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Mientras que no se cuenta con información segura sobre Licón, de los tres era
probablemente Ánito el personaje de mayor relieve: exiliado en el 404 a. C. durante
el régimen de los Treinta Tiranos, pasó a ser un político de primer orden en la fase
de restauración de la democracia en Atenas.
En el proceso, fueron 500 los miembros del jurado que debían juzgar a
Sócrates: 280 votaron a favor de la condena y 220 se opusieron. Existe, sin embargo,
otro dato interesante digno de mención: según la ley ateniense, quien iniciaba una
causa debía obtener al menos un quinto de los votos para ganarla (en este caso eran
necesarios 100); de no ser así, debía pagar una multa y no podría volver a presentar
la misma acusación. En la Apología de Platón, Sócrates ironiza varias veces justo
sobre este punto: su acusador oficial es solo Meleto, pero sin la ayuda de Ánito y
Licón difícilmente habría obtenido ese resultado: de hecho, Sócrates, al dividir 280
entre tres, se da cuenta de que lo más probable es que Meleto por sí solo no hubiese
llegado a obtener los 100 votos necesarios.
Ser comparado con un sileno no debía ser por tanto un piropo, sobre todo en
una cultura como la griega, que exaltaba la agilidad del cuerpo y la importancia de
las proporciones físicas. No por casualidad se habla de la belleza clásica, un ideal que
encontramos perfectamente representado en las esculturas de ese período.
Sócrates, por ende, era feo y resulta sorprendente el hecho de que Alcibíades,
que tenía en cambio fama de ser un hombre muy guapo, se enamorase de él. Aunque
es el propio Alcibíades quien nos muestra dónde reside la belleza de Sócrates:
¿No es esto propio de sileno? Totalmente, pues de ello está revestido por
fuera, como un sileno esculpido, mas por dentro, una vez abierto, ¿de cuántas
templanzas, compañeros de bebida, creéis que está lleno? Sabed que no le importa
nada si alguien es bello, sino que lo desprecia[6].
Son tres en particular los textos en que Platón se ocupó del tema de la muerte
de Sócrates, poniendo el énfasis en distintos momentos y aspectos del suceso: la
Apología de Sócrates, el Critón y el Fedón. De los tres, la Apología es el primero en ser
escrito y el más célebre. En él, Platón reconstruye el proceso a su maestro y las
argumentaciones a través de las que el filósofo intenta, en vano, defenderse en lo
que en la práctica es un monólogo. Este texto nos devuelve la versión más genuina
del personaje Sócrates desde dos puntos de vista, el histórico y el filosófico.
Particularmente en este escrito surgen los temas centrales del verdadero
pensamiento socrático, sin leerse aún a través del filtro que Platón utilizará más
adelante.
El diálogo Fedón nos devuelve en definitiva los instantes más íntimos del
episodio, mostrándonos los últimos encuentros de Sócrates con su familia y amigos.
Podemos advertir el claro contraste entre la actitud de Sócrates, tranquilo e
impasible, y la emocionada y desesperada de quienes lo rodean. Por boca de Fedón,
su protagonista, Platón reconstruye de esta forma la despedida final entre el filósofo
y su esposa:
Al entrar, en efecto, encontramos a Sócrates recién desencadenado, y a
Jantipa, que llevaba en brazos a su hijito y estaba sentada a su lado. Con que, en
cuanto nos vio Jantipa, se puso a gritar, como acostumbran a hacer las mujeres: «¡Ay,
Sócrates, por última vez te hablarán tus amigos y tú a ellos!». Al punto Sócrates,
dirigiendo una mirada a Critón, le dijo: «Critón, que alguien se la lleve a casa». Y
unos servidores de Critón se la llevaron, a ella que gimoteaba y se daba golpes de
pecho[9].
Llega por fin el momento fatal: el veredicto final ya ha sido emitido y Sócrates
se prepara para beber el veneno que lo matará. La escena, cargada de pathos, tiene
lugar al atardecer; es el propio Sócrates quien, con la intención de no esperar más,
toma la iniciativa y pide que le lleven el veneno, mientras su amigo Critón intenta
convencerlo de que siga esperando. Una vez ingerido el veneno, Sócrates se tumba
en el lecho y poco después expira.
Llegados a este punto, se ve con claridad de qué forma las dos Apologías, a
pesar de su propia simetría, ponen de manifiesto aspectos distintos tanto en el
proceso de Sócrates como en el propio Sócrates, demostrando así su importancia
como fuentes históricas complementarias.
Entre la historia y el mito: Delfos y su oráculo
Las ruinas del santuario de Apolo en Delfos, sede del oráculo más importante del
mundo griego.