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Introducción

En siguiente trabajo podremos observar en base a diferentes estudios entre

hombres y mujeres sí existe diferencias, y que diferencias serían.

Nos iremos al pasado para entender en base a que creencias se creé que la mujer

es inferior al hombre y que su único rol en la sociedad es ser madre y por qué, además

de qué pese a no encontrar en los estudios Anatómicos y patológicos deficiencias

mentales en mujeres. y en hombres tener una gran incidencia en instituciones para

deficientes mentales y retraso mental se sigue creyendo que la mujer como sexo débil

por condiciones físicas es también débil en capacidades intelectuales.


El estudio de las diferencias entre hombres y mujeres en la investigación

psicológica

El aumento de este se dio en los años 70, debido en gran parte al ímpetu del

movimiento feminista.

En muchas culturas se ha mantenido la idea de la inferioridad de la mujer debido

a que la mujer físicamente suelen ser más débiles que los hombres, lo que dio paso a la

idea de la “debilidad femenina” que incluía también la debilidad en las capacidades

mentales.

A pesar de que las investigaciones psicológicas han demostrado que las

diferencias entre hombres y mujeres son muy escasos, además de ser explicadas mas por

condicionamientos sociológicos que biológicos.

A través de la historia de la cultura occidental han prevalecido tres creencias

sobre hombre y mujer:

1-Que su naturaleza psicológica y sexual es fundamentalmente diferente.

2-Que el hombre es el sexo inherentemente dominante o superior.

3-Que tanto las diferencias macho-hembra como la dominación masculina son

naturales.

Las causas atribuidas a las diferencias entre hombres y mujeres en la parte

científica consideraron estas diferencias como parte de la biología o fruto de la

evolución.
El Movimiento Funcionalista en Estados Unidos promovió el estudio académico

de las diferencias de género, se planteaba que las diferencias psicológicas entre hombres

y mujeres surgían de las diferencias físicas entre estos sexos, por lo tanto, asumían que a

rai de estas diferencias implicaban diferencias en capacidades, temperamento e

inteligencia.

Shields, identificó tres tópicos mas relevantes para estas diferencias:

1-El planteamiento de la existencia de diferencias en la estructura del cerebro de

hombres y mujeres, con las implicaciones que de ello deriva para las diferencias en

inteligencia y temperamento.

2-La hipótesis de mayor variabilidad del hombre y sus relaciones con las

cuestiones educativas y sociales.

3-El instinto maternal y su significado para una psicología de la mujer “madura”.

El nacimiento de la psicología como disciplina académica empírica coincidió con

el acceso de la mujer a la educación superior. Una parte de su consolidación como

ciencia fue reclutar y formar profesionales, algunos estudios de doctorados fueron

realizados por mujeres, pero y a finales del siglo XIX a las mujeres les fue difícil

desarrollar sus estudios y sus carreras profesionales.

Algunas mujeres eran admitidas en universidades, pero con restricciones no

tenían acceso a todas las materias ni grados, ni tampoco en sociedades científicas como

“The Experimentalist” fundada por Titchener en 1904, estas estaban prohibidas en estos

grupos hasta 1929. Si eran casadas, eran más discriminadas académica y laboralmente.
En el ámbito laboral se consideraba apropiado para las mujeres el trabajo social y

la enseñanza en centro femeninos o universidades.

Entre 1880 y 1890 se comenzaron a presentar cambios en relación con la

inserción de la mujer lo que ponía en amenaza la virilidad de los hombres debido a la

presencia de la mujer en el mundo laboral, nivel general “el miedo a que la mujer

estuviera intentando tomar el control de la cultura de la nación”.

El estudio de las diferencias de sexo y género en psicología han pasado por

diversas etapas, Ashmore en 1990 agrupó en cuatro los seis periodos relativamente

diferentes:

1-Diferencias de sexo en inteligencia (1984-1936)

2-Masculinidad-feminidad como un rasgo general de personalidad (1936-1974)

3-La androginia como rol sexual (1974-1982)

4-El genero como una categoría social (1982)

Diferencias de sexo en inteligencia (1984-1936)

Si nos fijamos en lo meramente físico, en general podemos decir que existen

algunas diferencias obvias entre hombres y mujeres.

El tamaño, la fuerza muscular, la gravedad y el tono de la voz, el vello, la

disposición de la grasa corporal, los ciclos hormonales… en todos estos aspectos

podemos encontrar diferencias propias del dimorfismo sexual. De hecho, incluso a nivel

cerebral podemos encontrar algunos aspectos diferenciales.


Pero... ¿qué ocurre cuando hablamos de factores como la inteligencia? ¿Existen

diferencias de inteligencia entre hombres y mujeres? ¿Son las personas nacidas con un

sexo más capaces mentalmente que las del otro?

Este es un tema que durante décadas ha generado mucha controversia pero que

también ha servido para iniciar vías de investigación muy interesantes.

Recordando: ¿Qué es la inteligencia?

Para ser capaces de ver si la inteligencia de hombres y mujeres difiere o no, es

necesario en primer lugar recordar de qué hablamos exactamente cuándo utilizamos la

palabra “inteligencia”.

Si bien existen varias posturas al respecto, en general se entiende la inteligencia

como aquella capacidad o conjunto de capacidades las cuales permiten una adaptación

eficiente y funcional al entorno en tiempo real, empleando correctamente para ello los

recursos disponibles y elaborando diferentes estrategias en función del desafío o

problema que nos presente el ambiente.

Así, la inteligencia nos permite comprendernos tanto a nosotros mismos como a

los diferentes tipos de estímulos que nos rodean, organizar nuestro pensamiento,

procesar la información, razonar, planificar, inhibir o elaborar conductas y

procedimientos de actuación entre otras cosas.

Hombres y mujeres: ¿Diferentes o igual de inteligentes?

A lo largo de la historia se ha medido esta capacidad o conjunto de capacidades a

través de diversos métodos y mecanismos de evaluación. Uno de los más empleados es


el uso de test psicométricos, que pueden medir tanto la inteligencia a nivel general como

subcomponentes de esta o habilidades más específicas.

En los estudios llevados a cabo respecto a las diferencias entre sexos en lo que

respecta a capacidad intelectual, se ha encontrado que a nivel general no existen

diferencias significativas, siendo mujeres y hombres igual de inteligentes o, mejor dicho,

no dependiendo el nivel de inteligencia del sexo biológico con el que hemos nacido.

Además, si bien se ha visto que el cerebro de los hombres es proporcionalmente

mayor que el de las mujeres, se ha comprobado que la diferencia de tamaños no tiene

por qué implicar diferencia en los niveles de inteligencia a no ser que esta sea muy

acusada.

Así, tanto hombres como mujeres son igualmente capaces de adaptarse al medio

y establecer planes de actuación, entre otras muchas opciones. Sin embargo, cuando se

observan las diferentes capacidades o subcomponentes que forman parte de lo que

denominamos inteligencia, se puede observar que existen algunas diferencias en

aspectos concretos.

Aspectos diferenciales

Si bien en general podemos decir que hombres y mujeres, como colectivos,

tienen niveles parecidos de inteligencia de manera que ninguno de ellos es superior al

otro en el cómputo global, la realización de diferentes pruebas, test y tareas reflejan que

existen algunos puntos o elementos en que un sexo es ligeramente superior.

También destaca la existencia de diferencias en cómo está distribuida la

inteligencia, siendo más variable en un caso que en el otro.


En ellos: ligera superioridad en aptitudes matemáticas y visuoespaciales

Las habilidades lógico-matemáticas y especialmente las de manipulación

visuoespacial son elementos en que los varones por norma general han tenido mayor

puntuación en comparación a ellas. Así en pruebas de lógica, cálculo o manipulación del

espacio los hombres tienden a ser mejores.

En ellas: ligera superioridad en aptitudes verbales y de lenguaje

La mujer ha demostrado en las diversas pruebas realizadas que por norma

general tiene un mayor dominio de la esfera verbal y el lenguaje que sus contrapartes

masculinas. Suelen ser mejores en tareas en las que se pide capacidad de asociación,

comprensión y expresión. También suelen tardar un poco menos en codificar la

información recibida a través del lenguaje.

El papel de la educación y los roles de género

Si bien las diferencias encontradas han sido a menudo ligadas al sexo de las

personas estudiadas, lo cierto es que en su explicación tienen una gran repercusión los

factores socioculturales.

Así, las diferencias halladas no pueden ser únicamente atribuibles al hecho de ser

hombre o mujer, sino que también hay que considerar los efectos provocados por los

diferentes roles de género han otorgado a cada sexo. Es por eso que las investigaciones

que cruzan información relativa a la diferencia de hombres y mujeres con la que tiene

que ver con las diferentes culturas resultan muy relevantes, porque permiten separar

mejor la genética y los roles de género.


Tradicionalmente el rol del varón ha sido el de protector, aquel ser trabajador e

implacable que debe llevar el sustento al hogar. Por lo tanto, debe ser fuerte y capaz de

hacer frente a los múltiples problemas que el medio les plantea manipulando para ello el

medio físico. En el caso de la mujer, su rol tradicional ha sido la de dadora de vida, ama

de casa amorosa que cuida de sus retoños y se dedica a ofrecer bienestar en el hogar y/o

fuera de él. Estas etiquetas nos hacen ver que el papel tradicional del hombre ha sido

más instrumental y el de la mujer más emotivo-relacional.

Al final de los 60 se destaca la publicación de un trabajo critico de

Constantinopla (1973) sobre masculinidad y feminidad, en el que analizaba la educación

de las medidas entonces vigentes para la evolución en adultos, y planteaba una serie de

cuestiones acerca de la validez y actualidad del proceso del propio constructo, tal y

como estaba reflejado en los instrumentos de medidas. Así, cuestionaba si el termino y

los métodos de medidas eran útiles en la predicción, control y comprensión de la

conducta. Afirmaba que, aunque había datos que apoyaban la importancia de las

diferencias de sexo de varios aspectos del desarrollo físico, intelectual y la personalidad,

no existía un cuerpo similar evidencia que indicase que la masculinidad y feminidad

solas se relacionen de forma consistente y predecible con otras variables, más allá de si

la persona era hombre o mujer.

Destaco su analogía con el constructo de inteligencia ya que, en ambos casos, se

trataba de un concepto abstracto que parecía resumir alguna dimensión de la realidad

importante para muchas personas. Y también en ambos se asumía que son inherentes al

individuo y están determinados, al menos parcialmente, por factores biológicos.


En un trabajo publicado en 1922 por Setter Hollingworth quien reviso 1000 casos

de una clínica de New York y 1.142 de una investigación para débiles mentales,

encontró que en general los hombres eran mucho más jóvenes que las mujeres y que los

CI de las mujeres eran inferiores respecto a los de los hombres. Concluye que más que a

una diferencia genuina entre los sexos, las diferencias se debían a problemas de

muestreo y parecía menos probable que una mujer con retraso mental fuese

institucionalizada que un hombre.

Pero dado que en este estudio la selección de los chicos fue en función de

recomendaciones de profesorado, podría ser que esta se basara más en los estereotipos

sexuales en rendimiento que en la capacidad real de los chicos y chicas. En otro estudio

sobre las tasas de los superdotados en función de género en algunos se encontró más

presencia de chicos que de chicas, pero en otros no sucedió, así ya que el resultado

dependía del tipo de capacidad evaluada. Todo esto llevó a reconocer que no se podía

concluir dando mayor variabilidad masculina ya que la evidencia era inconsistente.

Masculinidad-feminidad como un rasgo general de personalidad

Según Ashmore este período resulta más difícil de etiquetar porque hubo varias

tendencias distintas. Continuaron las investigaciones sobre las diferencias entre mujeres

y hombres en competencia intelectual, aunque se centraron más en las capacidades

específicas que en el CI y también analizaron las diferencias en variables no

intelectuales como los intereses. Basándose en tales diferencias, plantearon un buen

número de cuestiones a mujeres y hombres de varias edades seleccionando a aquellas

que mostraban diferencias estadísticamente significativas para elaborar un test que

llamaron " cuestionario de análisis de actitudes e intereses".


Durante este período se consideraba que masculinidad y feminidad

correlacionaban de forma negativa representando los extremos de una categoría global

bipolar.

La Androginia como un Rol sexual ideal (1974-1982)

En este periodo Ashmore destaca la aportación de Bern sobre el constructo

psicológico de andrógina (de los términos griegos andro, que significa hombre y gyne,

que significa mujer), que se consideraba como una función de masculinidad y

feminidad. Se valoraba como más saludable que estas porque permitía adaptarse mejor a

las demandas de la situación. Como señala Ben (1977) el concepto de androginia

psicológica implica que una persona sea asertiva y compasiva, instrumental, y expresiva,

masculina y femenina, dependiendo de lo apropiadas que sean para la situación. Las

diferentes modalidades, pudiendo incluso combinar estas modalidades complementarias

en un mismo acto.

Ben (1974), considerando la masculinidad y la feminidad como dos dimensiones

independientes, desarrollo una medida de auto uniforme para evaluar la androginia. Este

inventario recoge 60 ítems formados por adjetivos o enunciados cortos, 20 de los cuales

se refieren a características masculinas, 20 a características femeninas y las otras 20

negativas. La escala permite la clasificación de una persona en cuatro medidas:

masculinidad, feminidad, androginia o indiferenciación.


Estilo de las diferencias entre mujeres y hombre en la investigación

psicológica.

Las relaciones entre orientación de rol sexual, depresión, ajuste y

autoestima. Para medir los constructos que se utilizan uno en común y es la

personalidad que el hecho de la masculinidad o feminidad causen en la

persona alto o bajos niveles de depresión y ajuste.

En análisis de la relación entre orientación de rol sexual y bienestar

psicológico se han planteado 3 modelos.

1-Modelo tradicional de congruencia: Este modelo plantea que se

favorecerá sólo al bienestar psicológico solo cuando la orientación de rol

sexual de uno sea congruente con su género.

2-Modelo de Androginia: Este modelo propone que maximizara el

bienestar cuando la orientación del rol sexual de uno independiente de su

género incorporé un grado alto tanto de masculinidad como de feminidad.

3-Modelo de Masculinidad: Este modelo plantea que el bienestar es

una medida en que se posee una orientación de rol sexual masculino.


Género como una categoría social

Según Ashmore (1990), el análisis psicológico del género debe comenzar

reconociendo que se describe mejor considerándolo como una categoría social, operando

fundamentalmente a un nivel social.

Deaux (1984) identifica el género como una categoría social, diferente y en

oposición a las diferencias en masculinidad-feminidad. Desde esta perspectiva, se

considera que el género es un tipo de información a partir del cual los observadores

hacen sus juicios y los individuos eligen sus conductas.

Antecedentes de los años 70 y 80

Estudios realizados de estereotipos y sobre las actitudes relacionadas con el

género, se cristalizaron.

Se afirma que el sexo es una categoría importante en cada sociedad, la cual

asocia a mujeres y hombres con un conjunto de expectativas descriptivas (los

estereotipos) y prescriptiva los roles. Las categorías de 《mujeres》 y

《hombres》difieren en poder social y prestigio.

Deaux (1987) plantea que el género se usa para valorarse a sí mismo y a los

demás, determinar si la conducta es consistente con el rol y tomar decisiones.

Otros antecedentes del género como categoría social se pueden situar en una

serie de trabajos en los que se ha encontrado que la ejecución de mujeres y hombres se

valora distinto, y que las atribuciones casuales del éxito de mujeres y hombres se valora

de manera distinta.
En un estudio realizado se encontró que las atribuciones casuales del éxito

diferían significativamente en función del género cuando la tarea se consideraba

masculina. A los hombres se le atribuían el éxito a su capacidad, las mujeres en mayor

medida a la suerte, pero cuando se consideraba femenina, no se daban diferencias

significativas en los juicios atribucionales. Como señala Deaux, las tareas definidas

como femeninas se consideraban más simples que las definidas como masculinas.

La mayoría de la gente tiene su masculinidad o su feminidad, sí bien les sería

difícil especificar qué constituye la masculinidad y la feminidad en sí mismo y los

demás, esta paradoja lleva a pece a sugerir que la identidad de género debería

considerarse como un concepto primitivo no articulado y que se mantiene en un nivel no

verbal.

En 1990 surgió una nueva aproximación al estudio del género que tiene en cuanta

tanto la consideración multifacética del género como el contexto social que le circunda

denominado diagnosticada de género. Se refiere a la probabilidad de que se prediga que

una persona es hombre o mujer basándose en algunos indicadores diagnósticos del

género. Puede calcularse a partir de varios datos psicológicos, tales como preferencias

ocupacionales, habilidades motrices, capacidades cognitivas, temperamentos, ciertos

ítems de algunos test de inteligencia y ciertos ítems de algunos test de personalidad y

actitudes. Pudiendo ser usados así para el estudio del grado de asociación entre las

conductas relacionadas con el género en diferentes campos. Siendo así una combinación

poderosa de la discriminación de hombres y mujeres.

Desde esta perspectiva una persona masculina, es un individuo que al compararla

con un grupo de mujeres y hombres muestra conductas similares a las de un hombre y


un individuo femenino es una persona que muestra una conduta de mujer. En este

ámbito las diferencias de género se definen por las conductas que distinguen a una mujer

y a un hombre.

En este periodo también se dieron otros cambios importantes en los paradigmas

existenciales, como la teoría del esquema del enero de Bem, 1981, el cual plantea que el

concepto de androginia centra mucho más la atención en si el individuo es femenino o

masculino que la cultura que ha creado los conceptos de masculinidad y feminidad, paso

al concepto de esquema de género, ya que le permitiría argumentar con mayor fuerza

que masculinidad y feminidad son meramente un constructo se esquema cultural.

De igual manera se han reanalizado las diferencias entre hombres y mujeres, pero

utilizando las técnicas del meta-análisis lo que ha dado lugar a un nuevo debate sobre la

existencia o no de las mismas, mientras algunos autores resaltan que el meta-análisis

indican que hay una gran variabilidad en la magnitudes de las diferencias de género, y

que en muchas variables las diferencias son próximas a cero, otros plantean que los

resultados muestran diferencias en una serie de conductas sociales como la conformidad,

ayuda, conductas prosocial, antisocial, no verbal y algunas interacciones.


Conclusión

No cabe duda de la gran evolución que han experimentado los estudios de las

diferencias entre hombre y mujeres a que, en realidad, más que evolución podría

llamarse ampliación, pero aún se siguen publicando trabajos que exploran tópicos tan

clásicos como las diferencias de sexo en capacidades intelectuales, intentando localizar

su base.
Bibliografía

Moser, Gabriel, Psicología ambiental: aspectos de las relaciones individuo-

medioambiente, 1ra edición, Bogotá, Colombia, ECO ediciones, 2014

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