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La teoría del signo de Peirce establece que todo signo se compone de tres elementos en una relación triádica: el objeto al que se refiere, el representamen que lo sustituye, y el interpretante que es la representación mental que se hace el sujeto del objeto a través del representamen. Según Peirce, solo podemos acceder a la realidad a través de signos y no de forma directa, y la comprensión que tengamos de estos depende de los condicionamientos sociales y culturales del intérprete. El proceso mediante el
La teoría del signo de Peirce establece que todo signo se compone de tres elementos en una relación triádica: el objeto al que se refiere, el representamen que lo sustituye, y el interpretante que es la representación mental que se hace el sujeto del objeto a través del representamen. Según Peirce, solo podemos acceder a la realidad a través de signos y no de forma directa, y la comprensión que tengamos de estos depende de los condicionamientos sociales y culturales del intérprete. El proceso mediante el
La teoría del signo de Peirce establece que todo signo se compone de tres elementos en una relación triádica: el objeto al que se refiere, el representamen que lo sustituye, y el interpretante que es la representación mental que se hace el sujeto del objeto a través del representamen. Según Peirce, solo podemos acceder a la realidad a través de signos y no de forma directa, y la comprensión que tengamos de estos depende de los condicionamientos sociales y culturales del intérprete. El proceso mediante el
El signo es fruto de una relación triádica (de 3 elementos): OBJETO, REPRESENTAMEN e
INTERPRETANTE. Ya en la definición que propone Peirce aparece el primero de esos elementos. El autor define al signo como algo que representa o se refiere (es decir, sustituye) a algún aspecto o porción de la realidad, por lo tanto es un REPRESENTAMEN. Esto sucede porque según Peirce la realidad es inabarcable y solo podemos conocerla a través de los signos, nunca vemos los objetos de manera completa. Ese primer signo o representamen es algo que está en lugar de otra cosa, de un OBJETO o referente de la realidad. Sin embargo, no lo sustituye en todos los aspectos, sino en alguna idea, porque como se dijo nunca llegamos a percibir completamente la realidad. Por último, aquel primer signo se dirige a alguien y así crea un signo equivalente o incluso más desarrollado que Peirce denomina INTERPRETANTE. Este es básicamente la representación mental que los sujetos nos hacemos de los objetos de la realidad, es lo que media entre REPRESENTAMEN y OBJETO. El interpretante es muy importante en la teoría de Peirce, ya que de él depende la comprensión que hagamos de ese primer signo que nos da acceso a la realidad. Esto quiere decir que el interpretante está condicionado por las convenciones y los hábitos sociales que nos rodean y en los que vivimos, no se trata de asociaciones libres. El proceso a través del cual accedemos a la realidad es la SEMIOSIS, es decir, la producción social de sentido. En otras palabras, Peirce define así al proceso por el que un sujeto interpreta un objeto gracias a que conoce un signo previo que representa una parte de ese referente de la realidad.
Para entenderlo a través de un ejemplo:
Pensemos que estamos en casa y escuchamos el sonido de gotas cayendo en el techo. En la triada de Peirce, eso sería el signo o REPRESENTAMEN, ya que sin necesidad de ver la lluvia, que es el OBJETO, pudimos asociar un aspecto (representación) a ese referente para poder comprenderlo. Para completar la relación triádica, corremos al patio para descolgar la ropa que se estaba secando, con la intención de que no vuelva a mojarse. Es ahí que aparece el INTERPRETANTE, la representación mental que hicimos de aquel primer signo que fueron las gotas en el techo.
Veamos otro ejemplo:
El beso de bienvenida que da uno de los monjes a William en la película El nombre de la rosa. Ese beso en la boca es el signo o REPRESENTAMEN de un saludo o un beso mismo, que serían el OBJETO al que sustituyen. En tanto, la relación con el INTERPRETANTE aquí no es tan simple: la representación mental puede variar según los condicionamientos sociales que afecten al sujeto que interprete el REPRESENTAMEN. Si se tiene conocimiento de la historia, se construirá un nuevo signo que implica un saludo y una muestra de respeto y jerarquía que formaba parte de las costumbres religiosas en la Edad Media. Lo mismo sucedía si la acción se daba en aquella época. En cambio, si el beso se produjera en la actualidad, o si no se conocieran los hábitos religiosos de franciscanos y benedictinos, el saludo podría ser interpretado como signo de homosexualidad. Estas son tan solo dos posibilidades de las tantas que puede generar un solo signo y las múltiples lecturas de la realidad que dispara una representación.