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La anorexia, una responsabilidad compartida

Son muchas las formas y maneras que el ideal de belleza femenino ha cambiado a traves de el
tiempo, desde el renacimiento se muestran los inicios de lo que se cree ser la figura del ideal
de mujer. La imagen ha sido muy cambiante, desde mujeres voluptuosas hasta figuras delgadas
con huesos sobresalidos. Pero es sobretodo la forma en cómo este ideal se ha impuesto en las
sociedades modernas y el poder que ha cobrado que tiene repercusiones sobre el cuerpo y la
mente de las mujeres. Una de estas consecuencias de la búsqueda del cuerpo ideal, funciona de
forma contraria a la naturaleza.

La anorexia, perteneciente al grupo de los trastornos alimenticios, es esta forma en la que el


miedo a subir de peso se apodera de una persona hasta el punto de crear una imagen
distorsionada de su cuerpo y luchar de forma tan fuerte con el, que alcanza límites extremos
como la restricción al momento de ingerir alimentos y someterse ante largos ayunos de manera
que puedan cambiar esa imagen que ven ante un espejo. Existen varios síntomas propios a la
enfermedad que se presentan una vez la enfermedad ha sido desencadenada. Para comenzar,
existe, como se mencionó anteriormente, una percepción errónea y alterada del cuerpo,
causando un rechazo rotundo a mantener el peso de acorde con la estatura y edad. Se evidencia
en la pérdida de peso significativa en poco tiempo y un notorio cambio de el color de piel a un
tono amarillento.

Se pensaría que es de cierta forma “normal” el querer mantener un peso equilibrado y sano, o
incluso querer bajar de peso cuando se encuentra un poco por encima de lo normal, e incluso
lo es, pero lo que no es normal, es el querer hacerlo hasta la extremidad de no consumir
alimentos o encontrar maneras expulsarlos, causando una alteración al pensamiento tan
extremista, que se vuelva una enfermedad, como lo es la anorexia. Ahora, si bien la anorexia
se relaciona en su mayoría con el género femenino, existen hombres que sufren por esta
problemática también y si bien son estadísticamente muchos menos, también los hay y es una
problemática infradiagnosticada que afecta ambos géneros.

¿Por qué interesarse en la anorexia? Es simple, es una enfermedad silenciosa que encuentra la
forma de afectar a la persona que la vive y a su entorno y el contexto en el que se desarrolla.
El sujeto que atraviesa esta enfermedad sufre de maneras inexplicables, causa impactos físicos
y emocionales y mentales, pues se experimentan cambios drásticos en todos estos sentidos. La
asignatura cursada se interesa en descubrir diferentes perspectivas psicológicas que entablen
una relación entre el sujeto y la sociedad y en esta enfermedad es más que evidente, pues el
sujeto sufre y es afectado de cierta forma por una presión social ejercida por la sociedad, pues
se encuentra bajo ciertas condiciones que siente la necesidad de cumplir. Pero la relación se
sostiene de ambos lados, también el sujeto afecta a la sociedad que lo rodea pues si bien la
enfermedad es propia, no es sufrida por solo una persona.

La sociedad actual exige un rol de la mujer por medio de la performatividad, la cual es


planteada por Butler como el poder reiterativo del discurso el cual es capaz de regular e incluso
imponer ciertos comportamientos (Butler, 2002). A diario se están viendo imágenes del
referente de lo que es ser mujer: esbelta, pero sedoso, sonrisa perfecta y gran sensualidad. Se
escuchan noticias sobre mejores formas de actuar, pensar y verse. A muchas les resulta difícil
o imposible identificarse con esos estándares sociales. Esto da la impresión que se esperara de
una mujer, situaciones que no son naturales como la extrema delgadez y un rol simultáneo de
madre, esposa, amiga y trabajadora casi imposible de suplir. Pero lo que realmente preocupa y
altera a muchas mujeres con anorexia, es aquella figura de belleza física que se espera de la
mujer, por la cual se someten a miles de situaciones extremas que no son sanas buscando
encajar, asumir lo que significa “ser mujer” sin importar el costo. Ellas terminan asumiendo
las normas culturales preestablecidas y naturalizadas como los obligatorios para sentirse
mujeres para no ser expulsadas de cierto entorno social por no encajar en ellas, lo cual se
convierte en lo denominado como ideal regulatorio por Butler (2002).

La relación cuerpo-poder que hay detrás de la anorexia es evidente, y como lo expone Muñoz
(2004) en su texto ‘Imaginarios de género’ desde que somos pequeños estamos sujetos a un
discurso que nos moldean de cierta forma en unas concepciones de mujer u hombre, tornándose
en ideas reguladoras que nos rigen de ahí en adelante. Es importante comprender lo anterior,
pues evitando las exigencias de una forma o categoría específica, se podría minimizar el riesgo
de una anorexia, ya que se disminuiría la presión de los distintos entornos por encajar con
estándares imaginarios.
El autor menciona un concepto que es extremadamente relevante, las ‘realidades naturales’,
estas son descritas como “imágenes de carácter esencial y categórico determinantes de su
subjetividad de género”. (p.95) Estas realidades son estipuladas y formadas por la sociedad y
están sujetas a un posible cambio, lo que puede explicar la transformación de la perspectiva de
la imagen de la mujer ideal, y que demuestra que es tan solo un concepto momentáneo al que
buscan encajar las personas que se privan de los alimentos y sufren de anorexia. Pero no es
fácil simplemente ignorar y dejar a un lado esas imágenes supuestas por la sociedad, pues los
límites son rígidos y como lo dice el autor, impide el reconocimiento de diferentes ideales ya
que se consideran “realidades naturales” en vez de una herramienta para abordar la realidad.
Debido a esto, cualquier tipo de diferenciación a estos imaginarios tiende a ser excluido por
considerarse un desvío de la normalidad.

Partiendo de este punto, los imaginarios de género que han sido creados, sirven como punto de
partida para generar un límite bajo el cual se juzga o se entiende (en el caso contrario) al resto
de la población y cuando el resto de la sociedad emite una crítica o juzga nuestro
comportamiento, hay una necesidad de explicar y argumentar. Por ejemplo, si la situación se
tratara de una adolescente anoréxica, y los padres naturalmente le reprocharan esa actitud y
buscaran ayuda para ella, la joven probablemente estaría justificando sus acciones bajo la
excusa de querer pertenecer y encajar en una imagen social.

En el documental producido por Netflix, ‘To the Bone’ se muestra una perspectiva muy
personal de la anorexia, muestra el lado solitario y se enfoca principalmente en su tratamiento.
El personaje principal de el documental, Ellen, hace énfasis en cómo los pacientes de los
centros de rehabilitación son tratados como problemas y no como humanos. En esa declaración,
se puede ver cómo la sociedad se concentra tanto en un problema que deja de lado y olvida un
poco que detrás de ese problema existe un ser humano que ha perdido poder sobre su propio
ser. Aquí se evidencia la relación cuerpo-poder desarrollada por Foucault (1982), el poder, así
como el sujeto tiene 2 dimensiones: el poder ejercido por otros, en el cual se está sujeto a un
agente externo y el poder sobre el cuerpo propio, en el cual se está sujeto a sí mismo. El sujeto
en este caso es, en muchas ocasiones, es culpabilizado por su condición, responsabilizándolo
de cómo se siente y de, hasta cierto punto, no querer mejorarse. Ese cuerpo, cargado del peso
de razones que justifican sentirse inconforme con su imagen en el espejo, comienza una lucha
contra lo que lo liga a sí mismo y su visión personal sin siquiera dimensionar el rol de la
sociedad y el poder que ésta ejerce sobre él.

El cuerpo es una construcción sociocultural, que como se mencionó anteriormente, tiene la


posibilidad de cambiar dependiendo del momento histórico y la percepción tecnológica que se
tenga de él, como lo plantea Preciado, en el ‘Manifiesto contra-sexual’ (2002). Esto nos invita
a estudiar la perspectiva feminista de Preciado sobre el género y el cuerpo femenino, pues se
replantea totalmente una relación de masculinidad/producción y feminidad/reproducción,
puesto que el no poseer un cuerpo valorado para la reproducción genera incomodidad y
posterior a eso ‘castigos’ para intentar cambiarlo, pues el cuerpo real no concuerda con el
cuerpo imaginario y deseado. Podríamos llamar un cuerpo deseable parte de una ‘fórmula de
la belleza’ que está implícita en la sociedad, bajo las que caer en un trastorno alimenticio como
la anorexia puede volverse explicable.

Ahora, el uso que se le da al cuerpo depende total y completamente del contexto social al que
está sometido, y como Luc Boltansky en 1975 lo planteó, el interés y la atención que los sujetos
le atribuyen a su imagen física, sea agradable o desagradable, de placer o displacer, aumentan
a medida que la escala social se muestra en aumento, pues cuando no hay una resistencia física
de los individuos (presentados en clases sociales bajas principalmente), menor resistencia
oponen a sus cuerpos. La situación social que plantea Boltansky no se aleja de la situación
cotidiana colombiana, donde tantos eventos históricos y sociales han impactado la imagen y el
imaginario de belleza, causando inconformidad en los cuerpos presentados socialmente como
atractivos, generando cierta predisposición a desarrollar un trastorno alimenticio.

Retomando los planteamientos de Foucault (1994), en la modernidad el cuerpo humano se


encuentra asociado al nuevo régimen de la disciplina y del control, objetivando de diferentes
maneras; es el caso de la anorexia se evidencian con claridad las prácticas divisorias entre el
hombre y la mujer, convirtiendo la mujer en un sujeto que se realiza por medio de la sexualidad.
Existe, por tanto un régimen político de regulación de los cuerpos, pero especialmente, de los
de las mujeres. El cuerpo social debe ser disciplinado, ordenado y moralizado, pero igual ocurre
con el cuerpo individual, en cuyo caso caso las dietas, las tallas y los controles médicos
cumplen con esta función normalizadora de los cuerpos. Foucault da una mirada sobre la
historia de la relación del cuerpo-sociedad, y más allá, establece las rupturas y los cambios
operados en la concepción social del cuerpo humano. El cuerpo pasa a ser un objeto
fundamental del poder, donde se ubica la transformación tanto de sí mismo como de su entorno.

Para Foucault la subjetividad pasa por un proceso de normalización, y los cuerpos no sólo son
la materia prima donde se inscribe o asienta el orden social, al disciplinarlos, sino uno de los
recursos que lo puntualizan, expresan y reproducen. “… el sujeto se forma a partir de una serie
de procesos y sistemas que no responden a una naturaleza originaria de la subjetividad, sino
que obedecen a condiciones históricas, políticas y sociales” (Castro,2008). Y en la actual
sociedad de consumo, existen unas prácticas discursivas muy ligadas a la estimulación de la
belleza física y al consumo como fines en sí mismos, lo cual continúa aportando la
racionalización de conductas tan extremas como la anorexia.

En este sentido, estamos concibiendo el concepto de sociedad de consumo, en contraposición


con la sociedad de necesidades de períodos culturales precedentes. Este cambio ha dado paso
a la instauración de necesidades artificiales en el individuo; su subjetividad ha sido invadida
con imposiciones desde el sistema de producción; las multinacionales, la publicidad y la moda,
por nombrar algunos. En esta lógica, las necesidades pasan de ser vitales a impuestas. El
individuo transita de tener la necesidad de comer, a requerir determinados productos light,
dietéticos, etc. Esto es debido a que la acción se acomoda y encamina en función de las
exigencias del sistema productivo. Las necesidades buscan alcanzar la condición de
trascendentes, mostrando al consumo como la vía hacia la consecución de la perfección, la
autoestima y el éxito social.

Como Foucault plantea, existe un poder o control que se busca ejercer sobre el ser humano,
donde estos se convierten en guardianes del control social gracias a la violencia simbólica que
se ejerce sobre ellos, se infligen castigos como el hambre, el ejercicio desmedido, las dietas
relámpago o las diversas mutilaciones en las cliń icas de cirugiá (citado en Maciá s, 2004). Con
una concepción del cuerpo de forma negativa, hay una mayor probabilidad de encontrar una
transformación de la conducta alimentaria, una intensificación de la actividad física donde el
cuerpo sea controlado y sometido para tornarse “agradable” para la vista de otro, aceptable para
los estándares de belleza del momento.

Existen miles de testimonios de personas que pueden comentar cómo la sociedad ejerce tanto
poder sobre ellos, que toman medidas extremas para cambiar su imagen física. Una paciente
cuya identidad se mantuvo anónima, relata que todo empezó cuando “...llegó el verano, aunque
yo lo vivía con desesperación porque venía la época de ir con menos ropa.” esto demuestra un
claro ejemplo de todo lo mencionado anteriormente, como las presiones sociales inciden en la
creación de un ideal de belleza.

La tesis ‘Elevar el ancla de la forma’ escrita por Richard Tamayo, refuerza lo propuesto
anteriormente por Preciado, “Seguir suponiendo que la anorexia no es más que el resultado de
una imposición de una imagen normativa de la belleza en el frágil cerebro de ciertas mujeres
sólo alienta una presunción patriarcal de acuerdo con la cual” (Tamayo,2007), que alimenta la
perspectiva feminista sobre la anorexia. Pero en ese error caen solamente aquellas personas que
no logran dimensionar todo lo que hay detrás de la anorexia y atribuyen en su totalidad la culpa
a la mujer o persona que sufre este trastorno cuando en realidad los componentes son mucho
más profundos que la simple decisión que la mujer ha tomado. Uno de los factores que suele
no tenerse en cuenta a la hora de emitir juicios respecto al tema es que se presentan distintas
herramientas tecnológicas que refuerzan el “deber ser” del cuerpo femenino, entre ellas, la talla
como medida de comparación de lo que cabe o no dentro de una normalidad social. Este
dispositivo, como muchos otros producen y reproducen deseos al igual que los medios de
comunicación mencionados anteriormente, lo que Preciado (2002) denomina como técnicas
disciplinarias de la sexualidad.

Incluso cuando muchas mujeres son conscientes de su cuerpo y tienen en cuenta el daño al que
se someten por esta enfermedad, todavía falta mucha conciencia para generar una apropiación
del cuerpo de una manera en la que se considere válido crear nuevos estándares de belleza. Lo
ideal sería llegar a un momento de tanta consciencia y respeto hacia sí mismas, a tal punto que
deje de importar el poder o presión que la sociedad intente imponer sobre ellas, logrando
desnaturalizar los estándares preestablecidos y así adquirir una mejor calidad de vida. Si bien
hay cierta cantidad de la responsabilidad que cae sobre el control y el poder que tiene la mujer
sobre su propio cuerpo, también está en la sociedad el dejar identificar normas reguladoras,
dando el espacio a una reconceptualización de los cuerpos.

Es vital entender la anorexia desde un punto de vista más global, no desde una perspectiva
culpabilizante (hacia el sujeto o su entorno), sino como una construcción reforzada por medio
de los discursos que se manejan en distintos ámbitos. Entender que el superar ese tipo de
condición requiere, tanto una lucha personal, como un cambio discursivo en la construcción de
imaginarios, dando a entender la importancia de estos como herramienta para entender la
realidad, mas no naturalizarlos.

Referencias Bibliográficas:

● Anónimo. (n,d). Testimonio paciente de anorexia. Cómo empieza todo. recuperado de:
http://www.setcabarcelona.com/testimonio-paciente-de-anorexia-como-empieza-todo/
● Boltansky, L. (1975). Los usos sociales del cuerpo.Buenos aires: Editorial Periferia.
● Butler, J. (2002). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del
“sexo”, Buenos Aires, Paidós, 2002, pp. 17-39.
● Foucault, M. (1982). El sujeto y el poder. (Post-scriptum), en: Hubert Dreyfus y Paul
Rabinow, Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica, Buenos
Aires, Nueva Visión, 2001, pp. 241-259
● Macías, B. (2004). Anorexia y bulimia como enfermedades culturales: prevención y
medios de comunicación. Ponencia desarrollada en la Universidad Complutense de
Madrid (UCM), programa de doctorado de Semiótica de la Comunicación de Masas.
● Miller, K. (Productor). Noxon, M. (Director). (2017). To the Bone. Estados Unidos,
Mockingbird Pictures.
● Munoz, D. (2004), “Imaginarios de género”, en: García, C. (ed.), Hacerse mujeres,
hacerse hombres. Dispositivos pedagógicos de género, Bogotá, Universidad Central-
Siglo del Hombre, 2004, pp. 93-126.
● Preciado, P. (2002) “Tecnologías del sexo”, en Paul B. Preciado, “Manifiesto contra-
sexual”, Madrid, Ópera Prima, pp. 118-119
● Tamayo, R. (2007). Elevar el ancla de la forma: Biocapitalismo y ascesis anoréxica.
(Tesis de maestría). Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá.

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