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El diagnóstico de un trastorno mental debe tener una utilidad clínica: debe ser útil
para que el médico determine el pronóstico, los planes de tratamiento y los
posibles resultados del tratamiento en sus pacientes. Sin embargo, el diagnóstico
de un trastorno mental no equivale a una necesidad de tratamiento. La necesidad
de tratamiento es una decisión clínica compleja que debe tomar en consideración
la gravedad del síntoma, su significado (p. ej. la presencia de ideas de suicidio), el
sufrimiento del paciente (dolor mental) asociado con el síntoma, la discapacidad
que implican dichos síntomas, los riesgos y los beneficios de los tratamientos
disponibles y otros factores (p. ej. síntomas psiquiátricos que complican otras
enfermedades). Por eso a veces el médico se encuentra con pacientes cuyos
síntomas no cumplen todos los criterios de un trastorno mental pero que
claramente necesitan tratamiento o asistencia. El hecho de que algunos individuos
no presenten todos los síntomas característicos de un diagnóstico no se debe
utilizar para justificar una limitación de su acceso a la asistencia adecuada.
Resumen:
▪ Aceptación.
▪ Persecución de valores vitales.
▪ Evitación de la literalidad del lenguaje.
▪ Reforzamiento natural en el entorno clínico.
▪ Énfasis en el contexto y la función del comportamiento. Se le concede
importancia al marco o campo en el que se da el evento psicológico
(contexto). No se ve al sujeto como víctima de un “trastorno”, sino como
alguien que actúa en función de un contexto determinado
▪ Recuperación del análisis funcional. El psicólogo debe tratar de comprender la
función de la conducta y no quedarse únicamente en su forma. Es decir,
aprehender para qué le sirve, en ese caso concreto, al sujeto su
comportamiento, por qué necesita actuar así o qué gana (y qué pierde,
quizás, a la larga).
▪ Consideran la clínica como un ámbito donde no se debe renunciar a la
psicología científica y en donde se ha de incorporar la observación directa
así como la práctica de los principios operantes.
Primera generación:
Los tres términos del análisis constituyen una unidad funcional, donde los
reforzadores reobran sobre la conducta operante (que los opera) y sobre las
situaciones en las que la conducta ocurre, por lo que éstas tienen las funciones
discriminativas que tienen. El análisis funcional de la conducta es una de las
mayores aportaciones del conductismo radical a la ciencia de la conducta y sus
aplicaciones prácticas, incluyendo la clínica. Si bien el análisis funcional es
característico de la línea operante, donde constituye toda una especialidad, está
integrado en la terapia de conducta. El análisis funcional lleva a las técnicas de
modificación de conducta, las cuales consisten en alterar las condiciones
antecedentes (control de estímulo) y consecuentes (manejo de contingencias).
Mientras que el control de estímulos consiste en disponer las condiciones para
que determinadas conductas tengan o no tengan lugar, el manejo de
contingencias se refiere a la disposición de las consecuencias de una manera
sistemática, para que ocurran contingentemente a la conducta, con cierta tasa o
intervalo, o no ocurran si se trata de extinguir la conducta. Contratos de conducta y
sistemas de puntos canjeables por reforzadores convenidos son maneras
"protésicas" para cambios de conducta de interés clínico. El autocontrol es uno
delos procedimientos más utilizados de acuerdo con esta lógica.
Segunda generación
Referencias: