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¿Qué es el marketing político?

El marketing político es un sistema heterogéneo de teorías, prácticas, métodos y


técnicas que ayuda a las organizaciones políticas a comprender el mercado
electoral y a operar con mayor eficacia dentro del mismo. Sus claves son la
investigación, la estrategia y la comunicación política.

La profesionalización de las campañas políticas, tanto electorales como


partidarias o gubernamentales, se relaciona de modo directo con la creciente
influencia del marketing político y de los consultores políticos y otros
profesionales ligados a la disciplina.

El Dr. Luis Costa Bonino lo define en los siguientes términos:


“El marketing político es un método para hacer buenas campañas. Sus
componentes son la ciencia política, la sociología electoral y la comunicación. Sus
desavenencias con el marketing comercial son más fuertes que sus afinidades. Se
conoce de él mucho más el mito que el método. No es cierto que el marketing
político construya campañas vacías y cosméticas, centradas en la apariencia. Por
el contrario, las campañas que hacen los buenos consultores tienen poderosos
contenidos, guardan muy celosamente las identidades históricas de los partidos,
respetan la personalidad de los candidatos y proponen ofertas razonables y
orientadas al desarrollo de los países.”

Elementos del marketing político


El marketing político actual se concibe claramente al visualizar los 4 elementos
centrales que lo componen y caracterizan. Esos 4 elementos principales son:

1. Investigación cualitativa y cuantitativa del mercado electoral


2. Campañas que recurren a servicios profesionales de consultoría política
3. Enfoque gerencial de las campañas electorales para administrar mejor los
recursos (que son siempre limitados)
4. Comunicación política altamente profesional en su estrategia, diseño y
ejecución
Claves del marketing Político
 Conocer y analizar el entorno social y electoral. Conocer la sociología y el
comportamiento electoral de un territorio es fundamental para contar con una
base a la hora de planificar nuestro trabajo político y electoral. Conocer cómo
se comportan los electores en función del tipo del territorio y su cultura, los
comicios electorales, la coyuntura social, sus estilos de vida (segmentación)…
son aspectos clave en el diseño de las diferentes tipologías de estrategias.
 Desterrar la idea de que el trabajo se reduce al período de los días de campaña
electoral. Este es uno de los principales hechos que se da en los ámbitos
municipales. El trabajo político que se realiza durante los cuatro años de una
legislatura, bien por desconocimiento o bien por falta de recursos económicos
o humanos, no tiene una orientación definida a generar relaciones de
implicación con la ciudadanía en la gran mayoría de ocasiones.
 Saber hacer. Tener claras cuáles son las prioridades de las personas, es decir,
lo que les preocupa para realizar acciones políticas que contribuyan a resolver
o aminorar estos problemas. En este sentido la investigación social puede
convertirse en un aliado, más allá de las percepciones que tengamos.
 Comunicar bien lo que se hace. En muchas ocasiones, el día a día nos centra en
la gestión municipal y olvidamos dar a conocer lo que hacemos. Hoy en día
existen infinidad de herramientas que nos permiten comunicar de manera
efectiva lo que hacemos. Eso sí, hacerlo de cualquier manera no es suficiente;
hay que hacerlo bien.
 Navegar con rumbo. En relación al punto anterior, si no tenemos claro de
dónde partimos y cuál es nuestro destino, elaboraremos “teorías” inciertas
basadas en nuestros deseos y miedos. Así, es importante tener en cuenta que,
para una buena navegación, los “viejos lobos de mar”, esto es, la gente
experimentada en el contexto de la política, nos pueden ayudar mucho en
nuestra travesía.
 La marca es importante, pero se genera con contenido. La marca política
contiene una serie de atributos (valores, ideas, emociones…) que,
dependiendo de la coyuntura, puede tener efectos de arrastre positivos o
negativos. ¡Cuidado con ocultarla cuando la cosa no va bien!, ya que uno no
puede negar lo que es. Lo que se debe hacer es demostrar que el candidato, su
equipo, lo que se hace y lo que se dice, realmente tienen valor para la
ciudadanía. Lo auténtico se abre camino entre lo falsario.
 La publicidad y la propaganda: por defecto y por exceso.Tan nocivo puede
resultar la inexistencia de soportes y canales informativos para la
comunicación de nuestros mensajes como su exceso; en concreto, cuando la
gente está pasando malos momentos y nuestros mensajes no están orientados
a resolver los problemas de la gente.
 Las personas son el todo. Personas consideradas tanto desde el punto de vista
de que en democracia son las que dan y quitan el poder para gobernar y
transformar la sociedad, como por lo que respecta a que son también las
personas las que conforman las organizaciones políticas (militantes y
simpatizantes). A este respecto, habría que destacar la figura del prescriptor,
que tiene un valor muy importante en el marketing a la hora de generar
opinión sobre una marca, partido o persona.
 Segmentar e identificar los diferentes públicos. Tratar a toda la sociedad como
una masa uniforme es algo bastante frecuente. En la sociedad hay jóvenes,
mujeres, autónomos, trabajadores, empresarios, ecologístas… lo sabemos,
¿pero lo aplicamos?
 La política de sofá. En relación al punto anterior, y contestando a la pregunta
que nos hacíamos, no cabe ninguna duda de que cualquier dirigente tiene
claro que existen grupos sociales, pero dando por supuesto que tenemos un
plan de acción política, ¿están ponderados desde el punto de vista de la
rentabilidad electoral? ¿cuántas veces los hemos visitado en cuatro años?
¿cuántas veces durante cuatro años les hemos preguntado qué les preocupa y
en qué podemos serles útiles?... Si las respuestas son negativas, aún así,
¿esperamos que nos voten?
 Confiar demasiado en las encuestas. La información de las encuestas
electorales debería de aportarnos visión sobre lo que opina la gente. Pero
concretamente en el caso de las encuestas electorales suelen existir muchos
elementos que distorsionan la veracidad de los resultados (diseño de la
investigación, muestra, clima social…). En este sentido, cabe ser prudente
sobre ellas. Más de un gobierno ha caído pensando que el resultado iba a ser
magnífico.
 No tener un plan. No se trata de elaborar un documento más o menos bonito
que acabe en un cajón. Se trata de pensar qué hace falta y cómo lo vamos a
llevar a la práctica. Y, por supuesto, ejecutarlo.

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