Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El existencialismo es una corriente filosófica y literaria que estudia la condición humana a partir de
los principios de libertad y responsabilidad individual, los cuales han de ser analizados como
fenómenos independientes de justificaciones religiosas, filosóficas o racionales, es decir,
independientes de las categorías preconcebidas.
Como corriente de pensamiento, el existencialismo iniciará en el siglo XIX, pero solo hacia la
segunda mitad del siglo XX alcanzará su apogeo.
El carácter heterogéneo del existencialismo impide que sea considerado como una escuela
unificada. Sin embargo, las tendencias que se han manifestado dentro del movimiento comparten
algunas características. Entre ellas, podemos mencionar las siguientes:
De estas categorías habrá muchas interpretaciones. Todas tendrán algo en común: justificar la
condición de la existencia humana fuera y antes del sujeto, es decir, partir de que la existencia
humana se debe a un esencia de la cual derivan los principios éticos.
Para el existencialismo, la existencia humana precede a la esencia. Esto significa que la reflexión
filosófica no tendría que fundarse en la formulación de categorías abstractas y trascendentes,
como Idea, dioses, razón o moral, sino a partir de la propia condición de la existencia humana.
La libertad debe ser ejercida por el sujeto desde una absoluta responsabilidad individual, lo cual
debería derivar en una moral que no requiera de un imaginario previo para justificarse. Se
entiende así la formulación de Jean-Paul Sartre, según la cual la libertad es responsabilidad total
en soledad absoluta, es decir: "El hombre está condenado a ser libre".
Así las cosas, la libertad en el existencialismo no debe ser confundida con un individualismo
indolente. Por el contrario, la libertad en el existencialismo implica la plena conciencia de que las
decisiones y acciones personales influyen en el entorno social, lo que nos hace corresponsables
del bien y del mal infligidos sobre los otros. Concluyen los existencialistas que la conciencia de la
libertad así entendida permite la formación de una ética que no requiere de una justificación
externa para existir.
Esta pretensión de los existencialistas descansa, como es de esperarse, en la lectura crítica de las
guerras históricas, cuyos crímenes han sido justificados a partir de categorías abstractas y
suprahumanas o supraindividuales según el caso, como nación, civilización, religión, evolución, y
pare de contar.
Si el temor puede definirse como el miedo a un peligro concreto, la angustia es, en cambio, el
temor de sí mismo, la inquietud ante las consecuencias de las propias acciones y decisiones, el
miedo a una existencia sin consuelo, el miedo a proferir daños irreparables pues no hay excusas,
justificaciones ni promesas. La angustia existencial es, de algún modo, lo más semejante al vértigo.
Sin embargo, desde el siglo XIX en el mundo occidental ya era notorio que aquellas banderas
(razón, progreso económico de la industrialización, política republicana, entre otros) no lograban
evitar la decadencia moral de Occidente. Por eso, el siglo XIX ve nacer muchos movimientos
críticos de la razón moderna, tanto artísticos como filosóficos y literarios.
El existencialismo, desde sus inicios, ya notaba la incapacidad de Occidente para ordenar aquella
transformación violenta. Los existencialistas del siglo XX que vivieron la Segunda Guerra Mundial
tuvieron frente a sí las pruebas de la decadencia de los sistemas morales y éticos fundados en
valores abstractos.
Sören Kierkegaard
Sören Kierkegaard, filósofo y teólogo danés nacido en 1813 y fallecido en 1855, es el autor que
abre paso al pensamiento existencialista. Será el primero en postular la necesidad de que la
filosofía sitúe su mirada desde el individuo.
Para Kierkegaard, el individuo debe hallar la verdad en sí mismo, fuera de las determinaciones del
discurso social. Ese será, pues, el recorrido necesario para hallar la propia vocación.
Así, Kierkegaard avanza hacia la subjetividad y el relativismo, aun cuando lo hace desde una
perspectiva cristiana. Entre sus obras más destacadas se encuentran El concepto de la angustia y
Temor y temblor.
Friedrich Nietzsche
Friedrich Nietzsche fue un filósofo alemán nacido en 1844 y fallecido en 1900. A diferencia de
Kierkegaard, rechazará cualquier perspectiva cristiana y religiosa en general.
Entre sus obras más famosas se pueden mencionar: Así habla Zaratustra y El nacimiento de la
tragedia.
Jean-Paul Sartre
Sartre definía sus planteamientos filosóficos como existencialismo humanista. Estuvo casado con
Simone de Beauvoir y recibió el Nobel de literatura en 1964. Es conocido por haber escrito la
trilogía Los caminos de la libertad y la novela La náusea.
Otros autores
Son muchos los autores que son considerados existencialistas por parte de la crítica, tanto a nivel
filosófico como a nivel literario. Muchos de ellos pueden ser vistos como antecesores de esta línea
de pensamiento según su generación, mientras que otros han surgido a partir de los
planteamientos de Sartre.
Entre otros nombres importantes del existencialismo podemos mencionar a los escritores
Dostoyevski y Kafka, a Gabriel Marcel, al español Ortega y Gasset, a León Chestov y a la propia
Simone de Beauvoir, esposa de Sartre.
Individualismo
El ser humano es un todo completo, un individuo que se define por su carácter libre y no por su
humanidad o por su pertenencia a un mundo. El hecho de ser libre, lo hace responsable de sus
propios actos, de sus propias decisiones y de su propio sistema de valores. No hay más ética que la
individual.
La emoción
Este es un concepto fundamenta para entender esta corriente, que entiende al ser humano como
un ente independiente que mantiene una relación complicada con su entorno, y cuya emoción
básica es la angustia, que provoca la interminable obligación de elegir.
En esta lección, explicaremos el significado del término vitalismo en la filosofía, su definición y sus
características más importantes, una teoría filosófica que defiende que la vida no puede ser
reducida a ninguna categoría ajena a sí misma, sino que la vida, tiene una realidad propia. A
mediados del siglo XIX y principios del XX algunos de los filósofos más relevantes, desarrollan la
doctrina vitalista. A continuación explicaremos qué es el vitalismo, si quieres saber más, continua
leyendo este artículo.
Índice
Definición de vitalismo en filosofía
Otros representantes del vitalismo en filosofía
Principales características del vitalismo filosófico
Vitalismo de Nietzsche
La vida en su contexto biológico consiste en al afirmación y revaloración del cuerpo y de los
instintos, de la lucha por la supervivencia, de la naturaleza, del amor y de la muerte, de la finitud y
la parte irracional de la vida. El principal representante de esta línea de pensamiento es el filósofo
alemán Friedrich Nietzsche.
“Cuando no se sitúa en la vida su propio centro de gravedad, sino en el "más allá", en la nada, se
despoja a ésta de su esencia. La gran mentira de la inmortalidad personal le quita al instinto todo
lo que tiene de razón, de naturaleza. Desde ese momento, todo lo que hay en los instintos de
beneficioso, de favorecedor de la vida y de garante del futuro, despierta desconfianza. El sentido
de la vida se convierte entonces en vivir de manera que ya no tenga sentido vivir. ¿De qué sirve,
pues, el sentido comunitario, la gratitud a los orígenes y a los antepasados? ¿Para qué colaborar,
confiar, impulsar y favorecer cualquier forma de bien general? Todas estas actitudes son
tentaciones, desviaciones al "camino recto" (...) Todo individuo, como poseedor de un "alma
inmortal", ocupa el mismo nivel jerárquico que los demás (...) Cualquier beato desequilibrado
tiene el derecho de imaginarse que por él se transgreden a cada paso las leyes de la naturaleza.
Nunca maldeciremos con suficiente desprecio una acentuación como ésta de toda suerte de
egoísmo que llega hasta lo ilimitado y hasta la desvergüenza (...) La "salvación del alma" equivale,
hablando en plata, a afirmar que el mundo gira en torno a mí”. F. Nietzsche. El Anticristo.
“El tema de nuestro tiempo consiste en someter la razón a la vitalidad, localizarla dentro de lo
biológico, supeditarla a lo espontáneo. Dentro de pocos años parecerá absurdo que se haya
exigido a la vida ponerse al servicio de la cultura. La misión del tiempo nuevo es precisamente
convertir la relación y mostrar que es la cultura, la razón, el arte, la ética quienes han de servir a la
vida”. Ortega y Gasset. El Tema de Nuestro Tiempo.
Figuras importantes dentro de la corriente vitalista fueron también Wilhelm Dilthey y Henri
Bergson.
Wilhelm Dilthey
Defendía el carácter atemporal y abstracto de la razón ilustrada, y fundamentó su filosofía en las
ciencias de la naturaleza.
“Las ciencias del espíritu tienen necesidad de una psicología que, ante todo, sea firme y segura,
cosa de la que no puede ufanarse ninguna de las psicologías explicativas existentes en la
actualidad, y que al mismo tiempo someta toda la poderosa realidad de la vida psíquica a la
descripción, y, en la medida de lo posible, al análisis. Porque el análisis de la realidad social e
histórica, tan compleja, podrá ser llevado a cabo únicamente si esta realidad es desarticulada
primero en los diversos sistemas de fines que la componen; estos sistemas o nexos finales, tales
como la vida económica, el derecho, el arte y la religión, permiten luego, gracias a su
homogeneidad, el análisis de su tramado. Pero este tramado de un sistema semejante no es otra
cosa que la conexión psíquica propia de los hombres que cooperan en esos nexos culturales. Se
trata, por lo tanto, de una conexión en último término psicológica”. Wilhelm Dilthey. Ideas Acerca
de una Psicología Descriptiva y Analítica.
Henri Bergson
Afirmaba que la vida es impulso vital, o elán vital, que se opone a la materia, para poder
desarrollarse, evolucionar. La materia constituye, para el filósofo, un freno para la vida. El objeto
de la filosofía, sería el conocimiento de lo real.
“¿Qué somos nosotros, qué es nuestro carácter sino la condensación de la historia que hemos
vivido desde nuestro nacimiento, antes de nuestro nacimiento incluso, dado que llevamos con
nosotros disposiciones prenatales? Sin duda no pensamos más que con una pequeña parte de
nuestro pasado; pero es con nuestro pasado todo entero, incluida nuestra curvatura de alma
original, como deseamos, queremos, actuamos”. Henri Bergson. La Evolución Creadora
La ética utilitarista fue explicitada hacia finales del siglo XVIII en Inglaterra por Jeremy Bentham y
continuada por John Stuart Mill. Ambos identificaron lo bueno con el placer, razón por la que se
los consideró como hedonistas.
Igualmente afirmaron que se debe llevar el bien hasta el máximo, o como ellos mismos lo
formularon, lograr “la mayor cantidad de bien para el mayor número”.
El utilitarismo fue revisado, a finales del siglo XIX, por el filósofo de Cambridge, Henry Sidgwick, y
más tarde ya en el siglo XX George Edward Moore propone que el fin correcto es promover todo
lo valioso, independientemente de que haga o no feliz al ser humano.
A lo largo de los siglos, el utilitarismo ha sido una teoría ética normativa que no quedó solamente
en el ámbito filosófico sino que sirvió de fundamento para ser aplicada en las leyes. Justamente
Bentham escribió Una introducción a los principios de la moral y la legislación en 1789, como una
introducción a un plan de código penal.
Actualmente es una de las teorías que son utilizadas por los defensores de la ética animal y el
veganismo. Con ella se intenta conseguir una legislación que proteja a los animales, basándose en
lo que especificó el mismo Bentham condenando el tormento animal.
La profesora y Ph.D. en Filosofía Julia Divers sostiene que los primeros precursores de los
utilitaristas clásicos son los moralistas británicos. Así, enumera al obispo y filósofo del siglo XVII,
Richard Cumberland. También menciona a Shaftesbury, Gay, Hutcheson y Hume.
El enfoque teológico
Entre los primeros filósofos con conceptos utilitaristas, se pueden mencionar a Richard
Cumberland (1631-1718) y a John Gay (1699-1745). Ambos sostienen que al hombre le
corresponde la felicidad porque fue aprobada por Dios.
John Gay enumeró las obligaciones a las que el hombre se encuentra supeditado. Ellas son:
distinguir las naturales consecuencias de las cosas; la obligación de ser virtuoso; obligaciones
civiles que surgen de las leyes y las que derivan de Dios.
También intentó explicar la práctica de aprobar y desaprobar la acción. Además agregó que el
hombre asocia determinadas cosas con sus efectos. Esta asociación puede ser positiva o negativa
lo que también se ve en los juicios morales que se emiten.
Shaftesbury sostenía que el hombre puede hacer discriminaciones morales. Esto se debe a su
sentido innato de lo correcto e incorrecto, así como de la belleza moral y de la deformidad.
En consecuencia la persona virtuosa es una persona cuya disposición, motivo y afecto es del tipo
correcto. Es decir, no solamente tiene un comportamiento adecuado públicamente, sino que
además puede discriminar lo que es o no moralmente admirable, correcto o incorrecto, bueno o
malo.
El enfoque de la naturaleza humana
Francis Hutcheson (1694-1746) se interesó en la evaluación de la virtud, definiéndola por un lado
en relación con la inclinación de benevolencia que tiene la naturaleza del ser humano, y por otro,
en cuanto a su proyección en los actos del agente moral que busca la felicidad del otro.
De esta manera el sentido moral se ocupa de los actos virtuosos, ya que tiene la facultad de poder
valorarlos. Dicha facultad se une a su vez con el sentimiento que aparece en el observador, cuando
tiene en cuenta las consecuencias.
Para David Hume (1711-1776) captar algo como justo o injusto, bueno o malo, virtuoso o vicioso,
no puede ser aprehendido por la razón sino por un sentimiento de aprobación, de rechazo, de
agrado o desagrado. Este sentimiento aparece cuando el objeto moral es observado de acuerdo
con las particularidades que son propias del ser humano.
De la misma manera en que la naturaleza del hombre es constante y común, las normas por las
cuales los sentimientos son regulados también tienen una determinada concordancia. Uno de
los elementos de esta es la utilidad que se encuentra, a su vez, en el fundamento de la
benevolencia y la justicia.
Características generales
Entre las características más destacables del utilitarismo están:
-Considerar a la conducta correcta del hombre basada en la naturaleza del placer y evitar el
sufrimiento.
-Proponer a la felicidad como el valor más importante a nivel individual. No obstante debe
compatibilizarse con la de los demás a través de determinadas virtudes como la simpatía o
la buena voluntad.
-Juzgar al hombre como un ser que puede realizar y expandir sus capacidades.
-Reconocer que la mayor felicidad de la sociedad es la que se manifiesta en el mayor
número de personas.
Es por esto que defendió el principio de la mayor felicidad tanto en las acciones privadas como
públicas. Una acción se considera como correcta sin tener en cuenta su naturaleza intrínseca si
produce provecho o utilidad con respecto al fin de la máxima felicidad posible.
Para evitar la contradicción que puede aparecer entre la búsqueda del placer individual y el social
Bentham sostuvo que la felicidad de la persona es determinante.
No obstante la de los otros rige solo en la medida en que el individuo esté motivado por la
benevolencia, el interés en la buena voluntad u opinión de los otros, o por su simpatía.
El principio de utilidad
Para Bentham el principio de la utilidad es una especie de estándar de la acción correcta de parte
tanto de las personas como de los gobiernos.
Dicho precepto sostiene que las acciones se aprueban cuando promueven la felicidad o el placer, y
se desaprueban cuando propenden al dolor o la infelicidad.
Por otra parte, se especifica una equivalencia entre lo bueno ligado con la felicidad y el placer y lo
malo con el dolor y el displacer. Además de poder cuantificar o medir tanto al uno como al otro.
-La duración
A las anteriores que son consideradas en un nivel individual, se le suman otras cuando tanto el
placer como el dolor debe ser evaluados en cuanto a que se pueda cometer otro acto. Estas son:
-La fecundidad o la tendencia a seguir con sensaciones similares. De modo que se busca el placer si
se ha sentido placer, por ejemplo.
-La pureza o la tendencia a no seguir con sensaciones opuestas. Por ejemplo del dolor si es un
placer, o del placer si es un dolor.
-La extensión. Se trata del número de personas a las cuáles se extiende o en términos del
utilitarismo, afecta.
También pensó que este principio se podría aplicar al tratamiento con los animales. La pregunta
que hay que hacerse, sostuvo, no es si pueden razonar o hablar, sino si pueden sufrir. Y ese
sufrimiento se debe tener en cuenta en el tratamiento hacia ellos.
De lo anterior aparece el fundamento moral para toda ley que prevenga la crueldad hacia los
animales.
Otros representantes
John Stuart Mill (1806-1873)
Colaborador de Bentham, fue continuador de la doctrina del utilitarismo de su maestro.
Si bien para Mill era válida la búsqueda de la felicidad, discrepó con Bentham en que lo importante
no era la cantidad, sino la cualidad. Existen placeres que son diferentes cualitativamente, y esta
diferencia cualitativa se refleja en placeres superiores y placeres inferiores.
De modo que por ejemplo, los placeres morales o intelectuales son superiores al placer físico. Su
argumento es que las personas que han experimentado ambos, ven a lo superior como mejor que
lo inferior.
Por otra parte, su defensa del principio utilitarista se apoyó en la consideración de que un objeto
es visible cuando la gente lo ve. De igual manera, la única certeza de que se puede producir algo
deseable es que las personas lo deseen. Y por lo tanto, lo deseable es lo bueno.
Así es que la felicidad es deseada por todo ser humano, lo que es el fin utilitario. Y el bien para el
conjunto de toda la gente es la felicidad general.
A partir de allí distinguió la felicidad de la satisfacción, de modo que la felicidad tiene más valor
que la satisfacción.
Cuando la persona se percibe como un agente de daño, aparecen las emociones negativas como la
culpa por lo que se ha hecho. Para Mill así como las acciones externas de castigo son importantes,
lo son las sanciones internas, ya que estas también ayudan a instrumentar la acción apropiada.
Mill utilizó al utilitarismo a favor de la ley y la política social. Su propuesta de aumentar la felicidad
es el fundamneto de sus argumentos a favor de la libertad de expresión y del sufragio femenino.
También en el tema de que la sociedad o el gobierno no interfieran en el comportamiento
individual que no lesiona a los demás.
De esta manera lo consideró la teoría básica moral por tener un principio superior para dilucidar el
conflicto entre valor y regla, además de ser teóricamente claro y suficiente para describir las reglas
que forman parte de la moralidad.
Asimismo, se planteó qué se evalúa en una teoría, regla o determinada política frente a una acción
específica. Si se tiene en cuenta lo que las personas harán realmente, o lo que se piensa que
dichas personas deberían hace reflexiva y razonablemente.
Ante dicha problemática, Sidgwick recomendó que se siga el curso que se predice como el mejor
resultado, tomando como parte de los cálculos todos los datos.
La utilidad total
Sidgwick analizó la manera en que los utilitaristas anteriores definieron a la utilidad. Así es que,
para él, aparece un problema entre el aumento del nivel de la utilidad cuando aumenta el número
de personas. De hecho, la posibilidad de aumentar el número de personas en una sociedad implica
la disminución de la felicidad promedio.
Por lo tanto concluyó que no hay que intentar solo conseguir un promedio mayor de utilidad, sino
aumentar la población hasta poder llegar al máximo el producto de la cantidad de felicidad
promedio y la cantidad de personas que están vivas en ese momento.
Por lo tanto, el fin correcto moralmente no solo causa la felicidad del hombre, sino que fomenta lo
que es valioso independientemente de si lo hace feliz o no. Así intenta promover el mayor valor
posible, a nivel personal o de los demás, sea en lo humano o en la naturaleza.
Moore afirma que tanto la bondad intrínseca como el valor son propiedades no naturales,
indefinibles además de simples. De ese modo lo valioso solo se capta por la intuición, y no por
inducción sensible o deducción racional.
No consideran que todos los seres humanos posean una naturaleza común que tenga un único fin,
aunque sea el placer, si no que se centralizan en las preferencias individuales de las personas
involucradas, sin referencia objetiva. Aceptando, además, que cada persona tiene una concepción
de felicidad que sustenta libremente.
PRAGMATISMO
El pragmatismo es la postura filosófica que defiende que un conocimiento filosófico y científico
solo puede ser considerado verdadero en función de sus consecuencias prácticas. Esta postura
emerge entre la atmósfera cultural y las inquietudes metafísicas de intelectuales estadounidenses
en el siglo XIX, y alcanzó su auge dentro de las corrientes filosóficas que reaccionaron ante el
positivismo.
¿Qué es el pragmatismo?
El pragmatismo es un sistema filosófico que surge formalmente en 1870 en Estados Unidos y que,
a grandes rasgos, propone que sólo es válido el conocimiento que tiene una utilidad práctica.
Se desarrolla principalmente bajo las propuestas de Charles Sanders Peirce (quien se considera el
padre de pragmatismo), William James y posteriormente John Dewey. El pragmatismo está
influenciado también por los conocimientos de de Chauncey Wright, así como por los postulados
de la teoría darwiniana y el utilitarismo inglés.
Llegado el siglo XX, su influencia declinó de manera importante. No obstante, volvió a ganar
popularidad hacia la década de 1970, de la mano de autores como Richard Rorty, Hilary Putnam y
Robert Brandom; así como Philip Kitcher y How Price, quienes han sido reconocidos como los
“Nuevos pragmatistas”.
Sin duda, muchas de estas herramientas han surgido de la filosofía y de la ciencia. Precisamente, el
pragmatismo sugiere que la principal tarea de la filosofía y de la ciencia debería ser generar
conocimientos que sean prácticos y útiles a dichos propósitos.
En otras palabras, la máxima del pragmatismo es que las hipótesis deben trazarse de acuerdo con
las que serían sus consecuencias prácticas. Esta sugerencia ha tenido repercusiones en conceptos
e ideas más específicas, por ejemplo, en la definición de ‘la verdad’, en cómo delimitar el punto de
partida de la investigación, y en la comprensión e importancia de nuestras experiencias.
La verdad
Lo que hace el pragmatismo es dejar de poner atención en la sustancia, la esencia, la verdad
absoluta o la naturaleza de los fenómenos, para atender a sus resultados prácticos. Así, el
pensamiento científico y filosófico ya no tienen como finalidad conocer verdades metafísicas, sino
generar las herramientas necesarias para que podamos hacer uso de lo que nos rodea y
adaptarnos a ello según lo que se considera adecuado.
En otras palabras, el pensamiento sólo es válido cuando es útil para asegurar la conservación de
ciertos modos de vida, y sirve para garantizar que tendremos las herramientas necesarias para
adaptarnos a ellos. La filosofía y el conocimiento científico tienen un propósito principal: detectar
y satisfacer necesidades.
De esta manera, el contenido de nuestros pensamientos está determinado por la manera en que
los usamos. Todos los conceptos que construimos y utilizamos no son una representación infalible
sobre la verdad, sino que los encontramos verdaderos a posteriori, una vez que nos han servido
para algo.
En contraposición con otras propuestas de la filosofía (especialmente el escepticismo cartesiano
que dudaba de la experiencia por confiar fundamentalmente en lo racional), el pragmatismo
plantea una idea de verdad que no es sustancial, esencial ni racional, sino que existe en tanto que
es útil para conservar modos de vida; cuestión que se alcanza mediante el terreno de la
experiencia.
La experiencia
El pragmatismo cuestiona la separación que la filosofía moderna había hecho entre la cognición y
la experiencia. Dice que la experiencia es un proceso mediante el cual obtenemos la información
que nos ayuda a reconocer nuestras necesidades. Por eso, el pragmatismo se ha considerado en
algunos contextos como una forma de empirismo.
La experiencia es lo que nos da el material para crear conocimiento, pero no porque contenga por
sí misma una información especial, sino que adquirimos esa información cuando entramos en
contacto con el mundo exterior (cuando interactuamos y lo experimentamos).
Así, nuestro pensamiento se construye cuando experimentamos cosas que suponemos que están
causadas por los elementos externos, pero que, en realidad, adquieren sentido solo al momento
en el que las percibimos mediante nuestros sentidos. Quien experimenta no es un agente pasivo
que solo recibe los estímulos externos, es más bien un agente activo que los interpreta.
De aquí mismo se ha derivado una de las críticas al pragmatismo: para algunos parece mantener
una postura escéptica hacia los eventos del mundo.
La investigación
En línea con los dos conceptos anteriores, el pragmatismo sostiene que el centro de
las inquietudes epistemológicas no debería ser demostrar cómo es que se adquiere un
conocimiento o una verdad absoluta sobre un fenómeno.
Más bien, estas inquietudes deben estar orientadas hacia entender cómo podemos crear métodos
de investigación que contribuyan a hacer factible cierta idea de progreso. La investigación es
entonces una actividad comunal y activa, y el método de la ciencia tiene un carácter
autocorrectivo, por ejemplo, tiene la posibilidad de ser verificado y ponderado.
La ciencia, sus conceptos y teorías, son un instrumento (no son una transcripción de la realidad) y
están destinadas a alcanzar un propósito específico: facilitar una acción.