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“El papel de la sociedad en la construcción de la identidad de género”

“La prueba para saber si puedes o no hacer un trabajo,


no debería ser la organización de tus cromosomas”.
-Bella Abzug

En la actualidad, existen múltiples dilemas acerca de temas relativos a la identidad


de género: ¿qué significa ser hombre?, ¿qué significa ser mujer?, ¿los genitales
determinan si una persona es un hombre o si es una mujer?, ¿por qué asumimos
roles diferentes en la sociedad, si tanto hombres como mujeres somos seres
humanos?. El tema se presta para un sinfín de discusiones al respecto. Pero la
primera pregunta que me viene a la mente acerca del tópico es, ¿se entiende
realmente lo que es el género?, ¿se sabe cuál es la diferencia entre sexo y
género? A partir del presente ensayo, se describirán conceptos básicos en el
tema, como es el sexo, el género, la identidad, la identidad personal, la identidad
de género y los estereotipos, para así poder avanzar hasta el tema central del
escrito, que es la influencia social en la formación de la identidad de género y las
etapas generales que atraviesan los seres humanos durante este proceso.

Es recurrente que se suela confundir términos como sexo y género. Tal y como lo
menciona Jayme (1996), los seres humanos constituimos una especie sexuada,
debido a que nacemos dotados de un sexo (ser macho o hembra, ser hombre o
mujer), determinado por nuestros órganos sexuales y nuestro contenido genético
(cromosomas XY para hombres y XX para mujeres). Por lo tanto, el sexo es una
característica biológica. Sin embargo, el género es una construcción social, que se
compone de todos aquellos componentes del sexo que son resultado de decretos
culturales sobre lo adecuado, psicológica y socialmente, para hombres y para
mujeres respectivamente, reforzando las categorías “masculino” y “femenino” .

El género es la primera marca cultural que adquirimos. El momento de asignación


del sexo biológico, basado en el examen del aparato genital externo del nuevo
individuo, o el análisis genético de sus cromosomas a través de estudios de
laboratorio, constituye el punto de partida de una predestinación cultural de
expectativas sociales, roles y rasgos de personalidad. Cuando nace un bebé, los
padres tradicionales suelen elegir el rosa para vestir a las niñas y el azul para
vestir a los niños. También les compran juguetes en función del sexo del infante,
como carritos para el niño y muñecas para la niña. Estas son las primeras formas
de transmisión de estereotipos sociales vinculadas al género. Un estereotipo es
una noción que adoptamos y reproducimos, estipulada socialmente.

Pareciera ser, que todo individuo socialmente adaptado debe identificarse con
estas pautas porque es lo que la sociedad espera de él. Este asunto no depende
únicamente de los padres, el resto de la sociedad se encargará de transmitir al
joven individuo, la información necesaria par asumir su género de manera
aceptable. Las escuelas, los amigos, los medios de comunicación son otros
agentes sociales que transmiten información relativa a los estereotipos de género,
que son aprehendidas y asumidas por los individuos y las integran como parte de
su identidad.

Según el diccionario de la Real Academia Española, la identidad es un “conjunto


de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente
a los demás”. Jayme (1996), menciona que todo individuo, con independencia de
su sexo, desarrolla una particular imagen mental de sí mismo, tal identidad es la
esencia del ser, que abarca la vida cognitiva, afectiva, emocional y conductual de
cada persona; a este constructo le denomina “identidad personal” y permite al ser
humano estar consciente de su individualidad y manifestarse como un ser único y
diferente con respecto a las personas que le rodean.

Sin embargo, otra cara de la identidad, que es la identidad de género, permite


ubicar a la persona como parte de un grupo en el que comparte características
específicas que han sido establecidas socialmente y que involucra los estereotipos
acerca de lo “masculino” y “femenino” anteriormente mencionado. Pareciera ser
entonces, que la identidad personal es individual, mientras que la identidad de
género es social, sin embargo, esta idea no sería de todo correcta ya que el
proceso de autoconocimiento se desarrolla a la par del conocimiento de la realidad
externa.

Desde que nacemos estamos en un proceso de identificación propia que se lleva a


cabo a la par de las relaciones sociales que establecemos con otras personas.
Cuantas más experiencias vayamos adquiriendo del entorno, nuestro aprendizaje
y autoconcepto se va desarrollando de mayor manera. Es por ello, que la identidad
personal también es influida por la sociedad, al igual que la identidad de género.
Por lo tanto, gran parte de lo que somos y de lo que asumimos que somos, está
determinado por la sociedad y aquellas cosas que hemos experimentado en
nuestra existencia.

¿Cómo es que se desarrolla esta identidad de género? De acuerdo con Money y


Ehrarhdt (1972) existe un periodo crítico en la construcción de la identidad de
género, comprendido entre la adquisición del lenguaje y aproximadamente los
cuatro años, durante el cual se establecen las bases del proceso. Antes de este
periodo crítico, aproximadamente hasta los veinticuatro meses de edad, es posible
cambiar la identidad de género del individuo, porque aún no se ha consolidado
(según el autor, en casos de error en la asignación sexual: un individuo
biológicamente hombre, que al nacer se confunde con una niña y empieza a ser
criado como tal puede reasignarse al género, como podría ser el caso de una
persona hermafrodita).

Hasta los cuatro años, los niños perciben el género de las personas basándose en
sus características físicas (cabello, ropa, maquillaje). De los cinco a seis años en
adelante, Kohlberg (1966) denomina que existe una constancia de género, en
donde se comprende que éste es algo invariable a lo largo del tiempo o de las
situaciones, y que por lo tanto, no depende de aspectos externos de la persona,
como un vestido o una corbata. En esta etapa también el niño se estará iniciando
a identificar con un género. A los cinco y seis años de edad, los niños suelen ser
muy rígidos con respecto al tema. Recurrentemente, su género es percibido como
lo “bueno” y aceptable y el género contrario es “malo” y los lleva a huir de ello. Es
por ello que solemos ver jugar a niños con niños y niñas con niñas.

La flexibilidad de género comenzaría a partir de los siete años, cuando suelen


empezar a comprender, que pueden existir variaciones en esta conceptualización
de lo masculino y femenino, sin embargo, antes de la adolescencia, por lo general
suelen seguir la misma línea establecida en sus primeros años de vida, antes de
salirse del patrón llevado a cabo hasta el momento en cuanto a su género.
Cuando se llega a la adolescencia, se aprovechan los recursos cognitivos y
experiencias vividas, para buscar y construir su propia identidad de género. Esta
es una etapa crítica en el tema y se acompaña de otros procesos como el
descubrimiento de la sexualidad, la importancia de las relaciones interpersonales
en la vida del adolescente y el progresivo abandono de la familia como núcleo de
referencia exclusivo. Se dice que la vida adulta exige haber consolidado una
identidad personal y de género que permitan asumir diferentes roles y las
situaciones que vayan sucediendo a lo largo del ciclo vital. Sin embargo, siempre
hay excepciones a las reglas.

Hasta el momento se ha mencionado que gran parte de lo que somos, es debido a


la influencia que ejerce la sociedad sobre nosotros. Esta línea de ideas se vincula
con la teoría del aprendizaje social, desarrollada por Bandura y Walters (1963),
Lynn (1965) y Mischel (1966) que señala el aprendizaje de lo masculino o
femenino a través de la comunicación y la observación; los niños observan a los
que interactúan con ellos y los imitan, observan a sus padres, a sus amigos, la
televisión y otros que están alrededor de ellos. El proceso de interacción entre los
adultos y los niños hace que éstos últimos adquieran y desarrollen los
comportamientos y características que son asociados a la masculinidad y a la
feminidad. La familia es el núcleo social que tiene mayor grado de influencia en las
personas. La escuela es el segundo agente socializador por excelencia, a través
de uniformes, división de tareas y juegos con base en el género.

Un interesante planteamiento que retoma Jayme (1996) al hablar sobre la


educación de género, es relativo a la herencia cultural transmitida. De acuerdo a
lo que nos enseñan en la escuela, sobre todo a nivel primaria y secundaria, ¿quién
ha contribuido a la evolución de la sociedad? ¿los hombres, las mujeres, o los dos
sexos en general? Generalmente se citan actos masculinos de heroísmo y
valentía a cargo de los hombres. De este modo los niños se identifican con
héroes, artistas o políticos, mientras que las niñas han de identificarse con el
modelo femenino estereotipado de pasividad. Si llega a hablarse de alguna mujer
famosa o que hizo algo relevante, tipifican a su imagen con características
masculinas como es el caso de Juana de Arco, que muchas personas suelen
asumir que no era una “mujer normal”.

Como lo mencioné desde el inicio, el tema se presta para un sinfín de discusiones


y debates al respecto. Con base en mis opiniones personales, es irremediable el
hecho de que la sociedad influya en la identificación de género de una persona.
Por todos lados existen estímulos que influyen en este proceso y que llevan a una
persona a identificarse con una imagen o con otra y en algunos casos con ambas
o con ninguna. El detalle está en la manera en la cual los estereotipos pueden
llegar a limitar el desenvolvimiento de una persona tanto en su vida personal,
como en su ambiente social.

Las bases como se mencionaron con anterioridad, se encuentran en los agentes


sociales de primer y segundo orden que son la familia y la escuela, que a su vez
están influidos por el contexto sociocultural que los rodean, llámese cultura.
Sabemos que el concepto de género se ha transformado a lo largo de las últimas
décadas. La construcción de la identidad de género tuvo un giro durante los
movimientos culturales que surgieron durante los años setenta, principalmente a
cargo de la mujeres que buscaban la aclamada liberación femenina, que luchaba
contra el tradicional papel de la mujer en sociedad y que hacía un llamado a la
reflexión de los roles de género en la sociedad.

A partir de esa época, la globalización y todos los cambios sociales, económicos y


tecnológicos, encaminaron una progresiva transformación del entendimiento de lo
que es un hombre o una mujer, que ya no sólo es defendida por mujeres, sino por
personas genéticamente determinados como hombres que no asumen los roles de
masculinidad que la sociedad le quiere establecer automáticamente, o por algunos
otros que cuentan con características de ambos géneros o por personas que no se
identifican con ninguno de los dos. La identidad nos hace diferentes los unos de
los otros y a la vez nos unifica. He ahí la gran polémica del tema.

Dejando a un lado el racismo y la discriminación, la sociedad puede aprovechar su


factor de influencia para encaminar hacia el respeto de las diferencias entre los
sexos. Esta meta ya se ha logrado en algunas culturas, donde las diferencias son
vistas como oportunidades y la complementariedad entre los géneros es una
realidad. En nuestro país aún es un largo camino por recorrer para lograr
establecer respeto, debido a que nos caracterizamos por ser una cultura altamente
machista. Nuestro papel como psicólogos en el tema es la psicoeducación hacia el
respeto por la libertad de decisión que cada individuo posee como parte de sus
derechos universales, para poder desenvolverse con base en sus convicciones
personales.

Como conclusión, se tiene que la identidad involucra por una parte la idea de singularidad
que hace diferente y única a cada persona, pero a su vez refiere la homogeneidad o lo que
se comparte con otros y que permite ubicar a la persona como parte de un grupo de
referencia. Cada persona desarrolla un sentido personal de sí misma en función de sus
experiencias, de su historia, de sus características y de sus percepciones, así como en
función de sus interacciones y de los valores y normas que rigen su cultura. Se establece
que la identidad de género es influida por la sociedad. Interviene en este proceso la
cultura de cada civilización, que denomina aquello que resulta ser masculino o femenino.
Sin embargo, el hecho de que la sociedad influya no es sinónimo de que un individuo no
pueda seguir sus propias convicciones conforme a sus deseos y características personales.
El respeto ante la diferencia es un derecho que todo individuo debería tener y que aún es
un área de oportunidad para la humanidad.
Referencias

Jayme, M. (1996). Identidad personal y de género. V Jornadas de coeducación


como marco para educar. Vitoria- Gasteitz: EMAKUNDE.


Jayme, M. y Sau, V. (1996). Psicología diferencial del sexo y el género. Barcelona:


Icaria.


Kohlberg, L. (1966). Análisis de los conceptos y actitudes infantiles relativos al


papel sexual desde el punto de vista del desarrollo cognitivo. En Maccoby, E.E.
(Ed.), Desarrollo de las diferencias sexuales. Madrid: Marova.

Money, J. y Ehrarhdt, A.A. (1972). Man & Woman- Boy & Girl. John Hopkins Univ.
Press.


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