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Silvia Salman
El acto que implicó para mi enviar la carta con la demanda de pase al Secretariado, recogió
aquel otro acto, que un año y medio antes me había llevado a separarme del analista.Este
último análisis lo había iniciado 10 años antes en ocasión de lo que en aquel momento nos
reunía como Encuentro Internacional del Campo Freudiano.Era en Buenos Aires y me
encontraba desolada por la muerte de mi analista que había coincidido con el sorpresivo
desencadenamiento de una grave enfermedad de mi madre.¿En medio de tal angustia a
quien dirigirme?Es recién en ese momento que me percato hasta qué punto la
transferencia estaba concentrada en el analista. Con él controlaba desde el comienzo de mi
práctica, con él había estudiado Lacan antes de la fundación n de la Escuela, con él
finalmente me había analizado.
Esta nueva experiencia, que sería la última, fue la ocasión para desentrañar lo que había
condicionado la elección del analista anterior, como así también para volver sobre las
construcciones realizadas hasta allí.
El cuerpo inanimado
Orientado por el analista, este último análisis comienza por el lado del padre. Como
contrapartida, una interpretación absolutamente silenciosa sobre la madre a lo largo de
toda la experiencia , ninguna palabra sobre la madre, permite hacer caer finalmente el
complejo materno que anudaba el objeto oral, la anorexia y el problema con la demanda,
alrededor del cual habían girado hasta ahí, los análisis anteriores.
Desde los primeros meses de vida se manifestó en mí un síntoma que muchos años
después pude nombrar como anorexia. El diagnóstico médico en esa época fue de
raquitismo y mongolismo.
Un severo rechazo al alimento que puso en riesgo la vida y que la medicina no podía curar,
llevó a la familia a trasladarse de ciudad por sugerencia de los médicos. La ciudad
balnearia Mar del Plata fue el nuevo destino a los 6 meses de edad. Allí pasaron los
primeros años de mi infancia.
El nacimiento de mi hija mujer activó todo un fragmento de mi vida infantil que permitió
explorar las coordenadas de la construcción de la neurosis infantil.
Una serie abundante de sueños en los que de una manera o de otra pierdo a mi hija,
pudieron interpretarse como sueños de separación del lugar de la niña. En todos ellos se
acentuaba el desamparo: la pierdo, la olvido, la dejo sola.
Por otro lado el control de un par de casos de niñas en análisis acentuaban como
contrapartida la locura de las madres.
La madre loca y la niña desamparada, y el enorme padecimiento subjetivo que acarreó ese
lazo primario con el Otro materno, organizaron toda una parte de aquel trabajo analítico al
compás de lo que el inconsciente cifraba incansablemente.
La demanda del Otro se volvía insoportable. “ser demandada por el Otro” era equivalente a
“ser devorada por el Otro”.
Pude así entrever esa temprana decisión de cerrar la boca ante la voracidad que se
encarnaba por entonces en el Otro materno: “¡Comé, comé!” era el grito que se desbordaba
en todas las escenas alrededor del alimento.
La consistencia del Otro materno hacía difícil la entrada de la tan esperada e inestimable
medición paterna. Versiones crueles acerca de mi llegada al mundo, que excluían todas
ellas la implicación del deseo de un padre, no dejaban vislumbrar el lugar por donde
podría hacer su aparición la causa paterna.
Podría captar mi propio rechazo pero la pregunta sobre el por qué del rechazo materno
insistía en el análisis: “¿por qué ella me había dejado caer?”
Los abuelos maternos vivan en Buenos Aires pero transcurrían varios meses afuera del
país. En el momento de mi nacimiento ellos no se encontraban presentes. La ausencia
imperdonable de su padre, instala en mi madre una depresión que se agudizará un tiempo
después con la muerte de su padre.
La cura por el padre
Por otra parte, el cambio de ciudad implicó un cambio sustancial en la economía de mi
padre. En Buenos Aires trabajaba desde su casamiento en el emporio comercial de la
familia materna como “empleado” en uno de los negocios.
En Mar del Palta instala su propio negocio que a su regreso a Buenos Aires podrá mantener
procurándose de este modo su independencia comercial.
La ciudad de Mar del Plata, que contiene en sí misma el valor fálico del dinero y la
independencia comercial, restituyeron al padre su potencia simbólica y la capacidad de dar
un nombre al cuerpo inanimado de la niña.
Una escena en las ramblas de Mar del Plata, esa gran explanada enmarcada por los dos
lobos marinos y una serie de pequeñas esculturas, quedará fijada en una fotografía en la
cual la niña se encuentra sostenida y apoyada en una de esas figuras posando para la foto.
Cada vez que la mirada del padre se encuentra con esa instantánea, brotará de él “Mi
dibujo animado”.
Un S1 que a partir de allí animará al sujeto y alrededor del cual se dará vida tanto al
síntoma como al fantasma.
Con el surgimiento del nombre se obtiene una notable mejoría de la anorexia, atribuida a
las maravillosas virtudes del aire del mar que coinciden, sin duda, con los efectos
impresionantes de la potencia de la palabra del padre.
Muchos años después en el umbral de la adolescencia, padre aparecerá por segunda vez,
esta vez para nombrar a la mujer que se encontraba en ciernes: “Una mujer sola e
independiente” es el modo en que la nombra ahora para referirse a la relación con los
hombres. Efectivamente esos rasgos hacían difícil la posibilidad de establecerse en una
relación de pareja.
Esa manera del decir paterno retomada ahora bajo la égida del falo, el rasgo del
desamparo real en el que había quedado atrapada en los primeros años de vida.
Abrir la boca
La infancia había transcurrido silenciosa y sometida al capricho materno, la adolescencia
sería tumultuosa y reivindicativa.
“Abrir la boca para decir” es la forma que toma la relación con el Otro materno en esa
época. Se instala entonces una modalidad querellante que se repetía frente a todo aquello
que representaba la autoridad.
“Dibujo animado”
En este último análisis se inicia entonces un trabaja detallado sobre la fórmula con la que
había sido nombrada.
Del “dibujo animado” pude extraer la prevalencia del objeto mirada que se recorta en el
horizonte del padre.
Puedo destacar entre otros, tres elementos que se encuentran concentrados en esta
fórmula.
En segundo lugar, un cuerpo que se escabulle, que no puede ser agarrado ya que no se
trata de un cuerpo de carne y hueso sino de un dibujo.
La primera una escena de la infancia en la que la niña se mira frente al espejo de entrada
del edificio en que vive, y un hombre la mira a través del espejo.
Ambas escenas que surgen como recuerdo en la experiencia analítica permiten anudar los
tres términos del trayecto pulsional: el sujeto, la mirada y el Otro.
Entonces “Sentirme agarrada por el Otro” se declina hacia: “Hacerme agarrar por el Otro”.
Por otra parte, el recuerdo de un comentario que el analista hizo del analista anterior
nombrándolo como “huidizo”, haciendo referencia a que no sabía nada de su vida privada,
me puso en la pista de lo que me convenía de aquella transferencia tan poderosa.
La primera vez que me había dirigido a un psicoanalista siendo muy joven, fue a causa del
malestar en el que me encontraba con mi pareja que desde el comienzo de esa relación
había tomado la forma de “estar y no estar al mismo tiempo”. Ese malestar delimitaba un
adentro y un afuera en cuyo borde delimitaría gran parte de mi vida.
Ese rasgo era lo que él más amaba en mi y también, por supuesto, lo más detestaba. El
encuentro con este partenaire, con quien compartiría gran parte de mi vida, estuvo desde
el inicio marcado por esta consonancia sintomática.
La salida del grupo y otra relación con la Escuela se insinuaba en ese horizonte, a la vez
que un reacomodamiento en el lazo con el partenaire instalaba una nueva manera de estar.
En ambos casos se trataba de estar más adentro que afuera llevándolo mejor, trazando
otro borde entre el padecimiento y el funcionamiento.
Era efectivamente un momento de esclarecimiento, que producía por cierto, efectos en los
lazos más íntimos. Pero aún no se trataba del momento de separación, aquel en el que se
pierde esa satisfacción que había animado toda una vida. ¿Cómo seguir? ¿Por dónde salir?
El desinvestimiento
Comenzaba así el inicio del final que concluiría varios años después.
En otro sueño “el analista viene al Encuentro Americano que se hace en ‘Quito’ Ecuador”.
Por esa época se realizaba el Encuentro en Buenos Aires, al que el analista finalmente no
viene. Esa ausencia acentúo el ‘Quito’ como vacío.
Un tercer sueño “estoy con el analista en una entrevista, él está en el escritorio y escribe
NO.”
El color camel identificaba particularmente a aquel analista, recuerdo entonces una ocasión
en la que yo llevaba un pulóver de ese color y en la que había recibido una mirada especial
por parte de él.
Surge entonces un decir que al modo del lapsus interpreta y enuncia una última verdad
que permanecía escondida tras el amor de transferencia. Digo: “Nunca me acosté con
él” poniendo de relieve que aquella experiencia de análisis había transcurrido cara a cara
poniendo en evidencia el goce de la mirada que se sostenía en ella.
Cabe aclarar que lo que me había llevado a comenzar ese análisis en aquél momento era la
indecisión respecto de tener otro hijo. Una frase de mi partenaire: “Si nos es con vos es
con otra”, fue lo que me empujó a retomar el análisis.
Tras una visita en la sala de terapia intensiva, la intensidad de la angustia solo comparable
a la del inicio de este último análisis en el que transcurría el duelo por la madre y por el
analista anterior, me llevó a preguntarme por el nudo de esa angustia.
Un alivio inesperado indica el punto mismo en el que la extracción del objeto se produce,
concluyendo en un “No hacer existir más la mirada del Otro que me agarra”.
Un sueño se agrega a la serie anterior: “Viajo en el metro con un ticket semanal (en general
estaba una semana en el análisis), un hombre me lo recibe, es el analista esfumado y
borroso, me dice que es el último. La imagen es la de un túnel en perspectiva, el final
oscuro”.
Al final, un desinvestimiento absoluto de la mirada como objeto y un sueño en el que el
padre no responde, revelan que la no respuesta, la espalda, el NO y el último billete de
metro anuncian la despedida.
Finalmente, la interpretación del analista: “La dejo ir” es la interpretación con la que
concluye este tramo del análisis y es también la interpretación que me dará la clave de la
salida.
Pasaron varios meses al o largo de los cuales “la dejo ir” resonaba de diferentes maneras,
en diferentes situaciones y con diferentes articulaciones.
Es el momento de verificar que fue necesario agarrar el cuerpo en el espacio analítico para
después dejarlo ir.
Con la convicción de haber alcanzado el final, decido viajar entonces en ocasión de las
jornadas de la ECF cuyo tema era “Cómo se terminan los análisis”. A ver si al fin lo
lograba…
El significante desanimado
El comienzo de este último tramo del análisis se iniciará, aunque con cierta vacilación en el
diván. Un sueño suelta un último significante: “encarnada” alrededor del cual giran las
primeras sesiones de este momento conclusivo.
Aprovechar los días que quedaban con la invitación a construir el pase, empujaron todavía
un poco más la experiencia. Este tiempo me permitió ensayar diferentes maneras de
hystorización dando lugar a un nuevo hallazgo por parte del analizante.
Sin embargo al borde de la salida, en la sala de espera, en la que había pasado largo
tiempo construyendo lo que le iba a decir al analista, allí en el instante antes de concluir se
presentó ante mí la evidencia de la carta robada: “¡el significante está desanimado!”.
“Encarnada” es el revés del “dibujo animado”. Es el significante nuevo que se agrega sin
formar parte de la serie, aunque está hecho de lo que resta de ella. En él se concentra el
cuerpo, lo vivo y lo femenino que se obtiene al final de la experiencia. Es también el
significante que es el índice de una satisfacción correlativa a tener un cuerpo que se puede
agarrar.
Para concluir
Restos de mujer
Ya en el dispositivo del Pase, un sueño se produjo después de la última entrevista con los
pasadores: “Hay un accidente, tengo que ir a buscar los restos de una mujer (que es una
amiga entrañable) y ponerlos en algún lugar. Recojo esos restos. Se trata de una figura,
una especie de escultura hecha de trozos de mujer”.
Es un sueño sin angustia que muestra un cuerpo de mujer construido a partir de los trozos
que el análisis permitió animar y encarnar por el momento, de otra manera.
Notas