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ALBERTO FARIAS y ABELARDO ANGHILERI. Adicciones. Institución y clínica. Editorial Abal – 1986. Cap.

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“Otra vez mama” (del narcisismo deficitario)

Aportes Freudianos para pensar la Toxicomanía:

La masturbación es el primero y único de los grandes hábitos, es una protomania y todas las demás
adicciones son como sustitutos y reemplazos de esta. (El hábito es ante todo control del objeto).

En el autoerotismo no se recurre a un objeto exterior, porque se separa la pulsión sexual de las funciones de
autoconservación. La sexualidad se desliga del objeto de la necesidad, se entrega a la fantasía y por esto
mismo se crea como sexualidad. No tiene referencia a una imagen unificada del cuerpo sino zonas erógenas
y pulsiones parciales.

En la regresión el objeto droga se investirá como objeto de la necesidad. Aquél objeto mítico que se aparto de
su origen y se constituyo en placer de órgano, sobre el modelo anaclitico o de apoyo, ahora pareciera volver a
superponerse, metáfora que alude a las fantasías y al acto concreto de incorporar vía oral, como placer
autoerótico y como modalidad identificatoria primaria, patognomónica de la etapa oral.

Narcisismo, no puede haber, sin narciso. Amor a la imagen de sí mismo. Aquí el objeto coincide con el yo. Y
este yo es tributario de la captación de su imagen, aprehende su esquema corporal. El espejo no es otra cosa
más que la mirada, el reconocimiento de la madre, el otro. Ese yo se traga la imagen que recibe del espejo-
madre, de esa otredad funcional. Se traga como identificación, sobre la modalidad oral incorporativa, y en el
sentido de tragarse el cuento, que es necesario y eficaz. La posibilidad de que este narcisismo se constituya
dependerá de un soporte externo, un yo auxiliar que funcione sin obturar, que no sea ocluido por otro
narcisismo caracteropatizado y preexistente: el de la madre. Pensamos al yo como un encofrado, un sostén
mentiroso al tiempo que necesario.

La regresión del dependiente adicto al narcisismo fallido. El factor disposicional. La fijación oral. Frustración y
regresión. Elección del objeto “igual a sí mismo” homosexual.

Fenichel dijo que el origen y naturaleza de la adicción no reside en el efecto químico de la droga sino en la
estructura psicológica del paciente que busca en el consumo los efectos de satisfacer el arcaico anhelo oral
que es al mismo tiempo sexual, una necesidad de seguridad y de conservación de la autoestima (se percibe la
droga como protección narcisista). Los que se hacen adictos son aquellos para quienes el efecto de la droga
tiene un significante específico. Significa para ellos la realización o al menos la esperanza de realización de un
deseo profundo y primitivo que sienten de una manera más apremiante de lo que es el caso de los anhelos
instintivos en las personas normales. Ese deseo es un deseo de reparar el narcisismo fallido por omnipotencia
negadora del narcisismo de la madre. Este intento lleva a una identificación primaria con el objeto primordial
que es sustituido por el objeto droga, pero no como reemplazo, el objeto es el Otro, obtura la actividad
simbólica y por lo tanto se despliega una indiscriminación, una confusión progresiva. Se vive en el imperio del
principio del placer del Otro. El sujeto demanda (comida-amor) por demandar un reconocimiento que haga
posible fortalecer su propio narcisismo deficitario y así poder diferenciarse del otro que lo ahoga. El yo no
puede regular la distancia témpora-espacial con el otro, recurre a la identificación primaria compulsiva para
llenar ese yo agujereado por déficit. Cada vez más el objeto es tratado como parte del propio cuerpo y
equiparado a un órgano. En esta situación límite cada vez más el objeto es tratado como una parte del propio
cuerpo del adicto que se repone en un cuerpo fragmentado, vivido siempre como a punto de desarmarse (falta
la cohesión de la libido narcisista). Este intento fallido fracasa cada vez más con lo cual mas se empeña en
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adjudicarle grandiosos poderes a lo que se introyecte. Así la droga es cada vez más fantástica, imprescindible,
vivida como la papilla ideal y su dosis irá aumentando.

Reaparece la actividad autoerótica a través de la ingesta como placer de órgano y desaparece la primacía
genital (que ya era endeble) por un narcisismo primario fallido para estructurar las relaciones de amor objetal.
La única identificación que preserva es la de la etapa oral. El modelo de la incorporación. La ingesta. En la
regresión, la actividad sexual es precisamente comer y sentir placer en el órgano, el placer es placer de
órgano y la confusión de vivir este placer como una necesidad. Cuanto más quiere separarse más consume, y
más se aliena. Cree ilusoriamente que si incorpora más, mas refuerza su narcisismo fallido. Porque consume
y se nutre del objeto que está en lugar del objeto primordial, más se confunde con el cuerpo del otro. Pierde
los límites, mas idealiza a la sustancia. Sujeto y objeto coinciden hasta confundirse.

La dinámica es en espiral ascendente. Conlleva al ciclo “elación-euforia-depresión”, en donde cada vez el


umbral de tolerancia al sentimiento de frustración, desamparo y vacio, se va desplazando en descenso, esto
es cada vez es menor el periodo entre la ingesta (elación) la sensación de estar en armonía y satisfecho
(euforia) y la depresión (nueva sensación de ansiedad y compulsión a incorporar). Cada vez aumenta más la
dosis y la frecuencia, pero al par, el periodo depresivo se extiende y generaliza, la euforia va desapareciendo.

El narcisismo deficitario es incapaz de sostener la integración del sujeto, amenazado de desintegración,


borramiento, desaparición en el universo omnipotente del narcisismo del otro, en el cuerpo materno. El objeto
droga se puede dividir teóricamente en 2 aspectos. Uno parcial en donde se lo percibe fantasmaticamente
como ideal, bueno, dotado de atributos omnipotentes. Y otro aspecto que es oclusor, en tanto es un objeto
interno impostor de ser el Otro primordial, en vez de representarlo, se indiscrimina con el Otro. El objeto es el
Otro. Paradoja circular.

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