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Kitiara Mich Fraser

Mich Fraser Getzee

Pagan Moore dahi_p_22

Kari gabyguzman8

Camila Cullen July

3
Pagan Moore

florpincha Nuwa Loss

Jessibel Caile

Daliam

Romina22

R♥BSTEN
Sinopsis

Prólogo

Capítulo 1 Luna

Capítulo 2 Luna

Capítulo 3 Luna

Capítulo 4 Luna

Capítulo 5 Luna

Capítulo 6 Luna

Capítulo 7 Luna

Capítulo 8 Luna
4
Capítulo 9 Luna

Capítulo 10 Luna

Capítulo 11 Luna

Capítulo 12 Luna

Capítulo 13 Jisung

Capítulo 14 Luna

Capítulo 15 Luna

Epílogo Jisung
Si odiaras tu vida, queriendo demostrarle al mundo que podías cambiarla,
¿Cómo lo harías?
Tenía un plan. También no tenía familia, ni amigos y definitivamente no un
ex novio idiota quien pensaba que yo era aburrida.
Estaba cansada de ser yo.
En las vegas, podía ser cualquier persona.
Entonces lo vi a él.
Su sonrisa hambrienta quería probar a la nueva yo.
Sólo una persona aburrida hubiera dicho que no.
Fue tonto seguir a un extraño a su cama. Peligroso tomar esa bebida que me
dio. Pensé que lo peor que obtendría sería una resaca, un paseo de la vergüenza a
través del hotel. 5
Excepto que no me desperté en el hotel.
O en las Vegas.
Dudo que mi cara termine en las noticias. “Mujer desaparecida” diría en el
titular. “Una estúpida que pensó que podía ser otra persona”.
No soy alguien más. Sólo estaba jugando a fingir.
Una lástima que él estaba jugando para siempre.

Ésta es una novela romántica oscura, que contiene temas de violencia y


situaciones para adultos que podrían hacer que los lectores se incomoden.
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Florpincha

Un simple paso de él, moviéndose en mi camino, me daba escalofríos. —


¿Por qué harías esto?
—Adivina. —Otro paso, sus labios se contrajeron en una esquina.
—¡No te acerques, aléjate!
Su risa fue salvaje y sin preocupaciones, se hundió mi interior. —¿Oh?
¿Estás tratando de darme órdenes? —Chasqueó su lengua—, ¿realmente no sabes lo 6
qué está pasando, verdad? —Su avance no se detuvo; en un momento, él estaba
sobre mí.
¡Tenía que hacer algo! Miré a un lado, vi una de las altas lámparas. Era del
tipo que encontrarías en un estudio de fotografía, cosa que me recordó a los
retratos de mi familia, ahora estaba siendo filmada para posar lascivamente. No
pienses, Luna, ¡solo muévete!
Jisung me alcanzó justo cuando levanté mi brazo. Agarré el soporte, me las
arreglé para golpearlo. No fue un movimiento sutil; lo esquivó sin problemas,
había cristales rotos por el suelo. Ambos nos quedamos mirando los pedazos de lo
que hice. Mientras él me volvía a mirar, supe que tendría que haber huido.
Fue demasiado tarde.
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Florpincha

Músculos rígidos, tan firmes que podía haber canicas rodando por mi brazo.
Todo mi alrededor siempre apestaba a grasa, el olor penetraba en mi nariz,
infiernos, incluso mis poros.
Era una existencia incómoda, pero una a la cual me había
acostumbrado. Pero eso no importaba.
En ese momento, mientras mi novio bobo se removía y se preocupaba, no 7
importaba en lo más mínimo.
—¿Qué? —Mi lengua tocó mi labio inferior, pasándola por la piel agrietada
que necesitaba de la humedad—. ¿Me estás despidiendo o estás rompiendo
conmigo? ¿Qué es esto, Jeno?
Deslizó una mano pegajosa en su cabeza. —Ambas. Las dos.
—Ambas. —La palabra sonó sin sentido. Tal vez, si la seguía repitiendo
perdería todo el impacto y nada de esto, ¿estaría pasando?—. ¿Por qué? —
Finalmente dejé que mi mano bajara la espátula. Estuve cocinando hamburguesas
en el camión de Jeno toda la tarde—. ¿Qué hice mal?
—Mierda, Luna, no me hagas decirlo.
—¡Pero no entiendo por qué estás haciendo esto de repente!
Sus cejas se fruncieron, arrugando su frente. —Luna, vamos. Esto no es
tan imprevisto. No si lo piensas.
Estaba arrastrándome a través de mi cerebro, tratando de poner las piezas
juntas. Claro, Jeno y yo no teníamos la mejor relación, pero acabar con ella ahora
mismo, ¡ahora mismo! ¿Después de todo lo que pasamos?
Lentamente, puse la espátula al lado de la plancha. —Dime en donde la
cagué. Dame una oportunidad…
—Luna.
—¡Dame la oportunidad de arreglarlo! —¿Le acabo de gritar? De pie en este
pequeño camión, mirando hacia abajo, a mi novio. Bueno, supongo que ex novio,
ahora sentía cómo las paredes se estaban reduciendo.
Jeno era un tipo delgado. Deslizar su delantal manchado solo lo hacía
parecer más pequeño. Pude ver que respiraba pesadamente, vi que se calmó a sí
mismo para hablar. No había mucha tristeza en sus ojos marrones. —No puedes
arreglar lo que eres.
¿No puedo arreglar lo que soy? Pensé frenéticamente digiriendo su comentario.
Él enterró sus pulgares en los bolsillos. —Luna. No eres más que…
aburrida.
Necesitaba aire, tan desesperadamente. —¿Aburrida? —Me aferré a la
pared.
—Nos hemos enredado por un tiempo. Lo siento, ¿pero qué cosas podrías
arreglar? ¿Tus habilidades en la cocina, tu ética de trabajo? —Escucharlo recitar 8
una lista fue una tortura—. Infiernos —agregó riendo con amargura—, incluso esta
mañana llegaste tarde. ¡Te vi durmiendo cuando me fui a preparar el camión!
Durmiendo hasta las diez, sólo… vamos.
¿La humedad en mis mejillas era sudor o lágrimas? —Jeno —su nombre era
tan familiar en mis labios. Después de tres años, tenía que serlo—. Esto no está
bien. ¿Qué se supone que haré si rompes conmigo?
—Ya está hecho —girándose, evitó mis ojos suplicantes—. No trates de
discutir esto. Por favor.
Dar un paso fue difícil. Mis piernas nunca habían estado tan pesadas.
Cuando me acerqué a su hombro, él se alejó. Ni siquiera quería que lo tocara. Eso
realmente fue duro. Todo este tiempo y no me dejaba acercarme. ¿Cómo todo había ido
tan mal? Era cierto, estuvimos un poco distanciados, ¡pero eso era normal!
¿Era normal?
Se estableció una rutina. Pasábamos todo el día juntos, aunque últimamente
yo me acostaba más tarde que él…. y esquivé sus intentos de tener sexo, pero es que
estaba tan cansada.
Eso es lo que era la vida.
Eso era todo.
Arreglando mis mechones de cabello sueltos de mi moño, me cerní sobre la
puerta del camión. Aunque Jeno estaba a apenas dos pies de distancia, se sentían
como malditos kilómetros. —Entonces creo que solo voy a ir por mis cosas al
apartamento. No sé qué voy… realmente no tengo a nadie para quedarme, ya
sabes.
—Voy a trasferir un poco de dinero en tu cuenta para un motel —
murmuró—. Después de eso, estás por tu cuenta.
Por mi cuenta, me pareció de mal humor. Si fuera honesta conmigo misma…
Estaba por mi propia cuenta desde hace mucho tiempo.

***
No tomó mucho tiempo juntar mis cosas. Aun así, viviendo juntos tanto
tiempo, acumulé poco. Nunca fui de comprarme algo para mí misma y Jeno fue
escaso en su generosidad.

Él estaba loco, tal vez con estrés. Aquello estaba poniendo su cerebro raro.
¡Tenía que ser la razón por la cual rompió conmigo! 9
Con una bolsa de ropa y algunas cosas básicas, las dejé en mi coche y sólo…
miré. La última vez que empaqué y conduje cualquier distancia, fue para moverme
a través de California, desde Bakersfield a los Ángeles, para estar con mi ex novio,
mi ex. Mi ex por ahora. Era demasiado difícil creer que esto no podía ser arreglado.
Mirándome en el espejo, observé mi aburrido cabello moreno, agobiado por
la suciedad y el estrés, recordé sus palabras. Aburrida. Dijo que yo era aburrida. ¿Lo
era? Era cierto, no era exactamente la persona más espontánea. ¡Pero eso no debería
de importar!
Me convencía a mí misma que era un examen fallido.
En mi cerebro, las palabras de Jeno se arrastraban. Aburrida, aburrida,
aburrida. Pensaba que era aburrida.
Me dolían las costillas por mi inhalación; giré las llaves y encendí el coche.
Dijo que no podía arreglar quien era yo.
Tenía toda la intención de demostrarle lo contrario.
En el salón estaban más que felices de ayudarme cuando atravesé su puerta.
La campana sonando después de que entré, fue encantador. Las chicas me
sentaron, encresparon mi largo cabello con un corte anticuado y chasquearon sus
lenguas.
—¿Cómo lo quieres? —Lo único que pedí fue algo con volumen, labios
brillantes y rojos. Levantando la barbilla, apunté a sus lagos mechones rubios. Ella
sonrió ampliamente. —Oh, cariño. Has hecho mi día.
Nunca teñí mi cabello. Ni una sola vez en mi vida. Simple, el marrón con el
que fui dotada. Lo mantuve para trabajar en el camión de comida de Jeno. Aquello
nunca pareció molestarle.
Pero ahora…
No soy aburrida, me dije en silencio. Y una hora más tarde, con mis nuevas
ondas rubias hasta los hombros, casi empecé a creerlo. Mientras las chicas me
hicieron pedicura, me mimaban, me quedé sorprendida conmigo misma en el
espejo.
Luna, la chica que dormía hasta demasiado tarde y no excitaba a su novio,
no me miraba. Era una extraña, una que estaba en mi propia piel.
Y… y honestamente, me gustó.

Me sentía poderosa. Me sentía hermosa y sexy y sorprendente, todo junto. 10


¿Por qué no había hecho esto antes?
Cuando salí del salón, mi corazón empezó a hincharse y cosquillear.
Divertido. Ajusté mi espejo, sintiendo mi cabello sedoso. ¿Cómo podía ser tan
simple? ¿Esto era lo suficiente para cambiarme, arreglarme y hacerme interesante?
Acariciándolo, el resentimiento comenzó a salir. Dijo que era aburrida… pero que
también hacía mal mi trabajo.
No había manera que fuera cierto.
Me quedé inmóvil, tocando mi cabello. Él estaba equivocado sobre mí. No era
aburrida o perezosa o nada de eso. Jeno estaba equivocado sobre mí. En mi propio reflejo,
vi la amargura hundirse en mis ojos miel claros.
En realidad me llamó aburrida.
¿Qué clase de idiota decía eso? Especialmente a mí, ¡la chica que se arrancó
de todo, vino todo el camino hasta aquí para trabajar en su estúpido camión de
mierda, ayudándolo a conseguir su sueño! El primer año que trabaje para él fue
gratis.
¡Gratis!
Cuando más empujaba el pie en el pedal del coche, el motor más rugía. Tal
vez la Luna de hace horas sería boba, mocosa y rezongona porque salía con alguien
que se atrevió a llamarla aburrida…
¿Pero la Luna de ahora, la rubia con el cabello volando?
Le mostraría lo que era ser espontaneo.
Sabía exactamente a donde ir abrazar el concepto de salvaje.
Eran más de la cinco en una noche de viernes. Si me iba
ahora…. Llegaría a Las Vegas cuando las cosas estuvieran
calentándose.

***

Fiel a su palabra, mi ex puso bastante dinero en mi cuenta para permitirme


pagar un motel barato unas cuantas noches. Mientras arrastré mis maletas a través
de las gigantes murallas del Caesar’s Palace, me pregunté si era lo suficiente para
conseguir una habitación allí.
Levantando mi maleta al mostrador, me mecí sobre mis talones, viendo con 11
los ojos abiertos a la multitud. Tendría que haberme cambiado antes de ir allí. Me veía
como un lío gigante en vaqueros y camisa de tirantes. Sacudiendo la cabeza, me
apresuré hacia la recepción.
Él era pequeño, tal vez de mi altura o incluso mi edad. La mirada de chico
de universidad en una chaqueta oscura demasiado grande, me dijo—: Hola allí —
expresó dulcemente—. ¿Cómo puedo ayudarte?
—Um, bueno. Tenía esperanza de conseguir una habitación para esta noche.
—¡Por favor que no sea demasiado cara!
Asintiendo con la cabeza, el hombre comenzó a teclear en su computadora.
—Claro, ¿sólo esta noche?
—Sí, sólo está noche.
—¿Cama queen o King?
—Umm, queen.
Su barbilla se mantuvo moviéndose. —Tenemos una de no fumadores
disponible, sólo trescientos dólares por la noche.
Mi corazón se hundió en mi vientre, feliz de estar ahí. —Lo siento, ¿dijiste
trescientos?
—Correcto, señora. ¿Eso es un problema?
Era un problema costoso. Eran cinco noches en un motel barato. —¿No hay nada
más barato?
—Me temo que no. Tal vez debería comprobar otro hotel si nuestras tarifas
no suenan justas.
Mordiéndome el lado de mi lengua, luché para no gemir. —No es eso.
Permíteme, ya sabes, hacer una llamada y ver qué puedo hacer. —Ninguna llamada
telefónica ayudará por ese costo, uh—. Um, ¿podría decirme dónde está un baño, por
favor?
Después de su gesto, empujé mi maleta por el suelo. Moviéndome a través
de una multitud de personas, me sentí aliviada de entrar al tranquilo y precioso
baño al lado del vestíbulo. Infiernos, esto era mejor que mi apartamento. Tenía que
dejar de pensar como si fuera mi apartamento. Por lo menos por ahora.
Inclinándome sobre el lavado, me quedé mirando mi reflejo y traté de
pensar. Mi piel estaba pálida, mis ojos cansados y hundidos. Tenía que admitir que
mi cabello se veía fantástico, pero el resto no. Quería una habitación, limpiarme y
luego realmente tener un poco de diversión por una vez. Hacer cosas que nunca llegué a
hacer, ser salvaje o… o algo como eso. No era como si alguien me iba a decir que no 12
fuera loca o espontánea. Sin novio, amigos íntimos, ni familia. Lo único que me
retenía era…
Mi pie golpeó mi maleta. Sorprendida, la miré, una idea comenzó a flotar.
Bien. Nadie me impedía disfrutar de mí misma más que yo. Apretando mi mandíbula,
puse mi maleta en una silla. El cierre sonó fuerte, haciendo eco por el aire.
Quitando mi camisa, me desabroché mi aburrido sostén blanco. Ante la luz
amarilla del baño, mis pezones estaban más oscuros de lo habitual. Siempre quise
pechos más pequeños, estaba avergonzada de lo grande que eran los míos. Se me
hacía imposible llevar cierto tipo de ropa interior, no es que hubiera estado
tratando en los últimos años.
Culpaba a la pubertad, al principio. Pensé que mi pecho pararía de crecer y
empezaría a lucir más como el de las chicas en las revistas de moda. Mantenía a
mis padres actuando como si yo estuviera comportándome de una manera
inapropiada por existir. Ahora, a la edad de veintidós, estaban más grandes de lo
que nunca habían estado. Me avergonzaba de ellas, como si fuera una adolescente
incómoda.
Ya no quería ser tímida.
Temblando por el aire fresco, me apresuré a terminar de desvestirme.
No tenía mucha ropa a la moda. El corto y negro atuendo era un perfecto
camuflaje en Las Vegas. Jeno me lo compró el año pasado, en un intento de añadir
“sabor a la relación” había dicho. Me rehusé a usarlo.
Controlando mis nervios, tiré un apretado vestido por encima de mi cabeza.
Fue seda cobrando vida, abrazando mis curvas y recordándome que no tenía
sostén. No podía ver cómo usar uno, sin embargo, con un escote como este, todo el
mundo podría. Las chicas que se vestían así nunca usaban sostén. Simplemente no se hacía.
El conjunto se completó cuando empujé mis pies en un par de tacones
plateados. No eran demasiado altos, pero sabía que mis caderas se seguirían
balanceando. Subiéndome a la silla, miré mi reflejo en el espejo y me quedé sin
aliento.
Si Jeno me hubiera visto así. Guau. Lo alejé de mi mente. ¡Se suponía que tenía
que estar enojada con ese imbécil! Rompió conmigo, dijo cosas horribles sobre mí.
¿Por qué incluso pierdo el tiempo recordándolo?
Los toques finales vinieron después. Algo de corrector para mis ojos
cansados, rubor para quitar mi palidez. Fui hasta el punto de ponerme delineador
de ojos cobalto, destacando el color de mis ojos miel con toque violetas.
Frunciendo mis brillantes labios rosados, mi sonrisa se
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ladeo. De hecho, me veía bien.
No solucionaba mi problema de conseguir una habitación, pero me
animaba. Mi confianza creció más cuando jugué con mi nuevo cabello rubio,
estudiando cómo el vestido se hinchaba en mis caderas y culo. En el peor de los
casos, me digo a mí misma, iba a caminar por el hotel, yendo sólo a la entrada y
encontrando un motel más barato.
Envalentonada por mi lógica, por ahora, atrapé al recepcionista
comiéndome con los ojos cuando pasé caminando a la parte principal del casino. El
lugar bullía, personas acudiendo a Las Vegas para el fin de semana. Si la noche
estaba concurrida y ruidosa, había elegido el momento adecuado para venir, era
mi meta.
Mi atención vagó, atrapando el ruido y la energía. Yo nunca fui de jugar,
pero al ver a gente gritar en una mesa mientras pasaba me tenía intrigada.
Deteniéndome, fui hacia el escándalo.
Era un grupo, tres personas. Tuve que estirar el cuello para ver el juego que
se estaba reproduciendo. El fieltro verde estaba cubierto de fichas, la ruleta, me di
cuenta, tenía marcas rojas y negras.
—No más apuestas. —La repartidora, una mujer mayor en un chaleco
negro, agitó su mano sobre la mesa. Las personas murmuraron, con ojos
disparados a la ruleta. Inclinándome más cerca, los imité, tratando de darle
sentido.
La pelota cayó en el veinticinco. Al instante, todo el mundo aplaudió,
levantaron sus brazos al aire. Me encontré atrapada en la energía. Fue
completamente natural, las voces coreando sobre mí como las nubes. ¡Esto era
divertido! Ni siquiera entendía el juego, ¡pero el estado de ánimo era embriagador!
De la nada, los diminutos vellos de la parte trasera de mi cuello se erizaron
en advertencia. Levantando la mirada, vi algo, alguien, del otro lado.
Negro, más oscuro que las sombras en el interior de una cabina. La mirada
que estaba fija en mí le pertenecía a un hombre al otro lado de la mesa ocupada.
Tenía un color de piel oliva, su cara era dura en los bordes y lo hacía lucir más
duro por la barba recortada a lo largo de su mandíbula. Me recordaba a los tipos
que mirabas en la revista GQ, vendiendo whiskey o relojes o algo bastante caro.
Él no se movió. De alguna manera sentí como si me estuviera tocando.
En mi pecho mi corazón se agitó. No podía explicarlo, cómo alguien podía
mirarme y causar que mi piel se erizara, que me retorciera, pero aun así estaba 14
sucediendo. Salivando, me obligué a apartar mi mirada. ¿Por qué me estaba
mirando? Agarrando mi maleta, traté de decidir a donde ir. Eligiendo. ¡Deja de ser
tan raro! Excepto que aquello era raro. Extremadamente raro.
Demasiado consciente de mi vestido, tiré del dobladillo debajo de mis
muslos.
Al instante, el hombre inclinó una pequeña sonrisa. Ese movimiento fue por
mi espina dorsal. Haciendo que mi vientre bajo se sintiera cálido, respiré más
rápido.
Mierda, él me miraba como si quisiera masticarme.
¿Por qué eso era tan emocionante?
Agarrando mi cabello nerviosamente, mirando los extremos rubios, me
acordé de mi objetivo de venir a Las Vegas. No era aburrida. Puedo arreglar lo que soy.
Sin embargo, todavía no era valiente. Un hombre como él, aunque estaba
trasmitiendo su hambre por la habitación, podría no querer tener nada conmigo.
Mi maleta rodó, mis pies llevándome más adentro del casino y del extraño. Sentí
su mirada mucho después que estaba fuera de la vista. Entre la gran variedad de
máquinas tragamonedas, caminé hasta que pudiera apartarlo de mi mente. Mis
pies, no estaban acostumbrados a los tacones, pidieron un descanso. Dejándome
caer en la silla de una máquina, suspiré. ¿Qué estoy haciendo aquí? Mirando mis
uñas pintadas, fruncí el ceño. Estaba toda emperifollada y demasiado asustada
para coquetear. No era tan genial en todo el proceso de recuperación de una
ruptura. ¿Cómo iba a atravesar este lío? Sin trabajo, sin familia, sin novio, solo…
—Disculpe.
Sentada, me di la vuelta. Una camarera estaba a mi lado, con los dientes
perfectamente brillantes.
—Um, ¿sí? —pregunté, mirando a su top escotado.
—Esto es para ti —dijo, ofreciéndome un vaso de algo con color rojo.
Impresionada, lo tomé, se sentía frío en mis dedos. —Lo siento, no ordené
nada.
Con una risita, la camarera asintió hacia un lado. Siguiendo su gesto, lo vi.
Sus palabras fueron ahogadas en mis oídos. —Ese caballero lo ha enviado. Pagó
por él. ¿Lo conoces?
Aturdida, sacudí la cabeza. Mis ojos estaban atrapados en los suyos negros y
magnéticos.
Ella cepilló su cabello y se encogió de hombros. —Supongo que llamaste su 15
atención. Que te diviertas, cariño. —La oí alejarse.
¿Quién diablos era ese hombre?
No pude evitarlo, me estaba sonrojando. El líquido goteó desde el cristal,
haciéndome saltar ya que salpicó en mi rodilla desnuda. Rompí la mirada,
olfateando la bebida con curiosidad. Tomando un sorbo, la acidez explotó en mi
boca. Tal vez eso es lo que necesitaba, reflexioné, tomando un trago pequeño. El
líquido del coraje, dicen.
Tomo la mitad del vaso, mi cabeza empieza a zumbar dándole la bienvenida
a la suavidad, antes de levantarme de la silla. Incluso, el hielo tintineó antes que
mis tacones me llevaran hacia el extraño. Él me observó ir; sin parpadear, siempre
con una pequeña sonrisa.
Poniendo mi bolsa contra la maleta, mi vaso se arremolinó vacío. —Supongo
que debo darte las gracias.
Moviéndose en su silla, el hombre alisó la parte delantera de su saco.
Mis ojos recorrieron hacia abajo su movimiento, atrapando la forma en que
su camisa se estiró sobre su amplio pecho. —Es natural enviarle un regalo a una
hermosa mujer. —Su acento era espeso, ondulando a través de mis oídos como un
almíbar mezclado con ginebra.
Hermosa. Eso fue todo. Girándome, puse el vaso en la mesa. Estábamos
solos, tan solos como se podía estar en Las Vegas. —¿Eres bastante atrevido, no?
Su risa hizo que saltara hacia atrás; sus ojos me atraparon. —Seré aún más
atrevido. Dime tu nombre.
—Cel… —Me aclaré la garganta—. Luna. Soy Luna.
—Luna —repitió. Lo vi rodar mi nombre en toda su boca. Saboreó cada
palabra, a mí y por la forma en que sonrió dijo algo que encontró lo apropiado—.
Un nombre encantador para una mujer tan hermosa.
Fue un milagro que siguiera de pie. —¿Y tú? —pregunté, trazando el borde
de mi copa vacía. El alcohol me estaba haciendo valiente, retumbando a través de
mis venas—. ¿Cómo debo llamar al hombre que me envió una bebida no
solicitada?
—En la privacidad, puedes llamarme como quieras. —Inclinándose, tocó el
costado de mi muñeca casualmente. Su carne era electricidad, sacudiendo mi
corazón y enviando ondas hasta mis muslos internos. ¿Él podía sentir como latía
mi pulso?—. Pero aquí, Jisung estaría bien.
16
Jisung. Con su acento no podía ubicarlo, era como si estuviera rodando
diamantes debajo de su lengua, y su nombre se añadía al misterio. —¿De dónde
eres? —solté.
Arqueando una ceja oscura, sus labios se curvaron en los bordes. —Ahora,
¿quién está siendo la atrevida?
Cada pulgada de mi cara ardía. Alejando mi brazo, lo froté nerviosamente
en mi cintura. Joder, ¿qué estaba pensando? —¡Lo siento! Uh, sólo… Es que tu
nombre es tan interesante y…
Su risa me sorprendió. Era un sonido terroso, como desde la profundidad.
—No, no pasa nada. —Sus iris negros brillaron, moviéndose a mi maleta—.
Déjame preguntarte, ¿de dónde eres tú?
Mirando a escondidas mi maleta, deseé no haberla arrastrado por alrededor.
Me hacía sentir torpe, arruinaba toda mi “aura de confianza”. —No muy lejos.
Vivo en, bueno. Supongo que estaba viviendo en Los Ángeles.
Jisung inclinó la cabeza. Cuidadosamente, de manera que casi me lo perdí,
le hizo una seña a la camarera.
—Eso suena como una historia. Tráenos dos bebidas, whisky para mí. —
Teniendo en cuenta mis mejillas sonrojadas, el frunció los labios—. Un ron con
coca cola para mi amiga.
—Oh, pero yo realmente no debería aceptar. —O mezclar bebidas, hablando
sobre caminar en el borde.
La chica se alejó, ignorándome por completo. Jisung extendió la mano y
agarró la mía.
Con paciencia, pero con una fuerza inquebrantable, me guió para sentarme
frente a él. Era incapaz de pensar ya que mi cerebro se estaba convirtiendo en
papilla, sólo… seguí. Sus dedos se entrelazaron bajo su barbilla, fijando su atención
únicamente en mí. —Ahora, Luna. Cuéntame más de por qué ya no vives en Los
Ángeles.
—No es una gran historia. —La camarera llegó, entregando nuestras
bebidas. No vi cuánto le pagó él, pero sabía que tuvo que ser generoso para hacerla
moverse tan rápido. La bebida estaba helada, la quemadura fue lenta, funcionando
hasta mi cabeza. —¿Por qué no me cuentas sobre ti? Apuesto que eres mucho más
interesante.
Debajo de la mesa, algo me tocó el tobillo. Me enderecé rígidamente, vi al 17
hombre frente a mí sonriendo maliciosamente. —Pareces demasiado interesante
para mí, Luna.
Mordisquear el interior de mi mejilla no me ayudó. —Mi ex me dijo lo
contrario. —Parpadeando me di cuenta de lo que acababa de decir. Alisando mi
cabello detrás de las orejas, entrecerré mis ojos a la bebida como si hubiera un
premio dentro—. ¡Lo siento! No quieres oír sobre mi ex. Qué estúpida soy.
Jisung se inclinó cerca, sus dedos extendiéndose sobre la mesa. Ellos eran un
soplo de los míos. Pensé en la tensión magnética si tiraba de ellos el resto de
camino. —Ah, todo lo contrario. —Bajo las luces bajas, sus ojos cafés y satén—.
Enterarme que eres soltera es exactamente el tipo de cosa que me gusta escuchar.
Juntando mis rodillas, luché para hablar. —Oh, umm. Bien.
—Ya no estás viviendo en Los Ángeles, es lo que me enteré de tus palabras.
—Eso… simplemente no sé dónde voy a vivir ahora, es todo.
—¿Sin familia, sin nadie que te tome mientras estás lidiando con las cosas de
tu ex?
Sobre la mesa, mis manos se torcieron. Moría de ganas para que él cerrara la
distancia. Cada célula estaba luchando por entender qué partes de mí se estaban
sofocando por el alcohol o por el intenso hombre guapo delante de mí. —Yo… no.
—¿Por qué le estoy diciendo esto?—. En realidad mis padres eran mi única familia y
ellos… —Están muertos. Sólo di muertos—. No están por los alrededores.
La forma en que me miró, me dijo todo. Aquello no era bastante para causar
lástima; la línea neutral de su boca expresaba más una comprensión sencilla. Eso
era suficiente. No quería hablar de mis padres muertos o ex novios, ni nada de eso.
No quería ser aburrida.
Con cautela, deslicé la punta de mi zapato contra su tobillo.
Sorprendentemente, no dio indicio de alguna reacción. —Perdóname —dijo—. Me
entrometo demasiado. La pérdida de un ser querido nunca se arregla en el
corazón. —Agarrando su vaso, sorbió el líquido. Yo, en ese segundo, noté que no
llevaba anillo de ningún tipo.
¿Cómo un hombre tan guapo, alguien que goteaba poder y dinero, no
estaba casado? Tuve la tentación de curiosear. Nunca tuve la oportunidad; su
mano se sumergió debajo de la mesa, tocando mi rodilla desnuda. —Luna. Admito
que me di cuenta de tu maleta por una razón. ¿Te estás alojando en este hotel?
Mi lengua estaba hinchada. Hablar era demasiado trabajo. —Um, yo… yo lo 18
estaba planeando, pero los precios son… quiero decir…
—Estoy aquí por negocios. —Su pulgar se deslizó sobre mi pantorrilla.
Cerré los ojos perdida en la sensación. Estaba perdiendo mi ser con un extraño…
¿no tuve que haber puesto más resistencia? ¿Haciéndolo trabajar? ¿Estaba tan
ansiosa por hacer música para cualquiera, siempre y cuando tocaran las cuerdas
correctas? —Luna, puedes dejar la bolsa en mi habitación. Tengo un montón de
espacio, entonces así no tienes que arrastrarla por el casino.
—Yo… —Rocé el dobladillo de mi vestido—. Eso es… —En mis zapatos mis
pies se estaban curveando—. Eres muy amable, Jisung.
Él se rió entre dientes. —Ah. Mi querida, vas a descubrir que puedo ser muy
amable.
Con dos bebidas más, yo ya era peso ligero. Luchando por estar de pie, no
peleé cuando él agarró mi maleta. Ni siquiera me resistí cuando deslizó su brazo a
través del mío, tomándome por el codo para abrir camino.
Me sentía borracha. Por no hablar de… bueno. Estaba excitada hasta la
mierda. Caliente, mareada, guiada por un misterioso, pero caliente como el
infierno, hombre, a través de Las Vegas.
Y me encantó.
Díganme aburrida ahora, pensé, entrando al elevador. Atrévete a llamarme así
otra vez, Jeno.
Jeno.
No quería pensar en él o en su estúpida cara grasienta de nuevo.
En las paredes reflectantes del ascensor, me miré. Presionada contra Jisung,
mi cabeza estaba debajo de su hombro. Él se alzó sobre mí, su traje contrastando al
lado de mi nueva cabellera rubia.
Subimos muchos pisos. Perdí la cuenta, no estaba prestando atención.
Estaba ocupada olfateándolo a él, dejando que su almizcle se hiciera cargo de mi
nariz. Si sólo pudiera oler a Jisung, sería feliz por horas.
Así fue, lo seguí con las piernas temblorosas hacia su habitación. Cada paso
era una tarea; mi centro tiraba de mí, el dolor crecía ante la atracción. Tal vez me
estaba volviendo loca. Tal vez así era cómo las personas manejaban las rupturas.
No me detuve una vez que él abrió la puerta.
La habitación era enorme, con una cama gigante a un lado que apenas
ocupaba espacio. Casi no presté atención al baño, pero sin dudas me di cuenta que
había una enorme bañera de hidromasaje. ¡Esta habitación! ¿La mía tal vez costaba 19
unos trescientos? ¿Cuánto más costaba esta? ¡Jesús!
Él puso mi maleta en el suelo junto a la pared, con sus dedos trabajando en
su saco. —Eso debería estar mejor. Menos complicado. —La ropa cayó sobre una
silla. Jugueteando con el botón de su ajustada camisa blanca, Jisung me miró. Corté
lo que estaba a punto de decir.
—¡Oh Dios mío, esa vista! —Pasándolo, mi nariz tocó la ventana gigante. Se
extendía hasta el techo, la vista daba a las luces de navidad de Las Vegas. Nunca
había visto algo tan maravilloso. Si era todo lo que tenía de este viaje hasta el
momento, valía la pena.
Los pasos de Jisung eran suaves como plumas en la alfombra. No lo vi hasta
que estuvo lo suficientemente cerca para que su aliento le hiciera cosquillas a mí
oído. —Una bebida antes de regresar a la vitalidad del casino.
Alejando la mirada, observé dos gruesos vasos con cobre líquido en sus
manos. En la superficie, las uñas de él estaban impecables. —Oh, seguro —reí
nerviosamente. Tenía la boca seca; no por falta de bebida. Dios, este hombre es
hermoso. ¿Por qué me está pasando esto? A mí, Luna Park. Incluso si estaba tratando de
no ser aburrida, el hecho es que había cientos, no miles, de mujeres hermosas en la
planta baja. Pero ahí estaba yo, a unos metros de un hombre que sin duda podría
llamar la atención de una de ellas.
¿Por qué perder su tiempo conmigo?
Tomando la copa, la olí con curiosidad; había notas de almendra, humo y
fuego. Quemó rigurosamente por mi garganta, trayendo más niebla a mi cabeza.
El líquido era fuerte y yo…
No lo era.
—¿Qué es esto? —pregunté, girando el recipiente a la luz.
—¿Importa? —Su vaso estaba vacío—. Si algo es delicioso, ¿importa de lo
que esté hecho? —Él estaba de pie demasiado cerca de mí, mirándome con esos
ojos que amenazaban con empujarme.
Tenía que decir algo. En su lugar, solo miré su sonrisa malvada. Dichos labios
eran carnosos para un hombre. ¿Cómo se sentirían deslizándose por los míos?
Saboreando… ¡No! Jesús, céntrate, Luna. No conoces a este tipo, estás perdida y en su
habitación de hotel. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué es lo que quieres de esto?
La respuesta estaba en la punta de mi memoria. Mirando por la ventana vi
mi reflejo. Cabello rubio, sonrojada, con mi pecho agitado. Mi vestido era ceñido
abrazando mis pechos y haciendo énfasis a la punta de mis pezones.

En ese momento, no era Luna Park. 20


No necesitaba serlo.
No quería ser aburrida. Si tenía que jugar a fingir que eso sucediera…
Joder. Lo haría.
Lo último del alcohol corrió por mi garganta. Jisung me preguntó algo.
Parpadeé, lo vi agarrar mi vaso. Su piel eran tan cálida donde tocó la mía, tan
amable y gentil.
Me di cuenta que estaba apoyada en la ventana, la superficie era fría en mi
hombro. Estar de pie era demasiado difícil, pensar era… aún más difícil.
—¿Luna? —Mi nombre era caramelo cuando lo dijo. Dejé que el sonido se
arremolinara en mis oídos, cerré los ojos y sentí que tropecé—. ¡Luna! — Entonces
él me tenía, atrapándome debajo de mí brazo para estabilizarme—. Bueno allí, tal
vez esa bebida fue mucho para ti.
El cabello le hizo cosquillas a mi nariz; ¿estaba en el suelo? —No, fue… fue
realmente bueno. Lo siento, no bebo mucho. —¡No, no le digas eso! ¡Recuerda, sé
interesante, sé emocionante, sé atractiva! Mentir era tan difícil para mi cerebro lavado.
Me llevó a la cama. La sensación de su fuerza me excitó, me dejo sola
cuando soltó mi brazo. Bajo mí el colchón se hundió. —Sólo relájate un momento
—susurró—. Pensé que podías manejar más que eso. Mis disculpas.
Jisung quitó el cabello de mi cara, lo puso detrás de mi oreja. Mirándolo
mientras se inclinaba sobre mí, me puse rígida. Todo lo que quería hacer era mirar
ese rostro maravilloso, perderme en su olor y sonreír por el resto de mi tiempo.
Pensó que podía manejar más, dijo. La culpa corrió con fuerza por mis entrañas. Me
dijo que era interesante, estoy haciendo que piense lo contrarío… Yo…
Tenía que hacer algo.
Tal vez sólo quería justificarlo. Fue imposible para mí saberlo, sobre todo en
ese entonces. El borde de su sonrisa se sentía cayendo en mis labios. Nunca había
sido la que besara primero, siempre dejé que los hombres tomaran la delantera.
No aburrida, no aburrida, no seré…
Curvó su mano en mi cuello, atrapó mi cabello. El hormigueo se extendió
desde las raíces, haciéndome inhalar bruscamente. Jisung no necesitó que me
quedara quieta para aplastar sus labios con los míos mientras me sostenía por la
nuca. No tenía que controlarme de ninguna manera.
Pero… a la mierda si no me gustaba. Nunca había sentido mi coño latiendo
21
junto a mi respiración. Diablos, ¿estaba respirando? Fue una lucha pensar más allá
cuando su lengua pasaba por mis dientes.
Bajo mi espalda, los resortes de la cama se agitaron. Estaba acostada sin
saber cuándo había caído, o sido empujada. Sólo estaba allí con su peso sobre mí
como una manta familiar. ¿Hasta dónde llegará? Me pregunté, parpadeando cuando
se alejó. ¿Hasta dónde iba a dejarlo ir?
Agachándose sobre mí, Jisung estudió mi rostro. Dos dedos corrieron por
mi mejilla y luego tiraron de mi labio inferior. —Hermosa. —La palabra fue
suficiente; cada vez me encantaba su maldito acento—. ¿Me estoy moviendo
demasiado rápido?
Cerrar mi boca tomó un segundo; abrirla fue más lento. —No.
Su sonrisa fue corrompida por algo. —Bien.
Avanzando lentamente por mi cuerpo, su barba se frotó contra mi clavícula.
Le dije que no se estaba moviendo demasiado rápido, sin embargo la sensación de
él acariciando mi pecho izquierdo tensó mi columna. Quería sentarme en mis
codos, para tener una mejor visión de él bajando. Moverse era toda una tarea. —
Me siento rara —murmuré.
Dejó fuego donde sus dedos arañaron. —Yo también, Luna. Tal vez es
amor.
Mis ojos rodaron al techo; ¿los cerré? No, no era amor. Algo estaba pasando.
Alcanzando debajo de mí, tiró de la cremallera de mi vestido. Jisung
arrastró la prenda por mis muslos, pelándome como si fuera una fruta. Mi sangre
estaba bombeando, mis muslos débilmente presionándose juntos mientras él
acariciaba el frente de mi ropa interior. Aturdida como estaba, todavía podía sentir
mi propia astucia a través del material.
Toda mi boca estaba adormecida. Quería decir algo, pero no sabía qué.
Jisung habló primero. —Tu olor es embriagador. —Sus palabras hicieron
cosquillas a través de mis labios inferiores apenas ocultos—. Dime, ¿eres virgen?
La pregunta me pilló desprevenida. Traté de levantarme, mirar hacia abajo a
mi cuerpo y verlo. Todo era demasiado fuerte, las sombras bailaron en mi visión.
—Yo, ¿qué? ¿Por qué?
Su respuesta fue rápida, dedos se extendieron en mi piel más o menos. Mi
gemido fue salvaje, mi ropa interior de seda estaba empapada. —¿Has follado a un
hombre antes? ¿Tú novio?
Sentí la sábana en mi mejilla. Hacía frío en mi cara. Si la mordía, tal vez, el
22
silencio volvería… evitando su pregunta vergonzosa. Con propósito, expuso mi
clítoris hinchado a través de la tela. —Luna.
—¡Sí! —di un grito ahogado, frenética de excitación y algo más.
Seguramente era sólo el alcohol, excepto que mis músculos se sentían bien. Los
nervios fueron desapareciendo, más a causa de su toque experto.
Por encima de mi propia respiración pesada, oí su suspiro. —Una lástima.
¿Por qué es una lástima? Me pregunté.
—Está bien. —Arrancó la ropa de mí, el aire acarició mi coño expuesto—.
Hay otras cosas que valen la pena cultivar aparte de la castidad. —Una reflexión
profunda, Jisung hundió su lengua en mi carne rosada y mojada. Mi centro, mi ser,
todo se involucró con el dolor palpitante de mis entrañas.
Él susurró cosas, lamió y probó como si yo fuera una buena comida. Jeno
nunca hizo eso; nunca lo dejé. No me había llamado mojigata, sólo que era tímida
para dejar que alguien me tocara tan íntimamente.
Si alguien me hubiera tomado como este extraño, este hombre el cual me
hacía perderme más allá de su olor y voz, me hubieran hecho ceder.
Él debió sentir que estaba en el borde. La tensión hirvió, mis rodillas
vibraron mientras el orgasmo se levantaba. Dos dedos se curvaron dentro de mí,
mis paredes lo abrazaron mientras el calor explotó. Estaba demasiado débil para
gritar; gemí en su lugar.
Riéndose, Jisung los sacó. Su peso se apoderó de mí. Sabía que estaba allí,
¿por qué no abría los ojos?
La oscuridad me estaba llevando profundamente, huyendo de la energía. —
Hay algo que admirar sobre una rubia clásica —dijo, contra mi garganta.
Gimiendo, sentí que caía. Muy por encima, de la manera más peligrosa
estaba cayendo en un mundo negro, pensé que lo escuché hablar de nuevo; no
podía entender. Debí haber estado soñando, borracha de sexo y alcohol y en el
poder de ser alguien que no era.
—Sí. Me encanta una buena puta estadounidense.
Soñando. Eso fue todo.
Estaba contenta de soñar para siempre.

23
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Florpincha

Aquello sostenía mis miembros. Abundante, apretando y chorreando mi


mente y memoria hasta que me perdí por siempre en el vacío. Nunca había soñado
así.
Tampoco nunca había despertado con manos sobre mi cuerpo.
Poco a poco, empecé a resurgir. Mis oídos se despertaron primero,
trabajando duro para darle sentido a lo que estaba oyendo. ¿Voces? El patrón fue
recortado, mezclado, sí, eran dos personas hablando sobre mí. Mi alegría por
entender se perdió en el miedo. ¿Por qué había gente tocándome, qué está pasando? 24
Como si mis pestañas estuvieran pegadas a mis mejillas, no podía ver. ¿Por
qué mi cuerpo no me escucha? Sentía la cabeza hinchada, como rellena de algodón
flotando en la nada. No sentía los miembros, no había manera de sentir lo que
estaba a mi alrededor. ¡Abre los ojos, abre los malditos ojos! ¡Mira alrededor!
El pánico fue el que lo hizo.
Sangre bombeó en mis venas, lento pero creciente. Mi carne se sentía como
si aún durmiera, el entumecimiento era vagamente consciente del deslizamiento.
Estaba siendo arrastrada. Hubo dolor en mi cabeza. Dividiéndose, de una sien a la
otra. Abre los ojos. Ábrelos.
¡Ábrelos!
Borroso. Tan borroso, que pensé que no había funcionado. La cortina frente
a mi cara era de color amarilla; mi propio cabello. Mi barbilla estaba colgando, la
vista fija hacia mis pies. ¡Estaba siendo arrastrada! Tacones desgastados fueron a lo
largo del piso, había algo marrón tan oscuro que podía ser sangre vieja.
Meciendo mi cabeza hacia un lado, trataba de ver quién me estaba jalando,
ese fue mi primer error. Las náuseas fueron instantáneas, el vómito caliente
explotó a través de mi pecho y cayó al suelo. Tosiendo, sentí que dejé de moverme.
Las voces charlaban, altas. A pesar de como estaba, era claro que estaban enojados.
Luego nos empezamos a mover de nuevo. Fue por un breve tiempo; hubo
un quejido detrás de la pesada puerta por detrás de nosotros. Las manos me
dejaron. Estaba tan débil para sostenerme a mí misma, que rodé hacia un lado, mis
pulmones todavía estaban estremeciéndose. Mi estómago quería liberarse de
cualquier veneno que estaba dentro de mí. Y aun así, mi cerebro estaba en pedazos
mientras me apresuraba a entender lo que estaba pasando.
¿Dónde estoy? ¿Qué estaba haciendo antes de… qué? ¿Me quedé dormida? Todo
era borroso, los pensamientos fueron lavados antes de poder encontrar uno cerca.
La puerta se abrió, cerró y entonces se abrió de nuevo. No sabía cuánto tiempo
paso, si me desmayé de nuevo o no. El tiempo se estaba desintegrando para mí.
El sonido del agua corriendo me llamó la atención. Voces viniendo, manos
levantándome con cuidado. No podía ponerme de pie, pero quien sea que me tenía
era fuerte. Mi cabeza cayó hacia un lado y por último vi a una mujer. Era más alta
que yo, ¿o era porque me desplomé sobre ella? Tenía rizos rojos atados en un nudo
tan apretado que amenazaba con arrancarle su pelo del cuero cabelludo, unos
labios delgados, no la conocía. No la conozco en absoluto.
Alguien habló. Mis ojos tomaron una eternidad para moverse, buscando a la
otra chica en la habitación. Ella se arrodilló en una bañera profunda, hablando un
idioma que no conocía. Esta tenía hombros robustos, músculos anchos y curvas. 25
Era como si alguien hubiera juntado a un agricultor y un clásico panadero,
inquietante, sombrío y a la vez un poco maternal.
Deseé poder lamer mis labios. El impulso de hablar o gritar brotaba de mí.
En cambio la pelirroja me arrastró hacia la bañera. Poniéndose de pie de manera
más fluida, la mujer más gruesa se peinó su trenza oscura hacia atrás y me miró de
arriba abajo. Hablaron brevemente, en tonos bajos.
Juntas, me quitaron la ropa. A través de mi horror, vi el vestido negro. Algo
se despertó dentro de mí, la memoria de caer como una fruta podrida. ¡Eso es!
Estaba en Las Vegas. Yo… ¿Por qué yo?...
Mi estómago se revolvió de nuevo, mis tripas pareciendo que iban a salir.
Hubiera estado enferma de nuevo, sin embargo, parecía que todo ya estaba fuera
de mí. Me di cuenta que no tenía bragas, nada bajo ese vestido. El aire estaba muy
lejos, mi piel demasiado muerta para sentir si la habitación estaba caliente o fría.
La extraña de cabello oscuro murmuró algo, tocando la parte superior de mi
cabeza. La otra chica se rió, el sonido picó en mis huesos. Inhalando débilmente,
encontré la fuerza para hacer un sonido patético.
Las mujeres se quedaron paralizadas; juro que compartieron una mirada.
Déjenme en paz, pensé desesperadamente. Eso no fue lo que hicieron. Si leyeron mi
mente, me hundieron, me ignoraron. Rodando sus mangas, las dos me levantaron
suavemente de la bañera.
Estaba agradecida por mi entumecimiento cuando empezaron a lavarme.
Cada golpe que hicieron con sus esponjas era áspero, como si se propusieran no
dejar ninguna parte sin tocar… todo eso alimentó mi disgusto; mi rabia. La navaja
que la pelirroja saco a la luz fue lo que me causó gatear hacia atrás por el terror.
Durante todo el tiempo, obligué a mis extremidades a trabajar.
Una de ellas levantó mis piernas, fueron abiertas en los bordes de la bañera.
No quería ver, usé toda mi energía para encender mis mejillas. Nada me podía
esconder de la sensación, el roce del metal en mis abismos expuestos.
Escuché a las tipas hablar, no sabía qué, por supuesto. El lenguaje que estaban
usando, sonada… familiar. Debería conocerlo. Pesado, sus acentos. Lo había escuchado
antes.
Sacándome de la bañera, la chica de la trenza me mantuvo sujeta
fuertemente mientras la otra me secó con la toalla. Era gruesa, mi piel se puso
rosada y hormigueaba por el calor. Ahora estaba segura que me habían drogado.
La droga era un misterio, pero me había dejado cerca de estar paralizada.
La niebla se estaba levantando, dejé mi enfoque de las mujeres para poder 26
cavar a través de mi cerebro. Fui a Las Vegas. Fui porque…. ¡Jeno! Di un grito
ahogado, las mujeres sólo me sacaron de la habitación hacia un vestíbulo. No
podía caminar, ellas me sostuvieron sin problemas. Jeno rompió conmigo. El
recuerdo apuñaló algo profundo. Él me dejó… me dijo…
Aburrida.
Me llevaron a una nueva habitación. Esta era más brillante, a un lado
decorado con un sofá floral y una alfombra color azul profundo. Las tipas me
sentaron. Los cojines me empujaron, mi cabeza colgó hasta que la pelirroja la
acomodó mejor. Desde mi nueva vista, tenía una vista maravillosa de todo.
Frente a mí, una cámara estaba en un trípode. No era estúpida, sabía para
que planeaban usarla. No sabía el por qué.
El elástico chilló; la pelirroja jaló un taburete, colocándose en frente de mí, se
sentó mientras la chica de la trenza llegó, cepilló mi cabello tan apretado.
Acariciando mi cabello largo casi amorosamente. Mechones cayeron en mi cara; el
color rubio sirvió como otro recordatorio.
Me teñí. Conduje a las Vegas para… escapar. Para tratar de ser salvaje, alguien
diferente e interesante. Para demostrarle a Jeno que estaba equivocado, no, para
demostrármelo a mí misma.
Mirando hacia abajo, vi el kit de maquillaje. La pelirroja me miró más
intensamente mientras se centró en empezar a ponerme cosas en la cara. No podía
decir lo que la otra chica estaba haciendo, no cuando a mis ojos se les aplicó
sombra, obligándome a cerrarlos.
Todo era extraño. Me había despertado con unas extrañas limpiándome,
decorándome como a un huevo de pascua delante de una cámara… pero ¿para
qué?
Piensa, piensa, piensa. Estas olvidando algo importante. ¿Qué paso ayer por la
noche, en las Vegas? ¿Había pasado algo en la noche, no? Me sentía mal, cuánto
tiempo había pasado, no lo sabía.
Apartándose, la mujer me arregló, extendió mis rodillas lo más lejos posible.
Dejo caer sus manos a los lados, descansando en los cojines de mis caderas. Era
una posición obscena. Haciéndose a un lado, ella se escabulló detrás de la cámara.
El flash fue cegador.
Moví los dedos. Fue lo único que pude hacer.
Soportando las fotos desnudas, estaba más frustrada por segundo. ¡Cómo se
atreven a hacer esto! Ella se dio la vuelta, pellizcó mis pezones, los hizo ponerse
duros para la cámara. ¿Cómo mierda se atreven hacerle esto a alguien? ¿Por qué? Entre 27
los flashes, vi manchas blancas.
Después me trajeron ropa, pero eso no me hizo sentir mejor. Deslizaron
bragas rojas por mis piernas, de un tamaño demasiado pequeño, haciendo que se
hundieran en mi carne, también un sujetador rojo a juego. Una vez más, fotos. Una
vez más humillación.
No había ningún espejo delante de mí, pero no necesitaba uno para
imaginar cómo me veía.
Manipulándome, las tipas me obligaron a estar de manos y rodillas. No
podía sostenerme, honestamente no traté de hacerlo. Dejé que mi rostro se
hundiera en el brazo del sofá, me hubiera gustado hundirme totalmente.
No sabía que estaba llorando hasta que una lágrima le hizo cosquillas a mi
nariz. La mujer de la trenza chasqueó la lengua, se sentó y me limpió la cara.
Mirándome a los ojos, hizo un gesto con los dedos en sus labios. Fue un lavado de
disgusto, sabía que me estaba diciendo que sonriera.
Una puta sonrisa.
Apretando los dientes, mandé toda mi fuerza a mi espalda. Nos sorprendió
cuando la empujé, así de débil como estaba. Su sorpresa fue clara; la de la pelirroja
también. Poniéndose de pie de nuevo, me miraron, susurraron nerviosamente.
Estaba inundada de alegría conmocionada.
¡La drogada, la cualquiera, estaba enfrentándolo! Estaba obteniendo el control de
mis músculos de nuevo. Cuanto más me sentía emocionada sobre ello, más rápido
pasaba. Podía ligeramente morder mi lengua, podía mover mi mandíbula y curvar
mis dedos de los pies. Levantando los ojos, miré a las mujeres y respiré. —No…
me… toquen. —Tomó mucho esfuerzo, pero sus bocas abiertas valieron la pena.
¡Puedo hacer esto, puedo hablar!
Podría luchar.
Gimiendo, me sacudí en el sofá. Ellas me pusieron tacones ridículos en mis
pies, pararme era demasiado arriesgado. En cambio, rodé mis hombros, disfruté la
oleada de sentimientos mientras la sangre se onduló a mis extremidades. —
¿Dónde estoy? —susurré, lamiendo mis labios pintados—. ¿Quiénes son?
Ellas murmuraban entre sí en su idioma desconocido.
—¡Oye! —Oh, se sentía bien gritar—. ¡Oye! ¡Te estoy hablando! ¿Qué es
esto, qué está pasando aquí?
La mujer más pequeña se precipitó por la puerta, dejando a la otra sola. Ella
me miró con las manos aún en sus costados. Estaba segura que la mujer fue a 28
buscar ayuda, para conseguir a alguien más.¡ Más gente mala. Tenía que actuar ahora!
Aventándome hacia delante, agarré el sofá, usándolo para ponerme de pie.
La forma en que mis rodillas temblaron no fue alentadora.
Fue la persona que entró, sin embargo, quien robó mis fuerzas por
completo. Pasando a través de la pesada puerta, el hombre fijó sus ojos en mí con
un interés cruel. Era una mirada que convirtió mi sangre en hielo e hizo que mi
vientre se tensara, todo a la vez. Esa maldita sonrisa, esos malditos labios que
recordé besar…
—Hola, Luna —dijo suavemente.
Cada parte de mi memoria regresó. —Tú —jadeé, aplastando el sofá,
obligándome a ponerme de pie—. ¡Tú maldito, me drogaste! ¿Cómo pudiste hacer
eso?
Ladeando su cabeza, Jisung miró a la tipa de la trenza quien seguía adentro.
Su acento era más grueso, hablando un idioma extranjero. Ella le respondió
rápidamente con la barbilla.
—¡Oye! —gruñí, obligándome a pararme un poco más. No era exactamente
valor fluyendo en mí, más bien era pura frustración y justicia. ¿Esto realmente
estaba pasando? ¿A mí de todas las personas?
—¡Dime que está pasando aquí!
Muy lentamente, Jisung hizo rodar los ojos sin mover la cabeza. —Eres más
exigente de lo que recuerdo. Eso tendrá que cambiar de inmediato.
Ante su amenaza me puse rígida, contuve la respiración. —¿Me
secuestraste?
—Que astuta. —Le habló una vez más a las mujeres, el par empezaron a
salir de la habitación. No las había considerado mis amigas, pero a solas con Jisung
quería que regresaran.
Un simple paso de él, moviéndose en mi camino, me daba escalofríos. —
¿Por qué harías esto?
—Adivina. —Otro paso, sus labios se contrajeron en una esquina.
—¡No te acerques, aléjate!
Su risa fue salvaje y sin preocupaciones, hundió mi interior. —¿Oh? ¿Estás
tratando de darme órdenes? —Chasqueó su lengua—, ¿realmente no sabes lo qué
está pasando, verdad? —Su avance no se detuvo; en un momento, él estaba sobre
mí.
¡Tenía que hacer algo! Miro a un lado de mí, vi una de las altas lámparas. Era 29
del tipo que encontrarías en un estudio de fotografía, cosa que me recordó a los
retratos de mi familia, ahora estaba siendo filmada para posar lascivamente. No
pienses, Luna, ¡sólo muévete!
Jisung me alcanzó justo cuando levanté mi brazo. Agarré el soporte, me
las arreglé para golpearlo. No fue un movimiento sutil; lo esquivó sin problemas,
había cristales rotos por el suelo. Ambos nos quedamos mirando los pedazos de lo
que hice. Mientras él se volvía a mirarme, supe que tendría que haber huido.
Fue demasiado tarde.
Me giré, su mano capturó mi hombro. En un simple movimiento, Jisung me
enfrentó por primera vez en una pared cercana. El golpe hizo temblar mi cráneo,
mi sien fue aplastada contra la superficie plana. Alarmas gritaban en mis oídos. Su
peso me mantuvo firmemente debajo de él mientras hablaba tan animadamente. —
En realidad trataste de herirme. Que lamentable, tenías mejor disposición en el
hotel, Luna.
Los escalofríos subieron por mi piel. Él estaba feliz de recordarme cómo
permití que me besara, le permití gobernar mi cuerpo cuando pensaba que él era
un extraño gentil, un intrigante extraño. Respirando por la nariz en estado de
pánico, mis músculos se retorcieron, inútilmente tratando de alejarlo de mí.
Su pulgar de deslizó en mi cuello, lo apretó hasta que estaba chirriando. La
presión se acumuló detrás de mis ojos; ¿me iba a desmayar? —Tengo que admitir
—dijo en mí oído—, que estoy impresionado. La mayoría de las chicas les toma
mucho tiempo luchar contra las drogas. Tú estabas hablando, moviéndote, tan
pronto… bien. —Su nariz rozó mi mejilla—. Eres más fuerte de lo que pensaba, mi
querida.
A poco de la inconsciencia, Jisung por fin me dejó respirar. Jadeando
desesperadamente, tosí contra la pared, la saliva se fijó en mis labios. —¿Por qué?
—Me sacudí débilmente.
—¿Por qué? Sigues preguntando eso. —Su mano libre pasó por mi espalda,
acariciando mi piel desnuda hasta que apretó mi culo—. ¿Estás segura que quieres
saber?
Trazó un camino sobre mi cadera sensible.
—No me toques. —Mi corazón latía rápido y más rápido. Yo no era
insensible, no podía escapar de lo que mi cuerpo sentía. Odiaba a este hombre,
sabía que me había envenenado y me capturó.
Entonces, ¿por qué mi cuerpo ardía donde él me tocó? Debía ser por los restos
de las drogas. Eso era todo. Fue la única cosa que me tranquilizó. 30
Él resopló, sus labios se presionaron en mi sien. —Tal vez sería mejor si te
digo lo que está sucediendo. Tal vez eres demasiado estúpida para poner las piezas
juntas.
—No soy estúpida —siseé.
—Bueno. —Palmeó la parte superior de mi muslo, cavando hasta que grité
—. Las chicas estúpidas que no pueden seguir las reglas, las estúpidas chicas que
toman riesgos, ellas terminan muertas.
Muertas.
Jisung acarició mi cabello, inhaló profundamente. —Eres una hermosa
mujer, odiaría verte muerta. Que desperdicio.
Mi estómago se revolvió. Él me estaba confundiendo, mezclando palabras y
violencia con suavidad, acariciando con dedos y labios. Una vez más luché por
debajo de él, deseando la capacidad de moverlo. Sorprendentemente, me soltó; me
giré, con los hombros contra la pared.
Inclinando su cabeza, su cabello espeso brilló contra las luces, Jisung sonrió.
—¿Estás dispuesta a escuchar?
Su porte era tan tranquilo. Este no era un hombre que tenía precaución por
mí, mierda, su sonrisa mostraba que estaba disfrutando de esto. Estrechando mis
ojos, traté de juzgar qué tan fuerte mis piernas estaban. ¿Podría correr a un lado de
él y llegar a la puerta?
Rápido como un látigo, el atrapó mi mandíbula y la apretó. —No lo hagas
—gruñó. En un simple movimiento, empujó mis rodillas. Sentí un trozo de cristal
de la bombilla rota, traté de gritar alrededor de su agarre y en su lugar me ahogué
—. ¿Dijiste que no eres estúpida, no? Vi esa mirada, puedo leer tu mente.
Náuseas, me apretó la muñeca. El material grueso de su saco oscuro lo
protegió de mis garras. Dejándome ir, se puso sobre mí mientras luchaba por
respirar. ¡Está loco! Es un hombre peligroso. Tenía que ser más inteligente. Deja de actuar
y comienza a pensar.
Agachándose, agarró mi barbilla hasta que me vi obligada a mirarlo. Su
pulgar limpió las lágrimas de mis ojos. —¿Estás realmente dispuesta a escuchar? Si
es así solo asiente para mí.
Pasa un largo rato, mirándonos fijamente uno al otro en silencio. Él estaba
tranquilo, al igual que muchas veces antes. Mencionó a otras chicas anteriormente. Si
había hecho esto con las demás, sería difícil para mí darle una sorpresa. Estaba
cansada, débil por las drogas y confundida acerca de lo que estaba pasando,
31
incluso de dónde estaba.
Sí quería una oportunidad de salir de aquí…
Apartando la mirada, le di una pequeña
inclinación.
—Buena chica. —Acarició mi cabello como si fuera un animalito, haciendo
que mis pelos del cuello se erizaran. Poniéndose de pie, se ofreció a ayudarme a
levantarme—. Eso es un comienzo. —Poniendo sus manos en los bolsillos de su
pantalón, su mirada jamás se fue de mí—. Querías saber por qué estoy haciendo
esto. —Hizo un gesto hacia la habitación—. Te traje aquí, hice que te limpiaran.
Hice que te pusieran bonita para la cámara y todo eso.
Luché por permanecer en silencio.
Encogiéndose de hombros hasta las orejas, la sonrisa de Jisung reveló sus
dientes blancos. —Los hombres que me compran tienen una debilidad por las
rubias americanas con ojos miel.
Mi vientre se volcó, no se detuvo. ¿Rubia? Yo no era rubia, no realmente.
Por supuesto que él no lo sabía; la Luna que conoció recién había salido del tinte.
En cuanto el resto… —Dijiste comprar. Entonces eres un traficante de esclavos. —
Esclavitud. ¡Me secuestraron para venderme como esclava!
Él fue demasiado rápido, su mano apretó mi cabello mientras él se arrodilló
sobre mí. Jalando mi cabeza hacia atrás, gritó sobre mí sorprendiéndome. —¿No he
dicho que puedas hablar, o sí? —Me sacudió, esperó hasta que me calme, me miró
con sus ojos negros y helados—. Y fuiste tan lejos como para insultarme. No soy un
traficante de esclavos, querida niña. ¿Entiendes?
No, claro que no entendía. ¡Dijo que era honrado! ¿Cómo podía ser otra cosa
a excepción que un esclavista? Escuché hablar de ellos en las noticias, entendía que
ellos existían en alguna parte… pero no de una manera que amenazaran con mi
vida.
O eso fue lo que pensé.
Suavizando un poco su agarre, pero no liberándome, Jisung suspiró. —La
esclavitud es una cosa sucia. No, lo que yo hago es algo mucho más puro.
Encuentro chicas, las hago las perfectas novias para sus futuros maridos. Es cierto,
hay dinero de por medio, ¿pero qué casamentero no merece su recompensa por el
esfuerzo?
Mis ojos palpitaban. Había dejado de parpadear. ¿Matrimonio? Sí, este
hombre realmente estaba demente. Estaba en las manos de un loco. Un guapo
hombre letal. Un peligroso hombre que pensaba que era rubia natural. Oh Dios. 32
Por un lado, diciéndole la verdad podría cambiar todo. Sus clientes querían
a cierto tipo de chica y no pagarían por una falsa, así que… No. Dijo que las chicas
estúpidas terminan muertas. Decir la verdad me llevaría a tirarme a un lado. Sin
embargo, lo iba a descubrir cuando mis raíces crecieran.
¿Qué podía hacer?
Teñí mi cabello para ayudarme a pretender ser otra persona. Esto ya no era
un juego. ¿Todavía podía pretender esa situación? Tendría que probar.
Jisung se levantó, alisó su saco y se ajustó la corbata. Odiaba cómo se
arreglaba mientras yo estaba agachada a sus pies en ropa interior roja. —Ahora lo
entiendes. Te voy hacer perfecta, Luna. La novia perfecta. —Oh Dios que maldita
sonrisa horrible—. Me vas a dar un montón de dinero. Lo sé.
Había tantas cosas que quería preguntar. Lanzando una mirada a la cámara,
sentí la quemadura del corte de la rodilla, dudé. Quizás él podía leer mi mente, su
voz fue curiosa.
—Adelante. ¿Qué es lo que quieres preguntar?
Partiendo mis labios, me recompuse. —Quién… ¿Con quién me vas a
vender, o casar?
—Ah. —Yendo hacia la cámara, le quitó el trípode—. Un montón de
personas influyentes. Tendrías un público diferente si fueras virgen. —Su
comentario me hizo sonrojar—. Así que voy a vender tus… habilidades en
diferente manera. Voy a poner esas fotos y una parte interesada vendrá, ellos
serán los que decidan qué tipo de formación avanzada vas a necesitar.
La parte trasera de mi cuello estaba rígida. —¿Formación?
No ocultó el deleite perverso en su desdén. —Pongo a las futuras novias en
entrenamiento, preparándolas para lo básico. Sin embargo… algunos hombres
tienen otras expectativas de sus esposas. Cuando me entere de cuáles son, tú
aprenderás.
Abrazándome a mí misma, busqué consuelo. No podía encontrarlo.
Entrenamiento. ¿Qué me iba hacer? La ignorancia era lo mejor, me aferré a ella.
—No puedes hacer esto —dije con voz ronca—. Alguien… alguien me
reportará como desaparecida, ¡alguien me va a encontrar! ―¿En dónde estoy? Ni
siquiera lo sabía.
Su sombra se deslizó sobre mí, dejándome helada. —Oh, Luna. Los dos
sabemos que no es cierto. —Demasiado dulce, acarició mi cabello, haciéndome
temblar—. No tienes padres, no tienes familia, sin amigos, sin novio. ¿Tú misma 33
me lo dijiste, no? No tenías ni idea de a dónde ir después que tu ex te dejó. —Sus
labios calientes tocaron mi frente—. Te he salvado. Vas a tener un lugar ahora. Con
el tiempo me lo vas agradecer.
Mirando hacia arriba, no escondí el resentimiento en mis ojos miel. —
Nunca te voy a dar las gracias.
Él llevó una máscara de piedad. —Lo harás. Ellas siempre lo hacen.
***
Jisung me dejó en tacones y lencería, ató mis muñecas con esposas que
guardaba inquietantemente en sus bolsillos. En el pasillo, le di la primera mirada
real al lugar en donde estaba. Estaba oscuro, habiendo eco en los salones y el piso
de madera. Sabía que estábamos en un piso alto, vi la barandilla a un lado de
nosotros. Por un terrible segundo, me debatí en saltar. Para bien o para mal, era
demasiado cobarde.
La muerte me asustaba.
El paseo fue corto, pero al final, estaba segura que estaba en una casa. Una
grande, pero aun así siendo una casa de algún tipo. No tenía ni idea de cómo
Jisung me trajo desde el hotel o cuánto tiempo había estado inconsciente antes de
llegar a este lugar, fuera como fuera aquí estaba.
Empujándome a través de una puerta de aspecto normal, él la cerró detrás
de nosotros. —Es suficiente por ahora. —No por el momento. Girando por el lugar,
observé la habitación estrecha con sus paredes pálidas. Había una cama sencilla en
la esquina, un inodoro oculto detrás de una cortina plegable. Era tan monótona
como podía ser, pero de alguna manera, apropiada para la situación.
Todo acerca de Jisung, su dulce sonrisa, su cálida voz, ese maldito acento,
me había dejado inestable junto con sus acciones.
Soy una esclava, no importa lo que él dijera. Este cuarto es para un esclavo.
Encontrar consuelo en la brusquedad de aquello estaría bien.
Su presencia se precipitó detrás de mí, sus dedos tocaron mis muñecas en la
base de mi espalda. —¿Quieres que te quite las esposas? —Cautelosamente,
balanceé mi cabeza. Jisung frotó un dedo por debajo de mi brazo interno,
levantando diminutos cabellos—. Di por favor.
Apretando los ojos, sentí una oleada de orgullo.
—Eres una niña mimada. —Se rió entre dientes—. ¿Crees que es importante
escoger entre responderme o no? ¿Eso es una victoria para ti, Luna?

Me quedé en silencio.
Suspirando dramáticamente, me libero. El alivio fue breve, sus manos
34
rodearon mi estómago. Ante ese toque familiar, me paré derecha. —Chica
orgullosa. Cuando te viniste en mis dedos, pensé que serías más fácil que esto.
Calor subió por mi garganta hasta mi frente. Estaba hirviendo en
humillación, deseando poder borrar o cambiar el hecho de que le permití a Jisung
estar tan cerca de mí. Suavemente, subió sus palmas hacia arriba, trazando justo el
contorno de mis pechos.
Detrás de mí sentí su cuerpo presionándose más.
Su dura erección era evidente.
—Dijiste que no eras virgen —susurró en mi nuca—. Asumí que te gusta
follar. ¿Estaba equivocado? ¿Realmente no te excita saber que pones duro a un
hombre? —Meciendo sus caderas, deslizó su pene contra mis caderas.
Muerdo el interior de mi mejilla para evitar mi gemido. No. No, ¡yo no soy
así! Jeno no había sido mi primero, pero había estado cerca de serlo. Sin embargo,
nunca me sentí poderosa o excitada, sabiendo que había conseguido excitar a
alguien.
Sus dedos subieron, masajeando mis pechos. —Tus pechos son preciosos —
dijo—. Perceptivos y vi lo rosados que son tus pezones.
¿Era su franqueza, la lujuria o ambas cosas que hacia debilitar mis rodillas?
Algo debe de estar mal en mí, por qué esto… no puedo hacer esto, ¡no lo haré! Inhalando
profundamente, obligué a mi cuerpo a calmarse.
Sus manos se fueron, sin tocar mis pezones. Sentí una mezcla de
sentimientos; alivio, frustración. Todo se desvaneció cuando deslizó sus dedos
detrás de mí hasta el interior de mis muslos.
No pude reprimir mi jadeo y cuando llegó a mi coño, se rió entre dientes. —
Ah, ahí está. La chica que conocí en Las Vegas.
—¡No! —espeté, sacudiendo la cabeza rápidamente—. ¡No lo soy, estás
equivocado!
—Nunca lo estoy. —Empujándose hacia delante, mi pecho cayó sobre la
cama. Él me jalo hacia atrás, extendiendo mis rodillas en el frío suelo.
Incapaz de ponerme de pie, o hacer algo con las manos esposadas, le grité
en la manta. —¡Basta, aléjate de mí… ah! —El golpe sonó en mi culo donde me
había golpeado.
¡Me azotó!
El conocimiento era horrible, peor que sus observaciones de mi 35
comportamiento.
Con cuidado, frotó sobre lo que sabía que debía ser una marca roja gigante,
con forma de su mano. Luchando para girarme, estaba sorprendida de que me
haya golpeado. —Luna, argumentas demasiado. Esto lo va a hacer más fácil para
ti.
—¡No me preocupa la facilidad! ¡Maldita sea, déjame ir!
—Solo di por favor. —Extendiendo mis mejillas, Jisung hizo un ruido
apreciativo—. Tienes un culo increíble.
Moví mis pies, traté de darle un patada; él puso una rodilla en cada uno de
mis tobillos, inmovilizándome.
Sus caricias eran iguales a plumas. El azote me había hecho bastante
consciente, sus dedos exploraron como experto. ¿Él había leído mi cuerpo en
nuestra primera noche o me estaba leyendo ahora?
—Tu pequeño coño está temblando. —Apartó las bragas a un lado, sin tocar
mi caliente carne—. ¿Quieres que te haga venir, hermosa chica? —Todo lo que
podía hacer era gemir, el calor brotaba de mí convirtiéndose en un incendio
forestal. Jisung deslizó sus pulgares fuera de mis labios inferiores,
extendiéndolos ampliamente—. Ah, tu coño está goteando. El coño estadunidense
es tan codicioso.
Mi cara no podría haber estado más caliente. —¡Deja de mirar!
—Tú no me das órdenes. —Besó la mejilla de mi culo y entonces la golpeó
de nuevo. Antes de que mi grito terminara, le dio otro azote a la otra. Cada golpe
era dolor, las palpitaciones se iban a mi núcleo y se convertían en un placer que no
entendía—. Joder, ¿te gusta esto, no? Tus caderas se están meciendo, inclinando
ese bonito culo para mí.
No pude responder, apenas podía pensar. ¿Estaba haciendo lo que él dijo?
Mi cuerpo no quería pertenecerme. Jisung no había tocado mis pechos o coño, y sin
embargo, la necesidad de que estuviera dentro de mí para la liberación era
insoportable.
Pacientemente, acarició con dos dedos mi resbaladizo montículo. Mis
muslos internos eran un lío de excitación. —Puedo ayudar, haciendo que el dolor
desaparezca. ¿No sería maravilloso? —Los dos oímos mi suave sollozo—. Todo lo
que tienes que hacer… es pedirme que por favor quite las esposas.
Me zambullí en razones del porqué hacer eso. Quería que él se fuera, que
me dejara en paz y dejara mi cuerpo. Quería acabar, deshacerme de la presión 36
salvaje que me dejó jadeando como un animal. Sobre todo, quería que la
humillación terminara. —Por favor —susurré.
—Más duro. —Me azotó de nuevo, más fuerte que nunca.
—¡Por favor! —grité, estremeciéndome ante la nueva ola de hambre.
Casualmente, trazó mi raja, sintiendo mi humedad. —Di, por favor Señor.
Estaba más allá de preocuparme por lo que pidió. —¡Por favor, Señor!
Hubo aire frío cuando él se apartó, levantándose. Sus zapatos chirriaron en
el suelo. Confundida cuando él no quitó las esposas, me giré para seguirlo con mis
ojos.
Jisung sonrió, alisando su cabello mientras giraba la perilla de la puerta. —
Bien hecho, dulce chica. Pero te tomó demasiado tiempo. Buenas noches.
Tan simple como eso, él se fue.
Aturdida, me quedé mirando la puerta, esperando que regresara. ¡Hice lo
que pidió! Hice todo, ¿por qué me dejaría atada?
Era más que eso.
Me dejo al punto del borde. Cerré los ojos y arrugué mi nariz y gruñí por mi
queja. ¿Qué quiere de mí? ¿Qué me estaba haciendo? No lo entendía, la facilidad con
que le respondo. Meciendo mis caderas, desesperada por aliviar el dolor bajo mi
vientre.
Tirando de mis muñecas, pateando mis pies, grité hasta que mi garganta
estaba destrozada. Me jodió de alguna manera. ¿Qué más podría ser? Nunca me
imaginé a mí misma de esta manera, con mi cuello quemando y mi coño
temblando frente al borde de un colchón. Peor aún, no sirvió para nada, no fue
suficiente para que me liberara.
Respirando pesadamente, miré de nuevo a la puerta. Lo odio. Lo odio tanto.
Las lágrimas cayeron, pude probar la sal. Estaba demasiado agotada para todo.
No era una posición cómoda, pero mi cuerpo buscó el sueño como un
hombre hambriento de alimentos. Me pregunté mientras mi conciencia se iba, si
esto era tan malo como las cosas que conseguiría.
Él me dejo claro que solo era el comienzo. Deseé que la ignorancia pudiera
ser mi armadura.
Pero como le había dicho.
No era una estúpida.
37
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Florpincha

El dolor agudo en mi vejiga me despertó. Las lágrimas se habían secado en


mi mejilla, manchando la cama. La acidez invadió mi boca. De repente necesitaba
liberar agua y lo anhelaba incansablemente.
Sacudiéndome en la cama, lucho para ponerme de pie. Aquello tomó
demasiado tiempo, mis hombros se desgarraban mientras me daba la vuelta.
Finalmente estaba sobre mi espalda, en el borde de la cama como apoyo para
pararme.
Seguía teniendo los tacones puestos. Siempre siendo mi propio enemigo, mi
cuerpo se tambaleó, mis piernas marchitándose. Gritando dolorosamente, me caí al 38
suelo duro. La frialdad fue bienvenida en mi frente, así fue todo.
Nunca me había sentido tan derrotada. Todo lo que quería era un derecho
básico, la capacidad de usar el maldito inodoro y hacer mis necesidades.
Gruñendo, mis articulaciones vibraron mientras me senté en mis rodillas. El
pequeño corte que me hice por la bombilla palpitaba.
Mirando el pequeño inodoro, me armé de valor. Primero, traté de quitarme
los tacones. Las correas de alrededor de mis tobillos estaban tan apretadas, por lo
que fue imposible. Bien. Puedo lidiar con esto. Respirando pesadamente, ignoré los
calambres en mis pantorrillas y me abalancé hacia delante.
Estaba a punto de caer, y milagrosamente me
estabilicé. Era una pequeña victoria.
Avancé lentamente hacia el baño, sentándome pesadamente. La cortina
ofreció poca protección, pero en ese momento, estaba más concentrada en
encontrar una manera de mear sin mojar mi ropa interior.
Inclinándome hacia delante, empujé mis brazos hasta el límite, tratando de
mover un poco las bragas.
Joder, ¡esto es horrible! Cerrando los ojos, desterré una ola furiosa de ira. Me
estaba haciendo daño, sufriendo más de lo que alguien necesitaba.
El sonido del portazo me robó el aire.
Jisung entró, descubriendo donde estaba. Su risa fue cruel, llegando a sus
ojos. —Oh, pobre chica. Parece que necesitas un poco de ayuda.
Mi ex ira se convirtió en humillación escalofriante. Acercándose a mí, se
paró al frente y levanto una ceja. —De verdad debiste haberme obedecido ayer
cuando te lo pedí. Ahora mírate. —Sacudiendo su cabeza, cruzó los brazos sobre
su amplio pecho—. Vamos a ver si has aprendido algo. ¿Quieres que te ayude?
Chupando la parte posterior de mis dientes, miré por encima de su hombro.
Me armé de valor mirándolo. —Sí —murmuré—. Por favor… señor. —Me odié a
mí misma tanto como lo odiaba a él.
Sonriendo de lado, sin previo aviso arrastró mis bragas bajándolas por mis
piernas. Por último quitó las esposas. —Ahí —dijo rotundamente—. Ahora ve.
Fue reconfortante que se diera la vuelta, empujando la cortina para
ocultarme. No era una privacidad verdadera, pero tendría que funcionar.
Limpiándome, ajusté mi ropa en su lugar. La vista de mis manos libres, mis
tacones afilados me dieron algo que pensar. ¿Podría hacerlo?
39
Jisung estaba detrás de la cortina, de espaldas esperándome. Si soy rápida.
Solo tendría que ser rápida.
Las pulseras de los tacones se desprendieron, liberando mis pies de ellos.
Finalmente tuve estabilidad; con ella llegó la confianza y el silencio. El peso del
tacón en mi mano se sentía maravilloso. Golpéalo con ello, apúntale a la cabeza. Di un
paso suavemente alrededor de la cortina. Luego necesitaba correr de aquí, encontrar
una salida, encontrar ayuda.
Mis pulmones ardían. No podía correr el riesgo de respirar. Un golpe, un
buen puto golpe. Era todo lo que necesitaba.
Una parte de su sombra cayó sobre mí mientras me abalancé. ¿Me había
delatado a mí misma, grité sin darme cuenta? Una vez leí que los animales podían
oler la adrenalina.
Jisung me había olido. Con certeza él era una bestia.
Agarrando mi antebrazo, lo apretó hasta que se me cayó el zapato. Sí, estaba
gritando, pero por el dolor… no por desesperación. —Estúpida perra —dijo, no
sonando exasperado o sorprendido. Tranquilo como siempre, me empujó al suelo.
El aliento salió de mí, su peso estaba en mi pecho. Uno de mis brazos estaba
torcido debajo de mí, haciéndome llorar. —Cállate. Es tu propia culpa.
El sonido del metal haciendo clic sonó alto. Me había esposado de nuevo, no
de las muñecas, de mis tobillos. Débilmente pateé, sin poder mover las piernas de
una manera útil. Darle un rodillazo en la espalda solo hizo que me presionara más
fuerte, obligándome a jadear por oxígeno.
Me sujetó firmemente, presionó mis muñecas en el suelo a un lado de mis
caderas. No había más que el susurro entre nosotros, sus labios estaban fruncidos
como si estuviera listo para besarme. Que rostro tan maravilloso; ¿por qué un
hombre tan horrible podría estar dotado de esa manera? —Luna, cálmate. Es una
orden. ¿Entiendes lo que es una orden?
Asintiendo, encontré su mirada y me relajé. En ese momento, se levantó lo
suficiente para que pudiera respirar. Fue maravilloso, el aire entrando por mi
garganta.
—Pensé que te comportarías mejor hoy. —Clavó sus uñas en mí,
estremeciéndome—. No me gusta equivocarme. —Lanzó una mirada hacia mi
cama. Lo seguí, vi el tacón en ella—. Honestamente, Luna. ¿Creíste que atacarme
era una buena idea? 40
Inhalé a través de mi nariz. —Sí.
Su sonrisa cayó, un ambiente frío remplazó todo. Jisung me clasificó, viendo
algo diferente antes. Me había evaluado tan fácil, como a alguien que podía
manipular, obedeciendo sin esfuerzo.
La antigua Luna era débil. Ella habría llorado y gemido en la puerta.
Contra mi cuello, mis cabellos dorados me hicieron cosquillas.
Incluso si estaba jugando a fingir… necesitaba lo que fuera para darme
fuerza.
—¿No estás llena de sorpresas? —dijo. Precipitándose como un halcón,
acarició el costado de mi garganta. Su aroma, ese perfume almizclado entre
bosques y olas de océano me atrapó. Era tentador, prometiéndome muchas cosas
bonitas si dejaba a mi ser nadar en él.
Acunando mi mejilla, me miró a los ojos. Jisung leyó mi pensamiento que
fue pintado en mi cara, por la forma de mis labios entre abiertos y mis mejillas
sonrojadas. —Ah —dijo, mientras iba sonriendo—. Ahí estás, la chica que estaba
buscando.
Giré mi cabeza; el daño ya estaba hecho. Poniéndose de pie, me dejó ir y le
dio un golpe a mi cadera con la punta de su zapato pulido. —Levántate. Tenemos
trabajo que hacer.
Con mucho cuidado, me moví hacia arriba. Las esposas en mis pies me
obligaron a tomar pequeños pasos. No habría libertad de correr con estas. —¿Qué
tipo de trabajo?
—Tu entrenamiento debe comenzar. —Sostuvo mi muñeca y me tiró cerca.
Pude ver sus pelos perfectamente arreglados a lo largo de su mandíbula—. Ya he
tenido preguntas por ti, encantadora chica.
Preguntas. Mi corazón fue a mi garganta. Oh Dios, las personas que quieren
casarse, no, llámalo como es, ¡comprarme! Era un recordatorio escalofriante de mi
situación.
—No estés tan sorprendida. Una chica como tú, bueno. Me imagino que es
normal tener muchos ojos en ti. —Arrugando mi nariz, alejé mi mirada. Sus dedos
pellizcaron la piel sensible dentro de mi muñeca, trayéndome de vuelta con un
chillido—. Escúchame. Escucha muy bien. Si tienes personas interesadas en ti, vas
a tener un esposo muy pronto. Eso significa que debemos comenzar de inmediato
con lo básico, ¿entiendes? 41
No. La respuesta es no. Haciendo una mueca ante su toque malvado, asentí
sin poder hacer nada.
Jisung me soltó, miró como ahuequé mi piel lastimada. —Te voy a sacar de
la casa principal. Vas a tener que escucharme por completo cuando salgamos de
aquí. No hay ninguna opción. Si no obedeces las reglas, ya no seré más indulgente.
Contuve la risa. ¿Este es él siendo indulgente? Levantando la barbilla, dejé caer
los brazos a mis costados. —Bien. Dime las reglas, así no las romperé
accidentalmente.
—¿Accidentalmente? —Tocando su cuello, Jisung suspiró—. Son simples
reglas para una chica simple. —Apreté mi mandíbula ante su insulto—. Me vas a
tratar como “señor” todo el tiempo. Nunca vas a caminar por delante de mí.
Siempre detrás o a mi lado mientras te dirijo. Si te digo que hagas algo, lo harás
inmediatamente. Permíteme repetir eso. —Inclinándose más cerca, empujó mi pelo
detrás de mi oreja, haciendo que mi corazón golpeara fuerte—. De inmediato.
¿Entendiste?
Me humedecí los labios. —Sí… señor.
—Buena chica. —Bendiciéndome con una sonrisa, se dirigió a la puerta—.
No hables cuando no sea necesario. Una buena esposa no parlotea sin fin. — Jisung
se paró, viendo cómo no lo estaba siguiendo.
Señalé mi cuerpo con una mano. —¿Se supone que tengo que salir en ropa
interior? ¿Señor?
—Sí, eso es correcto.
—Yo… pero, ¿por qué?
—Porque —dijo, haciéndome una seña para que caminara a su alrededor. Y
así lo hice, de mala gana chillando cuando me abofeteó el culo—. Yo lo digo.
¿Correcto?
¡Porque eres un enfermo y retorcido monstruo! Frotando mi espalda, fruncí el
ceño. —Sí, señor. —Parecía satisfecho, de pie delante de mí en el pasillo. Siguiendo
las instrucciones seguí detrás de él, necesitando dar dos pasos por cada uno suyo.
De los talones a los puños, pensé con disgusto.
La casa se veía más clara que cuando la miré por última vez. ¿Es de día?
Todavía no tenía idea de la hora o de mi ubicación. Caminamos por el piso
superior, mi atención iba desde seguir por detrás de Jisung a mirar hacia abajo a
los pisos inferiores. Para ser una gran casa, parecía muy vacía.
42
¿Dónde estaban las mujeres que me desnudaron ayer?
Me hizo bajar por una escalera, mi descenso era lento mientras me agarré de
la barandilla. Las cosas estaban mal, pero no estaba dispuesta a romperme el
cuello.
Jisung se detuvo en seco; fue un milagro no chocar contra él. Abriendo la
puerta, el olor de algo dulce me golpeó. El rugido de hambre en mi estómago era
insoportable. —Vamos —dijo.
Dentro había una cocina, tres mujeres, una de las cuales era la chica de la
trenza, todas trabajando en varias cosas en los mostradores y la estufa. Con los ojos
muy abiertos, me quedé mirando por encima del plato de fruta, la masa
enrollándose y rogué porque no estuviera babeando.
—Parece que tienes apetito. Bien. —Asintiendo con la cabeza a una de las
mujeres, me dio un empujoncito hacia la estufa—. Ve por dos platos preparados.
— ¿Yo… qué? Quiero decir, ¿qué señor?
—Dos platos —dijo, con sus cejas levantándose—. Tráeme mi desayuno,
Luna.
Demasiado hambrienta para represalias, arrastré mi pies detrás de la mujer
con el pelo corto y negro y un delantal. Nadie me miraba, podría estar
completamente vestida en lo que a ellas respecta. Apuesto que han visto esto antes.
Mirando hacia atrás a Jisung, me asqueé. Otras chicas. Dijo que había otras chicas.
Ella chasqueó los dedos frente a mi nariz. Sorprendida, parpadeé,
concentrada en lo que me estaba mostrando. Por la estufa, había un plato de
huevos revueltos y una bandeja de panqueques. Ella me habló, ninguna de sus
palabras estaban en inglés. —¿Qué idioma habla? —pregunté, mirando al hombre
donde se sentó en la mesa del comedor.
—El más hermoso de los idiomas. —Su sonrisa dividió su cara—. Ruso.
¡Ruso! ¡Por supuesto! Quería darme una patada a mí misma. Ahora sabía el
acento de Jisung. —Yo no hablo ruso —dije nerviosamente, sacudiendo la cabeza
mientras la mujer seguía dando órdenes.
Tomando mi muñeca, colocó una cuchara en mi mano. Entonces señaló la
comida hasta una pila de platos. Era obvio. Agarrando un plato, apilé huevos y
panqueques. Ahora en realidad estaba babeando. El agujero en mi vientre crecía
con cada olor de comida.
Cuidadosamente con el fin de no dejar caer mi tesoro, llevé los platos a 43
Jisung. —Aquí, señor —dije, poniendo uno frente a él. Sin detenerme puso el mío
abajo y me dejé caer en una silla.
Su pie se disparó, derribándome y caí al suelo. Aunque grité, ninguna de las
mujeres dejó de hacer sus tareas. Me quedé tendida allí, boquiabierta, sin ocultar
mi ira. —Por qué lo hiciste…
—Una buena esposa siempre le pregunta a su marido, o a quien sea que le
sirve, si necesita algo más antes que se siente a rellenar su cara de mierda —espetó.
La sangre latía en mis sienes. Poco a poco me puse de pie, poniendo mi silla
hacia atrás. Jisung se sentó recto, la amenaza en su lenguaje corporal era
desalentadora. Me aclaré mi garganta. —¿Puedo traerle algo más, señor?
Cuando se levantó su silla raspó. —Puedes conseguirme una chica que
escuche. —Aunque me las arreglé para dar un paso atrás, mis esposas impidieron
que fuera rápida. Él no necesitaba la ventaja, ya que era más rápido.
Me sentí pequeña, su mano me estaba forzando a ir al suelo. Aun así nadie
se movió, nadie trató de intervenir o ayudar. Trabajaban igual que robots, con sus
ojos abajo, ocupándose de sus propios asuntos.
Jisung me estaba susurrando al oído como un lobo rabioso. —Te dije que
obedecieras, ¡joder, dijiste que lo harías, Luna!
—¡Obedecí! —Gimoteé, el azulejo lastimaba mi barbilla. Estaba empezando
a familiarizarme con todos los pisos de la casa—. ¡Hice lo que me dijo, señor! ¡Lo
hice!
—¿Ah, sí? ¿Crees que el sarcasmo quemando cuando enfatizabas mi título
era que estabas obedeciendo? —De rodillas, la lluvia de azotes en mi culo era
explosiva—. ¿O crees que era inconsciente y no me daba cuenta de tu tono? ¿Es
así? —Cada azote quemó mi armadura—. ¿Crees que soy lento, Luna?
¿Estúpido? ¿Soy estúpido?
—¡No! !No, no lo es, no lo es! Por favor detente, Dios, ¡detente! ¡Sólo detente,
señor! —No podía controlar mi balbuceo, el dolor, la vergüenza, todo era
demasiado.
Liberándome, Jisung se burló. —Estás en lo correcto. No lo soy. Levántate,
niña imprudente.
Sollozando me limpié la nariz y me arrodillé. Él me levanto el resto del
camino, provocando otro gemido.
Agarrando mis hombros, Jisung miró mis ojos enrojecidos, esperó hasta que
tuviera toda mi atención. Suavemente, frotó la parte exterior de mis brazos. — La
respuesta que te iba a dar era que no, no necesitaba nada más. —Sacó un pañuelo y 44
limpió las manchas de humedad que quedaban en mi cara—. Ahora. Siéntate,
come y no hagas tanto escándalo.
Me acomodé en mi asiento, sollozando por el dolor. Necesitaba comer, pero
la vergüenza y mi carne palpitando arruinó mi apetito. El primer bocado fue puro
esfuerzo. Fuerza. Comí más. Necesitaba fuerza.
Jisung golpeó la mesa, mi tenedor cayó en mi angustia. —Come
moderadamente —dijo secamente—. Una dama no atiborra su garganta con
comida. Pequeños bocados, bocados delicados. —En realidad era una buena
llamada de atención de su parte. No me importaba comer “correctamente” pero mi
estómago no estaba preparado para manejar la velocidad. Mientras comía, me
tomé el tiempo de mirar alrededor.
La luz del sol se filtraba por una serie de ventanas. Era una cocina muy
blanca, tranquila y pintoresca. Las mujeres seguían hablando, cocinando
rápidamente como tormenta. Ruso. Eso significaba… no. Imposible. Me tapé la boca,
miré los pedazos amarillos en mi plato. ¡No podría estar tan lejos! Estaba en Las
Vegas,
¿cómo diablos puede alguien llegar desde allí hasta la jodida Rusia?
Jisung debe tener una casa con sirvientes rusos, inmigrantes, eso era todo.
Eso tenía que ser.
—¿Qué estás pensando?
Aplasté el utensilio en mi mano, sin levantar los ojos. —Nada, señor.
—No me mientas.
Bien. ¿Quería jugar al detector de mentes? Entrecerrando los ojos hacia él,
manoseé el tenedor. —Me estaba preguntando dónde estábamos.
—Ah. —Jisung apartó el plato, no se comió la mayor parte—. Fácil. Mi
casa.
—Pero, ¿dónde está su casa, señor?
Incluso a la luz del sol, sus iris parecían charcos de sombra. —Todavía no
necesitas saber eso.
Dejando caer el tenedor, no me arrastré fuera de la discusión. Si no tenía la
intención de decirme, esto no sería el camino para obtener información. Dejé que se
sintiera superior. Voy a saber dónde estoy finalmente.
Arrastrando la silla, el hombre se puso de pie y se ajustó el saco. —Ven.
Tenemos mucho que hacer.

Imitándolo, le eché una mirada curiosa a la cocina cuando nos fuimos. ¿Para
qué estaban haciendo toda esa comida? Había tantas cosas que no sabía. Jisung
45
me mantenía en la oscuridad, su sonrisa dejando claro que disfrutaba de su poder
sobre mí. Necesitaba ser paciente. Mi mirada estaba atrapada en la parte posterior de
su cuello, imaginando apuñalarlo con el tenedor.
Necesitaba seguir pretendiendo.
—Por aquí. —Era un pasillo curvándose hasta que aparecía una hilera de
puertas color púrpura pálido.
Jisung le hizo señas a una de ellas, cerrándola por detrás de nosotros. Era
una habitación con paredes altas, iluminada por una serie de lámparas en las
esquinas. Los armarios cubrían las paredes, los espejos reflejaban a la nueva yo. Se
sentía… mal. Viéndome en ropa interior, con los tobillos encadenados, iluminada
por el resplandor de las luces amarillas. —¿Qué es esta habitación?
Su primera respuesta fue el alto click de la cerradura en la puerta. Giré,
viéndolo deslizar una llave en su bolsillo. —Una de las muchas cosas que mis
clientes, los futuros novios, esperan de las novias, que se puedan vestir bien. —Su
rostro era más agudo, contrastando con las lámparas cuando se acercó—. Las
mujeres que balancean sus caderas, excitan a su marido y ponen a otros hombres
celosos.
Mi espalda golpeó con uno de los armarios. Él hacía que el vestirse sonara tan
malditamente obsceno.
—Vamos a empezar —dijo, haciendo una pausa frente a mí—. A menos que
te guste andar alrededor en ropa interior, mi querida niña.
Mis ojos se posaron en la salida. —¿Por qué nos encerraste?
—Porque no confío en que te comportes.
No podía discutir su razón. Aunque mostrándole mi espalda me hizo sentir
vulnerable, abrí el armario. En el interior, la gran cantidad de colores y cortes era
abrumadora. —¿Qué debo vestir?
Jisung se acercó. Me pregunté si podía oler mi sudor. —A menudo,
dependerá de quién lo elige para ti. Sin embargo, para estar seguro, debes ser
capaz de escoger una serie de cosas. Elige algo… sexi. ¿Cómo suena eso?
—Horrible, señor —admití.
Su risa fue genuina. —Escoge algo de todos modos.
Un respiro. Dos respiros. Cavé en el interior, preguntándome qué elegir. El
vestido que llevé en las Vegas era la cosa más sexi que tenía. ¿Tenía que escoger
algo similar? A él pareció gustarle… para. Cerré mis ojos fuertemente, enterré el 46
recuerdo. No debía pensar en Jisung y mucho menos en esa noche.
Había un vestido de seda que entre la luz era de un azul profundo. Tenía un
corte al lado, la parte de atrás aún más escotado que la de enfrente. Demasiado
revelador. Iba a colgarlo cuando su mano se congeló en mi brazo.
—Ese. —Aquello no era una súplica.
Alejándome, levanté la prenda. Entonces, miré fijamente mis pies
encadenados y descalzos. —¿Vas a abrir estas?
Cruzando sus brazos, negó con la cabeza. —Como dije, no confío en ti.
Desliza el vestido por encima de tu cabeza. —Me moví para hacerlo, él me detuvo
con un gesto—. Primero quítate la ropa interior.
—¿Qué? —En los espejos, miré mi cara enrojecida—. ¡No me puedo
desnudar frente a ti!
—De nuevo te estás olvidando de tu lugar. —Terminó con un brazo
alrededor de mi cintura. Me congelé, sin saber qué hacer—. Quítatelos o lo haré
por ti.
Pensé duro, persiguiendo una excusa. —Pero, pero, señor, se supone que
debo casarme con alguien más, ¿no se volverán locos si se enteran que me vio
desnuda?
—Es mi trabajo prepararte. —Su agarre se apretó, chasqueando los dedos en
mi ropa interior—. Mis clientes lo saben. Si fueras virgen, tal vez valdría la pena
tener un poco de modestia. Pero tú, mi dulce Luna, has sido anunciada como la
puta estadounidense.
El ácido subió hasta mi garganta.
—Entonces. —Él continuó, levantando piel de gallina mientras me
acariciaba—, deja de estancarte. Muestra tu cuerpo desnudo. Ya lo he visto,
después de todo.
¿Podría estar aún más sonrojada? Deslizándome detrás de él, sostuve el
vestido como un chaleco salvavidas, alcancé mi espalda y desabroché mi sostén.
Dejarlo hacer esto por mí hubiera sido más fácil, tomando la responsabilidad por
mí. No. Toma el control, simplemente acaba de una vez.
Ante el aire tibio, mis pezones ya estaban duros. Me miré, deseando no
hacerlo. —Tus pechos son fantásticos —murmuró. Comencé a morder mi labio,
viendo la erección de sus pantalones. El conocimiento era excitante, eso hundió sus 47
colmillos en mi interior y se fundió en mis muslos.
Supongo que él tenía razón. Me excitaba ver a los hombres reaccionando por mí.
Eso no sonaba como yo, sin embargo. ¿Siempre fui así? Estaba jugando a pretender.
Todo era acerca de fingir. Echarle la culpa al aumento de mi excitación sobre el papel
que estaba jugando era más fácil.
Inclinándome, empujé abajo mi ropa interior. Al instante, el problema era
claro. —No se podrán quitar con esas esposas —dije.
Agachándose, su cara estaba demasiado cerca de mi coño recién afeitado,
Jisung alcanzó su bolsillo del pantalón. En vez de apresurarme; con la navaja a la
luz, me trabó en el lugar. La tela se rasgó como papel. Los restos de mis bragas
fueron agarradas y arrojadas a un lado para ser olvidadas.
—Ahí —dijo, metiendo la navaja—. Problema resulto. Ahora deja de agarrar
ese vestido como si fuera tu manta de seguridad. Eso es lo opuesto a sexi.
Poniendo mis piernas juntas, traté de ocultar tanto como pude de mí misma
mientras me deslicé el vestido por encima de mi cabeza. Se deslizó a lo largo,
asfixiándome a donde fue. Como revelador que era, me sentí confinada por la cosa.
Porque él me dijo que lo usara. Bajando el dobladillo, estudié los ojos de Jisung en el
reflejo. Ordenando esto. Era lo mismo que las esposas en mis tobillos.
Todo lo que él me hacía me atrapaba más.
El material azul colgaba a la mitad del muslo, la apertura exponiendo la piel
cremosa. No había duda que no llevaba ropa interior. Ninguna podría funcionar
con este vestido. El escote entre mis pechos, mi espalda expuesta sobre mi culo…
era inapropiado para el público.
La mirada de Jisung estaba pegada a mí. —Lo portas bien.
Mis manos cubrieron mi pecho, presionando mis pezones. —Me veo como
una stripper.
—Las strippers suelen ser rubias, unas putas tetonas estadounidenses.
Echando humo, envolví mis dedos en la tela resbaladiza. —No soy una
puta, señor.
—¡Otra vez con eso! —Extrañamente no parecía enojado. El calor inundó su
mirada, el negro se convertía en carbón ardiendo. Empujándome contra el espejo,
capturó mis manos. Su fuerza era inmensa, superándome. Un puño inmovilizó mis
muñecas, la otra mano estaba sobre mis pezones duros—. Dime de nuevo que no
eres mi pequeña puta estadounidense.
Moliendo mis molares, metí una rodilla en sus bolas. Las esposas no me 48
dieron ventaja, el ataque fue sin fuerza. Empujándome, Jisung me dejó mareada.
Me tropecé, pero para la suerte que tenía él estaba ahí para sostenerme
firmemente.
Presionada contra su pecho, estaba frente al espejo. —Mírate —dijo en mi
oído. Sentí los bordes de sus dientes—. Dime lo que ves enfrente.
Su brazo estaba alrededor de mi vientre, acariciando mis pechos. Había
puesto mis brazos por detrás. Con mis hombros retrocediendo, mis pechos se
empujaron hacia el frente y tenía los labios entreabiertos mientras jadeaba… sabía
exactamente lo que parecía.
¡No era una puta!
A través del fino vestido, sentí su erección frotando mi muslo. Mi mundo se
hizo de Jisung, su empalagoso olor me dejaba insegura. Él era magnético, me
atraía, no importaba que quisiera arañar su cara sonriente.
—Puta —susurró, más o menos tocando un pezón.
—No. —Cerrando mis ojos podía salvarme.
—Mi hermosa puta. —Su lengua recorrió mi lóbulo de la oreja y a la mierda,
gemí.
No lo soy, me dije, las caderas empezaron meciéndose en su contra. Era
fingir.
Todo es acerca de fingir.
Moviéndose conmigo, se balanceaba suavemente contra la curva de mi culo.
—Abre los ojos, Luna.
Mi cabeza se movía de lado a lado.
—Ábrelos. —Si mi rechazo a sus órdenes lo excitaba, lo demostró mientras
golpeaba en contra.
Aleteando mis pestañas, miré con miedo el espejo. Sabía lo que iba a ver.
Todavía eso cortó profundamente, dejó una cicatriz en mi alma gritando
“culpable” como un tatuaje fresco que no podría quitar jamás. Mis labios se
abrieron, lista para tomar oxígeno o tal vez un pene grueso. A través del vestido,
mis pezones amenazaban con salir. La manera en que estaba frotando mi culo,
moliendo mis caderas, era lo peor de todo.
Quitando el cabello rubio de mi cuello, Jisung extendió su mano sobre mi
piel pálida. Su voz era una escoria. —Querida Luna, eres una pequeña puta.
¿Verdad?
Tragando, vi su mano, sentí su mano, mientras se inclinó como si quisiera
49
matarme. En un simple movimiento, me rompería mi medula espinal o me
estrangularía rápidamente
En ese cuarto con las luces pálidas, mis palabras fueron frágiles.
—Sí, señor.
Traducido por Pagan Moore, Kari & Mich Fraser
Corregido por Jessibel

El tiempo es divertido. Era como el aceite sobre el agua; si metieras la mano


en el bote nunca serías capaz de agarrar los resbaladizos fragmentos del resto.
De cualquier manera, si podía darle sentido o no, era siempre lo mismo.
Jisung me sacaba de mi habitación, siempre me hizo servirle sus comidas —todas
excepto la cena. Nunca lo vi en la cena. Una mujer que no me miraba a los ojos
traería un plato a mi habitación cada noche.
El resto de los días los pasé siendo su muñeca. 50
Fue lo peor de la formación, como él la llamaba. Me sentí tan degradada,
vistiéndome como él quería, haciendo volteretas mientras él juzgaba mi caminar.
Él me decía que balanceara más mis caderas, pusiera los hombros hacia atrás,
mostrando mi pecho —mis tetas, diría él.
Jisung era vulgar. Cuando llamaba a mis partes del cuerpo con palabras
obscenas en ese pesado acento suyo, siempre sentía una oleada de emoción. Estuve
preocupada por mi salud mental.
Había mejorado en dirigirme hacia él, teniendo cuidado de no equivocarme.
Aún así, me resultaba difícil morderme la lengua. Sospeché que él me empujaba,
insistiendo en probar mi resistencia. ¿Quiso que me rebelara? ¿Eso era divertido
para el enfermo pervertido?
Me sorprendió que no hubiera tratado de follarme todavía. Había visto lo
excitado que se ponía conmigo, el pantalón se esforzaba para contenerle pero aún
así, nada. Él estaba dispuesto a hacerme salvaje, dejarme jadeando y empapada y
luego me empujaba a un lado.
Por lo que yo pensaba era el cuarto —o quinto —día, mi deseo de liberación
me estaba inquietando. Era tarde, las horas después de mi cena habían llegado. En
la habitación a oscuras, me arrojé sobre la cama y sentí a mi propio sudor pegajoso.
La masturbación no era ninguna desconocida para mí. Mis padres no habían
empezado a avergonzarme, hablar conmigo acerca de cómo comportarme
'adecuadamente' con los muchachos, hasta mucho después de que empecé a
explorar mi propio cuerpo. Hacerlo aquí, sin embargo, en este lugar... se siente mal.
Sacar el placer en esta casa, dejando a Jisung llegar a mí, era como renunciar sin
luchar.
Masticando la uña del pulgar, rodé sobre mi espalda y me quedé mirando el
techo que no podía ver. Sin la única luz encendida, la habitación era
completamente negra. No me habían permitido quedarme con la ropa en mi
habitación, sólo con el disfraz que Jisung me dejó después de cada sesión. Hoy
había sido un vestido blanco, una cosa que me quité hace una hora que me
sofocaba en mi propio calor.
Él me dio ropa interior nueva, un sujetador de encaje y un conjunto de
bragas de marfil. Deslizando mi mano a través de mi vientre, sentí el contorno de
mis músculos. Nadie lo sabrá. Más abajo, moví rápido el dobladillo de mi ropa
interior. Él no lo sabrá.
Eso fue suficiente para justificar el ir a por ello.

Acariciar la parte superior de mi vagina era una chispa eléctrica. Días de


haber jugado con esto, de ninguna liberación, estaba segura de que no tomaría
51
mucho tiempo.
Presionando mi cara en mi almohada para amortiguar cualquier sonido, mis
dedos se sumergieron debajo de la tela. Mis muslos internos eran un desastre, las
bragas empapadas completamente. Rozando el hinchado nodo de mi clítoris,
ronroneé.
Había pasado demasiado tiempo desde la última vez. Cuando tenía que…
No, mierda. Eso fue en las Vegas. Eso fue con. con él. Me había prometido no pensar
nunca más en él. No de cómo su barba se sentía en mi piel suave, sobre todo, como
eran sus ágiles dedos cuando él exploró mi cuerpo.
Apreté mis rodillas juntas enviándole ondas a mi vientre. La sangre corría
por mis oídos, ensordeciendo mis propios sonidos. Estaba tan cerca, a punto de
correrme y dejando escapar la presión tortuosa que crecía sin parar.
La puerta se abrió de golpe, más fuerte que mi chillido. —Lo sabía —dijo
Jisung, encendiendo la luz. Luchando para cubrirme con la manta, atraje mis
rodillas a mi pecho. Las cadenas tintineaban; él todavía no las había quitado.
Caminando hacia adelante, me arrinconó en la cama. No tenía a dónde ir, mi
cuerpo crujía en el ángulo entre las dos paredes. Todo alrededor, podía olerme a
mí misma. En la forma en que él inhaló, sonriendo tan agudo como cuchillos
nuevos, dijo que también él podía hacerlo.
—Luna, Luna. —Chasqueó la lengua—. ¿En qué estabas pensando?
—Yo…esto…yo no…
—Shh shh shh. —Alcanzándome, agarró mi barbilla con ternura—. No me
expliques. No es extraño. Las chicas americanas, simplemente no pueden evitarlo,
¿no?
Permanecí inmóvil. Tal vez, si no decía nada, no hacía nada, él se iría.
Inclinó la cabeza, mirándome desde una nueva perspectiva. —Esto es sólo
tu naturaleza. Sin embargo, sigues rompiendo la regla.
Dejé de permanecer callada. —¿Qué regla posiblemente rompí?
Las uñas se clavaron en mi barbilla, una trampa para osos que me hizo
estremecer. —Las esposas no están autorizadas a correrse sin permiso. Estás siendo
muy mimada, tratando de conseguir un orgasmo como este por tu cuenta.
Él habló demasiado cómodo sobre mis derechos humanos. Está enfermo, eso

es todo.
Jisung se deslizó fuera del colchón, en dirección a la puerta abierta. — 52
Estaré de vuelta pronto. —Esa fue la cosa más siniestra que podría haber dicho.
Empujándome fuera de la cama, miré a mi alrededor para estar segura. No
sabía lo que iba a suceder. Sólo sabía que estaba aterrorizada.
Me deslicé el vestido, sintiéndome menos expuesta. No había nada más de
lo que agarrarme. Nada para hacer sino esperar.
Él no tardó mucho tiempo. Hubo un poco de alivio en eso, no tener que
sentarme en mi cama e imaginar lo que él había planeado. La verdad era mucho
mejor, al final.
—Luna. —Mi nombre era como un alambre de púas para mis oídos.
Levantó la mano, sostenía algo que parecía hecho a partir de cinturones y metal—.
Ven aquí.
Estaba segura de que no había parpadeado durante cinco minutos.
Temblando, me acerqué al borde del colchón y me paré. —¿Qué es eso?
Frunciendo el ceño, torció el dedo para que me acercara más. ¿Soy tan débil
ya? Mis manos se apretaron a mis costados.
¿Su sonrisa era peor que su ceño fruncido? No podría decidir.
—Luna, párate delante de mí en este momento, o esto va a ser más grave.
Soy débil. Sí. Las cadenas crujieron hasta que me paré en la distancia que
dijo.
—Buena chica.
Mierda, cómo odiaba cuando me llamaba así.
El dispositivo que él sostuvo tintineó cuando lo hizo girar distraídamente.
—Párete muy quieta. Si intentas moverte, o pararme, con mucho gusto te
castigaré. ¿Entendiste?
Tenía la boca tan seca. —Sí, señor.
Arrodillado ante mis pies, en una posición que tan rara vez lo vi, Jisung tocó
mi rodilla. —Súbete el vestido. —Enredando mis manos en éste, levanté alto el
dobladillo. Al ver mi ropa interior en ruinas, Jisung rió—. Es un desastre.
¿Lograste el orgasmo?
Dios, qué vergüenza. —No señor.
—Lástima. —Me sacó la ropa interior, mis jugos dejando rastros a su paso—
. ¡Oh Dios! —Su risa era terrible. Me imaginé dándole un rodillazo en la nariz, pero
el miedo seguía a mis miembros convirtiéndolos en piedra. 53
—Tu pequeña vagina está hinchada por la necesidad. —Su pulgar
descendió, a una pulgada de mi clítoris contraído. No hubo manera de no gemir—.
¿Te gustaría que lo haga para ti, que te corras como la primera vez que te vi
desnuda?
Fue una sugerencia que creó distracción a lo largo de mi mente. ¿Quería
correrme? Lo necesitaba, ¡no lo quería! Para él, hablar de esa noche, como me había
lamido, probado y burlado y, y, y…
—Luna, dime. ¿Quieres correrte?
Apretando los ojos cerrados con tanta fuerza que vi colores, asentí.
El metal tembló; las tiras de cuero cruzadas a lo largo de mis muslos.
Desconcertada, me quedé mirando mientras terminaba de bloquear el dispositivo
en su lugar. Ahora que estaba en mí, sabía exactamente lo que era.
Jisung me dio unas palmaditas en la cadera, su voz melancólica. —Es una
lástima que no me importe si las niñas mimadas llegan a correrse o no.
Me rompí. Ayúdame, me quebré. Sollozando con angustia, me desgarró por
primera vez con el cinturón de castidad que había puesto en mí. El frente y la
espalda eran de metal puro, más grueso que un pedazo de pan. No podía sentir
nada debajo, mis partes bajas encarceladas incluso para mí.
Las correas eran fuertes, bien podría haber sido de acero para alguien sin
una navaja de ningún tipo. Un cierre se sentó en cada lado de mis muslos internos,
colgando, burlándose de mí con la forma en que mantuvo el dispositivo en su
lugar.
Jisung rió; lo vi sacudiendo la llave.
Lo siguiente que desgarré fue a él.
Extendiendo la mano, gritando tanto que mi garganta estaba en carne viva,
arañé su cabello. Con la forma en que estaba de rodillas, lo atrapé sin protección.
De hecho, lo había hecho. Nos fuimos abajo, cayendo sobre las tablas del suelo. Mis
puños y cinturón zumbando, lo que nos recuerda que estaba en desventaja.
También fue lo que me dio fuerzas.
Uno de mis uñas lo atrapó al lado de su ojo derecho. Era una cosa pequeña,
un corte aún más pequeño, pero me saturó con pura puta alegría. Lo lastimé. ¡En
realidad lo lastimé! Yo…

Oh. Oh no.
Me las arreglé para hacerle daño. Oh Dios.
54
Estaba aturdido, sentado debajo de mí mientras rondaba con mi puño por
mi cabeza. El precipicio de la perdición saludó delante de mí. Había hecho lo que
había querido. Herí al hombre que me había secuestrado y planificado obligarme a
algún matrimonio arreglado.
Un hombre que no tenía problemas con hacerme daño de vuelta.
Soy estúpida después de todo.
¿Jisung se movía tan lentamente o era mi respuesta? Su bofetada me tiró
hacia un lado, cayendo de encima de él. En mi estómago, el pelo en mi cara, no me
moví. Traté a Jisung como si fuera un oso salvaje. Hazte la muerta, él te dejará en
paz.
Rodando sobre mí a mi lado, su segunda bofetada me puso totalmente en
mi espalda. El zumbido en mis oídos fue espectacular. Esperaba el sabor de la
sangre. En su lugar probé sus labios.
¿Qué está sucediendo? Todo su peso estaba en mí, la boca enterrada,
robando lo que quedaba en mis pulmones. Este era un hombre que había querido
dañarme. ¿Por qué, entonces, sentía que su lengua envió temblores a mi vientre?
Demasiado rápido, él se apartó. Era el primer indicio de mi propia
confusión reflejada en su rostro. ¿Acaba él de… perder el control? Yo lo había
imaginado. Debo haberlo hecho. Esas características encantadoras fueron
contorsionadas en repugnancia, dedos desgarradores en mi pelo forzaron mi
cabeza hacia atrás.
En una explosión de claridad e instinto de conservación, mi voz regresó. —
¡Lo siento! —grité, las lágrimas rodaron como una maldita explotando—. ¡Lo
siento, lo siento, lo siento! ¡Para, por favor, señor!
—En realidad me golpeaste —gruñó—, tú… ¡joder! Tú sólo… —Él me deja
ir, mi cráneo golpea el suelo. Era difícil concentrarse. Lo vi correr sus dedos sobre
su cuero cabelludo. La cubierta regresó, su colección de calma ocultando todo lo
que había hecho con él. Suavemente, tocó el pequeño corte en su sien, limpió la
línea de sangre.
¿Por qué estoy llorando tanto? —Lo siento, lo siento.
—Nunca, nunca, te atrevas a hacerme daño de nuevo. Luna, ¿me
entiendes?
No me detuve de asentir hasta que se bajó de mí, no hasta después de que él
me dejó allí, llorando en la oscuridad, sin nadie que me vea. 55
Lo lamentaba.
No sabía por qué.

****

Jisung no me visitó durante dos días.


La comida venía e iba, las familiares caras de las mujeres. Sentada sola era el
peor castigo ideado. El cinturón de castidad me impedía tocarme a mí misma, y mi
cerebro no podía borrar la forma en que Jisung había perdido el control y me besó.
Tocando mis labios, me acordé de como él sabía. Igual que el whisky, como una
maldita tormenta que quería ser tragada entera.
Necesitaba salir de este lugar.
Sentada en mi vestido sucio, el frente blanco salpicado de manchas, pateo
mis pies en el aire. Los puños estaban empezando a rozarme, las correas alrededor
de mis muslos no eran mejores. Había examinado el cinturón muchas veces. La
única cosa que resultó útil era que todavía me permitió orinar. Una parte de mí
disfrutaba la idea de arruinar todo lo que Jisung me dio; la ropa, la cama, la
habitación…
Mis uñas rozaron mi mejilla. ¿Yo misma? No sería eso algo. Él me quiere vender.
¿Qué pasa si dañé la mercancía? Mis músculos vibraron, mis dedos preparados al
lado de mi cara.
Recordando el corte que le había hecho a Jisung, hizo caer mi extremidad.
Soy una cobarde. No puedo hacerle daño a nadie, ni hablar de mí misma.
Agarré mi pelo grasiento, me hubiera gustado tener un espejo para ver en
cuánto tiempo conseguiría mis raíces. Era un reloj que yo estaba corriendo, y
perdiendo. La verdad sobre mi color de cabello saldría pronto.
No oí la puerta abierta. —Hola, mi dulce niña.
Un cangrejo se arrastra encima de la cama, mis ojos se extendieron a los
blancos. La última vez que había visto a este hombre, había estado en una rabia
furiosa. Él me dio una bofetada, me lanzó, él… Él me besó.
—Me alegro de verte, también. —Se rió entre dientes. Barriendo su mirada
sobre mí, surcos cruzaban el puente de su nariz—. Llegué justo a tiempo. Cómo te
gustaría asearte, ¿eh?
56
Abrazándome a mí misma, mantuve mi atención en sus manos. —Me
gustaría… eso. —Tragué con fuerza—. Señor.
La bondad se filtraba de él. —Entonces vamos. —De mala gana, le dejé
tomar mi mano. Sentía cómo me sacudí por el miedo, no dije nada al respecto—.
Date prisa ahora. Hueles miserable.
Era una sólida verdad.
Juntos recorrimos los pasillos. Vagamente reconocí la habitación a la que me
llevó. Esas mujeres, esto fue donde ellos… Mis pies se bloquearon en el umbral.
Jisung me ignoró, encendiendo las luces y el agua corriendo en la tina. Vi
ropa doblada en un aparador, tacones negros en el suelo. Todo, yo miraba todo,
pero todo lo que vi fue a mí, abierta como un águila en la bañera.
Mirando hacia atrás, él frunció el ceño. —Entra aquí. —El duro borde estaba
de vuelta en su voz. Confiaba en ese sonido, era más fiable que cuando era dulce.
Avancé lento al interior, me incliné lejos cuando caminó hacia mí. Él cerró la
puerta, examinándome—. ¿Qué sucede contigo?
Lancé mis ojos a la bañera.
Tomando mi muñeca, Jisung me guió hacia ella. El vapor se elevaba,
capturando la luz de la lámpara. —Relájate. Es solamente agua. ¿No se siente bien
estar limpio? ¿Quitarte esas esposas y cinturón?
¿Los iba a quitar? Sorprendida hacia su suave sonrisa, busque un indicio de
algún engaño. Tenía que haber una trampa aquí. Después de todo, ¿por qué iba a
hacer esto tan simple? —Tú… tú, ¿realmente las quitarás, señor?
De rodillas, abrió las esposas de los pies. Era raro; probé mis piernas, sentía
que podía volar. —Ahora, tu quita el resto y yo quitaré el cinturón de castidad —
Mi ropa se fue sin contemplaciones. Las descarté como si fuera basura, viendo
impacientemente a Jisung y su sonrisa divertida. Yo tenía el pecho desnudo y no
me importaba en absoluto. Estar libre de esas cosas… estaba puramente extasiada.
—Bueno, eso fue fácil —sacudiendo la cabeza, deslizó una llave en el
pequeño candado de mis muslos. Con un pequeño giro, el cinturón se abrió. El aire
caliente hacía cosquillas en mi carne, el vello escaso volvió a crecer—. Ahora —
Apuntó—, entra en la bañera.
Probando con mi mano, el agua caliente se sentía gloriosa. Había estado tan
asustada antes, con recuerdos de despertarme y estar paralizada. Esta vez no es lo
mismo. Mi pie se hundió, y después el resto. ¿Por qué no era lo mismo? No tenía
ganas de discutir conmigo misma. La calidez me tocó. Una vez que estaba sentada,
57
sólo mis rodillas y mi cabeza se asomaban.
Era perfecto.
—¿Bueno? —preguntó, sentado a mi lado en un taburete. Mirando por
encima, me di cuenta que se había quitado la chaqueta. Quitando un botón de
plata, se enrolló las mangas hasta los codos, se miraba menos intimidante.
Moviéndome en el lugar, mis músculos empezaron a relajarse.
—Es grandioso.
Levantando una esponja, curvó un dedo. —Bien. Déjame lavarte la espalda.
Ahora mi intuición punzaba. Agarrando los bordes de la bañera, me di la
vuelta para que mi espalda estuviera dirigida a él. Cálido, y lo justo áspero, Jisung
frotó la esponja sobre mis hombros. Era algo para relajarse.
Tarareando en voz baja, el hombre frotó mis nudos. Era demasiado bueno
para encontrarme tensa. Ayudó que estaba tensa por todas partes; ¿cómo él no se
daría cuenta? Eventualmente me incliné hacia delante, cerrando los ojos y
disfrutando el movimiento rítmico.
Inhalando el vapor, escuché el tranquilo goteo del agua del grifo. Qué
extraño. Está siendo tan cuidadoso conmigo. Jisung tarareó, su voz hizo eco en la
porcelana que nos rodeaba.
Bajo su aliento, capté algunas palabras. —Spi mladyenets… moi prekrasný
—Aquello me arrulló, mi nariz se movía sobre el agua caliente—. Bayushki bayu…
—Es hermoso —susurré. Al instante la esponja dejó de moverse—. ¿Qué
significa?
Jisung se dio la vuelta. Su silencio me dejó aún más fría, tenía curiosidad.
Girando en la bañera, me encontré cara a cara con una navaja de afeitar. —Estamos
perdiendo valioso tiempo. Vamos a seguir adelante.
Capturando mis grandes ojos, sus labios se convirtieron en una delgada
línea. —¿Sabes para qué es esto? —Por supuesto que lo sabía—. ¿Yo puedo hacerlo
o puedo confiar en ti en que no me cortaras el cuello?
Y entonces comprendí. Esto no era tanto sobre lavarme, era más una prueba.
La última vez que estuvimos juntos, lo ataqué y corté su cara. No podía ver una
costra o cicatriz, eso se había curado y desaparecido de su piel bronceada. Pero, él
lo recordaba. Los dos lo hacíamos.
—Luna.
58
Mis ojos saltaron a la navaja.
—Luna, respóndeme.
Sacudiéndome, levanté mis piernas del agua y extendí mis rodillas. Jisung
ni siquiera miró, él estaba viendo mis inestables dedos. —Lo haré —susurré.
Deslizando su taburete hacia atrás, me dio la navaja. Era extraño sostener
algo tan mortal. Nunca había sentido tanta prisa; estaba cerca de dejar caer el arma.
Cortándome a mí misma si no tenía cuidado.
Con cautela, raspé sobre mi piel. Tomando toda mi concentración; ignoré a
Jisung por completo. Era lo mejor. Si consideraba que estaba observando mi
esfuerzo de no cortarme.
Enjuagándome, entonces finalmente lo miré. Él tenía la cara estoica, las
palabras eran suaves en mis oídos. —Bien. Ahora dámelo.
La navaja brillaba mientras la extendía. En ese segundo, nos balanceamos en
el borde. Si le daba la navaja, estaba demostrando que él podía confiar en mí. Si me
resistía, me amenazaba a mí misma o trataba de cortarlo…
Él me dio unos segundos extras burlándose de mí con su falta de ansiedad.
Podía cortarle la garganta aquí.
No luché cuando tomo la navaja.
—Ahora —dijo, alejando la navaja—, levántate. Vamos a secarte.
El agua se deslizó por mi cuerpo mientras me levantaba. El me apreció con
un amplio reconocimiento. Ayudándome en la bañera, Jisung frotó suavemente
con una toalla. Era tan diferente de cuando las mujeres lo hacían. Esta experiencia
era… Buena. Era casi agradable.
A través de la toalla gruesa, las manos acariciaban mis costillas. Viajando a
lo largo de la parte exterior de mis pechos. Mis células crujían, mi piel era sensible
a su toque. A pesar de su comentario de darse prisa, se tomó el tiempo para
secarme. Cada pulgada fue amorosamente explorada. En el momento en que llegó
a la unión de mis muslos, cerré los ojos ante la anticipación.
No me rozó con la toalla; sus dedos estaban fríos en comparación con mi
piel. Salté con sorpresa, mirando su maliciosa sonrisa cuando tenía su mano en mi
coño. —¿Qué pasa? ¿No es esto lo que querías?
—Yo… eso…
—Me estabas rogando para que te hiciera correr la otra noche —Cada dedo 59
se deslizó hacia delante y atrás sobre mi vulva—. ¿Eso ha cambiado? ¿Es que ya no
necesitas la liberación?
Me deslicé hacia atrás. —Espera, estás equivocado.
—¿Equivocado? —Riéndose, apretó mi culo con la otra mano. Me quedé
parada gimiendo cuando pellizcó mi clítoris—. Este hambriento coño me dice que
tengo razón. ¿No te estoy ayudando?
A través de mi bruma, me mordí la lengua. —Yo no…
—¿O sólo lo consigues cuando estas luchando? —Él me empujó, el suelo era
resbaladizo, perdí el equilibrio—. Levántate, niña malcriada —El veneno en su voz
puso todos mis sentidos más en alerta. No sabía cómo manejar a este hombre.
Cambió su estado de ánimo demasiado rápido para mí.
Con cuidado me levanté. No miré muy lejos de él. —Sólo dime lo que
quieres de mí.
—Todo. —Con el vapor elevándose en el baño, me acordé de la guarida de
un dragón. Había despertado a Jisung de su sueño. Ahora tenía que hacerle frente
a su ira—. Quiero todo de ti, Luna.
Mi mente se estaba dividiendo. —¿Entonces por qué no lo tomas? ¿Por qué
confundirme así, haciéndome sentir una cosa y luego otra? —Cepillando mi
cabello hacia atrás, gemí—. ¡Simplemente tómalo y déjame odiarte!
Echó su cabeza hacia atrás, burlándose de mi angustia. —Hay mejores
maneras. Maneras más divertidas.
Me estaba provocando. Dejé mis manos caer. —Cualquier cosa que quieras,
hazlo de una vez.
—Allí está, ordenándome de nuevo —Suspiró, pero sabía que era una
tristeza falsa.
—Domarte es demasiado interesante.
—No estoy domada.
—Lo sé —estuvo de acuerdo—. Aún no.
Su amenaza fue críptica. La enterré junto al resto de sus comentarios. Si iba
a ser domada sólo sería porque fingiría.
Era todo lo que podía hacer.

El momento terminó, por su rápida mirada en el espejo del lavado. —


Termina de prepararte.
60
Era una solicitud fácil. Estaba ardiendo por lo expuesto.
Se puso de pie mientras yo me cepillaba el cabello, dándome consejos de
cómo hacer mi maquillaje. Era más pesado del que yo había hecho, pero era una
pelea que no valía la pena tener.
El vestido caía, el escote era apretado, de un color opal. Me sorprendió el
corte más dulce y recatado que había visto hasta ahora. Los tacones eran del
habitual estilo, demasiados altos para agobiar los dedos de mis pies.
—Date la vuelta para mí —Hizo un gesto con el dedo. En el lugar, me di la
vuelta—. Maravilloso. Ahora estás lista.
—¿Lista para qué? —Ante su mirada, rápidamente añadí—, Señor.
Alisando su camisa en el espejo, Jisung enrolló sus mangas. Estaba
lamentando eso; sus antebrazos eran como mármol tallado, bueno para los ojos. —
Hoy las chicas te enseñaran a cómo cocinar y limpiar.
Mis ojos se estrecharon con recelo. ¿Cocinar y limpiar de esta manera?
Capturando mi mirada, me enfrentó. —Una buena esposa debe lucir bella,
incluso cuando está haciendo tareas domésticas. Es lo que esperan mis clientes.
No iba a discutir. Era muy consciente que no puso de nuevo mis cadenas.
¿Era un error? No, él no sería tan descuidado. Eso significaba… eso significaba que
estaba empezando a confiar en mí. Al tener la oportunidad y no cortarlo con la
navaja, había pasado un obstáculo.
¡No cadenas!
Cada pedacito de libertad era una alegría para mí.
Tomó un gran esfuerzo no saltar tras él en el
pasillo.

61
Traducido por Camila Cullen, SOS Mich Fraser
Corregido por Jessibel

Los quehaceres fueron un bienvenido respiro de estar atorada en mi


habitación. Jisung aún esperaba que sirviera y comiera con él, de hecho, ahora sólo
estaba preparando la comida.
Las mujeres no eran amables. Estaban expectantes por mí, y su eficiencia se
arruinó ante mi primera intervención con ellas. Me rompieron, rápidamente
escupieron palabras que no entendí. Sin el lenguaje, aprendí a leer sus cuerpos más
y más.
Fui probada por el fuego.
Rápidamente, aprendí a agarrar lo que señalaban. A batir los huevos para el
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desayuno, o a trabajar la masa. Obtenía un placer malvado cuando comenzaban a
sonreír aprobadoramente. Y Jeno decía que no era buena cocinando, que era floja.
Si pudiera verme, ¿qué pensaría?
Sacudir los pensamientos de mi ex a un lado era cada vez más y más fácil.
Fue Jisung quien se convirtió en una espinosa rosa, las espinas enredándose dentro
de mi corazón, los pétalos cubriendo mis brotes de prueba. La primera vez que
coloqué un plato de comida frente a él, uno que yo había hecho, y lo alabó.
Joder. Casi me desmayo.
Centrarme en mis tareas me mantiene sobria. Me enterré en la cocina,
ahuequé cada huevo como si fueran buena porcelana. Cubierta de harina y sudor
para el final de cada día, mis músculos estaban doloridos por el trabajo, era lindo
ser tan activa. En mi intento de evitar pensar en Jisung, empecé a notar algo más.
Algo que me ha estado picando desde el primer desayuno.
¿Por qué siempre había tanta comida?
Había días donde sólo éramos yo y otra mujer. En esos, noté que hicimos
comidas familiares. Aún no había visto a nadie más que los que pensé que eran los
sirvientes. Sin embargo podía racionalizar esa cantidad de comida. Sobras,
suministros, lo que sea.
Pero el resto de la semana, cuatro o más mujeres horneaban pan y
conversaban dulcemente.
Algo está sucediendo.
Un día, después de terminar el almuerzo con Jisung, un pensamiento me
golpeó. Encubiertamente, lo estudié mientras se sentaba del otro lado, en el tenue
sol. Su pálida camisa de vestir verde tenía el primer botón desabrochado. Le di un
vistazo a su garganta, y seguí su camino hasta donde se detenía. Siempre se veía
tan pulcro. —¿Señor? —pregunté gentilmente.
Me miró desde debajo de sus pestañas. —¿Hm?
Mi mirada rebotó a la mujer trabajando, luego a él otra vez. —Me preguntaba. El
hombre con el que voy a casarme, ah... ¿Va a ser ruso como usted?
La ligera forma en la que entrecerró los ojos puso mis venas a latir. —Oh, ¿así que
piensas que soy ruso?
—Yo… —No había esperado esa respuesta. Creí que estaba siendo
inteligente, tratando de descifrar infaliblemente dónde estaba en el mundo. Si mi
comprador hablaba Ruso, también, entonces seguramente…— Pero me dijiste que
el lenguaje que estabas usando era ruso.
—Eso es cierto. Lo es. —Sus dedos se extendieron por la mesa como 63
abanico—¿Hablar un idioma revela la herencia de una persona? Si lo aprendiste,
¿eso te haría ruso? Puedo enseñarte, bueno, tal vez. —Soltando una risita, sostuvo
su mejilla en su puño—. Es hermoso, un lenguaje difícil. Necesitas ser muy
inteligente para entenderlo. Podrías pedirle a tu nuevo esposo que te enseñe.
Mi confusión estaba en guerra dentro de mí. —Entonces va a ser ruso. —
¿Jisung realmente no lo es? ¿Sólo lo asumí? ¡Pero su acento! Eso no sólo surge
cuando alguien aprende un lenguaje, es parte de él tanto como su propia carne.
—Te ves molesta, Luna. —Inclinándose, atrapó mis manos en la mesa donde
las dejé dobladas. Bajo sus palmas, mis dedos de bola se sentían como frágiles
pájaros—. Haces demasiadas preguntas. Cuando haces eso, te arriesgas a no
obtener respuestas y estar decepcionada. —Su sonrisa se borró, una máscara sin
emociones deliberada la reemplazó—. Te diré algo. El hombre que se case contigo,
puede no ser nadie. Mis clientes son variados. Es interesante como tantos hombres
desean mujeres como tú.
Me quedé inmóvil. —¿Me dirías de dónde eres? Quiero entender quién eres.
—¿Dónde estoy? ¿Dónde está esta casa? ¡Dame respuestas!
—Soy al que deberías escuchar. —Sus manos se deslizaron lejos, trazando
las mías mientras se iban—. El que se hará cargo de que te vayas de aquí, lista para
convertirte en una esposa solícita. Lista para no ser lanzada a un lado por un
marido que te encuentre esperando. Eso es todo lo que necesitas saber sobre mí.
Apreté mi mandíbula, desanimada.
—Luna. Escucha bien esto. Cada persona tiene sus secretos. No te sientas
tan inclinada a investigar.
El resentimiento era una pila de ácido en mi lengua. —Sí —murmuré,
pensando sobre mis raíces morenas—. Cada persona tiene sus secretos.
Entrecerró los ojos suspicazmente.
Todos tienen secretos.
¿Qué pasará cuando descubra el mío?

***

Deambular alrededor de la casa se volvió más común para mí. Empecé a


vestirme, aproximándome a Jisung en la mañana al comedor para obtener su
aprobación. Viéndome bonita, cocinando, limpiando cualquier habitación a la que
fuera dirigida; mi rutina era sólida. 64
La mañana en que me deslicé en un vestido plegado azul Luna y no
encontré a Leonida esperándome en la cocina…
Lo cambió todo.
Aturdida, giré, miré a las mujeres. —¿Dónde está? —pregunté. Una de ellas
miró arriba ante mi voz, luego miró lejos—. Jisung. ¿Dónde puedo encontrarlo?

Una chica grande con el cabello marrón rizo me dio un vistazo con sus labios
fruncidos. Lo que sea que dijera, fue corto y exasperado. Todas sus espaldas
estaban hacia mí, actuando como si fuera invisible.
Invisible.
Girándome, salí silenciosamente de la cocina. Nunca había explorado la casa
por mi cuenta. Toda su extensión, pasillos y puertas que podrían llevar a lo que
fuera. Mis propios pasos comenzaron a ponerme nerviosa, girando en un largo
pasillo que nunca había visto. Cuándo más profundo iba, menos luz había.
El patrón de mi corazón era errático. Ahí, en una amplia habitación con
otras dos escaleras, había un grupo de ventanas y una puerta. Podía ver el exterior.
El sol me hacía señas, forzándome a avanzar. ¿Esto es un truco? Mis ojos fueron
detrás de mí, a la inclinación del pasillo sombreado. Alguien va a saltar y a
detenerme. Tienen que hacerlo.
Mi mano tembló mientras tocaba el pomo de la puerta. El chasquido de este
girando, abriéndose, colocó golpes de bombo en mi pecho. Esto no podía ser. Era
jodidamente imposible.
Dejando caer mis zapatos en la parte delantera, tomé un gran salto dentro
del mundo.
Y corrí.
Nada más existía que el salvaje fuego en mis venas. Mantenía a mis
extremidades volando, llevándome por el camino de entrada. Ni una vez miré
atrás. No lo haría, no podía tomar ese riesgo. Los ojos delante. Sigue moviéndote.
¡Sigue corriendo, Luna!
Estaba en la punta de una pendiente, la calle empedrada me llevaba a un
grupo de construcciones debajo. Gruesos árboles salpicaban la tierra, la
propagación de brillante agua azul en la distancia. Un lago, ¿o un océano?
Mis pulmones amenazaron con destrozarse para el momento en que entré
en el pueblo. No necesitaba saber dónde estaba para entender que era extranjero
para mí. La arquitectura era simple; limpia, bien hecha a pesar de cuan pintoresco
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se sentía todo.
Policía, ¡necesito a la policía? Sujetando mí pecho, mis pies desnudos latían
de correr sobre el duro suelo. ¡Necesito a alguien! En medio del día, el sol brillando
muy dulce, mis ojos cayeron en una pequeña multitud fuera de un puesto de fruta.
Estaba gritando antes de aproximarme. —¡Auxilio! ¡Alguien ayúdeme, por
favor! —Todos se giraron, boquiabiertos. Se pararon ahí, luciendo como peces
dorados cuando agarré a uno de ellos. Rasguñando la playera del extraño, sollocé
—. ¡Por favor! Necesito ayuda, ¡un hombre me secuestró!
Algunos de ellos corrieron hacia atrás. Otros levantaron sus manos,
buscando protección de… ¿qué? ¡No de mí, seguramente! En el reflejo de una
ventana de una tienda, observe mi expresión frenética. —Yo… necesito a la policía,
—dije, soltando al hombre—. Por favor. ¡Llámalos!
Todos alrededor se habían congelados, mirándome, mirándose los unos a
los otros. Susurraban, algunos sonando como ruso, el resto ligeramente diferente.
Mientras más me expusiera ahí, esperando a que alguien me ayudara, más rápido
florecía el miedo. Cada señal en los edificios era imposible de leer para mí.
—Inglés. —Giré en el lugar, las manos en mi cabeza—. ¡Oh Dios, por favor!
¿Alguien habla inglés? ¡Necesito a la policía! —Estaba a punto de empezar a
chillar—. ¡Un hombre me secuestró! ¿Alguien entiende? ¡Vive arriba de la colina,
su nombre es Jisung!
La ola de su pesado silencio se estrelló en mí. La ansiedad de sus pálidas
caras me hizo entender. Estas personas, quienquiera que fueran… ¿estaban tan
asustadas de Jisung, cómo yo?
Más adelante, en una curva en la calle empedrada, mire a un hombre en una
cabina telefónica. La adrenalina se disparó en cuestión de segundos. Me miro
caminar hacia el lugar, con sus ojos como platos, su voz era baja y rápida en la
línea.
—¡Necesito que llames a la policía! ¡Por favor! ¡Mi nombre es Luna Park, fui
secuestrada!
En el teléfono, vi el blanco de sus nudillos.
Un repugnante nudo se formó en mis entrañas. Creció en el momento que oí
el ruido de un coche, miré el brillante coche plateado disparado por la colina. No
necesitaba ver al conductor para saber quién era.
Jisung.
Correr. Tenía que correr de nuevo. Si él me atrapaba después de que traté de 66
escapar… ni siquiera quería adivinar qué pasaría.
Jadeando mientras me iba, mis piernas me empujaron más adentro de la
ciudad. No conocía el lugar, sin embargo. Cada puerta que encontré golpeé la
cerradura. En las ventanas mire a la gente observando con temor. A mí. Tenían
miedo de ayudarme.
Fui por una esquina áspera, parcialmente cayendo y zambullida en un
callejón. El otro lado estaba tan despejado, tan acogedor. El coche rugió como un
león al acecho. Estaba segura que estaba detrás de mí. Tan segura.
La pintura plateada se detuvo en seco fuera del callejón y en mi camino; me
estampé en frente, con las manos sobre el capó. A través del parabrisas, Jisung y yo
hicimos contacto visual.
La pura rabia en sus pupilas me mandaba a arrancar de nuevo.
Para mi crédito, salí a la plaza principal, la gente llenaba las aceras, antes
que él agarrara mi vestido por detrás. —¡No! —grité—. ¡Déjame ir! —Miré a todos
rogando, frustrada con las lágrimas en mi mejilla—. ¡Ayúdenme! ¡Maldita sea,
idiotas! ¡Ayúdenme! ¡Por favor!
—¡Luna! —Él gruño, agarrando mi codo fuertemente. Mi cuerpo se retorció,
amenazando con romperse el brazo sólo para poder escapar.
Eso no iba a suceder.
Me llevó al suelo, aplastándome en el polvo de la calle. Las rocas calientes
por el sol quemaron mi piel, pero no me importó. —¡Aléjate de mí! —Grité, el
barro se apelmazaba en mi frente.
—¿Pensaste que llegarías aquí y que estás personas, mis personas, te
elegirían a ti sobre mí?
Escuche su disgusto a medias. ¿Sus personas? Mirando a la multitud, pensé
en el hombre al teléfono, lo entendí. Lo estaban llamando. Le dijeron que yo estaba
aquí. Así fue como me encontró tan jodidamente rápido.
Estas personas estaban en su bolsillo. Nunca me ayudarían.
Jisung estrangulaba las venas de mi muñeca hasta que no pude reprimir mi
grito. —¡Basta, por favor!
Bruscamente me puso hacia delante. —Arrodíllate —espetó, en sus ojos la
violencia brillaba intensamente.
Limpiando la suciedad de mi mejilla, hice lo que él dijo.
Horriblemente, me golpeó de nuevo. Colores brillaban en mi cerebro,
cegándome. —Sigues luchando contra mí, Luna. ¿De verdad no lo entiendes 67
ahora?
No lo hacía. No entendía nada de esto. Fui interrumpida cuando cerraba
mis ojos. Tiró de mi cabello, obligándome a sentarme sobre los talones. —¡Por
favor, sólo para esto! ¡Me comportaré!
—¿Te comportarás? —Soltó una carcajada, dándome la vuelta así mi cara
daba a la calle. Aún sostenía mis rubias hebras, lo que funcionaba como una correa
—. ¿Ahora vas a obedecer? ¿Crees que te mantengo oculta, formándote en privado
por mí, Luna? —No dije nada; gemí cuando me sacudió—. ¡No! Estúpida chica, ¡te
formo en privado para tu propio bien! ¡El tuyo!
Jisung me empujo de nuevo. No tenía fuerzas para atraparme a mí misma,
así que caí sobre mis codos.
A nuestro alrededor, las personas evitaban sus ojos. Sí, pensé sombríamente,
no los mires. No quieres ver lo que está permitido pasar debajo de tus narices.
Su sombra cayó, se extendía sobre mí y predijo mi derrota. —Arrodíllate,
Luna.
Con mi barbilla colgando, una vez más hice lo que dijo. Todo lo que podía
ver era mis manos en mi regazo, estaban rasgadas y cortadas por la calle. Ni
siquiera sentía dolor.
—Date la vuelta.
Avanzando lentamente sobre mis piernas magulladas, lo hice. Vi en sus
zapatos lustrados, mi propia cara mirándome. Por encima de mi cabeza, algo
metálico cortó el aire. Conocía el sonido, pero la situación estaba fuera de lugar, yo
sólo… no. No podía ser.
—Mírame, Luna.
El puro terror me movió. Arqueando el cuello, vi lo que estaba haciendo. Él
tenía una mano en su bragueta, dispuesto a liberar a su erección. Mi lengua se
convirtió en cenizas. —Por favor no —susurré.
Él arqueó una ceja. —¡Señor! ¡Por favor no, señor! ¡Señor!
Aquí no. No frente a todos.
No había ninguna simpatía en su cara. —¿Oh? ¿Me estás rogando que no te
use donde todos pueden ver? Que no tome lo que cualquier hombre puede, las
veces que él quiera, ¿ya que eres una buena esposa? 68
Estuve a punto de decir bruscamente que no era su maldita
esposa. Lo que hice en cambio no fue mejor.
Desmoronándome hacia delante, envolví mis brazos alrededor de su pierna.
Cada átomo estaba temblando, mi cuerpo estaba caliente y frío, demasiado
inestable para cualquier cosa lógica. —Por favor —dije contra la tela. Debajo de ella
sentí el borde firme de su fuerte músculo de la pantorrilla—. No aquí. Cualquier
cosa menos aquí. Seré buena, no correré de nuevo. Lo prometo.
—Una promesa no significa nada —Me aferré a él con más fuerza—. Quiero
que me escuches, ahora mismo. Estás personas, son mi gente. Ellos me conocen,
saben lo que hago por ellos, siempre me protegen como yo protejo a esta ciudad.
No eres la primera chica que corre. Por cierto, no serás la última —Lo soporté hasta
que oí el sonido de sus pantalones cerrándose, trayendo una ráfaga de alivio a mi
corazón—. Entra al coche.
No sonaba muy feliz. Eso estaba bien. No necesitaba que me perdonara, sólo
no necesitaba que me humillara delante de un grupo de desconocidos.
Me metí al lado del pasajero.
Jisung se quedó afuera, saludando a alguien entre la multitud. Lo reconocí
como el hombre de la cabina. Ellos inclinaron sus cabezas, susurraron y finalmente
se dieron la mano. La visión confirmo mi sospecha, sumado a lo que Jisung dijo.
Con eso, lo último de mi esperanza comenzó a desaparecer. No había duda. Estaba
en un lugar desconocido, en un lugar donde nadie hablaba, o se atrevía hablar, el
único idioma que conocía. Estaba tan atrapada como si Jisung me hubiera arrojado
a una jaula.
Se subió a mi lado, sin darme una mirada mientras giraba la llave.
Estrangulando al volante, nos llevó fuera de la ciudad y de vuelta a la colina. Pude
ver la casa… la mansión… mientras nos acercábamos. Era de un marrón oscuro y
carmesí, con tejas grises y un hermoso trabajo de piedra. Era una espléndida casa.
Ojala no fuera mi prisión.
—Sabes que todavía tendrás que ser castigada —dijo en voz baja.
Hundiéndome en mi asiento, asentí. —Sí, señor.
En el espejo, el me miró. —En parte esto es culpa mía. —Su admisión de
culpabilidad se sentía fuera de lugar, me giré—. Tuve que haberte entrenado
mejor. Dejándote sola tan pronto… bueno. Las situaciones pasan. Hoy me distraje.
En mi regazo, mis dedos se juntaron. —¿Distraído, señor? 69
Esa sonrisa frágil de él comenzó. —Sí. Tuve una reunión telefónica hoy —
Apagando el motor, se giró hacia mí, rozándome la barbilla—. Luna, mi querida,
las cosas van a cambiar por aquí.
Cambiar… lo que él hace…
Cerrando la brecha, Jisung casi toca su nariz conmigo. —Alguien pago tu
cuota. Mi preciosa chica, te vas a casar. ¿No es emocionante?
La frialdad se sintió desde los dedos de mis pies hasta el
pecho. Matrimonio.
No.
Jisung podría llamarlo como él quisiera. No tenía el poder de detenerlo. La
verdad estaba allí, sin embargo. Se sentó entre nosotros como carne podrida y
convirtió su toque suave y la sonrisa empalagosa en una cosa digna de ser
quemada en el suelo.
No me iba a casar.
Me habían comprado.
—Va ser divertido para mí —continuó, empujando la puerta—. El hombre
que te eligió, tiene… gustos específicos —Mierda, la risa baja rasgó mis huesos—.
Gustos similares a los míos. Mi única queja es la rapidez con la que espera que te
tenga lista. —Encogiéndose de hombros, se dio la vuelta, me abrió la puerta y me
ofreció una mano—. Bueno. Un desafío no le hace daño a nadie, ¿eh?
Resistiendo decir algo, dejé que me ayudará. Un hombre con gustos
específicos.
Miré a escondidas a Jisung mientras entramos a la casa, luchando contra un
escalofrío. ¿Gustos como los suyos? Estaba bastante segura que sabía cuáles
eran esos gustos.
Todo el tiempo sospeché que la formación empeoraría. La limpieza, la
cocina, el aseo incluso vestirme… nada de eso era tan malo.
El demonio hambriento a lo largo de los labios de Jisung me dio a entender
las cosas por venir.

70
Traducido por Getzee & Mich Fraser
Corregido por Jessibel

Jisung no esperó mucho para comenzar.


El golpe en mi puerta me despertó. Fue desconcertante; nadie nunca había
tocado antes de entrar en mi habitación. Lanzando mis mantas fuera, me senté
justo a tiempo para cubrirme nuevamente.
Jisung estaba ahí, pero no estaba solo.
Ella iba vestida tan áspera como era, alta y de cuello largo, anteojos gruesos,
con cabello corto color bronce. La mujer tenía un aura de importancia, de negocios.
Con una mano, sostenía el mango de una bolsa de cuero. 71
—Buenos días, Luna —dijo Jisung. Inclinó su cabeza hacia la extraña—.
Tenemos una invitada el día de hoy. Ella es la doctora Helen. —Mi atención voló
de regreso a la bolsa. ¿Una doctora?—. No seas grosera. —Dando un paso hacia
adelante, cerró la puerta con modo terminante—. Dile hola.
—Hola. —Hice una pausa, insegura de cómo abordar a la mujer.
Nos salvó a ambas con sólo inclinar la cabeza a modo de saludo.
—Hola, Luna. Estoy aquí para examinarte.
No tenía miedo natural por los doctores. Ni siquiera por los hospitales; no
hubo necesidad de mostrarme los cuerpos de mis padres. Nadie podría haberlos
reconocido. Las cosas médicas normales no me asustaban. Sin embargo, esta
situación no era normal. Cualquier doctor que Jisung trajera para verme, no era
alguien en quien pudiera confiar. Ella también debe de estar dentro de esto.
Él cruzó sus brazos en la parte baja de su espalda.
—Déjala examinarte. No quiero alargar esto más.
—Yo tampoco, señor —dije, lanzando las mantas a un lado. Luchar contra
esto no me ayudaría. Permito que su espeluznante doctora me revise. Tal vez
decidirá que no encajo para sus planes. Helen echó un vistazo hacia Jisung, su
expresión en blanco.
—¿Puedo comenzar?
—Adelante. —La mujer se acercó, dejando la bolsa a sus pies.
—Siéntate en el borde de la cama y quítate la ropa.
He estado desnuda tantas veces. Su naturaleza médica lo hizo menos
estresante. Tirando mi ropa interior, me coloqué en donde ella apuntaba, las manos
en mis rodillas.
—¿Para qué me está revisando?
Ignorándome, abrió su bolsa. Había un silencio incómodo. Sentada ahí, la
dejé sacudirme, me convertí en una estatua mientras sentía mis pechos y
escuchaba mi corazón. Pasó sin incidentes, la peor parte fue el frío estetoscopio.
Mirando hacia Jisung, Helen movió el mentón.
—Parece estar bien. ¿Dijiste que tenías el resto de sus registros?
—Los recibí por correo la semana pasada.
Una semana. Ha pasado una semana. El tiempo pasaba volando. Espera, 72
¿encontró mis registros médicos? Removiendo los artículos, la doctora se inclinó
sobre su bolsa.
—Bien, no puedo hacer un examen rápido nada más. Estás por tu cuenta,
espero que los resultados fueran los que deseabas.
Esos felices labios suyos dijeron demasiado, incluso si él se quedó quieto.
Mi incertidumbre por lo que estaban diciendo se hizo muy, muy carente de
importancia cuando vi la jeringuilla de Helen.
—¿Para qué demonios es eso?
Jisung frunció el ceño, casi poniéndose en mi camino antes de que la risa de
ella lo detuviera.
—Tranquilízate, Jisung. La chica tiene derecho a saber. —Sosteniendo
elevado el instrumento, apuntó—: Es un implante hormonal del tamaño de un
fósforo…
—¡¿Control de natalidad?! —Mis uñas se apretaron en el colchón.
Alisando su corto cabello, Helen me dio una mirada firme.
—Entumiré el área, luego lo insertaré. Impedirá que quedes embarazada
hasta que sea removido, si estás preocupada por los efectos a largo plazo.
El pánico se elevó vigorosamente.
—¿Piensa que estoy preocupada por eso? Sé de qué va. —No hice ningún
esfuerzo por esconder mi odio hacia Jisung—. Esto es para que puedas follarme sin
dejarme embarazada. ¿Estoy en lo correcto, no?
Sin vergüenza, nada; tocó su pecho y sonrió burlonamente.
—Culpable.
Los músculos en mi cuello se apretaron, quité el cabello de mi cara así pude
ver a la doctora.
—¿Y usted piensa que está bien?
Sus calmados ojos verdes ni siquiera se movieron.
—Sólo estoy preocupada por asegurarme que esto sea seguro. Ahora,
escucha. —La aguja lucía muy ancha para mi piel, mi estómago daba vuelcos—.
Puedo adormecerte, insertar esto y todo irá bien.
—Bien. —Nada de esto estaba bien—. ¿Mi otra opción?
Helen lanzó una significativa mirada hacia donde Jisung estaba parado.
—Él te detendrá y atará así yo puedo hacer esto. Es tu decisión, Luna. 73
La sonrisa se sintió graciosa en mi cara.
—¿Mi decisión? —No tenía decisiones ya. Sosteniendo mi brazo hice
contacto visual con la doctora—. Adelante, píncheme.
Terminó con rapidez. Leal a su palabra, Helen lo hizo tan así que no sentí ni
la aguja.
El único indicio de que había pasado fue una marca pequeña y roja en mi
piel sensible por el implante. Era difícil no mirarlo, más difícil aún fue no picar el
área. Recogiendo su bolso, la doctora paseó hacia la puerta.
—Te pasaré la factura más tarde.
—Siempre es un placer hacer negocios. ¿Quieres que te acompañe?
—Conozco el camino. —Nunca miró hacia mí, simplemente se escabulló y
nos dejó.
Me dejó con él.
Inclinándose en la puerta, dejó que la tranquilidad creciera. Me retorcí bajo
su mirada, alcanzando el vestido plegado que había usado el día anterior. Estaba
sucio, nunca me había dado nada nuevo. Había tenido que usar agua de mi
almuerzo para lavar el barro de mis mejillas. Tocando el dobladillo, finalmente fui
a ponérmelo. Debió de haber estado esperando. Eso o mi acción lo trajeron a la
vida al igual que una gárgola maldita.
—Luna, espera. —El corsé cayó de vuelta a la cama, simplemente dejé que
se cayera. Tenía algún juego en mente, estaba segura. La ropa de ayer no tendría
parte en ello. Su mentón se balanceaba, delicadamente—. Vamos a caminar.
—Estoy desnuda. —Sus ojos brillaron; brinqué sobre mis pies—. Lo siento.
Sí señor, vamos.
Afuera, la casa era del mismo nivel del siempre presente vacío. Seguí de
cerca a Jisung, con un brazo en mi pecho y otro sobre mi entrepierna como de
costumbre, me estremecí en el frío aire. No sabía a dónde me estaba llevando, sólo
que cuando pensaba que estábamos en nivel más bajo, se desvió y abrió una
puerta. A través de esta, otra escalera conducía al abismo.
Los escalones de madera eran inquietantes, se sentían caros, piedra pulida
bajo mis pies descalzos. No era un lugar abandonado. Pero, ¿hacia dónde me
dirigía?
Un largo pasadizo estaba iluminado por bombillas en el techo. El papel
tapiz rizado con círculos franceses blancos y diamantes rojos. No había sonido
aquí. Nuestro alrededor parecía comerse el sonido, rogándome que gritara para 74
ver qué sucedería.
Un lugar en donde los gritos son suavizados. La implicación fue hielo en
mis huesos. Jisung abrió una cortina, apretándome por dentro. Abrazándome, pasé
mis ojos por la grande y redondeada habitación. Pequeñas velas, flamas naranjas
que hacían sombras irregulares y revelaban una cama circular blanca. En las
paredes, armarios escondían secretos.
—¿Qué es esta habitación? —pregunté.
—Muchas cosas. Está diseñada para ser lo que sea que necesite. —
Deslizándose a mi alrededor, se sacó la chaqueta. Debajo, su torso era abrazado
por un chaleco, del mismo color que la corona de un rey. Trazaba su cintura,
enmarcando sus amplios hombros. Me encontré mirando; lo encontré viéndome
mirar.
Moví mis ojos a mis pies.
—¿Y qué necesita que sea, señor?
Se paró enfrente de mí. Me pregunté cómo se sentiría su áspera ropa en mi
piel desnuda.
—Mírame, Luna. —Buscando esconder la incertidumbre en mis ojos, hice de
mala gana lo que me pidió. ¿Podía decir qué había estado pensando, mis
inapropiados pensamientos? En su mano, mi cara se sentía como cristal que
fácilmente podía romper en pedazos—. Justo ahora, es en donde tu castigo
comienza. —Qué rápido mi corazón bombardeaba en mis entrañas—. Acuéstate en
la cama —susurró.
Di un paso… me detuve. Sentí su desilusión, me apresuré a hablar:
—¿Sobre mi estómago o mi espalda, señor?
Su humor era un fantasma en el cuarto; ahí, luego desvaneciéndose.
—Sobre tu estómago. —Terminando la caminata, me deslicé en la cama, era
más dura de lo que imaginaba, tan grande que podía extenderme en el medio sin
que los dedos de los pies o las uñas tocaran los bordes. Insegura de qué más hacer,
puse mi barbilla sobre mis brazos doblados. Mis tobillos estaban cruzados, los
músculos tan tiesos como un tambor. ¿Qué iba a hacerme? El castigo… sí. Me
había advertido en el auto. Debería de haber sabido que esto estaba viniendo.
Bisagras tronaron; miré sobre mi espalda, lo vi en un armario—. Los ojos al frente
—exigió.
Presionando mi frente en mis brazos, fui lo suficientemente lejos como para 75
cerrar mis párpados Mis sentidos estaban despertando, escuchándolo susurrar,
recopilando lo que fuera.
¿No pensé antes que la ignorancia era felicidad?
El colchón me dijo cuándo se arrodilló a mi lado. Preparándome para sus
golpes, para el dolor o la brutalidad que sólo mi mente podía conjurar, sostuve mi
aliento.
Una palma resbaladiza frotó entre mis hombros. Estaba hecha de cemento,
acostada ahí y no entendía qué estaba sucediendo. Está… ¿masajeándome? No me
arriesgaría a mirar; me había instruido que no lo hiciera. ¡Lo está haciendo! Dedos
acariciaron mis hombros. Jisung está dándome un masaje.
Nunca lo podría descifrar.
Me tomó un rato calmarme. Estaba recordando cuando me bañó. Este lado
de él, ¿de dónde venía? Sus pulgares trabajaron los nudos de mi cuello. ¿Por qué
traerme aquí abajo… para esto?
Descendiendo por mi silueta, Jisung me cubrió en aceite. Dejaba que sus
manos se deslizaran rápido, nunca presionando al punto del dolor. Lo sentí
moverse, su peso cambiando. Ahora estaba arrodillado sobre mis pantorrillas,
haciéndose cargo de mi espalda baja.
Dio con la tensión causada por horas en tacones altos. Oh, carajo. Pese a
todo, gemí contra la cama.
—¿Se siente bien? —preguntó suavemente.
—Sí, señor. —Controlé otro jadeo. Meneo los dedos de los pies,
ruborizándome de placer. Le quedaba ser tan bueno con esto. Sus dedos eran
hábiles, sabía eso por experiencia.
Sólo pensar en esos tiempos, cómo me provocaba tan fácilmente, hizo que
mi estómago se apretara.
Ahora está frotando mi cuerpo desnudo. El entendimiento hizo que me
ruborizara. Fue más abajo, sobre mis muslos, los dobló rápidamente, alejando más
calambres. En su camino hacia arriba por mis piernas, esperé que evitara mi
trasero al igual que lo había hecho en su camino hacia abajo.
—¡Oh! —Solté, conmocionada por la repentina oleada. Él había empezado a
frotar mi trasero, riéndose oscuramente por mi reacción. Empujando mi suave piel,
Jisung masajeó en círculos suaves. Inicialmente fueron pequeños, y mi corazón
empezó acelerarse.
Las lisas manos me abrieron, haciéndome cosquillas por mis muslos
internos, frotando a través de mis nalgas y de nuevo. —¿Te gusta eso? —preguntó.
76
Apretando mis ojos fuertemente, me esforcé por responder con calma.
—Ah…. Sí, señor.
—Bien. —Su agarré fue por mis piernas. De repente, las abrió. Mi estado de
debilidad me impidió reaccionar a tiempo. Entonces un clip sonó, algo capturaba
mis tobillos. Sentí el aire, mientras él se arrodillaba entre mis muslos.
Nunca había estado tan expuesta, no de esta manera.
Meciéndome en mis codos, me giré para verlo. —Qué estás… ¡ah! —Mi cara
fue empujada hacia abajo en la manta. Alcanzo mis muñecas, ignorando mi lucha,
ahora sabía que algo estaba pasando, él se acomodó en el borde del colchón. Ni
siquiera me había dado cuenta de las correas en el lugar; no hasta que me ató en
una posición.
—No quiero que luches mientras hago esto.
—¿Hacer qué? —espeté, girando mi cara, deseando poder ver a mis
espaldas.
Estaba tramando algo. Una vez más, sus dedos lubricados me tocaron,
acariciando mis muslos. Tirando de las restricciones, susurré por la frustración de
que mis piernas no se cerraran. —Es una bonita vista cuando te mueves de esa
manera —Fue de nuevo a mi culo, masajeándolo.
Los pulgares se adentraban, engrasando la sensible piel de mi grieta.
Congelándome, inhalé bruscamente.
—No.
—¿No? —Un dedo resbaladizo froto sobre mi culo, en pequeños trazos.
Nunca había tenido a alguien tocándome allí; la sensación provocaba fuegos
artificiales en mi cerebro, haciéndome gemir obscenamente—. Creo que te gusta,
Luna. Creo que tu pequeño culo es tan codicioso como tú.
Sacudí mis caderas, no había a dónde escapar. —Por favor, yo nunca… eso
es…
Pacientemente acarició mi culo como si tuviera todo el tiempo del mundo.
—Tu futuro marido ha solicitado una serie de cosas —los círculos se hicieron más
y más rápidos, mojándome más, dejando mi coño goteando—. Una de ellas era una
esposa que disfrutara lo anal. —Mi corazón bombeó, imitando sus movimientos—.
No voy arruinar mi reputación, no después de todo este tiempo. No después de
todo lo que ha trabajado mi familia.
Su… ¿familia?
77
Empujó su pulgar dentro de mí. Todo pensamiento, toda capacidad de
pensar fue en la cosa que le estaba haciendo a mi agujero virgen… aquello acabo
con mi dignidad. Gimiendo, chillando, apreté las caderas y sentí mi interior
revoloteando en él.
Suavemente, folló mi culo apretado con su dedo.
Y joder.
Me encantó más de lo apropiado.
—¡Dios! —gemí, tratando de resistirme a él—. Eso es… tengo… ¡ah!
Joder… ¡joder!
—¡Lenguaje! —Riéndose, curvó dos dedos dentro de mí—. Tal vez debería
enseñarte ruso. Quizás habría una cierta belleza escucharte maldecir de esa
manera.
Mordiendo la manta, gemí.
Abruptamente el pulgar salió de mí. Mi gemido era patético; estaba tan
contenta que no pudiera ver mi cara enrojecida, el cómo estaba babeando sin poder
hacer nada.
—¿Por qué… por qué paras?
—¿No recuerdas las reglas?
No podía recordar nada. Parpadeando lo vi caminar al frente de mí. Sostuvo
algo de color rosa, era algo pequeño. Anteriormente caminé más allá de las tiendas
sexuales, echándoles una mirada como una adolescente.
Un plug anal.
Jisung verdaderamente era perverso.
Pero yo era más, ¿mi coño y mi culo se doblegaban con mi lujuria?
Lo pone en mis labios, ignorando como lo empujó. —Empápalo. Va entrar
en ese bonito culo tuyo. Si no está lubricado lo suficiente, es culpa tuya, Luna.
Mirándolos a los ojos, separé mis labios. El juguete era gomoso, sin sabor en
mi lengua. Lo unté, atrapada en mi torrente de excitación.
—Joder —exhaló—. Buena chica. —Estaba a mi nivel de ojos, su pene estaba
luchando para salir a través de sus pantalones. Sólo con verlo hacia que me doliera,
aquello era bueno, no poder hablar por el tapón.

Riéndose de mí, Jisung no me dejó recuperar el aliento. Agachándose, me


cubrió con su aroma y su sombra, mientras engañaba a mi trasero con la punta del
78
juguete. De arriba abajo, dando un empujón en el interior. Cada vez que se movía,
la fricción iba más profunda…
Él me estaba rompiendo. La realización fue aterradora. ¿Cómo me estaba
cayendo a pedazos por esto?
El tapón se hundió, más adentro que su dedo. —¿Quieres esto?
Mis molares rechinaron. Mierda, lo quería. El estaba derritiendo todo lo que
era yo. —Mn…
—Dime —gruñó, empujando el juguete más adentro. Dejándome hueca
cuando lo quito—. Dime que lo haga. Dime lo que necesitas.
El sudor rodó por mi espalda. Sabía que yo lo quería, mi cuerpo se lo estaba
gritando. —No puedo… por favor no preguntes… —¡ah! —¡A la mierda! ¿Por qué
estoy luchando?—. Ya… ¡Ya sabes que lo quiero!
Fue entre mis muslos, sintiendo el torrente de sensaciones de mi coño.
Empujando el tapón en mi culo, él se volvió como un taladro. —Maldita sea
si lo sé. Quiero que lo digas. Admítelo, Luna —Tomo gran esfuerzo para
escucharlo sobre mi jadeo—. Admite que te vuelves una linda putita, para mí…
para cualquier persona que quieras.
Eso… ¡no podía decir eso!
Deslizo la restante parte del objeto en mí, ampliándome.
—¡Oh Dios! —grité.
—Dilo. Sólo di que es verdad.
Qué era verdad…
—Dime que necesitas tu culo lleno.
Mi esencia se hizo añicos. No sabía quién era yo. Luna, ¿la puta, la rubia o la
morena o cualquier otro color de mierda? Ya nada importaba más. No cuando
Jisung estaba allí, haciéndome cuestionar si yo incluso era real.
¿No se trataba todo acerca de pretender?
—¡Por favor follame! —Sollocé, vibrando entre mis muslos—. ¡Necesito que
me lleves, señor! Lo que sea, lo diré, ¡Lo que usted quiera! Sólo por favor, fóllame,
por favor, por favor, sólo, ¡ahh!
Jisung me dijo una vez, cuando lo conocí, que podía ser muy amable. La
forma en que enterró ese plug rosado en mi culo, no me imaginé que eso podía
convertirse en algo como la amabilidad.
Su palma bajó, azotándome bruscamente. —Ahora dame las gracias.
79
—¡Gracias, gracias, gracias, gracias! —Divagué, rogué e incluso estaba
segura que hubiera hecho algún truco si lo hubiera pedido. Nunca me imaginé que
me iba a romper de esta manera. Mi alma estaba contaminada, oscura como el
pecado.
Oscuro como sus ojos.
Necesito el orgasmo, quiero llegar hasta el final del orgasmo.
Había pasado tanto tiempo desde que había tenido un orgasmo, desde que él me
dio uno. Recuerdo las Vegas, ser extendida para que él pudiera lamer mi coño
hasta que estaba gritando, golpeándome con toda su fuerza.
Sin mi armadura, esos recuerdos se levantaron de las profundidades como
monstruos olvidados.
—Por favor déjeme llegar, señor —mi urgencia pisoteó mi orgullo—. Haría
cualquier cosa, ¡cualquiera!
Su boca se convirtió en una forma tanto terrible y celestial. —Lo sé.
La cremallera sonó en el aire. La luz de la vela dejaba ver ese lugar secreto,
su pene hinchado se levantó en su puño. La punta brillaba; todo lo que quería en la
vida era probarlo.
Me moví para ello, con los labios entreabiertos. Jisung agarró mi cabello en
un puño. —Si intentas morder, incluso pensar en mí con tus dientes te voy
arrancar cada puto diente —Me miró fijamente—. ¿Comprendes?
—Lo entiendo, ¡por supuesto! —¿Él no comprendía lo rota que estaba?
Deslizando eso en la parte trasera de mi mente, deslizó su pene a través de
mis labios. Como la mayoría de mis aventuras, las mamadas eran una rareza.
Trataba de dárselas a Jeno, mi ex. Nunca vuelvas a pensar en él. Levanté mis ojos,
perdida en la pasión de la existencia de Jisung. Mi ex, mi ex, mi ex.
Pasando su longitud con mi lengua, chupe la cabeza. Todo lo que le hice
tenía a mi clítoris pulsando. El tapón dentro de mí se estaba hundiendo. Aún con
eso, mi hambre me dejó vacía. Lo quería a él; a su cálido y grueso pene que estaba
besando amorosamente. Quería que finalmente me cogiera como lo estaba
esperando.
Manteniéndome quieta, Jisung se empujó a sí mismo por mi garganta. Al
instante me atraganté; Nunca había sido capaz de llevarlo tan profundo.
Respirando salvajemente mientras se retiraba, tosí. —Imagino que también
tendremos que trabajar en eso —suspiró.
Se estaba burlando. Me importaba una mierda. Sólo fóllame, rogué 80
mentalmente. En ese preciso momento, se alejó de mí. Girándome, luché para
seguirlo, para ver a dónde iba.
Sus dedos rozaron mi tobillo. —¿Estás lista para finalmente llegar?
Todo, mis costillas, pecho, células saltaron a la atención. —¡Sí, sí, señor!
Me estremecí por la presión de mi coño. Me lleno en cada pulgada y
acercándose a la raíz, algo empujo con fuerza en mi clítoris. Ese fue el primer
indicio que algo andaba mal. No se sentía como carne humana en mí. Pero todavía
estaba gimiendo, mientras Jisung se giró hacia mí.
Tal como un hombre engreído.
Levantando un control a distancia, se inclinó a un lado. —¿Cómo se siente el
vibrador?
—¿Por qué? —Era una pregunta patética; era todo lo que tenía.
Sus labios vinieron por mí, pero no besaron mi piel. Apoyándose en mi
mejilla, Jisung me habló directamente al oído. Su eco se disparó a través de todo mi
sensible cuerpo. —Te lo dije. Este es tu castigo.
En su mano, el control hizo click.
Había demasiado en mí que estaba a punto de romperse. Era un mundo de
placer, los juguetes me estiraban, el vibrador estimulaba mi protuberancia. El calor
se estrelló contra mi existencia. Me vine tal y como lo hace una estrella porno.
Las vibraciones siguieron arruinándome.
Acarició mi cabello, sonriendo ante mis ojos aterrados. —Has tanto ruido
como quieras. Este sótano es a prueba de sonido, no va a molestar a nadie —
Ajustándose a sí mismo en sus pantalones, se dirigió a la salida.
—¡Espera! —Lloré, interrumpida por otra ráfaga de lujuria que hizo añicos
mi cráneo—. ¡Por favor, no puedo tomar esto!
Esperó hasta que lo pude ver de nuevo, cuando mi próximo orgasmo se
desvaneció empezaron las réplicas. —Querías acabar. Te voy a dar lo que querías.
Se agradecida, Luna.
Poniendo el control sobre una mesa muy lejos de mí, Jisung me dejo a mi
suerte.

81
Traducido por Mich Fraser & Kari
Corregido por Jessibel

Horas después de haberme dejado, me desmayé.


Sea cual sea el tiempo que pasó, me desperté con el sonido de un grifo. A
través del suero de mi conciencia, pensé que alguien me estaba lavando. Una mano
fuerte. Manos que debía conocer simplemente por el tacto.
No era el baño donde antes me lavaron. La bañera era honda, la presencia
de él se cernía detrás de mí. Todo era de mármol rojo, con vetas de colores
plateados en una mezcla. 82
De nuevo, Jisung cantaba; en una cadencia suave de palabras rusas que no
entendía. —Spi, moi angel... tikho, sladko (duerme, ángel mío, calma y
suavemente)…
Nada tenía sentido para mí. Mi cerebro se reorganizo, en un universo donde
yo encajaba cada vez menos y menos. En qué me estaba convirtiendo, ¿por qué
estaba cambiando tan fácilmente? La cuestión de lo esperado por mí en un futuro,
era una predicción distorsionada.
El vapor se elevaba en el aire, Jisung besó mi frente mientras pensaba que
todavía estaba durmiendo.
Y entonces el sueño me volvió a llamar.
***
Un día después de ese evento, me dolía todo. Cojeaba por los pasillos,
vestida con un sencillo vestido de algodón color perla, reflexioné sobre lo que mi
vida se había convertido. Jisung consumía todo. Gobernaba mi cuerpo, mi mente,
incluso mi inconsciente.
Sabía tan poco de él. Y él lo sabía todo sobre mí. Frotando mi brazo donde
fue enterrado el implante, recordé cómo se le escapó que había conseguido mi
historial médico. ¿Qué otra cosa mía tenía?
Por otra parte, ¿qué pasó con todas mis cosas? Había tenido un coche,
equipaje, mi bolso. ¿Jisung tomó todo? Tal vez mi coche todavía seguía
estacionado en Caesar. Si así fuera, alguien se hubiera dado cuenta. Tendrían que
investigar, comprobar que me había desvanecido.
¿No era así?
En la parte superior de las escaleras, una mujer con el pelo rizado, a la que
había empezado a llamar Yuna, porque siempre me regañaba en la cocina, se
detuvo. Sus manos fueron enterradas en su falda gruesa, con sus ojos cayendo en
mi camino.
—Oh —dije con sorpresa—. Um, hola. —Sospeché que las mujeres
trabajando en la casa entendían algo de mi inglés, si no la mayoría. Ellas sólo se
estaban haciendo las tontas por costumbre. O porque no querían involucrarse más.
Quitando el polvo de sus hombros, me señaló. Me encontré a mí misma
parpadeando. Después ella empezó a alejarse, en dirección al baño de arriba.
Curiosamente la seguí, preguntándome qué estaba pasando. 83
En el interior, señaló arriba con un dedo rechoncho el fregadero. El hedor a
decolorante me golpeó antes de ver la taza. Agitando mi mano en mi nariz, me fijé,
luego a ella, entonces regresé. —¿Qué es esto?
Extendiendo la mano, Yuna restregó un mechón de cabello entre mis dedos.
Irguiéndome, vi el brillo en sus ojos grises. —Blodínka —dijo.
Cautelosamente, me asomé al espejo y acaricié las raíces de mi cabellera. —
¿Blodínka?
Yuna asintió, señalando el decolorante. Ella habló rápidamente; no entendía
nada de eso, tampoco lo necesitaba. Ella sabía acerca de mi cabello. ¿Me estaba
ayudando? Bajando la mano al decolorante en el fregadero, rozando el cepillo
aplicador, sonreí ante la derrota. —Rubia. Sí.
Ella indicó que me sentara. Sin pensarlo, hice exactamente eso. Sus dedos
eran suaves, separando mechón tras mechón para quitar lo moreno creciendo. El
decolorante chamuscó mis fosas nasales. Estaba mareada por el tiempo en que
Yuna me rodeaba.
Viéndola vaciar el cubo por el desagüe, me lavé el cabello húmedo,
estudiando el color brillante, fresco. Jisung no lo sabría. No, a menos que le
dijera. Un nudo se enchanchó con el cepillo; lo halé. Él le llamaba a mi
entrenamiento un desafío.
Yuna se puso detrás de mí, tejiendo mi cabello en una trenza.
Un desafío. Abrí los ojos, miré a mi reflejo. Sí. A este ritmo, creo que
significaba que me habría ido antes de que creciera lo suficiente.
¿Había más riesgos en dejar que mi nuevo marido lo supiera antes que
Jisung? Poniendo mis manos en mi vientre, asentí después que Yuna se
escabullera. ¿Cómo puedo saber lo que tengo que hacer? Nunca he conocido a ese
otro hombre. Joder, he pasado más de una semana con Jisung y no puedo predecir
nada de él.
La afirmación era amarga.
Saliendo, caminé con pasos pesados hacia el pasillo. A menos que Jisung me
llevará aparte, todavía tenía muchas tareas para llenar mis horas.
***
Estaba arrastrando mis pies cuando subí a mi habitación. Había
vislumbrado a Jisung brevemente en el desayuno.
Sus ojos habían quemado en mí, hizo cosas que una simple mirada no 84
debería hacer. Acabando con una taza de café, se ajustó la chaqueta y se fijó en la
habitación. Sus palabras fueron sutiles, sin amenaza. —Hoy estaré en la ciudad.
Compórtate.
Luego se fue. Hice un punto manteniéndome alejada del pasillo en todo el
día.
Ahora, bostezando, me aparté el cabello y le di vuelta a la perilla. Él se había
ido a la ciudad, ni siquiera lo vi en el almuerzo. No me sentía cómoda en la
solitaria casa cuando él no estaba a mí alrededor.
El vestido de gasa que colgaba en el poste de mi cama era fluido. Purpura,
con un toque de brillos, aquello era fuera de lugar. Tocándolo no hubo momento
para reflexionar sobre lo que me esperaba.
Sus pisadas fueron fuertes, caros zapatos se detuvieron en la puerta. —¿Te
gusta?
Pasé dos dedos sobre el vestido; mirando hacia atrás en una expresión
petulante. —Es encantador.
—Bien —En un largo paso se detuvo frente a mí. Con la parte posterior de
un nudillo, acarició mi mejilla—.Vístete para la cena.
Me estremecí ante su toque. Él se movió a mí alrededor, forzando a mi
sangre bombear.
—No entiendo. ¿Cenar en dónde?
—Aquí. En mi casa —Jisung se detuvo con su agarre en mí yugular. Su
pulgar hizo círculos perezosos. Por los recuerdos, mi culo se apretó. Él no lo podía
saber, pero su sonrisa fue maliciosa. ¿Estaba sonrojada, fue eso?
Apartándose, se acercó al pasillo. —Vístete y encuéntrame abajo en quince
minutos. Ponte todo. Hay una bolsa en tu cama —Parpadeé, vi la bolsa de cuero
que había perdido en mi sorpresa—. Si no lo estás usando todo, lo voy a saber.
¿Lo sabrá?
Perfectamente lo vi desaparecer de la vista. Cerrando la puerta, miré a esa
bolsa misteriosa. Él tenía algo planeado. Me acerqué a la bolsa como si fuera una
bomba. Eso es. Él siempre tenía algo. Mierda, ese hombre me ponía paranoica.
Abrí la bolsa cuidadosamente. Había muchas cosas dentro; lápiz de labios,
un par de tacones de aguja de color púrpura y un par de bragas lavanda. Excepto
que cuando cayeron, sonaban… mal. ¿Pesadas?
Apartando los zapatos, enganché los dedos en la ropa interior. Eran 85
pesadas. Con el ceño fruncido, las extendí. Dentro de la entrepierna, había un bulto
sólido escondido. Se había deslizado en una bolsa para mantenerlo en su lugar.
Poniéndolo a la luz, me quedé mirando el dispositivo. En un pequeño botón
que se encendía, lo que me decía que era electrónico. La claridad se estrelló contra
mí más o menos. Otro vibrador. Las bragas se sentían como un nuevo par de
cadenas. Él esperaba que las llevara debajo de mi vestido, a la cena.
Mi puño amenazó con aplastar el juguete.
Inhalando para tratar de calmarme, metí el dispositivo de nuevo en las
bragas. Si no lo usaba, me dijo que lo sabría. Por supuesto, él sabría.
¡Dios que mierda!
El tormento sexual era demasiado. Sentí el daño de nuestro último
encuentro, incluso ahora. Todavía sentía el odio por Jisung, luché por las olas de
disgusto, por saber de mi futuro. Sin embargo, mi cuerpo había impreso los
sentimientos que él me dio.
Regresando a los recuerdos forzados de las Vegas, ya había luchado con la
manera en que mi vientre zumbó y agitó cuando él estaba parado demasiado cerca.
El me conocía, conocía a mi cuerpo.
Con mis paredes derrumbadas, ¿qué defensa podía pedir?
Frunciendo mis cejas, metí los pies en la ropa interior. Estaban ajustadas
contra mí, acariciando la derecha de mi clítoris. Imaginar lo que había planeado
para mí, me estaba dando acidez estomacal.
Además de eso, mis pezones estaban incómodamente firmes.
El vestido encajaba perfectamente. Revelando un escote, con los hombros
lisos. El dobladillo caía justo en el piso. Deslizándose por mis talones, agarré el
lápiz labial camino al baño. En el espejo, me miré con asombro.
Lucía impresionante.
Era como si la prenda fuera hecha sólo para mí. Eso silenció mi deleite; me
advirtió de la realidad. Jisung probablemente tenía mis medidas. Cada vez más, mi
existencia era violada.
Suspirando, extendí el rosa brillante en mis labios, alisé mi cabello. Me
detuve en el pasillo, con el talón en el aire. Mierda. Esto era como una primera cita.
Debería haber tenido sentido después de todo lo que había experimentado.
El pensamiento de Jisung y compartir una cena romántica era…
No. Deja de hacer eso. Me dirigí a las escaleras. 86
No vayas por ese camino en que piensas que ese monstruo puede ser una
persona real. Se burló de ti, te hirió, hizo planes para casarte con alguien, ¡al que ni
siquiera habías conocido!
Jisung no era bueno.
Él no es…
En la base de los escalones, me estaba esperando. Tenía el cabello peinado
hacia atrás, con un rastrojo de barba suave. Todavía no había vinculado su edad,
pero ahora, parecía tan joven como de unos treinta. Refinado en su postura, se
mantenía cómodamente.
Llevaba una camisa de manga larga, azul como el mar. Su chaleco era de un
oro pálido, con botones plateados en frente. No podía explicarlo, pero incluso su
cinturón era una cosa afilada, más oscuro que sus propios ojos, tenía a mi pecho
golpeando.
Jisung siempre se miraba bien.
Esta noche, él era tentador.
—Te ves más hermosa que nunca, Luna —Extendió una mano,
sosteniéndola allí, esperándome.
Mi lengua se pegó al paladar. Muévete, parpadea, ¡haz algo! Sin cesar
elegantemente, fui hacia el último escalón y casi me rompo mi tobillo. Sus brazos
me atraparon empujando mis pechos contra su pecho y mi nariz en su garganta.
Sin vergüenza, inhalé hasta que pude estallar.
Dios, olía maravillosamente.
Agarrando mis manos, el me alejó. Durante un minuto, fingí que éramos de
la realeza. Que yo era rica, poderosa y no siendo alguien entrenada para servirle a
un extraño. Cuando él me sonrió, sólo un poco, me lo pude creer.
Nunca quise fingir tanto algo.
El nudo en mi garganta era sólido. —Ah, también te ves muy bien.
Evaluándome con ojos brillantes, Jisung lanzó una mano enterrándola en su
bolsillo. Entonces las vibraciones vinieron, destrozando mis músculos, rompiendo
mi fantasía.
Correcto, pensé, doblándome y jadeando. Todo es un juego. Pero no mío. El
placer me tomó con fuerza y para mi gran pesar, me vine en el acto.

Su juego, siempre es el suyo.


Me dejé caer hacia delante; me sostuvo por segunda vez, con el brazo en mi 87
cintura como si fuera un juguete deteniéndose. Durante mis gemidos, apretó sus
labios en el lóbulo de mi oreja y habló. —Ahí estamos. Ahora eres tan hermosa
como lo puedes ser —Para ojos exteriores, estábamos tan bien como melocotones.
Ambos sabíamos la verdad.
Recuperándome, fui consciente que frotó mis muslos. —Eso es… ¿es de lo
que se trata la cena, señor?
—Más o menos —Tomo la iniciativa; mantuve el ritmo a su lado—. Está
noche, vamos a comer en el comedor principal. Tengo invitados para entretener.
Mi brazo se apretó en el suyo. —Invitados.
—Invitados —Mostrando los dientes en una sonrisa, Jisung tiró de su
bolsillo. Sabía que el control remoto estaba allí, tenso ante la anticipación—. Son
amigos míos. Estarás sirviéndonos está noche, Luna.
Cuando doblamos la esquina, las voces se hicieron eco desde las puertas
dobles al final. En reflejo metí mis talones, retrasándonos. Jisung dejo de caminar.
—¿Por qué? ¿Cuál es el punto de obligarme hacer esto? —Servirles a ellos, ¿cómo
los voy a servir?
No había habido muchos indicios de su violencia. Últimamente se había
dejado expresar por sus intereses sexuales.
De pie, en el pasillo a oscuras, Jisung se apoderó de mi delgada muñeca.
Torciendo mi piel, rompiendo los diminutos vasos sanguíneos, llevándome a mis
rodillas. —Deja de gritar —dijo entre dientes. Me tape la boca con la mano, con los
ojos cerrados, por el fuerte dolor—. No tengo miedo de castigarte enfrente de ellos,
pero preferiría que antes comamos.
Dejando salir el aire, estrangulé un gemido. Él me soltó; yo acuné mi brazo
en una mueca de dolor.
—Luna —dijo, exigiendo que lo mirara. No había ningún indicio de
clemencia ante sus facciones angulosas—. Deja de preguntarme los por qué. Si te
pido que hagas algo, lo haces. Si uno de los hombres allí te pide algo, lo haces.
Frotando mi carne, lo dije tan lentamente como pude. —Entiendo, señor. —
No, jodidamente no lo hago.
Alejándose, su amplia sonrisa floreció como la primavera. Empujando la
puerta, nos encontramos con un coro de voces. —¡Amigos! —dijo—. ¡He llegado!
Todo en el interior era de color naranja y amarillo. Siguiendo su estela,
recorrí el largo comedor. La mesa era inmensa, rectangular. Los cuatro hombres
88
que se sentaban en ella se dispersaron de manera uniforme, con copas en alto para
un brindis.
No los conocía. Ellos me recorrieron con sus ojos como animales; actuando
como si fuera el banquete que esperaban.
—Amigos —dijo Jisung, haciéndome una seña para que fuera a un lado de
él—. Esta es Luna, mi más reciente, pequeña novia.
—Ah sí —dijo un hombre corpulento con la barbilla moviéndose—. ¡Es la
más hermosa chica que has tenido alguna vez! —Lo miré boquiabierta, no por lo
que dijo, sino porque lo dijo en inglés. Esperaba que ellos actuaran como las
mujeres en el pueblo.
Había una injusticia revuelta para todo. La gente podía entenderme. Una
lástima que estaban mano a mano con el hombre que me estaba vendiendo.
Viéndolos a todos ellos, igualmente los juzgué como malvados.
Jisung se dejó caer en el asiento principal de la mesa. Yo lo rondaba, no me
gustaba como sus invitados me miraban. Uno de ellos no dejaba de sonreír
todavía. —Luna, ve a traernos más bebidas —Señalando la puerta al otro lado de la
habitación, entendí que era otra cocina que no había visto.
Bien. Me podía alejar.
—No te tardes mucho —dijo Jisung con un guiño.
Me miraron hasta que crucé hacia la cocina y fuera de la vista. La paranoia
se aferraba a lo largo de mi tronco cerebral. Todo este maldito lío, ¿qué tan
profundo iba? Él no temía que alguien en el pueblo me ayudará o que informara
de un maldito secuestro pasando por la carretera.
Y ahora, el había traído a unos amigos que claramente habían visto esto
antes.
Dentro de la habitación, me encontré a la chica de la trenza y la pelirroja, las
dos mujeres que me habían lavado y fotografiado. Estaban apoyadas en diminutos
taburetes, uno que amenazaba con ceder bajo la mujer de la trenza.
Era evidente que estaban a cargo de la cena. Desde el horno, una ola de
calor mezclado con un olor a cebolla me hizo agua la boca. —Yo, ehh —Reuniendo
valor, miré entre ellas—. Las bebidas. Se supone que se las debo llevar a ellos.
La pelirroja, Knot, señaló a mi izquierda. Las copas se habían extendido
sobre una bandeja; un cubo con hielo complementó el conjunto del vino.
Luché para descorchar la botella, gruñendo con esfuerzo. Las chicas se 89
rieron en voz baja, las escuché, pero las ignoré. Finalmente, llené cinco vasos,
arreglé la bandeja con cuidado. Mi primer trabajo cuando apenas tenía trece había
sido de camarera en un restaurante mugroso. No era legal trabajar tan joven, pero
mis padres lo aceptaron y no se dijo ni una palabra. El dueño era muy agradable y
muy contento que yo dividiera mis propinas.
Equilibrando las copas, excavé cada recuerdo de esa experiencia, entré al
comedor. Los hombres hablaban, todo sonrisas y susurros, hasta que me vieron.
Yo, era la maldita cosa más interesante de la noche.
Uno por uno, les dejé su bebida. Me recordé sonreír cuando vi que Jisung se
me quedó mirando fijamente. Sí, luce bonita, luce cortés, recuerdo todo lo que
quieres de mí. —¡Oh! —me cubrí la boca, juntando mis rodillas mientras la onda
suave de vibraciones pasaba.
Girándome, eché humo ante su sonrisa socarrona. Él quería recordarme
algo.
Los hormigueos desaparecieron, entonces se quedo una quemadura. Lo
había encendido dejándolo lo suficientemente suave para calentar mi interior, pero
no me hizo colapsar.
Una mano me tocó el codo, el gordo de antes. —¿Estás bien, querida?
Asintiendo, casualmente alisé la parte delantera de mi vestido. —Estoy bien,
ah… —Mierda, ¿cómo lo tenía que llamar? ¿Señor, como a Jisung?
El fuerte hombre vino a mi rescate. —Feliks está bien, no tengo ninguna otra
necesidad de cualquier otro título aquí —Sus ojos eran amables, incluso si eran
pequeños y brillantes en su cráneo. Me di cuenta del acento por la forma en que
hablaba inglés, más suave que Jisung.
No me permití tiempo para la intriga. —Luna —ronroneó Jisung mi nombre,
pero reconocí la navaja en el azúcar.
De pie, vislumbré la mesa con una rápida inclinación de la cabeza. —¿Alguien
necesita algo más?
Aunque presté atención a sus negativas corteses, realmente fue a Jisung a
quien estaba mirando. Una curva satisfecha tiró en sus labios. El placer que
experimenté con su aprobación rivalizaba con el calor sórdido entre mis muslos.
—Siéntate con nosotros. —Señalándome una silla blanca cercana a su
extremo de la mesa, Jisung removió el vino en su vaso. Me senté con cautela,
tratando de no hacer una mueca de dolor ante las vibraciones presionando en mi
sensitiva carne aún más firmemente.
Junto a mí había un hombre delgado, un rostro curtido haciendo alusión a la 90
mediana edad. —¿No te dio pena por ti misma? —Ahora, ese fue un acento más
pronunciado que el de Jisung.
—No pienso en eso —admití.
—Lástima. —El extraño dio un sorbo de su copa—. Es muy bueno.
Frunciendo mis labios, puse una sonrisa forzada. —Es bueno saberlo.
Él pausó, examinándome con sus almendrados ojos cafés. Me recordó a un
buitre, pero no me gusta la idea de ser dimensionada como un animal muerto. He
sentido el lado oscuro de Jisung las suficientes veces para reconocer esa mirada
contaminada en otra persona.
Feliks rompió la tensión. —¿Crees que esto es un buen vino, Marat? ¡Hah!
La basura que debes haber importado.
Mirando lejos de mí, Marat bajó su copa. —Jisung tenía este envío, no yo. Yo
sería cauteloso acerca de insultar a nuestro anfitrión. Perdónanos a ambos, Feliks,
por pensar que tu país produce vino de mierda. Un silencio
recorrió la habitación.
Inclinándose hacia delante, con la mandíbula temblando, Feliks no trató de
ocultar su hostilidad. —Estonia ha estado haciendo vino desde hace décadas. No
es culpa nuestra si tus papilas gustativas son tan incultas como tú.
Estonia.
Dijo…
—A decir verdad, ¡este vino puede ser agua para lo que me importa, con tal
de que pueda emborracharme! —dijo Jisung, golpeando sus manos sobre la mesa
con una sonrisa. Los hombres se rieron, todos ellos deseando desaparecer la
tensión.
Todos ellos excepto Marat, quien estaba sentado con los hombros
encorvados, la copa de vino dando vueltas en sus dedos. Su sonrisa era una cosa
pequeña, terrible en la naturaleza. Nunca había visto a dos personas que se odien
tanto.
Pero Feliks dijo Estonia. Eso es… ¿dónde estoy?
No sabía nada sobre Estonia.
Dedos de electricidad acariciaban mi clítoris. Mordiéndome la lengua, miré
a Jisung con incredulidad. Él me devolvió la mirada inocentemente. —Luna, ve 91
a traernos la cena.
Feliz de alejarme del irritado hombre a mi lado, me deslicé en la cocina. Las
mujeres miraron, luego agitaron la sartén gigante de carne en la estufa. Me habían
dejado un cuchillo para rebanarla.
Agarrando el mango del cuchillo, miré el borde mortal. ¿Cuánto tiempo
había pasado desde que una vez hubiera estado tentada con esa navaja? ¿Una
semana? ¿Llegué tan lejos que Jisung ni siquiera se pregunta si era riesgoso darme
acceso a algo tan peligroso?
¿Confía en mí… o sólo no está asustado?
Rebanando la carne, llené los platos, incluso haciendo uno para mí. Nadie
dijo que no podía comer. ¿Cómo podían esperar que me sentara con ellos y pasara
hambre?
Braid murmuró algo en ruso. Por supuesto no entendí, pero girando con mi
bandeja, miré de reojo a las dos. No habían sido las mejores conmigo, pero si Yuna,
me había ayudado secretamente con mi pelo, era una indicación…
—Estonia. —La palabra cayó de mis labios. Juntas, las mujeres cambiaron,
me miraron con suspicacia—. Estonia —dije de nuevo. Con un dedo señalé hacia el
suelo. ¿Van a comprender lo que estoy preguntando? ¿Si lo hacen, inclusive me
dirán?
Compartieron una mirada. Fue la pelirroja quien se movió primero, la
barbilla moviéndose mientras hizo un gesto a sus pies. —Da. Estonia.
Ajustando mi mandíbula, incliné mi cabeza. —Gracias.
Estonia. Sé dónde estoy.

***

A lo largo de la comida, Jisung me empujó más y más. Inicialmente había


parecido dispuesto a dejar que el vibrador corriera suavemente. Mi frente estaba
brillante, mi pecho era de color rosa y mis pezones estaban tensos. A medida que el
tiempo avanzaba, la conversación cambiaba dentro y fuera del Inglés al Ruso, de lo
que ahora asumí que era estonio, mientras los hombres bebían más.
Llené sus copas en dos ocasiones, ni una sola vez la mía.

Entre más ruidosos se pusieron ellos, menos quise perder mi ingenio. 92


Ya estoy luchando para poner atención con ÉL jodiendo conmigo.
Entrecerrando mis ojos, clavé mis uñas en mis rodillas bajo la mesa mientras otra
provocativa vibración corrió a través de mi coño.
—Entonces, Jisung. —Feliks vació su copa, sus mejillas ruborizadas por el
alcohol—. Sabemos quién es la novia, ¿pero con cual afortunado hombre la vas a
casar?
Respiré bruscamente; incorporándome. Jisung miró a cualquier lugar
excepto a mí. Él nunca ha dicho el nombre del hombre al que iba a ser enviada. —
Minho Holender.
El nombre no significó nada para mí. Marat, que había estado malhumorado
desde el enfrentamiento anterior, se rió con determinación. —¿Minho? Así que el
hombre de muchos gustos finalmente ha optado por tomar una esposa. —Esos
siniestros ojos cayeron sobre mí con curiosidad—. ¿Eligió esto? ¿Cómo ha sido el
trabajo, Jisung?
Bajo esa mirada, bien podría haber estado usando nada. Marat estaba
cortando a través de mi médula, mi corazón latiendo errático. Él conoce al hombre
con el que me voy a casar. ¿Qué demonios significa esa mirada?
Jisung terminó su bebida en un trago. —Tengo la impresión de que sabes
algo acerca de sus aficiones.
—No ha sido sutil en lo que le gusta, ni siquiera para alguien de su status.
—Marat no paraba de escrutarme. Volviéndome cuidadosa, fijé mi atención en mi
plato vacío. Las vibraciones siempre estaban presentes, pero mi estómago estaba
anudado por el miedo y las aplastaron—. Es ampliamente conocido por que le
gustan sus mujeres salvajes. ¿Lo es ella, entonces?
Miré hacia arriba lo suficiente para ver las manos de Jisung sobre la mesa.
Estaban medio dobladas, relajado. —¿Ella es salvaje? ¿Qué piensas, Marat? Que
después de tantos años, ¿he emparejado a alguien con una novia que no pudiera
satisfacerlos?
—Creo que nos invitaste para presumir de ella. ¿Estás tratando de
obligarme a pagar por tus servicios de casamentero después?
Jisung agitó sus palmas fingiendo inocencia. —Tú eres el único aquí que no
tiene.
Al abrir los puños, vi que corté medias lunas en mi piel con mis uñas. Todos
ellos han comprado mujeres de él. Mirando a escondidas a través de mis pestañas,
eché un vistazo a cada uno de ellos, quemé sus caras lobunas en mi cerebro. Todos 93
ellos son parte de esto. Felices jodidos clientes.
A mi lado, la silla de Marat raspó una pulgada hacia atrás. —Convénceme
de que vale la pena. —El aire se llenó con el olor del peligro. Esto hizo que mi boca
tenga un sabor raro, cobre mezclado con estática—. Si conoces a Minho, si la estás
entrenando para él… entonces sabes que no le importará.
—Bien —dijo Jisung. Tiré mi barbilla hacia arriba, lo miré boquiabierta de
horror. No me ofreció ninguna protección en su mirada en blanco. No iba a ser mi
salvador. Él iba a tirarme a los perros.
¡Oh dios, oh dios, oh dios, oh dios!
—Levántate, Luna.
Temblores vivían en mis venas. Todo el mundo me miraba, me hizo
consciente de mi respiración y de cómo el vestido de gasa se aferraba a mis curvas.
Jisung estaba al alcance, sin moverse mientras él miraba.
—Enfréntalos — ordenó él. Señor, ayúdame, hice lo que me dijo. Me
imaginaba que eran un pelotón de fusilamiento, preparándose para juzgarme y
rasgarme en pedazos—. Levanta tu vestido, chica dulce.
Arrugando el material en mi cintura, lo obligué a quedarse pegado a mí. ¡No
puedo, no puedo hacer esto! Volviendo mi cabeza, le supliqué a Jisung con mis
ojos.
Planos, iris ónix se estrecharon. Subió la fuerza del vibrador, pero en mi
corazón, fue su desinterés casual, lo que me hizo caer. Gritando, cubriendo mi
boca, me caí de rodillas y me sacudí. No podía mirar hacia arriba, no me atreví a
ver la forma en que sabía que los hombres se cernían sobre mí.
Déjame desaparecer. Sólo déjame derretirme en esta alfombra y
desaparecer.
Jadeante, me detuve en el borde del orgasmo. Jisung enciende el juguete
de forma abrupta, vibraciones fantasmas siguen invadiendo mi piel. —Ella no
escucha muy bien todavía —suspiró—. Es la primera vez que ha estado en frente
de otras personas como esto.
—No me estoy quejando —Feliks se rió entre dientes. Los otros hicieron
sonidos suaves y agradables.
La mano que tocó mi cabeza no era una que conocía. —¿Cuánto tiempo
hasta que él la espere? —preguntó Marat. Sus dedos me acarician suavemente,
acarició mi oído. No escuché respuesta de Jisung. Marat respiró con simpatía—. Tu 94
silencio insinúa que estás en una cuerda corta.
Me obligué a estar tranquila, luchando por mantener mi comida dentro.
¿Está bien? ¿No queda mucho tiempo? Las náuseas ansiaban sobrepasarme.
Marat tomó mi barbilla, inclinó mis ojos hacia arriba. —Si te quedas ahí
abajo, voy a querer usar esa bonita boca americana tuya. —Tropezando, me puse
en pie. Marat sonrió satisfecho, recogiendo mis dedos en los suyos—. Eres
hermosa, sin embargo. Tal vez la mujer más sexy que Jisung nos ha mostrado.
—¡Mi esposa es muy bonita! —resopló Feliks.
—Bonita —Marat estuvo de acuerdo. Recorrió sus pálidos ojos marrones de
mis caderas hasta mi pecho—. Pero no es sexy. Puedo sentir las olas de calor
saliendo de ella. Jisung, ¿qué tienes en ella?
Di un paso atrás; el extraño hombre atrapó mis manos con más fuerza. No
pudiendo ver la cara de Jisung, trabajé para entender la suavidad de su voz. —
Levanta su vestido y mí Palo por ti mismo.
Por un momento, debatí correr. En la mesa a mí lado, un cuchillo de la cena
destelló. Podría apuñalarlo. Marat inclinó la cabeza como un halcón. Podría cortar
su sonrisa y correr. Me atraparían. Pero podría detenerlo.
El hombre clavó las garras en mis muñecas, las cruzó juntas. —Dame esa
servilleta de tela. —Feliks la arrojó por encima, y Marat se me quedó mirando
mientras él me ató las manos para inutilizarlas. No mencionó si sospechó que
había deseado dañarlo, sin embargo, el maliciosa fuego en su mirada lo decía todo.
Incapaz de protegerme, apreté mi boca y cerré mis ojos. Bien. Deja que todos
vean. Que vean las cosas enfermas de las que son responsables. Lo que ellos
permiten que suceda en esta casa.
¿Todos estos hombres… están casados con mujeres que Jisung había
encontrado?
Todos ellos, excepto Marat…
Y el propio Jisung.

—Oh —rió Marat, tirando de mi dobladillo hasta la cintura. Luché contra el


impulso de mirar, di la bienvenida a la oscuridad detrás de mis párpados—. Le
estás preparando para Minho. —Él rozó la parte delantera de mi ropa interior,
sintió la forma sólida del dispositivo escondido allí—. He oído que tenía un
número de juguetes malvados que son sólo para él, ah, ella está empapada. —
Palpando con sus dedos exploró el revestimiento de la humedad bajando a la parte 95
interna de mis piernas.
—Está sonrojada —observó Feliks.
Los hombres hablaban, murmurando o comentando con admiración. Sólo
una persona permaneció en silencio aparte de mí. ¿Qué piensa Jisung? Temí que
había dejado este extraño hacer lo que quisiera.
Marat empujó su silla hacia atrás. Su sombra hizo mi visión más negra, las
manos tirando de mis brazos sobre mi cabeza. —No me importa si no miras, sólo
mantén estos en el aire.
Mi fracaso fue instantáneo; tocó mis pechos, mis codos bajaron para
ocultarlos. —¡Alto! —grité, los ojos volaron amplios; no confundí mi rabia.
—Mantiene exceso de fuego en ella todavía, Jisung. —Violentamente me
giró, tiró de mi espina dorsal en su pecho. Marat dobló mis codos hacia mis oídos,
mis puños unidos presionaron en mi nuca. Soñé con darle patadas con mi talón.
Marat me tiró en su regazo, se dejó caer en su silla. Sus tobillos cruzados sobre los
míos, extendiendo mis rodillas ampliamente y atrapándolas así.
Dejó mi cabeza tambaleándose.
Pero ahora, me enfrentaba a Jisung.
El hombre se inclinó hacia delante en su asiento con una calma casual. Los
dedos estaban enlazados sobre su boca, sus ojos meditando donde descansaron en
mí. Marat deslizó su mano libre alrededor, cogió mi seno izquierdo.
Los nudillos de Jisung se volvieron pálidos.
—Me encanta lo sensible que es ella. —Rodando mi pezón, Marat olió mi
cabello—. Lindas tetas gordas. Minho siempre tuvo debilidad por las rubias.
El odio hizo su camino a mi respiración. Lo absorbí, deje que se arrastra en
mi cuerpo así me podía recordar lo que se siente al querer matar a alguien. Con
todo lo que me había hecho, había estado segura de que Jisung era la
personificación del mal. Era una cosa extraña, encontrar a alguien a quien era
capaz de odiar aún más.
Frente a mí, el rostro de Jisung sonó con un tono similar. A menos que
estuviera loca, eso era indignación en sus diabólicos ojos negros. Era más que eso;
algo que no podía nombrar porque nunca había estado en el lado receptor de eso
antes.
Pero, había visto suficientes Shows de Vida Salvaje para reconocer la mirada
asesina de un depredador.

Excepto, ¿por qué está ÉL tan enojado? Él fue quien me puso en exhibición
para ellos.
96
La lengua de Marat me tocó. Me quejé patéticamente.
—Detente. —Sonó una voz como un disparo de un arma. Toda la atención
se volvió hacia nuestro anfitrión, mi casamentero bien vestido y su miserable
mueca. Miró hacia mí, hacia mí. La claridad llenó las características de Jisung;
parpadeando, dejó caer las manos y se aclaró la garganta—. Vamos a dejarlo por
ahora. Se está haciendo tarde, sé que tienes que levantarte temprano mañana para
coger el tren, Marat.
Incapaz de ver su rostro, escuché el ruido sordo del sarcasmo de Marat. —
Claro. No quisiera arruinar la agenda de nadie. —Lánguidamente quitó mis
ataduras. Sus manos se arrastraron por mis pechos, mi cintura, hasta que me dio
una palmada en el culo cuando salté fuera de él.
Cubriéndome con mis brazos, me retiré, de pie cerca de Jisung. Por una vez,
se sentía como la única persona que me mantendría a salvo.
Empujando hacia atrás su asiento, se puso de pie, se ajustó la corbata. —
Nada está arruinado. Me alegro de que hayas venido a cenar. Es una pena que tu
estancia sea tan corta, te ofrezco otra oportunidad de pasar tiempo con Luna
cuando esté más… lista.
En incredulidad, le di a Jisung una mirada de reojo.
Inclinando la cabeza, Marat se deslizó en su chaqueta gris. —Las
probabilidades son graciosas. Quién sabe, tal vez voy a tener un momento con ella
en el futuro cuando visite a Minho de nuevo. —A la luz, los dientes de Marat
brillaban.
Jisung le ofreció una sonrisa tensa.
Se fueron con suaves despedidas, aunque no les di gran cosa. Debajo de la
cortesía, todos ellos eran criaturas vomitivas. Los hombres quienes compraron a
sus mujeres, hombres que pensaban que gobernaban el puto mundo.
Me quedé callada mucho tiempo después de que Jisung les cerró las
puertas. Se puso de pie junto a la ventana, de espaldas a mí, mientras que los faros
se desvanecieron en el camino. En el último crujido de la grava, me mostró su
perfil. —Luna.
El arrepentimiento es una toxina potente. —¡Lo siento mucho, traté de
escuchar! Yo sólo… ese hombre, él era terrible.
—Lo sé. —Sus labios se separaron; los cerró de nuevo. Yo estaba
familiarizada con la lucha, pero al verlo a él trabajar a través de algo, luchando
para decidir qué decir, no me cayó bien. Jisung se volvió de nuevo a la ventana— 97
. Todos somos terribles. Ve a la cama, Luna.
Era una cosa tangible la melancolía cercana. Nada de eso era lógico. Yo era
la que había sufrido. Si alguien debería estar abatida o melancólica, esa era yo.
Sin poder reunir una palabra de consuelo, sin entender por qué incluso me
importaba, levanté mi dobladillo y desaparecí por las escaleras. Una vez, miré
hacia abajo. Jisung no se había movido. Detrás de él se extendía la oscuridad
opaca. A través de la ventana, pálidas estrellas brillaban y en relieve su contorno.
Un centinela en oro y plata.
Colores que a ningún demonio jamás se le debería permitir llevar.
Había pensado, cuando lo vi en el inicio de la noche, que había sido una
visión hermosa. Un hombre para jugar a ser príncipe fingido, sólo por un rato.
Jisung no era un príncipe.
Ciertamente no era un salvador de mujeres.
Pero esta noche, él intervino y ME salvó.
¿Cómo llamas a un monstruo que te rescató del resto?
Traducido por Dahi_p_22
Corregido por Daliam

Él vino por mí en medio de la noche.


Era su mano sobre mi boca la que me movió para despertarme. Sin luz,
perdida en el terreno de juego, grité.
—¡Mierda!—Jisung se apartó. No podía verlo en absoluto—. Cálmate, soy
yo.
—¿Jisung?—Su olor familiar me fue calmando—. ¿Qué está mal?
La cama se movió bajo su peso. —Nada —él mordió las palabras fuera,
escupió a un lado. Hubo tensión en su voz. Me hubiera gustado ver su cara, sus
ojos podían expresar miedo o no. Esta ceguera, esta extraña visita de medianoche
98
estaba desgastando mis nervios.
—Voy a prender la luz —le dije.
—No lo hagas. —No se movió, él no lo necesitaba. Sus amenazas eran fáciles
de entender por ahora.
Me ahogué en mi manta. —¿Por qué estás aquí señor?
—¿Quién sabe? —Los resortes crujieron, su cuerpo giró a mi lado—.
¿Porque puedo venir cuando siento que quiero? ¿Porque puedo hacer lo que
mierda quiera, Luna?
Acidez llenó mis fosas nasales.
—Estás borracho —¿Por qué está borracho?
Incluso en la oscuridad, sin nada que ver más que la tira de luz bajo la
puerta, lo podía sentir inclinándose más cerca. Mis ojos se estaban ajustando. No
sabía si eso era lo mejor. —Cuan observadora, una chica muy inteligente —su
aliento me hacía cosquillas en la mejilla—. Crees que todas las otras chicas eran tan
inteligentes como tú. ¿Tan malditamente inteligentes cuando me respondían,
cuando se atrevieron a sublevarse?
Algo está mal. Mis hombros tocan la cabecera. Él mismo se volvió un
desperdicio. ¿Qué diablos paso, que me he perdido?
—Actúas como si fueras especial. —Salté con el ruido sordo de su mano
aterrizando en la pared de mi templo—. Al igual que tú eres diferente a todas
ellas. ¿Eres diferente, Luna?
—Yo…
—¿Eres jodidamente diferente?
Me encierro en una bola, tirando de mis rodillas a mi pecho. —¡No! No, yo
no… ¡yo nunca lo fui!—Yo nunca fui especial. Siempre fui aburrida.
Resopló aire de su nariz. —Está bien. Nada de ti te hace diferente a las
demás. —Enroscó sus dedos en mi brazo, encontró mi muñeca y la tiró a un lado.
No luché. Estaba congelada de miedo—. Sólo otra triste chica. —Se benefician mis
oídos—. Otra estúpida, estúpida chica para mí, para amañar a sus novios. Lo
haces perfecto.
Jisung se cernía sobre mí, presionándome abajo sin mover un dedo para
hacerlo. —No eres diferente… no… tú eres nada.
Sintiendo mi sangre latiendo donde me sostuvo, dejé que sus palabras se 99
hundan profundamente en mi cerebro. Él sonaba furioso, casi desesperado. Un
hombre que tenía la compostura hecha de diamantes… ¿Qué le hizo quebrarse?
Temblando en la cama, procesé mi pavor. Él relajó su agarre, deslizó su
palma abajo hacia mi hombro. Cuando no hizo nada más, crecí demasiado ansiosa
para estar tranquila.
—¿Lo… hice enojar de alguna manera? —El sonido de su exhalación se
cortó.
—¿Qué?
—¿Estás haciendo esto por mí? No quise echar a perder la cena, ¡lo juro!—
Fue Marat. Tal vez, si él no hubiese estado allí…
El agarre de Jisung cayó. Con sombras entre nosotros, sentí su presencia sin
embargo.
—Sí. Esto es por lo que pasó en la cena.
Conocer la razón era una especie enferma de alivio. —Yo, la próxima vez…
Te lo prometo, la próxima vez… —mi frase se desvaneció en el espacio. Vino
amargo llenó mi boca: la lengua de Jisung, una onda que se encrespa en la
adicción y el pecado. Él nunca había sido suave, pero ahora, me estaba besando
con tanta fuerza que dejaría moretones para contar la historia.
La cabecera me mantuvo en su lugar para él. Mis manos flácidas a mis
costados en estado de shock, no respondían a mis demandas. Debería haberlo
pateado, golpeado, hacerle algo pero me sumergí dentro de ese maldito beso como
una mujer entusiasmada por suicidarse.
Me desplomé a mi destino sin mirar atrás.
No tenía sentido para él. Ese beso fue desconcertante, él no tiene ninguna
razón para buscarme.
¿No era yo solo una chica estúpida, como él dijo? No era diferente, solo
arcilla para moldear a los hombres que le pagaran.
Si yo fuera tan aburrida… ¿Por qué eran sus besos tan frenéticos?
Sea cual sea el hechizo bajo el que él estaba, se rompió. Gruñendo, me
empujó hacia la madera y tomó una bocanada de aire. —¡Mierda! ¿Qué carajo?—
No era una pregunta, era un comunicado. El colchón se movió, sus suelas sonaron
en el suelo.
—¡Espera! —Perdida por su abandono, me deslicé hasta el borde—. ¿Qué es 100
esto, a dónde vas?—Quería ver su rostro tan malditamente. En la frágil grieta de
luz, solo podía notar sus pulidos zapatos. La perilla crujió cuando la giró—. Por
favor, no se vaya, señor —no te vayas, no te metas con mi cabeza, no me hagas
preguntarme qué demonios quiero de ti—. Yo… ¿Qué estoy haciendo mal?
Jisung entreabrió la puerta, echándose una luz fantasmal en la mandíbula
hasta que sólo un ojo se dejó ver en la oscuridad. Fue cortado en dos, mi errante
centinela y mi demonio melancólico.
—Nada —dijo, dando un paso hacia el pasillo—. Nada y malditamente
todo.
Metal rallando sobre meta. En incredulidad, me tropecé hacia adelante.
Tomé una pequeña sacudida de la manija de bronce para demostrar lo que mi
instinto estaba gritando.
Era la primera vez que Jisung había cerrado la puerta en las últimas
semanas.

****
No dormí ni un pestañeo.
Deambulando por mi habitación, yaciendo en la cama, ocasionalmente
probaba la puerta como si necesitara un recordatorio de mi situación. Lo que sea
estaba mal, y el nuevo mal, del antiguo mal, que había un montón, Jisung, no
quería dejarme.
No hay ventanas para saber si el sol estaba alto o no, sentía que cada minuto
se prolongaba. Dándome tiempo para pensar.
Demasiado tiempo.
Algo lo puso en marcha. Rastreé en mi memoria por cada detalle. Debe de
haber sucedido durante la cena. Fue la única cosa entre cuando me conoció,
sonriendo en la parte inferior de la escalera… y cuando él se arrastró sobre mí en
la noche. Me estremecí.
Cepillando los dedos sobre mis labios, todavía podía probar el vino. Bebió
demasiado. Ni siquiera con la comida. Esto sucedió después de que todos se
fueran. Golpeando una almohada sobre mi cara, me queje.
Dios. Todos esos hombres, mirándome y viéndome perder el
control. Viéndome manipulada.
Durante todo eso, mientras Marat me faltaba el respeto, ninguno de ellos 101
intervino. Mierda, todos parecían disfrutar del espectáculo. Pensar sólo en cómo
Marat había sentido mi pecho hizo que mis mejillas ardieran. Todos ellos, mirando
con alegría… no. Tiré la almohada, boquiabierta al techo. No todos ellos.
Ojos ónix, tirantes con su marca de
disgusto. No.
Jisung había estado disgustado, pero había algo más en su rostro que no
podía comprender, que estaba encerrado. Ahora, a través de las imágenes en mi
cerebro, sentía apretado mi pecho. Si, sabía qué era esa mirada. Labios tensos, los
ojos entrecerrados, los dedos sin sangre, con su creciente ira.
Jisung había estado celoso.
Me entraron ganas de reír, cubrí mi boca en caso de que ocurra. Jodida
mierda. ¿Qué significa eso? ¿Cómo podía un hombre que se jactaba de vender
mujeres, emparejándolas con hombres desconocidos, sentir incluso un manojo de
celos al ver que me toca otra persona?
Mi cráneo se desborda de incredulidad. Así que se puso un poco egoísta.
Bien. Mierda, mi corazón estaba bailando de una manera que me preocupaba.
Basta de emocionarse. ¡Este es el tipo que te drogó, y te secuestró! ¡Él planea
venderte, Luna!
Empujé mi pelo hacia atrás, respiré bajo en mi vientre. Ahí tienes. Recuerda
esta parte. Eso te serenará.
Entonces Jisung había reaccionado raro por verme siendo tocada. No
significaba nada. Él había tropezado en mi habitación, me aterrorizó, me besó y me
encerró una vez más.
Nada había cambiado.
Presioné mi labio inferior con el pulgar. Nada va a cambiar, si no hago que
suceda. Estaba por mi cuenta. Al otro lado del océano, en la maldita Estonia de la
cual no sabía una mierda. ¿Quién podría salvarme, excepto yo misma?
El aire de mi habitación olía a él. Se había ido hacia horas, y aún…
Jisung no es tu salvador. En medio de mi piso, mi almohada yacía como un
cadáver olvidado. Él es un demonio manteniéndote aquí. Él es el chico malo, ¡el
monstruo! El villano quien te está vendiendo y agitando tu mente en pedazos.
¿Por qué un hombre tan malvado posee labios que fueron hechos para
besar?
Con retorciJeno por el hambre, empujo mis pensamientos crípticos. El
tiempo avanza, atormentándome con la forma en que quería ya sea dormir o
alimentarme. Continué esperando que Jisung regrese. Con la oreja en la puerta, me
102
esforcé por escuchar pisadas.
¿Por qué no viene? Tiene que ser pasado el desayuno en estos momentos.
Inclinándome lejos examiné la puerta, buscando… ¿qué? No hay manera de salir
de esta habitación. Si Jisung quería, si a él realmente no le importaba, podría
encerrarme hasta que muera de hambre.
Imaginándome como una pila de huesos y polvo, me deslicé hasta el suelo.
Él no lo haría. Planea casarme con ese hombre Minho. Metí mi barbilla encima de
mis rodillas. Mi error es que creo saber lo que Jisung planea. Él es tan… inestable.
Me había cambiado de nuevo al vestido que había estado limpiando ayer.
Era demasiado considerar usar gasa de nuevo. Se hizo un lio en la esquina,
brillando de manera injusta en medio de la aburrida sala. La visión de eso apretó
mi estómago. Él me da cosas, pero todos sus regalos tienen la intención de
atormentarme.
Estar sola, lejos de él, era también un tormento.
Vi el peligro en mis errantes pensamientos. La salvaje frustración controlaba
mi cuerpo; la parte posterior de mi cráneo golpeaba la puerta. El ruido, el golpe,
me estremecía a través de mis rodillas.
Mierda Luna, me regañé a mí misma, no lo hagas, ni siquiera por un
segundo, pensar en su presencia como un regalo.
¡Nada en él es una recompensa!
Pero sin él, ¿qué tenía? Sin comida, sin agua, no existía nada más que yo y
mi doloroso consentimiento de lo poco que podía hacer. Estaba atrapada si él
estaba a mi lado o a millas de distancia. Mientras, Jisung me tenía… no importaba
donde él estaba.
Era consciente de él, incluso ahora, yo… ¡basta! Una vez más, la madera
vibraba. Las chispas explotaron detrás de mis ojos, dolor que elimina mi
traicionera, errante mente. No quiero verlo.
Mi cerebro se empuja con el impacto de la puerta. ¡No quiero pensar en él!
En lugar de un repiqueteo, mis oídos rugieron. ¡No quiero nada que ver con
Jisung! Yo no… yo no lo quiero.
Colgando mi cabeza, me esforcé por respirar. Lo había hecho, había
encontrado un respiro de mi traicionero cerebro. La base de mi cráneo latía de
dolor porque había abusado de ella. Lágrimas calientes (lágrimas de dolor, sólo de
dolor) rodaron por mis mejillas. Una alcanzó mis labios, sabiendo a mar.
Si lloraba bastante, tal vez podría ahogarme en mis
103
lágrimas. Eso me liberaría de esta locura.
Por encima de mí, la cerradura se movió. Tuve tiempo suficiente para
deslizarme, dejando a Jisung abrir la puerta. Duras líneas entrecortaban las
comisuras de su boca mientras me veía.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí!?
Caí hacia atrás hundiéndome, no podía responder. Aplastando mi cabeza
para olvidarme de ti. No podía pronunciar eso. Imposible.
Él no me dejaría lejos ahora. Extendiendo la mano, Jisung enganchó la parte
delantera de mi vestido, extendiéndolo lejos. —¡No te muevas! —gruñó, tirando de
mi hacia sus piernas. Su mano fue hacia mi pelo, tirando, lo que agravó el daño
que había hecho.
—¡Ah! —lloré, rasgando sus brazos para alejarlo.
Sorprendentemente, me soltó. La tregua fue breve; se arrodilló con los
dedos en mi cuello.
—Luna, ¿qué diablos hiciste?
La culpa aguando mis ojos. —Nada.
Haciendo caso omiso a mi mueca, corrió los dedos sobre mi cuero cabelludo
hasta que descubrió el bulto del tamaño de un huevo.
—¿Te hiciste esto a ti misma? ¿Por qué?—apreté mis labios; me sacudió
hasta que no pude ver bien—. ¿Por qué?
—¡Debía!—me quedé sin aliento, cayendo en mis manos cuando me soltó.
Porque ya no sé más lo que quiero. —Solo… solo porque.
De todas las cosas que Jisung había hecho, podría hacer, yo no estaba lista
para que me recoja en sus brazos. Estábamos en la cama, yo en su regazo y la nariz
contra los botones duros de su camisa. Era una posición destinada a niñas siendo
rescatadas, chicas que están llevando al umbral.
La situación, en mi corazón, fue cambiada.
Acunándome para que no viera nada más que su pecho, una pizca de
meneo de su nuez de Adán. Jisung bajó su tono.
—¿Realmente crees que el momento de hacerte daño a ti misma terminó?
Luna, ¿cómo puedo hacer para que entiendas lo bendecida que eres?
Todos los restos de la dulce niebla quemados en la distancia.
—Estás loco —empujándome lejos, nivelo mis ojos a los suyos—.
104
¿Bendecida? ¡No es una bendición ser una prisionera!
Él hiere mis brazos para mantenerme en el lugar. —El matrimonio no es una
prisión.
—¡Esto no es matrimonio!
—Lo que te estoy dando te dirigirá a un matrimonio, Luna. —En realidad
sonaba apagado por mi reacción—. Sin familia, sin nada esperándote de nuevo en
la basura en que te saqué. —Mis costillas crujieron bajo su aplastante presión—. Yo
te he tomado de los desechos de la realidad, te estoy transformando en alguien
digno de una vida sin conflictos, ¡sin preguntarse dónde encajas o dónde
terminarías!
No podría parpadear. Quería mirar fijamente sus profundidades negras y
entender lo mucho de esta mierda que él creía. Jisung tenía una envidiable cara de
póker.
—Realmente piensas eso. ¿Qué demonios te ha convencido de que esta vida
es mejor de lo que tenía?
—No tenías nada, Luna.
Mis fosas nasales se encendieron. —Tenía libertad.
—Si —estuvo de acuerdo, empujándome de su regazo y al suelo—. Y mira a
donde te llevó.
Dolor irradio de mi codo; lo ignoré, me volví para mirarlo. —¡Me tienes
aquí! ¡Yo no! Tú y tu engaño —¡ah!—. ¡Me dio una maldita patada!
Condujo otro talón a mi cadera. —Yo no. Tú, dulce niña. Tú y tu debilidad
que te engatusaron a mi habitación. Una noche con un desconocido, ahí es donde
tu libertad te llevó. —Jisung indicó alrededor de la habitación—. Esta es tu
recompensa por querer ser libre.
No le doy la satisfacción de frotarme donde me había pateado. —Y usted,
señor. Tú crees que mi recompensa por obedecer, por ser libre y una boba pequeña
esclava, ¿es conseguir vivir bajo el control de un hombre que nunca he conocido?
Una sonrisa poderosa creció en él. —Demasiada ira. Sospecho que disfrutas
revelándote.
Tomó mi cara antes de que pudiera girar fuera de su alcance. —¿Te revelas
contra mí? Continuaremos con tu entrenamiento. —Los pulgares excavan, una
trampa para moscas; nunca me había sentido más que un pequeño insecto. —Tú te
revelas contra tu marido, y él te reemplazará.
Jisung ya no olía a vino viejo. El hombre que tropezó conmigo anoche, que
105
me amenazó y besó… fue tan solo un sueño.
El monstruo frente mío era mi realidad.
Dejándome ir, se levantó sin problemas de la
cama.
—Límpiate y cámbiate. Vamos a salir.
Sentía el daño de su agarre como garras. —¿Salir a dónde?
—Estás convencida de que el matrimonio no es bueno para ti—apoyándose
en la puerta, esperó a que me pusiera de pie—. Voy a abrir tus ojos.
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Daliam

El sol exterior secaba cada hoja de los árboles, esperando a ser arrancadas.
Con la ventanilla baja del coche, entraba aire fresco en mi nariz, aquello era una
imagen pintoresca para un día de picnic o una tarjeta postal.
No podía disfrutar nada de eso.
¿A dónde me estaba llevando? Conducíamos al pueblo, me imaginaba.
Había un solo camino desde su casa a las construcciones de abajo. Para ir a
cualquier parte necesitábamos pasar las casas y tiendas. ¿Me estaba llevando más
allá? Por delante la tierra era plana, el camino recto hacia el horizonte. No había
nada por aquí, por lo que mis ojos mostraban preocupación. 106
Los neumáticos rodaron hasta detenerse. Entonces supongo que nos
quedaríamos en el pueblo. Sin saber lo que me esperaba, no podía quitar mi
ansiedad. La última vez que estuve en este lugar, Jisung me había golpeado
delante de la gente. Con facilidad recordé el sonido de su cremallera.
—Sal. —Las llaves se desvanecieron en su bolsillo. No me miro mientras
salía y cerraba con un portazo.
Tuve el divertido deseo de bloquear el auto desde adentro. Imaginando que
Jisung con furia, rompiendo las ventanas para llegar a mí… mantuve la puerta
abierta y enfrenté al sol.
En la ventana del edificio, me miré; vestida con un vestido de algodón azul,
con el cabello fresco. Me miraba como una normal persona caminando hoy, pensé.
Desde ese pensamiento, surgió Jisung. Se puso frente a mí, impregnando su
aura. —Sígueme, tenemos una mesa esperando.
—¿Una mesa? —pregunté, notando como su boca se retorcía. A nuestro
alrededor las personas no ocultaron sus miradas curiosas. Estábamos bajo un
microscopio. Me di cuenta de su desaprobación.
—Un… ¿una mesa, señor?
Inclinando su cabeza, seguí su mirada al cartel de la ventana, con palabras
gruesas, grises en un signo de color mostaza “Kummel Resto”. No tenía idea de lo
que significaba, pero cuando pasamos por la puerta este tintineo y los olores
salados me asaltaron.
Jisung me había llevado a un… restaurante.
Un gran hombre se nos acercó, secándose las manos una y otra vez. Su voz
retumbó jovialmente, pero no en inglés. De pie en el lugar miré mientras Jisung
lo saludo en ruso. Ellos se rieron, abrazaron, y yo sólo me quedé allí, fuera de
lugar.
—Luna —llama Jisung. Enderezándome ante mi nombre, veo al rechoncho
extraño sonriendo enfrente de mí—. Este es Nestor, el dueño del lugar.
—Hola, Nestor —digo educadamente. Ser agradable es tu mejor apuesta.
Después de ser rechazada la última vez que estuve en el pueblo, sentí un poco de
compasión por cualquiera de los habitantes.
Nos llevaron a una pequeña mesa en la esquina, dónde no llegaba el sol de
fuera. Él nos escogió la sección más tenue del restaurante; me las arreglé para no
rodar los ojos. Nestor nos dio los menús, alejándose finalmente con un par de
palabras estonias o rusas, todavía no podía comprenderlas. 107
Con el desconocido fuera, me quede mirando con recelo sobre la parte
superior de mi menú. —¿Qué vas a pedir? —preguntó, alegre como un maldito.
—¿Cuál es tu plan?
—¿Mi plan?
—Yo… —Sentada en ese lugar, sosteniendo el menú en medio del
restaurante, todo se sentía como una cruel estafa. En cualquier segundo, él iba a
tirarme al suelo; exponiendo al mundo mi alma en ruinas—. ¿Qué estamos
haciendo aquí?
Volvió a mirar el menú. —Estamos consiguiendo el almuerzo. Pareces estar
luchando con eso.
Mis ojos no podían dejar de ver alrededor. ¿Dónde estaba el truco? ¿Cuándo
toda la normalidad iba a convertirse en mi tortura? Esto está mal, tiene que estar
mal. ¡Él nunca me dejaría sentarme aquí y comer el almuerzo después de esas
semanas en esa maldita casa!
En mi frenesí, miré a la mujer en el instante que empujo las puertas de la
cocina. Vi el interior, una pequeña cocina y el humo flotando; una pintoresca
cocina. La chica, quien sea que era, estaba adecuada al ambiente, con el cabello
castaño, rizado, ojos verdes y unas lindas pecas salpicadas por su piel. Estaba
sonriendo como si necesitara mostrarle al mundo cada diente.
Esa adoración se fijó firmemente en Jisung.
Desconcertada, observé mientras ella venía a nosotros, con sus manos
retorciéndose en el delantal. Al igual que Nestor su voz era melodiosa. Los dos se
conocían. Ella lo miraba como si quisiera abrazarlo y sostenerlo.
—Ira —dijo él asintiendo hacia mí—. DIya nashego gostya. En inglés por
favor.
Sonrojándose salvajemente, la chica, Ira como él dijo, asintió. —¡Oh!
Perdóname, tuve que saberlo.
Me miraban expectantes. —Encantada de conocerte —dije lentamente.
Jisung no parecía enojado, así que continúe hablando—. Soy Luna. Ira, ¿ese es tu
nombre?
De nuevo, recatadamente se inclinó. —Sí. Encantada de conocerte.
Doblando su menú, Jisung agarro el mío antes de que reaccionara. —Te ves
maravillosa, Ira —la chica casi se desmaya—. Sé un encanto y tráenos algo fuerte
—Su sonrisa arrogante se enceró. Estirando los menús, los soltó de un tirón suave 108
—. Que Nestor escoja nuestra comida, él sabe lo que está fresco.
Ira se rió, sus caderas se balancearon con exageración cuando desapareció.
Un dolor sordo en mis manos me hizo mirar hacia abajo; las había estado
apoyando fuertemente en el borde de la mesa. ¿Qué demonios? Quitándolas,
escondí mis puños en mi regazo, mirando a Jisung por si se había dado cuenta.
Cálmate, no seas una extraña sólo porque viste a una chica coqueteando con el
hombre al que se supone que debes odiar. ¡Ni siquiera la conoces!
Pero Jisung si lo hacía. Parecía conocerla muy bien. —¿Cómo?... —Me
detuve, perdiendo la confianza en el segundo que se encontró con mi mirada.
—¿Umm? Vamos, ¿qué quieres preguntar?
—Esa chica —ugh, sonaba patética—. ¿Cómo la conociste?
Jisung acarició con el dedo el borde de su corbata plateada. —Ira es una de
las chicas a las cuales ayudé a encontrar una pareja.
La revelación hizo un nudo en mi cuello aún más grande. ¿Ella era como yo?
Él la capturó, la entrenó, casándola y… la visión de manos deslizándose por mis
muslos llenó a mi corazón con plomo.
El pensamiento de Jisung y otra mujer… No, ¡basta! Sabes que se lo hizo a
otras.
Sin embargo, ver una en vivo… mirando su sonrisa tonta y como se lo
comió con los ojos…
Inclinándose; tocó mi hombro y me hizo saltar. —¿Te diste cuenta de lo feliz
que era?
—Yo… ¿qué?
Acariciando un mechón de mi cabello, lo dejo ir y se sentó. —Ira. Su actitud,
su resplandor. ¿Te diste cuenta?
Me di cuenta de cuán amorosamente te miraba. Frunciendo las cejas, busqué
mi voz. —Me trajiste aquí para convencerme del matrimonio. Ya entiendo.
La sonrisa de Jisung no tenía sentido para mí. —Pero no crees en esto.
—¿Cómo hacerlo? No sé una cosa acerca de ella, e incluso si lo hiciera… sólo
es una. —Una chica de las muchas, a las cuales él les hizo esto también. De repente,
quería saber. ¿Qué tan profundo y largo era este agujero asqueroso? Levantando la
vista, luché contra la ola de nervios; era difícil ser valiente cuando él tenía esa
sonrisa—. Dijiste que les hiciste esto a otras. ¿Cuántas? 109
Mis expectativas que diera mucho rollo se rompieron en mil pedazos. —
¿Desde cuándo he estado haciendo esto sólo? Alrededor de cuarenta, cincuenta
chicas.
Mis pantorrillas comenzaron a temblar. —¿Cu.. Cuarenta o cincuenta?
—Correcto —Sórdido placer vagó por su cara—. Alrededor de una o dos
chicas al mes. Es difícil recordarlo.
Las arcadas comenzaron, robándome las cosas que quería decir. Monstruo.
Demonio. Alguien sin emociones.
Jisung arrugó la nariz. —Relájate. Ya viene Ira para bajar tu furia.
Vi que se acercaba; ella miro mi cara blanca como la leche. La alegría en su
paso se desvaneció a incertidumbre. Dejo dos vasos de algo color naranja, Ira
estaba inquieta. —¿Está todo bien, señor?
Señor. Señor, señor, señor. Agarrando la bebida, tomo un largo trago;
tosiendo ante la quemadura.
—Está bien. Luna está luchando con algunas noticias, eso es todo.
Ella lo llama señor y él ha vendido tantas chicas que ha olvidado el número
exacto —y… —mi susurro era muy bajo; ambos me estaban mirando, pero no
levante mi mirada. —¿Cómo le puedes hacer esto a la gente?
Sobre la mesa, las manos de Jisung se movieron. Fue Ira quien respondió
primero.
—Jisung arreglo mi vida.
Sus palabras me golpearon, la declaración me golpeó… ¿hace cuánto
tiempo?
No quería ser aburrida.
Me podía arreglar a mí misma.
Ella continúo hablando; levante mis ojos, no se podía romper el orgullo en
sus bonitos ojos verdes. —Me dio todo lo que nunca pensé que podría tener. Él me
salvó.
—¡Te salvo! —Oraba para que pudiera destruir el vidrio, me conformé con
golpearlo fuertemente. Ira se estremeció—. ¡Él te hizo una esclava!
—¡Él me hizo una esposa! —La chica frágil se había ido. Ira miro por encima
de su hombro hacia mí—. Me dio a un hombre que me ama, alguien que nunca me 110
abandonaría.
Sus palabras me cortaron, borraron mis fuerzas. Jisung llamó mi atención,
sus labios eran una suave línea de suficiencia. Los dos sabíamos lo que yo estaba
pensando.
Ira respiró pesadamente, bajando su tono. —No puedo decirte lo que está en
tu corazón, Luna. Pero no me digas lo que está bien o mal en el interior del mío
—Inclinándose hacia Jisung, regreso a su lado—. Perdone mi arrebato. Nestor
traerá su comida.
—Está bien —él dijo suavemente.
Regresé a mi bebida, lo tome todo y esperaba que me ahogara.
Aquello no podía ser.

***

Nuestra comida llegó, platos hondos con algo llamado mulgikapsad que
olía a algo salado y picante. No sabía lo que era; no me importaba. Antes me estaba
muriendo de hambre al no tener mi desayuno, pero ahora sólo quería beber para
quitar mi estado de ánimo.
Eso era algo tentativo.
—Luna, tienes que comer.
Girando hacia la pared, me quede mirando mi vaso. Lo que bebí era lo
suficientemente fuerte para poner mis ojos secos y mis labios entumecidos. —¿Me
quieres engordar para venderme como un cerdo?
Afuera el sol se había escapado detrás de nubes color carbón. No podía ser
tan tarde, sin embargo, la noche se acercaba arrastrándose.
—Quiero que hagas lo que digo.
Sí, claro que sí. Acabando mi copa, la baje de golpe. Quería que me
convirtiera en una dulce y perfecta esposa. Igual que las jodidas cuarenta chicas.
Igual que Ira. En el otro lado del restaurante, mire a la chica al lado de Nestor. Él le
entregó una bandeja y beso suavemente su mejilla. El amor que brotaba en los ojos
de ella heló mis venas.
Entrecerré los ojos hacia Jisung. —Bien. Haré lo que me digas. Dime y te
voy a obedecer en todo. 111
Una ceja se movió hacia arriba. —Ya has dicho eso antes.
Miré su dura mandíbula, como su cabello brillaba ante la luz, sentí el
recuerdo de las Vegas. Recordé su rica voz, su lengua perversa.
—Has hecho esto con todas esas chicas. ¿Alguna vez has fallado? ¿No
casarlas?
Sacudió su cabeza.
—Entonces —Reflexioné, inclinando mi vaso—. ¿Cuál es el punto de esto?
Después de mi gesto, Jisung suspiró. —Eres muy dramática.
Me encogí de hombros. —Ella se ve muy feliz.
—Estás fingiendo que te he convencido.
—Voy a tratar de ser la mejor mentirosa cuando me envíes con Minho.
Su mano cayó sobre la mía, mandando el vaso al suelo. Los pedacitos
salpicaron sobre la alfombra cuando se quebró. —Quiero dejar esto claro. Cuando
dije que esas mujeres a las cuales empareje con mis clientes estaban mejor, más
felices y seguras, lo decía enserio —En el restaurante las pocas personas buscaban
alejarse. Yo estaba en una burbuja con este hombre, aquella burbuja era imposible
de romper o salir.
Una vez el líquido permitió que me presentara a Jisung. Con el fuego
bajando por mi cuello, controlando mi lengua, sentí la misma desconexión. —Yo
no soy como esas mujeres. Soy Luna Park… y tú eres un jodido demonio.
Sus ojos de Onyx se entrecerraron. —No hay argumento —Había puntos
blancos en mi brazo después que me soltó. Empujando su silla, vio a Ira viniendo
—. Vuelvo enseguida. No trates de irte, espero que lo sepas mejor.
Los hombros de Jisung estaban tensos por su espalda. Hacerlo enojar era
una tontería, pero no me importaba. Tal vez, convirtiéndome en una alcohólica era
la solución a mis miedos. ¿Quizás Minho me dejaría beber constantemente?
Inclinándose, Ira recogió la basura. —Lo siento —murmuré—. Él hizo eso
por mí culpa.
No me miro mientras barría. —Te estás equivocando con él.
—¿Discúlpame?
Ira limpió más rápido. —Jisung. No lo conoces. Ese hombre… ha hecho
mucho por todos nosotros en este lugar. 112
Me reí. —Él me secuestró.
Sus ojos vacilaron, viéndome y después alrededor con nerviosismo. —No
puedo hablar sobre eso. Escucha, hace años me tomó de un hogar roto donde yo
era una verdadera esclava. Es un hombre duro que cree en lo que hace. Yo tenía
miedo, al principio… pero él fue generoso. Me mostró quién era yo, me presentó a
un hombre que pagó con todo lo que pudo por mi dote —Lo último de basura
desapareció en el recogedor; Ira permaneció enojada—. Jisung me trajo el amor,
igual que su padre lo hizo con otras chicas cuando estaba vivo.
Me estaba agachando hacia ella, no me había dado cuenta de lo que estaba
haciendo. —¿Su papá está muerto?
Ira lanzo una mirada por encima de mi hombro. La seguí, vi que Jisung se
acercaba. La voz de la chica fue tan baja que tuve que esforzarme. —Él ha sufrido
mucho. Él y su padre, siempre ayudaron al pueblo. Trajeron empleo y todavía les
daban alimentos a las personas que eran demasiado pobres.
¡Las mujeres haciendo comida extra en su cocina! Una pieza del
rompecabezas hizo click.
Escuché que lo llamaste demonio —Levantó la barbilla, mirándome
suplicante—. En verdad él es un ángel —Recogiendo la escoba, Ira me dejo allí en
un silencio atónito.
Jisung se acomodó en su silla. Bajo el vaso nuevo, el líquido naranja
chapoteó, sonando en mis oídos. —Aquí.
La bebida se puso entre nosotros. No hice ningún movimiento. —¿Me
trajiste otra?
—Tan astuta.
—¿Por qué? Antes estabas actuando como si yo necesitara bajar la velocidad
con eso y comiera.
Sus dedos me acercaron más el vaso. —Bebe.
Moví mi cabeza de lado a lado. Destellos de él ofreciéndome una copa en las
Vegas me pincho con advertencia.
La comprensión fría cruzó por su cara. —¿Crees que te voy a drogar de
nuevo?
—Me has engañado una vez —susurré.
Encorvándose hacia delante, la boca de Jisung se levantó con maldad. — Sin
113
duda hay mejores cosas que recordar de esa noche. —Debajo de la mesa, su zapato
tocó mi tobillo sugestivamente.
No podía dejar de mirar sus labios. Un hombre talentoso ofreciéndome nada
más que deseos intangibles y sólidas amenazas. Tal vez estaba en el infierno y ese
era mi castigo. ¿Tal vez era tan terrible que merecía estar en las garras de un
hombre como Jisung? —Sí —dije planamente, mirándolo—. Me acuerdo de algo
maravilloso —La curiosidad lo empujó hacia mí. Juntándonos y sentí una oleada
de poder que no había sentido antes.
Jisung quería escuchar lo que yo tenía que decir.
Se sentía extraño sonreír. —Recuerdo el último momento en que era libre.
—¿Eso es lo que nunca olvidarás? —Su risa era burlona, alimentando mi
mente de amargura e incierto.
Los ángeles no se ríen de esa manera. —Qué, ¿pensaste que nunca te
olvidaría?
Su boca se torció; mi corazón copió el movimiento. Arrebatando la bebida
que trajo para mí, Jisung lo bebió. —De nuevo te has convertido en una
irrespetuosa, dulce niña.
Tuve que haber escuchado la ocasional advertencia. En cambio, mi mente
estaba persiguiendo las cadenas de acciones entre la noche anterior y hoy. —¿Por
qué estabas ebrio cuando me despertaste?
El vidrio se congeló en sus labios.
Como consecuencia, hice caso de todos mis instintos para retroceder.
Aquello era irracional, ilógico… pero al mismo tiempo mi instinto me dice que es
cierto. —No pudiste manejar a ese tipo anoche, Marat. Él te percibió y tú…
—¿Yo qué? —susurró quieto como una piedra.
—Me deseabas —Mi mandíbula se abrió ante mis palabras. La soga creció
con más fuerza—. Aquello te molesto, ¿no? Viendo a alguien hacerme algo que tú
hiciste, y… —Me callé, hundiéndome más profundamente en la locura de la
situación.
A pesar que colocó el vaso suavemente, su movimiento me hizo saltar. —
¿Y?
—Y-y, ¿por qué no me estás callando? ¿Por qué no me haces parar?
Jisung torció el vidrio. El líquido se tambaleo. —Porque estás equivocada.
Tan simple como eso.
114
Tragar era difícil. No podía estar equivocada. Vi su cara, lo vi todo. —Pero
te mirabas tan enfermo.
—Muchas chicas, Luna —Con una ternura que no coincidía con el ácido
en sus ojos, Jisung se inclinó para acariciar mi cabello. Estaba demasiada
conmocionada para alejarme—. Nunca sentí alguna cosa por cualquiera de ellas,
además de pura lujuria. ¿Por qué crees que eres diferente?
—Tú… tú entraste a mi habitación y luego…
Riéndose profundamente desde su garganta, la sonrisa de Jisung se levantó
de lado a lado. —Ah, con que es eso. Estás molesta porque estás equivocada
conmigo.
¡No estoy equivocada! Yo… por qué más podría…
—Luna —dijo, enredando sus dedos en mis mechones rubios—. ¿Te has
enamorado de mí?
La soga me ahogaba en silencio.
—Es por eso que estás tan triste, ¿la razón por la cual discutes y peleas
tanto? —Afuera el mundo se había vuelto cenizo; nada rivalizaba con la oscuridad
de su mirada—. Quieres que te ame. Deseas que lo haga. Mi dulce niña, te quiero
dejar esto claro —Su puño estrangulo mi cuero cabelludo, pero estaba demasiada
confundida para hacer un sonido—. No te amo. Nunca lo voy hacer.
Me soltó. Me quedé exactamente donde estaba. ¿Qué fue eso que se
desgarró dentro de mí?
Sus palabras no tuvieron que haberme sorprendido o herido. Tuvo que
haber sido sus dedos tirando de mi cabello o los pinchazos detrás de mis ojos.
¿Qué estaba mal conmigo?
Estaba aturdida cuando me hizo pararme; no sentía el suelo mientras
caminábamos a la puerta. A través de la ventana del restaurante, vi a Ira
mirándonos. Sus ojos verdes eran injustamente esperanzadores.
Estás equivocada, pensé sombríamente, el coche nos alejó. Lo llamaste
ángel.
Y te has equivocado.

115
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Daliam

Empezamos a sufrir, o supongo que yo empecé a sufrir, nuestra vieja rutina.


Jisung mantuvo mi puerta bloqueada, sólo me dejaba salir cuando quería que
hiciera algo. Hablábamos menos, mi mente no podía pensar con claridad.
Me lo dijo sin rodeos, no había nada más en él que el deseo de mi cuerpo.
Eso tuvo que haberme ayudado.
Por una mierda, ¿por qué no me ayuda?
El tiempo pasó en torno a cuando él me sacaba de mi habitación. Desayuno,
tareas, almuerzo, tareas, y lo que se hizo muy claro es que ya no me estaba tocando
sexualmente. Me estaba evitando.
116
Nada tenía sentido.
Y aún menos... cómo era tan consciente de ello. Su falta de atención, su
larga distancia cuando estaba sentado a unos pasos de mí. Jisung había dicho que
sólo alguna vez sintió lujuria.
Así que ¿por qué había dejado de actuar sobre eso?
Preguntas surgieron y se hundieron en mí como restos flotantes sobre las
olas. Entre todo, las revelaciones de Ira me dejaron más confundida. Ella es tan
feliz, está tan enamorada. O eso fue lo que dijo, de todos modos. Trabajo, relaciones,
comida para los necesitados; ¿Jisung era un mesías en esta ciudad?
Pasos duros se precipitaron fuera de mi puerta. Por una vez me enteré de lo
que venía. Había estado sentada en mi cama, vestida con una falda verde y un top
rosa pálido. Jisung se había preocupado menos por mi vestimenta. Lo empujé más
fuerte, escogiendo las ropas más reservadas y modestas del armario. Aun así, él
asentía y me llevaba de la habitación.
La puerta se balanceó, rápidamente sus ojos me encontraron. —Estás
despierta. Bien.
Todo negocios, como de costumbre. —Lo estaba esperando para ir a desayunar,
señor.
Jisung me miró por un largo momento. Un talón golpeó la puerta,
cerrándola detrás; mis vellos se tensaron. Después de una semana de rutina,
esto… Esto era diferente.
—Hoy tendrás el desayuno aquí.
Busqué en su cara alguna pista de lo que estaba planeando. ¿Quería que
comiera aquí?
Nada acerca de su presencia era acogedora. Dobles presentimientos pasaron
por mi cerebro. No. No podía significar eso. El terror me hizo mirar hacia abajo, mirar
su parte delantera en sus pantalones. Oh Dios. Me vio conectar los puntos;
diciéndome que tenía razón por su pequeña sonrisa.
—Espera. No lo hagas.
—¿No hacer qué? —Sin cerrar la brecha entre nosotros, Jisung se inclinó
hacia mí hablando en voz baja—. Dime. Dilo en voz alta, quiero escucharlo de tus
labios.
Hiperventilando, el pánico llenó mi visión. ¡No podía decir eso! no. Yo… ¿qué 117
hago?
Se acercó a mí pacientemente, paso por paso. —¿No puedes decirlo porque
eres tímida, o es porque quieres que pase?
¿Quiero esto?
Y entonces él estaba sobre mí, agarrando mi mandíbula, arañando mis
mejillas con el pulgar y los dedos de sus manos. Sentada en el colchón, mi cara
estaba al nivel del botón en sus pantalones. Pude ver las diminutas letras que
demostraban cuan caros eran.
Mirando hacia abajo, a mí, Jisung ladeó la cabeza. —¿No tienes hambre,
dulce chica? —Agarró mi mano izquierda, colocándola en su cadera—. Voy a darte
una opción. Puedo esposar tus manos por detrás de la espalda, confiar en ti y
forzar mi pene en tu garganta —La sonrisa que tenía era tan grande como la
primera vez que lo conocí—. O puedes chupar con la libertad a la que estás
dispuesta.
Fuego se arrastró por mi espalda. La opción de usar mis manos no es darme
libertad. Pero sabía que no quería. Ser atada dejaba que me maltratara fácilmente.
Mirando lejos, asentí.
Su mano dejó mi mandíbula; acariciando la parte superior de mi cabeza. —
¿Es un sí? ¿Serás una buena putita?
Cada pulgada de mi cuerpo se sonrojó. Fue una maravilla que no saliera
vapor. —Sí, señor.
—¿Sí, señor, qué?
—Voy a ser… seré buena. —Quería enterrarme en las grietas del suelo.
Especialmente con la forma en que mi vientre sintió los primeros indicios de
excitación.
—Aprecio el optimismo. —Levantó las manos para así doblar sus mangas—.
La última vez su inexperiencia se notó. Minho espera una esposa que lo haga
mejor.
Minho. El nombre agitó mi estómago. Pensé en Ira; como Nestor la besó en
la mejilla.
¿Podría realmente amar a un hombre como Minho? Alguien tan perverso,
¿pidió que entrenaran a su “esposa” como a un perro?
Sobre mí, Lonide se aclaró la garganta. Sabía que él estaba esperando.
Tomando un largo aliento, fui por la cremallera. Fuera por mí o por el sadismo, el 118
pene de Jisung ya se esforzaba por escapar de la tela. Latía bajo mi palma. Me
sobresalté.
—Sácalo —dijo.
No me digas el paso a paso para lamer tu pene. Pero mi indignación no era
suficiente. Nada podía vencer los impulsos creciendo. Abrir sus pantalones no
tenía que costar mucho trabajo; estaba temblando, luchando por seguir adelante
mientras mentalmente estaba gritando por abandonar la tarea.
Emocionalmente, él estaba muy lejos. Lo sentí. ¿Qué podía dejar que un
hombre se desinteresara mientras una muchacha se arrodillaba para chupar su
pene?
Jisung, ¿qué te está haciendo empujar y tirar de mí? ¿Qué te aleja del hombre
encantador, aunque perverso, que eras al principio?
¿Y por qué diablos estoy rompiendo mi cordura tratando de diseccionarlo?
Su pene salió, golpeándome en la mejilla. Jisung no dijo nada, sólo me
miraba con interés. Mojando mis labios, probé su eje. Termina con esto.
Eso era todo lo que quedaba por hacer.
Lamiendo hacia abajo, su olor salvaje invadió mi nariz. Mis dedos se
cerraron alrededor de su base, sosteniéndolo para que pudiera tragarlo. Era
imposible, me atraganté en el momento que lo intenté. Él permaneció en silencio;
Jisung ni siquiera me recompensó con su cruel risa.
Si no fuera por la forma en que envenenaba mis sentidos, pude haber estado
mamando a alguien más. Cerré los ojos, pensando. Piensa en alguien más. Pero no
había nadie. Nunca había deseado a Jeno así, ciertamente a nadie como a él.
Temblando por cómo mi corazón se agitaba, me imaginé que eso era por un
tumor en crecimiento. Él estaba de pie en el lugar, en silencio, sin importarle. Sólo estaba
haciendo esto para no decepcionar a su cliente. Jisung era insensible y vacío, e incluso
sabiendo eso, estaba inundada por el deseo de él.
Termina con esto. Se convirtió en mi mantra. Ignora cómo estás respirando, deja
de sentirte culpable de cómo tu maldito corazón está dando volteretas. Tenía que dejar de
jugar a los detectives con mis sentimientos. Me acusó de amarlo.
Mis dedos se cerraron más duro en su eje.
Si él estaba en lo cierto, si en algún nivel lo amaba, ¿qué importaba?
Jisung me estaba entregando a otro hombre.
Dijo que nunca me amaría.
Gimiendo ante mi estupidez, saqué su pene. Había lágrimas en mis ojos. 119
Culpé a las arcadas ante su longitud.
—¿Qué pasa? —preguntó, agarrándose a sí mismo y limpiando mi saliva.
—Nada. —Acaba de una vez—. Nada, señor —Lo alcancé y empecé de nuevo.
Su palma estaba envolviendo su pene; mis labios la besaron cuando pasé
por su punta hinchada. Se quedó ahí, no comentando si estaba bien o mal. Saliva
corría por mi barbilla, mi cuerpo vibraba con desesperación.
Sólo date prisa, pensé, abriendo mi mandíbula para llevarlo más adentro. Sólo
termina de una puta vez.
Sólo déjame en paz para dejar de sentirme así.
De pronto dio un paso atrás, su virilidad se liberó de mí. Mis ojos se
inquietaron, amurallando sus pensamientos. —¿Qué pasa? —Solté, frotando mis
labios.
Jisung se ajustó a sí mismo en sus boxers, cerrando rápidamente sus
pantalones. —Nada —respondió.
¿Se estaba burlando de mí, repitiendo lo de antes?
Sereno y forzado, abrió la puerta. ¿Se iba? No hubo palabras entre nosotros.
No miró hacia atrás, simplemente se marchó de la vista. El sonido de la puerta
cerrándose tuvo que ser el final. Fue la falta de sonido, un clic familiar que nunca
llegó, lo que me inundó de emoción.
No había cerrado la puerta.
Una parte de mí no lo podía creer. El resto de mí, las partes que se negaron a
permanecer juntas, me mandaron a moverme. Agarrando la perilla, tragué un
jadeo mientras mi palma giraba.
Una vez abierta, me quedé mirando hacia el pasillo.
Jisung se alejaba, con sus manos en los bolsillos. Si hubiera sido posible
habría roto el piso con sus pasos.
¿A dónde iba? Constantemente, el hombre me llevaba hacia la izquierda,
hacia las escaleras, dos pisos más abajo. Yendo rápidamente hacia el otro lado,
sentí mi curiosidad burbujeando.
No lo sigas, pensé, así como empecé a arrastrarme por el piso de madera.
¡Esto es estúpido y peligroso! Independientemente de cómo pareció, cómo la longitud
de su eje se enterró más allá de mis labios… cómo él rápidamente abandonó la
situación y huyó….
120
Quería entender lo que estaba pasando.
Mi intuición me estaba diciendo que lo persiguiera. A dónde quiera que
fuera, tenía que haber unas respuestas. Si me atrapa, voy… voy a enfrentarlo. Era
ridículo. Sin embargo si no le preguntaba ahora, eventualmente las preguntas
estallarían. Mejor traerlas frescas a que pudieran aumentar.
Jisung dobló la esquina. Acercándome, lo vi entrar por una puerta.
Conteniendo el aliento, bajé el miedo de que mis rodillas se pararan. Era increíble
que no me cayera. Demonios, incluso impresionante que no girara y renunciara a
mi búsqueda.
Termina con eso. Mi nuevo mantra era conveniente.
La puerta no estaba cerrada totalmente. Dentro, oí voces; sólo una de ellas
era reconocible. Estaba amortiguada, pero el timbre de voz de Jisung se había
tatuado en mi subconsciente. Respirando a través de mis temblores, abrí
suavemente la grieta. Había bastante espacio para ver con un ojo la habitación.
La parte posterior de la cabeza de Jisung se iluminó por la luz del
ordenador. Estaba sentado en un escritorio cerca de una cama mucho más grande
que cualquier hombre pudiera necesitar. Las paredes eran de cobalto, había
alfombras blancas y algunas chaquetas de lujo colgaban en el armario abierto; esta
era su habitación.
La novedad de donde dormía se desvaneció cuando habló. —Sí, es bueno
verte, también. —Sabía que no me estaba hablando, cómo debía ser, aun así me
estremecí.
—No esperaba que me llamaras hasta la próxima semana. ¿Debo creer que
todo está bien? —La voz venía de la computadora.
Una video llamada, me di cuenta. ¿Pero con quién? Otro hombre, su acento era
grave. Apostaba que el desconocido tenía sangre rusa, de la misma forma que
estaba convencida de que Jisung lo era.
Jisung se alejó de la pantalla. —Tu prometida. Ella es… ¿podrías considerar
venir por ella más pronto?
Y entonces lo supe. No necesitaba decir su nombre. ¡Minho! Y ellos estaban
hablando de mí. Respirando silenciosamente a través de mi nariz, me esforcé por
escuchar.
—¿Más pronto? —Minho saboreó las palabras, las extendió, como un
pedazo de goma para mascar—. Sr. Vetrov, nunca le he escuchado sugerir tal
cosa. ¿Qué ha pasado?
121
—Luna está resultando… un desafío.
—Un reto —reflexionó Minho.
Inclinándose hacia enfrente en su silla, Jisung aplanó su voz. —
Normalmente, nunca sugiero esto.
Hubo un momento de silencio. —Tu familia tiene una reputación, Jisung. Te
elegí para darme una esposa porque eres el mejor. O tu padre lo era, de todas
formas. —Desde mi punto de vista, vi a Jisung aplastar sus puños sobre sus muslos
—. Aún tienes quince días para convertirla en lo que ordené.
¿Honestamente crees que ella está más allá de tus habilidades, o… es que pasa algo
más?
Él respondió demasiado rápido. —Quiero que ella se vaya.
Tuve que cubrir mi boca. Una cosa era saber que me casaría con Minho, no
era un secreto. Otra, que Jisung estaba dispuesto a echarme lo más pronto posible,
fue una sorpresa apuñalando mi hígado. Realmente creía que era basura… realmente
no le importaba. Morderme la lengua no ayudó.
El dolor fue más allá de la carne. Bien. Bien, que se joda. Nunca lo necesité.
Él nunca sería MI ángel.
—Ella se irá en quince días. Espero que sea la esposa perfecta, muy
americana. ¿Todavía puedes conseguirlo?
Vi que sus dedos se relajaron. —Lo será, independientemente del resto de su
formación.
—Entonces estaré satisfecho hasta cierto punto. Hablaremos en unos pocos
días. Buena suerte, Sr. Vetrov. —Dijo el nombre de Jisung tan formalmente, pero
sentí la duda oculta. No parecía muy feliz.
Será aún menos feliz cuando descubra la verdad sobre mi “perfección”.
Nerviosa, estiré los extremos de mi cabello.
La pantalla se quedó en negro; Jisung se inclinó sobre su silla, con sus dedos
presionando sus sienes. Si alguna vez hubo un hombre más estresado, nunca lo
había visto. Mi simpatía fue nula; Jisung quería lanzarme. Quería que me fuera. No
podía explicar lo insultada que estaba, sólo que el ácido subió por la parte
posterior de mi garganta.
Su silla se fue hacia atrás; me agaché en el borde de la pared. La tensión
zumbaba en mis piernas, estaba dispuesta a correr por el pasillo si venía en mi 122
camino.
Sacudiendo su cabello, Jisung se quitó su chaqueta. La prenda color gris fue
arrojada a un lado, aterrizando sin orden en su cama. Tiró de su cuello,
desprendiendo la corbata.
Uno a uno desabrochó los botones, tiró de su camisa y la dejó caer al suelo.
Era la primera vez que lo veía sin camisa.
Se dio la vuelta en su lugar, vagando fuera de mi visión y de nuevo de
espaldas. Su piel era rica, con un torso de atleta. Desde sus hombros hasta su
espalda baja, no encontré ningún defecto.
Jisung era magnifico. Era una atractiva vista, destinada atraerme hasta que
estaba demasiado cerca.
Un ruido tintineó; se había quitado su cinturón, lo dejó ir con sus
pantalones. Miré a sus largas piernas, antes que se fuera de la vista de nuevo. El
sonido del agua me dijo que se había metido a la ducha.
Cerniéndome, sin pestañear, debatí con temor mis opciones. Dar la vuelta,
huir de la escena. Podría irme y nunca sabría que lo había visto o escuchado.
En medio de la habitación su computadora me llamó.
Mis pantorrillas se lanzaron con cuidado. Muy profundo miré la puerta en
la esquina, con el repiqueo del agua cayendo. ¿Por cuánto tiempo estaría allí? Sin
perder un segundo, me apresuré hacia la pantalla en negro.
Jisung no había apagado la computadora, sólo el monitor, con un empuje
brilló de nuevo a la vida. Su inicio era tranquilo, con lirios de agua y cañas en un
estanque. Necesitaba encontrar a alguien.
¡Enviar un correo! Fue una explosión de esperanza. Hice click en el icono de
internet. La página web de Jisung estaba abierta ante mí.
Era algo bueno que no hubiera comido. Hubiera vomitado en su teclado.
La colección de fotos de mi improvisada sesión casi un mes atrás me
devolvió la mirada. Había tomado tantas y en todas ellas, mi cara estaba
mayormente oculta; borrosa o cortada por debajo de la nariz. El hecho de las fotos
en un sitio web era más horrible.
No había puesto mi nombre, nada acerca de quién era. Bajando la página,
había un texto, “hechos” acerca de mí, tanto en inglés y algo escrito que no podía
leer. Jisung quería incluir a todos a su alcance.
Dulce, sexy y todo lo que tú desees: esta chica americana ¡es la bomba rubia! La
esposa de ensueño de todo hombre, ella va a satisfacer todas tus necesidades.
123
Había una lista de mi altura, medidas y todo sobre mi historial médico; sin
enfermedades de transmisión sexual, proclamó a mis potenciales “maridos”.
Había pestañas encima de la mía; otras chicas, testimonios de hombres
felices y matrimonios posteriores. No tuve el coraje para explorar el deformado
“sitio de citas”. Rabia, asco, yo era un terremoto. Navegando para abrir una nueva
página, quería encontrar un lugar para enviar un correo, fue mucho trabajo.
Su correo se abrió. En la bandeja de entrada, una línea se envió a Minho y
tenía múltiples respuestas. Fue una maldita tentación. Abriéndolo, dejé absorber la
franqueza entre el “comercio” de estos dos hombres.
Yo. Era todo acerca de mí.
Minho había mandado una lista específica de lo que quería. Fue mi personal
choque de coche, mi personal rompedura de cuello y no podía alejarme. Línea tras
línea descubrí exactamente lo que era para este hombre. Un juguete personal. Las
cosas que pedía… las crueles formas en que las que se refería a mí, las partes de mi
cuerpo, me hicieron ponerme furiosa.
Realmente parece una puta. Amo su cabello. Mándame más de su cara y fotos
desnuda.
El color de sus tetas, un rosa tan oscuro. ¿Son sensibles?
Pon a prueba la cantidad de dolor que puede manejar, me gustan las chicas que
lloran.

Tengo la intención de un desfile para mis amigos. Hazla pasar por un poco de
práctica para mí.
¿Crees que ella ha sido follada por el culo antes?
No se la pongas fácil.
Ella simplemente se romperá si la tengo, no está acostumbrada a la violencia.
Mi futuro marido era un sociópata. Me iba a desintegrar bajo su cargo.
—¿Qué estás haciendo?
Rápidamente di la vuelta, dando un golpe al ratón. Jisung estaba en la
puerta del baño, con una toalla alrededor de su cintura y con gotas
resplandecientes en su clavícula. Un Dios bronceado con un infierno en sus ojos,
todo sólo para mí.
Pero también tenía algo de infierno dentro de mí. —Me pusiste en un sitio
web.
124
—Puse a todas las chicas. —Dio un paso hacia adelante—. ¿Acaso te molesta
verte ahí? Te veías tan hermosa, Luna. El sueño de todo hombre. Tenía preguntas
por ti incluso después de que Minho se puso en contacto conmigo. — Otro paso—.
Así de solicitada, tan perfecta.
Irguiéndome, me acerqué con cuidado a lo largo del escritorio. —Tan
perfecta que estás listo para lanzarme a mi marido tan rápido como sea posible.
Jisung dejó de moverse. —Escuchaste eso. Estúpida chica, ¿Qué quieres
lograr con el espionaje?
Aprender que realmente nunca te importó lo que me pase. Apretando mis dientes,
sentí la comezón comenzando en mi brazo. Quería hacerle daño. Quería que
sintiera la derrota que estaba viviendo. —Sé que te preocupa que no me puedas
romper para él.
—Preocuparme por ti no es mi asunto. Si no te muestro lo que te espera,
Minho lo hará con mucho menos cuidado.
Respira. Respira, Luna. —¿Crees que me quiera como su “dulce prometida” si
sigo luchando?
La toalla se retorció donde la sostenía. —Al final, mientras que él tenga los
ojos miel, el cabello rubio que pidió, el hombre estará satisfecho.
Sentí el teclado debajo de mi palma. —¿Qué pasa si se entera que mentiste?
Ahí; las líneas de incertidumbre se levantaron en su piel. —¿Mentir en
qué?
—No soy rubia. —Arrancando el teclado de la máquina, lo lancé hacia su
cabeza y explotó ante el movimiento. La combinación de mis palabras, mi ataque,
lo dejó parado en el lugar mientras el dispositivo se estrellaba con fuerza en su
cara. Gritó de dolor, y la rabia llenó mis oídos, me precipité por la puerta y el
pasillo.
Toda la rabia por ser capturada, por ser entrenada para venderme al mejor
postor, me dio una velocidad superior a la normal. Estaba segura que me estaba
persiguiendo, pero sólo salté por las escaleras, arriesgándome a torcerme el tobillo
y a alguna lesión.
No dejaría que me entregara a
Minho. Me rehusaba.
—¡Luna! —gritó y maldijo, su voz me impulsó. No tenía ningún plan, sólo
quería salir. Conocía el camino de salida, me dirigí ahí como un animal acorralado.
Las puertas dobles se alzaron, haciéndome señas con su dulce promesa. 125
Chocando contra ellas, agarré las manijas… pero no se movían.
¡Nos había encerrado! Tal vez por el choque no estaba bien. Ya había
intentado esto antes, cuan estúpido era esperar que él no estuviera preparado.
Torciéndome, lo vi venir, con la cabeza baja, los hombros encorvados. No corría,
tenía una mano en la cara donde el líquido goteaba. Me las había arreglado para
darle una hemorragia nasal.
Por una vez, lo había lastimado. Ante eso, al ver lo que le hice me convertí
en un lío tembloroso. Frente a este hombre de nuevo, sus ojos negros querían
tragarme.
Había una pequeña mesa al lado de la puerta. Por encima una ventana
delgada. Tal vez… tal vez pudiera.
—Luna.
Agarrando la mesa, me aplasté a través del cristal.
—¡Luna!
El espacio no era grande; en mi camino, rasgué una larga herida por mi
antebrazo. Sentí un dolor lejano, no se veía bien. No sabía lo malo que era. No me
importaba. Ignorando sus gritos, me eché hacia el día gris. Nubes, lluvia, había
comenzado a gotear ligeramente sobre la hierba.
Mis pies descalzos se deslizaron sobre la humedad, pero aun así me fui. Le
llevaría un minuto desbloquear las puertas y correr.
Usé ese momento como salvavidas.
Suponiendo que esperaría que corriera hacia el pueblo, giré hacia los
árboles. Había poca cobertura y pronto mi plan se estaba haciendo cenizas.
Jadeando salvajemente, ordené a mis piernas seguir, corriendo por el suelo mojado
y en la distancia.
Una mirada hacia atrás me mostró que había fracasado.
Miré a Jisung desnudo, me lo imaginé por la forma delgada de su cuerpo.
Viéndolo venir rápidamente por mí, sentí mi locura en forma de lágrimas de rabia.
¡Corre, Luna! Sigue corriendo, tienes que correr. Detrás de mí el camino iba hacia la
destrucción.
Al camino de Minho.
El barro bajo mi pie me llevó. Deslizándome a un lado, me di la vuelta por
una pendiente.
En lo alto, un trueno retumbó. Una tormenta me había ralentizado; una
amenaza se acercaba en sólo una toalla. 126
Alcé la vista a tiempo para ver su mano, luego volví a bajar, hubo destellos
purpuras en mis ojos. Pensé que fue un rayo. No. Él me golpeó.
—¿Por qué? —Respiró, de pie por encima de mí y bloqueando la lluvia—.
¡Por qué incluso estás tratando de escapar de nuevo!
¿Por qué? Tendría que ser una pregunta fácil de responder. Debido a lo que
hizo. No. ¿Debido a lo que estaba por hacer? Eso tampoco estaba bien.
Dedos atraparon mi brazo, ignoré la sangre brotando de mi herida. La
adrenalina me había protegido del dolor; lo redujo; dejándome estropeada y rota.
—¿Por qué, después de todo, imaginaste que podías escapar de mí?
Hubo un gran error en su pregunta. —No estoy huyendo de ti —susurré.
Eso me hizo sonar loca. Me di cuenta, aun cuando mis labios se movían—. Estoy
huyendo de él.
Era la verdad. La maldita verdad horrible. Ya no le temía más a Jisung.
Era mi futuro con alguien más.
El fango se había llevado mi equilibrio, pero el mareo fue por la pérdida de
sangre. A través de la apatía miré la mezcla carmesí con la tierra. Hielo se arrastró
a través de mí. Tocando mi piel, venas y más allá.
El ataque de Jisung cambió, adaptándose al tempo de la lluvia. —Estás
sangrando demasiado —dijo. Su voz era un silbido, calentándome donde me
estremecí. Mi cabeza se echó hacia atrás cuando me levantó. Sólo se detuvo
tambaleándose para apoyarme en su pecho.
El mundo giraba; el hielo fue lanzado a mi cara. Me estaba tomando de
nuevo. Iba a terminar el trabajo y me enviaría con ese monstruo. —No —gemí contra su
pecho desnudo. La forma en que me sostuvo, corriendo conmigo, tuvo que haber
dejado caer la toalla. Jisung, corriendo desnudo conmigo a través de la tormenta.
Tenía que ser algo absurdo—. No me lleves de regreso. Por favor, no, simplemente
no me lleves de regreso.
—Estúpida chica, ¿tengo que dejarte en el barro sangrando? ¿Tanto quieres
morir?
Estaba demasiada débil para pensar una respuesta.
Él dejó la puerta abierta. Pasando a través, les gritó algo en ruso a las
mujeres que esperaban en el interior. No habían estado allí para impedirme salir,
pero tuvieron que haber visto el resultado.
Nadando en la oscuridad, mi visión se fue borrando. Jisung ladraba
órdenes, sosteniéndome bajo su piel empapada. Era la única fuente de calor para 127
mí, cuando trató de bajarme, arañé débilmente para aferrarme.
—Shh. —Me sostuvo contra él, poniéndome bajo algo blando—. El médico
está en camino. Todo estará bien.
No, pensé sombríamente, envuelta entre las mantas, cayendo. Estás tratando
de consolarme. ¿Diciéndome que todo estará bien?
Esa era la mentira más grande de todas.
Traducido SOS por Mich Fraser
Corregido por Daliam

Caras. A veces del doctor que me había pinchado con una aguja, a veces de
otras mujeres, a veces de Jeno, quien me decía que estaba alucinando. Pero la
mayoría de todas las caras nadando alrededor de mí, eran de Jisung.
Ninguna parte de mi cuerpo quería escuchar. Era como estar drogada de
nuevo, el pánico controlaba lo que veía y cómo lo interpretaba. Mi conciencia fluía
dentro y fuera.
Cuando me desperté lo suficiente como para hacer sonidos, había dolor. 128
Cuando Jisung se abalanzaba a la vista, la única cosa que podía ver era el sombrío
terror distante. Existiendo bajo sus ojos, estaba segura que todo lo que viví era
falso.
¿Cómo podía explicar su preocupación?
Caí más profundo, justo debajo de la superficie de la conciencia. El dolor
estaba encima de mí. No podía tomar aire. Respirar me llevaría a ese lugar, a un
montón de hombres crueles que querían utilizarme y hacerme su propiedad.
Su cara era un misterio, pero Minho existió como mi enemigo durante
mucho tiempo. Había bastado ver sus correos electrónicos, escuchar su voz, para
darle forma a mi terror.
Un hombre que pensaba que no era nada, alguien que me quería cambiar en
algo que no era. ¿Por qué todo el mundo me quiere cambiar? Y ¿Por qué pensé alguna
vez que podría hacerlo yo?
Ya no sabía quién era.
No me conocía… pero, ¿conocía a los demás?
Unos negros iris querían chuparme. Una boca que me marchitó con besos,
todo mientras me abría el corazón. Jisung le dio a su pueblo comida, trabajo y, al
parecer, bendijo a hombres con mujeres que aprendieron a amarlos.
Todos quienes se negaron a ayudarme.
¿Y qué si ellos están en lo correcto?
Soñaba con una pequeña casa en una hilera de duplicados. Cada edificio era
una copia, un barrio tan chico que mantenía las cosas frescas y perfectas. La casa
de mis padres se había quemado, habían estado durmiendo en el interior, yo había
pasado la noche con mi novio.
Mirando hacia mi interior, vi el fuego consumiendo mi carne. Ellos sólo
querían que fuera buena. Entonces empecé a salir con chicos, me atreví a preguntar acerca
del sexo y control de natalidad, les hizo creer que los estaba traicionando.
Pensaban que tener sexo antes del matrimonio era horrible. Pensaban que yo era
horrible. Las llamas se lo llevaron todo, dejando atrás sólo unos huesos
carbonizados. Tal vez ellos tenían razón.
Había sido mi deseo de ir salvaje, mostrarme y encarar a mi ex lo que me
había conducido a donde estaba.
Nadie me quería como era.
Tuve que haber muerto en ese incendio con ellos.
En la superficie, alguien dijo mi nombre. No quería despertar, no estaba
preparada para enfrentar… para enfrentar lo que me esperaba. Minho. El hombre 129
con el cual me casaría, pero no el hombre que yo quería. Él no me conocía y quería
arruinarme.
Jisung también te quiere arruinar.
De nuevo, alguien me llamó. Alejándome del humo negro, luché para
permanecer quieta. Despertar era doloroso. Despertar me arrancaría de la única
persona que estaba frente a mí—para mí—como nunca nadie lo había hecho.
¿Lo quería por eso? ¿Porque él me ablandaba, me quitaba el control? Tal vez
estaba enferma. Sí. Eso lo explica. Todo este tiempo, fui demasiado retorcida para
mis padres, aún no lo suficientemente retorcida para Jeno.
Para Jisung… yo estaba bien.
El oscuro y guapo extraño que me había capturado en la noche. Jisung había
hecho todo para que lo odiara. Y tenía que hacerlo. ¿Así que cuándo cambió eso?
¿Cómo podía hacerme odiar a alguien que me miraba, alcanzaba mi interior, sentía
mi corrupción y todavía me perseguía entre los truenos y la lluvia?
No quería que Minho me tuviera.
Quería al hombre que estaba tratando de deshacerse de
mí. El mundo apestaba… incluso para las personas
perversas.
La gente como yo.
—Luna.
Lentamente, mis ojos agrietados se abrieron. Había presión en mi mano
izquierda; giré mi cabeza para mirar. Unos dedos fuertes y hábiles estaban
envueltos en los míos. Igual que los peces sorprendidos en el río, ellos se alejaron.
Pasó tan rápido, que me preguntaba si me imaginé que alguien me estaba
sosteniendo la mano.
Entonces lo vi.
Jisung estaba en una silla, sentado a mi lado con la tenue luz de un
ordenador. Estoy en su habitación. El pensamiento me apuñaló con los recuerdos,
alejándose un poco en mis sentidos. Sentarme me hizo gruñir.
—Estás despierta —dijo, no moviéndose para tocarme. ¿Había círculos bajo
sus ojos? Era difícil decirlo en las sombras—. ¿Cómo te sientes?
Agachando mi mirada, vi las vendas en mi brazo. El cristal me había cortado.
—Me siento… torpe. —El interior de mi boca estaba rancio. Hablar cortaba mi
garganta.
Jisung dejó caer sus manos entrelazadas a sus rodillas. —No es 130
sorprendente. La lluvia te afectó.
—¿La lluvia? Pensé… con toda esa sangre…
—Te heriste gravemente, Luna —su tono era un poco duro—. Te cortaste
escapando. El agua no ayudó cuando te dio una infección respiratoria. Has estado
consciente e inconsciente durante tres días.
Tres días. Empujé la parte posterior de mi cabeza en la almohada, doblé mis
dedos, sentí mi cuerpo drenado. —Oh —fue todo lo que pude decir.
Nos sentamos allí, yo lanzándole miradas y él mirando el suelo. Sabía que
alguien me había dado medicamentos para el dolor, eso era claro mientras el dolor
empezaba a palpitar en mi herida. No merecía la comodidad. Soy una maldita chica
idiota que estaba perdida por su captor. El anhelo de disculparme, aunque sólo sea
para conseguir que me hablara, se hizo más fuerte.
Jisung susurró, su acento era fuerte—: Lo que me dijiste. ¿Qué quisiste decir
con eso?
Mi corazón empezó a latir más fuerte. —¿Qué dije?
Levantando la barbilla, me miraba con una expresión indescifrable. —Me
dijiste que no estabas huyendo de mí.
Si le digo la verdad… ¿iba a cambiar algo? Sentí mis pulmones extendiéndose,
trabajando para manejar mi respiración mientras se recuperaba de la enfermedad.
—Quise decir lo que dije. Escapé porque estoy aterrorizada de Minho. No de
ti.
Sus ojos brillaron. —¿Por qué tienes miedo de él?
Saqué mis dedos de las mantas. —Yo… yo sólo sé que es peligroso.
—¿De veras? —Veneno goteaba de su voz, su sombra cayó sobre mí con un
pequeño movimiento en la forma que se ajustó—. Entonces, ¿me estás pidiendo
quedarte aquí, para estar conmigo?
¿Podrían mis ojos estar más amplios? —Sí —no quería mentir. Mentir me
había puesto en el camino de Minho en primer lugar.
Delante de mí, las características de Jisung se arrugaron; vi un atisbo de
sus dientes. —Las partes que te asustan de él, son iguales a las mías. —Su mano
bajó a la mía, atrapándola en el colchón—. ¿Las cosas que él ha pedido? Disfruté
haciéndote pasar por ellas. Él y yo no somos diferentes.
Mirando su mirada amenazadora no me inmuté. —Estás equivocado. Hay
algo diferente. Él no se preocupa por mí. 131
Su mano se tensó sobre la mía. Me puse rígida esperando que me hiciera
daño. Fue peor cuando me soltó, dejando caer su brazo en su regazo. Nada de la
tensión había dejado su tono. —Yo tampoco.
Cuchillos me apuñalaron. —Eres un mentiroso.
—¡No! —Sus labios se curvaron—. Tú eres la que dices mentiras, dulce
chica. Te has mentido a ti misma, convenciendo a esa mente tuya que de alguna
manera me preocupo por ti. —Se alejó, la mecedora iba de ida y vuelta. Jisung
ardía de energía, abiertamente agitado. Me pregunté si estaba luchando entre huir
de mí o atacar—. Piensas que porque he trabajado en mantenerte, tratando de
salvarte de ti misma, significa que siento algo más.
—Detente —dije con voz ronca, perdiendo terreno ante su crueldad.
Poniéndose de pie frunció el ceño. —Quieres que te ame. Eres la chica más
delirante que he conocido.
Me dije que no lloraría más. Tal vez me mentía a mí misma; el líquido
caliente corriendo por mis mejillas era un trago amargo. —Por favor sólo detente.
—Estoy tratando de darte una nueva vida, un nuevo hogar y tú me
agradeces haciendo que te persiga desnudo por el maldito fango…
—¡Basta!
—Todas las mentiras acerca de ser obediente, ¡acerca de escuchar lo que
digo! Quieres tratar de convencerte de que te amo, ¿para tratar de engañarme
pensando que quieres estar a mi lado?
A través de mi visión borrosa, sólo vi su ceño fruncido. —¡No estoy
mintiendo! Quiero quedarme contigo, no quiero ser vendida como esclava para
alguien al que nunca…
Su mano bajó, deteniéndose a centímetros de mi cara. Estaba listo para
golpear y apenas se frenó. —¿Qué te dije antes? ¿Acerca de llamarme esclavista?
Encogiéndome lejos, sostuve mis brazos débiles para protegerme. —Yo no..
Sólo…
Lentamente, bajó el brazo. El calor de sus ojos se había evaporado, se veía
como si hubiera recordado algo que lo ponía triste. En un abrir y cerrar de ojos,
aquello desapareció bajo su máscara severa; dedos cepillaron mi cabello. —No
importa. ¿Cómo voy a creer cualquier cosa que digas, Luna? Me has mentido
desde el principio.
Él no necesitaba explicarlo. Me toqué el cabello, sentí el peso de eso como si
las mechas rubias fueran cadenas de hierro. La angustia se fundó en cada una de
132
mis palabras. —Sólo estaba pretendiendo.
Jisung me miró, con un crudo invierno y navajas tanto en sus ojos como en
su lengua. —Y ahora tienes que seguir pretendiendo. Esta es tu existencia, Luna.
Jugar a pretender para otro hombre. Espero que estés lista para jugar este juego
por el resto de tu vida. Si paras, los dos vamos a perder… pero tu pérdida será más
grande.
Sabía a qué se refería.
Él iba a perder contacto con el hombre que compró su “bien” y su nombre
sería despreciado.
Pero yo sería dejada a un lado por mi nuevo marido.
Me matarían.
De su bolsillo sacó una jeringa. —Es para el dolor —dijo mirando mis
vendajes. No había manera de saber si lo hizo por bondad, o para afirmar más y
más que él me cuidaba por pura avaricia. Yo era su producto, la prueba final.
Entregarme a Minho significaba que él podía ofrecer cualquier cosa.
Jisung afirmó que no le importaba. Lo alardeó, luchó para hacerme creer
cada palabra. Pero mientras me quedaba dormida bajo el peso aplastante de las
drogas, luché por un último indicio; el recuerdo de Matat, cómo los celos de Jisung
me habían mirado a los ojos.
Los había visto dentro de su cabeza.
Deseaba más que mi cuerpo.
Eso mantenía mi esperanza viva.
**
La cicatriz en mi brazo era la prueba evidente de mi escape. Había sanado
bien, los puntos eran delgados y uniformes. No recuerdo al médico poniéndolos;
no me gustan los agujeros en mi memoria.
Jisung dejó que me quedara en su habitación mientras me recuperaba.
Estaba allí cuando me desperté y por lo que sabía, allí cuando estaba dormida.
Siempre en esa silla, el centinela cuestionando mi mundo.
Las drogas eran cada vez menos, hasta que aguanté las ganas de arrancarme
la cicatriz sin medicamentos. Ese fue el día en que trajo la correa. Sentada en el
borde de la cama, miré con recelo entre la correa de cuero entre sus puños y su
sonrisa expectante.
—No me vas amarrar como un perro, ¿verdad? 133
—Has recuperado algo de chispa. —Observó. El sonido de la correa
chasqueando me sobresaltó—. El tiempo para prepararte está pasando. Minho dijo
que te aceptaría como eres, pero eso era cuando él pensaba que eras como su lindo
bizcochito de ensueño americano. —Sus cejas se fruncieron—. Nosotros sabemos la
verdad, él no.
Tragué con fuerza. —Esperas que me escape para retocar mis raíces en
secreto. Sin que él se dé cuenta.
—Me engañaste. Encontrarás la manera de engañarlo a él.
Mi atención fue de nuevo a la correa. —¿Entonces para qué es eso?
—En caso de que descubra tu mentira. —Jisung miró el cuero brillante—.
Minho no es conocido por ser indulgente. Sin embargo, te puedo moldear a la
perfección en todo lo demás… lo puede dejar pasar el día que descubra que su
esposa no es lo que pensaba.
Antes quería enviarme lejos lo más rápido posible. Ahora quería entrenarme.
Si Jisung estaba pensando en mi muerte, ¿estaba tratando de prevenirlo?
Podría salvarme no enviándome a Minho, pensé con amargura. —¿Qué hombre tiene
que llevar a su esposa con una correa?
—Algunos hombres disfrutan degradando a sus mujeres. —Oscuridad brilló
en su sonrisa; una pista de la criatura con la cual estaba viviendo, una parte de él
que escondía por alguna razón.
—Pero esto no es para eso. No del todo. —Moviéndose más cerca, me
sostuvo la mano—. Dejándote sola, incluso encerrada, no ha ayudado a
domesticarte. Cuando estoy a tu lado parece que te suavizas.
Dejé de mirar el gancho plateado de la correa. —Por favor no lo pongas
alrededor de mi garganta.
Se rió entre dientes, cavando en su bolsillo. —Si quisiera ponértelo como
collar, no podrías detenerme. Pero ese no es mi objetivo. —Un pequeño brazalete
negro estaba abrazando mi muñeca. La correa se enganchaba, un pequeño candado
se añadía al elemento permanente.
Girando mi brazo, sentí el material. Tratar de quitarlo sería una pérdida de
tiempo. —Si estoy aquí contigo, no puedo limpiar, no puedo cocinar. ¿Eso no es
desperdiciar mis habilidades?
De pie, Jisung bloqueó el otro extremo de la correa en el poste de la cama.
—Las habilidades por las cuales se preocupa Minho en su mayoría poco
tienen que ver con tus tareas. Sabes cómo hacerlas de todos modos.
134
Agitando la correa, medí la longitud. Sería capaz de caminar al baño, pero
no de salir al pasillo. Sabía lo que le preocupaba a él. La computadora estaba más lejos
de lo que la vi la última vez. Había remplazado el teclado, ese hecho se hundió en
mi estómago como grava.
Jisung miró donde yo estaba mirando. —Sí. Te quiero aquí donde puedo
verte a todas horas, influyéndote, trabajando contigo. No voy a dejar que intentes
cualquier otra cosa. —Se frotó el puente entre sus ojos—. Una nariz ensangrentada
es suficiente.
Masticando el interior de mi mejilla, me moví en la cama. —Así que voy a
ser tu puta personal.
Resoplando, se agachó acariciándome el cuero cabelludo. —Tenemos que
empezar de nuevo, dulce chica. —Un dedo tiró de mis raíces hasta que di un grito
—. Es “tu puta personal, señor”.
Fuego floreció desde la parte superior de mi cabeza, precipitándose en mis
entrañas. La forma en que dijo “puta” con ese acento suyo, despertó a mi cuerpo,
dejándome mareada. Sí, era una retorcida. Soy un maldito desastre, excitándome por
esto. Pero se sentía maravilloso, de una manera extrañamente familiar, tenerlo
alrededor de mí de esta manera.
Si no podía convencerlo que quería quedarme con él con mis palabras…
Tal vez mi cuerpo lo pueda explicar por mí.
—Señor —la palabra era perversa—. Estás en lo correcto. Seré tu puta
personal, señor.
Su mano se aflojó. ¿Lo sorprendí? Dejándome ir, se puso delante de mí
visiblemente recompuesto. —Creo que te estás burlando de mí. Vamos a poner
esto a prueba. —Jisung me estaba escaneando—. Quítate la ropa.
Un tirón de entusiasmo bailó en mi corazón. Había hecho esto antes con él,
los desafíos no eran nada. Vestida con un vestido de tirantes color rosa, lo plegué
en mi cintura. Mis pantorrillas colgaban sobre el borde de la cama, los pies no
tocaban el suelo.
Los ojos de Jisung decían que estaba hambriento.
Me encontré en un problema rápidamente. Tirando la prenda sobre mi
cabeza, estropeando mi cabello, aquello pendía de mi brazo con la correa atrapada.
En nada más que ropa interior color amarillo pálido, le di una mirada implorante.
—Creo que necesito ayuda, señor.
La navaja brillaba como un nuevo sol. Me había olvidado del cuchillo, ahora 135
cortó la tela. El vestido destrozado cayó al suelo. —¿Te gustaría más ayuda? —Se
inclinó sobre mí, con una de sus rodillas en la cama a un lado de mí. La parte plana
del cuchillo besó mi hombro.
Ahora el miedo se apoderó.
—Por favor no me cortes —susurré, lamiendo mi labio inferior.
Sus ojos se movieron, ni la luz o la sombra los tocaron. Sin palabras,
presionó la punta de la navaja bajo el tirante del sujetador, arrancándolo. —
Acuéstate.
Cada fibra de mí se tensó, cuidadosamente bajé sobre mi espalda. Aunque
no creía que me cortara, fue una batalla decirle eso a mi subconsciente.
El frío metal entre mis pechos desnudos me hizo cosquillas. Mis costillas se
apretaron, sosteniendo el aire, con una sola sacudida me había cortado las tiras.
Los largos dedos giraron el cuchillo, al nivel de mi ombligo.
—¿Me tienes miedo, dulce chica?
Demasiada nerviosa para hablar, negué.
El rosto de Jisung era de piedra. —Deberías.
Cada palabra que dije era un desafío. Sentí la cuchilla cuando respiré. —No
me harás daño… a propósito.
Sus oscuros ojos se estrecharon, había curiosidad en su voz. —¿Qué me está
deteniendo?
Mi lengua se sentía entumecida. —Tú. —Una simple palabra. El peso de ella
le dio una pausa.
En un rápido y hábil movimiento, enganchó el cuchillo debajo de la parte
superior de mis bragas. Ambos nos tensamos. —No seas tan confiada —dijo.
Dividiendo la tela sedosa, bajándola por mis muslos moribundos—. Te he hecho
daño antes.
—Sólo cuando no lo obedecí, señor. —Me di cuenta que él deslizó el cuchillo
lejos, suspiré con alivio.
—Sólo cuando no me obedeces —estuvo de acuerdo—. ¿Me estás
obedeciendo ahora?
Mi barbilla se balanceó.
Sosteniéndome por debajo de mis brazos, me empujó hasta la cama. Era lo
suficientemente grande para que él pudiera sentarse en la base de mis pies. — 136
Entonces juega contigo misma para mí.
Concentrado por debajo de mis rodillas, era hiper consiente de mi
desnudez. La correa estrangulaba mi muñeca, junté mis muslos por vergüenza. —
Eso…
—Deberías saber cómo. Te atrapé tratando de hacerlo hace unas semanas.
—¿Cómo sabías que estaba haciendo eso?
Inclinando su cabeza, se acercó a penas unos centímetros; aquello aún me
hacía temblar. —Si te digo que tenía a alguien escuchando, ¿me creerías? —
Arrugué mi nariz ante su sonrisa—. No te va a gustar la verdad. He tenido
cámaras con visión nocturna en la casa por algún tiempo.
—Cámaras —espeté, la vergüenza me tomó—. ¿Has estado observándome
mientras duermo? Pero… entonces, ¿por qué es necesario hacer esto? —Sacudí las
correas.
—Te lo dije. —Su mano acarició mi tobillo—. Es mejor tenerte cerca.
Además, cámaras o no, difícilmente planeo quedarme despierto toda la noche
supervisando mi computadora.
Lancé mi mirada azul hacia el dispositivo a través del cuarto. No debería estar
sorprendida. Está claro que tiene el dinero y la experiencia para haber colocado audífonos en
su casa.
Dedos se deslizaron a lo largo de mi pie. —No más retrasos. Tócate, Luna.
Te llamaste mi puta personal. Demuéstrame que no estás mintiendo. Muéstrame lo
que puedes hacer, hazme entender que no estoy perdiendo el tiempo entrenándote
para obedecer.
Temblando como una hoja, extendí mis rodillas. No ocultó que me estaba
viendo intensamente. Jisung carecía de vergüenza mientras yo luchaba porque
no me estrangulara.
—Buena chica —dijo aleatoriamente—. Muéstrame que puedes darte un
orgasmo.
El calor devoró mis mejillas. Bajando mis dedos, rocé tentativamente la
parte superior de mi vagina. Parte de mí estaba disgustada por lo que él me estaba
haciendo hacer; la parte más grande estaba tomada por el deseo sofocado.
Tocarme pasó de ser humillante a glorioso. Si me quería de esta manera,
pues a la mierda, iba hacerlo. Dejar que me viera. Me atreví a mirar sus ojos
brillantes. Dejarlo ver lo que me había hecho. 137
O tal vez lo que siempre he sido.
—Mmm —gemí, las puntas de mis dedos se molieron sobre mi bulto
hinchado. En realidad ya estaba salvaje, lista para entrar en el calor de la
liberación. Jisung se movió entre mis pies, con la palma de su mano agarrando su
erección. Esa visión sacudió mi corazón.
Se acariciaba. —Sigue adelante, Luna. —La cremallera se bajó, su eje rígido
rápidamente salió a la luz—. No reduzcas la velocidad. Quiero verte gemir.
Su voz gobernó mis oídos, mi propia lujuria gobernó mi cuerpo. Nos
masturbamos juntos, en un ritmo en el cual me preguntaba si quería más su
orgasmo que el mío. Nunca lo había visto terminar, él sólo se burlaba de mí o huía
en el último momento.
Sudor se deslizó por su frente; sus deliciosos labios estaban entreabiertos
mientras respiraba. La punta de su pene era rojiza, enojada y brillante con sus
primeros jugos. Quería besarlo y joderlo y hacer todo o nada para sentirlo tocarme.
Mi pie se deslizó hacia adelante, rozó su muslo y después su puño en su
virilidad. Si eso era su gruñido de sorpresa o sus ojos fijos en mí, no lo sabía. Sólo
sabía que me estaba retorciendo, gobernada por el hormigueo que era mi orgasmo.
Me vine, temblando y jadeando con mis dedos curvándose, tocándolo.
—Mierda —dijo entre dientes. Su acento hizo la palabra poesía. Mis
músculos todavía se retorcían mientras él se empujaba sobre mí. Manos a cada
lado de mi cabeza agarraron la manta. Sin pensarlo, me incliné y lo besé. Pecado,
locura y un toque de whisky, así era como sabía.
Jisung se apartó. Empecé a seguirlo, pero agarró mi hombro y lo empujó.
Debajo de él, miré hacia su cara hambrienta y sentí que mi vientre bajo se
apretaba. Había más bajo su superficie, filtrándose en sus labios. ¿Quería fruncir el
ceño o sonreír? Ansiosa con mi necesidad, deslicé mis manos a su cintura, tratando
de arquearme hacia él. Jisung me esquivó.
—¿Qué pasa? ¿Qué hice? —pregunté, deseando poder ver dentro de su
mente.
Una franja de peligro se movió de su lengua a mis oídos. —Todo. Hiciste
todo… —Eso era acusatorio, pero no tenía tiempo para pensar. Jisung se estrelló en
mí como un cometa, impactando más allá de mi piel y huesos. Manos atraparon mi
mandíbula, obligándome a estar quieta mientras exploraba cada rincón de mi boca.
Un beso así, buscaba—juzgaba—como si tuviera la respuesta que lo aquejaba.
Lo que sea que encontró, no curó su fervor. Dientes mordieron, tiraron, me
enseñaron que el dolor vale la pena para experimentar. Tendría que dejar que él 138
me consumiera hasta que no quedara más que un débil gemido. Dejé que hiciera lo
que sea a mi cuerpo, a mi alma. Mientras Jisung me devoraba, sentí que mis
temores sobre el futuro se desmoronaban bajo su presencia.
Para distraerme de mis demonios, de mi tristeza, de todo lo que me
masticaba en pedazos…
Lo deseaba más que nunca.
Sus extremidades me aplastaron, su pene estaba entre nosotros y alimentaba
mi locura. Su camisa tensaba mis pezones, su barba raspaba mi mejilla. Me hundía
hasta que no era más que un lío mojado, rogando para que finalmente me tomara.
Gruñó en mi oído, rasgándome no como alguien que estuviera enamorado,
si no como alguien que odiaba mis entrañas. No me importaba. Joder, no me
importaba en absoluto. Incluso el odio era mejor que su indiferencia; más
satisfactorio que el hombre que se adentraba en una máscara y podía caminar lejos
de mí después de que su pene había estado en mi boca.
Esta era la criatura que se había estrellado contra mí al mismo tiempo que
yo me estrellé contra ella.
Quería aferrarme y nunca dejarlo volver a su caparazón sin emociones.
—Estúpida niña de mierda —dijo contra mí. Mis vellos se erizaron ante su
tono ronco—. ¿Vas hacerlo, no? —Las uñas me cortaron las costillas—. Vas
arruinar todo.
¿Arruinar todo? Era ridículo. Él era el único que me arruinaba. No dije nada
más que un gemido de argumento; la cabeza de su pene se acurrucó contra mis
labios empapados. En un segundo la tensión zumbó en mí.
Jisung deslizó toda su longitud en mi interior hasta la raíz. Manchas de
colores llenaron mi cerebro, mi visión. Sabía que estaba llorando, pero sólo porque
mis pulmones dolían por el esfuerzo; no había nada en mis oídos más que un ruido
sordo.
Eso no estaba bien, o correcto, o cualquier cosa lógica. Podía culpar a la
acumulación de excitación, la forma que se burló por semanas ¿para ahora ya
había sido un mes? La realidad era que nunca me había sentido tan liberada al
placer de un hombre que me llenaba. Nunca me quejé del sexo con Jeno, pero la
comparación de esto era como comparar un río y un océano.
Ambos eran el agua.
Ahí era donde acababa.
—¡Jisung! —Su nombre se escapó de mis labios; no pude atraparlo. Sus 139
caderas giraron, robándome lo que quedaba de mí, era terrorífico, si no hubiera
sido una bola de delicioso placer.
Él se flexionó dentro de mí, respirando contra mi garganta. Hilos de éxtasis
sacudieron mi núcleo hasta los dedos de mis pies, tomando fuerza a su paso. No
podía decir cuál de los dos terminó primero. Los dos estábamos fundiéndonos en
el sexo, completándonos juntos mientras nuestro corazón vibraba a través de
nuestros pechos.
Jisung me mordió el hombro mientras se venía; una ola de calor y fuego
quemó dentro de mi sangre. Era un milagro que mi orgasmo se detuviera. Cuando
se deslizó fuera de mí, mis paredes luchaban por mantenerlo dentro.
Proyectando sombras en mi rostro, me miró mientras el sudor de su frente
se deslizaba por su nariz. Su cabello estaba pegado a su frente; pensé que los dos
nos reflejábamos entre sí. Una preocupación genuina depuraba de sus ojos,
tomándose su tiempo considerando que yo descansaba bajo su cuerpo.
Fui la primera en hablar con un aliento estremecedor. —¿Arruinar?
Su boca hizo una mueca, me dio la espalda. El movimiento de sus
pantalones cerrándose tenía una finalidad. De pie, empezó a meter su camisa. —Ve
a limpiarte.
La vacilación me mantuvo en el lugar. Finalmente, me dirigí descalza al
baño; la correa se extendió lo suficiente con toda su longitud. Pude lavarme,
arrancando la prueba de lo que habíamos hecho hace unos minutos.
Ninguna cantidad de limpieza podría tomar lo que estaba en mi memoria.
Incluso si Jisung no me quería—¿si me odiaba?—lo que habíamos hecho
era una nueva forma de armadura para mi estado frágil.
En esta jodida situación…
Los dos logramos hacer el amor.
Y yo era más fuerte a causa de eso.

140
Traducido por gabyguzman8 y July
Corregido por Caile

La decisión de hacerme dormir en su cuarto era como si tuviera el jodido brazo de


Dios a su alcance fue una nueva forma de tortura. Me preguntaba si, cuando
estuve drogada y reponiéndome, él durmió en una silla cerca de mí mientas yo
ocupaba su enorme cama. No importaba si lo hizo. No era como si iba a hacer que
me acostumbrara. Esa noche, enroscada debajo de la manta y atada al marco de la
cama, me acurruque desnuda con apenas un pie de espacio entre nosotros. Jisung
no tenía nada encima a excepción de unos ajustados bóxer color gris oscuro. 141
Básicamente estaba tan desnudo como yo, con lo que me estaba sonrojando.
—Sin problemas esta noche —dijo, apagando las luces y dejándonos en
tinieblas. El azul vago del baño iluminaba los bordes de todo en la habitación,
hasta a Jisung, su columna vertebral estaba frente a mí, tenía hombros definidos así
que pude observar cada parte de esos músculos. Yacimos allí en silencio, mi
mirada saltando de una cosa a otra.
Siempre volviendo a él.
El sueño huyó de mí. No me molesté en conciliarlo. El suave sonido de
Jisung respirando fue una inocente canción. Él no tenía ningún problema para dormir.
Afortunado. Cuidadosamente me senté, mirándolo sin la presión de su intensa
mirada sobre mí. Era la primera vez que podía estudiarlo completamente, apreciar
sus rasgos finos y sus pestañas suaves. Su perfil era refinado, el movimiento de sus
párpados acorde con lo que sea que estuviera soñando. Tragando grueso, acerqué
mi mano hacia él. No hace mucho tiempo hubiera considerado este momento
como una oportunidad. Una manera de hacerle daño, tal vez asfixiarlo con una
almohada o con mi cadena alrededor de su garganta. Todas mis ideas se
rompieron antes de darles forma por completo. Yo no quería lastimarlo nunca
más. Mi mano rozó su cálida piel, él inhaló bruscamente.
Apartándola. Permanecimos en silencio, mi mirada iba de una cosa a otra. Contuve
el aliento y esperé a que se removiera. En vez de eso, rodó más cerca, murmurando
cosas que no entendía. Me supuso un esfuerzo comprender que estaba hablando
en ruso. Había escuchado ese idioma lo suficiente para identificarlo. Deseando
poder entender, me acerqué, escrudiñando los movimientos de sus labios
perfectos.
Soltó fragmentos en inglés entre la inconsciencia. Incluso aunque yo no
hablara ruso, sabía cómo sonaba la angustia. ¿Qué está haciendo, estará teniendo una
pesadilla?
Sus cejas se torcieron, él estaba…. discutiendo con alguien. ¿Qué estaba
pasando en esa maravillosa cabeza suya? Entonces escuché una palabra, una
simple palabra, pero fue todo lo que necesité. “Mamá” susurró, sus labios se
tensaron. Mi corazón repiqueteaba. Ignorando mis nervios me deslicé a lo largo del
colchón hasta que mi pecho estuvo a su lado. Serpenteé mi mano sobre sus
costillas, esperando a que se despertara, finalmente logré abrazarlo sin que él
abriera los ojos. Podía escuchar su sangre murmurar a través de su piel. Lo que sea
que haya estado soñando respecto a su mamá, no es que pareciera cariñoso.
Deleitándome en su calidez, en mi deseo de hacerlo sentir bien, abracé
fuertemente al hombre que me arrancó de mi mundo… y fue la mejor noche de
142
sueño que tuve desde que llegué.
***
Algo me despertó. No sé qué.
Con mis ojos ajustándose a la escaza luz, lo primero que sentí fue a él debajo
de mis manos antes de verlo. Mis dedos extendidos en su pecho, mi nariz
acariciando el recoveco debajo de su hombro. De algún modo, deslicé mi tobillo
sobre su rodilla, enredando nuestras piernas. Una posición hecha para íntimos
amantes, no para un secuestrador y su presa. Se me ocurrió moverme antes de que
despertara y nos encontrara así. Pero entonces él habló, y yo sabía qué era lo que
me había despertado.
—¿Qué estás haciendo? —mis extremidades se paralizaron. Levantando los
ojos sin mover mi cabeza, lo vi mirándome. Esos fríos ojos… me vi obligada a
decir la verdad.
—Estabas teniendo una pesadilla. —Baje mis manos pude sentir su corazón
acelerarse—. Creo que tenía que ver con… tu mamá. —Jisung rodó hasta sentarse
en el borde de la cama. Apretando las mantas en mi pecho, levanté mi cabeza.
—¿Estás bien?
—Por supuesto.
—Pues no parece. ¿Fue una pesadilla sobre tu mamá?
Pasó su mano por su cabello, me miró entrecerrando sus ojos.
—Adelante, sigue psicoanalizándome.
La culpa se evidenció.
—Lo siento, no estaba tratando de curiosear
—No, sí lo estabas. —Haciendo sonar su espalda se enderezó. —Fue sólo un
sueño. Olvídalo.
No podía, no realmente. Sabía que los sueños no eran solo sueños.
—¿Qué pasó con ella? —Sé que su padre está muerto, pero….¿qué hay de ella?
Puro veneno mortal brotó de su mirada. Sin necesidad de levantar la mano
o un arma sentía el peligro en el aire.
—Te dije que lo olvides. No me hagas metértelo en la cabeza, Luna — luego
me miró marchito, ablandando su voz—. Traeré el desayuno. —Cubriéndose con
una lujosa bata, se deslizó por la puerta.
No me dejó mucho tiempo. 143
Jisung regresó con una bandeja de comida, alguna ropa también sobre el
brazo. Me entregó unas bragas blancas y sujetador del mismo color sin tirantes, no
era mucho, pero no iba a quejarme.
Sentándose en el colchón comimos el desayuno en silencio. Mi cráneo latía
con preguntas y curiosidad. ¿Mi corazón? Bueno, él luchó por encasillar los
sentimientos que tenía por este perverso hombre. Mirando hacia la cicatriz de mi
brazo, me la froté distraídamente.
—¿Qué estás pensando? —me preguntó bebiendo su taza de café.
Abrí mi boca, y la cerré otra vez.
—¿Honestamente? Me estoy preguntando que te detiene de enviarme con
Minh
o. Secó sus labios levantándose y dejando la taza en el velador.
—No puedes detener eso
—Tal vez no, pero tú sí puedes, señor.
Las cejas de Jisung se juntaron.
—Es complicado. Mi reputación está en juego, Nunca me he salido de un
contrato de matrimonio, y no empezaré ahora.
Vas a arruinarlo todo. Era lo que me había dicho mientras lo hacíamos.
—Ya has pensado en ello.
Se incorporó alzando la barbilla.
—Sí —entonces seguí con mis palabras empapadas de pasión.
—No estoy loca. Has pensado en decirle que no puede tenerme.
—No actúes como si supieras lo que pasa por mi cabeza —me dijo con
frialdad—. Hay cosas en juego de las que no entiendes nada
—¡Entonces dímelas! hazme entender.
Una pequeña sonrisa apareció.
—Siempre tan exigente. No necesito que entiendas como funciona mi
negocio, Luna.
—Es que eso no me interesa. Quiero saber cómo funcionas tú. —La manera
en que me miró me hizo poner la piel de gallina.
—Tal vez ya lo sabes. Ya me has llamado demonio, después de todo—mi 144
pecho se tensó con mi respiración estremeciéndose.
—No eres un demonio. No para mí.
—¿Oh?
Cínicamente hundió sus colmillos en el borde de sus labios.
—¿Qué soy entonces, dulce niña? ¿Tú ángel, tú héroe?
No parpadeo
—Si no me tiene Minho, podrás ser todo eso y más
La sonrisa de Jisung se esfumó. Lo que quedaba era un resto pálido.
—No está sucediendo. Me importa más la tradición, el linaje dejado por mi
padre, que realizar los deseos de una estúpida muchacha mentirosa.
Agrupando, me di la vuelta.
—¿Era la tradición que las chicas odiaran esto como yo?
—La mayoría de las chicas vieron el valor en el matrimonio. Así que muchas
mujeres desafortunadas matarían por estar en tus zapatos, Luna.
Esa risa fría.
—Entonces, busca una de ellas. Encuentra una chica que quiera tomar mi
lugar.
—Las mujeres aquí no luchan, aprecian lo que se les ofrece. —Su suspiro fue
largo, interminable—. Pero arruinas a las chicas americanas. Si escojo una que está
pidiendo matrimonio a un hombre rico, ganaría una apuesta cada vez que están
excavando oro, las mujeres horribles no son dignas de ser buenas esposas. —No lo
siento hasta que sus dedos estaban en mi pelo, me guía con cuidado para míralo—.
No quiero a las buscadoras de oro. Chicas americanas son buscadas, pero tienen
derecho que las otras mujeres no.
Puños se forman en mi regazo. —Así que secuestran niñas incautas como yo
que no tienen amigos o familia o casas. ¿Cómo soy la más adecuada para servir a
estos hombres?
—Mujeres frágiles, pobres, aprecian lo que viene a ellos. Son fáciles de
domar.
—No he sido tan fácil.
—No —estuvo de acuerdo—. No lo has sido. Pero es demasiado tarde para
retirar lo que he hecho. Prometí que te tendría lista para Minho. ¿Qué más hay? —
Me examinó, intentó discernir lo que estaba en mi cabeza. Hice lo mismo con él. 145
Ninguno de los dos parecía satisfecho.
—Lo que hace la petición difícil de parar —dijo finalmente.
No escondí el brillo implorante en mi mirada. —No es fácil, no es lo mismo
que imposible.
Dejándome ir a mí, subió a la cama. —Luchas tan duro. ¿De verdad crees
que quedarte aquí conmigo sería mejor?
—Sí. —Fue una respuesta nacida del instinto.
Jisung cruzó los brazos sobre su pecho.
—Sabiendo que te haría todo que Minho haría, que él y yo estamos plagado
de los mismos gustos, después de todas las maneras que he abusado ti... ¿todavía
me elijes sobre él?
Mi mandíbula dolía por apretar mis molares.
—Sí.
—Chica estúpida, estúpida.
¿Sinceramente? No pensé que estuviera equivocado.
Agarrando la correa, me atrajo hacia el cuarto de baño. —Necesito
ducharme. Ven conmigo.
Vapor llenó el cuarto de cerámica azul. Ata mi correa a los ganchos de
toallas de hierro, y nos encerró en el cuarto de baño. Jisung se desnudó, de pie
delante de mí, era la perfección esculpida. Sólo la drástica caída que llevó a mis
ojos de los huesos de su cadera a descender fue suficiente para dejarme
tambaleándome.
Su impaciente bizqueo me despertó de mi sueño. Sabía lo que quería.
Rápidamente, mi ropa se unió a la suya en el suelo.
Nos duchamos juntos en largos tramos de silencio. A veces me pedía
entregarle jabón, o un paño. Sobre todo, bajé la cabeza y vi correr el agua de mi
pelo largo al desagüe. Cuanto más consideré lo que venía, mi tiempo con Jisung
decrecía cuanto más quería bucear en esas tuberías.
¿Cómo puedo convencerlo? En mis oídos, el ruido de la ducha hizo eco. Está
obsesionado con su línea familiar. Así que seguro que esta no es sólo la única opción, pero es
la mejor opción para mí.
No cree que este matrimonio forzado sea erróneo.
¿Por qué?
146
Secando las gotas de agua de mis ojos, me quedé mirándolo, Cómo se
agachó bajo la ducha. Su cabello empapado era más negro que nunca, los ojos
ocultos en lo que parecía el pensamiento. ¿Estaba pensando acerca de lo que era?
Nuestras mentes son más similares de lo que creí, me di cuenta...
Pero ¿ha notado eso también?
—Luna.
Me erguí.
—¿Sí?
Abrió los párpados, me miró por encima del hombro.
—¿Entiendes por qué hago lo que hago?
¿Ha estado leyendo mi mente? Era una idea tonta, paranoico. Por supuesto que
podría haber adivinado lo que estaba forzando la tensión entre nosotros;
simplemente habíamos estado discutiendo esto hace diez minutos. —Porque crees
que es lo mejor para las chicas, para mí.
Jisung asintió.
—Porque lo es. No porque creo que sí, es simple realidad. ¿Por qué alguien
elegiría sufrir en las calles, morir solo y sin amor?
—Porque somos libres de elegir lo que queremos.
—Nadie debería tener la libertad de elegir la muerte —espetó. Él bajó la
barbilla, riachuelos de agua perdían su camino sin problemas en los pliegues de su
ceño—. Salvar a la gente de ellos mismos. Eso es lo que estoy haciendo.
Mi mandíbula estaba tensa.
—Deberías dejar que me salve a mí misma.
Su mano arremetió, agarrando mi brazo, con el pulgar apretando cerca de
mi cicatriz. —¡Esto es lo que sucede cuando te salvas a ti misma! ¡Terminas
sangrando en un campo! ¿Eso es mejor que lo que he luchado para preparar para
ti?
Moliendo mis molares para evitar sucumbir al dolor, lo miré a la cara.
Éramos imágenes del orgullo, de la furia indignada. Ninguno de nosotros quería
apartar primero la mirada. —Sí. La elección de morir es mejor que vivir una vida
que no quiero. Siempre.
—¿Es la muerte tan gloriosa? —pregunta, con ojos furiosos.
147
—No es la muerte. —Arrugué nariz—. Es la elección.
Liberándome, Jisung salió de la ducha. Me froté el brazo con cautela,
cerrando el agua cuando estaba claro que él no iba a hacerlo. No habló de nuevo,
sólo lanzó una toalla y salió de la habitación.
Secándome lentamente, caminé sobre las baldosas frías. Los espejos se
empañaron, escondiendo mi cara. Eso estaba bien; Quería verlo, no a mí.
Envolviéndome en una toalla, fui tan lejos como la correa me lo permitió. La
tensión me impidió ir dos pasos más allá de la puerta. No podía llegar a la cama.
En ese momento, Jisung había logrado ponerse pantalones marrones y una
camisa azul claro. No me miró. —Tengo algunos asuntos que ir cuidar.
—¿Por cuánto tiempo? —Tiré la correa enfáticamente.
Estirándose en su armario, sacó una maleta grande. —Podría ser un par de
días.
—¿Un par de días?
—Un par de días —dijo secamente. Finalmente se volvió hacia mí,
caminando hacia mí, lentamente—. ¿Está bien contigo? ¿Tengo tu permiso,
Luna? —Mis ojos se posaron en el suelo, sus palabras me llevaron a retroceder—.
Mírame y escúchame. Me voy, pero te vas a quedar aquí. No estoy exactamente
contento contigo en este momento, ¿entiendes?
Articulé un suave —sí, señor.
Suavizó su ceño fruncido, ¿en qué pensaba? ¿Si hacerme daño o
consolarme? No podía decir. Apartándose, recogió su maleta. —Un par de días.
Los pasarás allí, tal vez te enseñará a apreciar las comodidades que tienes. Me
aseguraré de que alguien te traiga la comida.
—Jisung —dije, su nombre sintiéndose extraño en mi boca. Se tensó, su
espina dorsal una barra de acero. Era una lucha para hablar, pero lo necesitaba,
necesitaba decirle—. Por favor, ten cuidado.

Suavizando sus facciones para ocultar toda emoción, me dejó sin decir
adiós.

148
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

¿Cómo me había pasado esto?


Mi mente estaba trabajando con cada escenario, cada fragmento diferente
entre las chicas que había entrenado y casado…
Y Luna Park.
Ella era un milagro ilógico; una chica que sacó tantos sentimientos de
mí. Mierda.
La odiaba con pasión. 149
Qué se supone que debo hacer con la chica que me vuelve loco, pero al
mismo tiempo me traía sensaciones que me impactaban al igual que cuando
respiras por primera vez. Me hizo descubrir cosas que no quería saber de mí
mismo.
Quería saborearla, tocarla, ver sus pálidos ojos miel dilatarse lo más posible.
La quería debajo de mí con sus manos arañando.
¿Qué demonios tenía que hacer?
Cuatro días.
Cuatros días era todo lo que tenía entre ahora y cuando Minho llegará.
Desde que era joven, mi cerebro empezaba a observar mientras hacia los
cálculos.
Las cifras hacían los planes. Los mejores planes hacían al mundo.
Pero ahora no tenía ni un jodido plan.
Luna era una imperfección a lo que mi padre había creado. Necesitaba
tiempo para pensar.
Con todas las horas entre este lugar y las Vegas, tenía tiempo.
Lástima que mi cabeza se estaba partiendo con pensamientos de ella. En
como su piel se sentía, los genuinos lloriqueos de placer mientras se sonrojaba
tanto.
Quería más de eso.
Mi vuelo a Estados Unidos fue tranquilo. Tal vez tome demasiado, pero
¿realmente podía ser culpado? Todavía tenía mi ingenio, mi dinero para hacer el
viaje fluido. Había viajado bastantes veces con el pretexto de comprar equipo para
mi empresa minera, con la cubierta de no querer pagar honorarios de trasporte
internacional. Los hombres me ayudaron en el plan de vuelo, las zonas de
aterrizaje, estaban felices de tomar mis sobornos e ignorar cualquier otra actividad.
Era una buena cubierta, tan lejos como fueron.
Si ellos pensaban que estaba sobre las tasas de criminalidad menores, nunca
se molestaron en investigar más a fondo.
Ninguno de ellos podría pensar en comprobar la maleta grande con la que
volaba. Siempre con apuro, preguntándome si uno de esos hombres podría
descubrirme, si tenía que explicarles mi carga a la policía.
Si ellos hubieran abierto la maleta especial diseñada para que ellas pudieran
150
respirar y encontrado a la chica durmiendo adentro.
Y aún no lo hacían, pensé, sintiendo las sacudidas del aterrizaje. Nunca
atraparon a mi padre, nunca sospechaban de mí.
¿Por qué en está ocasión sería el fin de toda mi suerte?
El coche de alquiler me estaba esperando. Quité dinero extra en efectivo de
mi cartera para el piloto y su acompañante. —Estén por los alrededores. Podría
regresar antes de la media noche —Eso fue apenas después de las ocho.
Incluso con mi jet retrasado, estaba seguro que podía escapar con mi
premio.
Había hecho esto tantas veces.
Siempre encontraba a alguien.
En el Bellagio, me registré en mi habitación, tenía al botones con mi
equipaje. —¿Qué hay en la gran maleta? —preguntó, meciéndose sobre sus talones
en el ascensor. Él era una cosa delgada, con ojos alegres.
—Trajes —guiñé, permitiéndole rodar el carrito y descargar mis cosas en la
cama—. Me gusta portar trajes. Las damas lo aprecian.
—Apuesto eso —se rió—. Lo dejaré para que se prepare para ellas —
Despidiéndose alegremente, desapareció. Solo, hice justamente eso; avivado por
mi farsa.
Había una exactitud de mis acciones. Cabello lavado, barba cuidada, un
toque de perfume en mi cuello. Ajustando mi corbata y alisando mi traje, me miré
en el espejo del ascensor al casino. Esto era la rutina. Sólo haz lo que has hecho cada
vez.
Las chicas que buscaba eran específicas. Necesitaba que no tuvieran ningún
cabo suelto. Una vez que encontraba uno, el resto era simple. Excavar por
información, comprobar si tenían familia, amigos. Después, si ellas pasaban, me
abría paso entre sus pertenencias. Algunas mujeres poseían coches. Tenía que tener
cuidado buscando eso.
Le pagaba a alguien para recoger el coche una vez localizado, entonces lo
destruíamos en un local, tal vez eso pudo ser un problema. Excepto que mi padre
había asentado las bases para esta operación hace años. Tenía contactos, y ellos
siempre estaban dispuestos a responder mis llamadas y tomar mi dinero.
Todo el mundo amaba mi dinero.
Caminé por las filas de máquinas, mesas y multitudes. Era fácil fingir que 151
no estaba buscando un objetivo. Acercándome a un juego de blackjack 1, vi lo que
estaba buscando.
Ella era pequeña, con un vestido blanco dando un aspecto de inocente y
frágil. Eso era importante; las chicas tenían que desprender un aura de
nerviosismo. Mujeres seguras no faltaban en tu vida. Ellos necesitaban la falta de
confianza. De lo contrario, ¿qué les podrían ofrecer?
Luna había sido una bola de nervios cuando la había visto.
Deja de pensar en ella.
Respirando a través de mi nariz, me enfoqué en el frío cálculo de mis
negocios. Este era el trabajo, esto era lo que hacía. Encontrar chicas rotas y unirlas,
era todo en lo que creía. Bajo mis entrañas, estaba seguro que esto era lo correcto
que siempre había tenido la razón.
Sus ojos miel, sus mejillas con lágrimas, llenaron mi cabeza.
Para. No dejes que ella te invada.

1
Blackjack: es un juego de cartas, propio de los casinos, que consiste en obtener 21 puntos mediante
la suma de los valores de las cartas. Las cartas numéricas suman su valor, las figuras suman 10 y el as es un 11
o un 1, según como convenga al jugador (este tipo de jugadas con el As se llaman apuestas "suaves"). Si se
consigue 21 con sólo dos cartas, se gana automáticamente.
Moviéndome a una silla, me senté mirando a la mujer joven. También era
rubia. No.
Luna no era rubia ¡Mierda! Para o nunca podrás hacer esto. Levantando mi
mirada negra, observé deliberadamente a la chica. Su reacción fue evidente. Se
enderezo más, mirando de lado a lado.
El borde de mi sonrisa se levantó un poco. Asintiendo hacia la camarera,
agité mi mano para que ella se acercara. —¿Me podrías traer un whisky y a esta
hermosa chica un gin tonic? —Antes de que me respondiera, le deslice un billete
de cincuenta.
Vi la escena desarrollándose. Siempre seguía el mismo camino; las bebidas
llegaban, la rubia la bebía y en cinco minutos estaba de pie a mi lado. Se veía de la
misma edad que Luna, entre los veinte o un poco más. Sin duda Luna era más
original, con piel más pálida, y una buena figura, la mujer que tenía en Estonia
tenía curvas en los lugares correctos.
Si tenía que compararlas, yo....
—¿Qué? —pregunté viendo a la extraña mirándome con recelo.
—Tu nombre. Sólo quería saber quién eras. Soy Alice —Ella envolvió sus
mechones rizados.
152
Incluso su voz carecía de la misma energía. No sabía lo que estaba pasando.
Había sido tan bueno coqueteando. Años de práctica habían logrado que no
tuviera que hacer ningún esfuerzo por convencer a una chica hermosa de tomar
una copa y seguirme a la habitación.
Así que… ¿Por qué estaba dudando?
Alice—dijo Alice, estaba seguro. —¿Hola? ¿Me estás escuchando?
Me puse de pie, dejando mi bebida sin tocar. —No. Yo no —Había un fuego
frío en mi boca. Ella se quedó después de mí, confundida y disgustada. Por los dos,
yo me tenía bastante asco.
Soy un maldito idiota. ¿Cuán patético era? Incapaz de hacer por lo que había
venido. Ella estaba en mi memoria, mi sangre y mi oxígeno. Luna era un fantasma que
me perseguía incluso ahora.
El punto de venir aquí… ¿no era por ella? En cierto modo, lo sabía. Si pudiera
robarme a otra chica, una rubia de verdad, una Americana con ojos miel para
Minho… tal vez la tomara en vez de a Luna.
No podía decir lo que quería más.
No. Eso era una mentira horrible.
Lo que ansiaba estaba a miles de millas atrás en Estonia.
Mis zapatos me llevaron al Caesar Palace 2. Trataba de evitar ir a mis lugares
de caza tan pronto. Pero esta noche, no me importaba. Estaba en el casino, mirando
fijamente el lugar donde vi por primera vez a Luna.
El recuerdo de ella, me ponía ansioso precipitadamente, ponía a mi corazón
palpitante. Ella había huido de mí y eso humedeció mi apetito. Le había tomado
una copa entera para que se atreviera a caminar hacia mí. Tímida, torpe en su
coqueteo. Luna tenía un brillo de lujuria.
Demasiado rápido pensé en otra cosa. El día en que ella salió huyendo de mi
casa, se cortó el brazo por su prisa de escapar de mí. No. Dijo que no de mí. Ella fue
un desastre y la llevé a través de la lluvia, dejándola en mi sofá empapada de
barro.
No me importó.
Presionando los dedos en mi frente, cerré los ojos con fuerza. Aquél día no
era un agradable recuerdo. Había sido una bola de nervios, paseándome cuando el
Dr. Helen la levanto. Había sido un accidente sobre la salud de Luna y ahora
estaba preocupado por cómo me había comportado. Me quedé a su lado mientras 153
dormía. Con mis dedos flexionados en mi cadera. Y ella apretó mi mano para más
comodidad.
Luna me había convertido en un tembloroso hombre patético.
Sólo había otra mujer por la cual era un lío de emociones. Otra persona con
la cual me había sentado a su lado mientras ella se consumía, no dispuesta a seguir
viviendo.
Pero lo que le había pasado a mamá no era mi culpa.
Lo que le había pasado a Luna sí lo era.
No pienses en ella. Cualquiera de ellas dos. Sólo—¡Mierda! Apretando los
dientes, fui por el casino. No tenía ningún plan. Nunca había estado sin ningún
plan.
Quería mantenerla. Es por eso que había venido. Luna se había tallado en
mi alma y para bien o mal, no veía ninguna manera de eliminarla. La forma en que
besaba, se retorcía debajo de mí, la chica estaba hecha para corromper.

2
Caesar Palace: Es un hotel y casino ubicado en Las Vegas Strip, Nevada, Estados Unidos.
Fue inaugurado el 5 de agosto de1966.
¿Quién era mejor para darle ese regalo que yo?
Y la había vendido a Minho. Le había dicho a Luna que no había manera de
salir de mi contrato. Yo había estado de acuerdo, ya que mi padre había puesto los
acuerdos, los términos de venta desde hace décadas. Pero ¿qué se perdía en tratar de
intentarlo y ofrecer algo más?
Agarrando mi teléfono, me apresuré hacia mi habitación.
No era una llamada por la cual estaba emocionado.
Pero tenía que hacerlo.
Tenía que intentar.
El sonido se ahogó a su fin. —Hola, Mr. Vetrov.
—Minho. Espero que te encuentres bien.
—Eso depende de la razón de tu llamada durante mi desayuno —La
diferencia entre la zona horaria de las Vegas a Rusia no era ideal.
Como un animal enjaulado me paseé por mi habitación. —Voy a ser franco.
Hay un pequeño problema con tu novia.
Minho hizo una pausa en la línea. —Un problema. 154
—Me temo que la chica no es adecuada para ti. Ella es… bueno. Orgullosa.
—No pudiste romperla —Aquello fue una crujiente, precisa, observación—.
El gran Jisung Vetrov, incapaz de domesticar a una simple chica americana.
Hirviendo con ira, sostuve mi tono uniforme. —No puedo afirmar lo
contrario.
—Y ¿Es por eso que me llamas?
—Nunca había tenido que ofrecer esto antes —Le eché un vistazo a mi
corbata, sentí el material sedoso una y otra vez—. Pero no puedo entregar a una
chica que no se adapte a sus necesidades. Te voy a dar un reembolso completo,
Minho. Cada pequeña fracción es tuya.
La línea crujió con el repentino estallido de risa. —¡Estás bromeando! Jisung,
¿por qué iba a querer mi dinero de regreso? No necesito el dinero. Necesito a la
mujer que he estado esperando.
Quebradiza desesperación inundó mi garganta. —Otra chica, entonces.
Puedo conseguirte a una más apropiada, otra rubia americana. Minho, déjame…
—Creo que no me has escuchado —Me cortó, con un sordo ruido como una
amenaza silenciosa—. En primer lugar, intentas entregarme la chica más temprano.
Ese día se revuelve en mi estómago. Luna, la tentadora me hizo
cuestionarme a mí mismo. Después de ver a Marat con ella, sentí las garras de la
envidia crecer en mi entrañas, luche cuando estaba cerca de ella. Cada segundo era
una agonía; me había puesto ebrio sólo para sacarla de mis pensamientos.
Y no había funcionado.
La vergüenza de tropezar con ella, en estado de ebriedad y hecho un lío, me
había hecho querer levantar una pared. Y entonces cuando intenté regresarla a su
formación, conociendo el poco tiempo… en el momento que ella envolvió sus
labios en mi pene, me miró a los ojos, deseé que se largara de mi vida.
Era el único modo de ser libre del deseo.
—Después —él continua, cortando mis pensamientos—, intentas devolverme
la factura. Ahora, me estas ofreciendo un cebo e intercambio. He estado esperando
por esa chica, Jisung. ¿Sabes lo que he estado esperando? Nada.
Mi boca se estaba retorciendo mientras echaba humo. Era bueno que no
pudiera verme.
—Entonces no aceptas un reembolso o una nueva chica. ¿Es lo que estás
diciendo?
155
—Incluso si mi futura esposa no está domesticada, me reúso a comerciarla
por algo más o alguien más. Si tienes la razón y no está lista, no estaré sorprendido
por los resultados —Él suspiró, pero faltaba algo genuino—. Aquello sólo significa
que aprenderá a comportarse bajo mi tutela. Así es la vida. Nos vemos en cuatro
días, Jisung.
La llamada se convirtió en un ruido blanco. Sin pensarlo lancé el teléfono a
la cama; desapareciendo por las almohadas, salvado de romperse.
Colapsando en el colchón, sostuve mi cabeza entre mis manos.
Cuatro días.
Ahora sólo tenía cuatro días.
Uno de ellos se perdería en viajar.
En este hotel, sentí a mis demonios estrangulando mi corazón y mi cabeza.
No era el tipo que negaba las cosas. Así mismo no era el tipo que quería algo que
no podía tener.
Pero quería a Luna.
Minho lo hizo así.
En esta batalla, ¿quién realmente podría ganar?
Cualquier cosa que pasara a partir de aquí… los resultados cambiarían todo para
mí.
Esa noche volví a mi jet. Nunca volvía con las manos vacías de un viaje. La
maleta grande estaba perfectamente vacía de un premio a comerciar, era pesada
como una lápida.

156
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

Nunca había pasado tanto tiempo en el baño.


Podría haber sido divertido. Tal vez alguien desde allá arriba se estaba
riendo de mi situación. Yo, sin embargo, estaba ocupada preocupándome por lo
que estaba pasando fuera de estas paredes.
Él había estado fuera casi por dos días. Me sentía atrapada en un ciclo,
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cambiando entre ser obligada a ver a Jisung y después a negarme su compañía.
¿Cuál es la razón de que se fuera? Cuando las distintas mujeres vinieron a traerme
comida, nunca respondieron a mis preguntas. Evitaban mis ojos, ponían mi
comida en platos de papel y se iban.
Era curioso que no me dieran utensilios, nada afilado. Si hubiera querido
hacerme daño a mí misma, podría haberme ahogado en la bañera. Podría haber
roto el espejo, amenazarlas con las navajas de afeitar que Jisung dejo por ahí en sus
gabinetes.
Ya había acabado con esas ideas.
Si había una oportunidad de dar forma a mi futuro para estar con Jisung, no
importaba lo improbable o lo jodido que era mi deseo, no estaba dispuesta a correr
el riesgo de morir por el momento.
Las tijeras eran lo que más me tentaban.
Las tijeras que estaban en su armario. Ellas brillaban, rogándome para que
cortara la correa y me pudiera liberar.
Pero no podía hacerlo.
Cualquier oportunidad de quedarme con Jisung sería desperdiciada si lo
traicionaba de nuevo. Ignorando las herramientas, me senté en el azulejo y conté
los minutos. Observando cada grieta en el techo, les di forma de animales. Sólo
tenía que mantener a mi mente distraída lo mejor que pudiera.
Con mi oído en el suelo, los ecos de la casa se movían a través de las
tuberías, el estruendo era diferente. Me senté tan rápido que mi cabeza nadó. ¿Esa
era la puerta de entrada? De pie, pateando los platos de papel, me moví hacia la
puerta.
Él entró, con el cabello revuelto y los ojos agotados. Por un instante nos
miramos el uno al otro, mi boca estaba abierta, la suya era tumba.
—Leon… —Nunca terminé. Ese beso cubrió mis labios, hubo dedos en mi
cabello, en mi garganta, explorándome como si hubiera estado ausente durante
meses. Por cada roce de su boca, había un poco de colmillos maliciosos. Con
estrellas en mi cerebro, no sabía si eso era un castigo o era una recompensa.
¿Incluso Jisung lo sabía?
Juntando nuestras sienes, me obligo a apartarme. Respiró como si hubiera
corrido por millas.
—¿Sabes lo que estás haciendo? —Su visión estaba llena de rabia.
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—Yo… ¿haciendo qué? Ahora, ¿qué ha pasado?
Sus dientes quedaron al descubierto. —Rompiéndome, ¡Cambiando quien
soy! —Mirando fijamente, busqué la razón. Nunca me respondió, me empujó
contra la pared del baño—. Me has arruinado, Luna. Estoy arruinado. Todo lo que
hiciste… me hizo jodidamente sentir, no puedo soportarlo más.
Alejándome, levanté mis manos para protegerme. —Yo no lo hice… ¿por
qué no puedes hacer algo más?
Guiando mi frente hacia la suya, sentí como estaba hirviendo. —La única
cosa que sabía hacer. Seducir a las mujeres, atraparlas y transformarlas. No
puedo… no pude —Estábamos tan cerca que vi los vellos en su mandíbula—. Todo
por tu culpa. —Escupió las palabras como semillas podridas.
Requirió esfuerzo, pero lo miré a los ojos. —¿A dónde diablos has ido?
Exhaló fuertemente, el aire golpeó mi mejilla. —A las Vegas.
Las Vegas. —Fuiste a encontrar a otra chica —Dios, mi corazón se estaba
ahogando—. ¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso? —Para remplazarme, pero dijo que no me
quería. No ME quería. Yo…
Mierda. Me estaba besando otra vez, estaba tan cerca de sacarme sangre con
su agresividad. Sobre mi propio jadeo, leí sus labios y lo vi hablar. —Así podría
mantenerte.
Jisung me quería. Mis piernas se sentían tan distantes. En realidad él me quería.
El nudo de alegría fue confuso por mi culpa. —No. No puedes cambiar a otra chica
por mí. No podría soportar esa culpa.
—No voy hacerlo —Envolvió mi cabello en su agarré, empujando su nariz
en mi cuello—. ¿No me oyes? No pude. Por primera vez, cuando lo intente, sólo no
pude —Su cuerpo estaba temblando con fervor. Me aterrorizaba y sin embargo
quería consolarlo tan duro—. Luna, de alguna manera te incrustaste en mi cerebro.
Me tomó un ligero movimiento, pero me incliné para besar su sien. —
Bienvenido a mi mundo.
Mi deformado maldito mundo.
Tensándose a mi alrededor, Jisung agarró mi muñeca. El candado tintineó
cuando golpeó el suelo. —Me gusta tenerte atada. Me alegra que te quedarás aquí
mientras no estaba —mi vientre se sentía confuso—. Pero en este momento, no
quiero estar en el maldito frío del baño.
Abrí mis dedos en su mejilla, poniéndome de pie para besarlo. —Si no me
159
hubieras atado, aún me hubiera quedado aquí —Mirando su cara curiosa, luche
por mantener mi tono de voz—. Aquello hubiera sido mi maldita decisión para
hacerlo.
Mi libertad de obedecer.
Agarrando su antebrazo, lo empujé a la cama.
Al principio, obedeció. Acostándose, dejándome que me pusiera a
horcajadas. Permitiendo que quitará cada botón de su chaqueta, camisa, hasta que
estaba debajo de mí en nada más que sus pantalones y cinturón.
Deslizándome bajo su torso, probé entre las ranuras de sus músculos.
Jisung gimió, el ruido me animó. Dedos bajaron su bragueta, revelando los
boxers. Tuve que frotar mi mejilla sobre su erección escondida.
Eso fue suficiente para él.
Gruñendo, me rodó. Presionando sobre mi vientre, hice un suave sonido en
las mantas. Ese fue el final de los sonidos suaves.
Rasgo mi ropa interior bajándola entre mis muslos. Dientes se conectaron en
mi omóplato, su lengua suavizó dónde ardía por el dolor. Mi cara estaba atrapada
entre sus pulmones y la cama, mejorando cada pequeña cosa que hizo.
Me besó en la siente, se arrastró hacia debajo de mí como un árbol. No tuve
ninguna advertencia, sus palmas extendieron mi culo y sostuvieron mis caderas
hacia arriba. Él me había comido en Las Vegas, era un recuerdo que aún convertía
mi interior en miel.
Pero esto era diferente.
La posición era más allá de íntima, su nariz y boca se enterraron en mi coño.
Brazos me mantuvieron quieta, sosteniendo mis piernas, así que sólo me podía
menear y jadear. Arañé las sabanas y grite.
¿Cómo podría cualquier cosa en el mundo ser mejor que esto?
Jisung se sentó, susurrando algo que no podía oír. Era ronco, lleno de la
misma necesidad que controlaba mis sentidos. Mirando hacia atrás, observé su
pene, su puño lo bombeaba para prepararlo. Entonces se empujó dentro,
estirándome mientras se movía.
Habíamos follado juntos antes. Él le había hecho tantas cosas a mi cuerpo y
mente. Pero esta era la primera vez que tuvimos sexo, sabiendo lo mucho que nos
160
ansiábamos el uno al otro.
Me quería mantener.
Aquello era un afrodisiaco.
Cada empuje creo colores detrás de mis ojos. Estaba mareada y conectada a
la tierra al mismo tiempo, asombrada que tuviera la fuerza para recibir sus
sacudidas.
Los susurros bajos en mí se hicieron más fuertes. Pronto aquello era una
orquesta y yo estaba tocando cada parte. Chillando, apreté los dientes en la
almohada, me apreté a su alrededor mientras llegué. mi calor lo animó,
inclinándose más, uniéndose a mis caderas y empujando con más fuerza.
El sonido de la carne chocando se hizo eco en la habitación. Gruñendo como
un animal, Jisung puso sus palmas en la parte trasera de mi cuello. Sus dedos
temblaban, pareciendo luchar sobre asfixiarme o no. Antes de que pudiera
decidirse, se quedó sin aliento.
En el interior sentí que se hinchó. El espesor de su orgasmo me sorprendió,
me dejo nadando mentalmente en mantequilla y azúcar. Me quedé debajo de él,
contenta de escuchar su respiración y sentirlo enterrado en mis entrañas,
palpitando.
Cuando finalmente rodé, Jisung se deslizo hacia afuera, había fluidos en las
sábanas. Los dos lo vimos y aunque me sonrojé bastante, Jisung me dio una sonrisa
suave.
Una vez pensé que esa sonrisa era
horrible. Pero ya no más.
**
Aquella comodidad extraña, se enredó junto con él en las sábanas. Sin
cerraduras, sin cadenas, sin amenazas para que me comportará. Era inquietante en
cierto modo. Actuando como una pareja normal que podía acurrucarse después
del sexo rudo.
Incluso en el acto de hacer el amor, Jisung camino entre la línea de la
seducción y el peligro.
Permitiéndole acercarse a mí mientras yo entraba a la jaula de un tigre.
La emoción totalmente valía la pena.
Junto a mí, él estaba mirando el techo. Su murmullo era gutural, la canción
161
que había escuchado de él antes. Pasando un dedo por su yugular, disfrutaba de
como vibraba, me senté.
—Te he oído cantarla un par de veces. ¿Qué es?
Me miro, considerando algo que no podía entender. —Sólo algo que las
madres cantan a sus hijos.
—Así que ella te la cantó.
—Sí. —Apoyándose en las almohadas, su mirada se fue muy lejos—.
Cuando era pequeño. Siempre antes de irme a la cama.
Recordando cómo tarareó mientras me bañaba, fruncí los labios. —Y cuando
te lesionaste. —Su mirada estaba helada; me mordí la mejilla—. Perdón. Yo, es que
me cantaste cuando estaba en la bañera—. Después de ese masaje, mi castigo.
Jisung cerró los parpados. —Pensé que estabas dormida.
—Lo estaba. Me desperté.
La tranquilidad rodó, pasando de lo cómodo a lo tenso. Sospeché que tenía
la oportunidad. Para empujarlo, para encontrar respuestas de su familia. Si no lo
hacía ahora, el momento no podría surgir de nuevo. —Tu papá —susurré—. Esta
muerto —Jisung no reaccionó—. Tu mamá… ¿qué paso con ella?
Su pecho se hinchó; el aire fluía de su nariz. —Al igual que tus padres, los
míos están muertos.
Fue surrealista, acostada allí y sentir el dolor de este hombre. Su mirada era
demasiado, pensé que mentalmente me fracturaba. No debería de preocuparme por
él, ¿cómo él iba a merecer compasión? Y sin embargo, lo hice. Malditamente lo
hice. —La mía murió hace nos cuatro años atrás, en un horrible incendio. ¿Puedo
preguntar cómo lo hizo la tuya?
—¿Quieres unir nuestras tragedias? —bromeó, entreabriendo un ojo para
mirarme.
Era difícil mantenerme constante. —¿Es sorprendente que me importe?
Su risa carecía de empatía. —¿Sinceramente? Sí. Una mujer que estaba
dispuesta a cortarse para salir corriendo de lo que se le ofrecía…
—Basta —apreté mis puños en su pecho—. Dije que corrí de Minho, no de ti.
Quiero quedarme contigo.
—Yo te hice sentir eso. Enredarte la cabeza, Luna. 162
—Y tú admitiste que también estabas torcido por mí. —No había nada
alegre en mi voz—. Así que estamos igualmente de jodidos. No estoy jugando,
quiero saber acerca de tus padres.
Jisung puso sus dedos sobre los míos. —¿De verdad piensas que no estás
pretendiendo?
—No —Mi cuerpo se acercó más al suyo en la cama—. No más. —No con él.
No necesito ser otra persona con Jisung.
Mis sentimientos no estaban fingiendo.
Sus labios se estiraron con una sonrisa incómoda. Jisung miró la pared de
fondo, mientras hablaba. —Mi padre murió de cáncer de estómago. Hace seis años.
No hubo nada dramático con ello, nunca se lo dijo a nadie hasta que era demasiado
tarde. Él era… un hombre orgulloso.
De tal palo, tal astilla, pensé cínicamente.
—Yo lo había ayudado desde que era pequeño. Desde el principio, crecía en
su causa. Como unió a familias, creando parejas perfectamente felices y hogares.
Tristemente, me contuve de hablar.
Reconoció mi repugnancia. —Sí, lo sé. No estás de acuerdo. Créeme, tenía
un hogar lleno de amor aquí, ¿cómo podía cuestionar las palabras que mi padre
dijo, cuando yo era una prueba viviente de ello?
Mi cabeza estaba temblando. —¿Una prueba?
—Al igual que tú, mi mamá era una chica americana.
La noticia hizo sentarme, sorprendida bajo su expresión impasible. —¿Qué?
—Si eso es cierto, entonces… —. ¡Tu padre la secuestró!
Inclinando la cabeza, Jisung suspiró. —No es tan impresionante. Mi padre
era de Moscú, tenía un gusto por lo exótico. Había estado emparejando a mujeres
con hombres en esta ciudad al igual que su propio padre. A medida que envejecía
comenzó a expandirse a otros lugares. Él la encontró en la callé, la convenció para
regresar con él.
No podía dejar de temblar. —Eso no es lo mismo que secuestro, bien, pero
aun así…
—¿Acaso importa? —Parecía agotado—. Es todo lo que sé de la mujer que
me crió. Nací en Rusia o Estonia. Mi mamá me dio a luz en los establos. Hemos
venido aquí a este pequeño pueblo en Estonia cuando tenía seis años.
163
Juntando las piezas en su vida me daba una mejor imagen. —¿Es la razón
por la cual me diste dolor cuando te dije que eras de Rusia?
—Sólo soy mitad ruso.
Sorprendentemente, no rodé los ojos. —Detalles. Así que ¿tu padre
realmente permitió que crecieras aquí, mientras traía a mujeres para transformarlas
en esposas perfectas? ¿Qué dijo tu mamá acerca de eso?
—¿Por qué iba a importarle? Ella amaba a mi padre, me amaba a mí. Lo
apoyó como una buena esposa debe.
La ira ardía dentro de mí. —No… eso es horrible.
Estudiándome, se mordió la lengua hasta que me calme. —Un perfecto
hogar donde mi madre siempre estaba aquí, siempre ayudándome. Ella cocinaba,
limpiaba, cuidaba y jugaba conmigo. Qué pasa contigo, ¿Qué hicieron tus padres
por ti? ¿Fuiste feliz, apoyada en tu hogar?
Desconcertada, traté de deslizar mi mano de la suya; él la sostuvo con
fuerza. —No es lo mismo. Mis padres estaban ocupados, y… —Ellos me culpaban de
crecer. No podía decirlo. Tampoco podía discutir con él. Desesperada por cambiar
de tema, me aclaré la garganta—. Tu padre murió de cáncer, entonces tu mamá,
¿Qué pasó con ella?
—Seis meses después que mi padre.
Parpadeé. —Demasiado pronto. ¿De qué?
Rodó sobre su lado, empujándome lejos. Después de que él fue tan
necesitado, su frialdad era desconcertante. —¿Creerías que de un corazón roto?
Agarrando mi pecho, sentí mi propio latido. —Oh Dios. Lo siento mucho.
—Ella simplemente… se desvaneció —susurró—. No importaba lo que
hiciera, a ella no le importaba. Incluso no estoy seguro que pudiera verme al final
—Su risa era inquietante—. ¿Verdadero amor, no? ¿Qué otra cosa podría conducir
a una persona a no querer vivir más, incluso si su hijo esta malditamente jodido
por lo mismo?
Escalofríos recorrieron mi espalda. Eso no era amor. Y de repente, comprendí
la cicatriz de dónde él venía. La parte que él no le encontró sentido, cuando luché
por libertad, por elección.
Pensaba que su mamá eligió morir.
Uno de sus padres, se hundió en el olvido en lugar de encontrar consuelo en
su propio hijo.
El dolor en mi pecho era como una daga curvada. Si yo me sentía tan mal, 164
no podía imaginar lo que Jisung sufría. Ignorando la forma en que se estremeció,
envolví un brazo alrededor de su cintura.
Mis labios rozaron su oreja, olí su cabello mientras hablaba. —Es difícil de
decirlo. Pero yo… yo no sé si tu mamá estaba enamorada de tu papá —Debajo de
mí su cuerpo se convirtió en una roca—. Ninguna madre podría elegir la muerte
sobre su hijo si ella es racional, si aquello era amor —Chupe mi labio inferior
buscando el coraje—. Jisung creo que tu mamá… creo que ella estaba obsesionada.
—Obsesionada —repitió.
Lo abracé con más fuerza. —¡Por favor no te enfades conmigo! —No me
golpees, no me hagas daño por esto. Necesitaba decirle. Todo lo que quería era tratar
de darle sentido al terrible recuerdo que tenía—. No sé si porque ella sabía algo
más, o si estaba rota antes, pero si tu padre le hizo lo mismo que tú a mí, tal vez
ella estaba destrozada. Tal vez ella tenía lavado el cerebro. Entonces, incluso si ella
se encargó de ti, con tu padre muerto, ella no sabía qué más hacer.
No dijo nada. Tendida allí, sólo sentía su pulso, esperando nerviosamente a
que dijera una sola palabra. Rodando hacia mí, la boca de Jisung estaba a una
pulgada de la mía, la suya estaba en forma de mueca.
—Dime, Luna. Si mi padre le lavó el cerebro a mi mamá, si eso no era
amor… ¿entonces tú estás bajo el mismo hechizo?
No podía alejarme de sus ojos implorantes. Mi respuesta fue honesta.
—Realmente no lo sé. ¿Está mal que quiera descubrirlo?
Buscando en mis profundidades miel, buscando la verdad de mis palabras,
Jisung me beso con una ternura para parejas más inocentes que nosotros. Más
merecedoras que nosotros. —Incluso si lo es, quiero que te quedes.
Un escalofrío bajó a mis tobillos. —Entonces déjame quedarme. No me
envíes a Minho.
—Estúpida —suspiró, ahuecando con la palma la parte trasera de mi cabeza
—. ¿No es obvio que ya no lo planeo más?
—Oh Dios, ¡malditamente gracias Dios! —Las emociones sacudieron mi
centro; le di un beso tosco, calentando su suave gruñido—. ¿Entonces ya acabó,
verdad? —La noticia me hizo sonreír tanto que dolía.
Me dejó sonreír, pero fue un movimiento nostálgico. —Desearía que fuera
tan simple. Le ofrecí dinero, otra chica, incluso si he fallado obteniendo una. Luna,
el hombre quiere la única cosa que yo quiero. 165
Yo. Él me quería. No podía disfrutar de la revelación. —Espera, entonces,
¿qué pasará ahora? ¿Qué vamos hacer?
Jisung en realidad parecía dolido. —He estado pensando en eso desde que
llegué en el avión. Minho viene en tres días. Sin dudar, vendrá por ti.
—Entonces escapemos.
Sonriendo con incredulidad, se rió abiertamente ante mi idea. —No lo
entiendes. Minho es como yo, un hombre con poder y dinero. Si él quiere algo, se
asegura de conseguirlo. Escapar retrasaría el proceso, nos encontraría con el
tiempo.
Removiéndome en la cama, agarré una almohada y la estrangulé. —
Entonces… qué más.
En mis manos la tela era maravillosamente flexible. Me imaginé que era la
garganta de Minho, al instante me sentí horrible.
Jisung se acercó y se sentó a mi lado. —Matarlo, ¿qué más puede ser?
—No puedo imaginarlo, planear asesinar a alguien de verdad —cerré los
ojos y luche contra una ola de enfermedad—. Quiero matarlo. Lo odio, ¡es horrible!
Pero desear verlo muerto y conspirar para hacerlo en realidad no es lo mismo.
Envolviendo mi cintura, puso su barbilla en mi hombro. —Ah, mi pobre
niña sensible. Derramar sangre puede ser demasiado para ti. Pero no te estoy
diciendo que harás el trabajo. —Besando detrás de mi oreja, él me dio un
hormigueo agradable y nauseas temerosas al mismo tiempo—. Yo, sin embargo,
estaría feliz de volarle los sesos.
El interior de mi boca estaba reseco. —¿Eso es todo, entonces? ¿Es así como
tiene que ser? —Sangre en mis manos, incluso si él lo hacía, sigue siendo jodida sangre.
El rastrojo de barba de Jisung raspó en mi mejilla. —Si tiene que ser de esa
manera, sí. Voy a hacer lo que necesite para mantenerte a mi lado. Luna, después
de todo, estoy tan obsesionado como para cambiar de opinión. No me gustan los
riesgos. Si Minho aparece, educadamente le voy a decir que jodidamente se
largue
—sus labios ardían.
—Y si se niega, si me da una pequeña pista de algo tonto —Tocando mi
corazón, él podía sentir mis latidos—. Lo voy a matar y acabar con ello.
No hubo duda en su sinceridad.
—Vamos a tener un poco de tiempo para prepararnos —murmuró.
—Tres días. —Cuando lo dije, se sentía como el único tiempo hasta el final
166
del mundo.
Girando mi barbilla, él sonrió con placer. —Tres días.
A partir de entonces, eso era una sentencia de muerte.
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Nuwa Loss

La cama era cálida con los brazos de él manteniéndome a salvo. Nos


habíamos acostado de esa manera y yo había despertado en la misma posición. Si
me pudiera quedar allí, lo hubiera hecho.
Pero tenía sed.
Quitando sus manos de mí, ignoré el murmullo en desacuerdo, me deslicé
hasta el suelo. En el pasillo la luz gris era fantasmal sólo levantándose antes del
amanecer para dar la suficiente visión. Las frías baldosas se encontraron con mis
pies descalzos, animándome a terminar mi tarea y regresar al lado de Jisung.
167
Quiero correr hacia él. No de él, no más. Era gracioso y patético y no…
Ni siquiera me importaba.
Jisung me había robado y después de luchar contra él, contra la forma en
que quería “casarme”, el hombre me quería mantener. En las Vegas, me pregunté
hacia dónde iba.
No tenía nada, ninguna cama para poner mi cabeza o un techo. Que el mundo
me juzgue y me llame enferma. Mis dedos se retorcieron en el borde del lavado.
Finalmente sentía a dónde pertenecía.
Bebiendo del vaso, me giré para entrar pasillo. Iba hacia las escaleras antes
de que viera las luces. Las cosas no eran normales, ellas iluminaron las paredes,
deslizándose lejos como algo con vida.
Había pasado algún tiempo desde que me acerqué a la parte delantera de la
casa. Apretando el vaso, me arrastré hasta que vi las puertas delanteras. Muy lejos,
miré por las ventanas, miré el sol, miré mi libertad.
Entonces miré los faros; coches, retumbando por el camino.
La confusión hervía con inquietud. Inclinándome sobre el cristal, observé, la
ventana que se había roto fue sustituida, entrecerré los ojos para ver quién había
llegado. Era muy temprano, ni siquiera las cinco, ¿quién sería…?
¿Marat? Esa cara era imposible de olvidar. El otro hombre era un desconocido; con
el pelo rojizo, piel clara y ojos que no contenían alguna alegría. No podía ser. Fue
difícil no dejar caer el vaso de agua. Nunca lo había visto antes. Pero…pero, ¿quién más
podría ser?
El terror me hizo rápida. Estaba gritando con pánico antes de llegar a su
habitación.
—¡Jisung! ¡Jisung, despierta! ¡Alguien está aquí!
En realidad él ya estaba sentado, tenía su cara arrugada en cautela. Empezó
a hablar; abajo, el sonido de cristales rotos y golpes en la madera lo ahogaron.
Jisung voló, ignorándome mientras él comenzó a lanzar ropa. Girando
en el lugar, un conjunto de dedos se clavaron en mi boca—. Oh Dios, es él. Es él.
Jisung, háblame, ¡dime que hacer!
Desde debajo de la cama, deslizó una pistola—. Cálmate. Tengo que estar
listo.
Había dormido en nada más que seda. Me sentí expuesta ante la visión del
arma, que quedé muy quieta—. ¿Siempre estuvo abajo?
Alejándose, se deslizó en su chaqueta, sacando su teléfono. Estaba
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marcando, susurrando en ruso. No tenía idea de a quién estaba llamando. Yo sólo,
no sabía qué hacer—. Tres días —le dije al aire—. Pensé que teníamos tres días.
Jisung comprobó su arma—. Yo también.
Gritos vinieron desde abajo, crujientes y carentes de cualquier cosa—. ¡Sr.
Vetrov! ¡Tienes invitados, ven a saludarnos!
Agarrando el frente de mi ropa, quería algo que me escondiera mejor.
Jisung me lanzó una mirada, se acercó apresuradamente. Agarró el vaso de agua
de mi agarré, lo puso en la mesita de noche. Sabía que iba a besarme. Fue
demasiado breve, quería que nunca se detuviera. ¿Por qué simplemente no nos
alojamos en nuestra burbuja?
Asintió con la cabeza hacia el pasillo—. Vamos, Luna. Vamos a ver a
nuestros huéspedes.
No quería. Pero tampoco quería estar sola. Él tenía un arma, yo no tenía
nada. No fue una sorpresa que lo seguí, escondiéndome detrás de su espalda
ancha mientras nos movíamos por las escaleras.
Los dos hombres nos esperaban en la sala principal. Las puertas habían sido
rotas, el viento fresco se burló de mis piernas desnudas. Con Marat, y el hombre
que sospechaba fuertemente que era Minho, mirándome, mi fuerza simplemente se
evaporó.
Ambos tenían armas a juego, ambas eran más grandes que la que Jisung
llevaba. Sus sonrisas eran más grandes, también—. Es bueno verte tan pronto —
Marat rió entre dientes.
—Marat —Jisung apenas movió su barbilla. Sus ojos negros de deslizaron al
hombre de pie quien estaba quieto con gracia casual—. Minho. ¿A qué debo esta
llamada tan temprano por la mañana?
Minho. Mi instinto me lo había dicho, pero el conocimiento me dejo sin
aliento. No lucía como lo había imaginado. Si me aventuraba a una conjetura, él
tenía la misma edad, o cerca que la de Jisung. Y mientras había apreciado la
intensidad de la mirada de Jisung, este hombre… ¿cómo podía lucir tan normal?
Nivelando el cañón de su arma al hombre que amaba, Minho se encogió de
hombros—. Vine por mi esposa.
—Te esperaba en tres días.
Minho sonrió pacientemente—. Después de la última llamada, tenía
ansiedad.
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—Y rompiste mi puerta delantera.
—Como te dije. Ansioso.
Sentí la tensión de Jisung. Salía de él en oleadas. Todo rabia y adrenalina en
la habitación estaba obligando al sudor a deslizarse en la parte posterior de mis
rodillas.
La mirada gris de Minho se fijó en mí—. Ahí está ella. Luna, las fotos no te
hacen justicia —Traté de ponerme detrás de Jisung pero la voz de Minho me paró
—. No te muevas. Marat, mantén tu arma sobre él.
—Lo tengo. —Para hacer un punto, bromeó con el dedo sobre el gatillo.
—¿Esto es realmente necesario? —gruñó Jisung, sin soltar el agarré de su
arma—. Entrar a mi casa de esta manera, amenazar mi vida, tanto…
—Si mi conjetura es correcta —espetó Minho—. Entonces nunca me ibas a
entregar a Luna. Marat me advirtió que algo estaba pasando después de que te
visitó. Entre eso y tus llamadas frenéticas, me llamó la atención, Sr. Vetrov. Bueno.
Sólo estoy tomando precauciones.
Después apuntó el arma hacía mí. Me imaginé una bala perforando mi
cuerpo, palidecí ante la idea. Esto es todo. Perdimos. Minho me estaba llevando lejos.
Él hizo una seña—. Luna, ven aquí.
Mi pie comenzó a deslizarse hacia atrás. No tenía ningún plan, pero mi
instinto sí, los dedos de Jisung sobre mi hombro me detuvieron—. No —dijo en
voz baja. Girándome hacia él, vi como bajo su arma—. No hay razón para
derramar sangre.
Marat resopló, detrás de su objetivo—. Hombre inteligente.
Muy lentamente, Jisung se quitó su chaqueta—. Toma esto —me dijo—. Te
vas a congelar afuera si sales vestida así —Sus ojos saltaron a los otros hombres,
desafiándolos a detenerlo de ofrecerme su ropa.
Se sentía como un regalo de despedida. ¿Era un regalo de despedida? Estaba
entumecida, le permití deslizar el material oscuro sobre mis hombros. Él se inclinó,
tiro del cuello y me bañó con su olor—. Esto te va mantener a salvo
Las palabras eran casi invisibles.
Jisung me empujó hacia adelante con fuerza—. Tómala. Has llevado esto
muy lejos, Minho.
No. mi corazón se contrajo, lucho para deslizarse a través de mi cuerpo.
Minho cerró la brecha, me tiró contra él. Estaba agradecida por la chaqueta, me 170
protegía de tener que tocarlo más de lo necesario—. Si no hubieras estado a punto
de renegar de nuestro trato, no habríamos terminado de esta manera.
Jisung tenía una mano en el aire, con los dedos extendidos. En la otra tenía
el arma apuntando inútilmente al suelo. Había una máscara en él otra vez,
escondiéndose de todos en la habitación.
Incluso, escondiéndose de mí.
Esto realmente acabó. El nudo en mi garganta fue doloroso, no lo
suficientemente grande para estrangularme. Quería que creciera. Jisung no me
estaba manteniendo. Me estaba entregando. No estaba luchando.
¿No me había dicho que mataría a este hombre?
¿Todo aquello era una mentira?
Dedos tocaron mi mejilla. Me encogí lejos de Minho, la ira disolviendo mi
debilidad, mi inducido miedo. Jisung no me va a entregar. No seas estúpida. ¡Las
armas! Pase mi mirada sobre la escena, vi con detalle el alto contraste. Si él trataba
de hacer cualquier cosa, ¡ellos le iban a disparar!
Minho estaba hablando. No podía escucharlo. Él tenía la mano libre debajo
de la chaqueta, rozando mi cadera. Temblando, trate de desvanecerme. Enterrando
las manos en los bolsillos, me imaginé desvanecerme hasta que era capaz de llegar
adentro y…
Algo duro golpeó mis nudillos. Suavizando mi cara, encontré mi pulgar
sobre la fuerte curva del cuchillo. Sabía cuál navaja era. Jisung había cortado
muchas cosas de mi cuerpo con ella. La había puesto en mi piel, preguntándome si
tenía miedo de él.
Tengo miedo de perderlo. Agarrando el asa mi sangre dio a toda marcha. Dijo
que esto me iba a mantener a salvo.
Ahora sabía lo que él quería decir.
—Si tratas de seguirnos—¡Ahhh! ¡MIERDA! —Minho gritó, dolido mientras
se sorprendió. Mi brazo se flexionó, excavando la hoja en la parte superior de su
muslo tan fuerte como pude. Quería hacer una elección. Nadie me quitaría eso.
Nadie.
El sonido fue ensordecedor; un arma de fuego había disparado. La reacción
se hizo cargo, dejé el cuchillo irse y me zambullí al suelo. ¿¡Me dispararon!? ¿Quién
fue el qué…?
Marat rugió como un animal moribundo. 171
Girando en manos y rodillas, me quedé mirando la escena delante de mí.
Jisung sostenía su pistola, con el humo flotando, el polvo hizo escozor en mi nariz.
La máscara se había ido. Verdaderamente ido.
No reconocí al hombre frente a mí.
Su pie pateó a Marat lejos; él se deslizó, dejando una mancha de sangre en la
habitación. Ignorando al hombre arrugado mientras sollozaba, Jisung apuntó su
pistola sobre Minho.
Incluso con el cuchillo en la pierna, el hombre seguía. Su respiración era
pesada, su cara desfigurada por el dolor, Minho miró a Jisung—. ¿Estás loco?
¿Sabes lo que estás haciendo?
El clic del arma hizo eco—. Loco o no, estoy teniendo lo que quiero.
Agachándose, Jisung cayó sobre el cuerpo del hombre. Fue sencillo para él
quitarle el arma más grande. Se unió a Marat al otro lado de la habitación.
Levantando la parte delantera de la camisa de Minho, Jisung lo arrojó al suelo.
—¿Sabes lo que estás viendo? —preguntó.
Minho entrecerró los ojos, la sangre corrió por su frente—. Un hombre
muerto.
Jisung disparó el arma hacia la puerta. Grité, tapé mis oídos. Pero no pude
dejar de ver. No, nada podría detenerme de ver lo que estaba haciendo el hombre
por el cual caí profundamente enamorada.
Aquello era una lección para mí.
Al igual que Minho, estaba aprendiendo quién era Jisung realmente.
Él forzó la punta ardiente de la pistola contra la mejilla del hombre. El olor
acre de la piel ardiendo me asaltó. Minho no pudo reprimir su grito de dolor,
con su propia sangre manchando sus dientes.
—¿Sabes qué malditamente estás mirando? —preguntó de nuevo Jisung.
Respirando pesadamente, los ojos de Minho brillaron con una pizca de
miedo—. No. Dime.
La carnicería se alentó en Jisung. Profundidades oscuras brillaron con
lujuria asesina—. Estás viendo una elección. ¿Puedes ver lo que hay en mis ojos
Minho? —El metal del arma se clavó en la carne de Minho, chamuscando su
mejilla. Cada palabra que salió de la boca de Jisung fue con calma—. No estoy
dispuesto a morir. Y estoy extasiado de eliminar cualquier amenaza de mi vida. Tú
eres una amenaza. Así que tienes una elección.
172
No pudo haber pasado mucho tiempo. El ritmo en mi pecho arruinó mi
sentido del tiempo.
—Dime mi elección —susurró Minho. En la esquina, Marat gimió, mirando
con el ceño retorcido.
Inclinándose, Jisung agarró el mango del cuchillo. Como todos los demás se
me hizo un nudo ante la anticipación—. Marat te va arrastrar a tu coche. Se van a
largar. Nunca, nunca tendré que ver tu jodida cara de nuevo —su frente era un mar
de arrugar—. Jura que me vas a dejar en paz, que la vas a dejar en paz a ella, y
podrás salir caminando de aquí con vida.
—¿Y la otra opción es la muerte? —Aquella era una risa fría.
—¿Si sobrevives al corte de articulaciones? —Jisung arrancó el cuchillo.
Poniéndose de pie sobre el hombre que se retorcía, con la sangre fluyendo y
manchando cada pedazo de superficie, esperando hasta que Minho se centrará de
nuevo—. Entonces sí. Después vendría la muerte.
No podía dejar de temblar. En algún momento, me arrastré hasta la pared
más lejana y solamente me abracé. Mis brazos no eran lo suficientes reconfortantes.
Tanta violencia…
Y todo por mi culpa.
—Marat —dijo Minho roncamente. Ambos hombres estaban pálidos; no
sabía si iban a sobrevivir. A la creciente luz del día, el anillo circular rojo en la
mejilla de Minho destacaba. La quemadura de la punta de la pistola era una marca
—. Ven, ayúdame.
Moviéndose a un lado, Jisung no bajo la pistola hasta que Marat ayudó a
Minho a salir del piso. Enredados juntos, ambos pares de ojos se agitaban con odio,
ellos se dirigieron a la puerta—. Lo que estás haciendo es una tontería, Sr. Vetrov
—Fue difícil no admirar el comportamiento regresando de Minho—. Incluso si no
vengo por ti, atacándome de esta manera, harás enojar a los demás.
El sonido de puertas de carros vino. Los miré a ellos, otros hombres, con
rifles en la mano y de pie en el césped. Claro que Minho no había llegado sólo con
Marat. De repente, mi alegría se desvaneció. Habíamos llegado tan lejos, pero de
nuevo, ellos nos superaban en número.
Jisung apoyo el arma en su cadera—. No son los mejores guardias,
ignoraron tus gritos.
En el camino de entrada, Minho bufó; era un sonido húmedo—. Les dije que
esperaran. Lo hicieron. ¿Mi acuerdo se extiende a personas no presentes durante el 173
trato?
Metiendo la pistola en la parte trasera de su pantalón, la barbilla de Jisung
se levantó—. Pregúntales a ellos.
La ola de ruido venía sobre la colina. Desconcertada, me levanté,
acercándome para poder ver afuera. Al principio pensé que era la policía, alguien
organizado, llegando a nosotros para rescatarnos de la brutalidad y la locura.
Nestor marchó al frente, con una escopeta en sus manos.
El pueblo. Mis labios se abrieron en silencio. Jisung debió haber pedido ayuda.
Pero él sólo hablo con una persona y tan brevemente, ¿entonces cómo…?
No podía comprenderlo, no del todo. Pero la realidad era
evidente. Los habitantes de la ciudad habían venido ayudar.
Minho los miró, su expresión era seca. Armas apuntaban a otras armas, los
hombres estaban listos para dispararse el uno contra el otro. Minho nos miró de
nuevo. Fui yo quien hizo una pausa para grabar la escena en mi cerebro.
—Ayúdame a entrar —le dijo a uno de los guardias—. Marat está a punto
de colapsar.
En cuestión de minutos, lo que se sintió como el final de mi vida se
desvaneció por la carretera en dos coches brillantes.
Minho se había ido, eligió mantener la cabeza en vez de luchar por mí.
Interiormente, estaba demasiado rota como para saber cómo manejar los
eventos. Jisung se había llamado Demonio, eso fue aceptado bajo mi evaluación.
Verlo infligir dolor alegremente a otro ser humano era otra cosa.
Debería tener miedo de él. Caminó hacía mi donde me estremecía. Debí correr
de nuevo. Debí verlo por lo que es y no querer acercarme al alambre de púas que es por
dentro.
Se agachó hacia mí…
Y tomé sus manos y las apreté.

174
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Nuwa Loss

Giré el cuchillo en mis manos, mirando el agarre. El grabado estaba borroso;


mi memoria llena de vacíos. Había pertenecido a mi padre. Después de que él se
fue, lo tomé para llevarlo.
Se había convertido en una vieja costumbre.
Un plan de “qué sí…” entre mis muchos planes.
Fue lo que nos salvó a Luna y a mí…
Rápido. Fue una solución apropiada. 175
Sigo pensando en ese día. Cómo anhelaba que la chica me mirara, parecía
que la estaba entregando. Ella no podía saber que estaba esperando un pequeño
momento, una manera de atrapar con la guardia baja a uno de los hombres.
Incluso ser más rápido que dos pistolas.
Pero entonces ella lo hizo. Luna, esa maldita hermosa mujer. Encontró el
cuchillo y lo enterró en Minho sin emoción, sin temblar. Marat había mirado
lejos de mí, y fue la oportunidad por la que había orado.
Mi pulgar rozó el filo de la navaja. Los dos estábamos vivos gracias a ella. La
declaración era más cierto que eso. Aquello estaba más allá de nuestra carne y
hueso.
Luna había hecho algo en mí… y aunque todavía sentía punzadas de
inquietud….
Sabía que era lo mejor.
Cerrando la navaja, la dejé caer en mi bolsillo. Piernas largas me llevaron
distraídamente alrededor de mi casa, miré los techos altos y la madera antigua.
Tuve que remodelarla con el tiempo. Una vez había sido una posada. Hace tanto,
antes de que cualquiera de mi familia hubiera comprado la tierra y minas para
iniciar el negocio que nos pasó de la pobreza a la riqueza. ¿En qué momento la
tradición de casamentero de las mujeres del pueblo se extendió tanto? No lo sabía.
Mi padre había nacido en Moscú. Era el hermano de su padre quien se
centró en la minería, tratando de coaccionar a la familia a expandirse. Oí a mi
padre hablar muy poco acerca de ese desastre. Pero con el tiempo, supe que se
había mudado de nuevo al edificio de Estonia y tomado la residencia.
Me dijo que comenzó ayudar a la ciudad al principio. Con trabajo, comida,
mujeres; quería que el lugar floreciera. No había suficientes mujeres, sin embargo.
Comenzó a usar el dinero de la minas para ampliarse aún más y pronto empezó a
traer a chicas perdidas a su casa.
Hubo un tiempo en que había llenado el lugar. En cada habitación, había
una chica que ansiaba a un hombre para casarse y que las mantuviera seguras.
Fue en un viaje a América, una reunión con un comprador extranjero, que
puso la idea en marcha para unir a parejas de diferentes países. Y ah, el dinero que
recibió por primera vez. El encontró a su pequeña cosa rubia.
Estaba enganchado.
Haciendo una pausa en la barandilla, miré abajo, a los pisos inferiores. Traté
de imaginar la casa llena de gente. Después que encontró a mi mamá, se casó con
176
ella en el acto y viajaba de Estonia para visitarla. Cuando nací, dejó que me
quedara y así aprendiera inglés, obteniendo la ciudadanía.
Mudarme aquí, tan lejos del mundo que había conocido, fue horrible. Odié
la casa, odié todo.
Con el tiempo me acostumbré.
Después de todo, todavía tenía a mi mamá a mi lado. Ella era amable, gentil.
Me cantaba, me contaba historias y nunca fue cruel.
Incluso cuando mi padre la lastimaba, ella nunca lloraba.
Todo parecía tan perfecto. Tan normal.
Nunca lo había cuestionado hasta Luna.
Girando, marché a través de la madera maciza. Mis pisadas hablaban de mi
estado de ánimo, recortado y enérgico. Pasando por la habitación donde la bañé,
cuando ella me preguntó sobre esa canción que canté con aire ausente, desaceleré.
Preguntó por mis padres, mi mamá. Me pellizqué el puente de la nariz. Amor u
obsesión. Lavado de cerebro. ¿Era posible que mi padre le hubiera hecho eso a mi
mamá?
Aquello puso palidez encima de mi infancia. Todo lo que vi, hice, ayudó
con… creí en mi núcleo. ¡Tradición! ¡Familia! Eso era lo que importaba. Había visto
las mujeres que mi padre acogió. Todas ellas, tristes, rota y con historias terribles.
Ninguna de ellas con hogares felices.
No como el mío.
¿Así que cómo esto podría ser tan malo?
Apretando la mandíbula, me apresuré por las escaleras. No sabía a dónde
iba, sólo que tenía que moverme. Huyendo de mis pensamientos, era inútil sin
embargo. Todo era un nido de abejas furiosas, punzando una y otra vez.
Mi padre me enseñó todo lo que sabía. El hombre me mantuvo a su lado, me
mostró cómo manejar el negocio, desde que tenía diez años. Entre la gestión de las
empresas mineras y aprender cómo elegir a una mujer que necesitaba ser
salvada…
Había sido un buen alumno.
Cuando tenía diecisiete años, me dejó romper a mi primera.
Ira. Ella fue fácil. La elegí después de verla en el mercado de Londres, con el
rostro magullado, la mirada baja. Después que me mostró su casa, cómo la gente 177
dentro de ella la golpeaba y abusaban de ella…
Le dije a mi padre y él me explicó qué hacer.
Atraer a Ira ni siquiera fue un desafío. Hablé con ella, descubrí que las
personas que la lastimaban no eran su familia. Ella fue vendida a ellos.
Vendida. Una esclava de verdad.
Aunque mi padre me enseñó a no ser tan contundente, le ofrecí a ella la
oportunidad de escapar. Ira miró hacia atrás una sola vez antes de seguirme a mi
coche.
Como Ira, la mayoría de las mujeres no lucharon. Muchas querían salir de
su vida.
Mi padre se había hecho cargo de las chicas americanas, ellas eran
diferentes, pero aún niñas rotas que necesitaban ser salvadas.
Luna era tan distinta a ellas.
La noche que la acusé de ser igual que las otras… todavía me apuñalaba, ese
recuerdo. Todo sobre Luna me atraía, a la vez alimentaba mi odio. Se puso de pie
contra todo lo que había llegado a creer.
Era una mujer que no tenía nada.
Pero ella lucharía por mantener las opciones.
Luchando por elegir. Luchando a muerte. La cara de mi mamá, desvanecida en
su cama. No pude hacer nada para llegar a ella.
No pude salvarla.
Agarrando el borde de la puerta, me apoyé en la pared. Había demasiados
fantasmas en mi cabeza. Querían robar lo que quedaba de mi corazón.
No quiero la muerte. Mis ojos se levantaron, brillaron. Sólo la quiero a ella.
Ella estaba de pie en la cocina, con las muñecas profundamente enterradas
en la masa. Rayos de sol brillaban en su cabello, iluminando el color moreno que
estaba casi en sus oídos. La había descubierto, semanas después de que Minho
llegó, tratando de blanquear sus raíces.
Ese día derramé todos los productos
químicos. Ella no tenía que fingir conmigo.
—Jisung —dijo, de alguna manera haciéndome sentir detrás de ella.
Secándose la frente, la harina se pegó por encima de su ceja—. ¡Ahí estás! ¿Estás
listo para desayunar?
Jalándola desde el desastre, sostuve sus muñecas, besé sus suaves labios.
178
Estaba aturdida y abriéndose hacia mí y a mi sonrisa indefensa. Joder, me daban
ganas de hacerla reír y ver su jadeo, todo eso a la vez—. Prefiero comerte a ti —Sólo
te quiero a ti.
Sonrojándose, miro a otro lado—. Todavía necesitas alimentarte.
No la deje ir, ver la cicatriz dentro de su antebrazo fue un cruel recordatorio
de lo que había existido entre nosotros. ¿Pero dónde nos encontrábamos ahora? Sin
ningún plan, ¿qué se supone que haga?
—Jisung —preguntó con nerviosismo—. ¿Qué pasa?
Era simple, forzarla contra mi pecho. Enroscar mis manos en su cabello, los
hilos oscuros convirtiéndose en oro en la parte inferior. Eso era una metáfora para
ella, esta chica loca se había disfrazado de una cosa, luego fue transformada—No.
Luna nunca cambió.
Era yo.
Ella exhaló en mi abrazo aplastante—. Eres mía ahora, ¿entiendes eso?
—Yo… por supuesto —dejo de luchar, su mejilla estaba en mi hombro—.
Soy tuya.
—Entonces, ¿qué voy hacer contigo?
Luna se puso rígida—. Jisung…
—Todos estos años, todo este esfuerzo —Mi corazón nadaba en mi sangre
tóxica—. ¿Cuál es el punto? ¿Estaba equivocado sobre mi padre, sobre lo que
hicimos? Si todas esas chicas estaban contentas cuando salieron y tú eres la única
que no quería… ¿qué significa?
A través de su respiración sentí su agitación—. Si piensas que haces lo
correcto, ¿no lo hace lo correcto?
La aleje para poder ver su confusión en sus ojos miel—. ¿Qué?
—Yo sólo… no lo sé. Incluso si tuviste la razón sobre todas las demás, no
significa que sea correcto para mí.
Una ola de frío avanzó sobre mi espalda—. Entonces nada es adecuado para
ti. Te forcé a ser una mujer perfecta, una mujer increíble y aquí estás. Odiaste todo
eso, pero te quedaste.
Apretando sus dedos en mi mandíbula, se empujó a sí misma hasta juntar
nuestros labios. Mis manos se mantuvieron a mis costados; estaba tratando de
entender. Mirando hacia mí, ella juzgó mi expresión, con la compasión floreciendo 179
—. Me estoy quedando por ti. Lo demás no me importa.
Brotando con deseo y algo de desconfianza, me agarró de los hombros.
—¿Incluso si eso continúa? —Mis uñas se enterraron, haciéndola estremecer
—. Si tengo que hacer todo lo que dices odiar, ¿todavía te vas a quedar conmigo?
¿Incluso si soy un demonio?
Luna endureció sus labios en una línea—. La hipocresía verdadera es de
aquel que piensa que no lo es. Joder, Jisung, ¡ya pasamos por esto! No quiero
pelear, es difícil y me hace miserable. Yo… Dios —su rostro se puso rojo—. Has
sido un estúpido todo este tiempo. ¡Te amo!
Deje de respirar. Cuando conocí a Luna en Las Vegas, la probé en mi cama
mientras ella estaba desmayada. Yo le había llamado a su extraña lentidud “amor”
sabiendo muy bien que no era más que las drogas y el alcohol.
Ahora ella estaba lanzando la palabra en mi cara.
¿Puedo llamar a este amor un brutal desastre?
No lo merecía.
Pero jodidamente lo quería.
Había harina en los dos, la incliné sobre el mostrador. Esta maravillosa,
monstruosa chica era tonta o estaba tan arruinada como yo. Estaba bien con
cualquiera de esas cosas.
El resultado era el mismo.
Contra su garganta, un lugar donde había dejado tantos moretones, susurré
la verdad—. Yo también te amo, dulce chica.
Bajo mi toque, Luna se estremeció. Ella estaba tan viva como alguna vez
había estado y ante su gloria, ante su pasión, me sentí volar. Nunca había sido tan
satisfactorio, tan terrible, darme cuenta que quería a esta mujer.
No hasta ahora.
Era un miedo abrazador. Digno de lágrimas de hombres en pedazos.
Amaba a Luna Park…
Y Dios ayude a cualquiera que tratara de ponerse en mi camino.

FIN
180
Sus chicos malos preferidos son los que tienen
tatuajes, ¡los tipos alfa todos intensos que te hacen
sudar y mendigar por más! Inspirada por eventos
complicados y experiencias salvajes de su propia vida,
ella quiere compartir esas historias con su audiencia.
También es posiblemente adicta al café y al suchi. No
al mismo tiempo, por su puesto.

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