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Guion
De la Obra
Personajes:
Narrador Arconte
Sócrates Defensor I
Anito Defensor II
Meleto Acusador I
Licon Acusador II
Pitonisa Juez
Sacerdotisa Ecate Platón
Sacerdotisa Heliade Ciudadano
Escena I
Narrador: Se dice que todo comenzó cuando Querofonte decide visitar el santuario de
Apolo. La pitonisa, Phytia solía pronunciar en trance frases inconexas que eran
interpretadas por sus sacerdotisas.
Querofonte: Pitonisa he venido ante ti, para saber si hay hombre más sabio que mi
amigo Sócrates.
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Equipo la Apología de Sócrates
Filosofía y Ética docente: Mgt Alexander Christopher Valladares Tapia
Oráculo: Escuchadme pues la verdad viene de mí, soy la representación del dios Apolo
en la tierra. (Le extiende la mano para recostarse)
Narrador: De esta manera fue como la pitonisa se recostó, mientras sus sacerdotisas
dieron inicio al ritual para contactar con los dioses
Oráculo: nadie es más sabio que Sócrates entre todos los mortales
Sacerdotisa Ecate: Apolo ha dicho que nadie es más sabio que Sócrates (se acerca a
la boca de la pitonisa para escuchar mejor, eleva la cara)
Narrador: Es así que Querofonte se retiró del templo, en busca de Sócrates para
contarle lo que dijo la pitonisa.
Cortina musical ( )
Escena II
Narrador: Cuando Querofonte regresó a Atenas contó a Sócrates lo que le había dicho
la pitonisa, éste se sorprendió de sobremanera.
Querofonte: Así es querido amigo, eso ha dicho el dios Apolo por boca de la Pitonisa.
Sócrates: Pero eso que te dijo el dios es un verdadero misterio. Por una parte, yo sé
que no soy sabio, y por otra, estoy seguro que el dios no miente, no le es permitido
hacerlo, debe haber un modo de entender las palabras de Apolo.
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Equipo la Apología de Sócrates
Filosofía y Ética docente: Mgt Alexander Christopher Valladares Tapia
Narrador: Con el paso de los días, Sócrates decidió iniciar su propia investigación sobre
lo que la pitonisa había dicho de él.
Una mañana se dirigió a visitar a un importante político famoso por su sabiduría, pero al
dialogar con él se dio cuenta de que no era sabio.
Poco tiempo después visitó a otro hombre que era conocido como un gran
sabio, después de hablar con él; se dio cuenta que tampoco lo era, así visitó poetas y
artistas, incluso extranjeros y se percató que ninguno de los que eran llamados sabios o
se hacían llamar sabios lo eran, la consecuencia de sus indagaciones fue ganarse odio
y envidia por parte de la gran mayoría de atenienses.
Pitonisa: Haced pasar a Sócrates, que ya se encuentra cerca (las sacerdotisas se alejan
y van al encuentro de Socrates)
Sacerdotisa Heliade: tened cuidado con lo que escuches aquí, pues mi señora no
miente y solo la verdad sale de sus labios, que no cambie tú destino Gran Maestro, amo
y señor de la ironía y el sarcasmo.
Que no nuble tu juicio y que alague tu ego, no cambies maestro, no cambies jamás.
Oráculo: Sócrates.
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Filosofía y Ética docente: Mgt Alexander Christopher Valladares Tapia
Oráculo: Pues ya lo he dicho todo y sabes que no puedo mentir porque por medio de mi
habla el dios Apolo…
Sócrates: Y en verdad es cierto lo que dices de mí, que soy sabio. Pues la verdad
manifestada es exagerada, pues solo soy un hombre que busca conocimiento para llegar
la verdad.
Oráculo: Pues deberías sentirte bien ante tal designio hecho por el dios Apolo, simple
mortal, pues tu conocimiento llega más lejos de lo que tú crees. Tu sabiduría aconseja
al que no sabe y perpleja al que sabio que se cree, haciéndolo ver como un simple
ignorante.
Oráculo: Tu culto lenguaje y lengua mordaz hace ver a todos como simples animales
que solo comen y beben. Quitándoles así su capacidad de pensar y criticar.
Oráculo: Los insultas sin que se den cuenta, los pones en dilemas y ellos no saben qué
hacer. Si Sócrates eres sabio y ese es tu designio.
Oráculo: Haces preguntas a los políticos pensando que ellos son más inteligentes que
tú y descubriste que fallaron, entonces fuiste a los poetas y los interrogaste…ellos
también fallaron y finalmente preguntaste a los artesanos y volviste a decepcionarte.
Mientras que tú has mantenido el hecho de que no sabes nada, y sabes que no sabes
nada, la predicción hecha por mi te hizo más sabio que cualquiera de ellos y así justificas
tal predicción y hoy estas aquí para confirmar ello mortal.
Sócrates: La verdad no se bien, pero a mí me parece que dios hace muy bien las cosas.
A cada uno nos crea para un destino; de seguro no siempre corta la misma tela para que
no le salga siempre: un filósofo, político, artista o artesano.
Si bien a ti te hizo para la grandeza de la sabiduría, en mi debió pensar para las casillas
terrenales. Así que cumplamos los designios y respetémoslo.
Oráculo: Que espíritu tan simple el tuyo, solo aspiras a ser una criatura inferior a
ocuparte de problemas vanos y tener el placer de andar pregonando tu sabiduría, déjale
a la gente vulgar ese tipo de diversiones pon en un tu mente una idea más alta.
Oráculo: Has como yo: desprecia los sentidos, desprecia la materia y dedícate a los
grandes temas del espíritu. Toma como ejemplo al dios Apolo que es un sabio y
reconocido por mortales y dioses.
Sócrates: De tus labios salieron tales palabras y de no los míos, gran Oráculo
recuerda eso lo dijiste tu, yo no, solo soy Sócrates un simple mortal.
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Si el dios Apolo lo dijo, no puedo dudar de ello, pero te digo que si nos volvemos a ver
será para discutir cosas del espíritu y no sobre la sabiduría de un simple mortal llamado
Sócrates, adiós gran Oráculo
Acto II
Cortina musical
ACUSACIÓN DE SÓCRATES
Escena I
Narrador: Después de salir de Delfos Sócrates fue a cumplir el designio del dios Apolo,
inicio su travesía haciendo preguntas, y dando consejos.
Enseñando al que no sabía y ridiculizando al que creía saber.
Haciendo esto se ganó como enemigos a: Políticos, artistas y artesanos, los cuales lo
llevaron ante el tribunal de Atenas. Asi fue que un dia estando todos reunidos para el
juicio a Sócrates, ante ese tribunal, se empezaron a exponer los cargos en contra y a
favor de Sócrates. Comenzando por Meleto….
Meleto: ¡Yo Meleto acuso bajo juramento a Sócrates!, de no reconocer a los Dioses de
la ciudad y de querer sustituirlos por otros nuevos.
También lo acusó de querer corromper a nuestros jóvenes. Si ! Atenienses, querer
corromper a nuestros jóvenes!
Por ello, pido para él, la pena de muerte.
Mis argumentos están expuestos en el acta de acusación que todos conocen. Anito
y Licon aquí presentes expondrán las líneas previas.
Arconte: Anito, ¡habla Anito da tu acusación!
Anito: No sé si Sócrates merecía estar aquí, pero ya que comparece ante vosotros,
jueces, ¡es necesario que muera! Atenienses, si le dejáis vivo, corromperá a vuestros
hijos y los perderéis!
Él os dirá que solo les enseña la virtud, no le creáis, es un magnifico orador!
Porque la virtud no ha corrompido nunca a nadie, quien realmente corrompe,
es Sócrates, al hacer que quienes le oyen se transformen en personas superiores y con
un grado más alto para desobedecer las leyes de Atenas.
Estas son, jueces, las teorías que les da a los jóvenes:
¡Despreciar el sistema!
¡Y los vuelve violentos!
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Con Sócrates, convivieron dos hombres, que trajeron muchos males a la ciudad:
Clitias y Arduidades, es decir, el mayor ladrón, el más grande asesino de nuestro
gobernante de la oligarquía, el peor libertino!, el más insolente!, el más burdo
de los convincentes demócratas!
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Bueno, sí es cierto, soy orador, pero diferente a los que me acusan, ellos aunque hablan
con bellas expresiones, poca verdad dicen sus palabras.
Narrador: Meleto que venía en representación de todos los poetas, poniéndose en pie
se dirigió a Sócrates.
Meleto: Sócrates, sabemos que te dedicas al estudio de las cosas que hay en los cielos
y las que hay bajo la tierra, además, dicen que conviertes en buena una mala causa.
Además los que investigan este tipo de cosas no creen en los dioses.
Sócrates: Sé que son muchos los que me acusan de eso, lo han venido haciendo desde
hace muchos años. También sé que se lo dicen a los jóvenes cuando se encuentran en
una edad en la que creen fácilmente. De hecho me parece recordar que Aristófanes los
convenció de eso.
Meleto: Tienes habilidad para hablar Sócrates, sabes convertir débiles argumentos en
fuertes. Sabemos también que todo lo que sabes lo enseñas a otros y es por esta razón
que te hemos traído ante este Tribunal
Sócrates: iAtenienses!, los pongo de testigos a todos y cada uno, pregunten entre Uds.
Si alguna vez me oyeron hablar sobre esos temas, seguramente han oído que trato de
educar a los hombres y que cobro dinero por hacerlo, pero eso tampoco es verdad...a mí
me parece algo extraordinariamente hermoso que existan hombres como Gorgias de
Leontino, como Pródico de Ceos o como Hipias de Élide que son capaces de educar a
otros hombres…
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Sócrates: Por mi parte, si yo tuviera el conocimiento sobre este tipo de cosas me sentiría
orgulloso de saberlas y mi fama correría por todas partes, pero la verdad atenienses es
que no sé absolutamente nada de esto
Juez: Entonces, Sócrates, ¿de dónde vienen todas estas acusaciones que te hacen, de
dónde viene toda tu fama?
Sócrates: He obtenido cierto renombre, lo se, pero no por tener el conocimiento de los
sofistas, ellos poseen tal vez una sabiduría sobrehumana, la sabiduría que yo poseo es
sabiduría propia del hombre con la que tal vez no sea yo sabio, pero cabe la posibilidad
que esta sabiduría sea la que me haga sabio. Y para explicar mejor esto, pondré de
testigo las palabras al dios Apolo.
Cortina musical
Escena II
Sócrates: Es cierto que hay algunos jóvenes que me acompañan, pero no es porque yo
sea maestro de estos jóvenes que por lo general son muy ricos.
Ellos se divierten mucho escuchando cómo examino a los que dicen ser sabios, por
imitación ellos mismos se ponen a examinar a otros y van descubriendo que esos que
dicen saber algo, en realidad no saben nada de lo que decían saber.
Narrador: Ante este comentario uno de los ciudadanos allí reunidos hizo oír su reclamo.
Ciudadano: Por eso mismo corrompes a los jóvenes Sócrates, les enseñas a no creer
lo que dicen los hombres sabios, tú eres responsable de su ignorancia.
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Sócrates: ¿No crees que lo más importante para los jóvenes es que sean lo mejor
posible?
Meleto: Solo guardaba silencio para pensar. Tu que dicer sabia deberías saberlo. ¿No?
Sócrates: Yo te pregunté por un hombre Meleto, por una persona que seguramente
sabrá algo de las leyes.
Meleto: Pues qué mejor conocedor de las leyes que los jueces aquí presentes Sócrates
Sócrates: Pues dime Meleto, ¿serán todos los jueces capaces de hacer mejores a
los jóvenes o solo algunos jueces sabrán hacerlos mejores y otros no lo sabrán?
Sócrates: Bueno Meleto y dime, ¿también los que nos están escuchando harán buenos
a los jóvenes?
Narrador: Meleto sabía que si afirmaba que los oyentes no podían educar bien a los
jóvenes, los pondría en su contra, así que siguiendo a Sócrates afirmó que también los
oyentes podrían educar como los jueces
Sócrates: Y también como ellos, los jueces, los miembros del Concejo pueden enseñar
cosas buenas a los jóvenes ¿Verdad Meleto?
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Sócrates: Entonces Meleto, por lo que dices tal parece que todos en Atenas pueden
enseñar cosas buenas a los jóvenes, menos yo, ¿no es así?
¿Pero acaso no sucede todo lo contrario, no es más bien que uno solo o algunos son los
que saben hacerlos mejores y no todos? Bueno, dime también Meleto, ¿qué es mejor
vivir entre ciudadanos buenos o malos?
Sócrates: ¿Tú crees que yo sería capaz de convertir alguien en malo bajo el riesgo de
hacerme yo mismo un mal?
Sócrates: Por supuesto que no Meleto, y es por eso que no corrompo a los jóvenes o si
lo hago, lo hago involuntariamente, en cualquiera de los dos casos, estás mintiendo
acerca de mí.
Meleto: Pero tu corrompes a los jóvenes Sócrates, les enseñas a creer en otra clase de
espíritus y no en los dioses de nuestra ciudad.
Sócrates: Pero dime Meleto, no son acaso las divinidades un tipo de dioses.
Meleto: Es cierto
Sócrates: Entonces dices también que creo en los dioses y que no creo en los dioses.
Porque sea cualquiera el tipo de divinidad en la que yo creyera, ésta también es un dios
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Equipo la Apología de Sócrates
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¿no te parece Meleto?, hay hijos de dioses que son divinidades y tu acusación tan
absurda que podría decir yo creo en mulas y en potrillos, pero no creo en la existencia
de caballos que creer en divinidades, es creer en dioses sean padres o hijos.
CORTINA MUSICAL
Escena III
Narrador: Sócrates miro donde se encontraban los atenienses y con voz suave y
reposada dijo a los jueces.
Sócrates: Me parece que no es necesaria tanta defensa para demostrar que soy
inocente de la acusación que se me imputa, sin embargo, jueces, lo que me va a
condenar no son las acusaciones de Meleto sino la envidia y el odio de muchos otros.
Narrador: Asi empezó a narrar a los presentes que cuando fue soldado en algunas
batallas atendió más la responsabilidad que le encomendaron sus superiores que el
cuidado de su propia vida. Y es cierto porque hoy sabemos que Sócrates en los años
430-420 a.C. participó en algunas importantes batallas siendo soldado. Al terminar de
nuevo reinaba en el tribunal un gran silencio.
Sócrates: En ese entonces obedecí a mis superiores y los obedecí por encima de mi
propia vida. Atenienses, no es un hombre el que ordena una misión sino un dios y no me
queda menos que obedecer cualquiera que sea mi riesgo. He aceptado que debo vivir
filosofando, y examinándome a mí mismo y a los demás. Renunciar sería algo
terriblemente deshonroso, entonces y solo entonces, atenienses, tendría sentido el que
viniera ante este tribunal acusado de no creer en los dioses, pues estaría
desobedeciendo lo que el oráculo me ha ordenado.
Narrador: Sócrates explicó que si no creyera lo que dijo el oráculo tampoco creería en
los dioses y que entonces sí le temería a la muerte, además, creería ser sabio sin serlo,
es decir, un hombre que teniendo el conocimiento de los dioses no le sería necesario
tenerlo.
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Sócrates: Temer a la muerte no es solo creerse sabio sin serlo, nadie de los aquí esta
presente conoce la muerte ni su naturaleza, la toman como el mayor mal que le puede
ocurrir uno, pero yo, atenienses, no puedo decir lo que sea la muerte. Tal vez en eso soy
más sabio que ustedes en tanto que sé que no sé nada sobre la muerte y también sé
que es malo e injusto desobedecer al que es mejor, ya sea un hombre o un dios.
Juez: Sócrates, hemos escuchado y hablado entre nosotros y hemos pensado que no
atenderemos las acusaciones realizadas por Anito y por Meleto, estamos considerando
dejarte ir, pero debes prometernos que ya no gastarás el tiempo filosofando y si te
encontráramos haciéndolo te condenaríamos a muerte.
Sócrates: (Con voz sombría) Señores jueces atenienses, yo los respeto y los admiro,
pero primero he de obedecer al dios antes que a ustedes. No dejaré de filosofar, ni me
cansaré de decirles lo vergonzoso que es vivir en la ciudad más grande y prestigiada del
mundo por su sabiduría y poder, sin embargo, estan más preocupados por la riqueza y
por la fama más que por la inteligencia y la verdad.
Narrador: Ante estas palabras todos los asistentes enmudecieron, el que había sido
llevado a juicio había rechazado la oportunidad de salir libre. Sócrates había decidido
abandonar todo negocio y asunto personal como familiar para dedicarse a filosofar decía
que la misión del dios requería todo su tiempo, y era verdad que vivía muy pobre ya que
no cobraba por hablar con los hombres. Después de sus últimas palabras nuevamente
uno de los jueces le preguntó.
Juez: Bien Sócrates dices que el dios te ha mandado a hablarnos, explícanos lo que te
ha dicho.
Sócrates: Ustedes saben que yo no hablo en público sino en privado con cada uno de
ustedes, y la razón de esto es que desde niño hay un ser que me habla y me aconseja,
esa voz es la que me dijo que no me dedicara a la política, de haberlo hecho ya me
habrían matado hace tiempo y no habría podido serles útil. Veo que están presentes
muchos de los que me han seguido y me han escuchado hablar con otros, que sean ellos
o mejor aún sus parientes que no han sido perjudicados por mis palabras, pues que me
denuncien ahora.
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Narrador: Entre todos los asistentes se encontraban amigos fieles así como el hermano
mayor de Platón. Ninguno de los presentes que habían oído a Sócrates dijo palabra
alguna.
Acto III
Juez: Hemos escuchado a los presentes, sus acusaciones y sus defensas, hemos
deliberado entre nosotros y hemos votado. La decisión de la mayoría de los jueces ha
sido considerarte culpable, ahora solo resta definir la pena que has de tener.
Juez: Meleto, tú eres quien acusa, este tribunal quiere escuchan la pena que propones
para Sócrates, dinos qué es lo que sugieres.
Meleto: Yo digo que los más convenientes para todos nosotros es que Sócrates sea
condenado a muerte, así nos libraremos de mal que causa de una vez para siempre.
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Platón: Sócrates, ¿por qué no escoges la prisión? Los jueces pueden considerarla una
pena adecuada y de ese modo podrás salvar tu vida.
Sócrates: ¿Por qué he de vivir en la cárcel, sometido al gobierno que hay en ella?, sería
una terrible condición de esclavo para mí, no eso no ni el destierro tampoco atenienses,
es que no se dan cuenta que no puedo escoger castigo alguno porque no soy merecedor
de él.
Sócrates: ¿Qué pasa Platón?, ¿por qué vienes hasta aquí con nuestros amigos?
Platón: Sócrates, nosotros queremos salvar tu vida, pide pagar una multa.
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Platón: Critón, Apolodoro junto con un amigo podemos reunir hasta 30 minas, propón
pagarlas y así podrás salir libre.
Narrador: Sócrates sugirió la multa propuesta por sus amigos sabiendo que era poco
dinero, pero su intención en realidad era hacer una réplica irónica dando del poco que
tenía para el Estado una persona dotada de una misión filosófica.
Después de esto los jueces se retiraron a deliberar sobre qué pena les convenía
imponerle a Sócrates. Al poco tiempo los jueces salieron y le indicaron Sócrates lo que
habían decidido.
Juez: Este tribunal ha determinado que seas condenado a muerte Sócrates, el juicio ha
terminado.
Sócrates: Amigos míos, me han condenado a muerte, pero ¿qué es la muerte? Algunos
dicen que es como una larga noche de sueño en la que no se siente nada, ni ha
sensación de nada. Otros dicen que es un cambio de morada. Si es como un sueño
eterno la muerte es un premio maravilloso ya que será como una sola noche. Y si, por
otra parte, como dicen algunos, es como viajar a otro lugar, allá seguramente estarán
todos los grandes que han muerto, allí estarán los grandes jueces, ahí podré hablar con
Orfeo, Museo, Hesíodo y Homero, que gran fortuna me ocupa. Ahora, si esa es la
muerte, quisiera morir varias veces más.
Narrador: Diciendo esto, llegaron unos guardias que lo escoltaron a la prisión, ante las
miradas de repudio de sus amigos, antes de salir del tribunal dándose cuenta de su
incomodidad y tristeza les dijo estas últimas palabras.
Sócrates: Es hora de retirarnos de aquí, yo para morir y ustedes para vivir, ¿qué será
mejor? sólo dios lo sabe…
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