Está en la página 1de 3

La Gran Comisión

Pensar
Antes de irse al cielo, el Señor Jesús le dejó una tarea qué cumplir a sus seguidores. De una
manera u otra, los cuatro Evangelios registran esta misión. Sin embargo, el texto más conocido es
el de Mateo 28:18-20. La mayoría de cristianos reconoce en ese pasaje un buen resumen de su
deber mientras el Señor regresa. A partir de ese pasaje, y utilizando la repetición de la palabra
«todo» en sus diferentes formas en el texto, este artículo pretende ofrecer algunos principios
generales, que permitirán cultivar una mentalidad que integre la emoción del ministerio con la
solidez del pensamiento teológico.
PRIMER PRINCIPIO: EL SEÑORÍO TOTAL DE JESUCRISTO
El primer «todo» de la Gran Comisión establece la autoridad total desde la que se efectúa el
mandato. Hay que notar la voz pasiva que algunos llegan a llamar «teológica»1 en el pasaje. Es
Dios mismo quien ha conferido ese poder a Jesús, el cual lo traspasa a sus seguidores
permanentemente.2 Efectivamente, la fe cristiana no solamente proclama que Jesús es el Señor de
la vida espiritual, sino que Él es el Dueño, Amo y Señor de todo lo que sucede en la tierra y en el
cielo. John Stott afirma las implicaciones para la vida de las personas, así: «El hecho de esa
propiedad personal por parte de Cristo y de este compromiso con él ha de adueñarse de todos los
rincones de la vida de sus discípulos».3 La Biblia presenta esta verdad de varias maneras bastante
claras. Se afirma, por ejemplo, que «Dios lo exaltó hasta lo sumo» (Fil 2:9); que está sentado en el
trono y fue exaltado por Dios (Hch. 2:33), y que está sentado a la diestra de Dios Padre (Ef. 1:20).
Si un creyente pretende pensar teológicamente debe comenzar proclamando el señorío de Cristo
sobre todas las cosas. Cada vez que se escucha la palabra «teología», varios conceptos, sobre todo
religiosos, vienen a la mente. Sin embargo, se debe aclarar que pensar teológicamente no implica,
por ejemplo, mencionar a Dios en todas las conversaciones o tener un lenguaje exclusivamente
«religioso». La vida diaria es muy valiosa por sí misma, de manera que no se necesita que a cada
momento se «rece» el nombre del Señor o los asuntos espirituales. De hecho, la meta es, como
dice David Dockery, «tener pensamientos elevados acerca de Dios y vivir de acuerdo a ellos». 4
Así, por ejemplo, el trabajo está bajo el dominio del Señor; los estudios se realizan bajo su
dirección; las diversiones están sometidas a su voluntad; los planes y proyectos se ejecutan de
acuerdo a sus deseos. Someterse a su autoridad implica vivir, como Pablo afirmó, «llevando
cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Co. 10:5).
SEGUNDO PRINCIPIO: LA TOTALIDAD DE LAS PERSONAS
A continuación, en la Gran Comisión, Jesús establece el mandato central: «Id y haced discípulos a
todas las naciones». El alcance del mandamiento es total, ya que abarca todas las culturas,
lenguas y pueblos. En otras palabras, una vez que ha aceptado y apropiado la autoridad absoluta
de Jesucristo, el creyente está en la capacidad de emprender una misión que incluye todo el
mundo. Como se ha dicho, la fuerza del mandato se encuentra en el hacer discípulos, mientras se
avanza hacia las naciones. Es nada menos que un plan de conquista mundial con el Evangelio de
la gracia, utilizando como herramienta la reproducción de vida.

1
Benedict Viviano, «Mateo» en Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo, editado por Raymond Brown, Joseph A. Fitzmyer y Roland Murphy
(Estella: Verbo Divino, 2004): 132.
2
Millard Erickson, Teología sistemática (Barcelona: Editorial Clie, 2008): 131.
3
John R.W. Stott, El cristiano contemporáneo (Grand Rapids: Nueva Creación, 1995): 87. Stott explica luego que ese señorío se manifiesta, al menos
en seis dimensiones de la vida: lo intelectual, moral, vocacional, social, político y global.
4
David S. Dockery, Renewing Minds: Serving Church and Society Through Christian Higher Education (Nashville: B&H Publishing Group, 2008): 127.
Por supuesto, este discipulado no implica una actitud soberbia que considera a los demás como
inferiores. Además, no se trata de «un maestro» imponiendo su punto de vista en otros para
convertirlos en «discípulos» suyos. El maestro es Jesús, quien manda a sus discípulos a formar
otros discípulos; o sea para avanzar juntos en una transformación de vida con la meta de ser
«aprendices de él». Se trata de un diálogo de vida fructífero en el cual se modela el estilo de vida
de Jesús. Ello implica, por un lado, utilizar un marco de referencia distintivamente cristiano para
luego estar dispuestos a aprender de los otros con el propósito de acercarse juntos a la vida y
cosmovisión de Jesucristo.5
Por otro lado, el diálogo discipular implica correr el riesgo de abandonar las limitadas
perspectivas denominacionales o tradicionales adquiridas en nuestra «teología incrustada»6 para
pensar y vivir la fe siguiendo formas de pensamiento conscientes. Implica permanecer en una
constante tensión entre la propia interpretación de la fe y las ideas de los otros que no abrazan la
fe. Esta manera de pensar y vivir lleva al creyente a cuestionar sus propias ideas a la luz de la
Escritura, adquiriendo una mentalidad abierta hacia otros conceptos. En otras palabras, apunta
hacia un discipulado en dinámico desarrollo, mientras se reproduce la vida en otros.
TERCER PRINCIPIO: ENSEÑANZA CRISTIANA TOTAL
En su comisión, Jesús describe qué debían hacer los creyentes con los discípulos, una vez que han
sido ratificados como discípulos por medio del bautismo: enseñarles «todas las cosas que os he
mandado». De nuevo, la perspectiva es vasta. Esta vez, el Señor invita a sus seguidores a
transmitir la totalidad de lo que él enseñó. Aquí no solamente se refiere a las clásicas enseñanzas,
tales como el Sermón del Monte o las famosas parábolas. Para utilizar una frase de Pablo en su
despedida a los ancianos de Éfeso, se trata de enseñar «todo el consejo de Dios» (Hch. 20:27), lo
cual incluye su voluntad, sus diversos preceptos sobre el mundo, su perspectiva acerca de la vida;
es decir, su cosmovisión. Significa, en palabras de David Dockery, guiar a los discípulos a «pensar
con la mente de Cristo».7

Por supuesto, lo anterior implica un contenido; un cuerpo de enseñanzas que Jesús dejó a sus
seguidores. Sin embargo, es mucho más que eso. Significa hacer con los discípulos lo que, en un
sentido, hizo el apóstol Pablo, quien tomó las enseñanzas de Jesús, las hizo suyas y aportó su
propio pensamiento teológico creativo.8 El resultado fue que, sin dudas, el apóstol enseñó el
Evangelio de Jesús, pero además avanzó la doctrina cristiana y la enriqueció de maneras
decisivas. Significa que la doctrina y principios de Jesús son transmitidos fielmente, pero también
que son aplicados de manera dinámica a los contextos personales, familiares y nacionales
existentes en el mundo de hoy.
CUARTO PRINCIPIO: RESPALDO TOTAL
La tarea que Jesús les deja a sus seguidores es tan amplia que él termina con una promesa: «yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Esta es la última dimensión abarcadora
de la Gran Comisión: la presencia constante de Jesús. Dos implicaciones se desprenden de esta
promesa. Primero, que la protección y apoyo del Señor serán constantes mientras la iglesia
cumple con su tarea. Muchas dificultades, obstáculos y peligros se presentarán mientras se
conquista las naciones. Sin embargo, la presencia constante del Señor mismo debe llenar de

5
Dockery, Renewing Minds: 47-49.
6
Howard W. Stone y James O. Duke, How to Think Theologically (Minneapolis: Fortress Press, 2013): 15-17.
7
Dockery, Renewing Minds: 9.
8
Stone y Duke, How to Think: 64-66.
convicción, entusiasmo y confianza a sus seguidores para cumplir la excelsa tarea que Él les ha
dejado.
Segundo, que el respaldo de Jesús, así como la misión de su pueblo se manifiesta cada día hasta el
fin de esta era. Eso significa que a través de todas las actividades de la vida, Jesús se encuentra
presente protegiendo a su pueblo en acción, dirigiendo e influyendo en la mente, las acciones y
los planes. En otras palabras, no hay momento de la vida en la que Jesús no intervenga. ¿El
creyente está sirviendo en la congregación? Su Señor está allí. ¿El creyente está trabajando? Su
Señor lo acompaña. ¿El creyente se está divirtiendo? Su Señor se encuentra a su lado. ¿El creyente
está triste, alegre, enojado o ansioso? Su Señor estará presente todos los días. Por lo tanto, tanto
las intenciones como los pensamientos y las acciones deben ser leídos e interpretados desde su
óptica.
CONCLUSIÓN
A partir de la repetición intencional de la palabra «todo» en la Gran Comisión, se ha examinado
cuatro principios y sus implicaciones que pueden determinar una manera de pensar y reflexionar
que impacte la totalidad de la vida del creyente. Desde el sometimiento a la autoridad superior
del Señor, pasando por la reproducción de la vida de Jesús y el proceso de aprendizaje juntos,
hasta la presencia permanente del Maestro, el creyente puede integrar su teología de manera
consciente, pensada y específica para que el mundo sea conquistado para la gloria del Señor que
nos comisionó, que está con nosotros y viene por nosotros. Amén.

También podría gustarte