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Patria, empresa, mercancía.


Notas sobre la estrategia discursiva del planeamiento estratégico. •
Carlos Vainer

La nueva cuestión urbana: productividad y competitividad


Entre los modelos de planeamiento urbano que concurren a ocupar el trono dejado
vacío por la derrota del tradicional patrón tecnocrático-centralizado-autoritario
está el del llamado planeamiento estratégico. El modelo se viene difundiendo en
Brasil y en América Latina por la acción combinada de diferentes agencias
multilaterales (BID, Habitat) y de consultores internacionales, sobre todo
catalanes, cuyo agresivo marketing difunde de manera sistemática el éxito de
Barcelona. 1
Inspirado en conceptos y técnicas oriundos del planeamiento empresarial,
originalmente sistematizado en la Harvard Business School, 2 el planeamiento
estratégico, según sus defensores, debe ser adoptado por los gobiernos locales en
razón de estar las ciudades sudamericanas en las mismas condiciones y desafíos de
las empresas. Así, por ejemplo, Bouinot y Bermils afirman la necesidad de la
“transposición de la démarche estratégica hacia la gestión urbana” porque las
ciudades vienen siendo desafiadas por “cambios idénticos” a los vividos por las
empresas (Bouinot & Bermils, 1995, p. 12). Para Borja, “las ciudades se
concientizan de la mundialización de la economía y la comunicación” y, en
consecuencia, “se produce una creciente competencia entre territorios y
especialmente entre sus puntos nodales o centros, esto es, las ciudades” (Borja,
1995, p. 276). Para Castells es aún más claro el énfasis en la caracterización de la
démarche estratégica como una imposición del ambiente de concurrencia, inclusive
interurbana, incierto e inestable,
“La flexibilidad, la globalización y la complejidad de la nueva
economía del mundo exigen el desenvolvimiento del planeamiento
estratégico, apto para introducir una metodología coherente y
adaptativa frente a la multiplicidad de sentidos y señales de la nueva
estructura de producción y administración” (Castells, 1990, p. 14
cursiva del autor).


una primera versión de este trabajo fue presentado en el VII Ecnontro Naiconal de la Asociación
Nacional de Pos-Graduación y Pesquisa en Planeamiento Urbano y Regional, realizado en Porto
Alegre, en mayo de 1999. El presten artículo fue publicado originalmente como “Pátria, empresa e
mercadoria. Notas sobre a estratégia discursiva do Planejamento Estratégico Urbano", en A ciudade
do pensamento único: desmarcando consensos. Río de Janeiro, Petrópolis, Vozes, 2000. Traducción
Diego Roldán.
1 En el grupo que este trabajo designamos catalanes se destacan Manuel de Forn, sobre todo, Jordi

Borja, sea en ejercicio de consultoría, sea en la producción e textos en que se difunden, junto con la
experiencia de Barcelona, las virtudes del nuevo modelo. En cierta medida, también integra el
grupo Manuel Castells, que ha producido varios trabajos, incluso un libro, en co-autoría con Jordi
Borja.
2 Para una amplia y detallada revisión crítica de los conceptos y modelos aplicados en diversas

escuelas de planeamiento estratégico empresarial, ver Mintzberg, 1994.


2

Si durante el largo periodo de debate acerca de la cuestión urbana remitida, entre


otros, a temas como el crecimiento desordenado, la reproducción de la fuerza de
trabajo, los equipamientos de consumo colectivo, los movimientos sociales
urbanos, la racionalización del uso del suelo, la nueva cuestión urbana tendría,
ahora, como nexo central a la problemática de la competitividad urbana.
“Cuando la liberalización del mercado preside el desenvolvimiento
de la economía global y la privatización, y los mercados financieros
se hacen rutina, las ciudades necesitan:

 Competir por la inversión de capital, tecnología y competencia


gerencial
 Competir en la atracción de nuevas industria y negocios
 Ser competitivas en el precio y la calidad de los servicios
 Competir en la atracción de fuerza de trabajo adecuadamente
calificada” (World Economic Development Congressss & The
World Bank, 1998, p. 2. Cursiva del autor)

Difícilmente se podría exagerar en cuanto a la relevancia de una discusión seria y


rigurosa de este modelo de planeamiento urbano. Por un lado, es prácticamente
total el compromiso de agencias de cooperación e instituciones multilaterales en
su difusión y de sus conceptos básicos, de que son ejemplos recientes: a) la
publicación del abultado volumen de textos sobre la experiencia de Barcelona, por
la Oficina Regional para América Latina y el Caribe del Programa de Gestión
Urbana, constituido y financiada por la Agencia Habitat de las Naciones Unidas,
PUND y Banco Mundial (Borja, 1995); b) el encargo, hecho por la Agencia Habitat
de las Naciones Unidas, para que Jordi Borja y Manuel Castells produjesen un
documento de análisis y propuestas especialmente para la Conferencia Habitat II
(Estambul), en el que retomaban varios de sus trabajos anteriores y en que
presentaban, más allá de análisis y propuestas, verdaderas recetas para la
aplicación del modelo (Borja & Castells, 1997)
Del otro lado, impresiona el número creciente de ciudades que, en Brasil en
particular como en América Latina en general, están contratando los servicios de
consultoría de los catalanes y de sus discípulos, o utilizando sus enseñanzas.
Finalmente, a la par de los catalanes, varios son los autores, planificadores y
consultores internacionales que vienen aplicando concepto y modelos muy
parecidos.
En las tres próximas secciones de este trabajo, con base en textos de algunos de los
principales porta-voces del planeamiento estratégico urbanos entre nosotros, se
busca: a) mostrar que su discurso se estructura básicamente sobre la paradójica
articulación de tres analogías constitutivas: la ciudad y la mercancía, la ciudad y
una empresa, la ciudad y una patria; b) analizar el sentido y la eficacia de cada una
de esas analogías en la construcción de un proyecto de ciudad. A lo largo de todo el
trabajo, y particularmente en la sección final, se procura esclarecer que este
3

proyecto de ciudad implica directa e inmediatamente la apropiación de la ciudad


por parte de los intereses empresariales globalizados y depende, en gran medida,
del vaciamiento de la política y de la eliminación del conflicto y de las condiciones
de ejercicio de la ciudadanía. Subyacente al ejercicio analítico está la intención de
discutir, hasta qué punto, es aceptable la postulación de los impulsores del
planeamiento estratégico urbano de que su adopción sería el único medio eficaz
para hacer frente a las nuevas condiciones impuestas por la globalización a las
ciudades y a los poderes locales; o si, al contrario, esta propuesta estará, en los
próximos años, obligada a disputar el mercado de modelos con alternativas
capaces de ofrecer otros valores y proyectos ideales de sociedad.

Ciudad-mercancía: la ciudad-objeto de lujo


“La mercancía de la ciudad, vender la
ciudad, se convierte […] en una de las
funciones básicas de los gobiernos
locales…” (Borja & Forn, 1996, p. 33,
cursivas del autor)

Tal vez ésta sea, hoy, una de las ideas más populares entre los neoplaneadores
urbanos: la ciudad es una mercancía a ser vendida, en un mercado
extremadamente competitivo, en que otras ciudades también están a la venta. Esto
explicaría que el llamado marketing urbano se imponga cada vez más como una
esfera específica y determinante del proceso de planeamiento y de gestión de las
ciudades. Al mismo tiempo, allí encontramos las bases para entender el
comportamiento de muchos intendentes, que más parecen vendedores ambulantes
que dirigentes políticos.
La ciudad, sin embargo, reconocen incluso sus más convencidos vendedores, es
ciertamente la más compleja de cuantas mercancías jamás hayan existido. En estas
condiciones, qué es lo que al final de cuentas se vende cuando se pone a la venta una
ciudad.
La respuesta no es fácil, pues, en verdad, ella depende de quien se tenga en vista
como comprador. Conforme sean las características de los compradores vistos, los
atributos a ser vendidos serán diferenciados: ancianos pueden querer calma y gran
número de servicios médicos, religiosos pueden preferir gran concentración de
lugares de retiro y oración, jóvenes pueden estar buscando cierto tipo de
entretenimientos y lugares para el ocio, etc.
Algunos de los más respetados especialistas del llamado marketing urbano
enfatizan la necesidad de examinar adecuadamente, a partir del diagnóstico de las
características de cada ciudad y de los infinitos mercados en los cuales ella puede
ser vendida, el tipo de consumidor virtualmente sensible a los atributos localizados
que la ciudad ofrece y podría ofrecer (Kotler, Haider, Rein, 1994). Esta no es, no
obstante, la posición de los autores aquí analizados. Para ellos, la venta de la
4

ciudad es, necesariamente, la venta de aquellos atributos específicos que la


constituyen, de una manera o de otra, insumos valorizados por el capital
transnacional: espacios para convenciones y ferias, parques industriales y
tecnológicos, oficinas de información y asesoramiento a investigadores y
empresarios, torres de comunicación y comercio, seguridad… (Borja & Forn, 1996,
p. 34).
“…poco después una región del mundo se articula a la economía
global dinamizando la economía y la sociedad locales, el requisito
indispensable es la constitución de un centro urbano de gestión y
servicios avanzados, organizado, invariablemente, en torno de un
aeropuerto internacional; un sistema de telecomunicaciones por
satélite; hoteles de lujo, con seguridad adecuada; servicios de
asistencia secretarial de inglés; empresas financieras y de
consultoría con conocimiento de la región; oficinas de gobiernos
regionales y locales capaces de producir información e
infraestructura de apoyo para el inversor internacional; un mercado
de trabajo local con personal cualificado en servicios avanzados y en
infraestructura-tecnológica” (Borja & Castells, 1997, p. 37, cursiva
del autor). 3

Frente a un diagnóstico tan universal, no resulta difícil entender porque las


propuestas constantes de todos los planes estratégicos, sean cuales fueran las
ciudades, se parecen tanto unas a las otras: todos deben vender las mismas cosas a
los mismos compradores virtuales que tiene, invariablemente, las mismas
necesidades.
Entre estos compradores virtuales, es evidente la preferencia por los inversores
internacionales:
“El gobierno local debe promover la ciudad hacia el exterior,
desplegando una imagen fuerte y positiva apoyada en una oferta de
infra-estructuras y de servicios (comunicaciones, servicios
económicos, oferta cultural, seguridad, etc.) que ejerzan la atracción
de inversores, visitantes y usuarios solventes a la ciudad y que
faciliten sus “exportaciones” (de bienes y servicios, de sus
profesionales, etc.)

He aquí la perfecta e inmediata traducción a la ciudad del modelo de apertura y


extroversión propugnado por el recetario neoliberal para el conjunto de la
economía nacional: el mercado externo es, muy particularmente, el mercado
constituido por la demanda de localizaciones para el gran capital y lo que califica a
la ciudad como mercancía. El realismo de la propuesta queda claro cuando los

3Ascher (1994, p. 85) presenta una lista prácticamente idéntica de las cualidades que deben ser
vendidas.
5

pragmáticos consultores dejan claro que esta apertura hacia el exterior es


claramente selectiva: no queremos visitantes y usuarios en general, y mucho
menos inmigrantes pobres, migrantes expulsados de los campos o de otros países
más o igualmente pobres, queremos visitantes y usuarios solventes. 4
Pero no basta con poner a disposición los atributos y recursos infra-estructurales y
simbólicos que constituyen, en última instancia, los valores de uso que el gran
capital transnacional reconoce en la mercancía ciudad; es necesario, más allá de
eso, más que nunca, inspirarse en Barcelona, cuyo plan estratégico contempló “una
gran operación de city marketing.” (Borja, 1995, p. 27) 5
“Conviene enfatizar la necesidad de realizar estas actuaciones [de
marketing] mediante ´productos´ como por ejemplo: el programa de
construcción de hoteles, campañas promocionales mediante ofertas
turísticas integradas, proyectos culturales, venta de la imagen de la
ciudad segura y/o atractiva, 6 campañas específicas de atracción de
investigadores y congresistas, etc.” (Borja & Castells, 1997, p. 192-
Cursiva del autor)

La venta de la imagen de la ciudad segura muchas veces va acompañada por la


venta de la ciudad justa y democrática. En el diagnóstico producido por el Plan
Estratégico de Río de Janeiro, con la asesoría de los consultores catalanes, la ciudad
es presentada como “laboratorio de experimentación para el perfeccionamiento
democrático, baja intolerancia racial y ejemplo de harmonía social (sic!).” 7 (Plan

4 El cerramiento de las fronteras urbanas a visitantes y usuarios insolventes ciertamente se funda en


el mismo tipo de visión de la ciudad y del mundo: el derecho a la ciudad, en este caso, pasa a ser
directamente proporcional al índice de solvencia de los extranjeros visitantes. Aquello que, de
cierta manera, ya es una realidad, se transforma ahora en proyecto, en estrategia de promoción de
la ciudad.
5 En la investigación desenvuelta por la Corporate Location, en 1993, sobre la performance de las

ciudades, una pregunta específica se refería al marketing “Como las ciudades se promueven a sí
mismas?” Es interesante registrar la forma como Bouinot & Bermils (1995, p. 25) relatan el
resultado de la comprobación de las respuestas a esta pregunta: “Barcelona, lo que no es
verdaderamente una sorpresa, llega a lo más alto del podio, seguida respectivamente de Berlín,
Lyon y París”. La presencia de gran número de catalanes en el mercado de la consultoría urbana
ciertamente es uno de los resultados comerciales de esa “gran operación de city marketing”
6 Nunca está de más recordar que la oferta de una imagen de ciudad segura no necesariamente

depende de que la ciudad lo sea, de hecho, segura para los que en ella habitan, siempre es posible
crear cordones de aislamiento y áreas de seguridad para los visitantes. En la cita anterior, la
mención a hoteles de lujo con seguridad adecuada es una evidente sugerencia de que se debe ofrecer
a los visitantes (de luoj) una taza de seguridad superior a la taza de seguridad media ofrecida a los
habitantes de la ciudad y a los visitantes (sin lujo).
7 También en este punto es prácticamente la misma posición de Ascher: “En la perspectiva de la

concurrencia interurbana para atraer a las empresas, todas esas características deben estar
reunidas en proporciones diversas, en un o más productos urbanos bien en la ‘mira’ del mercado de
las ciudades; esos productos deben ser divulgados y presentar una buena imagen. En ese sentido
[acrecentar lo francés, ahora en oposición a los catalanes] el éxito más notorio es, sin duda, el de la
ciudad de Montpellier, que sirve de referencia, hasta incluso de modelo, a numerosos funcionarios
con poder de decisión local”. (Ascher, 1994, p. 85)
6

Estratégico de Río de Janeiro, p. 20). 8 La preocupación por la imagen alcanza su


paroxismo entre los estrategas cariocas-catalanes cuando el diagnóstico señala
como uno de los problemas la “fuerte visibilidad de la población de la calle” (Plan
Estratégico de Río de Janeiro, p. 50): la miseria estratégicamente redefinida como
problema paisajístico (o ambiental). 9
Coherentes con la visión expresada en el Plan Estratégico de Río de Janeiro, Borja
& Castells comentan que la “pobreza urbana y la marginación”, como parte de lo
que llaman el “entorno social”, condicionan o influyen considerablemente en las
decisiones de los agentes económicos, en la atracción que puede ejercer la ciudad”
(Borja y Castells, 1997, p. 133).
Podría explorar un poco más la manera como la transformación de la ciudad en
mercancía (de lujo) repercute en la mirada lanzada sobre la pobreza. La
transfiguración de la pobreza en ambiente fue explícitamente formulada por los
catalanes, cuando incluyeron en lo que llaman el entorno social “el peso de la
pobreza”. Los pobres son entorno o ambiente por la simple razón de que no
constituyen, ni a los autóctonos, ni a los virtuales inmigrantes, que demanda la
mercantilización de la ciudad. En todos los niveles, tanto desde el punto de vista
concreto (infra-estructuras, subsidios, favores fiscales, apoyos institucionales y
financieros de todos los tipos) como desde el punto de vista de la imagen, no queda
duda: la mercancía-ciudad tiene un público consumidor muy específico y
calificado.
Apenas a título ilustrativo de que exige poder ser este tipo de clientes, nada mejor
que listar alguno de los criterios que Euronews utilizó para seleccionar la ciudad
donde irían a implantar su centro de producción y emisión: acceso de la ciudad
candidata a partir de las capitales europeas por vía área, carreteras y ferrocarriles;
recursos en telecomunicaciones terrestres y satelitales; condiciones infra-
estructurales para las edificaciones previstas (superficies, energía, climatización,
aislamiento acústico, telefonía, estacionamientos, etc.); condiciones de
accesibilidad del área de establecimiento de las edificaciones (acceso al centro y a
los barrios residenciales, transporte colectivos); garantía de vivienda para el
personal empleado en condiciones financieras favorables; legislación de trabajo;
costo de vida; equipamientos culturales y deportivos; apoyo financiero, subsidios y
avales bancarios; legislación financiera y fiscal (Bouinot & Bermils, 1995, p. 41).
En síntesis, se puede afirmar que, transformada en una cosa a ser vendida y
comprada, tal como la construyó el discurso del planeamiento estratégico, la
ciudad no es apenas una mercancía sino que también, es sobre todo, una mercancía
de lujo, destinada a un grupo de elite de potenciales compradores: capital
internacional, visitantes y usuarios solventes.

8 En otros pasajes, no muchos, el diagnóstico reconoce la existencia de desigualdades, más, en


general, silencia ese tipo de problemas. A ese respecto ver, Vainer Carlos B. “Os liberáis também
fazem planejamiento urbano? Glosas ao ‘Plano Estaratégico do Rio de Janeiro”.
9 Para un análisis desde ese punto de vista ver también, Vainer, 1996.
7

Siempre se podría preguntar: ¿y aquellos individuos y grupos que no tienen


solvencia para adquirir ese producto de elite en que se transfigura la ciudad
planeada estratégicamente? Pero ese es otro problema…

Ciudad-empresa: ¿democracia directa de la burguesía o dictadura gerencial?


La representación de la ciudad-cosa, de la ciudad-objeto, de la ciudad-mercancía
(de lujo) coexiste con otra en que la ciudad aparece como sujeto-sintáctico, esto es,
lógico: “Las ciudades en competencia buscan por todos los medios aumentar su
poder de atracción para mantener o desarrollar su capacidad de innovación y
difusión” (Borja & Forn, 1996, p. 22).
Esta ciudad, que salió de la forma pasiva de objeto y asumió la forma activa de
sujeto, gana una nueva identidad: y una empresa. Así, “las ciudades europeas
compiten (como grandes empresas) para atraer inversiones y tecnologías, y por las
empresas multinacionales que puedan transferirlas” (Borja & Forn, 1996, p. 33,
cursiva del autor)
En cierto sentido, y como ya se ha señalado en la primera sección, la analogía
ciudad-empresa constituye la condición de posibilidad de la transposición del
planeamiento estratégico de su territorio natal (la corporación privada) hacia el
territorio (público) urbano. No siempre, sin embargo, esta transposición es fácil, y
algunos autores llaman la atención sobre la necesidad de algunas adaptaciones:
“La transposición ineludible de démarche estratégica, nacida en el
universo de la gestión privada, no podría resultar de un simple juego
de copia” (Bouinot & Bermils, 1995, p. 13 cursiva del autor)

A pesar de la advertencia, y de algunos esfuerzos para escapar la equivalencia de


los textos consagrados a la materia, Bouinot & Bermils se muestran incapaces de
develar el significado de la operación de transposición, reduciendo las dificultades
a problemas de naturaleza gerencial, operacional y metodológica:
“Adaptaciones profundas se imponen, al menos por tres razones, en
lo tocante respectivamente a la cultura que preside la elección de los
instrumentos de gestión, el objeto de la acción y, en fin, los criterios
de decisión.” (Bouinot & Bermils, 1995, p. 13)

Los catalanes, por su lado, no parecen preocupados con este tipo de problema
teórico. Para ellos, “las grandes ciudades son las multinacionales del siglo XXI” 10
(Borja & Castells, 1997, p. 190). Reproducen, así, la misma fraseología alambicada
y pretensiosa de los dirigentes políticos europeos:
“Personalidad del porte de Maragall 11 (presidente del Consejo de
Municipios y Regiones de Europa) y Delors (Presidente de la

10 Consorcio que reúne a las 12 cadenas europeas de televisión.


11 Intendente de Barcelona desde 1982.
8

Comisión Europea) definirán las Eurociudades como “las


multinacionales europeas” o la foce de frappe europea” (Castells &
Borja, 1996, p. 153).

No es la primera vez que, para efecto de su planeamiento, la ciudad toma como


prototipo la empresa privada; de hecho, todo el urbanismo modernista tuvo como
modelo ideal la fábrica taylorista, como su fuente de racionalidad, funcionalidad,
regularidad y productos estandarizados.
“Leyendo la Carta de Atenas, creemos a veces estar leyendo una
transposición directa de las tesis de Taylor al urbanismo […] La
ciudad adquirió el carácter de una empresa estudiada de antemano y
sometida al rigor de un plan general… la ciudad no será más el
resultado desordenado de iniciativas accidentales […] O acaso cederá
ante la previsión, el programa sucederá a la improvisación.” (Ascher,
1995, p. 87. Cursivas del autor) 12

El precedente no debe servir, sin embargo, para minimizar las innovaciones traídas
por la difusión del modelo (¿pos-moderno?) estratégico. En efecto, en tanto el
modelo modernista accionaba nociones y conceptos cuya universalidad parecía
incuestionable –racionalidad, orden y funcionalidad–, ahora es la ciudad, en su
conjunto y de manera directa, la que aparece asimilada a la empresa.
Productividad, competitividad, subordinación de sus fines a la lógica del mercado,
son los elementos que presiden lo que Harvey llamó el empresarialismo de la
gestión urbana (Harvey, 1996) 13.
En el modelo modernista, lo que seducía e inspiraba a los urbanistas de la empresa
fue la unidad de producción: son los principios de organización de la producción
que son transpuestos hacia el plano urbano. Ahora, los neo-planificadores reflejan
la empresa en tanto unidad de gestión de negocios. Así, ver la ciudad como
empresa significa, esencialmente, concebirla e instalarla como agente económico
que actúa en contexto de un mercado y que encuentra en este mercado la regla y el
modelo del planeamiento y la ejecución de sus acciones. Actuar estratégicamente,

12 Como Taylor, Le Corbusier, que lo cita con frecuencia, está obsesionado por el desorden, poro la

pérdida de tiempo, por los rodeos; en la ciudad moderna, como en la fábrica taylorizada, no está
previsto dar un paseo sino en los lugares permitidos, cada uno reservado a su ‘función’. Es preciso
racionalizar, simplificar, medir, organizar científicamente” (Ascher, 1995, p. 87).
13 “…parece haber surgido un consenso general en todo el mundo capitalista avanzado de los

beneficios positivos que han de ser obtenidos por las ciudades que asuman un comportamiento
empresarial en relación con el desenvolvimiento económico” (Harvey, 1996, p. 49). Además, la
posición de Harvey es curiosa e inesperadamente moderada frente al proceso de empresarialismo
de las ciudades y merecería una discusión específica. Por un lado, inspirado en un análisis discutible
de la experiencia de las administradores laboristas, a las que califica de socialistas, de las ciudades
ingleses, Harvey adhiere a la tesis de que no hay alternativas (Harvey, 1996, p. 50). Por otro, y tal
vez aún más sorprendente, el autor sugiere que este tipo de proceso podría llegar a favorecer una
transición socialista (ídem., p. 50).
9

actuar empresarialmente, significa, antes que nada, tener como horizonte el


mercado, tomar decisiones a partir de las informaciones y expectativas generadas
en y por el mercado. Y el propio sentido del plan, y no solamente sus principios
abstractos, que vienen del mundo de la empresa privada.
En esta operación encontramos por lo menos una de las pistas para entender el
estratégico pragmatismo de los teóricos-consultores, para quien el realismo
constituye una de las grandes ventajas del nuevo modelo en relación al llamado
modelo normativo y comprensivo, culpado de utopismo e idealismo –casi siempre
identificados en la intervención voluntarista del Estado.
El market lead city planning, sin embargo, el ejemplo del neoliberalismo realmente
existente, no habrá más que una clara y decisiva intervención estatal… aunque
enfocada a favor de los intereses constituidos y dominantes en el mercado. En esta
dirección, comentado la política urbana tatcherista, Ascher observa:
“En verdad, no se trataba de abandonar toda intervención pública,
sino de hacer que toda ella dependiese de las exigencias de los
actores privados. El gobierno británico promovió, entonces, una
orientación del planeamiento urbano como medio de
acompañamiento del desenvolvimiento urbano ‘espontáneo’,
encargado de crear condiciones que permitiesen la intervención de
los actores privados donde ellos aún lo desearan y de actuar donde la
lógica privada no pudiese resolver sola un problema de organización
de infraestructura” (Ascher, 1994, p. 86)

Los especialistas, hombres afectos a la teoría y a la práctica ciertamente


rechazarían horrorizados esta referencia al thatcherismo, y ciertamente es grande
la distancia que los separa de aquella era brutal y heroica en que el proyecto
neoliberal aún luchaba por afirmar su presupuestos. Hoy, superados los
principales obstáculos y legitimada la necesidad pragmática de inclinarse ante las
realidades del mercado, puede abandonarse el ceño fruncido de la dama de hierro.
Los presupuestos del market lead city planning, sin embargo, se mantienen
vigentes:
“La concepción liberal del planeamiento urbano está presente,
prevalentemente, en muchas de las políticas urbanas de Francia; aun
cuando no aparece siempre de forma explícita ni es ejecutada de
forma tan caricaturizada como lo fue por el gobierno de Tatcher”
(Ascher, 1994, p. 86)

¿Cómo asegurar que la ciudad empresa, planeada y gestionada estratégicamente


como una empresa, alcance la eficacia, esto es, la productividad y la competitividad
que se espera de una empresa? La mejor solución, aquí como en otras situaciones
similares, es recurrir a quien entiende del métier –si de empresa se trata, se
convoca a los empresarios; si el asunto es bussiness, mejor dejarlo en las manos de
10

los businessmen. El informe promovido por un organismo ligado al Banco Mundial


es explícito:
“El mensaje clave de esa conferencia fue que, en tanto el sector
privado debe liderar las estrategias económicas locales, una agencia
facilitadora (gubernamental o de asociación público-privada) se hace
necesario promover información y crear diálogo entre los inversores
privados, las instituciones de educación e investigación, los servicios
proveedores (infraestructura y sector financiero) y el propio
gobierno.” (Urban Partnership & The TWU Urban Division, 1998, p.
4)

Lógica implacable: un nuevo concepto de planeamiento impone nuevos actores; el


market lead city planning exige que los protagonistas de las acciones sean los
mismos que protagonizan las peripecias del mercado. La asociación público-
privada asegura que las señales y los intereses del mercado estarán
adecuadamente presentes, representados, en el proceso de planeamiento y de
decisión.
Para evitar cualquier duda, Borja es absolutamente claro: “El plan estratégico es
seguramente la formalización más acabada de cooperación público-privada”
(Borja, 1995, p. 16). De ahí la incansable insistencia en la necesidad de
“articulación público-privada tanto en la definición de objetivos y programas como
en la ejecución de líneas de acción y de proyectos de gestión de servicios.” (Borja &
Forn, 1996, p. 46). 14
El proyecto de superación de la “separación rígida entre el sector público y el
sector privado” (Castells & Borja 1996, p. 159) no deja margen a dudas: la
expresión privado, a pesar de una ambigüedad permanente accionada, no se refiere
a intereses, individuos o grupos privados en general; tampoco remite a lo privado
en cuanto esfera de la vida social, en que estaría asociada a la idea de lo particular,
íntimo, personal –en oposición al público. Si este fuese el sentido y el
entendimiento, el uso de la expresión (en el pasaje citado y en tantos otros
discursos sobre asociación) contemplaría a todos los ciudadanos, una vez que
todos los ciudadanos, sean, en su condición de individuos (empresas), portadores
de intereses privados. Pero abandonemos esa ilusión: al proponer el fin de la
separación rígida entre el sector público y el sector privado, es otra cosa la que se
tiene en vista –privado aquí es, claramente, el interés privado de los capitalistas e,
en este sentido, comparece en el mismo campo semántico de expresiones de
iniciativa privada, privatización y otras, que evocan o remiten al capital, los
capitalistas y los empresarios capitalistas.

14La primera frase de una presentación de la experiencia de Barcelona es la siguiente: “El objetivo
de la presentación es intentar describir los procesos que permitirán la transformación económica y
urbanística de Barcelona por medio de la utilización de dos grandes herramientas: la cooperación
público-privada y la planificación estratégica.” (Forn y Foxà, 1993, p. 2).
11

Así, el fin de la separación rígida quiere decir, en buen catalán, participación


directa, sin mediaciones, de los capitalistas y empresarios en los procesos de
decisión referentes al planeamiento y ejecución de políticas… ¿hasta qué punto no
sería abusivo continuar, a esta altura, llamándolas públicas? La constitución de
diferentes tipos de agencias públicas con participación privada –o viceversa–, el
surgimiento de nuevos tipos de asociación empresarial con el aporte de capitales
por parte del poder público para financiar emprendimientos de grupos
empresariales privados, varias son las formas de construcción de nuevos y más
agiles mecanismos de transferencia de recursos –financieros, inmobiliarios,
políticos– hacia grupos privados (cf., por ejemplo, Compans, 1998; Dreyfuss &
Marchand, 1995,. P. 74). 15
La introducción de una clara clasificación de qué grupos e intereses están siendo
contemplados, para dilucidar la naturaleza de las asociaciones propuestas, remite a
la institucionalización de diferentes tipos de ciudadanos y diferentes tipos de
intervención en el proceso de elaboración y ejecución de las estrategias. La
analogía ciudad-empresa se desliza, suave y sutilmente, hacia una analogía ciudad-
empresarios. Lo que explica ciertamente que Forn y Foxá (1993, p. 11) se refiera a
la participación, en Barcelona, de grupos con “escasa relevancia estratégica” e
indique que los proyectos propuestos por ellos fueron incorporados tan solo para
no excluirlos.
Nos parece central extraer de estas lecturas la analogía ciudad-empresa no se
agota en una propuesta simplemente administrativa o, como muchas veces
pretenden presentar sus defensores, meramente gerencial u operacional. En
verdad, es el conjunto de la ciudad y del poder local lo que está siendo redefinido.
El concepto de ciudad, y con él los conceptos de poder público y de gobierno de la
ciudad son investido de nuevos significados, en una operación que tiene como uno
de los pilares la transformación de la ciudad en un sujeto/actor económico… y, más
específicamente, un sujeto/actor cuya naturaleza mercantil y empresarial instaura
el poder de una nueva lógica, con la cual se pretende legitimar la apropiación
directa de los instrumentos de poder público por grupos empresariales privados.
La constitución y legitimación de la nueva ciudadanía conferida a los segmentos
estratégicos camina al mismo ritmo con la destitución de los grupos con “escasa
relevancia estratégica”. La ciudad-empresa está obligada a ser realista, amoldarse a
las tendencias del mercado y no poder darse el lujo de producir horizontes
utópicos. La ciudad-empresa actúa en el mercado de ciudades y debe ser
competitiva, ágil, flexible… Los controles políticos son extraños a un espacio social
donde lo que cuenta es la productividad y la competitividad, y donde lo que vale
son los resultados. El rescate de la antinomia eficacia/eficiencia que desplaza al
control político evocara en muchos lectores sombríos recuerdos.

15 Mucho d la asociación público-privada decantada hoy en día se resume en una subvención a los
consumidores afortunados, las firmas y funciones de comando para que permanezcan en la ciudad
a costa del consumo colectivo local de la clase obrera y de los pobres.” (Harvey, 1995, p. 120).
12

“Las formas de gestión y de contratación deben asegurar agilidad y


transparencia y responder a criterios de eficiencia económica y
eficacia social y no de control político o burocrático.” (Castells &
Borja, 1996, p. 159)

¿Cómo calificar el proceso en marcha? Si se toma la experiencia de Río de Janeiro,


en que un consorcio empresarial y las asociaciones patronales, en asociación con la
municipalidad, condujeron el proceso de manera absolutamente autoritaria y
cerrada a la participación de segmentos de escasa relevancia estratégica, tal vez se
debiese hablar de democracia directa de la burguesía. 16 En otra dirección, podría
enfatizarse el pasaje de un despotismo tecno-burocrático con pretensiones
racionalistas hacia una dictadura gerencial con pretensiones de vender a la ciudad
y a los ciudadanos.
Sea como fuere, es cierto que la analogía ciudad empresa supone, al mismo tiempo
que propone, la despolitización de la ciudad, transformada en “lugar de inscripción
territorial de formas de gestión, y ya no como soporte de una identidad política.”
(Dreyfuss & Marchand, 1995, p. 94), el espacio de la ciudad “no es más pensado en
el plano político sino en términos de gestión, no es más construido como un
territorio de ejercicio de la democracia local.” (Dreyfuss & Marchand, 1995, p. 73).
Resta examinar de qué manera el planeamiento estratégico equipara y soluciona el
problema de su construcción político-institucional, en los marcos de un discurso
que reiteradamente habla de la necesidad de revitalización de los poderes locales.

La ciudad-patria: el consenso como principio y fin


La instauración de la ciudad-empresa constituyó, en todo y por todo, una negación
radical de la ciudad en tanto espacio político –en cuanto que polis. Finalmente,
como recordaba Marx, en la puerta de las empresas, de los laboratorios secretos de
la producción capitalista está escrito: “No admittance except on business” (Marx,
1971, 178). Aquí no se eligen dirigentes, ni se discuten objetivos; tampoco hay
tiempo y condiciones de reflejar valores, filosofías o utopías. En la empresa reina el
pragmatismo, el realismo, el sentido práctico; y el productivismo es la única ley.
¿Cómo construir política e intelectualmente las condiciones de legitimación de un
proyecto de recorte tan radical del espacio político, de subordinación del poder
público a las exigencias del capital trasnacional y local? Tal vez nada sea más
consistente y reiteradamente enfatizado en los textos aquí analizados que la
necesidad del consenso. Sin consenso no hay ninguna posibilidad de estrategias
exitosas. El plan estratégico supone, exige, depende de que la ciudad permanezca
unificada, toda, sin brechas, en torno a un proyecto.

16 Para un relato y evaluación crítica del proceso de elaboración del Plan Estratégico de Río de
Janeiro, ver, Vanir, Carlos B. “Os liberáis também fazem…”, cit.
13

En rigor, esta condición existe como un presupuesto inicial, pues el discurso del
plan, permanente, trata a la ciudad como una unidad: la ciudad compite, la ciudad
desea, la ciudad necesita. En cuanto se discute si las ciudades compiten o no, y qué
desean, se acepta como natural, la introducción de la ciudad como sujeto –sujeto
simple, cohesionado, sin jerarquías ni cualidades. Por un acto de nominación, como
diría Bourdieu, se pretende instaurar socialmente la existencia de aquello que en el
discurso, a priori, se supone que existente. 17
“El acto de magia social que consiste en intentar trazar la existencia
de una cosa nominada puede resultar se aquel que lo realiza fuera
capaz de hacer reconocer su palabra o el poder que ella se arroga por
una usurpación provisoria o definitiva, o de imponer una nueva
visión, una nueva división del mundo social: regere fines, refgere
sacra, consagrar un nuevo límite.” (Bourdieu, 1989, p. 116)

La construcción política del proyecto ideológico no está ausente de la reflexión de


los catalanes. Al contrario, ocupa allí un lugar destacado y está estructurada en dos
elementos solidarios: la necesidad de una conciencia de crisis y de patriotismo de
ciudad.
Ciudadanos rehenes de la crisis
En varios y diferentes textos, es recurrente la afirmación de que el éxito de
Barcelona tuvo como punto de partida una aguda y generalizada conciencia de
crisis.
“En la velocidad de la transformación intervienen una diversidad de
factores, tales como: una conciencia aguda de la crisis urbana,
compartida por los principales actores públicos y privados. La
degradación del centro histórico y la congestión del centro moderno
eran procesos muy visibles y que afectaban negativamente los
principales actores y a la mayoría de los ciudadanos. La debilidad de
la infraestructura urbana […] era sentida tanto por los agentes
profesionales y empresariales como por los residentes o usuarios de
la ciudad. En los barrios populares y de clase media se desenvolvían
en una fuerte demanda social reivindicativa, que requería de
respuestas inmediatas en el nuevo contexto democrático. La crisis de
la base económica tradicional […] acentuó la urgencia de respuestas
urbanas […] que, además, contribuían a la reactivación económica
del empleo.” (Borja, 1995, p. 8).

La misma idea aparece en el pasaje siguiente, en el cual, más allá de la experiencia


de Barcelona, estarían siendo consideradas otras experiencias de ciudades
ganadoras:

17 En este punto, las reflexiones de Bourdieu (9189) sobre el regionalismo puede ser de gran
interés, pues en ambos casos, no obstante sus especificidades, se busca construir la unidad sobre
una base territorial.
14

“En todas las ciudades el proyecto de transformación urbana es la


sumatoria de tres factores: a) la sensación de crisis aguda por la
concientización de la globalización de la economía; b) la negación
entre los actores urbanos, públicos y privados y la generación de
liderazgos locales (políticos y cívicos); c) la voluntad conjunta y el
consenso público para que la ciudad de un salto adelante, tanto
desde el punto de visto físico como económico, social y cultural.”
(Castells & Borja, 1996, p. 156-cursivas del autor).

El paso siguiente es transformar en modelo lo que se supone que es una enseñanza


de la experiencia universal. Así, en el texto intitulado “Planes Estratégicos. Guía
Metodológica, Comunicación y Marketing”, anexado al ya referido documento de
trabajo producido para la Conferencia de Estambul, se encuentra la siguiente
formulación:
“La propuesta de un plan estratégico requiere de entrada de una
serie de condiciones, entre las cuales destacamos las siguientes:
vocación expansiva de la ciudad (en curso o como proyecto);
existencia de actores urbanos que aceptan la articulación; sensación
generalizada de crisis de crecimiento o de pérdida de oportunidades
que permite superar los enfrentamientos entre actores relacionados
como los conflictos del día a día, liderazgo (unipersonal y
compartido).” (Castells & Borja, 1996, p. 166-cursivas del autor). 18

En todos los pasajes aquí reproducidos, como en muchas otros del mismo tenor, se
constata una clara asociación entre, por un lado, el sentimiento (o consciencia) de
crisis y, por otro, el efecto útil producido, que sea, las condiciones para una
estrategia de conflictos internos o, si se prefiere, para la paz social interna.
“Si no hay conciencia de crisis, difícilmente se puede encontrar un
consenso público-privado operativo. Los desacuerdos sobre lo
inmediato se imponen sobre el acuerdo de fondo.” (Forn y Foxà,
1993, p. 11)

Es interesante observar que, para los autores citados, no es la crisis en sí el


elemento decisivo, pero si su percepción. Se trata aquí de las condiciones
subjetivas de la necesidad de una tregua y de una paz social, de la abdicación, por
parte de los diferentes actores (¿todos?), de sus intereses particulares… Solamente
así un proyecto unitario, cohesionado, legítimo y universalmente aceptado podrá
ser llevado adelante.
De la unión para la salvación urbana al patriotismo de la ciudad
Pero el sentimiento de crisis, es sabido, puede ser pasajero. ¿Cómo construir sobre
una base tan frágil, inestable incluso, una unidad y un consenso que necesitan

18Al final del anexo citado indicado como fuente Jordi Borja, Consultores Europeos Asociados.
Documentos de Trabajo, 1995, lo que sugiere el objetivo operacional del texto.
15

perdurar, incólumes, sin brechas? La respuesta está en la transformación del fugaz


sentimiento de crisis en un consciente y perdurable patriotismo de la ciudad. Así,
entre los tres principios que deben orientar la acción, se destaca:
“generación de un patriotismo de la ciudad que permita a sus líderes,
actores y conjunto de la ciudadanía asumir con orgullo su pasado y
su futuro y, especialmente, la actividad presente en todos los
campos” (Borja & Forn, 1996, p. 46)

En la misma línea, en otro texto, de las cuatro principales tareas del gobierno local
encontramos:
“cabe aún al gobierno local la promoción interna de la ciudad para
dotar a sus habitantes de patriotismo cívico, de sentido de
pertenencia, de voluntad colectiva de participación y de confianza y
creencia en el futuro de la ciudad. Esta promoción interna debe
apoyarse en obras y servicios invisibles, tanto lo que tiene un
carácter monumental y simbólico como los dirigidos a mejorar la
cualidad de los espacios públicos y el bienestar de la población.”
(Castells & Borja, 1996, p. 160. Cursivas del autor)

En verdad, uno de los elementos esenciales del planeamiento estratégico es la


creación de las condiciones de su instauración en cuanto discurso y proyecto de
ciudad. Es visible, curiosa y paradojalmente, el patriotismo de ciudad, al contrario
del sentimiento de crisis, no es condición, pero si resultado del éxito del propio
proyecto –en verdad, es simultáneamente resultad y condición. La unidad que se
presuponía en el discurso unitario sobre la ciudad es una unidad que se pretende
construir. La paradoja realizada: el plano estratégico habla en nombre de una
ciudad unificada cuya construcción pretende engendrar a través de la promoción
del patriotismo.
Con tal objetivo, el urbanismo monumentalita patriótico y reentronizado,
producido al final del siglo XX los nuevos arcos de triunfo del capital tras
nacionalizado. La instrumentalización inmediata y consciente de las tecnologías
urbanísticas y arquitectónicas, bien como de capitales, para movilizar conciencias,
y claramente enunciada como teniendo por objetivo primero alimentar el
patriotismo cívico.
“Los monumentos y las esculturas (por lo que representan y por el
prestigio de sus autores), la belleza plástica y la originalidad de
diseño de infraestructuras y equipamientos o el cuidadoso perfil de
plazas y jardines proporcionan dignidad a la ciudadanía, hacen la
16

ciudad más visible y refuerzan la identidad, incluido el patriotismo


cívico de su gente” (Borja, 1997, p. 14) 19

Una vez conquistada la tregua social por el sentimiento generalizado de crisis, la


promoción sistemática y planeada del patriotismo de la ciudad constituye un
vector estratégico de la reproducción de las condiciones de paz social en el
contexto de la ciudad-empresa y, ahora también, de la ciudad-patria.
“Crear conciencia o patriotismo de ciudad –es el elemento clave para
el establecimiento, en bases permanentes, de la operación público-
privada y para la posterior difusión del pensamiento estratégico
entre los agentes económicos y sociales de la ciudad” (Forn y Foxà,
1993, p. 6)

Expulsar la política de la ciudad competitiva y pacificada


Reformadas las metodologías del planeamiento urbano, revolucionados los
conceptos de ciudad, restauradas la unidad y la identidad de todos los ciudadanos
con su ciudad y con su proyecto empresarial. ¿Cuál sería el sentido de la política?
Ingresamos, por así decir, en el terreno de la forma político-institucional, en que
serán aseguradas las condiciones, ahora sí, estables y permanentes de la
productividad y la competitividad.
Para comenzar, es necesario expresar, en el nivel político-institucional, la paz
social instaurada en la patria urbana reconciliada bajo la égida del
empresarialismo –a fin de cuentas, el nuevo modo de planear constituyó la
oportunidad para un “proyecto consensual que trascienda un poco el campo de las
filiaciones político-partidarias y que pueda garantizar a los inversores la
permanencia de ciertas elecciones” (Ascher, 1994, p. 91). La despolitización
planeada es, además, como se ve, parte de las garantías ofrecidas a los socios
privados.
Castells & Borja, también preocupados en asegurar la continuidad de la gestión
municipal, defienden la “supresión de los impedimentos a la reelección y/o
prolongamiento de los mandatos de cuatro a seis años” (1996, p. 164). La
prohibición de las confrontaciones partidarias encuentra aquí otra justificación:
“La confrontación ciudadana no corresponde a lo que ocurre entre
los partidos nacionales. Será deseable que los partidos políticos se
abstengan de concurrir, como tales, a las elecciones municipales.”
(Borja, 1995, p. 26)

19 Los otros argumentos a favor de un urbanismo monumentalita de cuño instrumental son: a) la


estética hace parte de la promoción de la cualidad del propio gobierno local y difunde la cualidad en
la ciudad, favoreciendo la generación de “deberes y comportamientos cívicos en la población” (lo
que podríamos llamar el urbanismo disciplinador); b) crea símbolos de la ciudad, favoreciendo el
marketing urbano y contribuyendo, de esta forma, a atraer inversores.
17

El argumento sugiere fuertemente que las oposiciones que conforman los citadinos
son distintas que conforman los ciudadanos: en cuanto estos se dividirían según
las visiones ideológicas, proyectos de sociedad y prioridades nacionales, los
citadinos estarían por encima (o más allá) de estas pugnas. En otros términos, el
debate sobre las prioridades y los proyectos de la ciudad no tiene nada que ver con
el debate acerca de la naturaleza, prioridades y proyecto de la sociedad” 20
En estas condiciones, el liderazgo urbano gana una connotación particular: pasa a
encarnar la tregua y la unidad, situándose, necesariamente, por encima de los
partidos y las pasiones. Es necesario un “gobierno local fuerte, representativo, eficaz
y estable y con capacidad de liderazgo” (Borja & Forn, p. 46). El proyecto político-
institucional parece coherente con la idea de un proyecto de ciudad impuesto por
la crisis y por el realismo, y del cual, por tanto, no hay manera de discordar (¡a no
ser la de aquellos ciudadanos antipatrióticos, es obvio!). En estas condiciones, la
individualización de los liderazgos carismáticos se torna un elemento
estructurador del propio proyecto.
Nuevamente se encuentra la misma y típica démarche, que va de la experiencia
Barcelona, pasa por otras ciudades y se transforma en principio normativo del
modelo. Así, entre los factores que contribuirán al éxito de Barcelona estaría “un
fuerte liderazgo personalizado del intendente” (Borja, 1995, p. 10). En
determinado momento, la presencia o no de intendentes con “fuerte personalidad
y dinamismo” pasa a ser explicativa de los éxitos o fracasos: “Lisboa, con Sampaio y
Barcelona con la emblemática figura de Maragall, son buenos ejemplos” de que
“difícilmente encontremos una respuesta positiva si no hubiera un liderazgo
personalizado, y, en muchos casos, la figura de los intendentes es decisiva.”
(Castells & Bojra, 1996, p. 156)
Un gobierno fuerte, personalizado, estable, apolítico, carismático, expresando la
voluntad unitaria de toda una ciudad de mantener la tregua y la cohesión interna, a
fin de competir, con base en un proyecto competitivo y en el patriotismo cívico, con
las otras ciudades. Examinando las relaciones establecidas por el prefecto con la
población en la ciudad de Montpellier, constantemente invocada, casi tanto como
Barcelona, como modelo a ser seguido, Dreyfuss & Marchand indagan si se puede
hablar del nacimiento de un bonapartismo urbano:
Montpellier, cuya población es principalmente de las camadas medias, encontró en
su intendente un portavoz y le confió el futuro de la ciudad […] La elección del
prefecto se hizo así fuera de toda consideración de la filiación partidaria del
candidato. Ella se apoya sobre la capacidad del ‘hombre providencial’ para

20No deja de ser paradojal que la vida urbana pueda estar tan ajena de un mundo del cual ella es,
según estos autores, protagonista y “motor de desarrollo económico.” (Castells & Borja, 1996, p.
153).
18

representar el futuro de la ciudad, lo mejor posible sus intereses, de cara a las


apuestas locales… y nacionales…” (Dreyfuss & Marchand, 1995). 21
Habiendo invocado en su origen la necesidad de descentralización del poder, y su
consecuente democratización en la esfera municipal, el planeamiento estratégico
urbano y su patriotismo de ciudad desembocan claramente en un proyecto de
eliminación de la esfera política local, transformada en espacio de ejercicio de un
proyecto empresarial encarnado por un liderazgo personalizado y carismático.
Transfigurada en mercancía, en empresa y en patria, definitivamente la estrategia
conduce a la destrucción de la ciudad como espacio de la política, como lugar de
construcción de la ciudadanía. La reivindicación de poder para las comunidades y
colectividades locales, conquistada en una lucha trabada en nombre del
autogobierno, se consuma como abdicación a favor de jefes carismáticos que
encarnan el proyecto empresarial. La ciudad conquistó parte de sus recursos antes
concentrados en el poder central, pero no realizó el sueño del autogobierno.
En este contexto, los llamados a la participación encubren mal que su propósito es
la adhesión a la utopía mercantil de una ciudad unida por la productividad y la
competencia. 22 El compromiso patriótico de no romper la unidad necesaria para el
aumento de los negocios en los cuales la ciudad está vinculada, la abdicación del
poder a favor de un jefe carismático, la estabilidad y la tregua así conquistadas,
serían el precio a pagar por el privilegio de disputar, junto con otras tantas decenas
o centenas de ciudades, el derecho de ser escogida como lugar de la próximas
inversiones, de las próximas ferias, de las próximas convenciones.
City x Polis
Recorrido el trayecto inicialmente anunciado, esta conclusión podría ser
consagrada a contraponer cada una de las afirmaciones o análisis propuestas por
los planeadores estratégicos. Sería sin embargo excesivamente largo para una
conclusión y podría representar la pérdida de una oportunidad para reflexionar
acerca de algunos de los nexos y estrategias discursivas que se buscó develar.
En primer lugar, no hay forma de ignorar la centralidad de la idea de competencia
entre ciudades en el proyecto teórico y político del planeamiento estratégico
urbano. Es la constatación de la competición entre ciudades la que autoriza la

21 En otro pasaje del mismo texto, los autores sugerirán la presencia de una “derivación monárquica
del poder municipal”, aún una “presidencialización del papel del intendente” (Dreyfuss &
Marchand, p. 100), señalando, de un lado, la dificultad para clasificar la naturaleza del proceso
político en curso y, al mismo tiempo, afirmando que se trata, sea o que fuera, de un proceso
esencialmente despolitizador y autoritario.
22 Expresiva del concepto de participación difundido por los consultores catalanes fue la forma

como se construyó el consenso en el caso del diagnóstico para el Plan Estratégico de Río de Janeiro.
Los miembros del llamado Concejo de la Ciudad tuvieron 20 días para discutir y proponer
enmiendas a un documento que delineaba nada menos de 268 tendencias, 180 puntos fuertes y 193
puntos flacos; dentro de ese plazo, debieron proponer enmiendas que respetasen la estructura del
documento. Cualquier discordancia en cuanto a la estructura del documento, como la sugerencia de
nuevos capítulos o secciones, sería considerada una manifestación de falta de compromiso con el
proceso y consecuentemente, excluiría al proponente del proceso. A este respecto ver, Vainer,
Carlos B. “Os liberáis tambem…”, cit.
19

trasposición del modelo estratégico del mundo de las empresas hacia el mundo de
las ciudades, el empleo del marketing urbano, la unificación autoritaria y
despolitizada de los ciudadanos y, en fin, la instauración del patriotismo cívico.
Un primer e interesante cuestionamiento de la idea de competencia entre ciudades
o territorios bien de Bouinot & Bermils (1995, p. 17), que, a pesar de su
compromiso global con el modelo, no dejan de percibir que esta competición entre
ciudades constituye, en cierta medida, la forma a través de la cual se manifiesta la
competición entre empresa en busca de localizaciones ventajosas.
A su vez, Porter, desde lo alto de su autoridad como emblema del planeamiento
estratégico, rechaza la idea, afirmando que no son los países (ciudades, regiones)
los que compiten, pero si las empresas y sectores industriales que allí tienen sus
bases de operación (home base). En consecuencia, para Porter, lo máximo que se
podría afirmar es que algunos países (regiones y ciudades) ofrecen un ambiente
favorable a la competitividad de determinados sectores industriales (Porter,
1990).
Otra e interesante posición es sugerida por Harvey (1996, 56), que identifica en el
proceso descrito como de competición entre territorios y regiones un mecanismo
que lleva a las ciudades a que se alinearan “con la disciplina y la lógica del
desarrollo capitalista” En esta dirección, según lo que sugieren las enseñanzas y
directrices de los consultores catalanes y generalizan la oferta de las
infraestructuras y servicios necesarios para la implantación de corporaciones
transnacionales, las ciudades estarían, simultáneamente: a) abaratando, para la
concurrencia, el costo de estos servicios a sus consumidores; b) aumentando la
libertad de circulación y fluidez, esto es, la libertad de elección y el margen de
maniobra de los consumidores de localización, una vez que estos tuvieran a
disposición un número cada vez mayor de ciudades con atributos locales
indispensables. 23
El cara a cara con un discurso que transfigura incesantemente el sentido y la
función lógica (sintáctica) de la ciudad no parece ser fácil. El cuestionamiento de la
transformación de la ciudad en mercancía se diluye en el momento en que ella
resurge travestida de empresa; y la crítica a esta analogía pierde sentido cuando es
la ciudad patria la que emerge, ofreciendo paz, la estabilidad y la garantías de
líderes capaces de encarnar, gracias a su carisma, a la totalidad de los ciudadanos.

23 Discutiendo las condiciones en que una empresa puede conquistar una ventaja competitiva

sustentable en el interior de un sector industrial, Porter insiste en que, en los sectores en que la
concurrencia se da a través de la oferta homogénea de un bien y la disputa a través de precios, el
verdadero ganador acaba siendo el consumidor. Contrariamente, sectores en los cuales la
concurrencia tiene como elemento central la diferenciación es para aquellos que ofrecen mayores
ventajas a las empresas (Porter, 1996). Aplicando el análisis de Porter a la estrategia competitiva de
los catalanes, veremos que la propuesta de hacer competir a todas las ciudades en el mismo
mercado, ofreciendo las mismas infra-estructuras y servicios, como defienden los autores aquí
analizados, constituye un mecanismo de transferencia líquida de recursos locales para el
presupuesto de las empresas en busca de localización.
20

Esta permanente flexibilidad y fluidez conceptual opera como poderoso


instrumento ideológico, fortaleciendo múltiples y combinadas, incluso
contradictorias, imágenes y representaciones, que pueden ser usadas conformes la
ocasión y la necesidad.
Esperamos que esta estrategia discursiva ahora se empiece a vislumbrar, gracias a
las sucesivas y sistemáticas contraposiciones de los conceptos e imágenes
asociados, que muestran que la participación propuesta se funda en la negación de
la ciudadanía. La afirmación del consumidor de mercancías, el accionista de
empresa, el patriota orgulloso, ese ciudadano planeado estratégicamente está
condenado a ver desaparecer el espacio y la condición de una ciudadanía
conflictiva que alumbró el proyecto de la ciudad moderna. Por un lado, la city, se
impone a la ciudad como espacio y objeto y sujeto de negocios; por otro, emerge la
polis, afirmando la posibilidad de una ciudad como espacio de encuentro y
confrontación entre ciudadanos.
Allí donde la mercantilización del espacio público está siendo contestada, allí
donde los citadinos investidos de ciudadanía politizan lo cotidiano y cotidianizan la
política, a través de un permanente proceso de reconstrucción y reapropiación de
los espacios públicos, están despuntando los primeros elementos de una
alternativa que, por no estar aún modelada y consolidad, no es por eso menos
promisoria.
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