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Filosofía y Ética docente: Mgt Alexander Christopher Valladares Tapia

Guion
De la Obra

Personajes:
 Narrador  Arconte
 Sócrates  Defensor I
 Anito  Defensor II
 Meleto  Acusador I
 Licon  Acusador II
 Pitonisa  Juez
 Sacerdotisa Ecate  Platón
 Sacerdotisa Heliade  Ciudadano

“LA APOLOGÍA DE SOCRATES”


ACTO I

EL VATICINIO DEL ORÁCULO

Escena I

Narrador: Se dice que todo comenzó cuando Querofonte decide visitar el santuario de
Apolo. La pitonisa, Phytia solía pronunciar en trance frases inconexas que eran
interpretadas por sus sacerdotisas.

Querofonte acudió a Delfos con un propósito en particular, preguntar a la pitonisa quien


era el hombre más sabio de toda Atenas Veamos que paso aquel día:

Oráculo: ¿A qué has venido Querofonte?,

¿Qué deseas que el dios Apolo te responda?

¿Qué me pides? dime

Querofonte: Pitonisa he venido ante ti, para saber si hay hombre más sabio que mi
amigo Sócrates.

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Oráculo: Escuchadme pues la verdad viene de mí, soy la representación del dios Apolo
en la tierra. (Le extiende la mano para recostarse)

Narrador: De esta manera fue como la pitonisa se recostó, mientras sus sacerdotisas
dieron inicio al ritual para contactar con los dioses

Narrador: La hermosa joven que se encontraba frente al Querofonte entro en trance y


empezó a murmurar algunas palabras…

Sacerdotisa Heliade: Escuchadle! Shhh

Oráculo: nadie es más sabio que Sócrates entre todos los mortales

Sacerdotisa Ecate: Apolo ha dicho que nadie es más sabio que Sócrates (se acerca a
la boca de la pitonisa para escuchar mejor, eleva la cara)

Sacerdotisa Heliade: Oídlo, Sócrates es el más sabio de todos los mortales

Sacerdotisa Heliade: Ya escuchasteis los designios de mi señora, marchaos, marchaos


ya, os suplico mi señora necesita descansar.

Querofonte: Serán tus designios mi ley, gran Oráculo.

Sacerdotisa Ecate: ¿Mi señora está bien? Descanse…es hora.

Narrador: Es así que Querofonte se retiró del templo, en busca de Sócrates para
contarle lo que dijo la pitonisa.

Cortina musical ( )

Escena II

Narrador: Cuando Querofonte regresó a Atenas contó a Sócrates lo que le había dicho
la pitonisa, éste se sorprendió de sobremanera.

Querofonte: Así es querido amigo, eso ha dicho el dios Apolo por boca de la Pitonisa.

Sócrates: Pero eso que te dijo el dios es un verdadero misterio. Por una parte, yo sé
que no soy sabio, y por otra, estoy seguro que el dios no miente, no le es permitido
hacerlo, debe haber un modo de entender las palabras de Apolo.

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Narrador: Con el paso de los días, Sócrates decidió iniciar su propia investigación sobre
lo que la pitonisa había dicho de él.

Una mañana se dirigió a visitar a un importante político famoso por su sabiduría, pero al
dialogar con él se dio cuenta de que no era sabio.

Poco tiempo después visitó a otro hombre que era conocido como un gran
sabio, después de hablar con él; se dio cuenta que tampoco lo era, así visitó poetas y
artistas, incluso extranjeros y se percató que ninguno de los que eran llamados sabios o
se hacían llamar sabios lo eran, la consecuencia de sus indagaciones fue ganarse odio
y envidia por parte de la gran mayoría de atenienses.

Narrador: No contento con tales afirmaciones sobre su sabiduría, decide ir al Oráculo


para preguntarle y escuchar de sus labios lo que se dice de él, y es así que se enrumba
hacia Delfos a ver al Oráculo. Obviamente ya lo estaban esperando porque la pitonisa
sabía que Sócrates vendría y preguntaría más al respecto.

Pitonisa: Haced pasar a Sócrates, que ya se encuentra cerca (las sacerdotisas se alejan
y van al encuentro de Socrates)

Sacerdotisa Ecate: Maestro Sócrates mi señora os espera, seguidme por favor,


seguidme.

Sacerdotisa Heliade: tened cuidado con lo que escuches aquí, pues mi señora no
miente y solo la verdad sale de sus labios, que no cambie tú destino Gran Maestro, amo
y señor de la ironía y el sarcasmo.

Que no nuble tu juicio y que alague tu ego, no cambies maestro, no cambies jamás.

Oráculo: Sócrates.

¿Qué te trae ante mi presencia?

¿Deseas saber algo?

¿Puedo ayudarte yo acaso?

Dime que deseas de mi mortal.

Sócrates: Tú que todo lo sabes, no debe causarte extrañeza, vengo a ti a preguntar


acerca de mis designios, si en verdad lo sabes o no.

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Oráculo: Pues ya lo he dicho todo y sabes que no puedo mentir porque por medio de mi
habla el dios Apolo…

Sócrates: Y en verdad es cierto lo que dices de mí, que soy sabio. Pues la verdad
manifestada es exagerada, pues solo soy un hombre que busca conocimiento para llegar
la verdad.

Oráculo: Si lo eres Sócrates el más sabio de todos los mortales.

Oráculo: Pues deberías sentirte bien ante tal designio hecho por el dios Apolo, simple
mortal, pues tu conocimiento llega más lejos de lo que tú crees. Tu sabiduría aconseja
al que no sabe y perpleja al que sabio que se cree, haciéndolo ver como un simple
ignorante.

Oráculo: Tu culto lenguaje y lengua mordaz hace ver a todos como simples animales
que solo comen y beben. Quitándoles así su capacidad de pensar y criticar.

Oráculo: Los insultas sin que se den cuenta, los pones en dilemas y ellos no saben qué
hacer. Si Sócrates eres sabio y ese es tu designio.

Oráculo: Haces preguntas a los políticos pensando que ellos son más inteligentes que
tú y descubriste que fallaron, entonces fuiste a los poetas y los interrogaste…ellos
también fallaron y finalmente preguntaste a los artesanos y volviste a decepcionarte.

Mientras que tú has mantenido el hecho de que no sabes nada, y sabes que no sabes
nada, la predicción hecha por mi te hizo más sabio que cualquiera de ellos y así justificas
tal predicción y hoy estas aquí para confirmar ello mortal.

Sócrates: La verdad no se bien, pero a mí me parece que dios hace muy bien las cosas.
A cada uno nos crea para un destino; de seguro no siempre corta la misma tela para que
no le salga siempre: un filósofo, político, artista o artesano.

Si bien a ti te hizo para la grandeza de la sabiduría, en mi debió pensar para las casillas
terrenales. Así que cumplamos los designios y respetémoslo.

Oráculo: Que espíritu tan simple el tuyo, solo aspiras a ser una criatura inferior a
ocuparte de problemas vanos y tener el placer de andar pregonando tu sabiduría, déjale
a la gente vulgar ese tipo de diversiones pon en un tu mente una idea más alta.

Oráculo: Has como yo: desprecia los sentidos, desprecia la materia y dedícate a los
grandes temas del espíritu. Toma como ejemplo al dios Apolo que es un sabio y
reconocido por mortales y dioses.

Ve Sócrates y cumple tu destino, ya que volverás a mí y otra será la situación de nuestro


encuentro.

Sócrates: De tus labios salieron tales palabras y de no los míos, gran Oráculo
recuerda eso lo dijiste tu, yo no, solo soy Sócrates un simple mortal.

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Si el dios Apolo lo dijo, no puedo dudar de ello, pero te digo que si nos volvemos a ver
será para discutir cosas del espíritu y no sobre la sabiduría de un simple mortal llamado
Sócrates, adiós gran Oráculo
Acto II
Cortina musical
ACUSACIÓN DE SÓCRATES
Escena I

Narrador: Después de salir de Delfos Sócrates fue a cumplir el designio del dios Apolo,
inicio su travesía haciendo preguntas, y dando consejos.
Enseñando al que no sabía y ridiculizando al que creía saber.
Haciendo esto se ganó como enemigos a: Políticos, artistas y artesanos, los cuales lo
llevaron ante el tribunal de Atenas. Asi fue que un dia estando todos reunidos para el
juicio a Sócrates, ante ese tribunal, se empezaron a exponer los cargos en contra y a
favor de Sócrates. Comenzando por Meleto….
Meleto: ¡Yo Meleto acuso bajo juramento a Sócrates!, de no reconocer a los Dioses de
la ciudad y de querer sustituirlos por otros nuevos.
También lo acusó de querer corromper a nuestros jóvenes. Si ! Atenienses, querer
corromper a nuestros jóvenes!
Por ello, pido para él, la pena de muerte.
Mis argumentos están expuestos en el acta de acusación que todos conocen. Anito
y Licon aquí presentes expondrán las líneas previas.
Arconte: Anito, ¡habla Anito da tu acusación!
Anito: No sé si Sócrates merecía estar aquí, pero ya que comparece ante vosotros,
jueces, ¡es necesario que muera! Atenienses, si le dejáis vivo, corromperá a vuestros
hijos y los perderéis!
Él os dirá que solo les enseña la virtud, no le creáis, es un magnifico orador!
Porque la virtud no ha corrompido nunca a nadie, quien realmente corrompe,
es Sócrates, al hacer que quienes le oyen se transformen en personas superiores y con
un grado más alto para desobedecer las leyes de Atenas.
Estas son, jueces, las teorías que les da a los jóvenes:
¡Despreciar el sistema!
¡Y los vuelve violentos!

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Con Sócrates, convivieron dos hombres, que trajeron muchos males a la ciudad:
Clitias y Arduidades, es decir, el mayor ladrón, el más grande asesino de nuestro
gobernante de la oligarquía, el peor libertino!, el más insolente!, el más burdo
de los convincentes demócratas!

Defensor I: Clitias y Arquidiades, eran duros ambiciosos.


Quizás abusaron de su compañía para hacer política. Justamente porque ellos se creían
superiores a los demás no pudieron convencerles. No han sido discípulos suyos!
Anito: Tonterías!... aun sabiendo lo que hacía. Invito a sus discípulos a despreciar a sus
padres, convenciéndoles de que iba a hacerles más inteligentes que ellos.
Dijo tambien, que cuando uno está enfermo, o quiere un juicio solo puede esperar a
dudar, de los médicos o los abogados?
Sin embargo, considerando, que nuestros amigos, son más importantes, por la utilidad
que tienen, que por lo que son en realidad . Dice que no necesitamos amigos buenos
sino útiles! Pf
Y que solo los sabios merecen respeto, siempre que sepan enseñarlo.
Pero después persuade a los jóvenes de que él es el único sabio! Atenienses! Acabemos
de una vez con este enemigo de la sociedad, yo me sumo a la condición de muerte y
acuso a Sócrates
¡De impiedad!,
¡Perversión de la juventud!,
¡Invitación al desprecio de las leyes!,
¡Magisterio de Clitias y Alquidiades! tan dañinos para el estado, ¡enseñanzas de ostento
a los padres y falta absoluta de escrúpulos!.
Arconte: Es suficiente Anito. ¡Habla Licon! ¡Habla!
Licon: Atenienses, todos lo sabéis; vive como no viviría ningún esclavo, sus comidas y
bebidas son las más pobres de la ciudad. Lleva el mismo vestir miserable en verano y
en invierno, es, sencillamente un maestro de la infelicidad. Si no sabio más que erudito.
Pero cuidado con eso jueces, cuidado, porque eso lo hace muy bien...
Defensor II: No es esclavo, ni de sus sueños, ni de su lujuria.
¿No crees que debe de ser por una razón poderosa?
Esta tres horas libres y guía a su patria y a sus amigos;
Al parecer tu crees que la felicidad consiste en las delicias y en la magnificencia.
Sócrates, nos enseña que la verdadera felicidad consiste en ¡No necesitar de nada!

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Licon: ¿Y entonces por qué no se dedica a la Política?


Defensor I: ¿En verdad crees que haría mejor Política dedicándose a ella?
¿Qué cuidando y formando a cuantos son capaces de hacerla?
Licon: Ahí está! No tengo más que decir...
Arconte: Sócrates comienza con tu defensa
Sócrates: No sé atenienses que sensación habrán experimentado al escuchar las
palabras de los que ante este Tribunal me han acusado, han hablado de tal manera de
mi persona que yo mismo me desconozco, incluso les han advertido tener cuidado de
escuchar mis palabras pues pueden ser engañados.

Bueno, sí es cierto, soy orador, pero diferente a los que me acusan, ellos aunque hablan
con bellas expresiones, poca verdad dicen sus palabras.

Narrador: Meleto que venía en representación de todos los poetas, poniéndose en pie
se dirigió a Sócrates.

Meleto: Sócrates, sabemos que te dedicas al estudio de las cosas que hay en los cielos
y las que hay bajo la tierra, además, dicen que conviertes en buena una mala causa.
Además los que investigan este tipo de cosas no creen en los dioses.

¿Qué tienes que decir al respecto?

Sócrates: Sé que son muchos los que me acusan de eso, lo han venido haciendo desde
hace muchos años. También sé que se lo dicen a los jóvenes cuando se encuentran en
una edad en la que creen fácilmente. De hecho me parece recordar que Aristófanes los
convenció de eso.

Meleto: Tienes habilidad para hablar Sócrates, sabes convertir débiles argumentos en
fuertes. Sabemos también que todo lo que sabes lo enseñas a otros y es por esta razón
que te hemos traído ante este Tribunal

Sócrates: iAtenienses!, los pongo de testigos a todos y cada uno, pregunten entre Uds.
Si alguna vez me oyeron hablar sobre esos temas, seguramente han oído que trato de
educar a los hombres y que cobro dinero por hacerlo, pero eso tampoco es verdad...a mí
me parece algo extraordinariamente hermoso que existan hombres como Gorgias de
Leontino, como Pródico de Ceos o como Hipias de Élide que son capaces de educar a
otros hombres…

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Narrador: Sócrates guardó silencio unos instantes, de pronto le asaltó a la memoria un


recuerdo, el día que habló de este tema con Calias, un hombre rico y distinguido que
pagó a Eveno de Paros para que enseñara a sus dos hijos...Eveno era un sofista, un
hombre sabio, conocedor del arte de perfeccionar hombres y lo enseñaba

Sócrates: Por mi parte, si yo tuviera el conocimiento sobre este tipo de cosas me sentiría
orgulloso de saberlas y mi fama correría por todas partes, pero la verdad atenienses es
que no sé absolutamente nada de esto

Juez: Entonces, Sócrates, ¿de dónde vienen todas estas acusaciones que te hacen, de
dónde viene toda tu fama?

Sócrates: He obtenido cierto renombre, lo se, pero no por tener el conocimiento de los
sofistas, ellos poseen tal vez una sabiduría sobrehumana, la sabiduría que yo poseo es
sabiduría propia del hombre con la que tal vez no sea yo sabio, pero cabe la posibilidad
que esta sabiduría sea la que me haga sabio. Y para explicar mejor esto, pondré de
testigo las palabras al dios Apolo.

Cortina musical

Escena II

Narrador: El juez poniéndose de pie interrumpió el relato de Sócrates.

Juez: ¡Basta de historias Sócrates!, explica en qué consiste tu sabiduría, es importante


saberlo ya que otra de las acusaciones que se te han hecho es la de corromper a
la juventud por tus enseñanzas.

Sócrates: Es cierto que hay algunos jóvenes que me acompañan, pero no es porque yo
sea maestro de estos jóvenes que por lo general son muy ricos.

Ellos se divierten mucho escuchando cómo examino a los que dicen ser sabios, por
imitación ellos mismos se ponen a examinar a otros y van descubriendo que esos que
dicen saber algo, en realidad no saben nada de lo que decían saber.

Narrador: Ante este comentario uno de los ciudadanos allí reunidos hizo oír su reclamo.

Ciudadano: Por eso mismo corrompes a los jóvenes Sócrates, les enseñas a no creer
lo que dicen los hombres sabios, tú eres responsable de su ignorancia.

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Juez: Sócrates, Meleto aquí presente representa a nuestros poetas, él te acusa de


corromper a la juventud y también de no creer en los dioses de la ciudad, sino en otros,
¿qué tienes que decir al respecto?

Sócrates: Acércate Meleto, quiero preguntarte algo.

Meleto: ¿Qué deseas decirme Sócrates?

Sócrates: ¿No crees que lo más importante para los jóvenes es que sean lo mejor
posible?

Meleto: Por supuesto, claro que si.

Sócrates: Bueno, entonces di a todos quién o quiénes pueden hacerlos mejores

Narrador: Meleto, confundido, guardó un profundo silencio

Sócrates: Ves, es vergonzoso que no lo sepas.

Meleto: Solo guardaba silencio para pensar. Tu que dicer sabia deberías saberlo. ¿No?

Lo que hace mejor a los jóvenes son las leyes Socrates.

Sócrates: Yo te pregunté por un hombre Meleto, por una persona que seguramente
sabrá algo de las leyes.

Meleto: Pues qué mejor conocedor de las leyes que los jueces aquí presentes Sócrates

Sócrates: Pues dime Meleto, ¿serán todos los jueces capaces de hacer mejores a
los jóvenes o solo algunos jueces sabrán hacerlos mejores y otros no lo sabrán?

Meleto: Todos los sabrán hacer mejores.

Sócrates: Bueno Meleto y dime, ¿también los que nos están escuchando harán buenos
a los jóvenes?

Narrador: Meleto sabía que si afirmaba que los oyentes no podían educar bien a los
jóvenes, los pondría en su contra, así que siguiendo a Sócrates afirmó que también los
oyentes podrían educar como los jueces

Sócrates: Y también como ellos, los jueces, los miembros del Concejo pueden enseñar
cosas buenas a los jóvenes ¿Verdad Meleto?

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Meleto: Así es Sócrates, también ellos.

Sócrates: Entonces Meleto, por lo que dices tal parece que todos en Atenas pueden
enseñar cosas buenas a los jóvenes, menos yo, ¿no es así?

Meleto: Definitivamente eso es lo que estoy diciendo.

Sócrates: Y me imagino que lo mismo sucede con los caballos o no Meleto,


seguramente todos los hombres saben cómo hacer mejores a los caballos.

¿Pero acaso no sucede todo lo contrario, no es más bien que uno solo o algunos son los
que saben hacerlos mejores y no todos? Bueno, dime también Meleto, ¿qué es mejor
vivir entre ciudadanos buenos o malos?

Meleto: Sin duda entre hombres buenos y honrados.

Sócrates: Y dime corrompo a los jóvenes voluntaria o involuntariamente

Meleto: Por supuesto que voluntariamente Sócrates.

Sócrates: ¿Tú crees que yo sería capaz de convertir alguien en malo bajo el riesgo de
hacerme yo mismo un mal?

Meleto: Por supuesto que no.

Sócrates: Por supuesto que no Meleto, y es por eso que no corrompo a los jóvenes o si
lo hago, lo hago involuntariamente, en cualquiera de los dos casos, estás mintiendo
acerca de mí.

Narrador: Meleto sintiéndose acorralado trató de cambiar la acusación. El silencio


que había en el tribunal era tan denso que se podía escuchar el paso del viento entre los
árboles cercanos.

Meleto: Pero tu corrompes a los jóvenes Sócrates, les enseñas a creer en otra clase de
espíritus y no en los dioses de nuestra ciudad.

Sócrates: Pero dime Meleto, no son acaso las divinidades un tipo de dioses.

Meleto: Es cierto

Sócrates: Entonces dices también que creo en los dioses y que no creo en los dioses.
Porque sea cualquiera el tipo de divinidad en la que yo creyera, ésta también es un dios

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¿no te parece Meleto?, hay hijos de dioses que son divinidades y tu acusación tan
absurda que podría decir yo creo en mulas y en potrillos, pero no creo en la existencia
de caballos que creer en divinidades, es creer en dioses sean padres o hijos.

Narrador: Cerrando parte de la conversación Sócrates dejo entrever que tales


acusaciones mostradas solo eran vanas y sin argumento, humillando a su fiscal, pero
tales argumentos no convencerían a sus detractores pues venían con una sola misión.

CORTINA MUSICAL

Escena III

Narrador: Sócrates miro donde se encontraban los atenienses y con voz suave y
reposada dijo a los jueces.

Sócrates: Me parece que no es necesaria tanta defensa para demostrar que soy
inocente de la acusación que se me imputa, sin embargo, jueces, lo que me va a
condenar no son las acusaciones de Meleto sino la envidia y el odio de muchos otros.

Narrador: Asi empezó a narrar a los presentes que cuando fue soldado en algunas
batallas atendió más la responsabilidad que le encomendaron sus superiores que el
cuidado de su propia vida. Y es cierto porque hoy sabemos que Sócrates en los años
430-420 a.C. participó en algunas importantes batallas siendo soldado. Al terminar de
nuevo reinaba en el tribunal un gran silencio.

Sócrates: En ese entonces obedecí a mis superiores y los obedecí por encima de mi
propia vida. Atenienses, no es un hombre el que ordena una misión sino un dios y no me
queda menos que obedecer cualquiera que sea mi riesgo. He aceptado que debo vivir
filosofando, y examinándome a mí mismo y a los demás. Renunciar sería algo
terriblemente deshonroso, entonces y solo entonces, atenienses, tendría sentido el que
viniera ante este tribunal acusado de no creer en los dioses, pues estaría
desobedeciendo lo que el oráculo me ha ordenado.

Narrador: Sócrates explicó que si no creyera lo que dijo el oráculo tampoco creería en
los dioses y que entonces sí le temería a la muerte, además, creería ser sabio sin serlo,
es decir, un hombre que teniendo el conocimiento de los dioses no le sería necesario
tenerlo.

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Sócrates: Temer a la muerte no es solo creerse sabio sin serlo, nadie de los aquí esta
presente conoce la muerte ni su naturaleza, la toman como el mayor mal que le puede
ocurrir uno, pero yo, atenienses, no puedo decir lo que sea la muerte. Tal vez en eso soy
más sabio que ustedes en tanto que sé que no sé nada sobre la muerte y también sé
que es malo e injusto desobedecer al que es mejor, ya sea un hombre o un dios.

Juez: Sócrates, hemos escuchado y hablado entre nosotros y hemos pensado que no
atenderemos las acusaciones realizadas por Anito y por Meleto, estamos considerando
dejarte ir, pero debes prometernos que ya no gastarás el tiempo filosofando y si te
encontráramos haciéndolo te condenaríamos a muerte.

Narrador: Al escuchar esto Sócrates entristeció de sobremanera, miró a los jueces


y con voz sombría se dirigió a ellos.

Sócrates: (Con voz sombría) Señores jueces atenienses, yo los respeto y los admiro,
pero primero he de obedecer al dios antes que a ustedes. No dejaré de filosofar, ni me
cansaré de decirles lo vergonzoso que es vivir en la ciudad más grande y prestigiada del
mundo por su sabiduría y poder, sin embargo, estan más preocupados por la riqueza y
por la fama más que por la inteligencia y la verdad.

Narrador: Ante estas palabras todos los asistentes enmudecieron, el que había sido
llevado a juicio había rechazado la oportunidad de salir libre. Sócrates había decidido
abandonar todo negocio y asunto personal como familiar para dedicarse a filosofar decía
que la misión del dios requería todo su tiempo, y era verdad que vivía muy pobre ya que
no cobraba por hablar con los hombres. Después de sus últimas palabras nuevamente
uno de los jueces le preguntó.

Juez: Bien Sócrates dices que el dios te ha mandado a hablarnos, explícanos lo que te
ha dicho.

Sócrates: Ustedes saben que yo no hablo en público sino en privado con cada uno de
ustedes, y la razón de esto es que desde niño hay un ser que me habla y me aconseja,
esa voz es la que me dijo que no me dedicara a la política, de haberlo hecho ya me
habrían matado hace tiempo y no habría podido serles útil. Veo que están presentes
muchos de los que me han seguido y me han escuchado hablar con otros, que sean ellos
o mejor aún sus parientes que no han sido perjudicados por mis palabras, pues que me
denuncien ahora.

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Narrador: Entre todos los asistentes se encontraban amigos fieles así como el hermano
mayor de Platón. Ninguno de los presentes que habían oído a Sócrates dijo palabra
alguna.

Sócrates: Vaya, no me interesa seguir hablando en mi defensa atenienses, tampoco


recurriré a subir a mis tres hijos y a mi esposa para que se compadezcan de mí
mientras lloro. No estoy preparado para pasar estas vergüenzas ni para dejar en ridículo
esta ciudad, si para quedar en libertad debo de suplicar sé que no quedaré libre.

Narrador: Finalizada la defensa de Sócrates los jueces deliberaron….

Acto III

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE

Narrador: Una vez finalizada la liberación el juez proclamo

Juez: Hemos escuchado a los presentes, sus acusaciones y sus defensas, hemos
deliberado entre nosotros y hemos votado. La decisión de la mayoría de los jueces ha
sido considerarte culpable, ahora solo resta definir la pena que has de tener.

Narrador: Después de declarar culpable a un acusado en los tribunales, el paso


siguiente era determinar la pena que se le impondría. La costumbre era darle primero la
palabra al acusador, el mismo que proponía la pena que consideraba adecuada para el
culpable. Enseguida los jueces daban la palabra al acusado, le concedían la oportunidad
de proponer otra pena menos grave y que les pareciera más adecuada. Esta era la última
oportunidad para un acusado, el derecho de atenuar la pena propuesta
por el acusador. Debía de ser muy cuidadoso en su sugerencia ya que los jueces
podían preferir la pena del ofendido.

Juez: Meleto, tú eres quien acusa, este tribunal quiere escuchan la pena que propones
para Sócrates, dinos qué es lo que sugieres.

Meleto: Yo digo que los más convenientes para todos nosotros es que Sócrates sea
condenado a muerte, así nos libraremos de mal que causa de una vez para siempre.

(Oído esto los jueces le dieron la palabra a Sócrates.)

Juez: Es tu turno Sócrates.

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Sócrates: No me sorprende que me tomen por culpable jueces, lo que en verdad me


sorprende es que hayan sido muchos los que votaran a mi favor, he oído que Meleto
sugiere la muerte para mí y ahora tengo la oportunidad de proponer otra sentencia .Lo
que verdaderamente me merezco atenienses es dejar mis asuntos y mis negocios para
dedicarme a la filosofía, por ello a mí me parece que lo mejor es que me alimenten en el
Pritaneo.

Narrador: Sócrates le propuso a los jueces que lo condenaran a ser alimentado en el


Pritaneo, en este lugar se les daba de comer a las personas que habían hecho un bien
a la ciudad. Generalmente allí eran llevados, entre muchos otros, los campeones de
los juegos olímpicos. Sócrates pensaba que por cumplir con la misión que le había
encomendado el dios de Delfos, la ciudad debía premiarlo en vez de castigarlo.

Sócrates: No atenienses, no voy a suplicarles nada, sé que no he hecho daño alguno a


nadie y si es que no fuera por esta formalidad de tiempo que nuestra ley establece para
estos casos yo tendría tiempo de convencerlos de mi inocencia, sin embargo, debo decir
y proponer rápido una pena para mí. Yo que no hago daño a nadie tengo que decidir un
daño para mí, ja, ja, vaya que tarea difícil. Meleto propone la muerte y yo no sé si eso es
un bien o un mal y para no pasar la pena que Meleto sugiere debo proponer un algo que
no sé si sea un bien o un mal.

Narrador: Entonces uno de los asistentes le gritó a Sócrates.

Platón: Sócrates, ¿por qué no escoges la prisión? Los jueces pueden considerarla una
pena adecuada y de ese modo podrás salvar tu vida.

Sócrates: ¿Por qué he de vivir en la cárcel, sometido al gobierno que hay en ella?, sería
una terrible condición de esclavo para mí, no eso no ni el destierro tampoco atenienses,
es que no se dan cuenta que no puedo escoger castigo alguno porque no soy merecedor
de él.

Narrador: Entonces los amigos de Sócrates que se encontraban entre el público,


sabiendo que los jueces podían ser benévolos se acercaron a Sócrates y hablaron con él.

Sócrates: ¿Qué pasa Platón?, ¿por qué vienes hasta aquí con nuestros amigos?

Platón: Sócrates, nosotros queremos salvar tu vida, pide pagar una multa.

Sócrates: Pero no tengo dinero con que pagar.

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Platón: Critón, Apolodoro junto con un amigo podemos reunir hasta 30 minas, propón
pagarlas y así podrás salir libre.

Narrador: Sócrates sugirió la multa propuesta por sus amigos sabiendo que era poco
dinero, pero su intención en realidad era hacer una réplica irónica dando del poco que
tenía para el Estado una persona dotada de una misión filosófica.

Después de esto los jueces se retiraron a deliberar sobre qué pena les convenía
imponerle a Sócrates. Al poco tiempo los jueces salieron y le indicaron Sócrates lo que
habían decidido.

Juez: Este tribunal ha determinado que seas condenado a muerte Sócrates, el juicio ha
terminado.

Narrador: Los asistentes al juicio empezaron a dejar el tribunal, entonces Sócrates se


dirigió a los jueces que tramitaban las diligencias pertinentes para llevarlo a prisión y a
sus amigos que se acercaban a él.

Sócrates: Amigos míos, me han condenado a muerte, pero ¿qué es la muerte? Algunos
dicen que es como una larga noche de sueño en la que no se siente nada, ni ha
sensación de nada. Otros dicen que es un cambio de morada. Si es como un sueño
eterno la muerte es un premio maravilloso ya que será como una sola noche. Y si, por
otra parte, como dicen algunos, es como viajar a otro lugar, allá seguramente estarán
todos los grandes que han muerto, allí estarán los grandes jueces, ahí podré hablar con
Orfeo, Museo, Hesíodo y Homero, que gran fortuna me ocupa. Ahora, si esa es la
muerte, quisiera morir varias veces más.

Narrador: Diciendo esto, llegaron unos guardias que lo escoltaron a la prisión, ante las
miradas de repudio de sus amigos, antes de salir del tribunal dándose cuenta de su
incomodidad y tristeza les dijo estas últimas palabras.

Sócrates: Es hora de retirarnos de aquí, yo para morir y ustedes para vivir, ¿qué será
mejor? sólo dios lo sabe…

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