Está en la página 1de 7

Hay dos versiones sobre el origen de esta Leyenda, el relato que haré es una de ellas.

Dicen que los españoles en sus conquistas se apoderaron de las riquezas de los pueblos
conquistados y en el sur habían decidido transportar un cargamento de Oro y Plata
para embarcarlo en el Callao, pero el camino a lo largo de la costa pasaba por Palpa.
La caravana estaba formada por indígenas y españoles que en recuas de mulas pa-
sando por PORTACHUELO, empezando a penetrar en el desierto fueron sorprendidos
por un temporal de fuertes vientos que soplaban en diferentes direcciones y no los
dejaban avanzar, por lo que tuvieron que guarecerse y protegerse unos a otros y las
mulas asustadas se dispersaban unas y otras se apretujaban y la incesante tempestad
que arreciaba las sepultó cuando amainó la tormenta, oh desencanto del dueño del
tesoro cuando se dió cuenta que ni rastros había de las bestias, buscaron en
diferentes direcciones no hallaron nada y dicen que los aborígenes arrieros
asustados aducían que era el castigo de los dioses porque ese tesoro: era de sus
templos sagrados.
Muchos aficionados han querido encontrar este valioso tesoro perdido han emprendido
su búsqueda pero cuentan que alguna vez: alguien halló un vestigio pero cuando
regresó a sacarlo no pudo encontrarlo. Y así seguirán muchos que desearán ser los
afortunados pero parece que el desierto o las estribaciones andinas serán celosos
guardianes del tesoro que nunca será arrancado de su suelo.
Existen relatos de la historia de Palpa, que se han convertido en Leyendas por la
perennizarían de sus hechos. Existían en Palpa tres galpones de negros, uno en
Chipiona, otro en Hacienda Grande y otro en Llipata; dicen que en este último
había una morenita de fino talle y belleza singular que había cautivado al señor que
tenía a su cargo este galpón de esclavos. La morenita no aceptaba los
requerimientos del amo y le rehuía, pero en una oportunidad la encontró y
persiguió hasta el cansancio, y aún así ya sometida por el hombre no accedió a los
malévolos deseos de éste, tal es su furia del verdugo qué la golpea brutalmente y
aún exhausta ella se niega por lo que la mata y abusa de su dignidad dejándola
muerta; en el lugar que la encontraron pusieron una Cruz que se le denomina "La
Cruz de la Negra" en memoria de aquella mártir que dió su vida en defensa de su
integridad física y moral, que puede servir para ejemplo de las generaciones.
Existieron en épocas pasadas muchos hechos que hoy nos hacen estremecer solo de oír los relatos de nuestros mayores
y abuelos.
En tiempos pasados que todavía no, existía ni la carretera ni los carros, el transporte se hacía en mulas y burros por el
desierto y habían caminos establecidos; de esta época, datan también los famosos bandoleros que se aprovechaban de
las circunstancias para cometer sus fechorías.

Dicen que un chino mayordomo de la Hacienda San Javier regresaba de Ica con el producto de la
venta de arrobas de aguardiente portando bolsas de oro y plata, cuando de pronto los bandoleros se cruzaron en el
camino y le hicieron alto "¡La bolsa o la Vida!, como no les entregó inmediatamente lo bajaron de la mula, le quitaron el
dinero y lo mataron a tiros abandonándolo en el desierto. Los bandoleros se dirigían a su destino cuando de pronto las
mulas se encabritaron y relinchando no querían avanzar ni un paso más, y los bandidos se sentían jalados de sus
ponchos; como éstos eran supersticiosos pensaron que era el espíritu del chino que reclamaba sepultura y regresaron a
enterrarlo, colocaron sobre el sepulcro una tosca Cruz de madera. Siguieron su camino pensando que se quedaría
tranquilo el espíritu del Chino, pero no habían caminado ni una legua cuando los animales se encabritaron nuevamente y
ellos son tirados de sus ponchos, los bandoleros se aterran y no les queda otra alternativa que regresar por el camino que
llevaba el Chino y seguir hacia San Javier, no sucediendo nada, van acercándose a dicho lugar e intentan pasarse de largo
por temor a la justicia otra vez vuelve a repetirse la misma sensación y muertos de miedo y con el terror reflejado en sus
rostros se presentan al hacendado dueño del dinero, depositando a los pies de este las bolsas con el dinero, confesando
el crimen que habían cometido, pidiendo perdón y prometiendo convertirse en hombres buenos y trabajadores y nos
volver a cometer las mismas faltas. Este hecho convierte a la Cruz del Chino en un lugar de respeto, protector de los

transeúntes que cruzaban el desierto y llegaban a rezar y le prendían velas pidiéndole protección pero ¡hay! de
aquel que se pasara de largo o se burlara de El, algo tenía que sucederle, tanto que cuando aparecen los carros algunos
se sentían seguros y no llegaban, pero si no era la llanta era el agua u otro percance.

Hoy existe una capilla que protege la Cruz y familias como los Srs. Gamonal, le celebran misas por
el descanso de su alma.
EL NIÑO JESÚS DE ORO
Añorando, un viejo me refirió una triste historia, que cada vez que
la refería se nublaban sus ojos de lágrimas y llorando me la refirió:
Hace muchos años, solía decir, cuando el traslado era difícil y se
hacia a lomo de acémilas, muy penosamente, falleció en aquellos
parajes su esposa.

En las soledades de aquella playa, nefasta en esos momentos para


él, a donde fue a buscar salude para ella y halló la muerte, solo
rodeado por unos cuantos veraneantes, le era doloroso. Pero dar
aquellas tristes horas, aquel episodio de su vida que se confundía
con la del Niños Jesús de Oro.

A los claros rayos de un plenilunio, veló a su difunta, teniendo por


capilla algunos trozos de madera arrastrados por el río al mar y
arrojados por este a su orilla; por corona un trozo de sargas –yerba
del mar– y por cirio un mechero de grasa de lobo, luz que se
confundía con la blanca luz lunar.

En su dolor profundo, en la desesperación de su angustia, recuerda al Niños Jesús y le ofrece


visitarlo a su cueva, ofrendarle un cirio para que hiciera algo por la salvación de aquella alma y
rezarle una oración con la fe del arrepentido.

Al día siguiente, fue un hoyo cabado en el salino, suelo, sepultura de la desdichada, en donde aun
hoy se puede ver la cruz de rústica madera que marca el lugar en donde reposa aquellos restos
humanos.

Y a las doce del día, cuando el sol abrillantaba la blanca aurora de las dunas, cuando reluciente la
superficie marina plateaba las encrespadas olas, cuando las olas ya rotas en la rocas caían
destrozadas en gotas coloreadas por el sol, marchó cabizbajo el angustioso viudo, a prender el cirio,
a rezar la oración de piedad a la imagen perdida, a la que solo en su fé iba a buscar.

Saltando de peña en peña y salvando barrancos y aguas llego ante la cueva que suelen aun hoy
marcarla como presunto altar del Niños Jesús de Oro.

Temeroso adelantándose hacia el sitio aquel. Las olas crujían muy cerca, como enormes monstruos
deshacianse a unos pasos de el, lenguas de agua a cada momento bañándole los pies. Ante la boca
del antro sombrío, a la penumbra difusa y fría le causó terror penetrar. Un rayo de sol de pronto
iluminó la áurea Imagen buscada y en su semblante pudo contemplar la dulce mirada “la mirada del
Niño” tierna y divina.

A los pies de tan misteriosa joya, pudo apreciar que un hermoso y enorme gato de aleonada piel
dormía. Duró segundos la visión. Uno ola y luego otras cada vez mayores lo arrebataron hacia el
agua, en donde gracias a sus hábiles y fornidos brazos puedo salvarse.

Mucho tiempo después, varias veces intento acercarse a aquel lugar en donde casi perdiera la vida,
pero jamás llego a ver al Niño ansiado que hoy como antes pasa por algo divino que se cree sin ser
visto. Muchos han intentado cerciorarse de la presencia de la Imagen sin conseguirlo,
contemplándose todos con referir anécdotas en el valían asidero a su curiosidad insatisfecha, y
cuando algunas mujeres piadosas llegan a pasar por cerca a la cueva arrodillándose, con los ojos
entreabiertos rezan una oración al Niño Jesús, huraño y esquivo, que nadie ha vuelto a ver.
PINCHANGO EL CERRO DEL MISTERIO
Años atrás, cuando las conciencias se adormecían en la ignorancia y las inteligencias no
pasaban más allá de la vulgaridad común, surgió una leyenda en mi pueblo, algo exótico,
algo así como el Purgatorio de San Patrick en Irlanda, y la que con el transcurso del tiempo,
se va sepultando en el olvido.
Palpa, la de aquellos tiempos, cuenta como todo pueblo, una serie de relaciones de
fantasmas, brujas, amortajados, etc., sobresaliendo “La bruja estranguladora de Chipiona”,
que tenía la buena ocurrencia de cabalgarse en las ancas de la cabalgadura del transeúnte, y
el famoso “Perro fantasma” de san Isidro, terror de las sencillas gentes de la parte sur del
pueblo y valle.
Pero quizás uno de los relatos de mayor relieve de toda esta espeluznante serie, en donde
más de uno manchó sus pantalones y en frenética carrera abandonaba al asaltante etéreo, y
a veces no etereo, y otros daban con su cuerpo en tierra hasta el “cantar de gallo”, es el
relato del cerro Pinchango.
Hay leyendas y hay historias. La leyenda tiene su origen en un principio fundamental,
difrazado con la careta de la ironía o la máscara del sarcasmo, aguzado por el sutil ingenio
de un “sabio”.
Y la leyenda parte de un principio que es la historia, que luego se acrecienta, se envuelve en
el misterio.
Es el caso, volviendo a nuestra relación, que en tal cerro y en aquellos ya idos tiempos, se
adquiría dinero casi sin trabajar; bastaba cierto coraje al individuo resuelto, para presentarse
ante el mismísimo Lucifer en persona, con solo un llamado en las puertas, de su no deseada
mansión, que según esta leyenda no hay duda se halla en las faldas de aquel apacible lugar.
Cuentas los viejos, que hubo en uso tiempo, cuando ellos eran jóvenes, un hombre que sin
trabajar y tener destino conocido, presentábase frecuentemente en tambos, tabernas,
jaranas, etc. “muy orondo” y “muy paquete”, dispuesto a liquidar con todo lo que llevaba
encima, y a pesar de estos derroches, nunca se le terminaba su fortuna.
Indagando por lo sospechoso que resulta ésto, dio lugar a habladurías y comentarios, surgió
la leyenda macabra....
Día sábado y sin pan , día de pago! Los chicos lloran de hambre, una madre enferme gime
de angustia en su humilde lecho, y Pedro, llamémosle así al protagonista, sin poder remediar
este cuadro triste, no podía como padre mitigar el hambre de sus tiernos hijos.
El trabajo pocas veces santificó sus manos, fue siempre el ocio su habitual tranquilidad. El
pan ganado con el sudor de su frente vanamente fue llevado a su hogar; el timo era su
segura ganancia.
Y una noche, noche gélida de invierno, amparado por la oscuridad se escapo de su hogar
mientras todos fatigados dormían, en busca de fácil suerte, a encontrar amparo, o si era
posible encontrarse con el diablo, y al él pedirle la fortuna.
Y cuentan que muy cerca de Pinchango, perdido en las tinieblas hallóse repentinamente
rodeado de escabrosas peñas, y solo un “caminito de zorra” abriose a su vista, que escalaba
la falda del cerro. Siguió la ruta que se tornó amplia, blanca y perdióse en una meseta. Y
llegó a ella, jadeante temeroso.
Silencio por doquier El viento invernal silbaba al rozar las afiladas piedras de los abismos
que se abrían en los flancos y una nube oscura ocultó a los últimos luceros que brillaban en
el firmamento.
Una noche de terror le invadió el cuerpo; un escalofrío intenso acarició su piel; iba a huir,
cuando diviso de pronto una alta puerta de color oscuro, pero quizás sin la inscripción que el
Dante vio: ¡Oh vosotros los que entraís, abandonad toda esperanza!
Era la puerta del averno la que alzábase a unos pasos de él; él lo comprendió por las
muestras saltantes que exhibía; primero creyó soñar, dudó de sí mismo; pero al fin resuelto
la tocó porque si con el diablo se encontraba, a el le pediría fortuna, tal su determinación.
Ignoramos los siguientes sucesos que serían dignos de ser apuntados; solo por los datos
oscuros que han llegado hasta nosotros sabemos que salió a su encuentro un gentil hombre,
de fino aspecto pero de velludas manos y altas orejas. Que escribieron el pacto sobre una
piedra, la que son duda sería blanca y pulida, y que a falta de tinta hicieron uso de la sangre
del interesado.
Y que el convenio estipulaba determinados años de vida, y que al final de ellos, por el
dinero recibido, entregaría voluntariamente su alma a los profundos silencios.
Dándole por primer pago una bolsa de moneda de oro, el Rey del Mal despidió a su cliente
con aire fresco, y que regresara por el mismo camino cuantas veces deseara......... Plata
infernal la que llego a sus manos de Pedro, su alma corrompida ennegreció sus acciones y
denigró su cuerpo, terminando sus postreros días en un miserable rancho, olvidado y
aborrecido de todos.
Separado de su mujer por la vida licenciosa que optó, abandonó a sus hijos y se encontró
solo ante la incertidumbre de la vida, la que perdió un día en la oscuridad de lo infinito.....
Si la justicia humana resulta importante a muchas acciones impias que se esconden
en el silencio o se arropan en la oscuridad, existe un ser superior que tarda pero no
olvida y que cada individuo tiene una parte de El, que llamándole en términos
comunes, diremos conciencia.
Pedro perdió la Moral y desconociendo los principio divinos de todo humano, a pesar de su
fortuna, acalladora de sus crímenes, cae en el olvido y sobre su sepultura podría haberse
escrito: Yace aquí el hombre que en vida dejó de serlo, porque huyó del trabajo y no
compensó su existencia. Tal es la macabra leyenda de tétricos cuadros, de la que es
escenario de Pinchango, cerro de mi pueblo, que se alza taciturno, y como pidiendo perdón
a Dios, eleva su cumbre hacia la cúpula azulada en eterna oración.
LA LEYENDA DEL CERRO NARIZON.
En el caserío de El Carmen, vivía el hacendado, don Lucho Elías de la Quintera, dueño de inmensas
tierras (hoy hacienda el Carmen), era un tipo cruel y despiadado pues sus peones estaban
condenados a trabajar de sol a sol .
La faena se iniciaba a las seis de la mañana con el repique de campanas y una breva de descanso de
dos horas para salir a las seis de la tarde, salida anunciada siempre don el repique de las campanas.
A la caída del sol, los peones exhaustos se recogían a sus casa presurosos, pues justo esa hora se
escuchaba gritos lastimeros que provenían del cerro, y si alguien se demoraba podía ver la sombra
inmensa de un gavilán que bajaba veloz a querer comérselo s; de solo escuchar sus gritos de los
peones se les ponía los pelos de punta y corrían temerosos. Corría la noticia que varias personas
habían desaparecido en el cerro, pero nadie quería averiguar el misterio por temor a desaparecer
como los otros.
Un visitante llego a la hacienda, éste se entero de los sucesos ocurridos y quiso averiguar el misterio,
tomando fuerzas partió rumbo al cerro, la oscuridad en la noche rnas lúgubre y tenebrosa-, había
avanzado unos pasos cuando escucho el repique de las campanas acompañada de unos gritos
lastimeros y una música atrayente y pegajosa; haciendo oídos sordos continuó su recorrido al cerro y
al llegar a la cumbre pudo ver dos cavernas llenas de huesos y restos humanos, José (ese es el
nombre del valiente visitante) tuvo miedo y quiso escapar pero sc, sentía atraído a la caverna; de
pronto, una gran sombra lo cubre y un ruido como de ave en vuelo lo sobresalta, y se dá cuenta que
era un gavilán gigante que lo quería atrapar, José cogió una piedra y lo lanzó contra el gavilán, que
cae al suelo y el joven corrió y amarró las alas del ave que luchaba por escapar. Ya estaba por
amanecer cuando José descubre con sorpresa que el gavilán va tomando forma humana, y reconoce
que era el hijo de un peón desaparecido hace tiempo llamado José Félix, este le pide perdón por
haber causado tanto daño a la gente pero estaba encantado por el cerro.
José que pudo ver el miedo de la gente, decidió llevar al pueblo al joven encantado para hacerle
pagar sus culpas, pero cuando bajaba del cerro, un temblor muy fuerte lo hace perder el equilibrio y
el gavilán escapa, posándose en un cerro, José le pidió a DIOS que lo ayudara y justo canto el gallo
anunciando un nuevo día.
El gavilán al ver los rayos del sol comenzó a gritar y dar alaridos, alzó vuelo y se poso
nuevamente como humano, pero convertido en piedra, mirando al cielo como pidiendo
misericordia y perdón por tanto daño cometido. Así se divisa ahora el perfil de una cara en
donde la nariz es semejante al pico del gavilán, aquí el nombre de¡ cerro narizón.

También podría gustarte