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Los fines del tratamiento psicoanalítico

Trabajo presentado ante la British Psycho-Analytical Society, el 7 de marzo de 1962.

Al hacer psicoanálisis me propongo:


Mantenerme vivo
Mantenerme sano
Mantenerme despierto
Pretendo ser yo mismo y comportarme bien.
Una vez iniciado un análisis, espero continuarlo, sobrevivir a él, ponerle fin.
Disfruto analizando y siempre espero con esperanza el final del análisis. El análisis por el
análisis mismo no tiene sentido para mí. Analizo porque es lo que el paciente necesita y le
conviene. Si el paciente no necesita análisis, hago otra cosa.
En el análisis uno se pregunta cuánto puede permitirse hacer. Y, en contraste, en mi clínica el
lema es hacer lo mínimo necesario.
Pero éstas son cuestiones superficiales. ¿Cuáles son los fines más profundos? ¿Qué es lo
que hace uno en el encuadre profesional tan cuidadosamente preparado y mantenido?
Al principio siempre me adapto un poco a las expectativas del individuo. No hacerlo es
inhumano. Pero continuamente maniobro para entrar en la posición del análisis estándar. Lo que
debo tratar de hacer es definir el significado que tiene para mí la expresión "análisis estándar".
Para mí, esto significa comunicarse con el paciente desde la posición en que me coloca la
neurosis (o psicosis) de transferencia. En esa posición tengo algunas de las características de un
fenómeno transicional, puesto que aunque represento el principio de realidad, y soy yo quien
debe estar atento al reloj, para el paciente, no obstante, soy un objeto subjetivo.
La mayor parte de lo que hago tiene la índole de una verbalización de lo que el paciente
me trae para usarlo el día de la sesión. Hago interpretaciones por dos razones:

(1) Si no interpreto, el paciente tiene la impresión de que lo comprendo todo. En otras palabras,
al interpretar logro conservar una cierta cualidad externa por no dar totalmente en el blanco, o
incluso por equivocarme.
(2) La verbalización en el momento oportuno moviliza las fuerzas intelectuales. Movilizar los
procesos intelectuales sólo es malo cuando ellos se han vuelto seriamente disociados del ser
psicosomático. Mis interpretaciones son parcas; es lo que espero. Una interpretación por sesión
me deja conforme si se refiere al material producido por la cooperación inconsciente del
paciente. Digo una cosa, dividida o no en dos o tres partes. Nunca utilizo oraciones largas, a
menos que esté muy cansado. Si estoy al borde del agotamiento empiezo a enseñar; además, a mi
juicio, una interpretación que incluye la palabra "además" lleva el sello de sesión pedagógica.

La materia de los procesos secundarios se aplica a la materia de los procesos primarios,


como aporte al crecimiento y la integración.
¿Qué me trae hoy el paciente? Esto depende de la cooperación inconsciente que se
estableció en el momento de la primera interpretación mutativa, o antes; es axiomático que el
trabajo del análisis debe ser realizado por el paciente, y que esto es lo que se denomina
"operación inconsciente". Incluye cosas tales como el soñar, el recordar los sueños y
comunicarlos de un modo útil.
La cooperación inconsciente es lo mismo que la resistencia, pero esta última corresponde
a un elemento transferencial negativo. El análisis de la resistencia libera la cooperación que
corresponde a elementos transferenciales positivos.
Aunque el psicoanálisis puede ser infinitamente complejo, es posible decir unas pocas
cosas simples sobre el trabajo que yo hago, y una de ellas es que en la transferencia espero
encontrar una tendencia a la ambivalencia y a alejarme de los mecanismos más primitivos de la
escisión, la introyección y la proyección, la retaliación objetal, la desintegración, etcétera. Sé que
esos mecanismos primitivos son universales y que tienen un valor positivo, pero son defensas en
cuanto debilitan el lazo directo con el objeto a través del instinto, y a través del amor y el odio.
Al final de ramificaciones interminables en términos de fantasía hipocondríaca e idea delirante
persecutoria, el paciente tiene un sueño que dice: "Te como". Aquí hay una simplicidad total,
como la del complejo de Edipo.
La simplicidad total sólo es posible como bonificación por sobre el fortalecimiento del yo
que el análisis genera. Me gustaría referirme en especial a este tema, pero primero debo abordar
el hecho de que en muchos casos el analista desplaza las influencias ambientales patológicas y
logramos un insight del tipo que nos permite saber cuándo nos hemos convertido en
representantes actuales de las figuras parentales de la niñez y la infancia del paciente, y cuándo,
por contraste, estamos desplazando a esas figuras.
En la medida en que pasemos por esto, nos vemos afectando el yo del paciente en tres
fases:

• Esperamos una especie de fortalecimiento del yo en las etapas tempranas del análisis, gracias
al yo auxiliar que proporcionamos, simplemente por el hecho de hacer análisis estándar y
hacerlo bien. Esto corresponde al yo auxiliar de la madre que (según mi teorización)
fortalece el yo del infante si y sólo si ella es capaz de desempeñar su parte especial en ese
momento. Esa parte es temporaria y corresponde a una fase especial.

• A continuación sigue una fase prolongada en la cual la confianza del paciente en el proceso
analítico genera todo tipo de experimentación (por parte del propio paciente) en términos de
independencia del yo.

• En la tercera fase, el yo del paciente, ya independiente, empieza a mostrarse y a afirmar sus


propias características individuales, y el paciente comienza a dar por sentado el sentimiento
de que existe por derecho propio.

Es esta integración del yo la que me interesa particularmente, y la que me da placer (aunque


no se produce para darme placer). Resulta muy satisfactorio observarla creciente capacidad del
paciente para reunir todas las cosas en el ámbito de la omnipotencia personal, incluyendo aun los
auténticos traumas.
La fortaleza del yo da por resultado un cambio clínico en la dirección de un aflojamiento de
las defensas, que pasan a ser empleadas y desplegadas más económicamente, con la
consecuencia de que el individuo deja de sentirse atrapado en una enfermedad; se siente libre,
aunque no libre de síntomas. En síntesis: vemos el crecimiento y el desarrollo emocional que en
la situación original estaban retenidos.
¿Qué decir del análisis modificado?
Cuando encuentro ciertas condiciones que he aprendido a reconocer, me descubro trabajando
como psicoanalista más bien que haciendo psicoanálisis estándar.

• El miedo a la locura domina la escena.

• Un self falso se ha vuelto exitoso, y para que el análisis tenga éxito en alguna fase se
destruirá la fachada de éxito, incluso de esplendor.

• Hay en el paciente una tendencia antisocial, sea en forma de agresión, de robo, o ambas
cosas, como legado de una deprivación.

• No hay vida cultural alguna, sino sólo una realidad psíquica interior y una relación con la
realidad externa, relativamente desvinculadas entre sí.

• Domina la escena una figura parental enferma.

Estas y muchas otras pautas patológicas me llevan a prestar atención. Lo esencial es que baso
mi trabajo en el diagnóstico. Mientras avanzo continúo haciendo el diagnóstico individual y
social, y trabajo inequívocamente en concordancia con el diagnóstico. En este sentido hago
psicoanálisis cuando, según el diagnóstico, el individuo, en su ambiente, quiere psicoanálisis.
Incluso puedo tratar de poner en marcha una cooperación inconsciente cuando no hay un deseo
consciente de análisis. Pero, en general, el análisis es para quienes lo quieren, lo necesitan y lo
permiten.
Cuando estoy ante un caso para el que no corresponde el psicoanálisis, me convierto en un
psicoanalista que satisface o trata de satisfacer las necesidades de ese caso especial. Creo que
este trabajo no analítico puede ser realizado del mejor modo por un analista que conozca bien la
técnica psicoanalítica estándar.
Finalmente, querría decir lo que sigue. He basado mi exposición en el supuesto de que todos
los analistas son iguales, en la medida en que son analistas. Pero en realidad los analistas no son
iguales. Yo no soy ahora como era hace veinte o treinta años.
Algunos analistas sin duda trabajan mejor en el ámbito más simple y dinámico en el que el
conflicto entre el amor y el odio, con todas sus ramificaciones en la fantasía consciente e
inconsciente, constituye el problema principal. Otros analistas trabajan igualmente bien o mejor
cuando pueden abordar mecanismos mentales más primitivos en la neurosis o psicosis de
transferencia. De este modo, interpretando retaliaciones, proyecciones e introyecciones del
objeto parcial, angustias hipocondríacas y paranoides, ataques a los vínculos, trastornos de
pensamiento, etcétera, amplían el campo de operaciones y la gama de casos que pueden tratar. Se
trata de análisis de investigación y el peligro consiste sólo en que las necesidades del paciente, en
términos de dependencia infantil, se pierdan en el curso del desempeño del analista.
Naturalmente, a medida que ganamos confianza en la técnica estándar gracias a su uso en casos
adecuados, nos agrada sentir que podemos abordar los casos fronterizos sin desviarnos, y no veo
ninguna razón por la que no haya que realizar el intento, en especial si el diagnóstico puede
modificarse a favor nuestro como consecuencia de nuestro trabajo.
En mi opinión, nuestros fines en la práctica de la técnica estándar no se modifican si
interpretamos los mecanismos mentales correspondientes a los tipos psicóticos de trastorno y a
las etapas primitivas de los estados emocionales del individuo. Si nuestro fin sigue siendo
verbalizar la conciencia naciente en términos de transferencia, estamos practicando análisis; en
caso contrario, somos analistas que practican alguna otra cosa que consideramos apropiada para
la ocasión. Y, ¿por qué no?

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