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1. EL EXISTENCIALISMO
1. La existencia debía entenderse ante todo como la existencia del ser humano.
Este era su modo de ser. Por eso, el existencialismo era ante todo una forma de
humanismo, pues, el hombre estaba en el centro del proceso de reflexión filosófica.
2. La existencia debía ser entendida, ante todo, la existencia del individuo. Toda
existencia humana se daba de manera individual. Nadie existe por otro. De ahí que el
existencialismo, en tanto, filosofía existencial, fuera una filosofía del subjetivismo.
3. La filosofía de la existencia era pensada como una filosofía dinámica, pues, el
modo de existencia humano no era estático, sino que era un constante devenir, un
permanente llegar a ser. El ser humano es un ser en el tiempo. Es un proyecto que
esta siempre siendo, no ha sido, ni será, se está constantemente haciendo.
El ser humano es un sujeto y, como tal, no pretende ser conocido sin ser desdibujado, hay
que respetarlo, y, por tanto, en su singularidad existente debe ser pensado y filosofado. Esta
recuperación de la subjetividad para la filosofía trae consigo la afirmación de que la
existencia precede a la esencia, es decir, el ser humano existe antes de ser esencialmente.
El ser humano es una existencia que se define como proyecto, que serán lo que libremente
proyecte y elige ser.
Frente a esa razón universal de Hegel (ese yo único, absoluto y abstracto) la reacción de
Kierkegaard es la afirmación de la conciencia individual. Frente a ese panteísmo del todo,
contrapone la individualidad de los detalles, la singularidad de cada cosa, de cada
conciencia, de cada vida; además la irrepetibilidad de cada ser humano, subjetivo y único.
EL ESTADIO ESTÉTICO se caracteriza por adoptar una actitud de mero observador ante el
dolor. Supone anclarse en lo bello, lo hermoso, a ser objeto de la propia existencia, a lo
placentero, buscar aquello que sólo produce placer como fin propio de la existencia.
Kierkegaard parece querer retratar en este sentido la actitud del hombre romántico (es el Don
Juan1). No es raro que esa actitud lleve al vacío y a la angustia, que, en este caso, será un
elemento positivo que puede conducir al individuo a dar el salto a los otros estadios. Este
sería el momento de elegir desde dentro la actitud ética o religiosa.
EL ESTADIO ÉTICO se caracterizan por adoptar una actitud moral ante la existencia (es el
Sócrates), por sustituir el criterio de agrado-desagrado por el de correcto-incorrecto, el deber
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Seductor y libertino de origen español, pero vida europea, Don Juan es un personaje clásico, libertino y seductor, propio de los siglos XVII
y XVIII, pero cuya importancia ha trascendido épocas y movimientos literarios. Su creación se atribuye a Tirso de Molina, en cuyo caso su
primera aparición se daría en la obra de teatro El burlador de Sevilla (1630), aunque algunos expertos atribuyen la paternidad del personaje
a Andrés de Claramonte. (Consultado en: http://www.lecturalia.com/personajes/don-juan)
es su objetivo. El hombre que adopta su actitud de vida o de existencia en este estadio es
aquel hombre obediente a las leyes, que busca actuar desde el compromiso, pero no desde
la libertad.
Cuando el ser humano elige entre sus diversas posibilidades, es un acto de decisión, no
pretende reflejar objetivamente la realidad, sino que, en su pensamiento se está eligiendo,
asimismo, no está elaborando una especulación, sino que, por el contrario, está
desarrollando su propio MODO DE SER, su finitud existencial.
Esta es la paradoja por excelencia, el absurdo, que solamente pueden afrontarse mediante el
salto a lo religioso, a lo absolutamente incomprensible, puesto que, si bien, el Dios
encarnado en la historia es lo más próximo al ser humano, sin embargo, sobrepasa para
siempre esa historia, porque entre el ser humano y Dios se abre todo un abismo.
Esta postura reivindicativa del ser humano como individuo concreto, más que sus ideas
filosóficas o religiosas, convirtió a Kierkegaard en el precursor de la filosofía existencial o el
movimiento conocido como existencialismo
En primer lugar, debemos comprender que, lo que el ser humano entiende de sí mismo y de
sus manifestaciones culturales son producto de concebir la relación entre SER - PENSAR
(ser y conocimiento, ser y verdad, ser y ciencia), es decir, hombre y cultura son productos de
una metafísica, por esto es necesario comenzar por plantearnos de nuevo la pregunta por el
sentido del ser.
Esta es la tarea que, mediante el uso del método fenomenológico, emprende en su obra ser
y tiempo, en la que desarrolla el análisis de la existencia humana. Su planteamiento es un
nuevo análisis que produce el llamado giro trascendental. Su análisis no arranca de la
consideración del ser estático y objetivista al modo tradicional (como en Parménides) sino,
por el contrario, del SER dinámico y conductual que tiene el ser humano (como en Heráclito)
Es, por tanto, en el ser humano donde se da el hecho de la comprensión del SER. Es más,
en esto precisamente radica su determinación esencial, puesto que su ser consciente es
realizarse como ser en medio de los seres, es hacerse su propio ser.
Además de ocuparse de las cosas, el ser humano se preocupa por los otros seres humanos,
su mundo es un mundo público. Nuestro trato con el mundo se despliega tres en momentos:
Mediante este análisis del ser-ahí (hombre), Heidegger lo resume en la idea de cuidado o
preocupación. El ser humano tiende a perderse entre las cosas, a interpretarse desde ellas,
pero, cuando lo hace, experimenta la angustia que lo abre al hecho insuperable de tener que
ser en el mundo.
En efecto, el hecho de caer entre las cosas del mundo como una más, supone para el
hombre llevar una existencia inauténtica de la cual necesita escapar. Cabe preguntarse ¿y
como escapamos de “entre las cosas del mundo” para vivir una existencia autentica?
Heidegger responde que “apropiándose de la libertad de sí mismo, que lo hace posible ver lo
mas posible de nuestra existencia: LA TEMPORALIDAD. Si vienes a ti mismo, encontraras
el porvenir. Solo la temporalidad unifica nuestro pasado con el futuro, y le da sentido a
nuestra existencia.
4. JEAN-PAUL SARTRE
Pero Sartre también fue un crítico de Husserl, en cuanto que el concepto sujeto
trascendental no es un habitante de la conciencia, y por lo tanto, no estaba en la conciencia
del sujeto sino fuera de él, o sea, en el mundo: el hecho es un ente del mundo. Por esto,
Sartre se alegró de devolver al hombre al mundo, es decir un hombre con todo el peso de
sus angustias, sus sufrimientos y tranvías sus rebeldías.
4.2. La nada
Para Sartre, la experiencia de la nada es la experiencia de la muerte. La muerte es la nada
vivida. Incluso en la experiencia de la ausencia de lo que se llama NADA, hubo el deseo de
algo inalcanzable, surge también la experiencia de la nada. A partir de tales experiencias, el
hombre llega comprender que es el origen de la nada misma.
La nada ha tenido una larga historia dentro de la filosofía existencial como opuesta a la
noción de creación, propia de la filosofía cristiana y en general de toda metafísica. El
concepto de creación a partir de la nada se ofreció tradicionalmente como explicación de la
existencia de la realidad a partir de un acto de creación de un Dios omnipotente y libre. Pero
Sartre quiso elaborar una filosofía sin Dios, es decir, un existencialismo ateo. De allí que el
concepto de NADA tenga su realidad en el hombre, el lugar en la conciencia humana.
La conciencia, al ser pura intencionalidad, era en sí misma un vacío, una pura nada, mientras
que el ser en sí era la realidad que yacía fuera de la conciencia.
La libertad era una realidad anterior a la voluntad. No estaba a disposición de ningún sujeto
decidir ser libre o no. Esta libertad era una apertura pura que no tenía nada que la
determinará, y como tal constituía la estructura ontológica del ser-para-sí. Era, en
consecuencia, una libertad ontológica.
Sin la conciencia es la que dota de sentido a la realidad, la conducta de los demás no escapa
a esta condición. Podemos, en muchos casos, predecir la conducta de las otras personas no
porque tales conductas estén predeterminadas y a gran parte de un orden determinado, sino,
más bien, conocemos el sentido que para ellas tienen determinados hechos y conductas.
Sí bien la decisión es siempre están condicionadas por el motivo más fuerte, esto no quiere
decir que no dependan de los seres humanos aquello que eligen. Pues los motivos que
dirigen las conductas humanas son fortalecidos por las personas mismas. Incluso cuando se
actúa por el motivo más débil, se lo hace porque se considera lo mejor. También es posible
actuar sin motivo sólo para demostrar que se es libre.
4.7. Angustia y libertad
Al elegir a realizar tal o cual acción, los seres humanos seleccionan qué cosas consideran
valiosas. De ahí que, entonces, las acciones humanas se realicen en función de
determinados valores. Los valores no se eligen porque sean valiosos, sino que, porque son
valiosos entonces se eligen. Al ser consciente de esta situación, se genera en el hombre un
sentimiento de angustia producido por la comprensión de una ausencia de valores que no
proceden a ninguna elección.
Sartre siempre consideró que quien cree en Dios y creen que en él se fundamentan los
valores, es una persona que ha negado su libertad. Es aquí donde aparecía para Sartre el
origen del existencialismo, pues con la muerte de Dios muere también la posibilidad de hallar
valores racionales en un cielo inmaculado. No existen valores a priori, pues sin dios no hay
una conciencia perfecta e infinita que pueda pensar los y dotarlos de sentido y libertad. Sin
Dios, el hombre tampoco posee de una esencia inmutable.
Continuando con su planteamiento, Sartre afirma que el ser humano es el único que existe,
es la trascendencia absoluta en función del cual todas las cosas son. El existencialismo es el
único humanismo posible ya que es el único que permite al ser humano realizarse
plenamente como humano.
Este análisis humanista lo realiza Sartre en unos momentos históricos en los que
precisamente faltaba la identidad propia del individuo absorbida por movimientos absolutistas
revolucionarios que en lo daban el quehacer individual de cada persona como fueron los
totalitarismos que se presentaron en Europa en el periodo entreguerras.
Sin embargo, ante la necesidad de nuevos planteamientos y de asumir una posición más
pragmática en cuanto a lo social, por los tiempos de ocupación que vivía Francia en ese
momento, Sartre se fue acercando al marxismo con la convicción de que esta amalgama de
pensamientos podría suplir las deficiencias sociales del existencialismo, y al a vez
rejuvenecer algunos planteamientos marxistas que se presentaban en el momento. Este
intento de fusión entre el marxismo y el existencialismo que Sartre desarrolla en su obra
Crítica de la razón dialéctica (1960), quedó en una mera crítica de las dos corrientes
filosóficas, y por lo tanto a inconclusa.
“El hombre es una pasión inútil”. Esta afirmación conecta con la concepción sartriana de
la conciencia. La conciencia es un recinto interior lleno de imágenes de las realidades
exteriores. Siempre es “conciencia de…”, un darse cuenta de alguna cosa. Filosóficamente
diríamos que aquello que caracteriza a la conciencia es la intencionalidad, el réferi se alguna
cosa diferente de sí misma. Sí arrancamos de la conciencia estas imágenes o contenidos, no
nos queda nada. Seattle expresar de esta manera: mientras que las cosas del mundo son
ser-en-sí, la conciencia ser-para-sí. Es decir, en sí misma la conciencia no es nada. Es un
vacío que necesita de las demás cosas para llenarse. Sin embargo, la conciencia desea ser
como el resto de las cosas, quiere estar llena, Ser-en-sí. Este deseo imposible convierte a la
conciencia y al ser humano en una pasión inútil, en una trágica envidia de la divinidad.
Según Sartre, no hay normas ni valores absolutos. Cada ser humano que se construye como
ser humano, que realiza su proyecto de vida, crea sus propios valores. El ser humano,
además de ser un vasillo, una nada que ansía ser-en-sí, está rodeado, pero también por la
nada. No hay en su horizonte normal en precepto alguno al que pueda sujetarse. Esto hace
que sus decisiones carezcan de sentido y se vivan como actos gratuitos que le produce en
una dolorosa angustia.
“El infierno son los otros”. Cada uno de nosotros es un sujeto, una persona irrepetible que
tomar iniciativas. Pero ¿qué pasa con nuestra subjetividad cuando nos encontramos con los
demás, cuando cruzamos nuestras miradas? En la mirada se manifiesta el intento o de
dominación de uno respeto a los otros, el intento de reducir al otro a objeto. Por ejemplo,
cuando en un ascensor buen un bus dos sujetos mantienen la mirada, comienza la atención,
ésta se mantiene hasta que uno de los dos la baja. Entonces, el otro se alza como ganador,
al puesto su subjetividad. Inicialmente los dos eran sujetos, pero el que ha bajado la mirada
se ha transformado en objeto, ha perdido su subjetividad y ha rebajado su dignidad.
ACTIVIDAD 3
Fecha límite de entrega: 12 de mayo de 2020
EL EXISTENCIALISMO
1. El Existencialismo es 2. El Existencialismo es
3. El Existencialismo es 4. El existencialismo es
4. Explica con tus propias palabras la siguiente frase: “La existencia precede a la
esencia”.
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