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Cuentos guatemaltecos:

EL CUENTO DE LA FLOR DEL AMATE.

El Progreso-Guastatoya don Domingo Castillo, "contador de maravillas", de la


aldea Casas Viejas, narra el cuento "El Canto de la Flor del Amate", muy
difundido y vigente en todo el departamento. Asegura don Domingo Castillo que
ese palo es encantado y nunca da flor, pero cuando le entra el encanto si florece.
"El encanto sólo se abre la noche de la víspera del Día de San Juan y es necesario
que haya luna llena. El hombre o la mujer deben llegar al pie del árbol a las doce
de la noche para que les caiga el encanto". Y si al Encanto del Árbol le cae bien la
gente, les deja caer una flor y con ello los vuelve "suertudos en el amor y con
mucho dinero".

CUENTO DEL ORIGEN DEL MAIZ

Otro tipo de leyendas son las del origen del maíz, como en todas las etnias máyense. Así, entre tanto, los Ajtziij Winaq
cachiqueles de San Antonio Palopó, narran que en tiempos antiguos no conocían el maíz y en el pueblo pasaban mucha
hambre.

Ellos sabían que otras comarcas ya los tenían. Entonces los ancianos rezadores
(Ajch'ab'”l), le dijeron al hombre más fuerte del pueblo que fuera a buscar ese
alimento. El hombre tenía un perro muy listo y se lo llevó. Se fue corriendo
hasta llegar al cerro Juyu Sanco’th, donde encontró unas piedras muy grandes.
Aunque le costó mucho, el hombre las partió con ayuda del perro. Al quebrarse
las piedras, saltaron mazorcas de maíz, pero cuando terminaron de brotar salió
una culebra muy grande, la que se enroscó, mordió al hombre y lo metió al
cerro. Entonces el perro que era muy listo, agarró con el hocico una mazorca,
corrió y llegó al lago, lo atravesó nadando como pudo hasta llegar al pueblo
donde todos lo querían agarrar, pero el chucho sólo se dejó tomar de la mujer
de su dueño y le dejó caer la mazorca a los pies.

EL CABALLO DE CORTÉS.

Uno de los cuentos más arraigados en Petén es la del Caballo de Cortés, que se escucha en los pueblos del lago como San
Miguel y Santa Elena. Cuentan que cuando Hernán Cortés, en los tiempos de la Conquista de México y Guatemala, dirigía
su expedición hacia Honduras, y cuando pasó por las márgenes del lago Petén Itzá; como iba "muy cansado y agotado",
dejó recomendado su caballo a los Itza'es del Señorío del Rey Caneck.

Cortés ya no regresó a México por esa ruta, y el caballo se quedó con los itza'es,
pero el animal se murió de tristeza porque ellos le daban de comer flores y
plumas preciosas, y no lo sacaban a pasear. Los indígenas con la pena de quedar
mal con Cortés, construyeron uno de piedra, "igualito y del mismo color". El
caballo quedó entre los itza'es, quienes lo adoraron como deidad. Pero una vez
que querían trasladarlo de la punta del Nij Tum cerca de San Andrés, hacia la Isla
de Flores; la balsa donde lo llevaban dio vuelta, el caballo cayó al agua y quedó
parado en el fondo del lago. Los lancheros dicen que el caballo está todavía ahí,
frente a Tayasal, es decir, frente a la Isla de Flores, y puede ser visto en las
mañanas claras.

Los lancheros de San Benito cuentan que han escuchado los relinchos del caballo
en las noches del Día de San Juan, y que se oyen sus pasos en el fondo del lago. Los habitantes de la aldea El Remate,
dicen que debido a las flores que le dieron al caballo, a la isla se le dio el nombre de Flores.
CUENTO DE LA FE Y LAS MONTAÑAS:

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía
igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida
la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el
lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las
que resolvía.

La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano
o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.

"LA PARRA DE UVAS Y LA MUERTE".

el cuento de "La Parra de Uvas y la Muerte". Don Francisco afirma que había un anciano que tenía como toda fortuna
doce centavos, con los que compró tres panes blancos, ya que se encontraba muy hambriento. Pronto apareció un niño
quien le pidió un pan, el hombre se lo dio de buena gana. Luego, regaló su segundo pan a una vieja y el tercero a otro
anciano. Viendo que se habían terminado sus panes, el señor se disponía a buscar raíces para comer, cuando se le
apareció el anciano a quien le había obsequiado un pan. Este anciano le regaló el costal de los deseos. Con este costal el
hombre pudo comerse un canasto de quezadillas y pescados fritos.

El niño, a quien él también había dado un pan, lo gratificó concediéndole una mágica parra de uvas que tenía la virtud de
que aquél que se subiera en ella no podría bajarse.

Por último, la vieja le concedió vida eterna, o, bien, tener el privilegio de morirse en el momento deseado. Al tiempo, el
diablo y San Pedro discutían porque el primero quería llevarse al anciano a los infiernos y el segundo deseaba que
siguiera viviendo. Entonces el diablo bajó a la tierra a traer al anciano; en seguida éste ordenó al costal encerrarlo.
Cuando el diablo estuvo encerrado, el anciano le dio tal apaleada que ya no le dieron ganas de regresar y se quedó en el
infierno.

Luego, la muerte decidió llevarse al anciano; llegó a su casa, tocó a la puerta e informó que llegaba a traerle. El anciano
entonces dejó pasar a la muerte y la invitó a comer uvas. Cuando la muerte se subió a la parra y después quizo bajar, ya
no pudo y así el mundo pasó sin muertos durante algún tiempo. Al fin el anciano dejó bajar a la muerte y ésta se fue.

Pasaron los años y el anciano deseó morirse, entonces bajó al infierno y el diablo al reconocerlo no le dejó entrar.
Entonces se fue al cielo con San Pedro, quien tampoco lo dejó pasar, pues había dejado a la muerte atrapada años antes.
Entonces el anciano se dirigió al Padre Eterno quien si le dejó entrar a la gloria, ya que ese hombre le había dado pan en
la tierra.
Leyendas guatemaltecas:
El Wiin
Sobre leyendas relacionadas con el diablo, en el municipio de El
Asintal, Retalhuleu, cuentan que hay hombres que invocan al diablo
en rituales llevados a cabo en el cementerio de la localidad, que
consisten en oraciones y danzas, en las que giran el cuerpo hacia
delante y hacia atrás. Cuando el diablo aparece, le puede conceder
a la persona el don de la transformación, para que le permita robar
animales de patio, objetos de valor o molestar a las mujeres,
especialmente, a las solteras o a las casadas que se quedan solas
porque el esposo emigró hacia Estados Unidos. A ese hombre se le
conoce como El Wiin. Algunos lugareños lo han visto transformado
en forma de perro, sentado en medio de la carretera. Se le reconoce
por sus ojos que no son de humano ni de animal, sino dos bolas de
fuego que atemorizan a quien lo ve.
La Siguanaba:
El nombre de Siguanaba se deriva de tziguán, que significa barranco en quiché. La Siguanaba se
hace seguir por los hombres y luego de una larga persecución, los pierde en algún barranco. No
muestra la cara, pero lo hace cuando ya se ha “ganado” —arrebatado el alma— al hombre quien se
perturba al ver que es de caballo. Cuentan en la colonia El Incienso, zona 3 capitalina, que Juan, un
albañil que emigró del Quiché, cada vez que recibía el pago de la
semana, se lo gastaba en licor. Un día, rumbo a su casa, ubicada
cerca del tanque que abastecía de agua a la referida colonia, iba
caminando rápidamente bajo los efectos del alcohol. Un vecino
interrumpe su andar y le pregunta: “Vos, Juan, ¿a dónde vas con tanta
prisa?”, a lo que él responde apenas articulando palabras: “Mirá, esa
hermosa mujer me está llamando, voy a ver para qué me quiere. ¡Está
rechula!”. El vecino se quedó pensando que Juan estaba viendo
visiones. Al otro día, encontraron al pobre Juan ahogado en un lugar
que los lugareños llaman “la presa”. Esta es la leyenda de la mujer que
llama a los hombres borrachos y mujeriegos para “ganárselos” y
perderlos por los barrancos.
La Llorona:
La Llorona, a quien describen como una mujer vestida de blanco, se
aparece, por lo regular, en lugares con alguna afluencia de agua
como ríos, lagos o lagunas. Las personas narran que era una mujer
que sufrió un delirio mental y ahogó a sus hijos. Como castigo de
Dios, vaga por la eternidad buscándolos, y hay más de alguien que
escucha su terrorífico grito “¡Ay mis hijos!”. En la actualidad, dicha
narración se ha ido transformando y adaptando como un tipo de
denuncia hacia el maltrato que reciben las mujeres. Según
narraciones de habitantes de Amatitlán, La Llorona era una mujer
que era víctima constante de violencia por parte de su esposo, hasta
que llegó el día en que los golpes fueron tan severos que acabaron
con la vida de la pobre mujer. El marido, para ocultar su crimen, la
lanzó al Lago de Amatitlán, y luego huye con sus hijos hacia la capital. El alma de la pobre madre no
descansa en paz, por lo que siempre se le escucha gritando desconsolada en  búsqueda de sus
hijos.
El Cadejo:
Es el espíritu que cuida el paso tambaleante de los borrachos. Guardián de los hijos de Baco, “es un
animal en forma de perro negro, lanudo, con casquitos de cabra y ojos de fuego. Su tarea es
perseguir y cuidar que no les pase nada a los ‘bolos’ que se quedan tirados en las calles. Sigue a los
que están en peligro y los deja cuando este ya ha pasado”. Pero si bien El Cadejo es un espíritu
protector, debe tenerse cuidado con él, pues al beber demasiado y con frecuencia, “lo puede ‘trabar’,
pues si se lo encuentra a uno tirado y le lame la boca, ya lo ‘jodió’ para siempre, pues entonces uno
jamás se compone. El Cadejo acostumbra a seguir por nueve días al hombre que le ha lamido la
boca y no lo deja en paz. No es un espíritu perjudicial. No ataca, sino solo en casos extremos, por lo
que no es motivo de pánico encontrarse con él. Hay plegarias específicas para atraer la gracia
protectora de El Cadejo. En Petén aparece como cadejo blanco, que cuida a las mujeres. Por esa
zona El Cadejo “es un chucho blanco, lanudo y grande, que acompaña a las mujeres cuando van a
acarrear agua”.

La gitana Vanushka:
Las leyendas también se han inspirado no solo en eventos del más allá, sino en la pena o dolor de
un personaje que vivió en la realidad, como el caso de la gitana Vanushka, en Quetzaltenango.
Cuentan que ella era una hermosa mujer, alta, de tez blanca y ojos claros, y que se estableció en el
país junto con su familia de gitanos que entretenían a la población con espectáculos circenses. A una
de las presentaciones asistió el hijo del gobernador de la región, quien se enamoró de ella. Le
prometió casarse y formar una familia, pero, al final, la abandona. Muere acongojada por el
despecho amoroso y como recompensa, la Virgen del Rosario le concede el don de abogar por los
enamorados para les ayude a encontrar el amor verdadero, que ella no gozó. La tumba de la gitana
Vanushka, en el Cementerio General de la ciudad altense, es muy visitada por los enamorados,
quienes le llevan flores.

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