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Deborah Golergant
1
Op. cit.
2
«Dérivation des entités psychanalytiques» en Hommage à Jean Hippolite, París : PUF, 1971,
en La révolution copernicienne inachevée, op. cit. [Cf. la versión en español en Interpretar
[con] Freud y otros ensayos, op. cit.].
3
Op. cit., Cf. La angustia, Castración. Simbolizaciones y La sublimación.
4
Véase sobre todo Jackobson, R., Fundamentals of language, La Harpe, 1956 [Fundamentos
del lenguaje, Madrid: Ayuso, 1974].
«…pudiendo definirse la “metábola” como el género del cual metáfora y metonimia
son especies»5.
«…las más de las veces […] el lazo […] es a la vez de contigüidad y de semejanza,
de modo que metáfora y metonimia son dos tipos abstractos que rara vez se presentan en
estado puro y que casi siempre aparecen mezclados»6.
«Esos ejemplos demuestran que […] la derivación en cuestión va más lejos que
una mera derivación conceptual, y que afecta al estatus científico de las realidades
apuntadas…»9.
5
La sublimación, op. cit, p. 232, nota 82.
6
Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, op. cit., p.133.
7
En Castración. Simbolizaciones, op.cit., Laplanche menciona una tercera vía de derivación: la
que responde a una relación por oposición.
8
Sobre el tema de la derivación metáforo-metonímica del yo, véase por ejemplo Vida y
muerte en psicoanálisis, op.cit. (p. 72-76) o El extravío biologizante de la sexualidad en Freud,
op. cit. (p. 95-98).
9
«Derivación de entidades psicoanalíticas», op. cit., p.92.
10
La angustia, op. cit., p. 205-206.
Apuntalamiento
11
Este concepto, que no llegó a ser verdaderamente tematizado por Freud, es traducido y
rescatado, a través de una interpretación original, recién en 1967 por Laplanche y Pontalis (Cf.
Vocabulaire de la psychanalyse, op. cit.).
12
La sublimación, op. cit, p. 67.
b) Entre la ingestión del alimento -meta autoconservativa- y la incorporación
del pecho -meta pulsional- encontramos una relación de semejanza: en ambos
casos, diríamos, se trata de colocar algo dentro de uno. La vía que hace pasar de
una a la otra sería, pues, metafórica. Yendo más lejos, Laplanche observa que en el
nivel de la incorporación, que es el del fantasma, ya no se trata únicamente de
colocar dentro al objeto sino de apropiarse de él y conservarlo permanentemente, lo
que, como sabemos, supone además su destrucción13. Por otro lado, el pasaje a la
incorporación fantasmática obliga a incluir la dimensión pasiva de «ser incorporado»,
como su par recíproco e intercambiable:
13
El tema de la destrucción inherente al proceso de incorporación será desarrollado en el
apartado 5 de esta Segunda Parte.
14
Vida y muerte en psicoanálisis, op. cit., p. 32.
15
Las teorías psicoanalíticas que plantean una pulsión de muerte originaria o un sadismo
innato, desconocen esta distinción fundamental. La agresividad animal o vital –que
erróneamente se invoca a veces para aludir a una actividad pulsional «no atravesada por lo
cultural»- tiene como única meta la supervivencia. Es, entonces, algo muy distinto del sado-
masoquismo sexual, propio de la especie humana, que supone experimentar placer con el
sufrimiento y que sólo aparece con la represión. Véase, por ejemplo, «La así llamada pulsión
de muerte: una pulsión sexual», en Entre seducción e inspiración: el hombre, op.cit.
16
Que es también el tiempo de la constitución del fantasma y que Laplanche ha designado
como tiempo «auto», por ejemplo en La sublimación, op. cit., p. 66.
«… en este retorno autoerótico hay una especie de corrimiento […] que hace que la
actividad que se repliega sobre el sujeto no sea la misma que aquélla que estaba dirigida
hacia el exterior sino una “derivada” de ésta (siguiendo un movimiento complejo de
derivación metáforo-metonímica). De este modo, de la actividad no sexual dirigida hacia el
objeto vital, se desprende, por reflexión o retorno, la actividad sexual» 17.
«…de suerte que no podría haber allí relación de simbolización entre un objeto y el
otro; hay un simple objeto de reemplazo tomado en el propio cuerpo. El pulgar del
“chupeteo” reemplaza al alimento, pero de un modo puramente mecánico y no
significante…»20.
17
Vida y muerte en psicoanálisis, op. cit., p. 121.
18
La sublimación, op. cit., p.55.
19
El extravío biologizante de la sexualidad en Freud, op. cit., p.124.
20
Ibid., p. 60.
21
Les premiers psychanalystes. Minutes de la Société psychanalytique de Vienne, III, Paris :
Gallimard, 1979.
era, en efecto, si toda actividad autoerótica se sostiene en un fantasma. En aquella
oportunidad Freud afirmaba lo siguiente:
Esta frase, fantasías sobre otras personas, nos da a entender que el criterio
de discernimiento es, finalmente, la presencia o ausencia de fantasías conscientes.
Como lo recuerda Gutiérrez Terrazas23, si bien en la comprensión freudiana de
1905 esas «otras personas» recién aparecían en la pubertad, en ediciones
posteriores de los «Tres ensayos…» se postula que están ya presentes desde la
niñez, concretamente entre los tres y cinco años. Un texto que puede considerarse
fundamental para la evolución de esta discusión es «Pegan a un niño» 24. Ahí se
muestra que la fantasía consciente («fantasías sobre otras personas»), que en este
texto corresponde al enunciado «pegan a un niño», sólo puede entenderse desde
su relación con la fantasía inconsciente, que Freud enuncia como «mi padre me
pega». La fantasía consciente es una manifestación y, a la vez, una deformación de
la fantasía inconsciente.
22
Protokolle des Wiener Psychoanalytischer Vereiningung, Francfort del Meno: Fischer, v.IV.,
p. 22 (citado por Laplanche en El extravío biologizante…op. cit., p. 54). Las cursivas han sido
añadidas por nosotros.
23
«Los “Tres ensayos de teoría sexual”. Un Siglo después de su primera edición» en
Asociación Psicoanalítica de Madrid, XIV Simposium: Tres ensayos, cien años después, 26 y
27 de Noviembre, 2005.
24
Cf. Freud, O.C. v.XVII.
25
Aunque en la concepción kleiniana se trata de fantasías universales y finalmente innatas.
Por otro lado, disociar al autoerotismo del fantasma supondría adoptar una
concepción según la cual la meta de la pulsión sería el placer de órgano, cuando
justamente lo importante de resaltar es que «…no se trata de la simple descarga in
situ del placer de órgano, sino de una metaforización y una fantasmatización de la
meta alimenticia»26.
«La sublimación no sería (…) un segundo repliegue por relación al primer tiempo
del nacimiento de lo sexual: apuntalamiento y sublimación, en cierto modo, irían más bien a
la par»27.
26
El extravío biologizante… op. cit., p. 63.
27
La sublimación, op. cit. p.114.
28
Ibid.
29
Ibid. p.76.
fuente pulsional; b) luego intentaremos mostrar la articulación entre esta reflexión
posterior y su trabajo inicial sobre el apuntalamiento.
«…la idea de fuente pulsional localmente ligada a una función autoconservativa […]
caduca cuando abandonamos las famosas mucosas […] ¿Cómo mostrar, cuando se califica
de erógeno a todo el revestimiento cutáneo, cuál es la fuente autoconservativa?»31.
30
Ya para el caso de la «pulsión de ver» esta concepción se muestra poco sostenible, como
Laplanche lo hace notar por ejemplo en «Sexualité et attachement dans la métapsychologie»
en Sexualité infantile et attachement, Paris : PUF, 2000.
31
El extravío biologizante de la sexualidad en Freud, op. cit., p. 66.
32
Op. cit. Véase también S.Freud, «El problema económico del masoquismo», O.C. v. XIX
33
El extravío biologizante… op. cit., p. 66.
34
Freud S., O.C. XIV.
también designa con el término ternura. Así, la relación inicial comenzará a pensarse
en un marco más amplio hasta llegar a plantearse, más recientemente, la teoría del
apego, que supone una comunicación adulto-niño desde el origen de la vida. Sin
embargo, esta concepción revisada tampoco alcanza para permitirnos pensar a lo
autoconservativo como fuente de lo pulsional:
Por otro lado, si se acepta que la erogenidad de las zonas erógenas no está
naturalmente ligada al cumplimiento de las funciones vitales, y que la excitación
sexual puede ser despertada por una conmoción externa al proceso fisiológico,
entonces la idea de una fuente pulsional endógena e innata deja de sostenerse:
35
El extravío biologizante…, op. cit., p. 85.
36
Ibid.
37
Ibid., p. 67.
como al surgimiento del autoerotismo: no hay actividad autoerótica que no esté
sostenida en un fantasma, como dijimos en 1), pero tampoco hay fantasmatización
que no se exprese inicialmente en actividades autoeróticas. De modo que es
necesario dar cuenta de esta relación, de esta aparición conjunta del fantasma y el
autoerotismo:
«He enunciado varias veces que la pretendida “satisfacción alucinatoria del deseo”
era, en Freud, un ejercicio fracasado de prestidigitación. Hacer surgir lo sexual de la
insatisfacción de lo autoconservativo como se hace aparecer al conejo del sombrero. Pero
precisamente hace falta que alguien haya metido al conejo en el sombrero, y quien lo metió
es sin duda el adulto»39.
38
«Pulsion et insctint», Adolescence, 2000,18, 2, p. 663. Lo que aparece entre corchetes ha
sido añadido.
39
Ibid, p. 663.
el funcionamiento autoconservativo, aún es necesario hacer intervenir desde el
comienzo una variable exterior al proceso fisiológico en sí mismo. Una variable de
naturaleza sexual, aportada por el adulto, que invade la «realidad autoconservativa»
y pone en primer plano la realidad que llamamos «psíquico-pulsional»:
«Es demasiado simple, incluso si a cierto nivel es exacto, decir que el objeto sexual
es una metonimia del objeto de la alimentación. Hemos intentado mostrar que hacía falta ir
más lejos, hacia aquél que designa el pasaje de la leche al pecho, que de-signa, que de-
limita, que cerca algo que es el pecho, el pecho de la madre, cercado por ella misma como
su propio órgano sexual, designado por ella, en el corazón mismo de su relación de apego
con el niño»40.
40
El extravío biologizante…op. cit, p. 93.