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XXI
MARGARITA MENDOZA BURGOS | Viernes, 11 de mayo del 2018
Foto: Internet
Nos estamos convirtiendo en autómatas, seres que van "a lo suyo" y "pasan
de largo todo lo demás"
Hace algunos días leía una entrevista en el periódico español El País al neurólogo
portugués Antonio Damasio. En ella, el profesor de la Universidad del Sur de
California abordaba un tema fascinante: los sentimientos. Lamentablemente para
muchos -sostiene el catedrático-, la inteligencia es más importante que el
sentimiento, especialmente para aquellos que no vienen de las humanidades o las
artes y sí de las ciencias y la tecnología.
Coincido con esa visión. Definitivamente, somos menos sensibles que antes. La
proliferación de los medios de comunicación con sus imágenes descarnadas ha
hecho que se una el morbo natural en el ser humano con la costumbre de ver cada
día imágenes y sucesos más desgarradores con la lejanía de nuestra realidad. "Eso
le pasa a otros, no a mí...." Nos impacta, pero nos vamos acostumbrando, pues el
bombardeo de noticias e imágenes hace que la mente se vaya acostumbrando y así
perdemos nuestra capacidad de sentirlo. Algo parecido pasa con la violencia: nos
vamos acomodando a sus manifestaciones, aunque por otro lado parece que hay
más énfasis por erradicarla.
Y así, de a poco nos estamos convirtiendo en autómatas, seres que van "a lo suyo"
y "pasan de largo todo lo demás". Son comunes imágenes de gente pasando al lado
de seres humanos sufriendo, muriéndose o siendo atacados, y lo hacen con una
total indiferencia. Somos como autómatas, ya sea por prisa, por no meternos en
problemas, por desinterés o simplemente por distracción"¦ Cualquier sea de las
cuatro razones, es preocupante. Vamos en nuestro mundito, nuestra zona de
confort, como los caballos con orejeras. Solo vemos hacia dónde vamos.
Por eso insisto que los sentimientos están devaluados. Cada vez estoy más
convencida que las computadoras nos reemplazarán en un futuro no muy lejano.
De hecho, las máquinas ya hacen muchos trabajos mecánicos y repetitivos, pero
empiezan a crear seres computarizados con sentimientos también. Pero los
sentimientos no están devaluados sólo por la tecnología sino por la respuesta
humana a las mismas.
La raza humana ha llegado a un punto tal de deshumanización que ya no nos asombran las
atrocidades que a diario se cometen, y no nos asombran ni asustan porque se ha vuelto costumbre
y la costumbre insensibiliza los sentidos y los sentimientos hasta casi neutralizarlos.
Con el avance del tiempo, pasando de un mes a otro, de un año a otro hasta llegar a siglos, la
vida ha cambiado aunque suene paradójico para bien y para mal. Por esa razón, hoy día
disfrutamos de comodidades que hace cien años tal vez algunos soñaban pero muy pocos lo creían
posible, así mismo, actos que ayer eran considerados como mínimo aberraciones, cuando no un
delito contra nosotros mismos y contra la sociedad, hoy nos parecen normales y ni un sonrojo
asoma a nuestra cara porque por la fuerza de la costumbre, hemos perdido la virtud de
condolernos con el dolor ajeno y el asombro nos es prueba en nuestro favor porque no lo
manifestamos.
Así vemos crecer empresas que se dedican a masacrar al medio ambiente y a la naturaleza en
general en perjuicio de toda la raza humana al acabar con especies animales y vegetales, sin que
haya una ley que les ponga un alto y las sancione con todo el rigor que amerita y bien
fundamentado está decir que…el sistema que rige en el mundo ya no es político, es económico.
Ahora, voy a citar algunos casos horripilantes de deshumanización que se dan con animales
para no hablar de los que se dan con seres humanos porque no encuentro las palabras adecuadas
para hacerlo, hablaré de los criaderos de perros, hoy llamados sin pudor: Factorías, en las que
acaban con la vida de las hembras –si se le puede llamar vida a lo que les toca vivir a estos
nobles animales– a causa de la procreación continuada, sin siquiera darles tiempo a la
recuperación de un parto para entrar en otro y así hasta que estos pobres animales mueren de
estrés y de desesperación, una desesperación que me puedo imaginar y nunca jamás podré
justificar.
Las tiburones son cazados en alta mar, subidos a los barcos pesqueros –que deberían llamarse:
Barcos de extermino o negreros– y una vez están en cubierta, proceden a cortarles las aletas y
sin siquiera aplicarles el bálsamo de la muerte, arrojados al mar.
Las gallinas son criadas expresamente para que pongan huevos y les dan por habitáculo el
equivalente a una baldosa, donde comen, cagan, pone sus huevos y van perdiendo la cordura
hasta que mueren de locura o son sacrificadas porque dejan de ser rentables.
Estos tres ejemplos que he puesto de deshumanización son una muestra de lo que hay, de lo
que somos capaz de hacer los seres humanos, –aunque, gracias a Dios, no todos estamos incluidos
en la lista de deshumanizados– y ni siquiera nos planteamos lo posibilidad de denunciarlo y hacer
por la fuerza de la razón y de los derechos a una vida digna que tanto las personas como los
animales merecen, que se creen leyes muy duras, iguales o superiores a los actos bárbaros que
tienen que castigar.
Qué nos falta por ver? Hasta donde es capaz de llegar el ser humano por riqueza y por poder?
Estas preguntas quedan en el aire para que sean respondidas por todo aquel que me lea, y
unificando nuestros puntos de vista entendamos que la vida no puede seguir así. Que el desarrollo
y el crecimiento económico no se pueden dar a cualquier costo, porque el precio que se está
pagando es mayor que la riqueza que puedan acumular los avaros y mezquinos que están
destruyéndolo todo en aras de sus intereses y los de quienes manejan el poder que lo permiten.