntica a las otras donde,
durante 3 años,
he apoyado el culo
mientras veo pupilas vacías
decirme 167
que todo estará bien,
que esto tiene solución,
que el sol volverá a salir.

Me acusaron de algo
de lo que no soy culpable
y ahora me obligan
a permanecer en prisión
incluso después
de pasar tres veranos
en la cárcel.

Ahora soy un maldito reo


cuya sentencia reza
que debo confiar a quien no conozco
todas las cosas que apuñalan mi alma.

¿Entiende lo que se siente?


Es como hablarle a un ser inerte,
que vive tomando notas
como si descubriese en mi vida
el prospecto de
su primer libro motivacional,
como si de verdad le importara
toda la mierda que llevo encima;

es como escuchar un sermón religioso


con esperanzas vacías
y un futuro que está destinado
solamente a quienes pueden comprarlo.

Por eso me limito


a hablar de mi luz,
y oculto mi sombra en un armario
que nunca he abierto,
porque siento miedo.

Por eso me he tragado por tantos años 168


esta daga que perfora mis órganos internos.

Porque no quiero que


me tengan lástima.

Porque no quiero ser


solo un expediente más
en esos archivos
que nunca se vuelven a abrir.

Hoy vengo
porque quiero contarle que
yo también tengo vida
y me duelen la indiferencia y el odio;
quiero contarle que nunca he podido
abrir mi corazón y mostrar
mi lado vulnerable,
porque siempre ha sido más importante
un diagnóstico que mi esencia;
decirle que añoro
tener esta última oportunidad
y quizá esta vez,
alguien pueda
ver las playas que se esconden
bajo mis párpados
en ese horizonte que nace
más allá del papel.

169
LAS HORAS SE VUELVEN DAGAS
cuando el sueño
se rehúsa a hacerse presente.

Huir
no es la mejor solución
cuando el abandono
y la soledad
cubren todo el camino.
La esperanza
de que todo sea una pesadilla
gris y desabrida
poco a poco se aleja.

A lo lejos
escucho música surgir
de los recuerdos de personas
que fueron ayeres,
que fueron momentos
de color esmeralda 170
enfrascados en pentagramas
o libros para colorear mandalas.

La luz de la memoria
no parece ser suficiente
para iluminar la noche
y sus estrellas diáfanas.

Quizá
deba cerrar los ojos y dejar
que la tristeza
me consuma hasta destruirme.
POR CADA LÁGRIMA QUE SE SUICIDA
encuentro una razón más
para arrancarme las pestañas.

A veces quisiera dejar


de ser yo
por un breve instante
para tomar aire,
agarrar fuerza suficiente
del viento
y del fuego,

retornar a mi cuerpo y
continuar esta batalla
eterna
que libro conmigo mismo.

Recuerdo que
la última vez
que encendí la radio 171
de la sala
fue el mismo día que vos
te fuiste.

Dijiste que
estabas harta de mis llantos
y del aroma a café
que siempre inundaba
la casa.

En ese momento
no te lo dije,
pero sentía por mí
lo mismo que vos.

Ahora me conformo
con cerrar la puerta,
apagar las luces,
encender una vela
y dejar que las sombras
correteen por las paredes,
mientras mis ojos
se pierden
en la mancha de moho
de la pared,
justo al lado de la ventana,

esa mancha que


fue motivo de discusiones
y reclamos de tu parte,
y que ahora
se ha convertido
en el recuerdo más vivo
que tengo de tu rostro.

172
¿ACASO NO TE HAS DADO CUENTA
que siempre que
una nube voltea a verte,
sonríe?

¿No has reparado


en observar
las flores que taladran
el pavimento
y luchan
por y para la vida?

¿Me estás diciendo


que jamás has visto
el susurro que dejan
las alas de un pájaro
justo antes
de emprender su vuelo
a la eternidad?
173
¿Cómo quieres despejar
tu cielo de fantasmas
si te dedicas
solamente a
alimentar la oscuridad
que te persigue?

Y más importante aún,

¿cómo esperas sobrevivir


si no te aferras a la ternura?
En una maceta la enterraste: la purpúrea semilla
adherida a tu traje de piel de cabra.
Y no ha germinado.

SAINT-JOHN PERSE
174
(De “La semilla”)
IVANNA CHAPETA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1988
-publicado en junio del 2018-

ISBN: 978-9929-707-09-2

CASA DE SILENCIOS… PORQUE LA VIDA ESTÁ LLENA DE ELLOS

El silencio
es el ruido más
fuerte, quizá el
más fuerte de 175
todos los ruidos.
Miles Davis

Todos tratamos de llenar nuestra vida de ruido para no sentir el silencio,


como el anciano en La radio de mi vecino. Quizá porque nos da miedo. O
porque casi siempre conlleva lo que nos estremece el corazón.
O tal vez sea una manía milenial. Sí, nosotros con nuestra música
portátil, llenándonos de ruido, ¿escapando al ruido? Tal vez se remonte
más atrás. La modernidad implicaba la satisfacción del vacío de sonido,
porque el objetivo era mejorar cada aspecto de la humanidad. Sospecho
que antes de la modernidad, los humanos se veían más forzados a hacer
las paces con el silencio. Y henos aquí, en la posmodernidad (o post-
posmodernidad, posiblemente), renuentes a admitir que necesitamos del
silencio. Nos aseguramos de vivir en megalópolis para que el ruido
siempre nos acompañe. Pero las historias en Casa de silencios nos
demuestran que, aun en una ciudad sobrehabitada y al borde del colapso,
los silencios están presentes en cada arista de la vida.
Decidimos que Casa de silencios era el título perfecto para este cuenteario
porque, en casi todos los cuentos, los personajes llegan a enfrentarse a su
comodidad en silencio… el chico que vuelve a casa, después del accidente
de su padre. La esposa que despierta a una realidad sin su marido. La casa
a la que entran los ladrones en medio de la noche. El niño que vive sus fines
de semana con padres ausentes. La inquietante calma después de los
ruidos de madrugada. El afán del niño de campo con llenar el vacío de la
ciudad con el canto de los grillos.
El silencio, como protagonista. O como un personaje más. Como
cómplice en las extrañas manías que todos tenemos… o es el twist, cuando
creemos que hacemos lo oculto, y él viene y se manifiesta como testigo
omnipresente. Testigo también de crímenes y de confesiones apresuradas
y no del todo solicitadas.
Sí, compañero de vida, pero también garante de muerte. Su contraparte,
el ruido, alimenta la ilusión de vida en la mente del sepulturero en El
neumático, pero no. Lo que existe es el silencio.
El silencio es humano y humano es Casa de silencios. Y en cuanto al estilo
176
literario de la obra, pienso que eso es lo que más valoro. Su universalidad.
No hay punto cardinal o punto en el espacio en el que sus cuentos no hagan
vibrar las fibras del corazón (por supuesto, suponiendo que en todo el
universo se leyese en español).
Por otra parte, tal vez es que cuando todo está en silencio, nuestros
pensamientos reverberan con más fuerza. Oímos mejor nuestro corazón
inquieto. Y huir de los silencios, casi siempre, implica huir de nosotros
mismos. Y la literatura, sí, es escape de la realidad. Pero, de cierta forma,
la verdadera literatura no te puede alejar de la humanidad real… y ya sea
que la historia que te cuente valide tus historias, o que los sentimientos que
exprese validen tus sentimientos, su propósito es validar nuestra
humanidad. Así es que, cuando leemos literatura, ella nos obliga a
encontrarnos a nosotros mismos. Tal vez sea eso lo que diferencie el
entretenimiento del arte. El primero es ruido, el segundo encontrarse. La
literatura es silencio.
La literatura es muchas cosas más también. Es, como dirían los
formalistas rusos, la desautomatización del lenguaje. Que significa, en
términos más universales, que la literatura es el ejercicio de hallar nuevas
combinaciones de palabras para expresar la humanidad que tenemos en
común. Y es algo que también puede apreciarse aquí. Un texto vale, no solo
por la historia que inmortaliza, sino también por el ángulo desde el que se
la cuenta, las palabras que se eligen y por su facilidad para ayudarnos a
reconstruirla en nuestras mentes, es decir, por su descripción. Así que, para
mí, estos textos a continuación valen.
En fin. El silencio será inevitable, y el miedo que le tenemos también,
pero que podamos perderle la inquietud que nos causa el encontrarnos a
nosotros mismos en el silencio. Que veamos al silencio recurrente como la
oportunidad de conectarnos con la humanidad.

HANNA ORELLANA BEITZE


GUATEMALA, JUNIO DE 2018

177
LA RADIO DE MI VECINO

Algo metálico cae, rebotando ruidosamente en el piso y despertándome…


con lo que me cuesta conciliar el sueño, pienso. Abro los ojos pero tardo
unos segundos en acostumbrarme a la luz blanca y densa de la habitación.
Como en sueños me llegan los quejidos. Algunos son míos. Me duele todo,
pienso, mientras intento incorporarme. A lo mejor hoy sí, me repito,
confiado, pero mi cuerpo me recuerda que a lo mejor hoy no. Más
despierto, me acomodo la almohada tras la espalda y veo a mi alrededor.
Muchas camas a la derecha. Muchas camas a la izquierda. Mi vecino del
lado derecho está dormido. Mi vecina del lado izquierdo ya no está.
Quisiera preguntar a alguna enfermera si sabe de ella, pero descubro (sin
sorpresa) que no puedo articular palabra alguna. Me quejo un par de veces,
mientras me acomodo en mi cama (mía desde hace un par de semanas y
mía hasta que mi cuerpo decida querer vivir de nuevo) para volver a
quedarme dormido.
La siguiente vez que despierto la densa luz blanca ha desaparecido y en
su lugar veo por todas partes las luces rojas, verdes y azules de los aparatos 178
que miden el pulso o los sueros y el resto es oscuridad y sombras. Escucho
un quejido cercano. Es mi vecino. Le pregunto (el descanso me hizo muy
bien porque ya tengo voz) si necesita algo y me dice, angustiado, que no
encuentra las pilas de su radio. Mejor, me digo, porque mi vecino todo lo
que hace es dormir de día y cantar y quejarse de noche.
Quiero volver a dormir, así que le digo que espero que las encuentre y
me doy la vuelta. Mi vecino susurra “gracias”. Sigue quejándose y
buscando a tientas en su cama las baterías. Lo escucho llorar un rato
después. Me da compasión y me decido a ayudarlo. De todas formas, no
tengo tanto sueño.
Me doy vuelta de nuevo. Siento mi cuerpo mucho más aliviado y
compruebo que puedo moverme con más libertad. Trato de sentarme y
después de terribles esfuerzos lo logro, aunque el sudor perla mi frente.
Me limpio con la sábana. Me incorporo como puedo, tomo mi bolsa de
suero y bajo de la cama por las gradas metálicas. Su frío me enjuta la piel.
Detesto ser viejo por la poca piel que me queda para cobijarme. A tientas
llego al espacio de mi vecino y lo ayudo buscando en la orilla. Le doy la
vuelta a la cama y tropiezo con algo pequeño. Me agacho, y aunque siento
que mi espalda va a romperse, encuentro lo que me despertó por la tarde:
las dichosas pilas. Se las doy a mi vecino, que se las pone de inmediato a la
radio, vuelvo a mi cama, pongo el suero en su base y trato de descansar un
poco, pero no lo logro.
Mi vecino tiene ganas de hablar, y mientras encuentra el programa que
me ha hecho escuchar toda la semana que ha estado aquí, me habla de su
familia. De su hija la guapa. De sus nietos tan feos porque se parecen al
papá. Dice que no sabe si van a venir. Que a lo mejor y mañana sí. Que
siente que se va a morir y que van a venir solo por su radio. Que qué bueno
que tiene su radio. Que si no fuera por eso, se moriría solo. Dejo de
prestarle atención. Cosas de viejo, pienso, pero no le digo nada. Solo
asiento. Carraspeo un poco. Para que sepa que lo escucho. Al fin, encuentra
su emisora y lo escucho cantar, olvidándose de que existo, que es de noche
y que los demás queremos dormir.
Me acomodo en mi cama y veo al techo. La voz de mi vecino se confunde
con la de los otros enfermos que se quejan como si cantaran. Somos pájaros
179
moribundos en una jaula que huele a medicina, pienso, sonriendo. Sonreír
hace que me den ganas de ir al baño. No quiero que vengan a limpiarme,
así que busco a tientas de nuevo el suero y me bajo, sudando, mugiendo y
temblando de frío, al pasillo de los baños. Escucho a mi vecino cantando.
Me gusta su voz. Me desespera que cante. Sus susurros rebotan en este
lugar tan horrible y me recuerdan que todos estamos solos y que lo más
probable es que no salgamos de aquí. No entiendo cómo puede alguien
cantar teniendo tan poca esperanza. Como puedo, me hago a un lado la
bata y me quito los incómodos pañales. Sigo escuchando ecos de gemidos
y la voz de mi vecino. No he podido calcular su edad y no creo que importe
mucho saberla. Me alivia pensar que es mayor que yo. El frío de la loza de
baño me duele en el pelo. Al menos, no tardo mucho. Pararme es otra
historia. De nuevo, me escucho mugiendo de dolor. Me repito a diario que
odio ser viejo. Ya de pie, me pongo los pañales como mejor puedo y camino
de vuelta, despacio, tocando las paredes, hasta encontrar el pabellón de
emergencia. Me guío por el sonido de la radio de mi vecino, que ya no
canta, para llegar a mi cama.
Escucho una, dos, tres canciones. Me estoy quedando dormido cuando
escucho una canción familiar que ya he oído muchas veces en la voz de mi
vecino. Siempre la canta a esta hora porque en su programa la han puesto
todos los días. Espero un rato y nada. Mi vecino no la está cantando. Me
aclaro la voz y le pregunto si está bien. Me responden sin querer otros
quejidos, pero no el suyo.

Me asusto y bajo en dos saltos de la cama. Se me olvida que la espalda me


estalla y que tengo frío. Voy a su cama y lo toco. Está quieto. Dormido. Así
parece. Pongo mis dedos en su nariz: nada sale. Nada entra. La radio sigue
como si nada y la canción está a punto de terminar. Le toco el cuello a mi
vecino. Nada se mueve. Le toco la cara. La penumbra no ayuda. Me topo
con sus pestañas y casi toco su ojo izquierdo, descubierto de párpado. Se
habrán quedado abiertos, pienso. Escucho mi corazón saltándome por
todas partes. La canción termina. Busco a tientas la radio y la apago. La
llevo a mi cama como a una muerta. Cierro los ojos y me duermo de
inmediato. En la mañana, ya no está mi vecino. Dando un vistazo, me
180
pregunto quién se habrá dado cuenta. Nadie tiene cara de aflicción. De
nuevo, estoy cansado. Me quiero dormir. Alguien me toca. Una mujer muy
guapa me saluda. Con los ojos tristes y brillantes me pregunta si conocía a
su papá y respondo, volteando a la derecha y viendo la cama vacía, que sí.
Me pregunta si he visto la radio que él llevaba. Le digo que sí, pero que
ayer no encendía, que no supe más de ella. Se murió solo, dice –guapa y
triste–, y sale llorando. Por la noche, a escondidas, enciendo la radio y
tarareo algo. Ojalá que la muerte me encuentre cantando.
El tiempo pasa más lento para los que
padecen, y la angustia y el sufrimiento
marcan la piel con signos definitivos.
181

EDUARDO SACHERI
(De El secreto de tus ojos)
FRANCISCO ALEJANDRO MÉNDEZ
CIUDAD DE GUATEMALA
/ NACIÓ EL MISMO DÍA QUE JIMI HENDRIX
-publicado en julio del 2018-

ISBN: 978-9929-707-10-8

LA GATA CHRISTIE
182
Durante las tardes, exactamente a las cuatro y diez, tomaba el bus que de
Barva me trasladaba hacia Heredia. Abandonaba el bus hasta el final de su
trayecto. Luego caminaba unas ocho cuadras hasta la Universidad
Nacional en la que cursaba estudios doctorales de Literatura
Centroamericana.

Esa era mi rutina de tres o cuatro veces por semana. Por las noches, pasadas
las once, salía de algún bar como El Quizz, el Doble Cero o donde Don
Mulo. El regreso lo realizaba en taxi, pues ya no había servicio de
autobuses.
Alquilaba un cuarto, típico de estudiante, en una pequeña quinta en la
que había una modesta casa habitada por don Moisés y doña Helena, los
dueños. Además, había otro departamento vacío.
Ellos formaban una pareja de ancianos: él jubilado del magisterio y ella
una ama de casa que administraba los alquileres. Compartían su vida con
una gata de angora, blanca, de ojos casi fuego y de nombre Christie. Doña
Helena asistía a la iglesia católica todos los días. Salía de su casa al caer la
tarde y regresaba a las nueve de la noche, escuchaba las noticias y luego
volvía a rezar. Don Moisés buscaba amigos con quien conversar sobre la
venta del Saprissa o la reelección de Óscar Arias. En más de alguna ocasión
tocaron a mi puerta para ofrecerme arracaches, pejibayes con mayonesa o
agua dulce. Se los aceptaba, pero pocas veces pude terminar un plato o un
vaso de sus ofrendas. Otra que era gentil conmigo era la gata: más de
alguna vez llegó a ofrecerse como compañera silenciosa.

Cuando regresaba temprano de Heredia, tras peinar los bares en los que
no encontraba al Choma, al Curro o a Boltrón, salía en pantalones cortos al
jardín con una buena provisión de bocas Cacique y una novela de Mankell.
La gata Christie se acercaba cautelosa, jugueteaba con un par de manís y
luego desaparecía sin decir adiós.
Era una rutina sabrosa, pues durante las mañanas escribía historias de
mi comisario Wenceslao Pérez Chanán, durante las tardes redactaba algún
ensayo sobre Yolanda Oreamuno o Luis Cardoza. Luego, en las aulas,
discutía con los compañeros desde fórmulas de análisis textual, pasando
183
por si Rigoberta Menchú era capaz de publicar otro testimonio o
competencias patrioteras en las que se debatía cuál país de América
Central tenía más BMW o pasos a desnivel.

Un domingo, cuando regresé de un viaje por la playa de Malpaís me


encontré que doña Helena, aprovechando que don Moisés viajó al sur a
comprar aparatos electrodomésticos, alquiló el otro departamento a una
pareja que, como cosa curiosa, era dueña de un american pitt bull terrier.
Esos feroces perros, chuchos en guatemalteco, saguates en tico, que fueron
creados por los gringos para ocupar cuadriláteros y considerarlos
peleadores compulsivos. Más tarde supe que se trataba de Geiner y Jahaira,
ambos estudiantes de veterinaria y Chilo, su mascota.
Mi primer encuentro con ellos fue cortés. El siguiente sábado los visité
con un six pack de Bavaria. Venían de Medio Queso y se trasladaron a
Heredia para estudiar y trabajar. Uno de los temas que tratamos fue lo
cuidadoso que debían de ser con Chilo, pues en cualquier descuido podría
comerse de un bocado a la inocente gata Christie. Me aseguraron que
nunca pasaría, pues el saguate obedecía a cualquier orden y circunstancia.
Pero como reza el dicho barveño “al chancho con lo que lo crían” y el
chapín “dicho y hecho”, pasó lo previsto: un martes, cuando regresé
temprano, encontré a Geiner y a Jahaira correteando al Chilo, que
saboreaba una bola de pelos blancos entre sus fauces. Intentaban
convencerlo de que soltara a Christie, la que ya tenía atravesados los filosos
colmillos por todo su angoriano cuerpo. Me imploraron que los ayudara.
Tomé una manguera, la conecté al chorro y lo abrí a toda presión. Mientras
los aterrados dueños del corpulento perro lo sostenían introduje el chorro
en el hocico de Chilo. Se atragantó. Sin embargo, no soltaba el cuerpo de la
felina, hasta que se infló como una vejiga y no le quedó más que abrir sus
sables. Jahaira tomó el cuerpo de la gata y Geiner corrió con el perro hacia
su departamento. Qué tirada, Francisco, se lamentó la mujer, mientras
auscultaba el cuerpo mojado e inerte. Geiner regresó corriendo y expresó:
mae, cómo vamos a resolver eso, mientras que yo dije: púchica, muchá, hoy
sí se les puso color de hormiga. Resolvamos la vara antes que regrese la
184
doña. Y ellos: ayúdenos, venga con nosotros, por favor.
Me imaginé que entraríamos a su casa a buscar una caja de zapatos o
una bolsa para ubicar las exequias de la gata, pero lo que vieron mis ojos
fue algo alucinante. Jahaira lavó el cuerpo del animal con agua caliente de
la bañera. Geiner ubicó un equipo médico sobre la mesa del comedor.
Jahaira llevó su secadora y comenzó a secar a la Christie hasta que dejó su
cuerpo como el de un mishito. Geiner usó agujas, hilo, escarpelos y demás,
y cosió las heridas causadas por los colmillos de Chilo, que chillaba desde
el patio trasero. Me quedé perplejo mientras observaba una especie de
escena de Animal Planet, pero en reality show. Cuando todo terminó, los
dos mejores cirujanos veterinarios que jamás he visto en mi vida
moldearon a la gata de tal forma que parecía que estaba sentada sobre sus
patas traseras y atenta a una llamada de doña Helena. Véngase, güevón,
me dijo Geiner. Vaya y vea si viene. Divisé el portón, mientras ambos
corrían hacia la casa principal. Entraron por una de las ventanas y al rato
salieron como si hubieran visto al diablo. Nos juntamos en la puerta de mi
apartamento. Me dijeron: vea chapín. Dejamos a la gata sobre un cojín rojo
que está a la pura par de un sillón. Métase a su choza.
Durante las más de dos horas que tardó en llegar doña Helena no pude
despegar mi cara de la ventana. Destapé una botella de guaro. Bebí hasta
que escuché el crujido del portón. De reojo observé que la pareja también
permanecía pegada a la ventana.
Doña Helena caminó despacio hasta su puerta. Cuando sacó la llave de
su vestido me acordé de la canción de la abuelita, el llavero y el ropero.
Tras entrar se escuchó un esperpéntico grito y el cuerpo de la anciana se
desvaneció entre la puerta de entrada y la sala. Las puertas de nuestros
departamentos se abrieron de inmediato y salimos volados hacia la escena.
La anciana se lamentaba y gemía: vean a la gata, mírenla, véanla, no puede
ser, no, no... Geiner, Jahaira y yo fingimos demencia y volteamos a ver a la
gata, quien con los bigotes bien firmes descansaba su cuerpo sobre el cojín
rojo. Véanla por favor, decía, y se persignaba todavía acostada. Sí, ya la
vimos, expresó Geiner, y lo sentimos.
No, no, no, qué lo van a sentir. La que lo siente soy yo, que no ve que la
185
gata se me murió ayer y yo la enterré en el patio de casa y ahora, véala, está
allí. Ha vuelto, ha vuelto, ay Dios mío…
Se va el amor como el agua que corre…
Nosotros nos quedamos a la orilla.
No tenemos sonrisas como rocas sin olas. 186

Tal vez ya no existimos.

NINA CASSIAN
(De “Lucidez”)
FRANCISCO ALEJANDRO MÉNDEZ
CIUDAD DE GUATEMALA
/ FUE EL NIÑO SANO DEL AÑO, 1964
-publicado en agosto del 2018-

ISBN: 978-9929-707-11-5

EL RELOJERO PERVERSO

No es un riesgo afirmar que el insecto más famoso de la literatura sea la


cucaracha de Kafka. Un bicho cuyo origen se remonta al cretásico, digamos 187

140 millones de años atrás, encuentra otra forma de inmortalidad en el gran


escritor de Praga. La cucaracha Samsa encarna el pesar de la humanidad
de inicios del siglo XX –expandible indeterminadamente a un pasado más
lejano y al futuro que somos hoy–. Un año antes de la publicación de La
metamorfosis, en este lado del planeta, Rafael Arévalo Martínez anotaba
“octubre de 1914” al final del cuento “El hombre que parecía un caballo”,
una de las obras maestras de este escritor guatemalteco que hizo que su
personaje, el señor Aretal, pasar por ese proceso de transformación (quizá
moral, quizá existencial, a lo mejor ambas) a un caballo, digamos resultado
de las ocultas pasiones de la humanidad, versus la transformación a pavo
real del narrador del relato, que queda del lado del observador que,
simplemente, no se anima. Estos son dos pequeños y trascendentales
ejemplos del debate existencial humano que termina en una especie de
zoológico literario, el animalario como género.
Animalicidio de Francisco Alejandro Méndez es un libro de poesía que se
suma a esta tradición simbólica de los bichos y la existencia. Pero esta vez
dándole la vuelta al asunto, volcándose no a un proceso de transformación,
sino al de la permanencia del sujeto ante la realidad del bicho, o la
contemplación –casi siempre perversa– del humano ante la vida cotidiana,
que incluye, como la más placentera de las mieles del poder: la decisión
sobre una vida ajena. De ahí el nombre, de ahí el filo. Méndez poeta nos
coloca frente a una serie de animales innombrables –por ausentes, por
inexistentes o acaso por imaginarios– que son presa de la minuciosidad de
una especie de asesino, de uno obsesionado con los detalles, cuidadoso de
describir y ordenar cada uno de los procesos para tomar control de sus
vidas, como una suerte de relojero de palabras: como un poeta, digámoslo
pues: como un poeta policíaco.

Y es que Animalicidio es el primer libro de poesía de un tremendo


narrador, de un referente de la novela policíaca y negra mesoamericana, y
de un académico entregado al estudio de la literatura de esta región. Esto
que explica el nivel de bicho raro que es este libro, el personaje que lo
habita viene del diseño de laberintos y de la adicción a salir de ellos, y de
esa cabeza obsesionada con pensar y resolver crímenes tenía que salir un 188
muy particular poeta, ¿un animalicida?, ¿qué más saldría de ahí?, y eso no
es ser un criminal cualquiera, sino uno que se dedica a contemplar cada
uno de sus movimientos ya para llevar a cabo la dulce venganza del día a
día o para invocar en la más profana de las realidades la más sublime de
las sensaciones: amar.

Entre el amor y la muerte, entre la honestidad brutal y la ternura, el poeta


detrás de estas páginas sabe reconocer en la naturaleza de la vida que la
muerte no está del otro lado, que las pasiones, las venganzas, las crisis son
la saliva cotidiana de la bestia que nos habita, y que nos abraza, no le teme
a la sombra. A su manera las páginas de este libro son el monólogo interior
de alguien que todos hemos sido, el que ama intensamente capaz de poner
en su cabeza las más contundentes imágenes de la entrega pero que no las
dice, que las guarda para sí en un rito extraño de introspección amatoria,
sí, criminal.

Los objetos del entorno cotidiano son el coro polifónico de estas


particulares canciones que casi son de cuna, se agradece en este libro ese
gesto dulce, tierno y perverso del poeta que se enfrenta con sus propias
sensaciones, del que ante aquello que tememos decir se yergue a acariciar
el cabello de una joven esparcido en el suelo del lenguaje para advertirle,
acaso, sobre sus últimos estertores.

Escrito como a la luz de una lámpara de aceite, a lo Poe, a lo Chesterton,


con una pipa a la mano a lo Chandler o Simenon, rinde un homenaje a las
mentes de aquellos que saben descomponer la realidad como las piezas de
un reloj y colocarlas en una mesa de noche como quien rinde una ofrenda,
también a aquella cucaracha, y al caballo y al pavo real, y al animalario que
somos como especie y al perverso relojero de palabras que también
llevamos dentro.

JULIO SERRANO

189
CUANDO PARÍS ES UNA FIESTA

Mis demonios tiran almohadas


en la sala de emergencia.

Cuántos peatones,
cuántas bicicletas de lata
esquivan palomas.
Una anciana con pedigrí empuja el monopatín como huyendo de la muerte.
Allí está la bestia de Bretón. Sonríe cada vez que la rodilla se me inflama.
No comprendió el surrealismo de Cardoza,
porque ninguno de los dos
lo inventó.
Pero yo no veo a Bretón,
ni a Apollinaire o a Baudelaire.
Yo no quiero cruzar el Sena.
¿Acaso soy hijo de Isadora?
El cadáver de Alí flota en el Ontario. Las aves
lo picotean y aún logra esquivarlas.
Las aves se posan en el casco de Carlo Magno mientras dos coreanos se matricidan
190
frente a Notre-Dame. Un pequeño hijo del sol
se mete entre la pareja y se pierde.
Hay un hombre sentado sobándose las piernas mientras sus demonios se despojan
las agujas con suero.
Mojan los aparatos hasta que alguno saca humo,
entonces vuelven a sosegarse.
Ese hombre imagina a Hemingway, Sam Spade, Gatsby, Picasso, Conan,
que no son sus referencias literarias.
Son sus perros, que son referencias literarias.
Los imagina
corriendo sin que luchen entre ellos.
Cada uno persigue a una paloma y Picasso
se mea en las patas de Bucéfalo.
Yo no quiero cruzar el Sena
ni quiero salir de la habitación.
Aunque parezca que haya salido,
seguramente fueron esos demonios que no se están quietos
ni aunque estén enfermos.
Hay que dejarlos pues, que hagan lo que quieran,
pero que me dejen dormir
al lado del libro de Chandler.

191
LA CONDENA

Yo oí el zumbido
de una mosca cuando moría
Emily Dickinson

La decapitación de una mosca


debe realizarse
lentamente.

Exactitud, precisión.
De un tajo, como en las históricas de Scott.
Sin mucha fuerza, pero con puntería.
Justo en la cruz. Que no sienta.
Que sus millardos ojos no lo noten.

Retírele las patas. Pero, si insiste,


átela con tripa de gato flaco.

Concédale un último deseo-mosca. 192


Dele a escoger entre miel o mierda.
Si no se decide,
júntela y aproxímela a su boca.
No se sorprenda. Estará cerrada.
Proceda con la decapitación.
Tome fuerza,
el valor ya lo tiene.

Patas y alas vibrarán por momentos.


Recoja la cabeza.
Muéstrela al público.
Levante el brazo.
Balancéela con parsimonia.

Todo está hecho.


Entregue los restos a sus familiares.
El abogado firmará el acta.
El médico la defunción.
Váyase a su casa.
Tómese dos cucharadas de miel
y duerma durante ocho horas.

193
BAILE SALOBRE

La tierra estará húmeda.


Negra.
Encontrará una que otra molesta
hoja.
Deshágase de ella de inmediato.

Al principio percibirá movimientos bruscos.


No les haga caso. Mejor ignórelos.
Continúe picando el suelo.
El movimiento se asemejará al
del cocodrilo cortándole un dedo
al hipopótamo.
Ya la encontró.
Sáquela de allí con suavidad.
Si es posible, arrúllela.
Busque una cómplice o familiar cercana.
Si la encontró, siéntase profundamente dichoso.
194
Las puede lavar en el mismo guacal azul.
Use agua tibia: caliéntela veinte segundos
en el micro.
Ahora ya están listas.
Las puede ubicar en una servilleta de papel,
sobre la mesa. Ojalá tenga puesto
un mantel
rojo.
Ahora que están entorchadas. Quizá un poco
desconcertadas.
Vuele a la cocina. Escoja el mejor salero.
Siéntese frente a ellas dos.
Seguro continuarán con su vulgar orgía.

Pídales que se separen.


No lo harán.
Eso lo enojará mucho más.

Pruébela primero.
Sienta cómo su sabor le atraviesa la tráquea
a la velocidad de la luz.

Levántese y saque un tomate del refrigerador.


Cúbralo de blanco y tráguelo de una mordida.

Ahora, puede ir por ellas.


Derrame la sal sobre sus miserables cuerpos.
Despacio.
No sature de sal la servilleta.
Como si sofriera recorra los cuerpos
de cabo a rabo.

Retírese.
Observe ese baile final.
Durará menos que un compás.
No lo quepa duda.
Es como cocinar, es perfecto.
Ahora, los cuerpos destilan.
Como si fuera aceite, 195
quedarán pedazos en la servilleta.
Láncela al cesto
doblada.
Nadie saldrá de allí,

solamente,

por si las moscas.

-----O -----

Y que no te queda la menor duda, mija, que tu legado no van a ser


acusaciones, lamentos, frustraciones o no tener valor. Tu legado, seguro,
será la rebeldía, la inconformidad y la praxis.
Amigo,
despierta, que los montes todavía no respiran
y las hierbas de mi corazón están en otro sitio.
196
FEDERICO GARCÍA LORCA
(de “Paisaje con dos tumbas y un perro asirio”)
ADELAIDA LOUKOTA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1979
-publicado en diciembre del 2018-

ISBN: 978-9929-707-14-6

PARA TRADUCIR LA REALIDAD

Historias en tercera persona es un trabajo profundo que explora las


sensaciones convirtiéndolas en poesía. En esta sistematización necesaria 197
para transmitir el proceso metacognitivo de la conciencia, Adelaida
Loukota ha encontrado un espacio propio para ejercer como poeta y
narradora. Este no es un lugar cómodo para escribir, sobre todo por el
trabajo que exige explicar al otro qué es lo que se está viendo: llevar al
lector de la mano hacia el punto de vista y entonces, solo así, revelar.
Estos son textos que relatan esos momentos en los que examinamos
nuestra existencia para reconocerla, apreciar el momento de la
contemplación y luego decantar en el papel la esencia de este avistamiento.
Sin juzgar. Incluso preguntando si alguien más logra atestiguar esa escena
o ese rito. Acaso invitando a los demás a participar.
Al leer con atención y tras realizar los exámenes de conciencia
correspondientes, los lectores podrán dar fe de estos avistamientos y sentir
también esas sensaciones. Son poemas y narraciones que logran exponer el
hueso y la herida sin violentar el respeto a quien asoma las páginas. Con
sutileza y arte, explotando toda capacidad de Loukota como intérprete y
relatora. Estos son trazos de la vida.
En Historias en tercera persona hay momentos de epifanía revelados en la
escritura y en la reinterpretación de los diferentes retratos de la realidad
ofrecidos desde la visión de la autora. Estos panoramas, aunque en su
mayoría grises y cargados de resignación, nos confirman que siempre
pueden existir pensamientos felices y recuerdos de gozo en los cuales
encallar de vez en cuando.
Así la realidad, Loukota aprovecha para dejar las pistas e indicios de lo
que pudo ser, lo que es en el alma, y lo que el alma guarda como memento.
Con las exigencias propias del resguardo de la memoria y de la integridad
personal. Cuidando también lo que solo existe en el deseo y en el recuerdo,
porque muchos cimientos están en esa involuntariedad, en esa
imposibilidad.
El respeto por la lucha ajena, y por la propia; la admiración por la
resiliencia del otro y la admiración por la propia resiliencia: son constantes
que se presentan con humanidad y suma lucidez. A tiempo, hacen
contrapunto con los visos de ira combativa que hacen del trabajo de
Loukota, más allá de una lectura, una experiencia cautivante, placentera, y
198
muchas veces incómoda.
Provista de lacerante poesía y prosa poética, Historias en tercera persona
es una inquietante colección de fotografías privadas, descritas con sumo
cuidado para traducir la realidad. Es en este espacio donde Loukota se ha
instalado para observar y luego contar cómo pasa el tiempo dentro y fuera
de la mente. Para ser la creadora del universo paralelo que nos salva.

LUIS PEDRO VILLAGRÁN RUIZ


CIUDAD DE GUATEMALA, 28 DE NOVIEMBRE DE 2018
-----O-----

Él dice que estar enamorado es como comerte un chocolate cuando tenías


muchas ganas de comer chocolate. Como la emoción de ir al cine a ver las
Tortugas Ninja cuando tenías 6 años.
Ella dice que estar enamorada es como el calor que sentís cuando hay
frío y te ponés tu suéter favorito. Es un pensamiento feliz, después de todo.

----- O -----

5 av. y 12 calle de la zona 9. Ella está inclinada sobre el baúl de un carro.


Su pierna izquierda está estirada y la derecha está levemente doblada. Sus
manos sostienen un rostro que debe lucir cansado a la una de la mañana.
199
Su vestido se sube, ciñe sus caderas, marca sus nalgas. Un paso atrás arde
un pequeño fuego. ¿Existe alguien más que la ve?

----- O -----

Sucede que existe la madrugada. A esas horas, afuera, también debe existir
la oscuridad y dentro de ella, deben existir miles de parejas que duermen
juntas y se dan calor y se acarician y se sueñan.
El reloj de los números rojos tiene más de media hora insistiendo en
despertarla. Ella, que duerme con una playera que le robó y que guarda su
olor, piensa en escribirle poemas solitarios que hablen de lo hermoso de su
sonrisa y lo cálido de sus manos.
Sucede que existe el frío cuando no está.
----- O -----

A veces lo único que queda frente a ella es una carretera vasta y gris, una
barda de metal, una hilera de postes pintados de verde. Otras veces, la
simple sucesión de luces rojas que forman una barrera que le impide
acelerar a más de 20 kilómetros por hora, correr y volar.
Hay horas en que el camino es un poco más largo de lo habitual y no
tiene radio para dejar de pensar en los múltiples ruiditos de carro; para
dejar de pensar en él, que quizás no esté pensando en ella, en la carretera,
en los poemas que le escribe en la mente cuando maneja para salir de la
ciudad.

----- O -----

200
Ella no tiene ganas de escribir. Supone que eso se debe a que, últimamente,
ha visto a demasiada gente llorando en la calle. No sabe si antes no se
percataba de las personas a su alrededor o si ahora hay alguna especie de
epidemia que contagia a los transeúntes con un llanto incontrolable, pero
que no les impide seguir caminando. Ella ha llorado muchas veces cuando
va manejando, en especial cuando está cansada y es de noche y ha llovido
y no entiende bien a bien por qué el mundo es como es y por qué a ella la
ataca ese desconsuelo que se manifiesta como ese llanto fluido, sin mayores
escándalos e hipos. Ella no puede evitar imaginarse las historias terribles
que deben esconderse detrás del llanto de esas personas. Una mujer joven
seguro lloraba porque acababa de dejar al hijito en la guardería y podía,
por fin, sacar todo el llanto que había estado guardando para que él no la
viera así. A ella le gusta coleccionar imágenes que tienen que ver con las
esquinas de las cosas, minutos intrascendentes que la hacen olvidar
momentos importantes, quizás terribles, de los días pasados.
----- O -----

Así que esto es la nostalgia física, pensó. Saber que puedo subir ese puente
y cruzar a la derecha y luego a la izquierda para llegar a tu casa pero que
no importa si sigo de largo porque de todas formas no te voy a encontrar
ahí.
Así que esto es lo definitivo, pensó. Saber que no estás en las fotos de
mi cumpleaños o del viaje a la selva, saber que estabas solo en un café del
otro lado del mundo y yo estaba sola en la sala de mi casa, derrumbada en
un sillón viendo una película vieja que pasan cada año para Navidad y que
se me iba a ocurrir llamarte hasta muchos días después.
201
Así que esto es lo que no te cuento, pensó. Saber que hace meses que no
te respondo el último correo porque no sé por dónde empezar.
Estaré eternamente encadenado…

202
ROBERTO OBREGÓN
(De “Gucumatz”)
ROQUE ESTRADA
AMATITLÁN, GUATEMALA, 1990
-publicado en enero del 2019-

ISBN: 978-9929-707-13-9

PREFACIO

No toda ausencia conlleva un olvido.


Nos movemos entre el amor y el miedo, sin tener certeza de cuánta
cauda nos cabe dentro. Nuestro camino está trazado con desencuentros y
abandonos inusitados.
Conocí a Roque a través de las palabras de su pasión elocuente. Fue tan 203

sencillo conmoverme, porque ninguno estamos exentos de los sentires, de


la piel, del querer y él es capaz de sintonizarme de manera natural con cada
uno de los momentos que he debido recorrer.
En él me veo maravillada, gozosa, aferrada, desencantada, desolada,
derrotada, reflexiva, resurgiendo. Con él revivo mi propio trayecto en el
que solo habiéndome amarrado alguna vez me fue posible entender y
disfrutar la importancia de saber desprenderse.
Más allá de los fragores de la piel, Roque me transporta a esa llenura del
alma a través del asombro por las cosas sencillas de la convivencia y al
vacío cuando la cotidianeidad se nos desacomoda, cuando un día
cualquiera pasa a ser una fecha que jamás se olvida.
Y luego, cuando leo las palabras –las más lindas– a su padre,
enmudezco. No puedo, no me atrevo, tampoco necesito opinar mucho al
respecto. Es el retrato de una fulgurante raíz de amor que dio su fruto de
la que no hay nada que agregar.

VIANNEY BAL
LA TARDE QUE NOS CONOCIMOS
había una plaza entera/humana detrás de vos
yo con las manos sudotemerosas
y vos con tus palpitaciones precipitadas

La tarde que nos conocimos


se quedaron abiertos los índices de todos los libros
cantaron fuerte los pájaros gigantes
y los árboles se movían al compás de una orquesta filarmónica

Y mirá
todo esto por
nosotros

La tarde que nos conocimos


las canciones no tenían letra
los relojes querían caminar con nosotros
y los ancianos querían bailar su último vals 204

Vos con tu sonrisa suspendida/pronunciada/peladientes


sosegabas cualquier guerra lejana

Yo con mi mirada tenue/aplacada/protectora


encontraba en tus dientes el ritmo de un piano afinado

Y mirá
todo esto por
nosotros

Vos y tus superpoderes de cronometrar mis caricias


yo y mis supertemores de no ser una loca veleta

La tarde que nos conocimos fuiste


imperfecto/exacto/fuiste ese lugar al que (aun ciego)
regresaría.
MI GARGANTA SE CIERRA. ES TU CULPA

Me tocará que olvidarte de par en par, en bares y en hoteles acampar. Me


tocará olvidarte, probaré otros néctares, besaré otras espaldas, rozaré otros
muslos. Entre la mirada y el discurso de la gente me tocará olvidarte. Y
cuando llegue el momento de recordarte en un concierto de nuestro artista
favorito no voy a gritar tu nombre a todo pulmón, no lo haré. Lo lanzaré
en silencio, como una silueta muda. Como un suspiro ahogado que el
viento se encargará de llevar de una vez por todas. Y cuando tenga que
bailar en la fiesta familiar y no tenga pareja, no voy a llamarte, me diré que
soy fuerte y me quedaré sentado tomando un trago de whisky para que me
duerma el dolor y anestesie tu recuerdo maldito. Y no, no voy a bailar. Y
cuando suene nuestra canción a todo volumen “Y sin embargo te quiero…”
en cualquier bar bohemio te lo juro que no voy llorar, ni voy a soltar este
llanto ansioso imprudente que me atraviesa toda la garganta, apretaré mis
dientes y mis pupilas con todas mis fuerzas concentradas en mi rostro y no
voy a llorar. Voy a echar de mi casa todas las tristezas guardadas y voy a
tirar por la ventana todos los ecos de tu voz. Y cuando en el intento de 205
llorar quiera hacerlo y encuentre nuestras fotos regadas en la pared
izquierda de la que fue nuestra habitación y me sienta
confundido/perturbado/perplejo y no sepa qué hacer te juro mil veces que
no voy a llorar, saldré corriendo con todas mis fuerzas y visitaré a mis
amigos, me tomaré unos tragos y me refugiaré en sus abrazos el tiempo
que sea necesario. Estudiaré francés o cualquier otro idioma burgués
donde no pueda pronunciar siquiera tu nombre, luego caminaré en altas
montañas, ahí donde el recuerdo y la memoria se convierten en olvido.
Enumeraré uno a uno los atardeceres y dedicaré mi tiempo a ponerle
nombre a todas las nubes que encuentre. Las puestas de sol vendrán a
verme cada tarde en mi ventana y arroparán mi cuerpo completo. Los
ocasos vendrán en formato de amigos y curarán con amor genuino cada
parte de mi cuerpo. Yo les agradeceré y veré junto a ellos los atardeceres a
miles de metros de altura, donde el viento es fuerte y violento, llevaré mi
rostro descubierto y dejaré que me dé en la cara. No me defenderé. Tengo
que obligarme a olvidarte a punta de golpes, de vientos y ahogos. Es tu
culpa.
LOS HIJOS DE LOS MESES

Disfruto cuando sonríe, muestra sus dientes y yo lo beso. Tenemos un


pacto amoroso. El que se sonríe primero abraza. El que se enoja de último
besa. El que se enciende primero prepara la ducha y gana. Cuando está
triste, le beso el rostro. Cuando está feliz, le restriego el miembro. Él es
otoño y yo suelo. Él es tornado y yo hoja seca. Él es sudor y yo hielo. Él es
mi tiempo, yo su reloj. Él me da la mano y yo lo aprieto. Yo que soy sol, le
regalo días. El que es luna, me regala noches. Cuando está contento, me lee
un libro. Cuando yo lo escucho, siento que vuelo. Él es un mayo osado. Yo
soy un septiembre entristecido. Él disfruta moverse adentro mío. Yo gozo 206
de puntillas con él. Nosotros no estamos aptos para cardíacos. Lo
excitamos todo. Lo provocamos todo. Lo encendemos todo. Nosotros. Los
hijos de los meses estamos hechos de vientos y tornados…
La tierra le dio su cálido abrazo. Por sus venas la
sangre ya no fluía, no tenía alma, pero sí más fuerza
que nunca. Quién sabe lo que sería. Un árbol o una
roca. De vez en cuando el graznido de un cuervo en el
bosque o un ruiseñor que se posaba silencioso sobre
sus ramas. Cada dos o tres años el calor de una mano.

207
LEOPOLDO MARÍA PANERO,
(De “La metamorfosis (II)”)
MARCOS GUTIERREZ
CHIMALTENANGO, 1997
-publicado en abril del 2019-

ISBN: 978-9929-707-15-3

DE CÓMO UTILIZAR UN ARTEFACTO IMPERFECTO


-EL LENGUAJE-
PARA ENCESTAR CON SUTILEZA EN LA HOJA

Sobre la nieve se oye resbalar la noche.


Vicente Huidobro 208

La palabra es la runa que el griego trazó para hacernos sospechar de la


misma palabra. Pensar con las palabras de otros es algo que se nos debería
prohibir. Pero como diría Borges: “¿Qué importa la cobardía si hay en la
Tierra un solo hombre valiente?”. En este caso: ¿qué importa la
autenticidad si hay en la Tierra un escritor que ha sido certero con el
lenguaje?
Hay que desconfiar de los poetas que explican sus poemas y de los
poemas que justifican a su poeta. Si el lenguaje es una aproximación de los
hechos y siempre queda un remanente por simbolizar, entonces nada
puede ser cierto ni nada puede ser explicado. Lo más honesto es hacer una
poesía de la propia poesía. O como diría Pere Gimferrer: “El único asunto
de la poesía es… la poesía”. No hay nada en el fuego, más que las cenizas.
Mejor ahorrarnos la leña, la tala y los árboles e ir a las mismas cenizas.
Hay en la escritura de Marcos Gutierrez un significante amo: la nieve.
Semánticamente se le puede asociar a la blancura, la inocencia, la
transparencia y la infancia. Pero en muchas de las páginas de Reloj de nieve
se habla de la muerte. Es, entonces, cuando recordamos que la muerte
también es blanca e inocente. Blanca por el cráneo, inocente porque acepta
la culpa de nuestro fallecimiento.
Los otros significantes son los niños, los huesos y el olvido. Quizá el
poema encuentra atajos en las mujeres, el amor o la memoria, pero no son
los significados, porque como diría Juan Gelman: “Un poema es una cosa
que será”. Toda lectura es una complicidad entre autor y lector. Gutierrez
exige un lector con lecturas. Los varios libros son la prehistoria de este: la
columna vertebral con la que se teje Reloj de nieve.
Es alegre que haya poesía. Y más alegre que sea consistente, sin importar
quién la escriba. En estos tiempos cuando existen tantos medios de
expresión es un crimen sobrecargar a la poesía con política, historia o
vulgar sociología. Un escritor nos entrega significantes, jamás significados.
Un discurso transparente es un neonato camino al cementerio. La apuesta
de la poesía es una apuesta al futuro. Jamás al presente. La poesía desdeña
la moral de los hombres: la poesía construye su propia moral.
Tal y como seguimos hablando de la “bala perdida” de Burroughs que
209
mató a su mujer, se podría seguir hablando de este libro. Que Marcos sea
un buen tirador, no lo exime de la tragedia. Y este es el asunto de la poesía.
O como escribe él mismo: “Hay que matar todo con la forma de un poema:
/ la poesía debe ser las ruinas, / los moratorios de la muerte que
negábamos”.
“Aceptaré la queja -sentencia Luis García Montero-, si tú me
reconoces la legitimidad de la impostura”. Por su parte, el autor de Reloj de
nieve no se queja, no habla de lo que no le es familiar o no siente. La
impostura le ha huido. Lo demás es silencio, lenguaje o poesía. Y para que
haya lo último, debe haber mucho de los primeros.

MATHEUS KAR
SANTA CRUZ DE LA SIERRA-SAMAIPATA, BOLIVIA, MAYO
DEL 2019
ESPEJO (LA CAÓTICA EYACULACIÓN)
Mi rostro colgaba de un balcón
que lloraba flores
llovía mi rostro con la forma de niños muertos mi rostro era sus rostros
habitábamos un balcón
como las buganvilias de aire marchito
en nuestras espaldas muertas corría la cascada desenfrenada
de las libaciones de los ebrios
mi rostro colgaba como la sombra de un patíbulo
lo acariciaba el espejo de nube
la tierra sangraba un pasto de peces
sobre el lodo

colgar es como estar de rodillas


con la boca llena
de un pasado hecho del presente moribundo que sangra la hiel de un
futuro muerto
mi rostro cuelga como el niño muerto que ha existido siempre
210
sin pecho ni espalda como un feto hecho del brillo de la noche y de los
hilos viscerales de los muertos

caen los ríos


con la forma de los arcoíris antiguos cargados del oro perdido en las
bocas de la arena
caen los ríos y me bañan como cuando la tierra sangró a los hombres

cae el alma de los ríos


cae y muere el río que nos baña
cae sobre los peces de lodo
que nadan entre la tierra y el agua de
los espíritus

son los cuerpos hechos de vacío los que caen como el mar
la sangre es transparente como el agua de los ríos
mi rostro se va como los peces entre la tormenta de los cuerpos
se va como la espuma entre las joyas de la arena
como los niños que se tejen
entre el agua y la sal

todos están muertos

mi rostro se va con todos los cuerpos como un tatuaje


sobre todas las espaldas
dibujo con la uña de un muerto
dibujo agua fuego y tierra
dibujé a todos los rostros con mi huella digital

los ríos van al mar


donde las olas mutan entre la arena
para ser las nubes rojas que se ondulan como los moribundos
mi rostro se funde en el agujero rojo de los cuerpos desmantelados
mi cuerpo está hecho de tierra agua y fuego 211
el cuerpo es un trozo de cuerpos

en el mar se funde mi rostro y todos los rostros somos el cuerpo


todo es el deseo de los muertos
mi rostro amanece en la arena
muerto(s)
VII

Me engulló un monstruo volador hecho de metal. La muerte era inevitable.


Morí como me lo prometieron. Morí con un gato negro que ronroneaba
sobre mi pecho. Dormía sobre el estómago de un muerto. Devoré al gato
con la violencia del ser que fenece. Usé sus huesos limpios para invocar al
diablo, le vendí mi alma por diez años de embriaguez y libertad. Me leí en
una noche y me reescribí en una noche más, me perdonaron el espionaje,
la posesión de ojos, la posesión de boca, la posesión de piernas. Salí con
una gigante. Me convenció de comprar un libro y olvidarlo en un
aeropuerto o quizá en el camino-que no existe-donde vendí lo que el diablo
olvidó de mi alma. Al final nunca me embriagué ni fui libre. Quiero morir
diferente: quiero arrollar mi cabeza con el tambor de un revólver.

XVIII
212

Aún me quedan muchos años


para ahogar los recuerdos que me quedan en el fango.
Para hacer de la lluvia el Gólgota que se rebalsa de mi boca.
Hay que matar todo con la forma de un poema:
la poesía debe ser las ruinas,
debe ser los moratorios de la muerte que negábamos.
Mi último poema será
la pestilencia de mi cuerpo
con los versos tatuados sobre mi piel reseca y blanca.
Allí quedará la bóveda de la vida
dentro de un poema tan muerto como los capullos efímeros de los
fantasmas.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería


y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan solo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo


213
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

JAIME GIL DE BIEDMA


(De “No volveré a ser joven”)
-publicado en mayo del 2019-

ISBN: 978-9929-707-16-0

CARTA SECRETA PARA TODOS LOS TIEMPOS

La neblina se eleva, / en el puente colgante/ mis ojos no me atrevo a cerrar.


Eso escribí hoy, con un letargo interminable, embriagado de vértigo e
infinito frente aquel puente oculto en la memoria. Me pregunto si algún
día estos sucesos de la poesía se repetirán. Creo que a todos nos da calma 214

la niebla cegadora y el puente colgante que nos invita a levitar. Nos hace
niebla, nos da la noche, nos hace dueños de los pasos que olvidamos, como
aire.
Buscamos lo que los maestros buscaron. Quiero entender porque El
Maestro dejó el nombre de Kinsakui y quiero recorrer los caminos que él
recorrió, los caminos que todos han recorrido. Así, quiero encontrar la
sensación infinita de los pasos, perderme en la tierra hasta encontrar el
puente de la niebla, de la embriaguez, del poema infinito en el instante.
Quiero ser parte del infinito camino. Quiero ser esa parte inevitable del
poema: ese acto violento, revolucionario. El acto que mata a la libélula, que
crea al viento, que define los mapas y sus límites. Quiero que sobre mi
puente los nombres sean más que nombres: quiero que sean palabras
nuevas, que sean anarcopunks, queers embravecidos, sílabas infinitamente
solitarias en busca de un grito. Quiero que todo lo que caiga del puente
colgante sea como mil poemas de El Maestro. Quiero voces amarillas como
relámpagos, como una estela del sol al amanecer. Quiero que sea un licor
erótico e interminable, quiero que el camino y que los puentes sean un
torrente, un destello insoportable. Quiero que las mujeres escupan
tarántulas.
He entendido que el camino solo existe en el ensueño de un puente
colgante. Porque lo verdaderamente inmutable es la memoria. No busco
nada nuevo, busco lo que todos han buscado. Busco la palabra afilada que
vaya más allá de la intrascendencia de los nombres y de los poetas. La
palabra que redefina a la historia, que la niegue de verdad. Quizá sea un
grito o el largo aullido de los ebrios. Quizá no sea nada y lo único que
quede sea la niebla y el puente colgante. Pero si en algo hay que creer es en
las palabras que le dan forma al puente colgante, a los pasos y* que
difuminan un poco la niebla que siempre nos supera.

OCHI ETSUJINI45.

215

4
Matsuo Bashõ originalmente se llamó Matsuo Kinsaku.
5
El alumno más destacado de Bashõ.
SULAMA LORENZO
CONCEPCIÓN CHIQUIRICHAPA, QUETZALTENANGO, 1994
.
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SINTIENDO

La cobardía de las bestias me silenció,


abofeteó mi rostro y azotó mi conciencia despacio,
despacio me despojaron de la libertad.

Lloré lluvia hasta que se volvió mares.


En el camino dejé muchos sueños sin rumbo.
Viví estando muerta, 216
aferrándome a la esperanza de seguir volando.

No he dejado de mirar el universo,


las palabras aún me obligan a florecer;
el fuego y el viento me siguen forzando a volar,
la esperanza me sigue fortaleciendo en cada latido.

Y cuando más existo, menos existo.


PEP BALCÁRCEL
CIUDAD DE GUATEMALA, 1993
.
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Quiero escribir versos,


tratados,
historias sin fin;
e inventar palabras nuevas.

Conocer cada estrella


que habita el universo 217
trazar tu nombre allí.

Y quizá,
de esta forma,
exista el lenguaje
capaz de describir toda la luz
que escapa de tus ojos
MANUEL RODAS
QUETZALTENANGO, 1992
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POEMAS SIN NOMBRAR

Las palabras siempre se pronuncian con sed,


con miedo a no gustar,
a equivocarse,
a encontrar el no lugar.
218
Por eso,
cuando te veo
/con tres lunares en el rostro/
mi lenguaje se convierte en lugares.
DIEGO FERNANDO OCHOA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1990
.
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PUREZA

El primer poeta quema los versos del mundo


al morir los poemas con él
los restos de su retórica nos manchan
con las cenizas de la creación

Nace el poeta que imita al primero


los siguientes se comen al impostor
así nacemos de una falsificación
de polvo que los vivos no pueden leer

Cada poeta recoge un poco 219


lo esparce a los ojos y los mares
cree ser el auténtico
mas los muertos saben que ellos
solo muerden los huesos del primero

Piden que los poetas sean purificados


quemados luego de ser escritos
destruidos luego de ser leídos
que sus cenizas alimenten a los niños

Si hay más libros que lectores


y más poetas que humanos
el mundo debe ser quemado también
MIRIAM OCHOA
QUETZALTENANGO, 1993
.
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-
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DANZA DEL INFRAMUNDO

Ahí va la muerte danzando entre la lluvia,


ni se muere ni se aquieta.

Galopando entre caballos de guerra,


ahí va la muerte tan diáfana y obsoleta. 220

Habría que cambiar la estrategia,


replantear el problema,
inducir al sueño, despertar de súbito o ceder
a sus pisadas... Y morir.
MARIO PANIAGUA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1996

LA METÁFORA DEL PERICO

En esta ciudad nací y en esta ciudad me quiero morir.


No por amor, sino por respeto
a los fantasmas que caminan en las aceras.
No por amor, sino por respeto
a las cabezas plantadas en los basureros.

El mundo afuera de esta jaula es solo otra jaula más grande


y no vale la pena alejarse mucho
de los edificios que te vieron sangrar
todas las puñaladas de tus ancestros.

Aunque haya nacido sin alas


el ave encerrada aprende a cantar.
Porque se ríe en la cara de su verdugo
y todas las noches come de su pan 221
y todas las noches bebe su sudor.
Y por eso, cagarse en este basurero
es el acto más noble.
Y por eso, arrancarse las plumas
es el acto supremo de rebeldía.
Porque un ave encerrada es un crimen
y la muerte a mano propia
la única muerte que la redime.
WILLIAM JONATHAN MORALES OLIVA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1995
.
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.

BUG

System error:
hacer de la poesía
una cuerda para el condenado.
Siglos atrás fue hecha por perros con arpa,
locos, profetas,
sifilíticos,
asesinos, nobles,
por “tontos solemnes”. 222
Hoy todo se reduce
a la mano del cajero.
A veces quisiera renunciar a la poesía
o que ella renunciara a mí
y dedicarme a la pirotecnia.
MATHEUS KAR
CIUDAD DE GUATEMALA, 1994
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.
.
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.
.
.

¿CÓMO ENCONTRAR EL AMOR BAJO EL MAR,


sin oxígeno, bajo la presión de las olas golpeando la espalda,
entre las ruinas de una civilización soterrada por su propio fuego?

¿Cómo encontrar algo tan diminuto


desde un satélite que pretende abarcarlo todo,
que clasifica todo en números binarios
y computadoras en grandes almacenes?
223
¿Cómo saber que no es mi reflejo el que veo en el fondo del mar,
que no son mis ruinas las que toco,
que no soy yo quien descansa en forma de cifra
dentro de una computadora en grandes almacenes?
JOSÉ AGUILAR
CHIANTLA, HUEHUETENANGO, 1997

Lo que escribes es como


hablar dormido: quieres rescatar
algo de tu infancia irrescatable.
luis cardoza y aragón

¡qué feliz era cuando en mi ambiguo pecho de niño tristherido


solo habitaba el vuelo huérfano de una azucena blanca!

hacía malabares con el canto tartamudo que en trrrova soprrrana brrrota del
pecho silábicamente agónico de las alebrestadas palomas mensajeras
mientras ellas en afán perpetuo con sus picos de maíz cocido le robaban
plumas maduras al crujiente huevo del sol

cultivaba el reflejo de las tibias estrellas achiotadas cuando con sus oculares
espejos nocturnos poseían los ojos encandilados de las acróbatas panteras
traviesas que asaltaban a tientas el tejado ahumado de la casa de mi abuela
224
volaba hacia el infinito sobre las mellizas alas secas de las fósiles libélulas
coquetas que se forman en la sombra tibia de las germinales hojas muertas
cuando dibujan la cabeza calva de los deprimidos árboles caducos

bajaba el tiempo del oxidado cielo prematuro y lo detenía en los


acantilados vacíos de mis frágiles costillas arqueadas para luego l e n t a
m e n t e escuchar los vocablos ígneos que emiten las piedras ancianas
tras el cosquilleo frotante de sus torsos en la superficie del río

bailaba desnudo sobre la podrida poza estancada de mis tretristes sueños


rotos mientras las sudorosas gotas de lluvia hacían zapatear ritmos
extraños a los tepocates vidriosos que se hospedaban linfáticamente en el
pómulo acuático de la vega

llenaba el vacío de mis escuálidos párpados grises con la inmensidad


absoluta del agua verde que brotaba del lago y fuertemente lloraba rabioso
como cuando las almidonadas nubes cenizas son regañadas por el cielo
bravío y tienen que abandonar el calor de su nido
¡qué feliz era cuando en mi ambiguo pecho de niño tristherido solo
habitaba el vuelo huérfano de una azucena blanca!
¡qué feliz era
y no lo sabía!

225
WILSON LOAYES
SAN JUAN OSTUNCALCO, QUETZALTENGO, 1991

EN EL PUERTO DE SAN BLAS

Hoy te casas,
lo sé,

ya no siento ese algo de mí en ti

hoy amaneció triste y soleado

soy la rama seca de nuestro árbol


nuestras siembras se han secado,
regresa pronto
cásate y divórciate,
te estaré esperando

verte resucitar 226


será mi mejor día

sé que ambos nos hemos encontrado


para sufrir a largo plazo

aunque no haya mar


ni barcos
un San Blas
ha nacido en Ostuncalco.
LUIS MORALES
SAN MATEO TZA’MIXIMULEW, QUETZALTENANGO, 1992

EL GERMEN O LAS HEMBRAS TRISTES

soy estatua frágil de cuarzo traslúcido


frente a la lengua de hembra triste y tímida
que me enseña de memoria y con señas
que el dolor es hembra como el silencio
y la tristeza y la locura

y los hombres que lloramos


somos como hembras

la danza de los tristes


se hace sosteniendo los úteros vacíos de las lenguas
[que ya no entendemos
y sacudiendo las lágrimas negras de callar en otro idioma
la danza inicia antes que todas y termina al amanecer
227
la niebla es espesa y la tierra suda frío en las llagas cenagosas
el río neonato navega en estampida suicida hasta el mar
un vientre estéril para depositar el dolor de hembras tristes

veintiuno de septiembre de mil novecientos sesentaiuno


14°57'31.1"N 91°42'38.5"W
HAEL LÓPEZ, CIUDAD DE GUATEMALA, 1994
.
.
.
.
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.

“el mundo es de los vivos”


dicen
con una sonrisa amarilla y forzada
“el mundo es de los vivos”
dicen
con la mirada perdida
los labios secos
y las manos arrugadas
delgadas
temblorosas 228
“el mundo es de los vivos”
te dicen
te retan con coraje y sin valor

no te dicen nada
de cómo están muertos de miedo
del dolor en las rodillas
de sus ruinas
JOSSELINE PINTO
CIUDAD DE GUATEMALA, 1996
.
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.
.

IV

Volvió el tiempo a ser


y aquello que antes se desvanecía
pasó a ser solo un espejismo.

Hoy me retiro
me reclamo
me libero
y oculto patrones eléctricos arrinconados en círculos.
229
Prometo no ser otras voces más que las de tu conciencia.
Prometo aterrizar todas las noches
como una mano de fuego que crece en tu espalda.

Nunca podremos escapar de una memoria rehabilitada.


MARÍA ODALYS PINEDA (MAYA)
HUEHUETENANGO, 1995

UNA SENSACIÓN DE IRREALIDAD


se apodera de mí
y pienso…
U-N-O / D-O-S / T-R-E-S- pasará…

Criaturas míticas, dragones del oeste


y elfos brillantes
cantan y cuentan
la mágica historia
de bosques de plástico
exhibidos en museos
museos de museos
en una paradoja infernal
parecida a la muerte
que a este punto
ha dejado de existir. 230

La crisis re-aparece
pues el descanso eterno
es solo
lisonjeros sueños
hacia el ocaso
que resulta ser
el faro de una gran ciudad.
¿Tu corazón y el mío
eran solo de arena?
231
JOSÉ MARÍA HINOJOSA
(De “Unidos por la luz”)
JOAQUÍN ORELLANA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1930
-presentado en julio del 2019-

ISBN: 978-9929-707-17-7

PRÓLOGO

Los miércoles por la tarde hay marimba en el Parque Centenario. Durante


un par de horas la gente se reúne allí para escuchar, observar y bailar. A
distancia es posible percibir la cadencia de sus melodías, sus escalas, sus
repeticiones. Eso es Guatemala, dicen cuando la escuchan. Pero
Guatemala, en realidad, suena de muchas otras maneras. Tome esa 232
melodía, déjela caer, hacerse pedazos. Escuche cómo los pedazos rebotan,
cómo se alejan, se difuminan. La marimba es un sonido que tiembla y que
en ese temblor dice más de este país que lo que regularmente le han
asignado. Encontrar ese lenguaje que habla del delirio de un territorio y de
su historia ha sido uno de los grandes logros estéticos de un genio como
Joaquín Orellana. Saber escuchar, hablar su mismo idioma, darle la vuelta,
deconstruirla, reinventarla, darle la posibilidad de decir otras cosas,
enseñarle otra voz, exaltarla, idealizarla, y hacernos testigos de ese proceso
que pareciera ser el de traer los sonidos desde esa dimensión en donde
todo es caos, en donde la melodía es período de gestación de un país que
quizá algún día será.
Entre todas las maneras en las que Orellana se ha acercado a la marimba,
la poesía viene a ser, como dijo su amigo, el escritor David Vela, cuando
leyó algunos de los textos que aparecen en este libro, solo una manera
diferente de tocarla. Un ejercicio que pareciera venir de la reflexión, del
tiempo compartido, de una contemplación llena de sonidos, de una
comunicación total entre el artista y el instrumento, que lo lleva a elaborar
el mito de creación de ese multiforme animal sonoro que él supo modelar
entre sus manos, árbol que en interacción con los frutos empezaba a intuir
su voz, árbol que veía en sueños su potencial transformación.
Las primeras visiones del hormigo, el presagio onírico de los hombres
que llegan con las hachas, del traslado hacia otras tierras donde le darán
otra lengua, otro canto… canto que aludirá a alegrías y tristezas a imagen
y semejanza de sus creadores. Canto colectivo, creación colectiva.
Entonces, Orellana empieza a invocar los sonidos con la palabra escrita.
Tradición lúdica que a él le viene del lado paterno, del niño exorcizado que
fue, de su esencia de brujo y demiurgo para el ritual de todos los orígenes,
del balbuceo con el que en todo principio se empieza a nombrar las cosas.
El artista se convierte, así, en orfebre de la palabra, la toma entre sus manos,
la transforma para que hable el idioma de los objetos que chocan, que
rozan, que interactúan. Un idioma, no para que sea entendido por los
hombres, sino para que sea sentido por todos.
A nadie le parece extraño que Orellana, además de ser compositor, sea
narrador, escultor, inventor, dramaturgo, una leyenda viva o un poeta.
233
Orellana siempre ha sido un poeta, un artista total. Crea con la palabra
escrita la imagen, crea con la palabra escrita el sonido. Sonido que luego
vuelve al aire que alguna vez fue el único testigo de ese primario
tartamudeo del hormigo, que luego fue en el pueblo melodía colectiva, y
que en un ejercicio de intimidad y reinvención hace brotar de ella un
temblor casi de agua, un crepitar casi de fuego, el canto de la naturaleza
tiritando desde que perdió su relación mística con los hombres.
Y es en ese punto en el que atestiguamos cómo Orellana y sus mitos, su
exaltación, su conocimiento de la palabra, de las formas, de los sonidos, su
genio, empiezan a conversar con Miguel Ángel Asturias, ese otro brujo,
que también conocía el lenguaje de las cosas, el sonido del habla de la
gente, el demiurgo de la Clarivigilia primaveral, el mito de la creación de las
artes y los artistas; pero también dialoga con Nicolás Guillén, el poeta
cubano, el poeta de los sonidos de la cultura mestiza y del son; y lo hace
también, con la vanguardia, ese movimiento que vivió en Argentina en
primera fila, cuando ganó la beca en el Instituto de Altos Estudios
Musicales Torcuato di Tella de Buenos Aires, una vanguardia que en el sur
no ha “pasado de moda” sino que constituye una especie de tradición y de
libertad entre las artes, y que Orellana trajo musicalmente a este país al que
en plena Ilustración le sembraron una Edad Media que aquí parece que no
se acaba. Y coyunturalmente, en este libro Orellana también dialoga
artística y literalmente con el poeta Humberto Ak'abal, que hoy es viento
en donde habitan los sonidos del pueblo de los que siempre dio testimonio.
Creo, firmemente, que los grandes artistas son, de alguna manera, una
especie de sacerdotes o profetas. Joaquín Orellana lleva sin duda en sí
mismo esa unción. Su arte ha sobrevivido el tiempo, la incomprensión, la
censura. Su arte ha sobrevivido a Guatemala, su violencia, su indiferencia.
Y así es como ha venido a conformar ese grupo de grandes obras que, sin
decirle el nombre, la nombran, delirante y mestiza, como la del ya
mencionado Asturias o como la arquitectura de Efraín Recinos. Si a mí me
preguntaran a qué suena El tiempo principia en Xibalbá de Luis de Lión, no
dudaría en nombrar a Orellana, el genio que, como Oliverio Girondo, el
poeta argentino que caminó hacia atrás desde el lenguaje hacia el balbuceo
En la másmedula, recorrió el camino hacia atrás, desde la melodía hacia los
234
sonidos cercanos al caos primario, al origen desde donde nos
correspondería colectivamente construir, renacer.
El trabajo de arqueología hecho por Jonathan Van der Henst para la
aparición de estos Cantos a la marimba, la gestión para su publicación y la
de los cuentos que hace poco vieron también la luz con la Universidad
Rafael Landívar, el esfuerzo editorial de Los Zopilotes, el que usted tenga
este libro en sus manos es una cadena de actos de justicia hacia Joaquín
Orellana, nuestro genio vivo. Hay que leerlo, hay que aprovechar que sigue
entre nosotros, que todavía tenemos el privilegio de escucharlo contar
historias, de escucharlo gorjear como lo que es: un ave única en su especie.

VANIA VARGAS
235
III
De rumor sonoro
fue construido el molde
que cuajó el concepto…
...
el claro silencio
de la madrugada
venían rasgando,

tañíum tañía tañendo el tañido


salpicado de alas,
grillos y piares,

rumores de sones
andando en su molde,
vaciando sus signos
se desparramaron
sacudiendo el velo
del sueño y el alba… 236

…De rumor sonoro


fue construido el molde
que cuajó el concepto…
...
imbatún tañendo,
maritúm andando,
designio de sones:
pétreo-son de signo.

--------------------------------------
Son de piedra,
tallando apenas,
parco-son,
obstinada ternura,
fluyendo lenta,

Son sonámbulo,
sonsonete,
Sonsonete de son,
de son vendiendo,

Sonámbulo sonsonete
de baqueta tarareando,
trinando,

rasgando
de blanco
el austero
silencio,

tiñendo
de voces
y sones
la aurora…

237
VIII

ESTO EL SUEÑO LA VISIÓN LA PESADILLA EL IMPOSIBLE

NO HAY SOMBRA QUE ME


EMPAÑE
NI FULGOR QUE ME ASOMBRE,
FLUYE MI VOZ Y TAÑE
238
LOS ECOS DE MI NOMBRE.

Eso, marimba rezas,


enhebrando con enes
tus sones, y en madejas
que madejando vienes,
cae la luz del sol
a plomo en tu madera,
y expande el girasol
cantos de enredadera.
ESTO Así soñé
que ELLA “DECÍA”,
y yo “pensaba”:
ENMARIMBADO
PROVOCA EL DÍA
ENMARIMBADA
EL AGUA,

BOCA ENTREABIERTA
BESA
239
VARADO VERSONORO.

PROVOCA

EL SUEÑO
0
Leña que va cayendo
desde el sueño del hacha
a la espalda del indio.

Gemidos que se ahogan


pataleando en tablones
que adoran a la muerte. LA VISIÓN
Selva que se abre. 240

PROVOCA
Raíz que se desgaja.

Gotas de sangre baqueteante


que baqueta a baqueta van dejando
roja la tarde, roja la canción.
Leña va yendo
sueño gime lamento
lamiyendo
soyendu
gimeleñando
eño suvayén
suvayén suvayén