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LA HERENCIA EN LA ACTIVIDAD PSIQUICA

La genética de la conducta, en sentido amplio, ha sido campo de interés para muchos


investigadores desde finales del siglo XIX, cuando Francis Galton comenzó a
plantearse leyendo las teorías de Darwin, primo suyo, sobre la evolución si la herencia
afecta a la conducta humana. Él sugirió algunos de los métodos más utilizados
después en genética de la conducta humana (estudios sobre familias, estudios de
gemelos y diseños de adopción) y llevó a cabo los primeros estudios sistemáticos con
familias que mostraron cómo ciertos rasgos de comportamiento «se transmiten en
familias» (Galton 1875 y 1874).

En sentido estricto, la genética de la conducta inició sus primeros pasos a raíz de


algunos artículos aparecidos en los años 60, basados en estudios de gemelos y de
adopción, cuyos autores llamaron la atención sobre la importancia que los factores
genéticos podían tener en relación con el coeficiente de inteligencia

y algunas psicopatologías como la esquizofrenia (Heston 1966). Pero la genética de la


conducta comenzó a ser centro de atención de las ciencias sociales y del
comportamiento a raíz de la polémica furibunda suscitada en 1969 por un extenso y
elaborado artículo de Arthur Jensen, donde sugería que las diferencias en el CI medio
entre negros y blancos podían ser debidas, en parte, a diferencias genéticas (Jensen
1969). La tormenta de reacciones, acusaciones y descalificaciones que provocó
amenazó la propia continuidad de la genética de la conducta como disciplina.

En genética de la conducta interesan las diferencias entre individuos, no entre


grupos

La genética de la conducta es el estudio de los factores genéticos y ambientales que


originan las diferencias entre individuos. La herencia se refiere a la transmisión de
estas diferencias de padres a hijos. Pero la genética de la conducta tiene muy poco
que decir sobre las causas de las diferencias entre grupos y carece prácticamente de
recursos para explicar, por ej., por qué las niñas tienden normalmente a realizar mejor
las pruebas verbales que los niños o las causas de la diferencia de altura media entre
hombres y mujeres. Hay tres razones para esto: 1) Las diferencias entre individuos
son sustanciales, mucho mayores que las observables entre grupos. Además, de poco
ayuda conocer el nivel medio de capacidad verbal del grupo para averiguar el
rendimiento en las pruebas verbales de un individuo concreto; 2) Las diferencias entre
individuos interesan más porque a menudo los problemas relevantes para una
sociedad implican diferencias individuales (por qué unos chicos tienen problemas de
aprendizaje que los demás no tienen, por ej.); 3) Las causas de las diferencias
individuales no están relacionadas necesariamente con las causas de las diferencias
medias entre grupos. Algunas diferencias entre individuos pueden tener una clara
influencia genética, mientras otras serían inexplicables sin atribuir un papel importante
a la educación y a las condiciones ambientales

Importancia de los factores genéticos en las diferencias entre individuos

Los investigadores en genética de la conducta entienden que los factores hereditarios


intervienen, y bastante, en muchas conductas complejas, incluyendo capacidades
cognitivas, personalidad y psicopatologías, por ejemplo:

 Coeficiente de inteligencia
 Creatividad

 Retraso mental

 dificultades para la lectura

 Personalidad

 Extroversión y neurosis

 Otros rasgos de la personalidad

En resumen, para los investigadores en genética de la conducta parece incuestionable


la influencia extensa de los factores genéticos en múltiples facetas de la conducta
humana, desde el CI hasta las psicopatologías. En opinión de Plomin, «la influencia
genética es tan ubicua y generalizada que es preciso un cambio de énfasis: preguntar
no por lo que es hereditario, sino por lo que no lo es»

¿Qué relación existe entre genes y conducta humana?

Las aportaciones de la genética de la conducta no deberían ser identificadas con los


resultados de la genética molecular. Cuando se desconocen los procesos básicos
mediante los cuales los genes ejercen su influencia sobre la conducta, se tiende
espontáneamente a creer que los genes influyen directamente en nuestro
comportamiento, es decir, «codifican conductas». Pero la cosa es algo más compleja.
Podríamos diferenciar dos presentaciones del problema: una más simple, de la cual
circulan infinidad de versiones «simplistas», y otra más compleja, menos habitual y no
siempre tenida en cuenta por quienes hacen una presentación «pedagógica» de la
relación entre genes y conducta.

Conclusión

Jensen consiguió poner de moda otra vez el hereditarismo; su artículo y el debate


posterior fue la señal que esperaban los partidarios del determinismo biológico en
muchas de sus versiones para dar a conocer sus trabajos. Así, el determinismo
biológico encontró su mejor precursor en las teorías hereditaristas de la inteligencia,
estrechamente asociadas a propuestas sociales de corte eugenésico y meritocrático, y
desde los 60 la genética de la conducta constituye su prolongación natural.

La discusión sobre la influencia de lo genético/hereditario en los coeficientes de


inteligencia siempre ha tenido más elementos políticos que científicos. Decidir si los
recursos educativos deben prestar atención especial a los niños con más bajo
coeficiente de inteligencia para intentar reducir distancias sociales es una cuestión de
política social, no de genética de la conducta. Esta disciplina intenta describir lo que
hay, pero nada dice sobre lo que podría o lo que debería haber si se alteran tanto los
factores genéticos como los ambientales en una población dada. Lo que debería
haber implica valores, y con ellos entramos en el dominio de la política social. La
apelación en estos casos a la genética no se hace para mostrar la ineficacia de la
educación o de la atención sanitaria, que siempre son más o menos eficaces; se hace
para justificar el recorte en gastos sociales que algunos responsables políticos
consideran inútiles, en comparación con otros destinos más atractivos y productivos
para esos fondos (subvenciones a fábricas y empresas, inversiones en
infraestructuras, apoyo a la exportación, etc.).

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