Está en la página 1de 2

NECESITAMOS UNA IGLESIA DE PODER

1 Corintios 2:1-5

I. Introducción:

Dios es un Dios de gran amor y poder. Demostró serlo desde el comienzo de los tiempos, a través de todo el Antiguo
Testamento en los líderes de Israel, y en Jesús durante Su ministerio terrenal. Dios sigue siendo el mismo, y Su mayor
anhelo es seguir revelándose como tal. Fue por eso que envió al Espíritu Santo, para que Sus hijos, gracias al poder del
Espíritu en ellos, pudieran ser los instrumentos de ese gran amor y poder divino.

Pero existe un grave problema: son pocos los cristianos que se han apropiado de todo lo que el Señor nos quiere dar a
través de Su Espíritu. ¿Por qué? Muchos sostienen la idea que con que hayan recibido la plenitud del Espíritu Santo una
vez, basta para toda la vida. Que ya no hay más que buscar, esperar ni anhelar, a pesar de que sus vidas reflejan muy
poco del poder del Espíritu... o ¡nada!

¿El resultado? Dependen demasiado de su sabiduría y esfuerzos humanos y no sólo cientos de millares de cristianos
viven innecesariamente en derrota, sino que ofrecen un testimonio diluido y sin poder a un mundo perdido.

Y sin embargo, las Escrituras claramente nos muestran que si queremos Su obra poderosa en nuestras vidas, debemos
anhelar y buscar frescas unciones del Espíritu Santo.. ¡una y otra vez!

II. Su Poder Es Esencial Lucas 11:13, 10:19; 2 Cor. 10:14, 7:1

"Y vosotros sois testigos...pero quedaos vosotros en la ciudad... hasta que seáis investidos desde lo alto" (Lucas 24:48-
49). Este mandamiento que Jesús dio a Sus discípulos no pudo ser más claro: no estamos listos para dar testimonio,
servicio o liderazgo cristiano hasta que seamos investidos con el prometido poder del Espíritu. Hubo una tremenda
diferencia en el ministerio de esos discípulos, antes y después que el poder los envolviera e invistiera.

Es importante notar que el Espíritu Santo ya estaba con ellos como discípulos suyos (Juan 14:17), pero Jesús les indicó
que eso no era suficiente. Existe una tremenda diferencia entre ser un discípulo meramente habitado por el Espíritu, y
ser un creyente que ha sido investido y lleno por el Espíritu y que ha recibido el poder del Espíritu.

James Hervey, uno de los colegas del ministerio de John Wesley, describió así la diferencia que hizo el Espíritu Santo en
el ministerio de Wesley: "Aunque su prédica anteriormente había sido como el disparo de una flecha, cuyo poder y
velocidad dependía de la fuerza de su brazo al tensar el arco, ahora [después de un fuerte derramar del Espíritu Santo
sobre la vida de Wesley ] era como disparar una bala de rifle en que toda la fuerza dependía del poder, que sólo requería
de un dedo para ser desencadenado."

¡No te atrevas a servir meramente con amor por Cristo! Tienes que servir en la autoridad de Cristo con una personalidad
totalmente consagrada a Cristo, permitiendo al Espíritu Santo penetrar y poseer todo tu ser. Tienes que ser investido
con poder desde lo alto, cubierto con lo sobrenatural, imbuido totalmente hasta lo más profundo de tu ser con el santo
y dinámico poder de Dios.

III. El Poder del Espíritu en la Vida de Pablo

Pablo estaba siempre consciente de su total dependencia del poder de Dios, pues sabía que ese poder debía saturar su
mensaje de modo que la fe de los convertidos descansara sobre ese poder. "Y ni mi palabra ni mi predicación fue con
palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté
fundada en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios" (1 Corintios 2:4-5).

¿Te preocupa más elegir sabias palabras persuasivas para tus sermones, tu enseñanza o tus palabras de consejo, que lo
que te interesa asegurarte que éstas vayan acompañadas de la demostración del Espíritu y de Su poder? ¿En qué
medida ha habido "demostración del Espíritu y de poder" en tu ministerio durante este último año? El Dr. Martin Lloyd
Jones insiste: "Si no hay poder, no es predicación. La verdadera predicación, después de todo, es Dios actuando. No es
un hombre meramente articulando palabras; sino que es Dios usándolo. El está bajo la influencia del Espíritu Santo, o lo
que Pablo llama en 1 Corintios 2: predicación... con demostración del Espíritu y de poder", o como lo expresa en 1
Tesalonicenses 1:5: "Pues nuestro Evangelio no llegó en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo
y en plena certidumbre".

Pablo testificaba que su ministerio se fundamentaba en dos cosas: la gracia de Dios y el poder de Dios, "yo fui hecho
ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder" (Efesios 3:7). Tanto su
llamado al ministerio como su continuo ministerio diario era a través de la potencia e investidura que le era dada por
Dios, "la cual actúa poderosamente en mí" (Colosenses 1:29).

Pablo trabajaba incansablemente porque Dios obraba en él poderosamente. Pablo podía hacer para Dios sólo en la
medida que Dios hiciera en él y por medio de él. No hay otra manera de tener ministerio efectivo. Nos engañamos al
pensar que la preparación, la destreza y la experiencia pueden ser una alternativa al poder de Dios. ¡No hay alternativa!

Y sin embargo... el poder de Dios no nos vuelve pasivos, sino ¡todo lo contrario! La potencia que Dios le daba fue la
razón de su intensísimo trabajo a toda hora, a lo cual se refería Pablo como lucha, "trabajo, luchando según la potencia
de él la cual actúa poderosamente en mí (Colosenses 1:29).

Esta es la única manera de asegurarnos de los resultados al estilo del Nuevo Testamento. Debemos hacer nuestro mayor
esfuerzo. Dios lo merece. Pero debemos estar investidos, llenos y saturados con el poder de lo alto. La divina energía
que viene sobre nosotros y que obra por medio nuestro, debe ser tal, que seamos sobrecogidos por ella.

IV. Recibir Su poder una sola vez no basta

Todo aquel que sirve a Dios, que busca vivir una vida cristiana dinámica en el poder de Espíritu, requiere ser
nuevamente saturado, ungido, e investido por derramamientos frescos del Espíritu Santo de cuando en cuando.

Tal ocurrió con ciento viente discípulos, reunidos en el aposento alto (Hechos 2:4). Cuando se pusieron a orar ante las
amenazas del Sanedrín, el Espíritu Santo vino sobre ellos. El lugar donde se reunían fue sacudido como por fuerte
terremoto y leemos "y todos fueron llenos del Espíritu Santo" (Hechos 4:31). Muchos, si no todos, habían estado
presentes en Pentecostés y habían sido llenados entonces. Pero había llegado el momento en que ese poder espiritual
necesitaba ser renovado.

Es espiritualmente natural que el Espíritu Santo venga sobre Sus hijos una y otra vez, después de que hayan sido
inicialmente llenados con Su presencia y Su poder. Dios se deleita en ungirnos, investirnos y causar que el Espíritu Santo
fluya a través de nosotros hacia otros. Recibimos por fe Sus nuevos derramamientos con la medida que caminamos
cerca de Dios, obedientes a Su voluntad y buscamos Su rostro para nueva provisión.

No podemos cumplir el pleno propósito de Dios dependiendo meramente de recuerdos de pasadas bendiciones y
dotaciones de poder. Dios no quiere que vivamos en el pasado sino en una presente y continua apropiación de Su poder.

Conclusión

"Le falta poder". ¡A cuántos líderes cristianos les corresponde ese sello! Y sin embargo, no tiene por qué ser así. Dios ha
hecho toda provisión para que recibamos tanto de la presencia y poder del Espíritu Santo como necesitemos para vivir y
servir eficazmente por y para El.

Dios jamás esperó que tuvieras que confiar exclusivamente en tus propios esfuerzos y recursos, al igual que no esperó
que los apóstoles y primeros discípulos lo hicieran.

¿Oh, mis hermanos cristianos! Necesitamos ser nuevamente empapados; necesitamos un nuevo derramamiento del
Espíritu sobre nosotros; necesitamos que el poder de Dios descienda una y otra vez sobre nosotros, que entre en
nosotros, que nos llene, que nos invada hasta que podamos decir verdaderamente sobre nuestras vidas que "no yo sino
Cristo" y sobre nuestro ministerio "no yo sino el Espíritu de Dios".

También podría gustarte