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INTRODUCCION

Preferiría hablarles de la filosofía de la existencia, antes que del existencialismo,


por una razón que ustedes probablemente adivinarán. El término ‘existencialismo’
ha terminado por designar casi exclusivamente el movimiento filosófico que se ha
producido en Francia después de 1945 principalmente bajo el impulso de Sartre.
Ahora bien, este movimiento filosófico, en realidad, tiene antecedentes; está ligado
a toda una tradición de pensamiento filosófico, tradición que es complicada, que es
larga, ya que se trata en realidad primero que todo de la filosofía de Kierkegaard, se
trata a continuación, en Alemania, de filosofías como las de Husserl y Heidegger, se
trata, en Francia, incluso antes de Sartre, de una filosofía como la de Gabriel Marcel.
Si bien es extremadamente difícil aislar la tentativa de Sartre en relación con las
otras tentativas bastante conocidas que acabo de mencionar, me ha parecido que
Sartre, teniendo una originalidad indiscutible –pero señalando Sartre toda una
corriente de pensamiento- era verdaderamente imposible tomar su tentativa
filosófica, filosófico-política en ella misma y separarla del resto. De suerte que me
propongo darles primero una T visión sobre lo que ha sido el inicio en Francia del
pensamiento existencial.
El existencialismo es una corriente filosófica y literaria orientada al análisis de la
existencia humana. Hace énfasis en los principios de libertad y responsabilidad individual,
los cuales han de ser analizados como fenómenos independientes de categorías
abstractas, ya sean racionales, morales o religiosas.

De acuerdo con el Diccionario de Filosofía de Nicola Abbagnano, el existencialismo


agrupa diversas tendencias que, aunque comparten su propósito, divergen en los
supuestos y en las conclusiones. Es por ello que se puede hablar de dos tipos de
existencialismo fundamentales: el existencialismo religioso o cristiano y el existencialismo
ateo o agnóstico, a los que volveremos más adelante.

Como corriente histórica de pensamiento, el existencialismo inicia en el siglo XIX, pero


solo hacia la segunda mitad del siglo XX alcanza su máximo apogeo.

Características del existencialismo

A pesar del carácter heterogéneo del existencialismo, las tendencias que se han
manifestado comparten algunas características. Conozcamos las más importantes.

La existencia precede a la esencia

Para el existencialismo, la existencia humana precede a la esencia. En esto, toma un


camino alterno frente a la filosofía occidental, que hasta entonces explicaba el sentido de
la vida postulando categorías trascendentales o metafísicas (como el concepto de la Idea,
los dioses, la razón, el progreso o la moral), todas ellas externas y anteriores al sujeto y
su existencia concreta.

La vida se impone sobre la razón abstracta

El existencialismo se opone al racionalismo y al empirismo, centrados en la valoración de


la razón y del conocimiento como principio trascendente, sea que este se postule como el
punto de partida de la existencia o como su orientación vital.

El existencialismo se opone a la hegemonía de la razón como fundamento de la reflexión


filosófica. Desde la perspectiva de los existencialistas, la experiencia humana no puede
estar condicionada a la absolutización de uno de sus aspectos, ya que el pensamiento
racional como principio absoluto niega la subjetividad, las pasiones y los instintos, tan
humanos como la consciencia. Esto le confiere también un carácter anti academicista por
oposición al positivismo.

Mirada filosófica puesta en el sujeto

El existencialismo propone centrar la mirada filosófica en el propio sujeto y no en


categorías supraindividuales. De esta manera, el existencialismo retorna a la
consideración del sujeto y su modo de existir frente al universo como experiencia
individual e individualizada. Le interesará, por lo tanto, reflexionar sobre el móvil de la
existencia y el modo de asimilarla.
Así, comprende la existencia humana como un fenómeno situado, por lo que pretende
estudiar la propia condición de la existencia en términos de sus posibilidades. Esto
abarca, según Abbagnano, «el análisis de las situaciones más comunes y fundamentales
en que el hombre llegar a encontrarse.

Libertad sobre la determinación exterior

Si la existencia precede a la esencia, el ser humano es libre e independiente de toda


categoría abstracta. La libertad, por lo tanto, debe ser ejercida desde la responsabilidad
individual, que derivaría en una ética sólida aunque independiente de un imaginario
previo.

Así las cosas, para el existencialismo la libertad implica la plena conciencia de que las
decisiones y acciones personales influyen en el entorno social, lo que nos hace
corresponsables del bien y del mal. De allí la formulación de Jean-Paul Sartre, según la
cual la libertad es responsabilidad total en soledad absoluta, es decir: 

Esta pretensión de los existencialistas descansa en la lectura crítica de las guerras


históricas, cuyos crímenes han sido justificados a partir de categorías abstractas, supra
humanas o supraindividuales, tales como los conceptos de nación,,"El hombre está
condenado a ser libre"., religión, evolución, y pare de contar.

Angustia existencial

Si el temor puede definirse como el miedo a un peligro concreto, la angustia es, en


cambio, el temor de sí mismo, la inquietud ante las consecuencias de las propias acciones
y decisiones, el miedo a una existencia sin consuelo, el miedo a proferir daños
irreparables pues no hay excusas, justificaciones ni promesas. La angustia existencial es,
de algún modo, lo más semejante al vértigo.

Tipos de existencialismo

Hemos dicho que, según Abbagnano, los diferentes existencialismos comparten el


objetivo de analizar la existencia humana, pero difieren en los supuestos y en las
conclusiones. Veamos esto con más detalle.

Existencialismo religioso o cristiano

El existencialismo cristiano tiene como precursor al danés Søren Kierkegaard. Se funda


en el análisis de la existencia del sujeto desde una perspectiva teológica. Para el
existencialismo cristiano, el universo es paradójico. Entiende que los sujetos deben
relacionarse con Dios con independencia de las prescripciones morales, en pleno uso de
su libertad individual. En este sentido, el ser humano debe enfrentarse a la toma de
decisiones, proceso del cual deriva la angustia existencial.
Entre sus representantes más importantes, además de Kierkegaard, se cuentan: Miguel
de Unamuno, Gabriel Marcel, Emmanuel Mounier, Karl Jaspers, Karl Barth, Pierre
Boutang, Lev Shestov, Nikolai Berdyaev.

Existencialismo ateo

El existencialismo ateo rechaza cualquier tipo de justificación metafísica de la existencia,


por lo tanto, riñe con la perspectiva teológica del existencialismo cristiano y con la
fenomenología de Heidegger.

Sin metafísica ni progreso, tanto el ejercicio de la libertad en los términos que plantea
Sartre, como la existencia, generan desasosiego, muy a pesar de su aspiración ética y la
valoración de las relaciones humanas y sociales. De este modo, el existencialismo ateo
abre las puertas a la discusión sobre la nada, a la sensación de abandono o desamparo y
el desasosiego. Todo esto en el contexto de la angustia existencial ya formulada en el
existencialismo cristiano, aunque con otras justificaciones.

Entre los representantes del existencialismo ateo, las figuras más prominentes son:
Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre y Albert Camus.

Contexto histórico del existencialismo

La aparición y desarrollo del existencialismo está estrechamente relacionada con el


proceso de la historia occidental. Por ello, para comprenderlo, vale la pena comprender el
contexto. Veamos.

Antecedentes del existencialismo

El siglo XVIII es testigo de tres fenómenos fundamentales: la revolución francesa, la


revolución industrial y el desarrollo del iluminismo o Ilustración, un movimiento filosófico y
cultural que preconizaba la razón como principio universal y fundamento del horizonte
vital.

La Ilustración veía en el conocimiento y la educación los mecanismos para liberar a la


humanidad del fanatismo y el atraso cultural, lo que implicaba un cierto rearme ético
propugnado desde la universalidad de la razón.

Sin embargo, desde el siglo XIX en el mundo occidental ya era notorio que aquellas
banderas (razón, progreso económico de la industrialización, política republicana, entre
otros) no lograban evitar la decadencia moral de Occidente. Por eso, el siglo XIX ve nacer
muchos movimientos críticos de la razón moderna, tanto artísticos como filosóficos y
literarios.

El siglo XX y la formulación del existencialismo

El reacomodo de los sistemas económicos, políticos y del pensamiento de los siglos


anteriores, que auguraban un mundo racional, moral y ético, no dieron los resultados
esperados. En su lugar, se sucedieron las guerras mundiales, signos inequívocos de la
decadencia moral de Occidente y todas sus justificaciones espirituales y filosóficas.

El existencialismo, desde sus inicios, ya notaba la incapacidad de Occidente para ordenar


aquella transformación violenta. Los existencialistas del siglo XX que vivieron la Segunda
Guerra Mundial tuvieron frente a sí las pruebas de la decadencia de los sistemas morales
y éticos fundados en valores abstractos.
La teoría existencialista de Heidegger

En este libro Heidegger plantea que esta pregunta debe ser reformulada en busca del

sentido del ser, más que de éste en sí mismo. En torno a esto afirma que no es posible

separar el sentido del ser de un contexto espacial y temporal (con la muerte como

elemento estructurador) determinado; así, habla de la existencia humana como

“Dasein” o “ser-en-el-mundo”.

A diferencia de lo que planteaban Descartes y otros autores previos, Heidegger

consideraba que las personas no somos entes pensantes aislados del mundo que nos

rodea, sino que la propia interacción con el entorno es un aspecto nuclear del ser. Es por

esto que no es posible dominar el ser e intentar hacerlo lleva a una vida carente de

autenticidad.

En consecuencia, la capacidad humana para pensar tiene un carácter secundario y

no debe ser entendida como aquello que define nuestro ser. Descubrimos el mundo a

través del ser-en-el-mundo, es decir, de la existencia en sí misma; para Heidegger la

cognición es tan sólo un reflejo de ésta, y por tanto también lo son la reflexión y otros

procesos similares.

La existencia no depende de la voluntad, sino que somos “arrojados” al mundo y

sabemos que es inevitable que nuestra vida termine. La aceptación de estos hechos,

así como la comprensión de que somos una parte más del mundo, permite dar sentido a

la vida, que Heidegger conceptualiza como el proyecto del ser-en-el-mundo.

Posteriormente los intereses de Heidegger se trasladaron a otros temas. Destacó la

relevancia del lenguaje como herramienta fundamental para entender el mundo, exploró la

relación entre el arte y la búsqueda de “la verdad” y criticó la actitud despectiva e

irresponsable de los países occidentales con respecto a la naturaleza.


El existencialismo desde la perspectiva de Karl Jaspers

 El existencialismo de Jaspers es esencialmente religioso: la experiencia de la Tras-


cendencia (entendida como frontera de la especulación), lleva al pensamiento a naufragar
en el infinito y a sentirse, aislado en sus elucubraciones, como una inútil y vana limitación.
Con Hegel, el problema de la individualidad parecía haberse resuelto, una vez para
siempre, en el gran «logos» universal, según el gran principio de que «todo lo que es real
es racional, y todo lo que es racional es real».

En Jaspers la antítesis hegeliana, que en la tríada dialéctica se resolvía en la síntesis, se


representa con toda su crudeza: el individuo no encuentra, en el devenir histórico del
universo, la conciencia de la propia función; el misterioso anhelo de la personalidad
individual, no se disuelve en la vida del Todo; la soledad de la conciencia particular lleva
consigo misma un destino que incide, pero que no se resuelve en el mismo destino del
mundo. Jaspers quiere empujar al idealismo alemán hasta su inevitable naufragio, para
experimentar en el naufragio la necesidad de una vuelta al misterio de la Trascendencia
que Hegel había negado. Él va más allá de Nietzsche y de Kierkegaard, los cuales, uno
con su superhombre rebelde, y el otro con su experiencia religiosa, han sostenido la
irracionalidad del ser vivo contra el «racionalismo» hegeliano. Para Jaspers, la filosofía no
sólo debe destruir, sino también construir; debe descifrar y expresar — en forma de
comunicación — el significado de aquella Existencia y Trascendencia que Nietzsche y
Kierkegaard solamente indicaron. Tres son, pues, los temas de la obra: el pensamiento,
que, intentando resolver el misterio divino, naufraga, el sentido de la existencia y el
sentido de la trascendencia. La vida humana es «comprensividad infinita»; por más vasto
que sea el horizonte especulativo que nuestro pensamiento ha creado para sí mismo,
todo horizonte está a su vez circunscrito en otro más vasto. El propio pensamiento tiene
conciencia de que todos sus actos son limitados frente a la infinita profundidad de la
noche; pero precisamente en este naufragio del pensamiento, el yo adquiere conciencia
de la trascendencia, que nos habla a través de un lenguaje cifrado, que se revela en la ín-
tima comunicación de las infinitas individualidades. Así, la existencia del ser contingente
(«Dasein») se aclara sólo frente a la trascendencia, porque descubre que sólo entrando
en comunicación con las infinitas verdades del mundo, puede ella captar el sentido de la
verdad existencial. Por esta posición del yo frente al todo brota la importancia de la
Filosofía, la cual debe ser el medio práctico y eficaz para dar a la conciencia particular la
conciencia de su valor, frente a lo trascendente, de la cual la realidad natural es sólo un
símbolo, y para empujarlo a una cada vez más profunda comunicación en que toda
existencia se limita y se aclara frente a las otras. El pensamiento complejo y simbólico de
Jaspers es la última expresión de la filosofía alemana contemporánea.
Sartre, padre del existencialismo

 Sartre afirmaba que el hombre está habitado desde el principio por la nada, de manera
que la condición humana está compuesta, a la vez, de ser y, sobre todo, de no-ser. “El
hombre no es otra cosa que lo que él hace de sí mismo”. En ese sentido, el ser humano
está condenado a la libertad, piensa el filósofo francés.
La base del existencialismo. “El ser humano es el único que no sólo es tal como se
concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se
quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que
él se hace. Éste es el principio del existencialismo”, postula Sartre. El filósofo afirma que
el hombre es el ser por el cual la nada llega al mundo. Su pensamiento se configura en el
reino de la conciencia soberana, de la libertad irrenunciable, del sujeto que se sabe
creador del sentido o del sinsentido de la existencia. El ser humano, en esencia. Su gran
obra filosófica, El ser y la nada, está dedicada a la construcción de una teoría de ese
sujeto individual. El pensador parisino cree que la nada está en el seno mismo del ser,
como un gusano, precisamente para que la conciencia libre pueda despegarse de sí. En
esa obra aparecen una serie de categorías, como la falta de algo, sin la cual el deseo
resulta inimaginable. También la angustia, que no es miedo a un objeto externo, sino
conciencia de la imprevisible conducta propia. Esas y otras categorías fueron utilizadas en
el ejercicio de lo que el propio Sartre denominó su “psicoanálisis existencial”, que no tiene
nada que ver con el freudiano, dado que el del filósofo es el de la vida del ser humano.
Pensador y militante. La existencia de un individuo es conciencia desgraciada, ya que no
puede soportar su estado de desgracia. Y no puede soportarlo porque jamás será dejado
en paz por las posibilidades que a un tiempo sabe suyas y no suyas. Son suyas porque
rompiendo consigo mismo las elige, y no son suyas porque nunca las podrá agotar en su
total plenitud. Una vez expuesto su existencialismo militante, el filósofo escribió la Crítica
de la razón dialéctica, en la que afirmó que el marxismo es la filosofía no superada de
nuestro tiempo. En este período de su vida, Sartre se volcó en un activismo político e
intelectual que cristalizó en su libro Manos sucias, en el que analizó el problema de ser un
intelectual y participar en política. En las décadas de los años cuarenta y cincuenta del
siglo pasado, su pensamiento existencialista caló profundamente en la generación beat
estadounidense y europea. En el terreno literario, su novela La náusea fue un gran éxito
editorial.
Gabriel Marcel y el existencialismo

En el existencialismo de Marcel la trascendencia es Dios. Aunque es lo meta


problemático, porque no es definible desde los planteamientos de la ciencia. De hecho,
considera que lo divino es lo más interior del yo de cada sujeto o de su conciencia. Según
Marcel, la divinidad trasciende y domina la experiencia mundana. Y es el ente garante del
sentido de la existencia. Lo divino sería un paradigma que sirve de guía y esperanza, y
que nunca traicionará al ser humano ni lo dejará caer en un mundo despersonalizado y
materialista.
Considero que este existencialismo cristiano afirmado por Gabriel Marcel, aunque desde
el enfoque agnóstico y ateo es rebatible, proporciona perspectivas nuevas. Por ejemplo, si
la conciencia más profunda e interna de cada sujeto es una especie de conciencia moral
que en las personas con creencias religiosas es identificable con Dios, en los demás
puede ser entendida quizá como una conciencia trascendente humana que orienta hacia
el mayor bien del ser humano. O bien, comprendida como una especie de conciencia
humanizaste presente en el yo o en la consciencia de todos los individuos. Desde la
perspectiva metafísica de Gabriel Marcel la filosofía primera se construye no desde un
enfoque racional, sino desde experiencias personales de carácter existencial. Lo que
revela la necesidad de acercamientos concretos a la diversidad de campos experienciales
y existenciales de los seres humanos. El rechazo por parte de este filósofo de las
deducciones lógicas y las generalizaciones abstractas en el ámbito metafísico considero
que es demasiado riguroso. Porque existen tipos diferentes de racionalidad y
argumentación que hacen posible también una comprensión de la realidad en
combinación con procedimientos más intuitivos y concretos. Lo que sí es cierto también
es que la literatura puede hacer entendible el misterio del ser humano de un modo
complementario, con el propio de un tratado filosófico que trate metafísicamente la
diversidad de las situaciones humanas.
Simone de Beauvoir, el existencialismo con forma de mujer

Simone de Beauvoir fue la primera en tomar como centro de su cuestionamiento filosófico


a la mujer. Si bien la filosofía había abordado antes el tema de lo femenino, era tan solo
un elemento más enmarcado en otras teorías.

De este modo, su gran aporte a la filosofía, como señala la doctora en filosofía, Linda
Zerilli, fue la articulación de un nuevo problema filosófico: ¿qué es una mujer?

En su teoría, el problema de la mujer es abordado desde los puntos de vista:

 Ontológico: ¿qué es una mujer?


 Existencialista: ¿qué significa ser mujer?
 Fenomenológico: ¿qué significa vivir la experiencia de ser mujer?

Este ha sido el punto de partida para las teorías de sexo y de género.

Simone de Beauvoir plantea las nociones del feminismo existencialista tomando como
conceptos previos la noción de "otredad" de Hegel; el planteamiento de que la existencia
precede a la esencia, entre otros.

Para el existencialismo, el ser humano está en capacidad de construirse y decidir; no es


un ser predeterminado, sino que construye su propio destino.

Bajo este razonamiento, de Beauvoir propone cuestionar el concepto de mujer. No es un


concepto ya dado, como asume Sócrates en La Républica de Platón. Ella plantea que la
distinción ontológica existencial entre el ser del hombre y de la mujer puede estar
determinado, pero no reducido a las facticidades del sexo. Argumenta, entonces, si el
sexo no puede definir el ser mujer, ¿entonces qué lo define?

La pensadora investiga los hechos y los mitos alrededor de la construcción del concepto
de mujer, desde la perspectiva biológica, científica, psicoanalítica, materialista, histórica,
literaria y antropológica.

A partir de estos cuestionamientos plantea que el concepto de lo "femenino", con el que


se ha identificado a la mujer, es una construcción social, y, por lo tanto, es independiente
a su "esencia". Bajo este marco argumentativo formula su frase más famosa:

No se nace mujer, se llega a serlo.

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