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JESÚS DE NAZARET.
Introducción
Este capítulo pretende una aproximación a la figura histórica de Jesús de
Nazaret, el predicador del Reino. Tarea compleja, porque los datos
fundamentales nos vienen por los evangelios, que son fruto de la
experiencia pascual de los discípulos, es decir, de algún modo son
documentos comprometidos. Sin embargo, guardan un núcleo histórico que,
desde un análisis histórico-literario e histórico crítico de las fuentes
permiten el acceso a Jesús histórico (González Faus), al predicador del
Reino.
Fue una figura tan significativa que en el imaginario popular nunca murió. El
mismo Dios lo había arrebatado en un carro de fuego. Se creía que un
signo de la llegada del Mesías sería la vuelta de Elías.
Los herodianos:
Este grupo, políticamente se articulaba alrededor de la dinastía de
Herodes. Desde la época de Herodes el Grande, que gobernó el país desde
el año 37 al 4 a.C., se aliaron al poder romano para defender intereses
compartidos. Eran miembros de la corte, vivían bien y por lo tanto no
tenían ningún interés en la venida del Mesías. Por miedo a perder su
poder hicieron alianza con los fariseos y actuaron en contra de Jesús (Mc.
3, 6; Mt. 22, 16).
Los Saduceos:
Era un grupo aristocrático y latifundista que se decían descendientes del
Sumo Sacerdote Sadoc. Normalmente vivían en Jerusalén y sus tierras
campesinas estaban en manos de administradores. De este grupo salían
los Sumos Sacerdotes y tenían el dominio político del Sanedrín. El
historiador F. Josefo dice de ellos que “no convencían más que a los ricos y
no eran seguidos por el pueblo”. Era una aristocracia despótica. No creían
en la resurrección de los muertos, ni tampoco tenían expectativa mesiánica.
¡les iba tan bien en la vida que no necesitaban de un Goel o padrino
rescatador! Eran oportunistas y convivían con las grandes autoridades
romanas y herodianas. También se pusieron en contra de Jesús (Mt.22, 23).
Los Fariseos:
Este grupo tuvo su origen en tiempos de la revolución de los hermanos
macabeos. Surgieron como personas piadosas opuestas a la invasión de
la cultura griega, en defensa de su fe. Socialmente eran comerciantes,
artesanos y hasta campesinos con una formación disciplinada. Distribuían
las 24 horas del día en 8 horas de trabajo, 8 de oración y estudio de la Ley
y 8 horas de descaso. Eran respetados por el pueblo. Su objetivo de vida
era cumplir la Ley como el medio para ser justificados por Dios. ¡El mérito
humano era lo importante! Pero descuidaban la justicia y la misericordia
con el hermano. Esperaban un Mesías Rey que limpiara de paganos y
pecadores al país. En tiempos de Jesús, el grupo estaba formado por unas
6.000 personas. Parece que los fariseos se opusieron tenazmente a Jesús y
se escandalizan de su práctica. (Mc.2, 18-22). Sobrevivieron a la caída de
Jerusalén en el año 70.
Esenios:
Este grupo tuvo su origen en los mismos círculos piadosos de la resistencia
de los hermanos macabeos. Se fueron separando de aquellos círculos
porque eran más radicales que los fariseos. Se trasladaron a vivir al otro
lado del mar Muerto. Eran nacionalistas, por eso, no aprobaban la alianza
de algunos grupos con los romanos. Esperaban una próxima venida del
Mesías como maestro de justicia y sacerdote que purificaría el templo.
Jesús al parecer no tuvo contacto con ellos.
Los Sacerdotes:
Esta casta social tiene su origen en la visión sacrificial de la religión judía.
Estaban muy ligados al templo de Jerusalén, donde se organizaban en
turnos diarios y semanales para ofrecer los sacrificios que el pueblo
presentaba. Recordemos que la gente ofrecía en sacrifico, según sus
posibilidades desde terneros, corderitos, harina, hasta palomas, de estas
ofrendas una parte quedaba con el sacerdote y otra con las personas que
ofrecían el sacrificio. En tiempos de Jesús había unos 7000 sacerdotes.
Otros, vivían en el interior de Palestina, en pequeñas aldeas y formaban
parte de los sacerdotes pobres. Quizá esperaban un Mesías sacerdote que
sentara su poder en el templo. Jesús mantuvo distancia con este grupo.
Los Publicanos:
Eran personas encargadas de cobrar los impuestos para Roma. Por eso
eran mal vistos y juzgados como pecadores y colaboracionistas. Se los
consideraba también impuros porque estaba en contacto con la moneda del
emperador. En su mayoría eran empleados públicos, sin tener una posición
alta dentro de la escala social. Jesús con sentido misericordioso los valoró e
incluso hizo una parábola contraponiendo la actitud limitada del publicano
frente a la actitud orgullosa de un fariseo.
Los Escribas:
Su origen está en la necesidad que el pueblo tenía de personas que
interpreten la Ley. Eran los profesores ambulantes, filósofos y sobre todo
maestros de la ley. Por su rol en la sociedad tenían más influencia en la
formación de la mentalidad y conciencia del pueblo. Normalmente eran
pobres, pues vivían de las ayudas de la gente o de su trabajo personal.
Jesús mantuvo una posición crítica frente a este grupo, pues en algunos
casos, no solo que vivían de la solidaridad del pueblo sino también del
engaño, por eso el Nazareno pedía a la gente que tengan cuidado de los
escribas que “devoran las casas de las viudas mientras fingen largos rezos”
(Mc 12, 40).
Los Sicarios:
Era un grupo minoritario de gente nacionalista, radical y violenta.
Realizaban acciones aisladas de violencia contra los romanos, porque
querían un Israel libre e independiente. Con el pasar de los años, el
movimiento dio origen a los Celotes o celosos de Dios y se enfrentaron
contra el imperio romano (!), pero fueron aplastados, e incluso el mismo
templo destruido y el pueblo dispersado. Esperaban un Mesías guerrero
que dirigiera la lucha de liberación nacional. Jesús no se identificó con ellos
pero al parecer uno o dos de sus discípulos formaron parte de ese grupo.
Los pobres
Con este nombre se agrupa a gran parte del pueblo como los campesinos,
esclavos, jornaleros que apenas si tenían para vivir. Socialmente no
estaban organizados, pero cultivaban la expectativa de un Mesías solidario
con su situación. Frente a este grupo Jesús se mantuvo cercano y fueron su
auditorio permanente.
Los excluidos
Este grupo humano estaba formado por enfermos, que en aquella época
eran considerados pecadores ¡la enfermedad era sinónimo de pecado! ,
por extranjeros y pecadores públicos que eran rechazados por el
convencionalismo cultural. Jesús se mostró solidario con este grupo, los
curó, y orientó su vida hacia los ideales del Reino. Su solidaridad
escandalizó a fariseos y escribas.
El Imperio Romano:
El imperio romano desde el siglo primero antes de Cristo, controlaba toda
la cuenca del Mediterráneo, incluida la zona de Palestina. El auge del
imperio, sin embargo surgió con la figura de Cesar Augusto que gobernó
desde el año 31 a.C., al 14 d.C. ¡Cuarenta y cinco años! Llevó un estilo de
gobierno imperial de poder total denominado “Pax Romana”.
Políticamente Cesarea del mar era la sede del procurador romano, que
en el momento de la sentencia y muerte de Jesús era Poncio Pilatos.
Los judíos habían conquistado algunos privilegios como no hacer el
servicio militar, administrar justicia de acuerdo a sus leyes y hacer respetar
su religión, sin embargo, se reservaban autoridad de quitar y poner
sumos sacerdotes a su conveniencia. En el templo se ofrecía sacrificios
diarios por el emperador de turno. Esto constituía una ofensa para los
judíos piadosos y nacionalistas.
Recordemos que la muerte en cruz que sufrió Jesús era una atribución que
tenía el imperio. Jesús murió según la ley romana.
El Templo:
Culturalmente el templo era el símbolo de la identidad religiosa de los
judíos tanto de los que vivían en Palestina como para los judíos de la
diáspora. Esta fuerza simbólica económicamente se convirtió en un
"tesoro disputado", por la cantidad de dinero que por concepto de
limosnas y ofrendas dejaban los peregrinos. Se calcula que anualmente el
templo recibía unos 15 millones de denarios (moneda con la que podía
comer un día una familia), por ello, la expresión "cueva de ladrones" era
oportuna. El templo contaba con una burocracia impresionante con
alrededor de 18.000 empleados entre: sumos sacerdotes, jefes de
sacerdotes, vigilantes, cantores, sirvientes, entre otros, preocupados de
mantener la estructura económico/religiosa.
El Sanedrín:
El Sanedrín era el consejo nacional de Israel, integrado por 70 personas
influyentes de la sociedad como: sumos sacerdotes (quienes presidían el
consejo), saduceos, sacerdotes, escribas y algunos fariseos. Tenía
facultades para juzgar, condenar y conducir el rumbo el país. Su ámbito de
influencia era penal, político y religioso. Anás fue Sumo Sacerdote
durante muchos años. Gobernó apoyado por los romanos y buscando
quedar bien con ellos. Al parecer, Nicodemo y José de Arimatea, discípulos
ocultos de Jesús eran miembros de este consejo.
La Sinagoga
La sinagoga era un centro religioso donde la comunidad judía se
congregaba los días sábados para leer y comentar la ley, recitar los salmos
y hacer oración. La dirección estaba en manos de los maestros de la ley.
También fungía como una pequeña escuela, donde la gente aprendía a leer
y escribir, a la par que conocía la historia del pueblo, aprendía los salmos y
los cantos. ¡Muchas cosas Jesús las aprendió en la sinagoga! Según Lucas,
Jesús inició su misión en la sinagoga de Nazaret, leyendo el pasaje de
Isaías sobre el año de gracia del Señor.
Idioma: Jesús hablaba arameo, pero con un tono particular, propio de los
habitantes de Galilea. Seguramente sabía también algo de hebreo, pues,
era el idioma oficial en que se hacían las oraciones y las lecturas en la sina-
goga (Lc 4,16-17). Incluso algunos plantean que sabría también griego,
porque era el idioma dominante en aquella época. ¿Quién de nosotros no
sabe unas cuantas palabras en inglés?, luego también el Nazareno sabría
unas cuantas en griego.
Estudios: Jesús no estudio en Jerusalén, ni hizo cursos con el viejo Gama-
liel maestro de Pablo. No obtuvo ningún título, no fue ni un rabino ni un in-
telectual. No dejó nada escrito. Sin embargo, sabía escribir (Jn 8,6) y leía en
hebreo (Lc 4,16). Aprendió mucho en la escuela de la Sinagoga, pero sobre
todo en la escuela de la vida, tanto que todos admiraban la autoridad con la
que hablaba (Mt 8,28-29).
Religión: Jesús fue judío hasta el fin de su vida, participó de las fiestas co-
mo la pascua y de las asambleas semanales en la sinagoga. Pero fue críti-
co de la ley, del templo, de la teología a tal punto que sus seguidores luego
de la muerte de su maestro fueron expulsados de la religión oficial.
Ubicación religiosa: Jesús fue laico, un seglar dentro de la sociedad judía.
No se identificó con ningún estilo religioso de aquella época: no fue un sa-
cerdote judío, sin embargo, criticó sus liturgias que se habían convertido en
un medio de explotación a los peregrinos. No fue un saduceo, imposible,
era un grupo solo para la aristocracia y muy conservador. No fue un fariseo,
pues les corría a los legalistas, más bien los combatió. Tampoco se identifi-
co con los zelotes, aunque entre los doce, más de uno era simpatizante de
aquel grupo. No fue un monje esenio, ni de lejos, su estilo de vida era otro.
Por último, aunque muchos lo llamaron maestro-rabí ni estudió ni le gustó
el papel de intérprete de la Ley.
a. La Concepción
Este momento se identifica con el surgimiento del ser. ¡El paso del no ser al
ser es el gran misterio de la vida!. En el caso de Jesús simbólicamente está
reflejado en el relato de la Anunciación. Lo interesante de este momento es
que entran en juego el amor de Dios, que quiere hacerse cercano a la
humanidad y la libertad de María que decide apostar por un sueño y dice
si al proyecto de Dios. Amor y libertad de la pareja es un binomio que
deben entran en juego en la experiencia de la concepción un hijo. A la vez
que son dos valores reivindicados por la juventud.
b. Nacimiento e infancia
El nacimiento de Jesús, por lo que nos cuentan los evangelios, estuvo mar-
cado por la pobreza de la familia de Nazaret. Según Mateo Jesús nació en
Belén, lugar donde mil años antes había nacido el rey David. Más aún, sus
padres le pusieron el nombre de Jeshua, que significa "Yavé salva",
recordemos que en la cultura judía, el nombre orienta la misión de la
persona.
c. La juventud.
De la juventud no tenemos ningún dato registrado. Sin embargo, el
episodio del niño, mejor diríamos del adolescente, perdido y hallado en el
templo (Lc 2,41-52), nos entrega un dato significativo. A los 12 años el niño
en la sociedad judía dejaba de ser tal y pasaba a vivir un tiempo corto de
juventud. Este paso se hacía con el gesto de colocar la Ley en las manos
del muchacho, para significar que desde ese instante comenzaba a tener
responsabilidades y derechos.
El episodio más allá de la simbología teológica nos muestra a un muchacho
que va con sus padres a Jerusalén y luego por su propia cuenta y sin
informarlos nada se queda en la fiesta de Pascua en Jerusalén. El tomó
una decisión libre, autónoma. ¡Había empezado a ser joven!
Por otro lado, del estilo de vida que nos muestran los evangelios, podemos
inferir que Jesús vivió una juventud sana, alegre y abierta a la relación con
sus vecinos. Las afirmaciones que circulan en algunos libros "científicos"
en el sentido de que Jesús en su juventud fue a prepararse en los secretos
de la mística India o en la sabiduría egipcia, son mera hipótesis sin
fundamento histórico, pues no hay fuentes serias que respalden tales
versiones.
Por otro lado, con el bautismo Juan lo enviaba a ser profeta. Pero su
predicación solo comenzó cuando le tomaron preso a Juan Bautista (Mc
1,14). Este episodio afectó emotivamente a Jesús ¡se sintió indignado! Por
ello, leyendo los signos de los tiempos se atrevió a decir. “El plazo se ha
cumplido” y comenzó a anunciar el Reino de Dios. Enseñaba en parábolas,
y hacía milagros en bien de los enfermos y desvalidos. En ese tiempo, las
multitudes lo seguían. Tenia un éxito arrollador.
e. El tiempo de crisis
Hacia la mitad de su vida pública, Jesús afronta una crisis que se la puede
identificar como, crisis de estilo mesiánico, pues las masas le siguen por el
pan y los milagros, buscan de él cosas asombrosas. Sus discípulos le
siguen por el interés de tener parte en el poder. Las autoridades judías
quieren matarlo. Es un momento de confusión, tentación, miedo y toma de
decisiones fuertes. Confusión, por ello, en este momento Jesús hace a sus
discípulos la gran pregunta ¿quién dice la gente que soy yo? (Mc 8,29).
Tentación de realizar un estilo mesiánico fundado en el tener, en el poder y
en el aparecer y no en el compartir y servir. Miedo porque como toda
persona al sentirse amenazado de muerte le surgieron sentimientos
encontrados. Pero Jesús no prolongó la crisis, tomó una decisión
importante, subir a Jerusalén.
Esta decisión de subir a Jerusalén fue confirmada por su Padre, con el ges-
to de la transfiguración En que Jesús se siente respaldado al escuchar la
Palabra de Dios “este es mi hijo amado, a él han de escucharlo” (Mc 9,2-
13). ¡Qué bueno que los hijos se sientan respaldados por sus padres
cuando toman decisiones fuertes!.
f. Pasión y muerte.
En la última pascua de su vida, Jesús cenó con sus discípulos. Le llegó la
hora. En el huerto ora profundamente, pues tiene una lucha interna entre
hacer la voluntad del Padre, ser coherente con su vida o echarse para atrás
por miedo a la muerte, en ese momento se encuentra sólo, sus discípulos
aunque lo acompañan se quedan dormidos y nuevamente decide solo.
g. La resurrección:
Este fue un acontecimiento, por el cual los discípulos experimentaron que
Jesús había resucitado. El Dios de la Vida no podía dejarlo muerto al
apasionado por la vida. El Resucitado se dejó ver a sus discípulos y
discípulas. Para los discípulos fue el signo de que la causa de Jesús seguía
en pie, la lucha por pasar de condiciones de limitación a otras de plenitud
tenía sentido con la resurrección de Jesús. Pero la resurrección, en su
sentido más profundo, se ubica en otra esfera más allá del tiempo y el
espacio.
Jesús tenía clara su pasión por el Reinado de Dios, e hizo de esta pasión el
centro de su predicación. Por eso, con razón se afirma que Jesús no
predicó a Dios, ni se predico así mismo, predicó el Reino de Dios.
a. Su anuncio programático
El anuncio del Reino giró en torno a cuatro palabras programáticas: la
conversión, la felicidad, la opción por los pobres y a la defensa de la vida,
que con fidelidad creativa a la palabra y obra de Jesús los evangelios nos
recuerdan:
Pero esta felicidad como la propone Jesús tiene tres sentidos: La primera,
la felicidad como conversión para asumir una nueva actitud ante la vida,
más positiva y movilizadora. La segunda, la felicidad como tarea de formar
comunidad donde se haga viable esa felicidad predicada, y la tercera la
felicidad como regalo-gracia transformadora que surge del encuentro de la
persona con Dios, mejor con el Reino de Dios.
Hoy la exclusión ya no viene solo del sistema religioso, sino sobre todo,
del económico. Aquí esperamos descubrir buenas noticias, gestos grandes
o pequeños y proyectos de justicia, no de limosna.
Por eso, Jesús actuó proféticamente en una sociedad patriarcal y puso las
bases de una cultura gineándrica, de participación simétrica entre varones y
mujeres. En nuestra sociedad tan machista todavía estamos en deuda con
esta práctica de Jesús.
Hoy, con tantas formas de muertes, unas lentas, otras sofisticadas y otras
que matan el espíritu, es necesario identificarse con el biófilo Jesús para
defender a muerte la vida y la dignidad humana.
En un primer momento para sus familiares Jesús fue visto como un loco. No
era para menos, tenía un comportamiento extraño a las costumbres, por
ejemplo no se casó, cuando a la edad de Jesús todos los muchachos
estaban casados. Algo aún más extraño, cuando el Nazareno se enteró
de la prisión de Juan, Jesús se dedicó a predicar la llegada del Reino, por
todos estos detalles, simplemente le consideraron que estaba loco.
Recordemos el episodio de Marcos que cuenta que mientras estaba reunido
en una casa, llegaron sus familiares para llevárselo de vuelta a casa
aduciendo que se había vuelto loco (!) Mc 3,21. Desde luego esa visión fue
evolucionando pues luego vamos ver a su madre María al pie de la cruz y
reunido con los discípulos orando cuando vivieron la experiencia del Espíritu
Santo. Incluso Santiago, llamado el hermano de Jesús, luego va a ser
encargado de la comunidad de Jerusalén.
Para sus amigos y discípulos Jesús fue una persona desconcertante, pero
en un primer momento lo siguen viendo en él al Mesías Davídico que puede
liberar al pueblo del poder romano, pero sobre todo, con el cual pueden
tener una cuota de poder.
Para sus paisanos de Nazaret, simplemente era el hijo del carpintero y por
esta razón, aunque su mensaje les impresionó, no se abrieron a su
persona, pues era el hijo del carpintero y su madre y hermanas y hermanos
vivían entre ellos. Incluso luego de su comentario sobre Isaías se
indignaron y le quisieron despeñar (cf. Lc 4, 29).
El Pueblo vio en Jesús un profeta, o como al viejo Elías que según las
Escrituras habría de venir, incluso creyeron que era el mismo Juan que
había vuelto a la vida y es que la predicación de Jesús y Juan se parecían
tanto que se prestaba a confusión.
Para los fariseos y maestros de la ley locales, Jesús era un blasfemo, pues
trataba de forma irreverente a Dios. También lo llamaban amigo publicanos
y pecadores, más aún, lo decían bebedor y comilón. La verdad era que
Jesús tenía una conducta que rompía con los esquemas religiosos y
culturales de su tiempo, por eso los fariseos no se cansaban de insultarlo.
Para otros, como el joven rico, Jesús era un Maestro bueno que enseñaba
con sabiduría cosas interesantes desde la vida y para la vida, no tanto de
la ley por la ley.
Por otro lado, Jesús mantuvo cercanía con gente pecadora e incluso
comió con ellos y se atrevió a afirmar que los publicanos y las prostitutas
llegaran antes al Reino de Dios (Mt, 21,31).
Seguramente, surgieron preguntas como estas ¿Cómo puede estar seguro
de que Dios actúa así con los pecadores? ¿Con qué derecho identifica su
actuación con la de Dios?