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EDUCACIÓN INICIAL?
Pensar en las prácticas del lenguaje implica concebir de otro modo el objeto de enseñanza.
Ya no se trata de enseñar lengua –los tipos de textos y sus aspectos lingüísticos–; sino las
prácticas sociales que llevamos a cabo con el lenguaje: hablar y escuchar, leer y escribir. Si
el objeto son estas prácticas, los contenidos fundamentales de enseñanza son los quehaceres
del hablante, del lector y del escritor, por ejemplo relatar una experiencia a otros, escuchar
atentamente un relato, compartir la lectura de un texto, comentar lo leído, releer un párrafo
que no se comprendió, planificar lo que se va a escribir en relación con el propósito, etc.
Como señala Delia Lerner refiriéndose a las prácticas con el lenguaje escrito:
La orientación del diseño curricular de Prácticas del Leguaje en la Educación Inicial
expresa coherencia y articulación con las propuestas de los diseños curriculares de los
niveles siguientes. Por lo tanto, las instituciones educativas del nivel asumen el desafío de
iniciar a los niños en las prácticas sociales de la lectura, la escritura, el habla y la escucha.
No se trata de un cambio de vocabulario, sino de una visión diferente del objeto de
enseñanza y, por lo tanto, de la función del nivel inicial con respecto al lenguaje, de una
mirada distinta sobre los saberes y las posibilidades de los niños, y también sobre las
condiciones y las modalidades didácticas, privilegiando la continuidad de las mismas a lo
largo de la escolaridad.
Toda práctica se adquiere en la práctica. Formar a los niños como hablantes, lectores y
escritores significa crear las condiciones didácticas que les permitan ejercer como tales
desde su ingreso en la Educación Inicial. Ningún niño se hará lector si en la sala y en el
Jardín no se forman verdaderas comunidades de lectores a las que se ingresa participando.
Es decir, para formar a los alumnos como ciudadanos de la cultura escrita y usuarios de la
palabra, tenemos que crear las condiciones didácticas para lograrlo. Se trata de organizar la
sala de manera que la lectura y la escritura, el habla y la escucha sean prácticas habituales
como lo son fuera del jardín.
Una sala en la que el docente le lea sistemáticamente a los niños, propicie el intercambio de
opiniones y las conversaciones entre los mismos y se tome el tiempo para la escucha atenta;
proponga la exploración de textos y estimule la escritura