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Antología en tiempos de
coronavirus, cuarentena,
toque de queda y Ley Seca
-5 años y un piquito más
del Proyecto editorial Los zopilotes- 2
Proyecto editorial
Los zopilotes
©Título original: Antología en tiempos de
coronavirus, cuarentena, toque de queda y Ley Seca.
-5 años y un piquito más del Proyecto editorial Los
zopilotes-
©Primera edición en
«Proyecto editorial Los zopilotes»: 2020
En este momento, diez de abril del 2020 después de Cristo y a las cinco con
cuarentaicinco minutos de la mañana, nos encontramos a X día de
cuarentena debido al Covid-19, por lo tanto parece que todos los días con
sus noches son iguales a pesar de que en sí mismos todo es tan distinto,
como siempre, como toda milésima de segundo en esta vida.
En la música del fondo dice Andrés Calamaro que te quiero, pero te
llevaste la flor y me dejaste el florero, y además te olvidaste abril en el
ropero, pero aún así te quiero igual; más bien, primero te quiero igual. Esto
puedo parecer una canción de amor, y seguramente lo es, pero también es
la sentencia que confirma el desarrollo de cinco años y un piquito más de
labor editorial publicando libros contra viento y marea, que en definitiva 7
continúa siendo una historia de amor, a pesar de que empezó como
jugando y como quien no quiere la cosa con el Cantos de baches mojados...,
tal cual como todas las historias de amor que merecen la pena ser contadas.
En fin, estamos encerrados: en Guatemala hay toque de queda y Ley
Seca, en La Antigua Guatemala no hay Semana Santa y en el mundo no
hay futbol… Situaciones más que meritorias para hacer esta compilación.
Entonces, he aquí una síntesis de lo sucesos últimos plasmados en la
inmortalidad del papel café de Los zopiltoes -esta vez desplegados en el
infinito invento del Internet-, de la carroña literaria.
Pase a leer y disfrute porque, hoy sí, quizás hay más tiempo que vida:
tenemos poesía, cuentos, prólogos, etc., etc., etc.
EYNARD…
LA ANTIGUA GUATEMALA
10 DE ABRIL DEL 2020
EYNARD W. DE CONQUEABUR
LA ANTIGUA GUATEMALA, 1990
-publicado en febrero del 2014-
ISBN: 978-9929-40-430-4
(…) poesía de
tantas partes de esquinas de
sabores de todo tipo (…)
¿Es posible hablar de belleza ante una propuesta como esta? Pues claro
que sí. Porque la belleza no es solamente lo idílico, o lo académico, o lo
impresionante, o lo feo, o lo reglado, o lo no reglado, o lo tétrico, o lo
sublime, o lo sangriento, o lo real o lo fantástico. La belleza no viaja casi
nunca en una sola dirección, y hay poemarios justificados no por su
expresa calidad estética, sino por algún motivo vital, como un sentimiento
que debía a toda costa ser expresado o un deseo de decir sinceramente, que
vale más que cualquier expresividad que sólo conquiste el ánimo de los
especialistas. Puede ser el caso particular de estos poemas que su búsqueda
genuina de una vestimenta nueva para el mismo muñeco gastado de la
vida resulte, para algunos, demasiado procaz, poco refinada; para otros,
demasiado artificiosa. Pero es un valor evidente de que hay respecto de
estos poemas mucho, muchísimo para pensar, hundirse y reflexionar.
Quizá la mejor forma de hablar de belleza a la par de los poemas de Cantos
de baches sea recordar aquella frase de Alain: “Lo bello no gusta ni disgusta,
sino que nos detiene”.
SABASTÍVONAS
11
CXVIII
13
CXXXIII
ALLEN GINSBERG
(De “Poema whitmaníaco”)
-publicado en agosto del 2014-
ISBN: 978-9929-40-547-9
Ismael Labrador
Me fue dada la misión de reflexionar acerca de las páginas que siguen. Tal
vez fue una decisión del azar. Pocos podrán decir que era más bien a mí a 16
quien estaba destinado el oficio de zurcir este pequeño prólogo.
Esta es una antología de contemplaciones. Aquí orbitan varios mundos
alrededor de una sola chispa expresiva. ¿Es una acusación decir que los
autores ─Otto F. Guzmán, Luisa Fernanda Cordova de Burmester, Gerardo
García del Cid y Marlon Hernández─ desamarran el nudo de su
sensibilidad sin cuidarse de nada ajeno a ellos?
La creación lírica tiene linderos invisibles. Aquí se olvidan. En Silencios
suspensivos no combaten lo romántico y lo clásico, las dos grandes
mansiones de la poesía de antaño. Esta es una obra que ha alcanzado un
puerto más sorpresivo.
Hasta un ayer ya muy lejano, la poesía era imagen de la vida real.
Cambiaban las formas de imaginar, pero no cambiaba la sustancia abonada
por las palabras. En la actualidad, parecen ser los seres humanos quienes
se fugaron de sí. Existe una desconexión absoluta entre ellos y la realidad.
Desde hace algunos años, los artistas no solamente buscan nuevas formas
para expresarse, sino una sensibilidad y una conciencia anacrónicas.
Hoy se le llama poesía al testimonio escrito de la subjetividad de un
autor. Con singularísimas excepciones, al escribir ya no se busca crear una
realidad que aprehenda desde sus hondas raíces hasta su superficie más
dramática el mundo en que vivimos. En el presente, basta con dejar
constancia sobre el papel acerca de crisis, manías, experiencias y pequeñas
ideas, para conseguir el laurel de poeta. ¿Cuál es, pues, el contenido de la
poesía contemporánea? El ajetreo incesante del individuo alienado en
medio de la realidad y todo cuanto en su alma habita, el cisma persistente
entre el ser humano y el universo.
Hormiga,
hormiga de hormiguero infinito,
escarbas en la mente y en los dedos
laberintos para dejar escapar los sueños.
(L. F. C. B.)
(…) somos
como esas dos polillas suicidas
que van ciegas a hacia la luz
que calcinará sus vidas… 18
(E. W. C.)
No hay llanura
donde no habite
el llanto.
(L. F. C. B.)
La poesía podría ser el reino más pequeño de la tierra. Así sus habitantes
pueden esconderse en dos de cada mil palabras.
19
MARLON HERNÁNDEZ, LA ANTIGUA GUATEMALA
MEDIADOS DE LOS AÑOS OCHENTA
.
.
.
.
.
.
.
.
**
***
Hormiga sonámbula,
he usado tu imagen de embriaguez para
cartografiar el cielo y el infierno.
21
El hormiguero olvidó tu canto,
la línea perdió tus pasos
y aún así te encuentro de regreso
como sugiriendo un retorno,
un intento de volver.
No me obligo a reencontrarte
ni siquiera entre los recovecos del alma
porque por ahí te encuentras aunque
estés perdida.
Forcejeando como siempre
entre la oscuridad con los trazos del ciego que te vislumbra…
Hormiga,
hormiga de hormiguero infinito,
escarbas en la mente y en los dedos
laberintos para dejar escapar los sueños.
Me circuncidas la fe
en las gotas de la conciencia,
como si el preámbulo de la creación
fuese el pecado…
y pecas.
GERARDO GARCÍA DEL CID
.
.
.
.
Esta claustrofobia
Este soñar sin sentido
Este latir inacabado
Estos besos partidos entre tu labio mayor
y tu labio menor
Esta llegada sin partida
Este náufrago sin barco y sin mar
Este muelle que no espera a nadie
Este trago en mi boca
Esta sed privilegiada
Esos labios sin privilegio
Esta barba sin afeitar
24
Este último trago que espero nunca se acabe
Estas ganas que me traicionan
Esa traición que tuvo muchas ganas
Esta no es mi cama, pero por esta noche la sentiré mía
Este trago que se los juro se quiere acabar
Este reloj que si no se muere juro que lo mato.
OTTO F. GUZMÁN
26
ANA MARÍA IZA
(De “Carta a mí misma”)
CHRIS KUMMERFELDT QUIROA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1986
-mayo del 2015-
ISBN: 978-9929-707-00-9
Todo ritual
todo acto de escribir 27
es intento de llamada
Una vez se abre una puerta se debe procurar que permanezca abierta, como
invitación a entrar o a salir. Así sucede con la poesía porque una vez se es
poeta, se hará oficio exhaustivo para aquel que la entiende, la vive y la
habita. Estoy ahora de pie frente a la invitación de la palabra y esta viene
de Chris Kummerfeldt. De oficio cineasta y de beneficio poeta. Se sentó por
un tiempo prolongado a dar vida a estos versos que son como fieras: el
primer acercamiento es letal, pero en la dosis correcta son apacibles.
Una fiera no tiene memoria hasta que haya saciado su instinto de sangre,
así fluye la poesía de Chris. Evoca sin rodeos la necesidad de saciarse,
saciar la mente y el cuerpo, calmar el apetito voraz de la sexualidad, de la
memoria y de la permanencia, después vendrá el sosiego que traerá
consigo, como animal calmado algo más que su instinto: el amor.
¿Qué infiernos habrá tomado el poeta, para descuartizar a las amatorias
y luego recordarlas? Hasta aquí el camino es incierto, pues la poesía
siempre brota del interior de quien la escribe. Los versos de Chris
Kummerfeldt lo retratan a sí mismo, sin la intención que alguien más lo
descifre, pues su obligación en este poemario es personal y no responderá
al espectador, su poesía se lo exige y así, se ha desbordado y ha aprendido
llenar con ese rebalse el suelo, el viento, las soledades y la renuncia a sí
mismo. Posiblemente haya calmado su sed.
Te siento demasiado
Porque en estos versos hay calor que quema. Hay heridas abiertas y
muchas incertidumbres. Ahora Chris es. Porque se atreve a liberar a sus
demonios. Porque se aferra a las posibilidades: si tan solo te hubiera dicho…
y el resto de posibles renuncias o comienzos que derrumban los muros de
cualquiera y denotan el tránsito definitivo de quien escribe los versos.
Porque en búsqueda de miel en los labios de la ilusión se encontró con el
vino agrio del desdén. Así caminan los versos de lo humano. Estamos aquí
para sentir.
Estos poemas no se acercan a lo rigurosamente académico, tampoco son
aproximaciones a la poesía por capricho, son escritos que pueden ser guías
28
en el limbo de almas vagabundas, donde Christian recorre desde hace
varias lunas, los bordes de estas letras que poco a poco van dejando huellas
profundas. Tatuajes o quemaduras.
Tal vez así se alejen con los vientos los habitantes de la poesía de
Kummerfeldt. Tal vez, incluso, él mismo deje de habitarla, pero la tinta es
herida y el papel es piel. Entonces, Christian dejará de ser y será algo más.
Pero la poesía que haya brotado de él fue, es y será la misma siempre. Tal
vez solo él la entienda o tal vez alguna luz de ella podremos atisbar. Tal
vez la luz nos habite o aprendamos a dejarla de lado, listos para zarpar al
espesor de nuestra propia negrura o bien volar a los amores que
afortunadamente se den.
La puerta seguía abierta. Es tiempo de partir.
Otra vez
dime cuándo abrir las ventanas
y escapar como viento repentino.
29
LO QUE PIENSO ANTES
DE UNA REUNIÓN DE TRABAJO IMPORTANTE
le ofrecí hoy
al niño de la esquina
al niño con moscas como dos ojos inquietos:
una orden de compra que produje
que procesé
que no quise entender
que me parece irrelevante
al destino del mundo
al futuro de esta supuesta economía
al estómago del niño de las moscas
trabajo pensando en ti
no trabajo mucho entonces
te escribo mientras el supervisor se pasea supervisando
a sus responsables empleados para que no hablen por teléfono
con amores imposibles
con belleza en sus memos
con sueños de dormir a tu lado una vez más
no me llegan noticias de ti
no llega tu olor a domingo
no me llegan visiones de tu espalda desnuda
y apaciguo mis ansias con noticias como
el sr. agustín reporta crecimiento trimestral
o que el dow bajó 2 puntos en la jornada de hoy
33
VERSOS PARA HIPERBÓREOS
f/ nosotros y no ellos
nosotros
queremos ver este mundo arder:
este es el fin
nosotros
viviremos en la infamia
así como llama la noche
a sus adeptos
será esta nuestra última muerte
nosotros
la conversación
entre la niebla y el faro
nosotros
la meditación del trueno en su descenso
somos las manos nunca antes ancladas a las nuestras
marchamos a tu piel
la cantera
sin temor a ser simples ofrendas
de las horas finales
guerrilleros sin sierra
vejámenes de nuestros tiempos
nosotros somos el odio por las vitrinas
dormimos en carros
nos deseamos como con los días contados
con abandono de tren
arrinconados en plazas tomadas
protestando contra todo
menos tú, onírica,
desde el infierno de la mayoría de edad 35
apretando fuerte
empuñando la inocencia
aferrados de tu mano
como si de traicionar algún futuro se tratase
para los que vendrán y se fueron
nosotros
quisimos a nuestra manera
que es más de lo que muchos
hombres pueden decir
en esta hora
y nosotros
hasta creímos tener la razón
airados como ciclones minoritarios
indígenas de un nuevo continente
recién creado
despoblado sino de voluntad volcánica
explorando dormitorios y usurpando gobiernos de nadie
ya no nos apiadamos de dios
somos temibles en nuestra caricia más leve
el pueblo del desierto cansado
los que otorgarán el derecho
de sollozar en paz
sí, a nosotros se nos corre la patria como maquillaje
nosotros sabemos:
tenemos alma
porque la sufrimos
dilatamos en ella
y causa vergüenza
y la callamos
por eso al vernos
por encima del cuaderno
esperando el mismo bus
la marca del que vive dentro
bailamos en el mismo fado inaudible
nos sonreímos 37
tan sumidos en censura
que apenas notamos
que no estamos solos completamente
tan solo a ratos
con nosotros
millones de manos sin nada que construir
todas las sombras que nos pertenecen
y no pertenecemos a este mundo
tan solo seguros que la juventud
nos dejará por otros pronto
aún más silentes
tal vez ya demasiado
para recobrar la última voz
nosotros
hablamos al aire
nos reímos de nuestro propio reflejo
abandonamos la esperanza
antes de que nos abandone a nosotros
somos
los perdidos
los buscadores 38
los fatigados
nos arrimamos más cerca
con miedo de no tener futuro
los poetas que odiamos los finales
más que los principios
los que se encuentran a sí mismos
en su lecho de muerte
vivimos
sin orgía que menospreciar
con la piel tan inflamable
que evitamos el sol
somos amantes sin fronteras
vientos que pasarán por manos abiertas
una sola vez
pues nosotros
liberamos los días
aniquilamos las llaves de sótanos
descampamos en oficinas abandonadas
con pulmones llenos de aire condicionado
no podemos ya
contener tu nombre 40
confundimos vida con muerte y muerte contigo
pudiste no unírtenos
flacos de no leerte
cómo no creer
existimos si llamas
seguros
nosotros
vendrás
somos tantos
nos vemos a los ojos
y sabemos que pertenecemos
a la fiebre
de tu visión
y se interpone la excusa
de seguir viviendo
si no venos aquí
nos tienes a tu lado
escuchen bien
no venimos por su vida
estamos aquí por su muerte
entramos en ráfaga
las fábricas destituidas nos reciben
el campo sin labrar nos reclama
la montaña abandonada nos aplaude
los ríos de espuma ríen por fin
invocamos arena
tragamos tormenta
te seguimos
a tu risa de lluvia tropical
a tu olor de infancia
por esta marea gris que llamamos vida
por ustedes
que se besan las manos
después de jalar el gatillo
nosotros violamos francamente
sus jardines impecables
los refrigeradores abarrotados
la soberbia de sus impuestos
la colección de arte 42
a la cual perteneciste
te acercas
hay luna suficiente
irradias brisa
concierto de verano
poemas de bus
el himno del orgasmo
para ellos
para su olvido consecuente
como los sueños sin fulgor
que a medio día ya nadie recuerda
son eso mismo ustedes: olvidables
niña gris
sin tierra que labrar 43
salvar
nos enfrentas a ellos como ola al arrecife
con tu tratado poético sobre flores desconocidas
sed por llovizna tardía
revelaciones como tu amor
que lo es todo y es nada
que está en todas partes y no se encuentra
que me quiere pero no solo a mí
estandarte
sería tu espalda desnuda
tu aliento atraería selva
y nos traga la miseria
de ser quienes no somos todavía
arcana, digo,
ya solo hablas con los gatos
nos has regalado toda la soledad
como si fuera tuya para dar
esa soledad para que nunca haga falta
y traes viento 44
para que canten las casas
y sus vigas erguidas
los andamios de la entropía
de tu universo fértil
techo que logre albergar esta tu raza
catadora de presentimientos
silueta de tu cuello
más perdidos que la humedad
nos desgranamos ante ti
infringes este círculo enfermo
nos separas de tu ausencia
nos elevas una oropéndola a la vez
les vemos desde aquí
a ellos debajo
corrientes esperando su fin
descalzarse al mar
dispersarnos en tu sal
dejarles atrás al probar tu desnudez
contigo podemos ser más que solo nosotros
diluvio mío
desde dónde llamas 47
cuando en ti pensamos?
fecundos hoy
cuando en ti nos sabemos
Recordarse de las tinieblas,
hundirse en las desgracias
y compartir lo recabado en el infierno,
he ahí la importancia de estar vivos.
48
Del Libro de los ojos observadores
-publicado en octubre del 2015-
ISBN: 978-9929-707-01-6
50
LA UNIÓN
Esta tarde, Raúl, que fue quien condujo durante el viaje, pasó media hora
buscando la llave del Honda. Asegura que no están ni en su pantalón ni en
el cuarto. Desde nuestra llegada nunca nos hemos subido al auto ni lo
hemos arrancado. Después de eso, David se puso furioso y nos pregunta
ahora por el paradero de Marcelo. Pienso en la conclusión evidente sin
decir nada, y sé que David y Raúl piensan lo mismo que yo: Marcelo se ha
ido con el carro y, en lugar de sentir la desolación que sintieron los
soldados de Cortés cuando quemaron las naves que representaban la única
posibilidad de regresar, nosotros solo sentimos cierta forma de alivio. Es
una especie de confirmación tácita de algo que ya habíamos aceptado
desde que llegamos.
Marcelo y el Honda regresaron hoy, dos días después de su infructuosa
partida. Por fin ha comprendido el significado de La Unión.
53
CRÓNICAS POTOSINAS
Date: Fri, 1 Nov 2013 19:52:09 -0600 Subject: Crónicas potosinas From:
volubilidadsentimental@gmail.com To: G@nihilismoeditorial.com
Reino de la nueva españa, sobre las ruinas de tenochtitlán, primero del mes
del último plenilunio antes del solsticio invernal.
A esta hora debería estar en mi cama, descansando, contándoles a mis
hermanos la historia de alex, la ambulancia y el peruano. Debería estar feliz
de estar de nuevo en casa... un poco triste de regresar. Insisto, debería. En
cambio estoy en el aeropuerto de DF tomando un café de estarbucs,
escribiendo la historia de Alex, la ambulancia y el peruano.
La cena de gala fue un fiasco. En San Luis nunca llueve, excepto los días
de fiesta. Cuando éramos los únicos en la mesa apareció Cuyubamba con
su característico acento peruano, una sonrisa en el rostro y ganas de
involucrarse en la típica charla de bolo. El tema de hoy: 'mujeres y 54
traiciones'.
A eso de la media noche nos sacaron del salón. En el parque donde hay
un rey francés (lo deduzco por el uso de la 'flor de lis' en el escudo, pero
que se yo de esas cosas) alex y cuyubamba se pusieron a discutir sobre
gravedad análoga.
Cuando hablaban de robeli, eshmerlac y los rusos 'porque esos cerotes
no son europeos' escuché el silencio que precede a la buitreada. Me ahuevé
cuando lo que salío fue un hilo de sangre y alex se aguadó. Cuyubamba y
yo lo cargamos, intentando llevarlo a un lugar donde se pudiera sentar.
Allí fue cuando se desmayó y comenzó a vomitar. Lo de la cena fastuosa
de hace meses, de cuando vomitó fastuosamente, no fue ni mierda. Lo
cargamos como pudimos hasta un taxi que no nos quiso llevar.
Estaba semiconciente, al menos sabía su nombre. Tirado en el suelo yo
lo sostenía para que no se asfixiara con su propio vómito.
Aquí comenzó la parte jarcor de la noche: comenzó a tener un ataque de
asma. Jugué a la dominatriz y a fuerza de gritos le ordenaba que respirara,
le ordenaba que sacara el aire, le ordenaba que no se muriera: estas son las
cosas a las que me compromete.
Los cargadores de la banda de la fiesta que nunca comenzó llamaron una
ambulancia. Cuyubamba vomitó un par de veces y se disculpaba por ser
inútil. Lo mandé a llamar a los federales para que nos ayudaran. 'Tiene
veinticinco años, es asmático, vomitó sangre, está bastante débil y pierde
la conciencia por ratos. No somos de aquí, nunca lo había visto así y estoy
muy asustado aunque creo que hice lo mejor que pude'. Fue lo primero que
dije. Aún así los paramédicos no nos querían llevar.
Convencí a los federales que no habíamos bebido tanto. Los federales
convencieron a la jefa de la ambulancia de que nos trasladaran al hospital
estatal. En realidad él solo se tomó dos botellas de ron. Yo, milagrosamente
estaba sobrio. Alex estaba realmente débil, no se le sentía pulso y respiraba
a unas 15 veces por minuto con eventuales momentos de asfixia.
Cuando intentaron subirlo a la camilla tuvo un ataque de pánico y pidió
que 'lo dejaran morir porque no aguantaba el dolor de estar vivo'. '¡¡¡Dejate
de escenitas que aquí el dramático soy yo!!!' Cuando grité eso se
tranquilizó... tenía que tomar el asunto con un poco de humor, sino me
llevaría más la gran puta.
Los paramédicos no entendieron mi humor negro. En la ambulancia,
Alex no se dejó poner el oxígeno, ni los monitores de ritmo cardiaco... se
repitió la escena de los gritos dos veces más antes de que se desmayara. 55
Cuando llegamos al hospital el médico de turno, tras las evaluaciones del
caso, determinó que el ataque de asma había pasado. Todo lo que tenía era
una borrachera. Nada más.
El paramédico de la ambulancia quería dejarnos en la puerta del
hospital. Convencí a la jefa de que nos llevara al hotel. El administrador y
Paulino me ayudaron a subirlo a una silla de ruedas. 'Es la habitación
cuatro cero siete' dije.
Se portaron a la altura de la situación. Para ese momento alex solo era
un bulto inerte, amorfo y embarrado en vómito. Ya en la cama me tocó
sonarle los mocos sanguinolientos que todavía le salían... 'Y vos sos el que
dice no entender como un ser humano puede disfrutar de limpiar la mierda
de otro ser humano' sentencié mientras le limpiaba el vómito de la cara.
Para ese entonces eran las cuatro de la madrugada. Apenas amanecia
cuando me fui a dormir.
No lo vayas a regañar, creo que ahora si va a entender que no tiene que
hacer esas muladas. Al menos eso espero.
A mí me dejó el avión porque me quedé dormido después de comer
comida china... 100 pesos por un volcán de cuatro platos. Historias que me
pasan, nada más.
Saludos.
PS: Escribí bastante porque estoy aburrido de esperar que salga el nuevo
vuelo. Yo tampoco se quien es paulino.
56
PERSONAJE DE RENOMBRE
Gabriela Aguilar
Ciudad de Guatemala
3er. lugar
Para Álvaro…
Ahora tenía que hacer uso del mismo… No es que hubiese pasado por
tantas desgracias, inconvenientes y cursos obscenos para que ahora todo
resultase inútil. Para aplicar sus conocimientos necesitó de una
oportunidad. ¿Quién iba a proporcionársela? Tenía que mostrarle su
esencia al mundo para llevar a cabo el proyecto Prestigio. En el camino
notó que no tenía esencia alguna. Nunca había podido pronunciarse a sí
mismo porque no existía tal cosa. Era un ser neutro, un experto en
repeticiones y en memoria, pero nada más. Después de una búsqueda
exhaustiva, terminó por resignarse: no tenía voz. Acudió a los pasajeros
del bus, a sus dos únicas amistades, a sus colegas y hasta a su mamá por
un consejo. Sus allegados parecían algo incomodados ante su pregunta y,
sin saber qué replicar, optaron por desviar la conversación. Un comerciante 57
supo darle una alternativa. La propuesta era simple: tenía que tomar una
voz ajena, quizá la de alguien por quien tuviera admiración, si es que acaso
un vacío podía tener ídolos. Tomó la sugerencia por descabellada, pero
por las noches, cuando estaba entre su cama, se le hacía llamativa. Solo
había que encontrar un perfil impecable y arrancar su voz. Así, pasó largos
periodos deliberando sobre su inminente presa. Llevaba sus pequeños
prismáticos dentro del bolsillo, los sacaba en las cafeterías, en los bares, en
las oficinas y en la calle. La decisión la dejó a la ruleta. Si seguía
postergando la elección, acabaría por morir nulo. La voz cazó
perfectamente dentro de su garganta, se deslizaba fácilmente y el tono le
sentaba bien. Naturalmente, cuando logró familiarizarse con su nueva voz
empezó a aburrirse de la misma. Pronto se le ocurrió que cada voz digna
de sí que se topara, la conquistaría. Tirano nato, se excedió en sus hurtos y
su vicio se expandió por terrenos inconcebibles. Acabó por despojar a cada
habitante del pueblo de su respectiva voz. La palabra nacía y moría en su
boca. La gente silenciada añoraba los chistes, las leyendas urbanas, los
dichos y las historias cotidianas. Le tenían por un ídolo, el único capaz de
conservar la voz, el elegido, el que produce fonética para el bien común.
Cuando su fama parecía llegar a un tope, hizo un gesto que le trajo su
mayor reconocimiento: en beneficio del pueblo, donó cinco párrafos y dio
una orden subsiguiente de repartirse las palabras entre todos los mudos.
58
Canción de la esperanza
en el camino inútil
de mi vida, tus manos
cruzan como dos alas
cargadas de ternura
59
YOLANDA BEDREGAL
(De “Canción de la esperanza”)
ALBERTO ARZÚ
CIUDAD DE GUATEMALA, 1976
-diciembre del 2015-
ENTRADA
La Nueva Guatemala
de La Asunción
el Paseo de La Sexta
la 204 que me inspiró
La soledad de la tarde
los recuerdos de infancia
la posibilidad de ser
ese hotel que me auxilió
61
el Bar Central
la noche de poesía
el concierto de zOé
y la prontitud del RENAP
muchas gracias
62
soy de un país llamado Guatemala
donde el olvido existe,
aquí todo se niega
aquí se vive en el pasado
aquí se muere por nada
aquí se elige un idiota cada
cuatro años
soy
soy la misma
la misma muerte
con suerte mi muerte
tu muerte
JAMES JOYCE
(De Retrato del artista adolescente)
MANUEL MURRIETA SALDÍVAR
CIUDAD OBREGÓN, SONORA, MÉXICO
Editor y fundador de Editorial Orbis Press: www.orbispress.com
y del Culturadoor: www.culturadoor.com
-publicado en noviembre del 2015-
ISBN: 978-9929-707-02-3
Poecrónica en las urbes… nos transporta a un viaje sin tiempo, sin fronteras.
Manuel Murrieta no solo derriba y destruye murallas, sino que las penetra
y nos guía a través de un espacio real e imaginario, haciendo un recorrido 67
SAÚL CUEVAS
ARIZONA STATE UNIVERSITY
TEMPE, ARIZONA, USA
LA MORADA DE BERNAL
[Antigua, Guatemala]
Para Esperanza, Hansen y Eynard
III
Desde los primero poemas nos transmite su deseo profundo por conservar
la vida, de construir realidades que no obvien el significado que esta tiene
para los demás. Así, podemos encontrarle hablando de cultura y de
memoria, de luchar por ellas y preservarlas, de tomarlas como
herramientas fundamentales para cualquier cambio social sin olvidar la
opresión del olvido, la explotación y discriminación de quienes buscan
amansar cualquier deseo de cambio popular.
Tú representas
74
el asesinato masivo
de tu sano pueblo
Sentado
en sereno derrumbe
mi acompañante
un Tony presidios
me veía infinito
No por ser de sus primeros trabajos lo hace menos importante. De hecho,
es eso lo que hace que su trabajo sea extraordinario y que lleve consigo la
pizca de genialidad necesaria y justa. Este libro no solo puede ser leído,
sino releído y recitado, allí es donde se encuentra la verdadera importancia
de cada poema, pues al volver a ellos no solo se descubren nuevas
vicisitudes del Abner Cottóm; de la vida y de la muerte, sino que también
como lector, se encuentran cosas, de nuestra vida y muerte.
HEBER PÉREZ
76
OBSESIÓN, AÑORANZA, DUDA, VOZ
Comunión humana.
Seguridad orgiástica de tribu.
¿Qué pueblo aún es danzarín?
Jugar con el viento en las manos.
Capturar la piel en formas de animales.
78
DEJÁ LA LLUVIA CAER
De la vida a primates
al 29 de diciembre
De primates a homínidos
al 30 de diciembre
De homínidos a homos
al 31 de diciembre
80
De homos a humanos
31 de diciembre a las 22:30 horas
¿De quién?
De vos chanchit@
81
PRIMO LEVI
-publicado en noviembre del 2016-
ISBN: 978-9929-707-03-0
PREFACIO
FERNANDO VÉRKELL
PAOLO GUINEA OVALLE
CIUDAD DE GUATEMALA, 1975
84
DIEGO VENTURA PUAC-COYOY
QUEZALTENANGO, 1991
[3]
Lo importante es recordar
que nuestros cuerpos son nómadas
en rutas de viento
historias apenas hilvanadas
por el débil rojo de la seda.
[5]
Entonces
repararé los vestigios del hilo rojo
que rompimos al irnos de este plano
y con él
amarraré nuestra existencia para siempre.
[7]
Y la última contradicción que encontré
al final de mi camino
fue el tener que envolver mi cadáver
entre los trozos
del cadáver de un árbol.
ANA GABRIELA ASTURIAS
CIUDAD DE GUATEMALA, 1989
.
.
.
.
BELIAL
Mierda!
Esta mancha de sangre 87
se ve muy fea
en el teclado de mi nuevo celular.
DIANA MORALES
CIUDAD DE GUATEMALA
MONÓLOGO DE KATANA
AZUL
Sentados en la cama
te cuento los versos muertos,
esos
a los que no me atrevo.
89
Te ríes. Silencio.
Sonríes. Te amo.
Te ríes de nuevo.
Sabemos el juego:
entonces…
Vuelas. Agitas
el aire
con tus alas.
Mueres o matas
─la muerte es nada─.
Laureles me pones.
Te diviertes,
juegas.
Me provocas.
La lluvia cesa
─¿o acaso
era un sueño?
Un beso y se eleva.
La lluvia vuelve y ella
que es curiosa
va a tenerla.
90
Flores eres, balcón y jueves.
La lluvia,
el sigilo del macho que acecha
las espaldas desnudas de una hembra.
La ciudad se muere azul
dos veces.
No hay estrellas.
Ni una sola en todo el techo
pero tú…
pero en tu pecho…
Eleva tus pecas
que las reclama el cielo.
91
FABRIZIO QUEMÉ
CIUDAD DE GUATEMALA, 1990
0001
Las palabras usadas para denominarnos
Yacen enterradas bajo la piel que hemos arrancado de nuestros cuerpos
Bajo nuestros músculos desgarrados
Bajo los huesos triturados
Y venas reventadas
00002
El Universo está saturado de fotografías innecesarias
No hay más espacio para la inocencia
Pues todos los cuerpos han dejado de ser vírgenes
Y hoy 92
Solo quiero esparcir mi sombra,
Sobre las luces intermitentes de esta ciudad pos apocalíptica
Mi saliva,
Sobre esqueletos biónicos, carentes de fluidos corporales.
0004
Contagiarnos de rabia también debería estar de moda
Asfixiarnos de tanta toxicidad
Hasta que las contracciones nos hagan eyacular.
0005
Nuestros Ojos fuera de orbita. Garras clavadas sobre el asfalto.
Flores genitales, surgiendo de nuestros bellos orificios.
MARLON FRANCISCO
CIUDAD DE GUATEMALA
AJBE´
Camino siempre
desde antes de abrir los ojos
desde el pasado
ya venía caminando
soy viajante
Triste
con hambre a solas
sigo acumulando pasos
marchando sobre esta rueda del tiempo
Hoy no he descansado
no he dejado de andar por el sendero
PARA CECILIA
Ayer
escribí una carta
sin destinatario.
Fue pasatiempo inútil
llamado desahogo,
soledad.
Cien líneas
y ninguna frase
de cortesía o perdón.
Era fácil,
dos o tres años atrás.
La tinta
se secó en otoño;
¿o en invierno?
No recuerdo. 94
Ayer
solo encontré papel
y un trozo de carbón.
No era tu estilo,
tampoco lo era la carta.
Era de nadie,
ya lo dije
desde el principio.
Un mar sin orilla,
sin luna, sin sol,
sin anillo…
Olvida eso,
lo haces muy bien.
¿Qué decía?
Nada quizá;
no lo sé,
me gusta divagar.
Disculpa.
RUBÍ VÉLIZ CATALÁN
.
.
.
.
.
.
.
BAMBALINAS
LUNA DE SANGRE
Luna de sangre
sobre tierra violenta
Vorágine roja
que devora y destaza
a sus más amables hijos.
Sangre que se rebela
y se alza en las plazas
empapa nuestros sueños
nos persigue
con la posibilidad de no sobrevivir hoy 96
de velar al ser querido
bajo su asfixiante luz
Luna de sangre
presagio fundamental
de las más devastadoras visiones
Inyectas más locura
al atribulado corazón
y masacras la esperanza
de un país que nunca existió.
KAREN VALLADARES
HONDURAS, 1984
Sospecho tu ausencia;
cicatriz abierta,
murmullo allá bien a lo lejos.–
Me voy y tu nombre tirita en mi boca;
me voy y tu nombre se desliza por mi entrepierna, 97
me voy y todavía no puedo decir completo tu nombre.
Me voy y no puedo decir nada, me tiembla la voz.–
en mi cuerpo desnudo hambriento de ti.–
98
ALINA KUMMERFELDT
CIUDAD DE GUATEMALA, 1989
.
.
.
.
.
.
II
No se corta el tallo
no se esposan ímpetus
no se esclavizan recuerdos
Se podan máscaras
por amanecer poemas,
se destapan hormigueros
para que nos pellizquen 99
nos hagan vivos,
se sueltan caballerías
para que cada sentimiento
encuentre
su trote
No se describen pasos
se inventan rumbos.
WALTER GONZÁLEZ
TOTONICAPÁN, 1981
ACTOS FINALES
LA CARRETA
100
sobreviviente de siglos en erosión constante agarrado
del pasamanos con el agridulce olor del cansancio
la piel se me quedó en todas partes en la cafetería en
la sala de espera frente al escritorio y en el baño
el aire pintado de luz me abofetea siempre que puede
y cierro los ojos
[1]
y tú y yo éramos indestructibles
La habitación roja
Hay gritos,
y flores,
una sanguijuela en la garganta.
101
No lloro, me desangro.
Hay agua,
olas en el estómago,
un embudo de mármol en el diafragma.
Y me ahogo.
*
Cruzar antorchas
ella las tiene en el tiempo
corro buscando
siempre
hacemos por huir y ocultarnos
masturbarnos con furia
acumularnos contra vos
como si algo más que morir a tiempo
pudiera salvar
*
Deambulo
de un extremo al otro
*
Volver a ser glándula
volver a ser gruta
como cuando cabíamos en alaridos
como cuando con vacío y apetitos
estábamos preñados
GERARDO GUINEA DIEZ
CIUDAD DE GUATEMALA, 1955
{}
Hoy, jueves de ángeles
—lejos está Yeats de Irlanda
y de las niñas del colegio Montessori de Waterford
El cuerpo de Leda se mece
en la música del silencio
son las 17:11 pm
—El arte de la vida y su asedio tenaz.
{}
En la calle, un sueño se hace trizas
/qué hacer con su vacío
Sus pedazos son una eterna caída
y lágrimas sobre la vida invisible
Afuera, el corazón se derrama
adentro, un hombre no será nombrado.
104
{}
Tiempo antes, tiempo después
/jueves de dudosa luz
Al borde de la vida
sobran los abrazos
/recuerdos marchitos
A las 16:14 regresa JE Pacheco,
el cáliz de su sangre
nos lleva a Eliot
cuando asoma su mundo
al hastío de una perpetua soledad.
DAVID GONZÁLEZ
ARGENTINA, CAPITAL FEDERAL, 1979
.
.
.
.
.
[1]
Uno camina
bien pegado al piso
con premura de cotidianeidad
de inmaculados pantalones pragmáticos.
La poesía es una baldosa floja
que te salpica para adentro.
[4]
mi antena fluídica
baja poemas de los cielos
mi perra los destroza 105
como bolsas de basura
desparramadas palabras
que nadie leerá
antepensadas pulsaciones
no adaptables al medio
han de perecer
titánica labor la del perpetuarse.
OMAR GARZÓN PINTO
BOGOTÁ, BOLIVIA
.
.
.
.
.
.
14.
(GELMAN)
Cada palabra que decimos nos desnuda.
Cada palabra que nos nace nos rescata de la muerte.
26.
(PACHECO)
Se tiene la lucha, se tiene el desierto, se tiene la incertidumbre.
En fin, el mundo.
Es necesario el oasis: si no hay versos, no podremos dar un paso más.
106
28.
(LOO)
Todo poeta es una promesa mientras vive.
El camino se encargará de decirnos qué tan falsa era cada promesa.
Y ayer será mañana
107
SAMUEL BECKETT
EYNARD W. DE CONQUEABUR
LA ANTIGUA GUATEMALA, 1990
-publicado en abril del 2017-
ISBN: 978-9929-707-04-7
Uno dice “silla” o “ventana” o “reloj”, palabras que designan meros objetos
de ese frígido e indiferente mundo que nos rodea, y sin embargo de pronto
transmitimos con esas palabras algo misterioso e indefinible, algo que es
108
como una clave, como un patético mensaje de una profunda región de
nuestro ser. Decimos “silla” pero no queremos decir “silla”, y nos
entienden. O por lo menos nos entienden aquellos a quienes está
secretamente destinado el mensaje críptico, pasando indemne a través de
las multitudes indiferentes u hostiles. Así que ese par de zuecos, esa vela,
esa silla, no quieren decir ni esos zuecos, ni esa vela macilenta ni aquella
silla de paja, sino yo, Van Gogh, Vicent (sobre todo Vincent): mi ansiedad,
mi angustia, mi soledad; de modo que son más bien mi autorretrato, la
descripción de mis ansiedades más profundas y dolorosas. Sirviéndose de
aquellos objetos externos e indiferentes, esos objetos de ese mundo rígido
y frío que está fuera de nosotros, que acaso estaba antes de nosotros y que
muy probablemente seguirá permaneciendo cuando hayamos muerto,
como si esos objetos no fueran más que transitorios y temblorosos puentes
(como las palabras para el poeta) para salvar el abismo que se abre entre
uno y el universo; como si fueran símbolos de aquello profundo y
recóndito que reflejan; indiferentes y objetivos y grises para los que no son
capaces de entender la clave, pero cálidos y tensos y llenos de intención
secreta para los que la conocen. Porque en realidad esos objetos pintados
no son los universos de aquel universo indiferente sino objetos creados por
ese ser solitario y desesperado, ansioso de comunicarse, que hace con los
objetos lo mismo que el alma realiza con el cuerpo: impregnándolo de sus
anhelos y sentimientos, manifestándose a través de las arrugas, del brillo
de sus ojos, de las sonrisas y comisuras de los labios; como un espíritu que
trata de manifestarse (desesperadamente) con el cuerpo ajeno, y a veces
groseramente ajeno, de una histérica médium.
ERNESTO SABATO,
DE SOBRE HÉROES Y TUMBAS
109
EL SOLITARIO
Despertar de la conciencia,
desangrarse,
conciliar nuestro palpitar,
la raíz desorbitada
de cuando somos y estamos.
Corazón sin minucias,
realidad desmigajada
es como tú y vos,
consagrarse al fracaso,
a la eternidad innombrable,
la otra mejilla,
tu otra boca,
nuestras venas abiertas por montones,
por coaliciones desventuradas 112
que se aventuran en su agujero,
el propio, el suyo, el vacío.
III
114
…y se regó en el barro.
115
ROBERTO OBREGÓN
MAGDIEL MIDENCE
TEGUCIGALPA, HONDURAS, 1984
-publicado en agosto del 2017-
LA PALETA DE MAGDIEL
(…)
(…)
117
(…)
MARINA MONCADA
12 DE AGOSTO DEL 2017
I
¿Matilda?
Infiernos o cielos
lo mismo da
Su cuerpo
diametral indicio de la locura
A las doce
corre Cenicienta
en su vestido de diosa 118
y en su cuerpo de
paraísos no descubiertos
por el ojo del hombre
¿Venus?
Infiernos o cielos
lo mismo da
So kiss me and smile for me
John Denver
después de la humillación
sobre
ALFREDO TREJOS
-publicado en noviembre del 2017-
ISBN: 978-9929-707-05-4
PREFACIO
Ivanna Chapeta
Ciudad de Guatemala, “zonaunera de toda la vida”, 1988
1er. lugar
Hoy Claudia se va por fin. Con sus gatos, como quería. Toco su mano, que
siento aún congelada, e intento enlazar sus dedos y los míos sin conseguir
nada. Me asomo a la ventana. La tarde está amenazando con volverse
noche. Los gatos suben a los techos con sed de las gotas de calor que
quedan en las azoteas. Ya casi no quedan rayos de sol.
Salgo, con su mano al menos entre las mías, a este balcón tan suyo.
Recuerdo que ella se quedó a dormir en el pequeño apartamento (en el que
yo apenas cabía) una tarde de domingo como esta un par de meses después
de que empezáramos a salir, y no volvió a su casa más que por sus cosas la
semana siguiente.
Tan pronto como pudimos, buscamos un lugar más grande para vivir
juntos. Esperábamos encontrar una casa en la que ella pudiera ver cómo
124
los techos se comían las tardes y un jardín para que yo pudiera pasar mi
tiempo a solas viendo crecer las plantas. Nada de lo que hallamos tenía
ambas cosas, por lo que decidí quedarme sin jardín y ella, a cambio, llenó
nuestra casa con mis flores y su risa.
Los primeros días fueron fenomenales. El amor nos encontraba por
todas partes y lo hacíamos incluso al cepillarnos. Luego íbamos a trabajar
y yo pasaba el día con ganas de verla en la noche. El problema es que
nuestras tardes pronto se aturdieron de rutina. Antes yo acostumbraba
salir a los parques a caminar, a ver flores o a sentarme a leer un rato.
También me gustaba ir a los supermercados a pasar el rato recorriendo los
pasillos sin decidirme a comprar nada. Intenté hacer lo mismo con ella,
pero todo le parecía muy tedioso. Tanto que decidió quedarse en casa
mientras yo iba por las compras los fines de semana.
Un día, al volver del trabajo, la encontré sentada sobre el balcón,
tratando de estirarse por algo que no alcanzaba a ver. Le pregunté qué
trataba de hacer, a lo que, poniéndose el dedo en la boca para que yo bajara
la voz, respondió “hay gatos”. Me acerqué a verlos y vi a un par de gatos
amarillos que estaban acostados robándole el sol al techo de mis vecinos.
Claudia estaba contenta como no la había visto en mucho tiempo. A mí la
visión me pareció repugnante, por lo que me alejé enseguida y le dije que
guardaría las cosas que había comprado esa tarde.
Después de un rato cerró la puerta del balcón y llegó a contarme,
emocionada, lo que había visto hacer a sus felinos amigos. Incluso sugirió
adoptar uno para nosotros. No la dejé terminar y le recordé que me
molestaban las mascotas. Mamá intentó tener algunos pajarillos cuando yo
era niño. Por las tardes, al cambiarles agua y comida, solía cantarles,
mientras yo la esperaba, lleno de cosquillas de envidia en el pecho. Un día
que me dejó solo, decidí abrir la puerta de su jaula y dos de los animales
salieron de nuestras vidas en un par de minutos El otro no se fue, así que
tuve que sacarlo. Cuando lo hice, me picó. No me quedó de otra que
deshacerlo entre mis dedos y tirarlo a nuestro techo. Mamá estuvo muy
triste. Yo traté de hacerla feliz cantándole como ella lo hacía con sus aves y
supongo que funcionó porque no volvimos a tener mascotas en casa.
Después de mi tajante negativa, Claudia no quiso insistir en el tema y
125
volvimos a nuestra rutina de cenar frente al televisor. Sin embargo, la
escena de los gatos se volvió frecuente. En lugar de esperarme en la mesa
o en la sala, como antes, ahora lo hacía en el balcón. Muchas veces quiso
que la acompañara, pero yo me sentía cada vez más incómodo con la
presencia de los animales tan cerca de nosotros. Además, sentía celos.
Había dejado de ir al parque para evitar que Claudia estuviera más tiempo
del que ya estaba con los gatos y a veces casi la arrastraba conmigo al
supermercado para hacer nuestras compras.
Me sentía inquieto todo el tiempo. Empecé a soñar con gatos. Gatos que
dormían en nuestra habitación y que dejaban caer su peso sobre mis pies
antes de subir ronroneando a mi almohada para tomar mi lugar en mi
cama. Despertaba molesto y discutía sin ningún motivo con ella, que cada
vez estaba más lejos de mí y más cerca de ellos. Sentía que la estaba
perdiendo. Que se la estaban llevando.
Al sentarme un día en uno de los sillones, el que estaba más cerca del
balcón, sentí que olía diferente. Le pregunté si estaba dejando entrar gatos
a la casa y me respondió, enrojeciendo, que no. No quise insistir en el
asunto, pero estuve estornudando hasta que fuimos a dormir. Claudia dijo
que sacudiría el polvo cualquiera de esos días.
Al día siguiente fui a trabajar más incómodo que nunca. Pedí irme
temprano (un poco después de la hora de salida de Claudia) y corrí a casa
en cuanto autorizaron mi salida.
Durante el trayecto pensé en gatos. Gatos en mi sala. Sobre mis muebles.
Sobre mi cama. Sobre Claudia. Me sentía asqueado de pensar que ella
pudiera haber tocado uno de esos animales. Al abrir la puerta de casa me
encontré a Claudia y un gato amarillo sentados en mi sillón favorito.
Ambos me vieron sorprendidos y el gato huyó en unos segundos. Insulté
a Claudia (y me arrepiento mucho) diciéndole perra traidora. Claudia
tomó el asunto con humor y me pidió que me calmara. Intentó acercarse,
abrazarme. Dijo que no había nada malo en los gatos y que yo tenía un
problema. Estaba defendiendo a los malditos animales. Le grité muchas
cosas. Tantas que se hartó y me llamó muchas otras. Dijo que yo era un
imbécil y que prefería irse a soportar mis inseguridades. Empezó a llorar,
pero yo estaba furioso. Ella me estaba llamando imbécil en mi propia casa
126
por culpa de unos estúpidos animales. Intentó irse a mi habitación y la
tomé del brazo. Me pidió que la soltara. Me dijo que no fuera “ANIMAL”.
Entonces la golpeé. La golpeé para borrar de su cabeza la idea de que yo
pudiera ser cualquiera de sus inmundos gatos. Yo no era un animal. Yo era
un hombre que había dejado su maldito jardín para que ella viera los
atardeceres y ella me había pagado pasando sus tardes con gatos. La golpeé
hasta cansarme, repitiéndole (gritándole) que yo no era ningún animal.
Nuestro piso se llenó de sangre de su linda boca. De su nariz. De su cabeza.
Cuando pude calmarme, ella había dejado de moverse. Intenté
reanimarla, pero todo lo que pasó fue que siguió saliendo sangre de sus ya
no tan lindos labios. Los malditos gatos me la habían quitado, como tanto
temí y ahora no sabía qué hacer.
Volví a tocar su cuerpo, a tratar de despertarla, pero todo en la casa
sentía que se estaba yendo. Entonces empecé a llorar y a pedirle que no me
abandonara. Que no volviera a entrar gatos y que volveríamos a estar bien.
La abracé, humedeciendo mi ropa y mi cuerpo con su sangre y dejé su cara
húmeda de mis besos. Le dije adiós, pero su cuerpo se negó a irse. Empecé
a pensar que no tenía un jardín en dónde esconderla. Me quedé junto a ella,
tocando su pelo, sus manos, su boca, hasta dormirme. Me desperté
abrazando su cuerpo frío y rígido. Su pelo se había pegado a mi camisa y
la sangre seca me hacía horribles costras en la piel. Besé por última vez su
boca y la abracé tratando de no lastimarla. No teníamos carro aún y no
podía meterla en uno para dejarla en cualquier lado. Todo lo que tenía era
esa casa y a ella. Distraído, salí al balcón y encontré a los gatos comiendo
algo en la azotea de mi vecino. Decidí que ellos se la llevarían. Fui por algo
con qué cortarla a la cocina y no encontré nada. Tuve que bañarme y salir
por un hacha. Nunca en mi vida había comprado ni siquiera un cuchillo y
no sabía cómo pedirlo. Afortunadamente en el lugar al que fui me
ayudaron, así que regresé con una enorme hacha y bolsas de basura a la
casa. Llamé al trabajo para decir que estaba enfermo y descolgué el teléfono
para evitar que me interrumpieran.
Entonces empecé a partir partes de su cuerpo y a meterlo en bolsas
pequeñas que iba poniendo en el congelador. Al llegar la tarde intenté ver
si mi experimento funcionaba y tiré un pedazo pequeño de Claudia a la
127
azotea. Inmediatamente se acercaron unos gatos que la devoraron en unos
minutos. Cuando amaneció yo seguía tratando de cortar a Claudia, a mi
Claudia. En total creo que llevo una semana alimentando a los gatos y
otros animales del sector con partes de ella. Cuando voy al trabajo, llevo
pedazos pequeños que voy repartiendo en la ciudad. Los animales deben
oler la sangre porque se la comen pronto. Al regresar saco de mi refri otras
bolsas y continúo con la tarea. Tuve que deshacer en el triturador su
estómago e intestinos. Me daba asco tener que manipular eso y tirárselo a
los gatos. El tórax también me costó mucho porque ella era muy delgada y
tuve que tirarlo todo en basureros clandestinos que voy encontrando. El
cráneo no fue complicado, pero me dolió mucho tener que deshacer la cara
de mi Claudia y quemar su pelo porque eso no se lo come nadie. Cada
vez que tiro alguna parte de ella, le digo adiós y le recuerdo que la amo.
Los gatos han venido acercándose al balcón por el alimento que les he
dado. Uno (tal vez con el que encontré a Claudia) ha estado muy cerca de
mí en estos días. Quiere subirse al balcón, pero no se atreve. He visto sus
ojos claros viéndome, expectantes, y he sentido ternura. Tal vez Claudia
tenía razón. Debí considerar que tuviéramos uno.
Hoy que fui a la refri encontré solo un par de bolsas. Una tenía una parte
de su pierna y la otra tiene su mano derecha completa. Corté en pedazos la
pierna y se las di a los gatos. Comieron rápido. Me quedó su mano, que
intenté enlazar con la mía sin conseguir nada antes de salir al balcón.
Supongo que quiere irse pronto.
Su palma está rígida y amoratada. Los dedos, entumecidos, se han
curvado, hasta volver su mano una extraña garra. Intento hacer que
acaricie mi cara, pero la alejo en cuanto siento el frío de su piel. Pienso que
en algún momento vendrá alguien a buscarme, preguntando por ella. Le
diré que me abandonó y esperaré a ver qué sucede. Veo sus dedos, sus
uñas. Las acaricio y le doy un beso rápido, antes de soltarla. Los gatos ya
están esperando. Regreso a mi sala y dejo la puerta del balcón abierta. A lo
mejor el gato quiere entrar y hacerme compañía, aunque me haga
estornudar un poco. Tal vez él no se va, como se fue ella.
128
EL SALTO
El vivir es la posibilidad
que tenemos de suicidarnos
como nos da la gana.
Henry Peñafiel
Adolfo Mazariegos
Ciudad de Guatemala, 1973
3er. lugar
140
El círculo del cielo mide mi gloria,
las bibliotecas de Oriente se disputan mis versos,
los emires me buscan para llenarme de oro la boca,
los ángeles ya saben de memoria mi último zéjel.
Mis instrumentos de trabajo
son la humillación y la angustia,
ojalá yo hubiera nacido muerto. 141
Del Diván de Abulcásim el Hadramí (siglo XII)
ISBN: 978-9929-707-06-1
LA PRIMAVERA VIENE
COMO SI FUESE UNA TORMENTA
Escribirle un prólogo a un libro que embarque en sus páginas una sola voz
ya es bastante complicado, pero lo es aún más cuando se tiene el deber de
escribirle a seis voces distintas que en conjunto son el destello de una
142
primavera que se aproxima.
Revelar los nombres de los autores corresponde a su trabajo, a ese grito
submarino que esculpe la oscuridad del agua hasta formar un espejo. A mí
solamente me corresponde darle al lector el aliento para soportar el
turbulento camino que es recorrer la poesía tan diversa que aquí está
escrita, que construye la estructura orgánica y renovada de toda una
generación. Esta antología quiere volar, gritar y esculpir las nubes con los
sueños inevitablemente rebeldes y pirómanos que tiene la juventud.
Escoger a cada uno de los seis autores entre casi cien participantes no
fue la tarea más complicada, ya que su poesía era un diluvio de carácter y
de una certera originalidad que estremeció la piel de cada uno de los
miembros del jurado. Tener que decidir quién ocuparía cada uno de los
lugares fue el trabajo más duro, trabajo que se tuvo que decidir por la
maestría expuesta por cada uno de los autores en esculpir su obra.
Luis Cardoza y Aragón es el responsable escatológico de esta antología
y el epígrafe que marca a este libro es una de sus sentencias más temibles.
Si se le preguntara a cualquiera de los poetas que componen esta antología
si el epígrafe de este libro es cierto responderían que su poesía vendría a
ser prueba de ellos mismos, pero no de todo lo constituye al hombre. Decir
que algo prueba al hombre es afirmar que prueba todo y prueba nada. Una
voz, por singular y gallarda que sea no se escucha entre el bullicio del
mundo, de nuestras ciudades desmanteladas y espumosas, dentro de este
delineado temor llamado Guatemala. Pero las voces al unísono, en su
natural desorden, no prueban al hombre, lo construyen. Estas seis voces,
jóvenes e inquietas, son uno de los bloques que busca darle forma al
hombre nuevo, a este ser tan necesario que roza la utopía. Cada uno de
ellos tiene un grito implacable que deja de vagar en el vacío al ser
enmarcado en una poesía renovada, firme y que está escrita con la misma
diversidad, pero magnifica estructura que define a la vida.
La poesía en el mundo es como un río: no para de nacer, de fluir y de
corretear impaciente hacia el lugar donde hace falta. Así son los poetas
presentes en esta antología, así es el proyecto que logró convocar a la lluvia
nueva que cae en forma de poesía, imprudente sobre Guatemala, dándole
voz a la minoría de la juventud. Este libro, como muchos otros que se
143
escriben hoy en día, es un pequeño fragmento de presente en la literatura
guatemalteca que permite afirmar que se aproxima un futuro brillante en
este lugar tan necesitado de palabras.
Este libro no contiene esperanzas añejadas, tampoco es un moratorio
profundo como el mar. Esta antología contiene un presente continuo, algo
que siempre es pasado y futuro. Aquí se encuentra la perenne búsqueda,
propia de la juventud, por algo desconocido, pero que instintivamente se
persigue y se define al echar luz y al desprenderse de la sombra.
La poesía, tristemente, no hace nada por sí sola. Lo que la hace
importante es el cómo y el por qué fue escrita. El poeta escribe y publica
porque ya está cansado del silencio. Escribir es hacer del grito un eco
perpetuo, uniforme, que se desplaza entre la tierra y entre el mar. El poeta
es el por qué de su poesía y su vida se convierte en la acción que define el
valor que tuvo para construirse en poesía. En este libro no yacen los poetas,
los hombres y mujeres que componen el mundo de papel, en este libro ellos
mismos se enmarcan sobre un mar turbulento, que azota las costas, las
ciudades y los pueblos sin parar.
Así como el mundo vive del caos y las diferencias, se puede formar un
poema único que dé abertura a este libro:
MARCOS GUTIERREZ
LA ANTIGUA GUATEMALA, JUNIO DEL 2017
144
1
Verso del primer lugar.
2
Verso del segundo lugar.
3
Verso del tercer lugar.
PAOLA SÁNCHEZ
CIUDAD DE GUATEMALA, 1989
.
.
.
.
.
.
ANSIEDAD
TIERRA DE CONEJOS
DI “VISIÓN”
Paseamos desvelándonos,
nos hundimos entre las señas,
sonamos con la dulzura de cuerdas y roces,
babeamos, vamos rotos.
151
CRISTIAN VILLALTA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1993
TODO PASA
154
Y he cantado
el proclive festín que se volcó.
ISBN: 978-9929-707-07-8
PREFACIO
156
Un cuento es algo que se puede contar. Así de simple. Pero existe una gran
diferencia entre ser un fortuito peatón que narra una historia a otro
parroquiano y ser Antón Chéjov escribiendo “La dama y el perrito”.
El cuento se perfecciona en la escritura. Se congela su evidencia
narrativa. Vemos la textura del bordado a través de imágenes, diálogos y
acotaciones. La tipografía deja la constancia de los acuerdos entre la
imaginación y la creación. De no pasar a lo escrito Las mil y una noches o la
Biblia, solo permanecerían como huellas remotas dentro de nuestra
memoria genética. Alguien que ocupó su vida buscando la alquimia de un
relato, fue quien logró conectar su tiempo con el nuestro.
No existe mayor interpretación para definir este arte milenario. El relato
breve es el género de literatura más conservador, porque sus reglas
prácticamente no han variado. Se amontonan argumentos encaminados a
la técnica y al desarrollo de tiempos o personajes, pero en el fondo todo nos
devuelve a la pequeña historia cotidiana, a la infancia, a la pequeña
mentira que nos evade del miedo o nos hace desarmarnos de la risa. Así
un cuento se defiende con el más sencillo de los argumentos: vivir para
contarlo.
Para Francisco Alejandro Méndez narrar una historia es algo muy
natural. Quienes tenemos el enorme privilegio de conocerlo, de haberlo
escuchado dar una clase o contar una historia sentado frente a una mesa
llena de todo tipo de envases en un bar-karaoke-decadente, podemos decir
que no salimos ilesos ante su humor y genialidad. Méndez puede contar lo
que escribe y viceversa. Su humor es malicioso y sutil. Los personajes que
tienen su sello en “Morgan” o en “Míster Winston” (mis favoritos), nunca
salen de nuestra mente. Así este Bestiario de carácter tan versátil en su
selección de temas y fondos, es una pieza valiosa de la narrativa más
bizarra que se ha producido en la literatura centroamericana. Leerlo es una
maravillosa culpa que podemos compartir y con la cual podemos vivir
siempre.
JAVIER PAYERAS
GUATEMALA, OCTUBRE DEL 2017
157
MORGAN
Muchos han opinado de su suicidio, pero hasta la fecha nadie ofreció una
versión que pudiera esclarecer por qué Morgan, el gato pirata, se lanzó
completamente ebrio del quinto nivel de un hotel en la playa.
Llegó a regalarse a la casa un domingo lluvioso por la noche. Mejor
dicho, cayó al patio trasero de mi apartamento ubicado en la terraza de un
edificio viejo. Allí quedó atorado entre el baño y un corroído tonel lleno de
agua de lluvia.
Yo estaba acostado en mi habitación cuando un golpe seco acompañado
de un alarido me hizo romper con la película policíaca. Por unos momentos
pensé que el ruido había surgido de mi mente o de la maldita televisión,
pero el maullido del inesperado visitante cambió mi suposición. Desnudo,
linterna en mano y con un bate de béisbol caminé hasta el patio. Allí estaba:
un cuerpo negro negro, iluminado por blancos difuminados en el largo
torso del animal con resplandecientes amarillos, casi naranja, entre las
orejas y patas traseras. Era una bola de pelos humedecidos. Su hocico
158
destilaba vaho de vientre de rata preñada. La cola, que por momentos
dibujaba la clave de sol, estaba cortada, quizá por la descarga eléctrica de
algún cable. Un ojo ciego, que en lugar de pupila tenía aún los restos del
colmillo de un perro callejero.
Cuando le lancé la bocanada de luz clavó su ojo sano en mí. Estaba
iluminado. Sentí al demonio en persona. Sin embargo, cuando lo vi
desangrándose me conmovió.
Un poco por curiosidad traté de ser amigable, pero cuando intenté
acariciarlo lanzó una tarascada, que al impactar con el tonel, hundió las
garras y produjo ese maldito ruido que destempla los dientes.
Pensé en acabarlo de una vez por todas con el bate de béisbol, pero
cuando estuve a punto de asestarle el golpe en la cabeza escuché disparos
y luego una ambulancia. Me contuve. Di unos pasos hacia la pared y eché
un vistazo para abajo. La calle estaba vacía, pero los disparos continuaban.
Sigilosamente observé con más atención, pero la lluvia había hecho que
desde hacía horas todos desaparecieran del nocturno escenario callejero.
Agucé un ojo, como queriendo tener más alcance, hasta que me percaté
que los disparos salían de la estúpida película mexicana de décima
categoría. Estúpido gato, pensé. Volví la vista al animal. Esta vez estaba
más dócil, pero era imposible que me acercara hacia él porque sus garras
estaban bien afiladas.
No pude más. Le grité que se pudriera allí mismo y regresé a mi
habitación. Allí estuve dos días bebiendo cerveza, consumiendo coca y
fumando crack.
El primer día escuché durante toda la mañana los alaridos del gato. Por
su llegada inesperada y su aspecto piratesco, lo bauticé como Morgan.
Cada vez que maullaba, le gritaba Morgan estúpido, callate o te rompo
la madre, hijueputa. A mediodía no soporté esos berridos que me
recordaban inmediatamente los de los recién nacidos. Por cierto, en el piso
de abajo vivía una familia con una bebé que tenía más pulmones que el
cerdo de Pavarotti. Agité una cerveza y la vacié en todo el maldito gato.
Casi se me rompe el estómago de la risa, pero valió la pena porque el gato
se silenció por más de dos horas. Entrada la noche, un pusher llegó a
159
proveerme del monte, polvo y piedras. Le di unos centavos de más para
que comprara unas cervezas en la tienda de la esquina y le pregunté que
cuánto me cobraba por matar al gato. Como se rehusó a lo último, le dije
que era un cobarde y que por esa razón no viajaría conmigo al mar. Junto
a otros cuatro amigos tenía planificado ir al Pacífico a emborracharme y
fumar todo lo que se me pusiera enfrente.
Al día siguiente, cuando bajé de un viaje alucinado de la piedra filosofal
y la televisión estaba a punto de quemarse, salí a orinar al patio. Había
olvidado a Morgan, pero cuando estaba sacudiéndomela, ronroneó a tal
grado que me excitó. Su cara parecía estar pidiéndome una cerveza, no
importaba si estaba fría o no. Dámela por favor, leí en su ojo. Pero esa
mirada, contraria a la que había aterrizado dos días antes, era idéntica a la
de alguien que necesita quitarse la resaca.
Volví a mi cuarto. Encontré dos latas de cerveza entre la hielera y las
vacié dentro de una palangana de metal donde ponía a secar la hierba. Me
entretuve tras aspirar la última línea de coca que quedaba sobre el espejo
roto y salí a ofrecerle el bendito líquido a Morgan.
Se lo serví como si hubiera sido la mascota de toda mi vida. El gato, aún
trabado entre el tonel y el baño, lamió las dos cervezas hasta casi acabarlas.
La barriga del animal se infló. Saqué agua del tonel con el mismo trasto
donde bebió el gato y luego lo moví un par de pulgadas. El animal salió
disparado, pero la borrachera hizo que tropezara con la lavadora y luego
contra la puerta. Eso me causó risa.
Morgan cruzó la puerta y se dirigió hacia mi cuarto. Descargué varios
guacalazos con el agua del tonel sobre mi cabeza. De esa manera aproveché
a darme de una vez por todas la ducha que me hacía falta desde casi un
mes. Con un trapo viejo sequé mi cuerpo y caminé hacia adentro.
Morgan lamía unas latas de cerveza y cuando me vio saltó hacia el
ropero. Lo ignoré. Pasé un buen tiempo haciéndome el loco hasta que
recogí una de las latas y la estrellé contra el vidrio del mueble. El gato saltó
de nuevo, pero esta vez se estrelló contra el piso. Algo atormentado corrió
y se metió debajo de la cama.
Terminé de vestirme. Fumé un par de cigarros y cuando iba a encender
el tercero el pusher tocó la puerta. Para evitar salir de mi habitación me ideé
160
un sistema que consistía en un largo cordel amarrado que salía del cuarto
hacia la terraza. Cuando yo tiraba de él botaba una cubeta de metal donde
estaba la llave. Esta caía justo a los pies del pusher.
Tras subir los tres niveles entraba sofocado a mi habitación y me
aventaba el material a la cama. Yo le pagaba con la condición de que
arreglara la cubeta y la pita, y metiera la llave dentro.
Esta vez antes de pagarle le dije que el gato estaba bajo la cama y si lo
mataba le pagaría el doble. Se agachó y con sorpresa me dijo que para qué
quería yo quitarle la vida a ese gato indefenso. Le pregunté si lo mataría o
no, o que se largara a la mierda. Se largó.
Cuando destapé mi cerveza el gato salió de debajo de la cama. Eché un
poco de líquido en el piso y lo lamió a toda prisa. Se sacudió los bigotes y
me echó una mirada feroz. Nunca nadie me había amenazado así dentro
de mi casa. Eso me gustó. Destapé otra cerveza, fui por la palangana y la
vacié. Así transcurrieron varios días más hasta que ambos estábamos con
una goma de once mil demonios.
El pusher llegaba a mi cuarto. Le pagaba. Iba a traer otras cervezas. Yo le
pedía que matara al gato, pero él únicamente se llevaba un sobre dirigido
a una revista donde publicaban mi columna. El mismo pusher me traía la
plata porque los artículos salían con un seudónimo. A veces me traía el
dinero, otras la piedra o el polvo. Yo no tenía ni la menor idea de cuánto
me pagaban por cada artículo. Solamente estaba seguro de que de las
ciento cincuenta líneas que escribía semanalmente, por lo menos una
tercera parte servía para cuatro cajas de cervezas.
Como nunca aceptó matar al gato y yo me estaba hartando del animal,
le dije al pusher que no volviera a llegar a casa hasta que tuviera los huevos
suficientes para matarlo. De paso, que me dejara la droga y un adelanto de
dinero por las próximas dos columnas. Yo estaba listo para ir al mar y
pensaba llevarme al gato.
La cola ya no le sanó. Opté por cauterizársela. Aproveché un momento
en que ambos estábamos ebrios. Yo, claro, pasado y casi hasta el hule, como
dicen por aquí, de coca en la cabeza. Con la llama de un mechero le quemé
la herida hasta que el calor la cauterizó.
161
Morgan me lo agradeció con un zarpazo en mi pierna. Le di otra cerveza
y olvidamos todos los rencores. Traté de extraerle el colmillo de perro, pero
aposté a que era tarea para un cirujano. Opté por ponerle un parche en el
ojo y de paso lo sellé con dos onzas de ron.
Ambos pensamos en el desperdicio del alcohol, pero finalmente
desapareció la sangre del ojo. El parche le quedaba como anillo al dedo.
Me divertía cada vez que Morgan tropezaba con las latas o las botellas
vacías de cerveza o cuando amanecía con ruidos en el estómago, que más
parecía una orquesta de jazz en decadencia.
El jueves por la noche pasaron mis amigos por mí. Yo estaba hasta las
cañas de mariguana, así que bajé vestido únicamente con un pantalón
corto. Antes de arrancar me percaté de que había olvidado al gato. Les pedí
que me esperaban y fui prácticamente a capturarlo. Cuando intenté
meterlo dentro de la caja de zapatos, lanzó zarpazos tal como los había
tirado cuando llegó.
Destapamos seis cervezas. Una para Morgan y cinco para nosotros, pero
cuando apenas llegábamos a las afueras de la ciudad tuvimos que hacer lo
mismo con otro six pack.
Llegamos de madrugada al mar. No había luna. La maldita Ley Seca
impuesta por algún tarado que se creyó iluminado había provocado que
todos los antros estuvieran cerrados. Nosotros no éramos tan imbéciles, así
que antes llenamos el baúl de cervezas y de licor. Con la mariguana y sus
similares afortunadamente no hay ese tipo de atrofias secas ni nada por el
estilo. Por el contrario, cuando bien nos va hasta happy hour encontramos.
Saqué al gato cuando apenas estaba acostumbrándose a la caja. Cuando
vio el mar se le erizaron todos los pelos. Retrocedió y se cayó dos veces por
la babilónica borrachera que le había propinado. Menos mal que solamente
tenés un ojo, con los dos te hubiera dado un infarto, maldito.
Pasamos fumando el resto del amanecer hasta que el sol empezó a
molestarnos. Llegamos a un hotel. Pedimos dos habitaciones para los seis.
El maletero me dijo que no era permitido el ingreso de animales. De
inmediato le expliqué que el gato no venía conmigo y que si quería lo
162
sacaba a patadas. Pidió disculpas y me dijo que él mismo lo sacaría más
tarde. Previendo que ocurriera otra situación, bajé con una toalla al lobby.
Busqué al gato que tenía las marcas de zapatos en la espalda. Estaba con
la boca abierta tirado en la banqueta de enfrente. Le dejé caer un poco de
cerveza, lo envolví en la toalla y subí al quinto pisto en donde estaba mi
habitación.
Dos horas más tarde fumábamos todos y Morgan bebía cerveza.
Estuvimos metidos otros tres días dentro del cuarto hasta que mis amigos
comenzaron a enfermarse. A uno le dio la pálida. Vomitó durante casi un
día hasta que una ambulancia se lo llevó. Otro dijo que iría al hospital
porque sentía que tenía clavada una espina de pescado en la garganta. El
tercero decidió regresar en autobús a casa, pero antes de llegar quedó
internado en una clínica en donde le inyectaron suero.
El otro, el piloto, estaba desmayado. Pensé que todo lo que esto
significaba era que yo tendría que pagar la cuenta, así que pensé tomarme
la última cerveza, sacarle las llaves del auto a mi amigo que estaba tirado
en el piso y regresar a mi casa a continuar fumando.
Saqué dos cervezas de la hielera. Morgan ya no caminaba, solamente se
arrastraba con dificultad. Vacié una cerveza en un tarro y lo coloqué sobre
la mesa. El gato brincó como que hubiera sido una olimpiada de salto alto
y comenzó a lengüetear sin misericordia.
Yo también me sentía mal. Con la cerveza en la mano abrí la ventana,
caminé al baño y tras permanecer un buen tiempo sentado en la taza del
inodoro me levanté sin ver nada mío flotando en las aguas.
Me percaté que el tarro de Morgan estaba vacío, pero también vi la
sombra del animal que se paró en el balcón de la ventana y se aventó al
vacío como saltador de bungee.
Ni siquiera me volteó a ver. Se tiró el maldito. Estaba casi seguro que no
se salvaría del tremendo vergazo que se pegaría justo en la puerta principal
del hotel.
Destapé otra cerveza. Metí cuatro más adentro de la hielera, tomé las
llaves del auto, cogí unos anteojos oscuros y me largué de ese calor infernal.
Antes de salir el botones me dijo que tenía una llamada.
Era el pusher. Se había decidido a matar al animal y llegaría al lugar que
163
yo le dijera. Imbécil, le dije, ya se murió solito. Colgué el teléfono y le dije
al portero que el amigo que permanecía en la habitación pagaría la llamada
y la cuenta. Antes de subir al auto observé cómo entre dos conserjes metían
el cuerpo del animal dentro de un papel periódico que en una de sus
páginas anunciaba el lanzamiento de una nueva marca de cerveza.
El gran silencio es la pura sabrosura…
164
EL GRAN SILENCIO
(De “Chúntaro style”)
OSWALDO SAMAYOA
SAN FRANCISCO ZAPOTITLÁN, SUCHITEPÉQUEZ, 1992
-publicado en marzo del 2018-
ISBN: 978-9929-707-08-5
PRÓLOGO
FREDY PASTOR
166
UN SOLO ACTO CONDENA
al ser humano
a una vida miserable
y llena de pantanos.
Un acto basta
para que Dios ensordezca
a las súplicas de un hombre,
y eso es suficiente
para llorar lagos
con peces que se convierten
en tabúes.
Me acusaron de algo
de lo que no soy culpable
y ahora me obligan
a permanecer en prisión
incluso después
de pasar tres veranos
en la cárcel.
Hoy vengo
porque quiero contarle que
yo también tengo vida
y me duelen la indiferencia y el odio;
quiero contarle que nunca he podido
abrir mi corazón y mostrar
mi lado vulnerable,
porque siempre ha sido más importante
un diagnóstico que mi esencia;
decirle que añoro
tener esta última oportunidad
y quizá esta vez,
alguien pueda
ver las playas que se esconden
bajo mis párpados
en ese horizonte que nace
más allá del papel.
169
LAS HORAS SE VUELVEN DAGAS
cuando el sueño
se rehúsa a hacerse presente.
Huir
no es la mejor solución
cuando el abandono
y la soledad
cubren todo el camino.
La esperanza
de que todo sea una pesadilla
gris y desabrida
poco a poco se aleja.
A lo lejos
escucho música surgir
de los recuerdos de personas
que fueron ayeres,
que fueron momentos
de color esmeralda 170
enfrascados en pentagramas
o libros para colorear mandalas.
La luz de la memoria
no parece ser suficiente
para iluminar la noche
y sus estrellas diáfanas.
Quizá
deba cerrar los ojos y dejar
que la tristeza
me consuma hasta destruirme.
POR CADA LÁGRIMA QUE SE SUICIDA
encuentro una razón más
para arrancarme las pestañas.
retornar a mi cuerpo y
continuar esta batalla
eterna
que libro conmigo mismo.
Recuerdo que
la última vez
que encendí la radio 171
de la sala
fue el mismo día que vos
te fuiste.
Dijiste que
estabas harta de mis llantos
y del aroma a café
que siempre inundaba
la casa.
En ese momento
no te lo dije,
pero sentía por mí
lo mismo que vos.
Ahora me conformo
con cerrar la puerta,
apagar las luces,
encender una vela
y dejar que las sombras
correteen por las paredes,
mientras mis ojos
se pierden
en la mancha de moho
de la pared,
justo al lado de la ventana,
172
¿ACASO NO TE HAS DADO CUENTA
que siempre que
una nube voltea a verte,
sonríe?
SAINT-JOHN PERSE
174
(De “La semilla”)
IVANNA CHAPETA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1988
-publicado en junio del 2018-
ISBN: 978-9929-707-09-2
El silencio
es el ruido más
fuerte, quizá el
más fuerte de 175
todos los ruidos.
Miles Davis
177
LA RADIO DE MI VECINO
EDUARDO SACHERI
(De El secreto de tus ojos)
FRANCISCO ALEJANDRO MÉNDEZ
CIUDAD DE GUATEMALA
/ NACIÓ EL MISMO DÍA QUE JIMI HENDRIX
-publicado en julio del 2018-
ISBN: 978-9929-707-10-8
LA GATA CHRISTIE
182
Durante las tardes, exactamente a las cuatro y diez, tomaba el bus que de
Barva me trasladaba hacia Heredia. Abandonaba el bus hasta el final de su
trayecto. Luego caminaba unas ocho cuadras hasta la Universidad
Nacional en la que cursaba estudios doctorales de Literatura
Centroamericana.
Esa era mi rutina de tres o cuatro veces por semana. Por las noches, pasadas
las once, salía de algún bar como El Quizz, el Doble Cero o donde Don
Mulo. El regreso lo realizaba en taxi, pues ya no había servicio de
autobuses.
Alquilaba un cuarto, típico de estudiante, en una pequeña quinta en la
que había una modesta casa habitada por don Moisés y doña Helena, los
dueños. Además, había otro departamento vacío.
Ellos formaban una pareja de ancianos: él jubilado del magisterio y ella
una ama de casa que administraba los alquileres. Compartían su vida con
una gata de angora, blanca, de ojos casi fuego y de nombre Christie. Doña
Helena asistía a la iglesia católica todos los días. Salía de su casa al caer la
tarde y regresaba a las nueve de la noche, escuchaba las noticias y luego
volvía a rezar. Don Moisés buscaba amigos con quien conversar sobre la
venta del Saprissa o la reelección de Óscar Arias. En más de alguna ocasión
tocaron a mi puerta para ofrecerme arracaches, pejibayes con mayonesa o
agua dulce. Se los aceptaba, pero pocas veces pude terminar un plato o un
vaso de sus ofrendas. Otra que era gentil conmigo era la gata: más de
alguna vez llegó a ofrecerse como compañera silenciosa.
Cuando regresaba temprano de Heredia, tras peinar los bares en los que
no encontraba al Choma, al Curro o a Boltrón, salía en pantalones cortos al
jardín con una buena provisión de bocas Cacique y una novela de Mankell.
La gata Christie se acercaba cautelosa, jugueteaba con un par de manís y
luego desaparecía sin decir adiós.
Era una rutina sabrosa, pues durante las mañanas escribía historias de
mi comisario Wenceslao Pérez Chanán, durante las tardes redactaba algún
ensayo sobre Yolanda Oreamuno o Luis Cardoza. Luego, en las aulas,
discutía con los compañeros desde fórmulas de análisis textual, pasando
183
por si Rigoberta Menchú era capaz de publicar otro testimonio o
competencias patrioteras en las que se debatía cuál país de América
Central tenía más BMW o pasos a desnivel.
NINA CASSIAN
(De “Lucidez”)
FRANCISCO ALEJANDRO MÉNDEZ
CIUDAD DE GUATEMALA
/ FUE EL NIÑO SANO DEL AÑO, 1964
-publicado en agosto del 2018-
ISBN: 978-9929-707-11-5
EL RELOJERO PERVERSO
JULIO SERRANO
189
CUANDO PARÍS ES UNA FIESTA
Cuántos peatones,
cuántas bicicletas de lata
esquivan palomas.
Una anciana con pedigrí empuja el monopatín como huyendo de la muerte.
Allí está la bestia de Bretón. Sonríe cada vez que la rodilla se me inflama.
No comprendió el surrealismo de Cardoza,
porque ninguno de los dos
lo inventó.
Pero yo no veo a Bretón,
ni a Apollinaire o a Baudelaire.
Yo no quiero cruzar el Sena.
¿Acaso soy hijo de Isadora?
El cadáver de Alí flota en el Ontario. Las aves
lo picotean y aún logra esquivarlas.
Las aves se posan en el casco de Carlo Magno mientras dos coreanos se matricidan
190
frente a Notre-Dame. Un pequeño hijo del sol
se mete entre la pareja y se pierde.
Hay un hombre sentado sobándose las piernas mientras sus demonios se despojan
las agujas con suero.
Mojan los aparatos hasta que alguno saca humo,
entonces vuelven a sosegarse.
Ese hombre imagina a Hemingway, Sam Spade, Gatsby, Picasso, Conan,
que no son sus referencias literarias.
Son sus perros, que son referencias literarias.
Los imagina
corriendo sin que luchen entre ellos.
Cada uno persigue a una paloma y Picasso
se mea en las patas de Bucéfalo.
Yo no quiero cruzar el Sena
ni quiero salir de la habitación.
Aunque parezca que haya salido,
seguramente fueron esos demonios que no se están quietos
ni aunque estén enfermos.
Hay que dejarlos pues, que hagan lo que quieran,
pero que me dejen dormir
al lado del libro de Chandler.
191
LA CONDENA
Yo oí el zumbido
de una mosca cuando moría
Emily Dickinson
Exactitud, precisión.
De un tajo, como en las históricas de Scott.
Sin mucha fuerza, pero con puntería.
Justo en la cruz. Que no sienta.
Que sus millardos ojos no lo noten.
193
BAILE SALOBRE
Pruébela primero.
Sienta cómo su sabor le atraviesa la tráquea
a la velocidad de la luz.
Retírese.
Observe ese baile final.
Durará menos que un compás.
No lo quepa duda.
Es como cocinar, es perfecto.
Ahora, los cuerpos destilan.
Como si fuera aceite, 195
quedarán pedazos en la servilleta.
Láncela al cesto
doblada.
Nadie saldrá de allí,
solamente,
-----O -----
ISBN: 978-9929-707-14-6
----- O -----
----- O -----
Sucede que existe la madrugada. A esas horas, afuera, también debe existir
la oscuridad y dentro de ella, deben existir miles de parejas que duermen
juntas y se dan calor y se acarician y se sueñan.
El reloj de los números rojos tiene más de media hora insistiendo en
despertarla. Ella, que duerme con una playera que le robó y que guarda su
olor, piensa en escribirle poemas solitarios que hablen de lo hermoso de su
sonrisa y lo cálido de sus manos.
Sucede que existe el frío cuando no está.
----- O -----
A veces lo único que queda frente a ella es una carretera vasta y gris, una
barda de metal, una hilera de postes pintados de verde. Otras veces, la
simple sucesión de luces rojas que forman una barrera que le impide
acelerar a más de 20 kilómetros por hora, correr y volar.
Hay horas en que el camino es un poco más largo de lo habitual y no
tiene radio para dejar de pensar en los múltiples ruiditos de carro; para
dejar de pensar en él, que quizás no esté pensando en ella, en la carretera,
en los poemas que le escribe en la mente cuando maneja para salir de la
ciudad.
----- O -----
200
Ella no tiene ganas de escribir. Supone que eso se debe a que, últimamente,
ha visto a demasiada gente llorando en la calle. No sabe si antes no se
percataba de las personas a su alrededor o si ahora hay alguna especie de
epidemia que contagia a los transeúntes con un llanto incontrolable, pero
que no les impide seguir caminando. Ella ha llorado muchas veces cuando
va manejando, en especial cuando está cansada y es de noche y ha llovido
y no entiende bien a bien por qué el mundo es como es y por qué a ella la
ataca ese desconsuelo que se manifiesta como ese llanto fluido, sin mayores
escándalos e hipos. Ella no puede evitar imaginarse las historias terribles
que deben esconderse detrás del llanto de esas personas. Una mujer joven
seguro lloraba porque acababa de dejar al hijito en la guardería y podía,
por fin, sacar todo el llanto que había estado guardando para que él no la
viera así. A ella le gusta coleccionar imágenes que tienen que ver con las
esquinas de las cosas, minutos intrascendentes que la hacen olvidar
momentos importantes, quizás terribles, de los días pasados.
----- O -----
Así que esto es la nostalgia física, pensó. Saber que puedo subir ese puente
y cruzar a la derecha y luego a la izquierda para llegar a tu casa pero que
no importa si sigo de largo porque de todas formas no te voy a encontrar
ahí.
Así que esto es lo definitivo, pensó. Saber que no estás en las fotos de
mi cumpleaños o del viaje a la selva, saber que estabas solo en un café del
otro lado del mundo y yo estaba sola en la sala de mi casa, derrumbada en
un sillón viendo una película vieja que pasan cada año para Navidad y que
se me iba a ocurrir llamarte hasta muchos días después.
201
Así que esto es lo que no te cuento, pensó. Saber que hace meses que no
te respondo el último correo porque no sé por dónde empezar.
Estaré eternamente encadenado…
202
ROBERTO OBREGÓN
(De “Gucumatz”)
ROQUE ESTRADA
AMATITLÁN, GUATEMALA, 1990
-publicado en enero del 2019-
ISBN: 978-9929-707-13-9
PREFACIO
VIANNEY BAL
LA TARDE QUE NOS CONOCIMOS
había una plaza entera/humana detrás de vos
yo con las manos sudotemerosas
y vos con tus palpitaciones precipitadas
Y mirá
todo esto por
nosotros
Y mirá
todo esto por
nosotros
207
LEOPOLDO MARÍA PANERO,
(De “La metamorfosis (II)”)
MARCOS GUTIERREZ
CHIMALTENANGO, 1997
-publicado en abril del 2019-
ISBN: 978-9929-707-15-3
MATHEUS KAR
SANTA CRUZ DE LA SIERRA-SAMAIPATA, BOLIVIA, MAYO
DEL 2019
ESPEJO (LA CAÓTICA EYACULACIÓN)
Mi rostro colgaba de un balcón
que lloraba flores
llovía mi rostro con la forma de niños muertos mi rostro era sus rostros
habitábamos un balcón
como las buganvilias de aire marchito
en nuestras espaldas muertas corría la cascada desenfrenada
de las libaciones de los ebrios
mi rostro colgaba como la sombra de un patíbulo
lo acariciaba el espejo de nube
la tierra sangraba un pasto de peces
sobre el lodo
son los cuerpos hechos de vacío los que caen como el mar
la sangre es transparente como el agua de los ríos
mi rostro se va como los peces entre la tormenta de los cuerpos
se va como la espuma entre las joyas de la arena
como los niños que se tejen
entre el agua y la sal
XVIII
212
ISBN: 978-9929-707-16-0
la niebla cegadora y el puente colgante que nos invita a levitar. Nos hace
niebla, nos da la noche, nos hace dueños de los pasos que olvidamos, como
aire.
Buscamos lo que los maestros buscaron. Quiero entender porque El
Maestro dejó el nombre de Kinsakui y quiero recorrer los caminos que él
recorrió, los caminos que todos han recorrido. Así, quiero encontrar la
sensación infinita de los pasos, perderme en la tierra hasta encontrar el
puente de la niebla, de la embriaguez, del poema infinito en el instante.
Quiero ser parte del infinito camino. Quiero ser esa parte inevitable del
poema: ese acto violento, revolucionario. El acto que mata a la libélula, que
crea al viento, que define los mapas y sus límites. Quiero que sobre mi
puente los nombres sean más que nombres: quiero que sean palabras
nuevas, que sean anarcopunks, queers embravecidos, sílabas infinitamente
solitarias en busca de un grito. Quiero que todo lo que caiga del puente
colgante sea como mil poemas de El Maestro. Quiero voces amarillas como
relámpagos, como una estela del sol al amanecer. Quiero que sea un licor
erótico e interminable, quiero que el camino y que los puentes sean un
torrente, un destello insoportable. Quiero que las mujeres escupan
tarántulas.
He entendido que el camino solo existe en el ensueño de un puente
colgante. Porque lo verdaderamente inmutable es la memoria. No busco
nada nuevo, busco lo que todos han buscado. Busco la palabra afilada que
vaya más allá de la intrascendencia de los nombres y de los poetas. La
palabra que redefina a la historia, que la niegue de verdad. Quizá sea un
grito o el largo aullido de los ebrios. Quizá no sea nada y lo único que
quede sea la niebla y el puente colgante. Pero si en algo hay que creer es en
las palabras que le dan forma al puente colgante, a los pasos y* que
difuminan un poco la niebla que siempre nos supera.
OCHI ETSUJINI45.
215
4
Matsuo Bashõ originalmente se llamó Matsuo Kinsaku.
5
El alumno más destacado de Bashõ.
SULAMA LORENZO
CONCEPCIÓN CHIQUIRICHAPA, QUETZALTENANGO, 1994
.
.
.
.
.
.
.
.
SINTIENDO
Y quizá,
de esta forma,
exista el lenguaje
capaz de describir toda la luz
que escapa de tus ojos
MANUEL RODAS
QUETZALTENANGO, 1992
.
.
.
.
.
.
.
.
PUREZA
BUG
System error:
hacer de la poesía
una cuerda para el condenado.
Siglos atrás fue hecha por perros con arpa,
locos, profetas,
sifilíticos,
asesinos, nobles,
por “tontos solemnes”. 222
Hoy todo se reduce
a la mano del cajero.
A veces quisiera renunciar a la poesía
o que ella renunciara a mí
y dedicarme a la pirotecnia.
MATHEUS KAR
CIUDAD DE GUATEMALA, 1994
.
.
.
.
.
.
.
.
hacía malabares con el canto tartamudo que en trrrova soprrrana brrrota del
pecho silábicamente agónico de las alebrestadas palomas mensajeras
mientras ellas en afán perpetuo con sus picos de maíz cocido le robaban
plumas maduras al crujiente huevo del sol
cultivaba el reflejo de las tibias estrellas achiotadas cuando con sus oculares
espejos nocturnos poseían los ojos encandilados de las acróbatas panteras
traviesas que asaltaban a tientas el tejado ahumado de la casa de mi abuela
224
volaba hacia el infinito sobre las mellizas alas secas de las fósiles libélulas
coquetas que se forman en la sombra tibia de las germinales hojas muertas
cuando dibujan la cabeza calva de los deprimidos árboles caducos
225
WILSON LOAYES
SAN JUAN OSTUNCALCO, QUETZALTENGO, 1991
Hoy te casas,
lo sé,
no te dicen nada
de cómo están muertos de miedo
del dolor en las rodillas
de sus ruinas
JOSSELINE PINTO
CIUDAD DE GUATEMALA, 1996
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IV
Hoy me retiro
me reclamo
me libero
y oculto patrones eléctricos arrinconados en círculos.
229
Prometo no ser otras voces más que las de tu conciencia.
Prometo aterrizar todas las noches
como una mano de fuego que crece en tu espalda.
La crisis re-aparece
pues el descanso eterno
es solo
lisonjeros sueños
hacia el ocaso
que resulta ser
el faro de una gran ciudad.
¿Tu corazón y el mío
eran solo de arena?
231
JOSÉ MARÍA HINOJOSA
(De “Unidos por la luz”)
JOAQUÍN ORELLANA
CIUDAD DE GUATEMALA, 1930
-presentado en julio del 2019-
ISBN: 978-9929-707-17-7
PRÓLOGO
VANIA VARGAS
235
III
De rumor sonoro
fue construido el molde
que cuajó el concepto…
...
el claro silencio
de la madrugada
venían rasgando,
rumores de sones
andando en su molde,
vaciando sus signos
se desparramaron
sacudiendo el velo
del sueño y el alba… 236
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Son de piedra,
tallando apenas,
parco-son,
obstinada ternura,
fluyendo lenta,
Son sonámbulo,
sonsonete,
Sonsonete de son,
de son vendiendo,
Sonámbulo sonsonete
de baqueta tarareando,
trinando,
rasgando
de blanco
el austero
silencio,
tiñendo
de voces
y sones
la aurora…
237
VIII
BOCA ENTREABIERTA
BESA
239
VARADO VERSONORO.
PROVOCA
EL SUEÑO
0
Leña que va cayendo
desde el sueño del hacha
a la espalda del indio.
PROVOCA
Raíz que se desgaja.