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Preocupaciones conductuales especiales en el desarrollo psicosocial

en la segunda infancia
Mestanza Bazán Stephany
Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo
Chiclayo – 2018
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SEGUNDA INFANCIA

Resumen

Durante el proceso de desarrollo psicosocial en la segunda infancia se presentan varios


factores que influyen en el individuo, los cuales generan ciertas complicaciones; por esto es
que en el presente trabajo se hablará sobre las preocupaciones que pueden generarse en esta
etapa. Para ello se ha investigado en determinados libros y se han analizado, la información
y estructura va según las normas APA. La investigación ha permitido ver las distintas
perspectivas de donde surgen estas complicaciones, porqué se dan, que es lo que pueden
llegar a ocasionar, y así poder llegar a una conclusión.

Palabras clave: Desarrollo, psicosocial, preocupaciones, perspectivas, complicaciones.

Abstract

During the process of psychosocial development in the second childhood there are several
factors that influence the individual, which generate certain complications; this is why in
the present work we will talk about the concerns that may arise at this stage. For this
purpose, it has been investigated in certain books and analyzed, the information and
structure goes according to the APA standards. The research has allowed us to see the
different perspectives where these complications arise, why they occur, what they can
cause, and thus reach a conclusion.

Key words: Development, psychosocial, concerns, perspectives, complications.


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SEGUNDA INFANCIA

Preocupaciones conductuales especiales en el desarrollo psicosocial en la


segunda infancia

La segunda infancia va de los seis a los 12 años, un periodo de aprendizaje y


perfeccionamiento de diferentes habilidades como son la lectura, escritura y matemáticas y el
juego. Se da lo que es el auto-concepto, empieza a desarrollarse la autoestima, en esta etapa
los niños empiezan a comprender, controlar y regular sus emociones. El niño trata
constantemente de probarse a sí mismo, superando sus propios retos y los que la sociedad le
impone. Si tiene éxito, será una persona capaz y segura de sí misma. Pero si fracasa puede
experimentar sentimientos de inferioridad, a esto se refiere Erikson en su enfoque psicosocial.
Los factores físicos, cognoscitivos y psicosociales se combinan para producir el desarrollo
individual. Así mismo, surge la identidad de género, se dan los comportamientos, actitudes y
habilidades consideradas para cada sexo, los estereotipos. La importancia de este trabajo es
de descubrir todo lo que abarca el desarrollo psicosocial, que complicaciones pueden darse.
Es por todo esto que llegamos a la pregunta: ¿Qué preocupaciones pueden surgir en esta
etapa?

La monografía constará de un solo capítulo, en el cual se subdividirá y se mencionarán la


conducta pro-social, la agresión y el temor; cada uno con sus respectivas divisiones también.
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SEGUNDA INFANCIA

ÍNDICE
Portada
Resumen
Introducción
Índice
Marco Teórico

Preocupaciones conductuales especiales

1.1 Definición
1.2 Conducta prosocial
1.2.1 Definición
1.2.2 Altruismo
1.2.3 Factores que influyen
1.2.3.1 Genes y ambiente
1.2.3.2 Entorno social

1.3 Agresión

1.3.1 Definición

1.3.2 Diferencias de género en agresión

1.3.3 Influencias sobre la agresión

1.3.4 Cultura y agresión

1.4 Temor

1.4.1 Definición

1.4.2 Tipos de temor

1.4.3 Factores influyentes


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Marco Teórico

Papalia, Wendkos y Duskin (1998) afirman que hay tres temas específicos que son de

especial preocupación para los padres, cuidadores y maestros de niños preescolares cómo

promover el altruismo, refrenar la agresión y lidiar con los temores que con frecuencia

surgen a esta edad.

Conducta pro-social

Según R. Roche (1991) son pro-sociales aquellos comportamientos que sin buscar una

recompensa externa, favorecen a otras personas o grupos sociales, según el criterio de éstos,

y aumentan la probabilidad de generar una reciprocidad positiva de calidad y solidaridad en

las relaciones interpersonales o sociales, preservando la identidad, creatividad y la

iniciativa de los individuos o grupos implicados. En los últimos años se ha generado un

interés teórico y práctico hacia las conductas pro-sociales. Autores como Molero, Candela y

Cortés (1999) sostienen que esta tendencia responde al incremento de fenómenos como la

agresión entre las personas, las conductas de indiferencia hacia el prójimo e incluso hacia la

naturaleza y la cultura; además de los tratos discriminatorios hacia mujeres, niños con

discapacidades, ancianos, homosexuales, entre otros. Según Rafael Yus Ramos (1997) más

de 100 millones de personas han fallecido a causa de la intransigencia del hombre por el

hombre.

Existen diversos sistemas y capacidades individuales implicadas en la conducta pro-

social, que comprenden elementos cognitivos y afectivos que se influyen mutuamente.

Además, hay una multiplicidad de variables como la experiencia, las expectativas,


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recompensas, los factores disposicionales y el estado de ánimo, entre otros, que influyen en

las conductas pro-sociales.

Por otro lado, Ball (1977) destaca que la conducta pro-social, de por sí, parte de una

motivación, bien sea externa o interna. El elemento crucial y complejo estriba en cómo se

puede percibir lo que motiva a una persona a actuar de determinada manera, dado que lo

que se percibe es el acto observable, en este caso la ayuda, y sólo quien actúa de

determinada forma es el indicado para expresar la motivación que lo impulsó a actuar. No

obstante, a partir de la observación de la conducta de las personas y el entorno en el cual se

desenvuelven, se pueden inferir los estados interiores.

Respecto a la conducta pro-social y el estado de ánimo Isen menciona que bajo la

influencia del afecto positivo, las personas tienen significativamente más probabilidades de

ser más sociables, cooperativas y ayudar a los demás (1987, citado por Cortese, 2006).

Quizás, un antecedente positivo en relación con el estado anímico de una persona puede

operar como un refuerzo para querer ayudar al otro en el evento que lo necesite. Además,

sentirse útil y “héroe” puede constituir un nuevo reforzamiento. Sin embargo, hay autores

que afirman, muy al contrario, que un mal estado anímico puede ser el desencadenante de

una conducta de ayuda.

Altruismo. Podemos definir al término de altruismo desde diversas perspectivas, la real

academia española de la lengua lo define como esmero y complacencia en el bien ajeno,

aun a costa del propio, y por motivos puramente humanos. Macaulay y Berkowitz en 1970

definen a la conducta altruista por su componente motivacional, siendo una conducta

necesaria, para el beneficio a otras personas y de origen voluntario, excluyendo la voluntad


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de obtener recompensas a corto o largo plazo. Por su parte D. G. Myers (1995), define al

altruismo como la preocupación y ayuda por otros sin pedir nada a cambio; dedicación a los

demás sin considerar de manera consciente los intereses de uno mismo. Hay dos aspectos

que definen el altruismo: La simpatía y el compromiso. La simpatía se apoya sobre valores

de bondad y caridad. El compromiso considera un acto que se sabe va a beneficiar más a

otro que a sí mismo, implicando un sacrificio personal. El compromiso se inscribe en una

ética de la responsabilidad. Porque se trata de actuar concretamente sobre el presente y

sobre el futuro para proporcionar mayor bienestar al resto de la sociedad, implicando una

inversión personal para el desarrollo de bienes comunes. Recordemos, como ya hemos

hecho en otras ocasiones, que la moral se refiere a la conciencia individual, mientras que la

ética se refiere a una moral social. Respecto a la conducta pro-social y el estado de ánimo

Isen menciona que bajo la influencia del afecto positivo, las personas tienen

significativamente más probabilidades de ser más sociables, cooperativas y ayudar a los

demás (1987, citado por Cortese, 2006). Quizás, un antecedente positivo en relación con el

estado anímico de una persona puede operar como un refuerzo para querer ayudar al otro en

el evento que lo necesite. Además, sentirse útil y “héroe”

puede constituir un nuevo reforzamiento. Sin embargo, hay autores que afirman, muy al

contrario, que un mal estado anímico puede ser el desencadenante de una conducta de

ayuda.

El altruismo considerado como motivo de la acción revierte en una teoría psicológica en

la que la prueba empírica debe tener la última palabra. El carácter especulativo de

conceptos como “naturaleza humana” o “instinto primario” queda en evidencia en su


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confrontación con elementos de análisis recientes, como lo son las nociones de

aprendizaje y socialización.

Maynard Smith (1976) concluyó que el altruismo no podía evolucionar de manera

verosímil mediante selección de grupos. También asume que los altruistas se

extinguirán en todos los grupos mixtos entre los episodios de dispersión.

Factores que influyen. Aquí podemos encontrar a los factores que de alguna manera

impulsan el desarrollo de estas conductas, bien podrían ser los genes y el ambiente en

que se desarrolla el individuo o también el entorno social.

Genes y ambiente. Los genes y el ambiente contribuyen a las diferencias

individuales en conducta pro-social, lo cual es un ejemplo de la correlación entre

genes y ambiente. Este hallazgo proviene de un estudio con 9 319 pares de gemelos

cuyo comportamiento pro-social fue calificado por sus padres y maestros a los tres,

cuatro y siete años de edad. Los padres que mostraban afecto y seguían estrategias

disciplinarias positivas (inductivas), alentaron más la inclinación natural de sus hijos

hacia la conducta pro-social (Knafo y Plomin, 2006). De manera típica, los padres de

niños pro-sociales eran pro-sociales a su vez. Señalaban a modelos de conducta pro-

social e inclinaban a sus hijos hacia historias, películas y programas de televisión que

presentan cooperación, coparticipación y empatía y que alientan la compasión,

generosidad y servicio (Singer y Singer, 1998). Las relaciones con los hermanos

proporcionan un importante laboratorio para poner a prueba la conducta afectuosa y

aprender a ver el punto de vista de otra persona. Los compañeros y maestros también
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pueden modelar y reforzar la conducta pro-social (Eisenberg, 1992; Eisenberg y

Fabes, 1998).

Entorno social. Es posible que los motivos de la conducta pro-social cambien a

medida que los niños crecen y desarrollan un razonamiento moral más maduro, el

cambio también va relacionado con el entorno social en el que se encuentre, ya que

se puede comportar de distintas formas en distintas situaciones. Los preescolares

tienden a tener motivos egocéntricos; desean obtener elogios y evitar la

desaprobación. Ponderan los costos y beneficios y consideran cómo querrían que los

demás actuaran hacia ellos. A medida que los niños se vuelven mayores, adoptan las

normas sociales de “ser bueno”, que finalmente se internalizan como principios y

valores (Eisenberg y Fabes, 1998). Las diferencias en conducta pro-social pueden

reflejar diferencias individuales en razonamiento moral (Eisenberg, Guthrie et al.,

1999). Las culturas varían en el grado en que fomentan la conducta pro-social. Las

culturas tradicionales en las que la gente vive en grupos familiares extensos y

comparten el trabajo parecen fomentar más los valores pro-sociales que las culturas

que subrayan los logros individuales (Eisenberg y Fabes, 1998).

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