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la lógica1
por Dominique Laurent | La mujer no existe (40), Número 40
En febrero de 1894, tiene lugar la conexión de los nervios, El Otro le habla. El fallo que
trastorna el orden del universo de Schreber introduce la posibilidad de volverse amo del
alma de un hombre viviente para gozar a través de una conexión de nervios divinos.
Schreber tiene tratos desde entonces con un Otro del mensaje y del goce que estragan su
cuerpo. Es el momento en el que aparecen los “personajes hechos a la ligera” de los que
el primero parece ser el de su mujer. Correlativamente al desencadenamiento del
“hablar de nervios” una significación se impone. Schreber se convierte en el objeto de
un complot que tiene como objetivo entregarlo a un hombre, Flechsig, en cuerpo y
alma. Según un plan que resultará divino, su alma lo abandonará y su cuerpo cambiado
en un cuerpo de mujer debe ser entregado con miras a los abusos sexuales para ser a
continuación simplemente “dejado caer”, es decir, sin duda abandonado a la
putrefacción4.
En el momento de la redacción de sus Memorias, le viene a la mente que el proyecto
divino era “perpetrar sobre él el asesinato del alma y entregar su cuerpo a la subasta
como el de una prostituta femenina”. Estos estragos revestirán un aspecto tan terrorífico
y mortal que persistirá la posición de indignación de Schreber respecto del proyecto de
Entmannung, de eviración. La amenaza de eviración concierne al ser del sujeto en tanto
que condenado a ser mujer. Lacan en Aún, al retomar la perspectiva aristotélica precisa
“que el alma no es otra cosa que la identidad supuesta del cuerpo, con todo cuanto se
piensa para explicarlo”5. La eviración no connota la castración sino su falla.
De la Entmannung a la mujer
Lacan hace de la muerte del sujeto “el verdadero resorte de la inversión de la posición
de indignación”11 de Schreber respecto del proyecto de la Entmannung. Cuando la
conexión con Dios se restablece después de dejarlo caer, la voluptuosidad femenina, la
voluptuosidad del alma lo invade y se acompaña desde entonces de su consentimiento a
su transformación en mujer. El mundo y él mismo se revitalizan12. El esfuerzo de réplica
constituye el esfuerzo de reapropiarse de una lengua que se ha convertido en algo como
completamente exterior, ligada a un goce infinito. Al mantenerse como sujeto del
significante, encontrará por medio de convertirse en la mujer de Dios, una solución
significante que hará metáfora de sustitución. Ese consentimiento es una necesidad
vital. La transformación en mujer a partir de la voluptuosidad que experimenta es el
correlato del asesinato del alma. Se asiste al tránsito del rechazo indignado hacia lo que
experimenta como forzamiento ignominioso hacia la mujer, que le viene del Otro, a una
magnificada aceptación. “Había tomado conciencia de que, lo quisiera o no, la eviración
era un imperativo absoluto y, en búsqueda de un compromiso razonable, no me quedaba
otra solución que hacerme a la idea de ser transformado en mujer. La eviración debía
naturalmente tener por resultado nada menos que mi fecundación por los rayos divinos
en vista de la generación de una nueva raza de hombres”.
Con Schreber, Lacan pone a prueba de la psicosis los desarrollos de la dialéctica fálica.
Cuando la metáfora paterna no funciona la significación fálica no se establece. La
dialéctica fálica funciona entonces con una negativización real del órgano. A medida de
la entmannung, de la pérdida del órgano, Schreber se transforma en mujer realizando
realmente la igualdad girl-falo. Se pasa del sentido fálico a la mujer. Convertido en
mujer, él habla la lengua de Dios que es goce.
La mujer en la que se convierte Schreber se distingue por las características del goce, de
un goce que se inscribe del lado femenino porque no está localizado sobre un órgano.
“Mi cuerpo está recorrido de los pies a la cabeza a través de los nervios de
voluptuosidad, esto solo se encuentra tratándose de un cuerpo de mujer adulta”13 Ella
debe encarnar, dice, la excepción de una voluptuosidad sin límites.
La fórmula del lazo que une Schreber a su Otro parece ser: Dios le goza como su mujer.
“Dios exige un estado constante de goce… es mi deber ofrecerle este goce”14. Este Dios
o la lengua que toma a cargo el conjunto del goce, liberada del obstáculo del órgano. La
regulación del goce se localiza en un escenario transexual. Schreber ante su espejo
testimonia de un goce que al tener que encontrar la manera de inscribirse como
femenino, se anuda de ahora en adelante a la imagen y a la pulsión escópica.
“Cualquiera que me vería ante el espejo, la parte de arriba del cuerpo desnudo, sobre
todo si la ilusión es mantenida por algún accesorio de adorno femenino, estaría
convencido de estar ante un busto de mujer. No se ha observado nunca nada parecido
sobre un cuerpo de Hombre”15. “Lo que es exigido es que me mire a mí mismo como
hombre y como mujer en una sola persona consumando el coito conmigo mismo y
busco sobre mí las prácticas que tienen por fin un calentamiento sexual”16. Este goce
autoerótico es también una invención del goce sexual como tal. Schreber está ante dos
cuerpos17.
Schreber está condenado a convertirse en mujer por el goce del Otro divino. Esto no se
realiza más que tras la muerte del sujeto. Al contrario cuando Lacan escribe las
fórmulas de la sexuación, insiste sobre la elección del sexo por el sujeto. El sujeto es
libre, dice, sea cual sea su anatomía y su estado civil, de acomodarse de un lado o del
otro18. Es una elección de goce y no de anatomía. Esta elección no es posible para
Schreber. Tenemos primero el rechazo y después el consentimiento. Consiente porque
se trata de su supervivencia. Dios equivalente a la lengua deviene instrumento de goce
separado de la significación fálica, de -phi. Está condenado a volverse mujer pero esto
no quiere decir ser mujer. “Cuando haya acabado su transformación, el acto de
fecundación divino tendrá lugar”19, “Suerte de redención que apunta a la criatura por
venir” dice Lacan.
Se trata de una fascinación hacia esta posición obedeciendo a una coacción estructural.
Schreber se dedica a crear el significante de La mujer y a obtener la inclusión en el
campo del Otro de este significante forcluído. Con el efecto real femenino que se
produce, Schreber fabrica una relativa estabilización sin el Nombre del Padre. Asistimos
a un punto de detención del desarrollo del delirio y un cierto cifrado del goce. Es
también el restablecimiento de una relación a la realidad, que deviene además vivible, y
una cierta pacificación de la relación con el Otro. Lacan no habla de curación20.
En los términos de la primera metáfora paterna, la madre como lugar del goce pulsional
primordial no simbolizado por el significante fálico testimonia de un deseo que escapa a
-phi. Lo que resta es la exigencia de Dios, dicho de otra manera, la lengua. Identificarse
a la mujer es identificarse más allá del falo, al goce Otro de la mujer que es la madre,
elevándolo a La mujer. La elucidación de la posición de Schreber permite a Lacan ir
más lejos y pasar a la dialéctica real del ser y del tener.
El empuje a la mujer es una reformulación lógica de “La mujer que falta a todos los
hombres”, indica por su estructura de excepción la función de estabilización que
incluye. Esta estructura lógica que identifica el goce tiene un nombre que no es el
Nombre del Padre, se uniría así al ser único o sin parangón evocado por el otro cuantor
propuesto por Lacan: el no todo en la función fálica. Es decir que no hay ningún
régimen de universalidad para que el sujeto se inscriba o no en la función fálica. El
efecto de empuje a la mujer comentado a partir del primer cuantor es muestra de una
función sin límite que puede desarrollarse de manera hiperbólica. A entender,
hiperbólica, como asintótica, como Lacan la había introducido a propósito de Schreber.
Una función que tiende a un límite en el infinito pero que no lo alcanza nunca. En “El
atolondradicho”, Lacan recuerda que el empuje-a-la-mujer es “la precipitación
sardónica de un efecto sentido como de forzamiento” causado por la irrupción de Un-
padre.
Schreber lo ha llamado femenino y sin límites pero sigue siendo alucinatorio. Por el
contrario “La mujer tiene relación a S(Ⱥ) y es por esto que ella se desdobla, que no es
toda ya que por otra parte, puede tener relación con Φ”27.
¿Qué uso actual hacemos de la fórmula del empuje-a-la-mujer? ¿Hay que aplicarlo a la
ecuación trans o no? ¿Hay que aplicarlo a los dos lados de la sexuación porque La mujer
no existe?
La extensión lado hombre supondría los cuados clínicos actuales, ahora bien, esto no se
presenta con la magnitud y riqueza del caso de Schreber. Sin duda, es una razón la
influencia de los medicamentos en la erosión de los fenómenos alucinatorios.
Por el contrario, la extensión del uso de la fórmula del lado mujer plantea otras
cuestiones como lo señala F. Leguil28 para quien el uso de la fórmula debería estar
reservado a un sujeto de sexo masculino. El empuje-a-la-mujer vendría a designar el “ir
a los hombres”29 de algunos sujetos femeninos psicóticos. Estos sujetos se inscribirían
así en la estructura lógica de “la mujer que falta a todos los hombres”. Por mi parte los
“ir a los hombres” que he podido observar no se han revestido nunca de las insignias del
goce, del amor, de un forzamiento de un Otro real en su voluntad de gozar, de cualquier
construcción delirante, y aún menos de una muerte del sujeto. Estas soluciones
transitorias aparecen más bien como una tentativa desesperada de luchar contra la
muerte. Se trataba de sujetos que buscaban en la mirada de hombres, anónimos o no, el
signo de un deseo que les hacía vivir, envueltos como estaban en un vacío mortífero.
Pero esta solución efímera se concluía regularmente por la toma masiva de tóxicos con
los que se aniquilaban.
Me parece que hay que manejar caso por caso la fórmula “empuje-a-la-mujer”, tan
admirablemente descrita por Lacan a partir del caso Schreber. La fenomenología de un
comportamiento no proporciona automáticamente la función lógica a la que pertenece.
Generalizar precipitadamente su uso oscurece más que aclara.
dominiqueclaurent@gmail.com
Notas: