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una primera versión de este trabajo fue presentado en el VII Ecnontro Naiconal de la Asociación
Nacional de Pos-Graduación y Pesquisa en Planeamiento Urbano y Regional, realizado en Porto
Alegre, en mayo de 1999. El presten artículo fue publicado originalmente como “Pátria, empresa e
mercadoria. Notas sobre a estratégia discursiva do Planejamento Estratégico Urbano", en A ciudade
do pensamento único: desmarcando consensos. Río de Janeiro, Petrópolis, Vozes, 2000. Traducción
Diego Roldán.
1 En el grupo que este trabajo designamos catalanes se destacan Manuel de Forn, sobre todo, Jordi
Borja, sea en ejercicio de consultoría, sea en la producción e textos en que se difunden, junto con la
experiencia de Barcelona, las virtudes del nuevo modelo. En cierta medida, también integra el
grupo Manuel Castells, que ha producido varios trabajos, incluso un libro, en co-autoría con Jordi
Borja.
2 Para una amplia y detallada revisión crítica de los conceptos y modelos aplicados en diversas
Tal vez ésta sea, hoy, una de las ideas más populares entre los neoplaneadores
urbanos: la ciudad es una mercancía a ser vendida, en un mercado
extremadamente competitivo, en que otras ciudades también están a la venta. Esto
explicaría que el llamado marketing urbano se imponga cada vez más como una
esfera específica y determinante del proceso de planeamiento y de gestión de las
ciudades. Al mismo tiempo, allí encontramos las bases para entender el
comportamiento de muchos intendentes, que más parecen vendedores ambulantes
que dirigentes políticos.
La ciudad, sin embargo, reconocen incluso sus más convencidos vendedores, es
ciertamente la más compleja de cuantas mercancías jamás hayan existido. En estas
condiciones, qué es lo que al final de cuentas se vende cuando se pone a la venta una
ciudad.
La respuesta no es fácil, pues, en verdad, ella depende de quien se tenga en vista
como comprador. Conforme sean las características de los compradores vistos, los
atributos a ser vendidos serán diferenciados: ancianos pueden querer calma y gran
número de servicios médicos, religiosos pueden preferir gran concentración de
lugares de retiro y oración, jóvenes pueden estar buscando cierto tipo de
entretenimientos y lugares para el ocio, etc.
Algunos de los más respetados especialistas del llamado marketing urbano
enfatizan la necesidad de examinar adecuadamente, a partir del diagnóstico de las
características de cada ciudad y de los infinitos mercados en los cuales ella puede
ser vendida, el tipo de consumidor virtualmente sensible a los atributos localizados
que la ciudad ofrece y podría ofrecer (Kotler, Haider, Rein, 1994). Esta no es, no
obstante, la posición de los autores aquí analizados. Para ellos, la venta de la
4
3Ascher (1994, p. 85) presenta una lista prácticamente idéntica de las cualidades que deben ser
vendidas.
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ciudades, una pregunta específica se refería al marketing “Como las ciudades se promueven a sí
mismas?” Es interesante registrar la forma como Bouinot & Bermils (1995, p. 25) relatan el
resultado de la comprobación de las respuestas a esta pregunta: “Barcelona, lo que no es
verdaderamente una sorpresa, llega a lo más alto del podio, seguida respectivamente de Berlín,
Lyon y París”. La presencia de gran número de catalanes en el mercado de la consultoría urbana
ciertamente es uno de los resultados comerciales de esa “gran operación de city marketing”
6 Nunca está de más recordar que la oferta de una imagen de ciudad segura no necesariamente
depende de que la ciudad lo sea, de hecho, segura para los que en ella habitan, siempre es posible
crear cordones de aislamiento y áreas de seguridad para los visitantes. En la cita anterior, la
mención a hoteles de lujo con seguridad adecuada es una evidente sugerencia de que se debe ofrecer
a los visitantes (de luoj) una taza de seguridad superior a la taza de seguridad media ofrecida a los
habitantes de la ciudad y a los visitantes (sin lujo).
7 También en este punto es prácticamente la misma posición de Ascher: “En la perspectiva de la
concurrencia interurbana para atraer a las empresas, todas esas características deben estar
reunidas en proporciones diversas, en un o más productos urbanos bien en la ‘mira’ del mercado de
las ciudades; esos productos deben ser divulgados y presentar una buena imagen. En ese sentido
[acrecentar lo francés, ahora en oposición a los catalanes] el éxito más notorio es, sin duda, el de la
ciudad de Montpellier, que sirve de referencia, hasta incluso de modelo, a numerosos funcionarios
con poder de decisión local”. (Ascher, 1994, p. 85)
6
Los catalanes, por su lado, no parecen preocupados con este tipo de problema
teórico. Para ellos, “las grandes ciudades son las multinacionales del siglo XXI” 10
(Borja & Castells, 1997, p. 190). Reproducen, así, la misma fraseología alambicada
y pretensiosa de los dirigentes políticos europeos:
“Personalidad del porte de Maragall 11 (presidente del Consejo de
Municipios y Regiones de Europa) y Delors (Presidente de la
El precedente no debe servir, sin embargo, para minimizar las innovaciones traídas
por la difusión del modelo (¿pos-moderno?) estratégico. En efecto, en tanto el
modelo modernista accionaba nociones y conceptos cuya universalidad parecía
incuestionable –racionalidad, orden y funcionalidad–, ahora es la ciudad, en su
conjunto y de manera directa, la que aparece asimilada a la empresa.
Productividad, competitividad, subordinación de sus fines a la lógica del mercado,
son los elementos que presiden lo que Harvey llamó el empresarialismo de la
gestión urbana (Harvey, 1996) 13.
En el modelo modernista, lo que seducía e inspiraba a los urbanistas de la empresa
fue la unidad de producción: son los principios de organización de la producción
que son transpuestos hacia el plano urbano. Ahora, los neo-planificadores reflejan
la empresa en tanto unidad de gestión de negocios. Así, ver la ciudad como
empresa significa, esencialmente, concebirla e instalarla como agente económico
que actúa en contexto de un mercado y que encuentra en este mercado la regla y el
modelo del planeamiento y la ejecución de sus acciones. Actuar estratégicamente,
12 Como Taylor, Le Corbusier, que lo cita con frecuencia, está obsesionado por el desorden, poro la
pérdida de tiempo, por los rodeos; en la ciudad moderna, como en la fábrica taylorizada, no está
previsto dar un paseo sino en los lugares permitidos, cada uno reservado a su ‘función’. Es preciso
racionalizar, simplificar, medir, organizar científicamente” (Ascher, 1995, p. 87).
13 “…parece haber surgido un consenso general en todo el mundo capitalista avanzado de los
beneficios positivos que han de ser obtenidos por las ciudades que asuman un comportamiento
empresarial en relación con el desenvolvimiento económico” (Harvey, 1996, p. 49). Además, la
posición de Harvey es curiosa e inesperadamente moderada frente al proceso de empresarialismo
de las ciudades y merecería una discusión específica. Por un lado, inspirado en un análisis discutible
de la experiencia de las administradores laboristas, a las que califica de socialistas, de las ciudades
ingleses, Harvey adhiere a la tesis de que no hay alternativas (Harvey, 1996, p. 50). Por otro, y tal
vez aún más sorprendente, el autor sugiere que este tipo de proceso podría llegar a favorecer una
transición socialista (ídem., p. 50).
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14La primera frase de una presentación de la experiencia de Barcelona es la siguiente: “El objetivo
de la presentación es intentar describir los procesos que permitirán la transformación económica y
urbanística de Barcelona por medio de la utilización de dos grandes herramientas: la cooperación
público-privada y la planificación estratégica.” (Forn y Foxà, 1993, p. 2).
11
15 Mucho d la asociación público-privada decantada hoy en día se resume en una subvención a los
consumidores afortunados, las firmas y funciones de comando para que permanezcan en la ciudad
a costa del consumo colectivo local de la clase obrera y de los pobres.” (Harvey, 1995, p. 120).
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16 Para un relato y evaluación crítica del proceso de elaboración del Plan Estratégico de Río de
Janeiro, ver, Vanir, Carlos B. “Os liberáis também fazem…”, cit.
13
En rigor, esta condición existe como un presupuesto inicial, pues el discurso del
plan, permanente, trata a la ciudad como una unidad: la ciudad compite, la ciudad
desea, la ciudad necesita. En cuanto se discute si las ciudades compiten o no, y qué
desean, se acepta como natural, la introducción de la ciudad como sujeto –sujeto
simple, cohesionado, sin jerarquías ni cualidades. Por un acto de nominación, como
diría Bourdieu, se pretende instaurar socialmente la existencia de aquello que en el
discurso, a priori, se supone que existente. 17
“El acto de magia social que consiste en intentar trazar la existencia
de una cosa nominada puede resultar se aquel que lo realiza fuera
capaz de hacer reconocer su palabra o el poder que ella se arroga por
una usurpación provisoria o definitiva, o de imponer una nueva
visión, una nueva división del mundo social: regere fines, refgere
sacra, consagrar un nuevo límite.” (Bourdieu, 1989, p. 116)
17 En este punto, las reflexiones de Bourdieu (9189) sobre el regionalismo puede ser de gran
interés, pues en ambos casos, no obstante sus especificidades, se busca construir la unidad sobre
una base territorial.
14
En todos los pasajes aquí reproducidos, como en muchas otros del mismo tenor, se
constata una clara asociación entre, por un lado, el sentimiento (o consciencia) de
crisis y, por otro, el efecto útil producido, que sea, las condiciones para una
estrategia de conflictos internos o, si se prefiere, para la paz social interna.
“Si no hay conciencia de crisis, difícilmente se puede encontrar un
consenso público-privado operativo. Los desacuerdos sobre lo
inmediato se imponen sobre el acuerdo de fondo.” (Forn y Foxà,
1993, p. 11)
18Al final del anexo citado indicado como fuente Jordi Borja, Consultores Europeos Asociados.
Documentos de Trabajo, 1995, lo que sugiere el objetivo operacional del texto.
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En la misma línea, en otro texto, de las cuatro principales tareas del gobierno local
encontramos:
“cabe aún al gobierno local la promoción interna de la ciudad para
dotar a sus habitantes de patriotismo cívico, de sentido de
pertenencia, de voluntad colectiva de participación y de confianza y
creencia en el futuro de la ciudad. Esta promoción interna debe
apoyarse en obras y servicios invisibles, tanto lo que tiene un
carácter monumental y simbólico como los dirigidos a mejorar la
cualidad de los espacios públicos y el bienestar de la población.”
(Castells & Borja, 1996, p. 160. Cursivas del autor)
El argumento sugiere fuertemente que las oposiciones que conforman los citadinos
son distintas que conforman los ciudadanos: en cuanto estos se dividirían según
las visiones ideológicas, proyectos de sociedad y prioridades nacionales, los
citadinos estarían por encima (o más allá) de estas pugnas. En otros términos, el
debate sobre las prioridades y los proyectos de la ciudad no tiene nada que ver con
el debate acerca de la naturaleza, prioridades y proyecto de la sociedad” 20
En estas condiciones, el liderazgo urbano gana una connotación particular: pasa a
encarnar la tregua y la unidad, situándose, necesariamente, por encima de los
partidos y las pasiones. Es necesario un “gobierno local fuerte, representativo, eficaz
y estable y con capacidad de liderazgo” (Borja & Forn, p. 46). El proyecto político-
institucional parece coherente con la idea de un proyecto de ciudad impuesto por
la crisis y por el realismo, y del cual, por tanto, no hay manera de discordar (¡a no
ser la de aquellos ciudadanos antipatrióticos, es obvio!). En estas condiciones, la
individualización de los liderazgos carismáticos se torna un elemento
estructurador del propio proyecto.
Nuevamente se encuentra la misma y típica démarche, que va de la experiencia
Barcelona, pasa por otras ciudades y se transforma en principio normativo del
modelo. Así, entre los factores que contribuirán al éxito de Barcelona estaría “un
fuerte liderazgo personalizado del intendente” (Borja, 1995, p. 10). En
determinado momento, la presencia o no de intendentes con “fuerte personalidad
y dinamismo” pasa a ser explicativa de los éxitos o fracasos: “Lisboa, con Sampaio y
Barcelona con la emblemática figura de Maragall, son buenos ejemplos” de que
“difícilmente encontremos una respuesta positiva si no hubiera un liderazgo
personalizado, y, en muchos casos, la figura de los intendentes es decisiva.”
(Castells & Bojra, 1996, p. 156)
Un gobierno fuerte, personalizado, estable, apolítico, carismático, expresando la
voluntad unitaria de toda una ciudad de mantener la tregua y la cohesión interna, a
fin de competir, con base en un proyecto competitivo y en el patriotismo cívico, con
las otras ciudades. Examinando las relaciones establecidas por el prefecto con la
población en la ciudad de Montpellier, constantemente invocada, casi tanto como
Barcelona, como modelo a ser seguido, Dreyfuss & Marchand indagan si se puede
hablar del nacimiento de un bonapartismo urbano:
Montpellier, cuya población es principalmente de las camadas medias, encontró en
su intendente un portavoz y le confió el futuro de la ciudad […] La elección del
prefecto se hizo así fuera de toda consideración de la filiación partidaria del
candidato. Ella se apoya sobre la capacidad del ‘hombre providencial’ para
20No deja de ser paradojal que la vida urbana pueda estar tan ajena de un mundo del cual ella es,
según estos autores, protagonista y “motor de desarrollo económico.” (Castells & Borja, 1996, p.
153).
18
21 En otro pasaje del mismo texto, los autores sugerirán la presencia de una “derivación monárquica
del poder municipal”, aún una “presidencialización del papel del intendente” (Dreyfuss &
Marchand, p. 100), señalando, de un lado, la dificultad para clasificar la naturaleza del proceso
político en curso y, al mismo tiempo, afirmando que se trata, sea o que fuera, de un proceso
esencialmente despolitizador y autoritario.
22 Expresiva del concepto de participación difundido por los consultores catalanes fue la forma
como se construyó el consenso en el caso del diagnóstico para el Plan Estratégico de Río de Janeiro.
Los miembros del llamado Concejo de la Ciudad tuvieron 20 días para discutir y proponer
enmiendas a un documento que delineaba nada menos de 268 tendencias, 180 puntos fuertes y 193
puntos flacos; dentro de ese plazo, debieron proponer enmiendas que respetasen la estructura del
documento. Cualquier discordancia en cuanto a la estructura del documento, como la sugerencia de
nuevos capítulos o secciones, sería considerada una manifestación de falta de compromiso con el
proceso y consecuentemente, excluiría al proponente del proceso. A este respecto ver, Vainer,
Carlos B. “Os liberáis tambem…”, cit.
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trasposición del modelo estratégico del mundo de las empresas hacia el mundo de
las ciudades, el empleo del marketing urbano, la unificación autoritaria y
despolitizada de los ciudadanos y, en fin, la instauración del patriotismo cívico.
Un primer e interesante cuestionamiento de la idea de competencia entre ciudades
o territorios bien de Bouinot & Bermils (1995, p. 17), que, a pesar de su
compromiso global con el modelo, no dejan de percibir que esta competición entre
ciudades constituye, en cierta medida, la forma a través de la cual se manifiesta la
competición entre empresa en busca de localizaciones ventajosas.
A su vez, Porter, desde lo alto de su autoridad como emblema del planeamiento
estratégico, rechaza la idea, afirmando que no son los países (ciudades, regiones)
los que compiten, pero si las empresas y sectores industriales que allí tienen sus
bases de operación (home base). En consecuencia, para Porter, lo máximo que se
podría afirmar es que algunos países (regiones y ciudades) ofrecen un ambiente
favorable a la competitividad de determinados sectores industriales (Porter,
1990).
Otra e interesante posición es sugerida por Harvey (1996, 56), que identifica en el
proceso descrito como de competición entre territorios y regiones un mecanismo
que lleva a las ciudades a que se alinearan “con la disciplina y la lógica del
desarrollo capitalista” En esta dirección, según lo que sugieren las enseñanzas y
directrices de los consultores catalanes y generalizan la oferta de las
infraestructuras y servicios necesarios para la implantación de corporaciones
transnacionales, las ciudades estarían, simultáneamente: a) abaratando, para la
concurrencia, el costo de estos servicios a sus consumidores; b) aumentando la
libertad de circulación y fluidez, esto es, la libertad de elección y el margen de
maniobra de los consumidores de localización, una vez que estos tuvieran a
disposición un número cada vez mayor de ciudades con atributos locales
indispensables. 23
El cara a cara con un discurso que transfigura incesantemente el sentido y la
función lógica (sintáctica) de la ciudad no parece ser fácil. El cuestionamiento de la
transformación de la ciudad en mercancía se diluye en el momento en que ella
resurge travestida de empresa; y la crítica a esta analogía pierde sentido cuando es
la ciudad patria la que emerge, ofreciendo paz, la estabilidad y la garantías de
líderes capaces de encarnar, gracias a su carisma, a la totalidad de los ciudadanos.
23 Discutiendo las condiciones en que una empresa puede conquistar una ventaja competitiva
sustentable en el interior de un sector industrial, Porter insiste en que, en los sectores en que la
concurrencia se da a través de la oferta homogénea de un bien y la disputa a través de precios, el
verdadero ganador acaba siendo el consumidor. Contrariamente, sectores en los cuales la
concurrencia tiene como elemento central la diferenciación es para aquellos que ofrecen mayores
ventajas a las empresas (Porter, 1996). Aplicando el análisis de Porter a la estrategia competitiva de
los catalanes, veremos que la propuesta de hacer competir a todas las ciudades en el mismo
mercado, ofreciendo las mismas infra-estructuras y servicios, como defienden los autores aquí
analizados, constituye un mecanismo de transferencia líquida de recursos locales para el
presupuesto de las empresas en busca de localización.
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