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Los genes controlan tanto las funciones físicas como las químicas de las
células, aunque también debe controlarse el grado de activación de los genes
respectivos.
Algunas partes de la célula podrían crecer en exceso o algunas reacciones
químicas podrían actuar hasta matar a la célula. Cada célula utiliza
mecanismos internos de retroalimentación muy potentes. Por cada gen hay al
menos uno de estos mecanismos de retroalimentación.
Básicamente, hay dos métodos de control de las actividades químicas de la
célula: 1) regulación genética, en la que se controla el grado de activación de
los genes y la formación de productos génicos, y 2) regulación enzimática, en
la que se controlan los niveles de actividad de las enzimas ya formadas en la
célula.
Regulación genética
La regulación genética, cubre todo el proceso, desde la transcripción del código
genético en el núcleo hasta la formación de proteínas en el citoplasma. La
regulación de la expresión génica dota a los organismos vivos la capacidad
para responder a los cambios. En los animales tienen tipos diferentes de
células, tejidos y órganos, la regulación diferencial de la expresión génica
permite que los numerosos tipos distintos de células realicen cada uno
funciones especializadas. Aunque un miocito cardíaco contiene el mismo
código genético que una célula del epitelio tubular renal, en las células
cardíacas se expresan genes que no lo hacen en las células tubulares renales.
La medida definitiva de la «expresión» génica es si y se forman productos
génicos (proteínas), ya que las proteínas se encargan de las funciones
celulares especificadas. La regulación de la expresión génica tiene lugar en
cualquier punto de las rutas de transcripción, procesamiento de ARN y
traducción.