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MÚSICA SACRA XVI- XVCII

MISA GREGORIANA MISA POLIFÓNICA YB MISA CONCERTANTE

MÚSICA Y RELIGIÓN EN LA REFORMA Y LA CONTRARREFORMA. Por

Cristian Pérez Vergara.

15.02.2016 07:45

1. Introducción

En este estado sobre la cuestión se pretende analizar la música religiosa de los

siglos XVI y XVII en los mundos protestante y católico. Cabe aclarar que no se

trata de hacer un análisis directo de la forma de la música sobre las partituras,

trabajo más propio de musicólogos y cuyos instrumentos de investigación

todavía no están a mi alcance, además de que en un trabajo bibliográfico no

procede. Se trata más bien de ver de qué manera la fractura del cristianismo en

el siglo XVI afecta a la forma de hacer música en los dos mundos resultantes: el

recién nacido mundo protestante y el catolicismo postridentino. Para ello, en

primer lugar es necesario realizar un análisis del contexto histórico y musical

para saber de hasta qué punto la Historia trastoca la manera de hacer música y

qué transformaciones provoca.

Para comprobar la incidencia del cisma cristiano en la música trataré de realizar

una comparativa entre la música de ambos panoramas (recuerdo: sin analizar

directamente las formas en las partituras de la época) para extraer las más
notables diferencias y coincidencias en las temáticas y formas musicales

utilizadas. Y para ello se analizarán dos épocas por separado: el siglo XVI y el

XVII.

El estudio del siglo XVI corresponde al estilo Renacentista. Será interesante para

ver si se aprecian sustanciales cambios musicales desde el principio de la

aceptación de ambas reformas. En principio, y como opinión personal previa al

estudio, espero que sea la época en la que ambos panoramas se encuentren

más próximos. Sin embargo, será interesante para ver si el impacto de las

reformas sobre la música fue inmediato o se necesitó de más tiempo para que

las reformas penetraran en las formas musicales, para lo que será interesante

estudiar el siglo XVII, pero sin llegar a los últimos años, en los que ya Johann

Sebastian Bach comienza a componer sus piezas.

Como conclusión se realizará un balance de los resultados globales obtenidos.

En él se recopilará toda la nueva información obtenida durante el proceso de

elaboración del estado sobre la cuestión.

2. Contextualización

2.1. Contexto histórico

La sociedad bajomedieval vive inmersa en un clima apocalíptico, fruto de las

constantes guerras y de la pobre esperanza de vida. Está generalizado un horror

religioso al pecado, al que el cristiano responde sacrificando su vida terrenal para

asegurar su vida eterna. Por este motivo se buscan seguridades, como son la

intermediación de la Virgen María y de los santos, cuyas reliquias son muy

buscadas y apreciadas; y se recurre a rituales que sirvan para purgar las penas
derivadas del pecado. Las más controvertidas, y contra las que Lutero

arremeterá, fueron las indulgencias.

En este clima de inseguridad, la comunidad necesita como nunca a sus guías:

los sacerdotes. Sin embargo, en estos momentos nos encontramos ante un

abandono del ministerio parroquial. La acumulación de cargos, el abuso de la

falta de residencia, la escasa formación y los “comportamientos laicos”

contribuyen al desprestigio de la Iglesia y, por extensión, del Papado.[1]

De forma paralela se está produciendo una revolución en el mundo de la

información. La imprenta moderna junto con la generalización del libro hizo que

las personas tuvieran un acceso mucho mayor a la información, contribuyendo

al individualismo humanista. Lectura (y fe) tienden a ser individuales, por lo que

la Biblia será la fuente suprema de revelación.[2]

Los humanistas, pues, preparan la Reforma, pues provocan un despertar de la

conciencia cristiana: la Devotio moderna. Su proclama es de retornar al

Evangelio y profesar una religión interior. Además, aspiran a una religión sencilla,

con pocos dogmas, a imitación de Jesús.[3]

En un principio Lutero no lucha contra Roma ni por una iglesia nueva, sino contra

los métodos de la escolástica. Denuncia la existencia de las reliquias y la

distribución de indulgencias. Para él, el Papa no tiene la capacidad de perdonar

los pecados en nombre de Dios, pues no tiene su gracia. También critica la

fortuna de la Iglesia, y asegura que su verdadero tesoro está en el Evangelio y

la gracia de Dios, por lo que como buenos cristianos deberían repartir sus

bienes.[4]
La Contrarreforma será el movimiento que conteste a la Reforma. Sin embargo,

responde a las mismas necesidades: la devoción personal y la demanda de un

clero disciplinado y aplicado a su deber. Políticamente, la Contrarreforma,

supone la conquista por las armas. Sin embargo, también se dota de una

ideología, reafirmada en un concilio que llega tarde y sin capacidad para evitar

el cisma: Trento.

En Trento, el catolicismo se enfrenta decididamente a la doctrina y la práctica

propugnadas por Lutero, reafirmando y renovando las posturas tradicionales de

la Iglesia. Así, se produce un rechazo de la justificación por la fe (la Gracia

procede de la fe en sí), y se defiende el valor de las obras. Además de la

implantación de las obras, Trento pone al alcance de los fieles una serie de

sacramentos que marcan el ciclo salvífico católico: bautismo, confirmación,

penitencia, eucaristía, extremaunción. La Iglesia tridentina también mantendrá

las formas de piedad y el culto a las imágenes.

Con Trento se obliga al clero a practicar una vida más austera, además de

establecer la residencia obligatoria y la asistencia a los seminarios. A la

revalorización del clero parroquial acompaña la revalorización de la misa

dominical, la cual, frente a la apuesta por las lenguas vernáculas en el mundo

protestante, el canon se hará en voz baja y en latín.[5]

2.2. Contexto musical

En el momento en el que arranca la Reforma, en el panorama musical nos

encontramos en el estilo del Renacimiento. El Renacimiento supone retomar


elementos de las culturas antiguas. Al no sobrevivir la música antigua, los

compositores se basaron en los tratados, en los que se subraya la importancia

del texto y la estricta imitación y ritmo verbales por la música.

El uso de los modos sobreviviría hasta finales del XVI, aunque se observa un

progresivo acercamiento a la tonalidad de las escalas mayor y menor. También

adquieren importancia el uso de las disonancias preparadas y el cromatismo

como recurso técnico. [6]

Josquin des Près y sus alumnos difundieron un estilo flamenco por Europa,

cuyos principios serían seguidos por todos los compositores de la época. Su

estilo se caracteriza por: una textura contrapuntista homogénea mediante la

imitación de los motivos breves; un nuevo interés por las cualidades expresivas

de la armonía; un abandono gradual de las formas fijas antiguas como la misa

sobre cantus firmus; y un desarrollo de métodos más libres de construcción,

incluyendo las repeticiones variadas.[7]

El templo es el principal motor de la creación musical. La liturgia es el teatro de

la actividad musical, y los músicos son servidores de la Iglesia. Son casi los

únicos profesionales de la música, pues son los propios religiosos quienes

componen música profana.

Las piezas litúrgicas estaban encuadradas en unos módulos. Dentro de las

formas polifónico-vocales encontramos la misa, el oficio divino y el motete. Por

otro lado, dentro de las formas organísticas nos encontramos los versos, tientos

y glosas.[8]
En las misas encontramos 2 tipos distintos: las de Gloria y las de Requiem. En

la misa de Gloria concurren textos comunes a todas las fiestas

(Ordinarium missae), mientras que otros son propios de cada una

(Proprium missae).

Las ordinarium missae[9] constan de Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus-

Benedictus y Agnus Dei. Se distinguen en 4 tipos en función del proceso

compositivo:

1. La misa cantus firmus de tenor cimenta sobre una melodía

existente (religiosa e incluso profana, algo que el concilio de Trento

prohibirá).

2. Misa paráfrasis. Utiliza una melodía existente del repertorio

gregoriano.

3. Misa motete, que utiliza fragmentos polifónicos de motetes.

4. Misas sine nomine, en las que el músico se sale de los

procedimientos habituales.

Las misas de Requiem son las celebradas para los difuntos. Se inspiran en las

melodías gregorianas y constan de un introito y gradual (requiem), secuencia

(dies irae, dies illa), ofertorio (domine, Iesu Christe), Sanctus-Benedictus, Agnus

Dei, comunión (lux aeterna) y responsorio (libera me).

Además de las misas, encontramos los oficios divinos, la plegaria oficial de la

Iglesia católica, escritos en latín. Están estructurados para santificar las


principales horas del día, lo que proporcionará su nombre específico: maitines,

laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas.

Sin embargo, la pieza más sugestiva de la polifonía religiosa es el motete. El

texto es de libre elección para el autor, por lo que el autor goza de completa

libertad para componer y sin peligro de irreligiosidad, por lo que puede utilizar

procedimientos de la música profana, del madrigal.[10]

El motete es un conjunto de episodios musicales, cuyo número viene

determinado por el número de frases de la letra. Cada frase da origen a un tema

nuevo, desarrollado mediante imitación u homofonía. Si se aúnan los principios

del cantus firmus y el canon forman un motete cantus firmus o un motete

canónico respectivamente. Este género se convertiría en el género religioso del

siglo XVI, tomando la posición de vanguardia frente a la misa.[11]

La relación directa entre la asociación litúrgica (texto y canto llano) y la función

del motete no es sostenible, pues éste podía ser intercalado en la misa como

ornamento extra-litúrgico. La libertad de los motetes le ayudó a lograr la

vanguardia.[12]

Todas estas formas musicales son las que acompañan a los textos de la liturgia.

Pero la liturgia también tiene partes que no están ocupadas por cantos ni

lecturas. Es entonces cuando aparece otro estilo musical, las formas

organísticas. Su misión es acompañar al coro y rellenar esos vacíos.

Hay 3 tipos de pieza organística: versos, tientos y glosas. Los versos son

piezas cortas destinadas a alternar con el canto de los salmos, himnos y algunas

partes de la misa; con una estructura similar a la de las piezas vocales


polifónicas. De los tientos se dice que son “una especie de motete sin texto”,

pues también son de invención propia del compositor. Por último, las glosas son

piezas que comentan mediante una amplia ornamentación melódica obras

vocales polifónicas, cuya práctica entraba bastante en el mundo de la

improvisación, pues prestaba al organista la posibilidad de desarrollar su

virtuosismo.[13]

3. Siglo XVI

Un rasgo característico de la música del siglo XVI es el empleo de la imitación.

Se basa en la igualdad de voces, y supone la composición de las obras como un

tejido polifónico, es decir, de forma armónica.[14]

La revolución de la imprenta también afecta a la música escrita, puesto que la

imprenta musical permite que las obras lleguen a un público mayor y a un coste

menor, lo que provocó a su vez un aumento en el flujo de estilos y géneros entre

los artistas.[15]

El número de piezas también aumentó porque, hacia 1500, los compositores

dedicaron menos tiempo a otras tareas eclesiásticas, conformándose la

composición como una profesión.[16]

En el XVI dominan las piezas vocales, siendo los instrumentos unos meros

auxiliares o sucedáneos de la voz. Los conjuntos instrumentales no obedecían

ninguna regla, pues no se observaban consideraciones tímbricas a la hora de

componer. No obstante, según avanza el siglo vemos un mayor estudio de las

asociaciones tímbricas, llegando Giovanni Gabrieli a agrupar instrumentos por

familias en las postimetrías.


Esto se debe al desarrollo de nuevos instrumentos y el perfeccionamiento de los

antiguos, lo que, unido al abandono de la dependencia de la música instrumental

con la polifonía vocal y la danza, permitió un desarrollo de la música de cámara

instrumental y un mayor virtuosismo, plasmado en el aumento del número de

métodos.[17]

En este siglo se desarrollan nuevos instrumentos y se perfeccionan los antiguos.

Los instrumentos principales (ambos de tecla, el órgano y el clavicémbalo)

adoptan la división del tono en dos semitonos, lo que propicia la implantación del

sistema tonal en sustitución al modal. Así, los compositores comienzan a

experimentar con cromatismos y modulaciones hasta el momento desconocidas.

Los motetes de la polifonía franco-flamenca (centro musical de toda Europa) es

el punto de encuentro con el humanismo, con el cual comparten el deseo de

expresar las palabras y las emociones.[18]

El siglo XVI también vio aparecer las escuelas nacionales.[19] El fenómeno

esencial de esta época fue el surgimiento de la música italiana, y conquistará la

supremacía musical mundial. Será principalmente allí donde aparezcan las

nuevas formas, como los ricercari, unos pequeños preludios a una obra

polifónica anunciando su tonalidad, principalmente para órgano.[20]

Será también allí donde se le inyecte a la música un carácter teatral, sentando

las bases para la aparición de la ópera.

Pero nuestro objeto de estudio son los movimientos de reforma católico y

protestante y su repercusión sobre la música. Evaluar su influencia no es algo


fácil. La Iglesia católica buscaba la conformidad, pero por otro lado quería servir

de inspiración.[21]

3.1. El mundo católico

Las recomendaciones conciliares respecto a la música eran más bien de carácter

negativo:

“Todas las cosas deben ser ordenadas de tal modo que la Misa, ya se

celebre con o sin acompañamiento de canto, pueda llegar fácilmente a los

oídos y a los corazones de cuantos la escuchan, de manera que todas sus

partes se ejecutarán clara y adecuadamente. En aquellas Misas que se

celebren con cantos y órganos, nada profano ha de entremezclarse, sino

tan sólo himno y loores divinos. El canto debe estar dispuesto no para dar

vana satisfacción al oído, sino de manera que las palabras sean claramente

entendidas por todos. Así, el corazón de los que las escuchan se sentirá

movido al deseo de la celestial armonía y a la contemplación del gozo de

los bienaventurados”[22].

En cuanto al uso de la lengua vernácula, el Concilio no lo condenó

expresamente, pero estimaba que los tiempos no aconsejaban su

aplicación a la liturgia de la cristiandad occidental.[23] Esta será la mayor

diferencia con la liturgia protestante: la lengua usada, con las pasivas

celebraciones gregorianas en latín del lado católico frente al canto de los fieles

en lengua vernácula entre los reformados.

Realmente, el Concilio dedicó muy poco tiempo a la música. Sin embargo,

estandarizó el oficio, modernizó el canto gregoriano en las nuevas estéticas y


eliminó todas las secuencias.[24] En el aspecto técnico no hubo reformas, pues

no se prohibieron ni la polifonía ni la imitación de modelos profanos.[25]

El Concilio sometió a juicio la polifonía, y concretamente el contrapunto flamenco,

acusado de empañar las palabras y de introducir elementos profanos (aquí se

observan las ideas humanistas sobre la palabra). Sin embargo, las obras de

Jacob de Kerle y Vicenzo Ruffo demostraron que la polifonía no era enemiga de

la inteligibilidad del mensaje. Como resultado, los compositores continuaron

componiendo en estilo contrapuntístico y tomando elementos profanos, aunque

atenuado por la homofonía.

Sin embargo, en los posteriores años se observa cómo el arte polifónico católico

cristaliza y se purifica en sentido culto. También se observa una tendencia

espiritual en muchas partes del repertorio, como en las obras de Lasso y

Palestrina. Además, impulsa la expansión el madrigal espiritual: el lauda.[26]

A. Italia

La capilla de San Marcos, en Venecia, tuvo una gran importancia, pues en torno

a ella se creó un estilo peculiar: el estilo veneciano. Su característica principal es

la combinación de voces e instrumentos, y cuyo origen se encuentra en los salmi

spezzati de Willaert. Fue Andrea Gabrieli el primer compositor importante que se

especializó en obras policorales.[27]

Sin embargo, la figura más importante de esta época es Palestrina. Convencido

católico, sus obras se convirtieron en paradigma del misticismo musical, por lo

que fue canonizado como modelo ejemplar de la música religiosa católica. Había

hecho triunfar la eufonía sobre las asperezas de sus coetáneos. Palestrina


confiere la supremacía a la invención melódica. Evita los saltos de la melodía y

las modulaciones bruscas, limadas mediante preparaciones de disonancias y

elección de "grados buenos".[28] Esta forma de aplicar la armonía todavía es la

dominante hoy en día en los conservatorios de música, pese a ser considerado

por la musicología como retrógrado frente a las innovaciones llevadas a cabo por

los madrigalistas en la música profana. Aunque, si bien es cierto, fue progresista

en cuanto al uso de la disonancia y de la tonalidad era progresista.[29]

Su obra se ajusta a la tendencia romana de la ejecución a capella y destaca por

la sobriedad y sencillez.[30] Aunque infringió alguna vez los cánones del

Concilio, que prohibían la utilización de temas profanos en la música religiosa,

Palestrina suprimió el acompañamiento instrumental que el Concilio no había

vedado.[31]

En sus motetes utiliza con frecuencia la repetición, siendo la mayoría de los

temas libres. En el motete se aprecia mejor la expresión de sentimientos, aunque

son de un tipo menos emocional que los de Lassus.[32] No obstante, los motetes

de Palestrina son menos abstractos que las misas, reflejo de que no era ajeno a

las ideas humanistas sobre la relación entre música y texto.[33]

Los compositores más directamente influidos por Palestrina son los de la escuela

romana, donde destaca por encima de todos el nacido en España, Tomás Luis

de Victoria.[34]

En cuanto a la música instrumental, ya hemos mencionado que en Italia se halla

el germen del estilo del ricercar. En sus inicios era una pieza insignificante, que

ponía a prueba la capacidad improvisatoria del organista. Sin embargo, en las


décadas de 1530 y 1540 el ricercar se convirtió en una pieza profundamente

imitativa.

Hay otros dos géneros que surgieron de la práctica improvisatoria de los

músicos: la intonazione (breve preludio para establecer el modo y altura de

canto del coro) y la toccata (también con función de preludio).[35]

El compositor más importante de música litúrgica para órgano en Italia entre

1520 y 1580 fue Girolamo Caravazzoni.[36]

B. España

España era profundamente católica en el siglo XVI, siendo éste fue el período

más fértil de la polifonía española. Los 3 grandes de la época fueron Cristóbal

Morales, Francisco Guerrero y Tomás Luis de Victoria.

Los dos primeros seguirían el ejemplo de los flamencos llegados con Felipe el

Hermoso. Pero la gran figura es Tomás Luis de Victoria, en quien sus deberes

eclesiásticos ocuparon un lugar tan prioritario en su vida como la música.

Como los otros españoles, compone con una polifonía simple, preocupándose

más por la expresión de los sentimientos que en experimentos armónicos. No

compone ningún fragmento profano, siendo, quizás junto con Palestrina, el

compositor contrarreformista por excelencia.[37]

En lo respectivo a la música para órgano destaca Antonio de Cabezón, cuya obra

comprende pequeños versillos polifónicos, fantasías o tientos.[38]

C. Países Bajos católicos


En los Países Bajos, la difusión de la Reforma provocó una división entre el

protestantismo al norte y el catolicismo al sur. Los principales compositores

posteriores a Josquin fueron Clemens y Gombert, cuyos motetes reflejan con

plenitud la técnica de la imitación continua, que fue reemplazando la técnica

de cantus firmus. Las melodías de canto llano aún se utilizarían como referente

melódico de misas y motetes.[39]

Tras Clemens y Gombert, Willaert determinó la incorporación definitiva de las

técnicas flamencas al estilo italiano mediante el empleo de la imitación con una

declamación exacta del texto, insistiendo denodadamente en la importancia de

éste.[40]

En las postimetrías del siglo, la música religiosa flamenca muestra ya la

influencia de la chanson y el madrigal, pues se presta mayor atención a los

ritmos hablados y el contenido espiritual y emotivo de las palabras.[41] Roland

de Lassus y Phillippe de Monte fueron considerados como maestros de la

llamada musica reservata, la "música destinada a expresar emociones

descritas en un texto".[42] Hay una tendencia a finales del XVI de entender

la música como análoga a un discurso bien construido, hacer que la música

hable.[43]

Lassus, fue el más prolífico, sobre todo en el campo del motete. Vivió en Italia

durante 10 años, expresión del trasvase musical hacia el sur que se produjo

durante este siglo, y es que la gran escuela del norte (Picardía, Valonia y

Flandes) acabó vaciada por el éxodo hacia Italia de sus talentos más

sobresalientes.[44]
En sus últimos años, las composiciones de Lassus se vuelven más austeras,

adaptadas a la ideología de la Contrarreforma. La imitación continua está

impregnada de homofonía, conformando estructuras más armónicas.[45]

D. Francia

Pese a la supremacía que conquistaría Italia, Francia todavía tiene un papel

importante en la primera parte del siglo dentro del panorama musical

internacional. No obstante, la música religiosa estaba en la primera mitad del

siglo un escalón por debajo de la chanson, pues era construida por autores faltos

de convicción religiosa.[46]

3.2. El mundo reformado

A. Alemania

La música alemana todavía no alcanzaba el nivel del resto de Europa cuando se

produjo la ruptura de Lutero. Sin embargo, el propio Lutero le daría un importante

impulso. Para él, la música era una necesidad vital, insistiendo en sus valores en

la educación. Impulsó la creación de Kantorei (escuelas corales) en todas las

iglesias reformadas.[47] En este punto difiere con Calvino, que la circunscribe a

los salmos, y a Zwingilio, que directamente la excluye (la música es una actividad

profana que distraía a los creyentes del culto[48]).

También el principio del libre examen favorecería la producción musical, pues

actúa en beneficio de la expresión personal del artista.[49]

Lutero, pese a mantener el oficio en latín que aún se daba en las grandes

ciudades, apuesta por un oficio simplificado y en alemán para las comunidades


rurales. Así pues, para la música, en un primer momento se apoya en el ritual

católico, pero adaptando letras alemanas a los cánticos, que ya en época

prerreformista se utilizaban como parte de la liturgia, aunque no gozaban de

reconocimiento oficial[50].

Sin embargo, una nueva Iglesia necesita cantos propios, y Lutero y sus

seguidores redactan nuevos textos. La colección polifónica más importante

apareció en 1544, fijando un repertorio con raíces en el canto nacional popular y

formando un acopio de melodías.[51] Beben de los Leisen, ornamentos

extralitúrgicos cantados por las congregaciones durante ciertas misas. En estos

cantos congregacionales se basan los corales, que se convertirían pronto en el

principal elemento de la liturgia luterana.[52]

Los corales se cantaban por la congregación de fieles, con acompañamiento

instrumental optativo. Éstos primeros corales, influidos por el estilo flamenco,

aparecen en las piezas polifónicas destinadas a las escuelas y a la interpretación

clásica y marcan el comienzo de un estilo alemán propio.[53]

A finales de siglo, con Seth Calvisius, Lucas Osiander y Hans Leo Hassler, el

coral luterano rompe los nexos con la liturgia católica y el estilo francoflamenco,

pasando la melodía al tono de soprano.

En cuanto a la música instrumental, Schlick abre un nuevo camino para la música

para órgano, pues adaptó al teclado el estilo imitativo de la generación de

Josquin.[54] Los sucesores de Schlick tendieron a recargar sus composiciones

con ornamentaciones.[55]

B. Calvino
Calvino hacía a la música sospechosa de contener rastros de catolicismo, lo que

le llevó a destruir la música inicial de los protestantes franceses. Quería una

música desnuda y austera, por lo que también proscribe los instrumentos y la

polifonía, así como el uso del latín. Sólo autorizaba en los oficios el canto al

unísono, sin acompañamiento.

Calvino fomentaba las músicas nuevas para evitar la reminiscencia de las misas

antiguas. El Salterio de Ginebra se convirtió en el libro de cánticos oficial de la

Iglesia reformista de Calvino.[56] La puesta en música del salterio se efectuó con

mucha rapidez. Es un trabajo rudimentario, cuyo objetivo primordial es facilitar el

canto colectivo.

Posteriormente los salmos fueron armonizados con un contrapunto sencillo

aunque sólido. Los dos músicos que más seriamente se dedicaron al canto

protestante fueron Claude Goudimel y Claude le Jeune, discípulo de Baïf, que

escribió sobre melodías originales unos salmos en forma de motetes mucho más

desarrollados.[57]

Al final, la música a la que Calvino miraba con tanta sospecha, acabó por

constituir una buena herramienta de propaganda.[58]

C. Países Bajos Protestantes

Los protestantes flamencos tenían un salterio entero en su propia lengua,

el Souterliedekens, publicado en 1540 con traducciones rimadas de los salmos

al holandés usando melodías populares y conocidas. Sin embargo, este salterio


estaba concebido para el hogar.[59] Un importante compositor de salmos sería

Sweelinck, que en los años finales del XVI comenzaba a realizar sus trabajos.[60]

3.3. El caso especial de Inglaterra

La música litúrgica inglesa de principios de siglo XVI tiene una personalidad

propia[61], pues mientras en el continente se empiezan a concentrar en la misa

de parodia y recurren a modelos profanos, los ingleses Fayrfax y Taverner

permanecieron fieles a la tradición del cantus firmus y a los modelos

religiosos[62]. Sin embargo, estas obras serían destruidas en los disturbios de la

Reforma.

En Inglaterra se observa una persecución a los católicos, persecución que

sufrirían John Bull y John Dowland, que tuvieron que emigrar. La música

litúrgica que empleaba textos en latín no fue abolida por completo, pues

quedaba una minoría aristocrática católica y se les permitía practicar su fe

y su música en la intimidad.[63] Ésta fue adaptándose al rito imitativo

flamenco, disolviendo la línea de independencia con el estilo continental. En el

tercer cuarto del siglo, Tallis y Byrd dan acogida a la imitación. Este último,

católico confeso, pudo escribir diversas misas, graduales y motetes de letras

latinas, aunque también compondría para el culto anglicano. Es un caso que

sirve de paradigma de la persecución, pues en 1593 tuvo que verse acogido por

su mecenas y componer música para la liturgia católica en un panorama de

clandestinidad.[64]

El proceso reformador provocó la disolución de gran cantidad de monasterios

entre 1536 y 1540, y con ello la desaparición de muchos coros. Se trasladó el


centro de la música litúrgica a catedrales, iglesias parroquiales y otras

instituciones protegidas.[65] Así pues, a finales de siglo, el principal centro

musical inglés era la corte isabelina, totalmente autóctona, pues los "papistas"

extranjeros resultaban sospechosos.[66]

Dentro del protestantismo destaca Thomas Tallis, quien, no obstante, también

compondría para el mundo católico. Otra figura destacada fue Orlando Gibbons,

quien escribiría gran cantidad de anthems.[67]

El género propio de la música litúrgica inglesa es la anthem, que

reemplazaba al motete latino: el "himno" paralitúrgico cantado al final de

maitines y vísperas. Podía ser de dos tipos: full anthem (para coro sin

acompañamiento, aunque pudo tener acompañamiento de órgano) y

el verse anthem (voz solista con acompañamiento de órgano o de conjunto

de violas alternado con el coro completo).

El service (servicio) era la música correspondiente con las tres partes

integrantes del culto diario: maitines, comunión y vísperas. Los hay de tres

tipos: short service (homofonía silábica), great (con textura más elaborada y

mayor variedad) y verse (transferencia de la alternancia solista-coro del verse

anthem).[68]

En el siglo XVI encontramos dos estilos compositivos especiales en Inglaterra:

el faburden y los squares.

Las composiciones "upon the faburden" del siglo XVI consistían en escribir un

contrapunto, que funcionaría como cantus firmus, bajo una melodía gregoriana,

para luego usar ese cantus firmus para realizar una melodía. Esta técnica fue
utilizada por los organistas para componer himnos, permitiendo componer

música de mayor complejidad.

Los squares fueron melodías tomadas como cantus firmi para obras litúrgicas,

sobre todo para misas votivas en honor a la Virgen María. Debieron ser

consideradas, pues, como melodías de cantus firmus ya hechas.[69]

4. Música del siglo XVII

En el siglo XVII arranca, a la par que el estilo barroco, la era del bajo

continuo o del estilo concertante. Por primera vez coexistirían dos estilos:

el stile antico de la polifonía del XVI, y el stile moderno; que serán

utilizados indistintamente por los compositores.[70] Durante todo el siglo se

producirá una lucha entre los defensores de las innovaciones para atraer a

católicos indiferentes (espíritu Contrarreformista) y los más conservadores, la

jerarquía, que pretendía revitalizar la música polifónica.[71]

Los antiguos estilos evolucionan. La misa sufre una mutación estilística en

torno al cambio de siglo que trae aparejada la misa concertante, con voces

solistas, bajo continuo e instrumentos.[72]

Pero también acontecemos al nacimiento de nuevos estilos. El primero de ellos

es la cantata, obra para canto con acompañamiento instrumental que, por regla

general, comprende varios movimientos.[73]

Como consecuencia de la Contrarreforma, sacerdotes y laicos se reunían en el

oratorio de los monasterios e iglesias para realizar rezos independientes a la

liturgia. Debe su nombre y sus orígenes a unas recreaciones musicales que san
Felipe Neri ofrecía a los discípulos laicos de su Oratorio romano y en las que

había colaborado Palestrina: coros homófonos en la tradición de los

antiguos laudes medievales.[74]

Es una obra para solistas, coro y orquesta y que se ejecuta de manera

concertante. En sus inicios eran diálogos dramáticos, entremezclados con

pasajes de música en forma breve.[75]

El oratorio se distingue de la época por el tema sacro, la presencia de narrador

y porque no estaban destinados a ser escenificados, no se representaba la

acción.[76]El narrador, mediante recitativos, expone el texto bíblico como hilo

conductor para los diversos números musicales, basados en textos

bíblicos.[77] Son piezas circunscritas al catolicismo, aunque comparte con el

protestantismo el interés por explotar la interpretación del texto, habiendo

oratorios también en lengua vulgar.[78]

En los oratorios se utilizaron los recitativos, los cantos hablados. En el siglo XVII,

la nueva monodia lo convirtió en un canto hablado acompañado por un bajo

continuo, cuyos acordes sirven para el despliegue libre de la voz. el bajo continuo

está a cargo de la orquesta.[79] La monodia, además, haría imposible la

utilización del cantus firmus.

Las Pasiones eran historias basadas en la pasión de Cristo. Las hay de tres

tipos: motetística (dividida a la manera de los motetes), responsorial

(dramática o escénica, con alternancia de chantre y coro) y oratorial

(incorpora las formas de la ópera y el oratorio).[80]


La sonata es una composición instrumental de varios movimientos. La sonata de

iglesia consta de 4 movimientos que responden a la secuencia: lento (grave,

imitativa), rápido (fugado), lento (cantable, homófona) y rápido (fugada).[81]

En cuanto a las formas compositivas, desde las Sacrae Symphoniae de Gabrieli

(1597), las consideraciones tímbricas entran cada vez más en consideración en

las composiciones.[82] Con su segundo libro de Sacrae Symphoniae, de 1615,

el contraste se acentúa, y otros elementos compositivos pasan a definir la

estructura de la pieza, siendo ya éstas de tipo barroco.[83]

En el Barroco ya se prefigura el sistema tonal mediante el tratamiento de las

disonancias, que aparecían por la introducción del cromatismo y que solían

colocarse en tiempo o parte débil del compás para disminuir su efecto. Esto

implicaba la introducción del bajo continuo, una sucesión de acordes sobre los

cuales se construía el acompañamiento melódico.[84]

También se desarrolla la fuga, a partir de las formas imitativas del siglo XVI y del

Barroco primitivo, como la fantasía, el tiento y, sobre todo, el ricercare.[85]

En cuanto a la música instrumental cambió el tamaño y composición de los

conjuntos instrumentales. Necesitaban de un nexo, que se alcanzaría con el bajo

continuo. En cuanto a la técnica de ejecución, el organista debía siempre

respetar la línea de soprano sin oscurecerla ni doblarla.[86]

4.1. El mundo católico

La música sacra católica seguirá presidida por los géneros polifónicos,

ahora escritos en los dos estilos, antiguo y moderno: misa, motete,


salmo, Te Deum, Magnificat, antífona y secuencia. Pero no serán los únicos

géneros.

El coral, entonado por la Schola de cantores, participaba en las liturgias

acompañado por el órgano.

En el Barroco la música crece en opulencia y espectacularidad. Así, los

motetes incorporan a menudo acompañamiento orquestal. El

acompañamiento llegaría a dimensiones colosales, creando un estilo nuevo: el

llamado barroco colosal romano, en el que se contraponen multitud de coros

para lograr espectaculares efectos.[87]

A. Italia

Italia se convirtió en la fuente de la revolución musical y destino de los jóvenes

estudiantes.[88]

Con Monteverdi podríamos decir que nace el teatro lírico. Sin embargo, también

dedica su tiempo a escribir música religiosa. Se ciñe a la polifonía palestriniana,

pero escribe con una menor sobriedad.[89]

En el siglo XVII, tras Monteverdi, encontramos el género del oratorio. En el

oratorio, el máximo exponente fue Giacomo Carissimi. La moda de los oratorios

no retrasa la confección de otras músicas religiosas, cuyos procedimientos son

más variados. No obstante, escasean las obras inspiradas.

En la escuela romana se sigue componiendo al estilo de Palestrina. Pero más

importantes fueron los grandes conciertos, inspirados en la las técnicas

policorales venecianas escritas para incluso doce coros.[90] Para agrupaciones


menores se concebía el concierto para pocas voces, en el que el gran maestro

fue Ludovico Viadana.[91]

En la música instrumental encontramos a Girolamo Frescobaldi, que llevó a la

música instrumental al nuevo estilo expresivo.[92] Sus toccatas proporcionaban

música para la misa y otras ceremonias; servían de preludios rapsódicos a

piezas mayores o eran composiciones de gran duración y carácter propio.[93]

B. España

En España, donde un rígido conservadurismo gobernaba la composición sacra,

se desarrolló una escuela de órgano austera. Sin embargo, entrará en declive

frente a la orquesta eclesiástica, que iba ganando terreno en las catedrales y la

capilla real en la última parte del XVII.[94]

C. Alemania católica

En el sur de Alemania y Austria, la música religiosa es una extensión del estilo

italiano.[95] Se componían muchas misas y pocos oratorios. Además, el

estilo concertato dominaba al dramático del oratorio. Las piezas podrían

catalogarse como antilitúrgicas, pues elementos como las excesivas repeticiones

alejaban a la música del espíritu de la liturgia y de los principios tridentinos.[96]

El lenguaje de Heinrich Schütz se configura esencialmente en Italia, donde

conoce el nuevo estilo concertante basado en el bajo continuo. Su música supo

traspasar el carácter nacional a la música religiosa, pues la representación del

texto del estilo moderno y el contrapunto del estilo antiguo se funden en una

germanización del estilo italiano.[97]


Tras Schütz, emerge una escuela sólida y alemana con Knüpfer, Zachow y

Huhnau. Gracias a la Reforma, sus obras arraigan en la Biblia, de la que los

católicos nunca han sabido nada.

Pero mientras los protestantes del norte cultivan con los lied y las cantatas su

germanismo, los católicos del sur son subyugados por el oratorio italiano, cuyo

texto latino y teatralismo contrastan con la convicción del coral alemán.

En la música instrumental, el sur alemán incluye menos interpretaciones en el

órgano que sus respectivos protestantes. Conforme avanzamos hacia el norte

se entrevé una mezcla de estilos y una mayor utilización de éste instrumento.[98]

D. Francia

En Francia, la música religiosa ocupaba un lugar subordinado en relación a la

vida cortesana. Así pues, al gusto de Luis XIV, la gran misa apenas se cultivó en

Francia.[99]

En la capilla real de Luis XIV lo más escuchado era el motete sobre texto bíblico.

Se solían componer para voces solistas y continuo, muchos con un marcado

estilo profano, pero otros mucho más pomposos y extensos, para orquesta

completa: grands motets.[100] Éstos fueron compuestos por compositores como

Lully, Dumont y Carpentier. Este último, discípulo de Carissimi, escribió las

tragedias sagradas interpretadas por los jesuitas.[101]

Los petits motets serían el equivalente a los conciertos sacros para pocas voces

practicados por Viadana.[102]


En la música para órgano, Francia se mantuvo con cierta independencia y

mantuvo un conservadurismo obediente a la polifonía tradicional.[103]

4.2. El mundo reformado

Los corales se cantaron a una voz, aunque conforme avanza el tiempo cada vez

más interviene el órgano, en el XVII en calidad de bajo continuo.

Surgieron nuevos estilos, como la canción-motete, con una escritura más

compleja que se basaba en el coral. Canción-motete y motete de proverbios, a

dos coros, están compuestos a capella, aunque también suelen acompañarse

por instrumentos.

La monodia y el concertato, como en la zona católica, también se utilizan en el

mundo protestante.

Los motetes siguieron cantándose aún como arte coral contrapuntístico.[104]

A. Alemania reformada

Las formas dramáticas, anteriormente unidas a la música católica penetraron en

el protestantismo, pues se hacía hincapié en señalar la Biblia como la Palabra

de Dios, lo que obligaba a interpretar estas palabras. Esto afectó a la música

coral y las piezas de órgano.

En la música religiosa todavía utilizaban el latín en secciones de la liturgia, lo que

hará que en la música: el Magníficat, el Te Deum e incluso la misa o el motete;

se encuentren piezas en latín y en alemán.[105]


Los diversos tipos de tratamiento vocal en la coral fueron codificados por Michael

Praetorius: motete coral (melodía en forma de fuga), estilo madrigal (motivos al

modo concertato) y cantus firmus-coral (paralelo de las variaciones para órgano

de Sweelinck).[106]

La cantata alemana es privativa de los músicos protestantes. Admitía la

dramatización de los hechos bíblicos, utilizar los recitativos y arias operísticas

que se habían deslizado en las composiciones corales y podía construirse sobre

las corales litúrgicamente apropiadas. No obstante, para los sectores más

conservadores, la cantata suponía una profanación del culto dominical.[107]

En la música instrumental, gran parte servía de preludio a la lectura de las

Sagradas Escrituras, el canto de himnos o la ejecución de la música de más

categoría.[108] Pachelbel y Böhm suponen para la música de órgano alemana

un nuevo virtuosismo. Bajo una intensa influencia del holandés Sweelinck, se

desarrolla la ejecución especialmente en adaptaciones de corales.[109]

B. Países Bajos Protestantes

En los Países Bajos protestantes destaca la figura de Sweelinck. Seguramente

estudiara en Venecia[110], por lo que fusiona en su música las formas modernas

de los venecianos con la variación de los virginalistas ingleses.[111] Usa, pues,

figuraciones ornamentales cada vez más elaboradas por encima de un cantus

firmus. De sus toccatas para órgano y fantasías partió la fuga que usará Johann

Sebastian Bach.[112]

4.3. El caso especial de Inglaterra


Durante los primeros veinte años del siglo XVII, la música inglesa se desarrolló

dentro de las líneas establecidas en el XVI, y fue influida por el estilo barroco

italiano de la monodia y el concertato. A su vez influyó en Alemania y en la

Europa Septentrional, siendo desplazada la Europa meridional por la música

italiana.[113]

Los puritanos republicanos habían prohibido a la iglesia la polifonía,

sospechosa de papismo. No permitían otra clase de música que no fuera la

entonación de salmos. Hubo que refugiarse en la música instrumental. La

utilización del violín era todavía muy temeraria.

Con la restauración de 1660, la reinstalación de los coros catedralicios, la

resurrección de la música antigua y la reconstrucción del coro de la Capilla Real

vinieron a suponer una súbita intrusión del estilo francés. La Capilla Real se

convirtió en una especie de modelo para la música religiosa de los

revolucionarios, entre los cuales destacó Humfrey.

En una escuela decadente, Purcell sobresale. Es el último gran compositor de

una escuela inglesa agotada. Está adoctrinado en los nuevos estilos, se le puede

considerar un dramaturgo musical que se encuentra a sus anchas en las obras

sin acompañamiento.[114]

Sin embargo, pese a su talento, la moda mantuvo la música de Purcell en un

papel subalterno.

5. Conclusión
Los autores a los que se ha recurrido para la búsqueda de información

bibliográfico son en su gran mayoría musicólogos, lo que es un reflejo del

problema de la música histórica. Las obras que existen sobre el tema son obras

muy detalladas en lo referido al análisis musical de las obras de la época, pero

son en cierta forma pobres históricamente. No existe una bibliografía que aúne

perfectamente ambos aspectos. Y es que la Música es una disciplina muy

especial, con un lenguaje muy concreto y que en muchas ocasiones ni los

historiadores del arte son capaces de asumir.

Por todo ello nos encontramos ante un gran problema. El historiador del arte y el

historiador, al realizar un trabajo sobre el contexto de la Reforma y de la

Contrarreforma, suelen discriminar a la música, pues es un ámbito que no

controlan a la perfección. Las obras las escriben musicólogos que sólo son

capaces de explicar la historia de forma muy superficial y positivista. Por ello

contamos con poca información por, poniendo un ejemplo aleatorio, la

composición e importancia social de las escuelas de cantores o la evolución de

éstas.

La música del siglo XVI se ve alterada por las convulsiones religiosas que

protagonizan la época. La ruptura protestante trastoca la liturgia y el culto de las

zonas convertidas, por lo que, en consecuencia, trastoca también la música allí

practicada. En algunas zonas, como la zona calvinista, la música se llega a

prohibir o, al menos, se restringe su uso, por lo que la producción musical se ve

trastocada.

Pero hay otras zonas, como la Alemania luterana, en las que la música se pone

en valor. Y, con los cambios en el culto, se producen cambios musicales. Si bien


es cierto que los estilos guardan cierta semejanza con la música católica, y que

las técnicas obviamente son las mismas, pues no es posible inventar nuevas

herramientas de la noche al día, la ruptura de Lutero da pie a un género musical

muy importante: el coral. Sobre éste compondrá Bach, cuya armonía sienta las

bases de la armonía actual estudiada en los conservatorios.

Entre el siglo XVI y el XVII, en las músicas católica y protestante se observa

cómo es la evolución artística más que la evolución religiosa, lo que hace mutar

a las composiciones. Sin embargo, ¿acaso no tuvo ya en su momento suficiente

incidencia la ruptura?

La aparición del protestantismo provocó esa ruptura entre dos mundos y dos

panoramas musicales. Por tanto, no se puede esperar que en el siglo XVII la

ruptura incida en las dinámicas musicales, pues la ruptura ya está hecha. La

evolución musical del XVII no es consecuencia directa del pensamiento de los

contemporáneos de Lutero ni de los obispos reunidos en Trento, pero no puede

entenderse sin ellos. Lutero y Trento crean dos mundos musicales que los

compositores, años después, heredan y sobre los que construyen su música.

Así, pues, entendemos la pervivencia de los corales durante los siglos

posteriores, pues, sin la Reforma, no habrían aparecido dentro de la música: la

Reforma ya permitió su aparición.

También en el mundo católico, pese a no aceptarse la prohibición de la polifonía

como ciertos sectores demandaban, se infundió un misticismo que perduró

durante décadas.
La música católica avanzaba al ritmo de la música sacra y pagana de toda

Europa, y por ello también aceptaba en ella la introducción del oratorio, la

disonancia, la tonalidad... Sin embargo, en el siglo XVII por primera vez

observamos la presencia de dos formas de escribir música: el stile antico y

el moderno. Esto sólo puede entenderse a la permanencia del espíritu tridentino,

pues pese a adoptar estas medidas, se continuaba componiendo en Roma, el

ombligo católico, alla Palestrina, es decir, al gusto de los principios tridentinos.

6. Bibliografía y fuentes

· ATLAS, A. W. La música del Renacimiento, Madrid, Akal, 2002.

· BUKOFZER, M.F. La música en la época barroca: de Monteverdi a Bach,

Madrid, Alianza, 1998.

· DELUMEAU, J. El catolicismo de Lutero a Voltaire, Barcelona, Editorial Labor,

1973.

· DELUMEAU, J. La reforma, Barcelona, Editorial Labor, 1985.

· EGIDO LÓPEZ, T. Las reformas protestantes, Madrid, Editorial Síntesis, 1992.

· GALLICO, C. Historia de la música vol. 4: La época del Humanismo y

Renacimiento, Madrid, Editorial Turner, 1986.

· GROUT, D. J. y PALISCA, C. Historia de la música occidental v.1, Madrid,

Alianza Editorial, 2001.

· MICHELS, U. Atlas de música v.1 y 2, Madrid, Alianza, 1982-1992.


· REBATET, L. Una historia de la música: de los orígenes a nuestros días,

Barcelona, Omega, 2012.

· ROBERTSON, A. (dir). Historia general de la música v.2: Desde el

Renacimiento hasta el Barroco, Madrid, Istmo, 1972.

· RUBIO, S. "La música religiosa española en los siglos XV y XVI." En: GARCÍA

VILLOSLADA, R.: Historia de la Iglesia en España, Madrid, Biblioteca de Autores

Cristianos, 1980, v. III-2º, pp. 553-585.

[1] DELUMEAU, Jean. La Reforma. Barcelona, Editorial Labor, 1985, pp. 15-20

[2] EGIDO LÓPEZ, T. Las reformas protestantes, Madrid, Editorial Síntesis,

1992, pp. 33-36

[3] DELUMEAU, Jean. Op. Cit., pp. 22-26

[4] EGIDO LÓPEZ, T. Op. Cit., pp. 81-83

[5] DELUMEAU, Jean. El catolicismo de Lutero a Voltaire, Barcelona, Editorial

Labor, 1973, pp. 15-25

[6] ROBERTSON, A. (dir). Historia general de la música v.2: Desde el

Renacimiento hasta el Barroco, Madrid, Istmo, 1972, pp. 210-217

[7] Ibid., p. 203


[8] RUBIO S. "La música religiosa española en los siglos XV y XVI." En: GARCÍA

VILLOSLADA, R.: Historia de la Iglesia en España, Madrid, Biblioteca de Autores

Cristianos, 1980, v. III-2º, pp. 556-560.

[9] Ver: Figura 1 en el anexo

[10] RUBIO, S. Op. Cit., pp. 561-562

[11] ATLAS, A. W. La música del Renacimiento, Madrid, Akal, 2002, pp. 311-312

[12] Ibid., pp. 327-328

[13] RUBIO, S. Op. Cit., pp. 562-563

[14] ATLAS, A. W. Op. Cit., p. 293

[15]Ibid., pp. 301-302

[16] Ibid., p. 313

[17] Ibid., p. 419

[18] Ibid., p. 321

[19] REBATET, L. Una historia de la música: de los orígenes a nuestros días,

Barcelona, Omega, 2012, p. 91

[20] REBATET, L. Op. Cit., pp. 114-116

[21] ATLAS, A. W. pp. 676-677

[22] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 260 citando a Gustav Reese.


[23] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 260-262

[24] ATLAS, A. W. Op. Cit., p. 571

[25] GROUT, D. J. y PALISCA, C. Historia de la música occidental v.1, Madrid,

Alianza Editorial, 2001, p. 331

[26] GALLICO, C. Historia de la música vol. 4: La época del Humanismo y

Renacimiento, Madrid, Editorial Turner, 1986, pp. 58-59

[27] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 270-271

[28] REBATET, L. Op. Cit., pp. 105-109

[29] ATLAS, A. W. pp. 667-669

[30] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 272

[31] REBATET, L. Op. Cit., pp. 108-109

[32] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 276

[33] ATLAS, A. W. Op. Cit., p. 663

[34] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 278

[35] ATLAS, A. W. Op. Cit., pp. 556-562

[36] Ibid., p. 549

[37] Ibid., p. 686

[38] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 294


[39] GROUT, D. J. y PALISCA, C., Op. Cit., p. 253

[40] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 248-252

[41] Ibid., pp. 263-264

[42] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 269

[43] ATLAS, A. W. Op. Cit., pp. 699-708

[44] REBATET, L. Op. Cit., p. 100

[45] GALLICO, C. Op. Cit., pp. 71-72

[46] REBATET, L. Op. Cit., pp. 95-96

[47] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 253

[48] ATLAS, A. W. Op. Cit., p. 585

[49] REBATET, L. Op. Cit., pp. 128-133

[50] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 255

[51] GALLICO, C. Op. Cit., p. 58

[52] ATLAS, A. W. Op. Cit., pp. 80-581

[53] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 255-257

[54] ATLAS, A. W. Op. Cit., p. 427

[55] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 294


[56] ATLAS, A. W. Op. Cit., p. 587

[57] REBATET, L. Op. Cit., pp. 113-114

[58] ATLAS, A. W. Op. Cit., pp. 590-591

[59] ATLAS, A. W. Op. Cit., p. 591

[60] GROUT, D. J. y PALISCA, C., Op. Cit., p. 322

[61] Ver: Figura 2 en el anexo

[62] ATLAS, A. W. Op. Cit., p. 609

[63] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 614

[64] Ibid., pp. 739-749

[65] Ibid., p. 614

[66] Ibid., p. 742

[67] REBATET, L. Op. Cit., pp. 125-128

[68] ATLAS, A. W. Op. Cit., pp. 750-754

[69] Ibid., pp. 609-611

[70] MICHELS, U. Atlas de música, Madrid, Alianza, 1982-1992, vol. 2, p. 301

[71] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 319-322

[72] MICHELS, U. Atlas de música, Madrid, Alianza, 1982-1992, vol. 1, p. 129


[73] Ibid, vol. 1, p., 121

[74] REBATET, L. Op. Cit., pp. 164-165

[75] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 327-334

[76] GROUT, D. J. y PALISCA, C., Op. Cit., pp. 397-398

[77] MICHELS, U. Op. Cit., vol. 1, p. 135

[78] Ibid, vol. 2, pp. 323-325

[79] Ibid, vol. 1, p. 145

[80] MICHELS, U. Op. Cit., vol. 1, p. 139

[81] Ibid, vol. 1, p. 149

[82] Ibid, vol. 1, p. 65

[83] ATLAS, A. W. Op. Cit., pp. 679-682

[84] BUKOFZER, M.F. La música en la época barroca: de Monteverdi a Bach,

Madrid, Alianza, 1998, p. 25-27

[85] MICHELS, U. Op. Cit., vol. 1, p. 117

[86] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 465-469

[87] MICHELS, U. Op. Cit., vol. 2, pp. 327-329

[88] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 335


[89] REBATET, L. Op. Cit., pp. 101-102

[90] BUKOFZER, M.F., Op. Cit., p. 81

[91] GROUT, D. J. y PALISCA, C., Op. Cit., pp., 396-397

[92] MICHELS, U. Op. Cit., vol. 2, p. 341

[93] BUKOFZER, M.F., Op. Cit., pp. 58-63

[94] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 341-343

[95] GROUT, D. J. y PALISCA, C., Op. Cit., p. 399

[96] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 335-341

[97] MICHELS, U. Op. Cit., vol. 2, p. 339

[98] Ibid, vol. 2, p. 343

[99] BUKOFZER M.F., Op. Cit., p., 174

[100] GROUT, D. J. y PALISCA, C., Op. Cit., pp. 450-451

[101] BUKOFZER M.F., Op. Cit., pp., 173-174

[102] GROUT, D. J. y PALISCA, C., Op. Cit., pp. 450-451

[103] BUKOFZER M.F., Op. Cit., p., 183

[104] MICHELS, U. Op. Cit., vol. 2, pp. 331-333

[105] GROUT, D. J. y PALISCA, C., Op. Cit., p. 460


[106] ROBERTSON, A. Op. Cit., pp. 349-352

[107] Ibid., p. 357

[108] GROUT, D. J. y PALISCA, C., Op. Cit., p. 470

[109] MICHELS, U. Op. Cit., vol. 2, p. 343

[110] Ibid, vol. 2, p. 341

[111] BUKOFZER M.F., Op. Cit., p. 89

[112] ROBERTSON, A. Op. Cit., p. 351

[113] Ibid., p. 300

[114] Ibid., pp. 371-375

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