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FILOSOFIA DE LA EDUCACIÓN
LA ESCUELA COMO PROYECTO CIVILIZATORIO
DE LA ESCUELA SAGRADA A LA ESCUELA PROFANADA
PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO
norojorge@gmail.com
• Se generalizan los “DISCURSOS DEL MÉTODO” – más allá de la obra de Descartes – en donde
los filósofos de las diversas orientaciones definen cuál debe ser el camino que ha de seguir la
filosofía y el conocimiento para llegar a lograr los resultados deseados. El método es el
instrumento del pensamiento y el pensamiento el camino para el dominio de lo real. Y el
método no sólo es para la filosofía, sino para la ciencia, la tecnología, la economía, la política,
la organización de la sociedad y – también – para la educación. COMENIO – en el mismo siglo
está escribiendo – el discurso del método de la escuela y de la educación formal en su
DIDACTICA MAGNA: sus ideas se harán realidad, siglos después, al definir y “normalizar”
(establecer la norma) de la escuela socialmente necesaria.
• La lucha de los saberes científicos contra las imposiciones dogmáticas (de los siglos XV y
XVI), se transforma en la ciencia floreciente del siglo XVII y, finalmente, en la ciencia convertida
en tecnología en los siglos XVIII y XIX. La revolución industrial es hija de este conocimiento
moderno que tiene una expansión desmedida. Los organismos de control – la iglesia y los
estados – siguen teniendo un papel activo en la regulación de las ideas, con prescripciones y
condenas (del pensamiento, de los libros y de los autores), pero tanto la filosofía como las
ciencias logran un avance indiscutible aun a pesar de tales intervenciones.
• Si la edad media se había caracterizado por considerar a este mundo y a nuestra vida como
un paso para la vida definitiva, la visión de la historia era la de una segura confianza en el
poder salvador de Dios, pero una desconfianza de las acciones humanas: el fin último (parusía)
sería el mas grande, pero el tránsito hacia los últimos tiempos difíciles y dolorosos.
• La modernidad se inaugura con una actitud confiada, festiva, optimista frente al mundo y a
la vida: es verdad que hay otra vida, pero Dios ha creado este mundo para que vivamos en él y
disfrutemos, y no debemos considerar negativo o ajeno nada de lo que poseemos: la
naturaleza, nuestro cuerpo, los placeres, la buena vida. Esta mirada alegre se respira en los
inicios de la modernidad, ya que particularmente el renacimiento fue período sensiblemente
celebratorio.
• Finalmente, en el siglo XVIII, el siglo de la razón y de las luces, la razón construye la noción
de progreso: todo puede ser conquistado por el hombre, sometido por el hombre. Y si el
hombre opera con las luces de la razón todas las transformaciones que opere serán
beneficiosas y seguras. La sociedad ilustrada vivió cada aporte de la cultura como un paso del
progreso hacia la construcción de un mundo perfecto. Las definiciones en materia de
economía, sociedad, obrar moral, educación, política, organización, conquistas eran vividas
como verdaderos pasos de un progreso que no reconocía límites y que se imaginaba
indefinido. La civilización tenía como meta destruir la barbarie, las luces de la razón barrer las
tinieblas de las creencias irracionales, el mundo europeo a los restantes pueblos que no se
amoldaban al único modelo posible.1 De muchas de estas ideas se alimentaron los países que
– en los albores del siglo XIX – se constituyeron su identidad como nación.
1
Una cuidada lectura de los VIAJES DE GULLIVER de JONATHAN SWIFT permite comprobar la existencia
de la mirada crítica de un europeo que desde sus categorías europeas (¿las únicas posibles?) sale al
mundo a descubrir y valorar otras culturas, costumbres, razones, formas de pensamiento. La
monstruosidad de las construcciones no impide descubrir que el “progreso europeo” no es el único y, en
muchos casos, no es el mejor. Una mirada distinta ofrece DEFOE en su ROBINSON CRUSOE, ya que allí el
propósito es “europeizar” la isla en la que el náufrago debe sobrevivir.
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FILOSOFIA DE LA EDUCACION: SEMINARIO. PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO
• Durante muchos siglos, la vida pública y privada de las poblaciones europeas estuvo regida
por la doctrina, la moral y la liturgia cristianas; por otra parte, los Estados eran confesionales y
el cristianismo era la religión del Estado. Entre la Iglesia y el Estado, entre la política y la
religión había osmosis e interpenetración: la religión estaba presente en todas partes, y la
intervención de la sociedad, especialmente de la autoridad pública, en la vida de la Iglesia, así
como la intervención del Iglesia en la vida social y política, no se visualizaban como
“ingerencias” de un poder ajeno. En el Antiguo Régimen (absolutismo) el Estado es
confesional: tiene una religión, exactamente como los individuos. No se concibe que pueda no
tenerla: significaría hacer profesión de ateísmo. Ahora bien, también a nivel individual, el
ateísmo está prohibido y perseguido. Si el Estado tiene una religión, ésta no puede ser más que
una: la del soberano. El territorio lleva consigo mismo la pertenencia religiosa. La elección del
príncipe determina la confesión de los súbditos. Recíprocamente, toda infracción a la norma
de la identidad entre la religión del príncipe y la de sus súbditos se percibe como un atentado a
la autoridad del monarca y a la unidad del reino.
• Este enlace entre la política y la religión, entre el Estado y la Iglesia, duró hasta la
Revolución Francesa, con la aprobación por la Asamblea Constituyente (26 de agosto de 1789)
del artículo 10 de la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano: “Nadie debe ser
perseguido por sus opiniones, incluso religiosas”. Con este artículo, la ciudadanía se
desenganchaba de la confesión religiosa, de tal manera que para gozar de los derechos civiles
y políticos ligados a la ciudadanía ya no era necesario pertenecer a la religión católica. Ésta se
convertía en una “opinión religiosa” entre otras, que no incidía en la ciudadanía. Por
consiguiente, era posible ser ciudadano para todos los efectos sin ser cristiano, incluso
declarándose ateo.
• Se crea un nuevo orden y las nuevas ideas, inspiradas en la total secularización de las
relaciones de la sociedad política y civil con la religión cristiana, penetraron en todos los países
europeos, rompiendo definitivamente la unidad y la fusión entre el orden político-civil y el
orden religioso. De ahí surgieron luchas y enfrentamientos: los más ásperos se produjeron en
torno al régimen familiar; a la escuela y la educación de los jóvenes; a la propiedad y la gestión
de las obras de “beneficencia” (término que sustituyó la expresión cristiana “caridad”); a la
laicidad y neutralidad del Estado; a la presencia en lugares públicos de símbolos religiosos (el
crucifijo); al sustentamiento del personal eclesiástico y las obras del culto; a la libertad de
conciencia.
que esto pueda ser. El único principio válido en el tratamiento de la naturaleza es que el
hombre es señor absoluto de la misma y por tanto puede hacer todo cuanto es técnicamente
posible, sin considerar principio moral alguno. Fruto de esta visión secularizada de la
naturaleza son las “maravillas” que es capaz de hacer.
• Después de dos siglos en el que el eje de los debates y de los conflictos había sido la
religión y las iglesias, que asociaron a los gobiernos, los ciudadanos y los estados en la lucha
por la verdad, se produce una ruptura de este discurso hegemónico y obligado. Hasta los
albores del siglo XVI, la simbiosis religión-sociedad era el resultado de una tradición cultural
que no podía imaginar o crear otro tipo de sociedad que no fuese cristiana; a partir de la
reforma, la religión es una referencia que desborda lo específicamente dogmático y ritual para
comprometer las fuerzas en torno a la disputa de los territorios y las fidelidades. El siglo XVIII
aparece como un siglo que progresivamente va descubriendo filosóficamente el puesto central
del hombre en el cosmos, pero no solamente lo descubre, sino que está dispuesto a dejarlo
ejercer ese rol… y a interpretar desde el hombre toda la realidad.
1. Autonomía del hombre frente a la protección que ofrecía un mundo cerrado y una
sociedad controlada en la edad media. El sujeto moderno reconoce que es preferible afrontar
los riesgos de la libertad que soportar el peso de un control y una obediencia universal.
3. Centralidad del tema del hombre como ordenador de la realidad. Dios no desaparece,
pero deja de ser el centro de referencia y de reflexión, y el hombre se convierte en el eje de la
realidad. El hombre moderno no es el hombre agobiado por problemas y debilidades, sino
sobre todo el hombre fuerte, transformado por la capacidad de conocer.
4. El mundo (el universo) es concebido como la casa que el hombre debe ordenar y el reino
que debe gobernar. No es un lugar de purificación ni de paso, sino el ámbito central de la
existencia en el que el hombre debe ejercer el reinado. La modernidad terminará poniendo en
duda la trascendencia y afirmando la inmanencia y el valor absoluto de este mundo
(desacralización)
9. Contraposición del universal humano (la humanidad, los hombres) como signo de poder y
progreso y la auto-percepción de la pequeñez del ser humano individual (tiempo y espacio)
frente al universo infinito y el peso de la historia... Persiste, sin embargo, la capacidad de
superar con el pensamiento los límites mismos del tiempo y del espacio.
10. El hombre esta dispuesto y decidido a construir al mundo como humano, como morada
propia, desplazando los principios religiosos y ubicando a Dios como un miembro necesario del
sistema, pero respetuoso de la autonomía del esfuerzo humano (secularización)
MATERIAL DE TRABAJO 6
FILOSOFIA DE LA EDUCACION: SEMINARIO. PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO
Al promediar el siglo XVII y, sobre todo, en el curso del siglo XVIII, la modernidad consolida su
presencia y define su proyecto más expansivo. El mundo se vuelve moderno y la realidad
adquiere su definitiva inteligibilidad asociada a la posibilidad de su dominio y transformación.
La enumeración de algunos caracteres permitirá descubrir el contexto de posibilidad de las
producciones de la ciencia moderna.
02. La razón le da nombre al nuevo siglo: iluminismo, ilustración, siglo de las luces. Frente a la
presunta oscuridad de los conocimientos del pasado, la nueva edad crea las condiciones para
iluminar con las luces de la razón cada sector de lo real (lo humano y lo natural). La razón es
civilizadora y con su presencia legislativa y transformadora tiende a superar la barbarie del
pasado y de las fuerzas de la naturaleza.
06. El siglo de las luces asume los caracteres de la civilización europea. Allí está la sede del
pensamiento, de la razón y del progreso. La expansión civilizatoria se convertirá en un poder
avasallador sobre las diversidades geográficas, raciales y culturales. No hay proyecto
alternativo y todo lo distinto será subordinado al discurso hegemónico de la razón (Europa).
08. Mientras la filosofía sufre un período de transición entre los grandes sistemas del siglo XVII
y la explosión creativa del Idealismo del siglo XIX (muchos filósofos, poca filosofía), la ciencia
produce una expansión cualitativa y cuantitativa. Son muchos los hombres de ciencias y
muchos los temas que se descubren, se abordan, se profundizan y se definen, pero a su vez el
progreso de la matemática, de la astronomía, de la física, de la química y de las restantes
ciencias va sumando diversas estrategias metodológicas (inductivo, axiomático, hipotético
deductivo) con el objetivo de avanzar en la producción del saber.
09. La sociedad también recurre a la razón para encontrar la mejor organización, al tiempo
que la política y las formas de gobiernos son temas de los debates racionales para ordenar la
economía, el control de la violencia, el ejercicio de los derechos, el poder del estado, la
participación de los ciudadanos.
10. Hay una circulación activa del saber, de la ciencia y de los conocimientos. El público lector
se asocia a la burguesía y permite acceder a los conocimientos y divulgarlos. No se trata de
algo privativo de sectores o iniciados, sino un derecho y una posibilidad al alcance de todos los
ilustrados (considerando los límites impuestos por los sistemas educativos). Los autores
(científicos, filósofos y literatos) conscientes de la situación escriben según los requerimientos
de los lectores y la Enciclopedia es la muestra de la divulgación (“democratización”) de los
conocimientos.
• La educación escolarizada y pública sintetiza las ideas y los ideales de la modernidad y del
iluminismo. Ella corporiza las idea de (1) el progreso constante a través de la razón y de la
ciencia, (2) de la fe en las potencialidades del desenvolvimiento de un sujeto autónomo y libre,
(3) del universalismo, (4) de la emancipación y la liberación políticas y social, (5) de la
autonomía y de la libertad, (6) de la ampliación del espacio público a través de la ciudadanía,
(7) de la nivelación de privilegios y (8) de la movilidad social.
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“La expansión del aparato estatal deriva entonces del creciente involucramiento de sus
instituciones en áreas problemáticas (o “cuestiones”) de la sociedad, frente a las que
adoptan posiciones respaldadas por recursos de dominación. El grado de consenso o de
coerción implícito en estos actos de apropiación depende la particular combinación de
fuerzas sociales que los enmarcan. Pero en todo caso, siempre se hallan respaldados por
alguna forma de legitimidad, derivada del papel que el Estado cumple como articulador
de relaciones sociales, como garante de un orden social que su actividad tiende a
reproducir.”. (OSZLAK)
• El aporte de Comenio (en el siglo XVIII) es relevante por el tipo de ideas que expone (y que
no habían sido expuestas hasta ese momento): (1) educación para todos, (2) enseñar todo el
saber disponible, (3) graduar la enseñanza, (4) un nuevo diseño de la escuela, borrando
antiguos modelos (5) simultaneidad : escuelas, territorio, grupos etarios, tiempos, contenidos,
(6) uniformidad (todos comienzan al mismo tiempo, todos finalizan al mismo tiempo, todos
hacen lo mismo, el currículum está unificado, control del tiempo de estudio y libros de texto
como reaseguro) . Estas ideas formalizadas en un siglo sin posibilidades de implementación
debían encontrar el tiempo oportuno para: (1) ser descubiertas, (2) ser valoradas, (3) ser
implementadas, (4) ejercer un control con poder real. Es el control del estado llega a todos los
“lugares de la educación”: creación de escuelas, diseño del currículo, formación de los
docentes, habilitación profesional, sostenimiento del sistema, otorgamiento de títulos, etc.
podía establecer desde el comienzo quiénes podían aprender y quiénes no tenían esperanza:
el individuo que se adaptaba al medio (la escuela) era un organismo superior y sano; el
individuo que no se adaptaba al medio tenía problemas de conducta o de adaptación social
(cárcel o manicomio) y se ubicaba en una escala evolutiva inferior lo que le impedía continuar
en el sistema y abandonar el circuito educativo. Esta opción era visto como una conclusión
natural y necesaria de la distribución de capacidades intelectuales, datos personas,
condiciones morales (frecuentemente asociados a la condición social).
• Todos estos eran los discursos educativos reforzados por las investigaciones de médicos,
higienistas y psicométricos que reforzaban estos discursos al mismo tiempo que avanzaban
como cruzada civilizatoria sanitaria contra la barbarie de las enfermedades de todo tipo. Era
necesario detectar, corregir e impedir la propagación de todo lo anormal, por eso se imponían
las prácticas ortopédicas, la corrección de los desvíos y las clasificaciones (estándares de
normalidad). También por eso, la confianza en el método didáctico científico (positivo) debían
lograr los objetivos propuestos traducidos en aprendizajes de los alumnos, siempre que se
dieran las condiciones normales. Los atrasos o las imposibilidades de aprendizaje no
respondían a las limitaciones del método, de las estrategias o de la didáctica, sino de las
incapacidades de los sujetos que se convencían a sí mismos de sus imposibilidades, con claras
condenas públicas: burro, cabeza dura, etc.
• EL LIBERALISMO es una ideología política que, desde un principio, abogó por la igualdad
formal frente al poder jerárquico y hereditario. Su bandera de lucha fue la de la igualdad de
oportunidades para todos, de tal suerte que las riquezas se incrementasen con base en la libre
circulación de capital., El liberalismo político comienza con la lucha de la burguesía contra el
poder absolutista de la nobleza, esta lucha se dio en el período de transición que va del
feudalismo a la primera etapa del capitalismo burgués. Gracias al liberalismo, la sociedad civil
debe estar regulada por contratos que faciliten las libre circulación de mercancías y de
propiedades, pues fundamenta su acción en la posibilidad de construir una sociedad libre en
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• LA FILOSOFÍA DEL LIBERALISMO del siglo XIX dejó sus propios rasgos en la configuración
del sistema: (1) Afirma la vigencia de la libertad de los individuos que por medio de la
educación pueden convertirse en ciudadanos (con derechos y obligaciones dentro del
mecanismo democrático de participación y delegación), sujetos de derecho, y hombre
productivo con capacidad de operar en el mercado: el estado liberal se encarga de la
educación, pero en la constitución del ciudadano aparecen al mismo tiempo la concesión y los
límites; por una parte el sujeto se hace un sujeto de derecho, pero al mismo tiempo crece
como un sujeto de obligaciones. (2) Confía en la educación como medio de ingreso a la
sociedad y de ascenso social, pero al mismo tiempo, cuando ha certificado el ejercicio del
derecho en un plano de igualdad (todos en la escuela) se encarga de legitimar las
desigualdades, porque a partir de allí las diferencias no se interpretan como responsabilidad
del estado, sino de los méritos y las capacidades de los individuos. La democrática igualdad en
el acceso (universalidad o educación para todos) implicaba también admitir que el sistema se
encargaba de establecer premiso y castigos, alientos y expulsiones, circuitos de contención por
los méritos logrados y demostrados y callejones de exclusión. (3) Posibilita la construcción de
los estados y siembra el sentimiento de pertenencia a una nación (nacionalismo) como
reaseguro para el sujeto (que subjetiva su pertenencia como algo esencial) pero sobre todo
como reaseguro para el mismo estado que puede confiar ilimitadamente (hasta el sacrificio)
en lo ideales nacionalista de sus ciudadanos.
pero no se asume el valor de la comunidad o del pueblo (“Si la historia la hacen los que ganan,
eso significa que hay otra historia”) ... La nueva religión de la humanidad (positivismo) necesita
nuevos templos (los lugares en los que los pueblos han tenido sus acciones notables) y nuevos
santos (héroes y próceres) para constituir un nuevo calendario y construir una nueva liturgia y
un nuevo ritual.
• Asociado a esto, las prácticas cotidianas instauran un método simultáneo (a todos los que
concurren, ordenados gradualmente, lo mismo) que se desarrolla en el aula de manera frontal,
con el docente en un lugar central y de privilegio (elevado) asumiendo la responsabilidad
absoluta de (1) la distribución del conocimiento, (2) el manejo del saber, (3) el uso del método
adecuado, (4) los ritmos impuestos del aprendizaje, (5) el control disciplinario de los tiempos y
de los modos de comportamientos y de relación... Los alumnos se inmovilizan en sus bancos
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(paralelos y sucesivos) sin posibilidad de interactuar, y con la obligación de recibir todo lo que
se les da: todos los alumnos concurren a aprender y como tabula rasa debe incorporar todos
los contenidos que le depositan, limitándose a escuchar, leer, memorizar, razonar, calcular,
repetir. Los tiempos de las clases son rigurosos y se refuerza el discurso de la igualdad: todos
aprenden cuando el maestro explica, todos concluyen sus ejercicios, todos aceptan las
obligaciones impuestas y todos regresan con los saberes adquiridos y los deberes cumplidos.
Los tiempos se extienden como condena y estigma para los que se retrasan o no siguen el
ritmo acostumbrado (recreos, después de clase, extensión del calendario escolar).
• La institución escolar fue prácticamente el único medio a través del cual se podía expandir
la «civilización occidental». El proyecto ilustrado de educar para alcanzar la perfección humana
en cada individuo solamente podía hacerse a través de la escuela, pues no existía otro
dispositivo de comunicación más eficaz, a no ser la prensa. La sociedad industrial que estaba
creciendo necesitaba transformar las costumbres ancestrales de las comunidades campesinas
(en Europa y América) e indígenas (en América). Nuevas actitudes frente a la vida, nuevas
estructuras familiares, nuevos hábitos personales, en fin, nuevos sujetos sociales, eran
necesarios para impulsar el «progreso» y el crecimiento económico que el capitalismo
jalonaba con tanto ímpetu. La tradición oral y las costumbres más ancestrales se llamaron
entonces analfabetismo y superstición, y se convirtieron en el símbolo del atraso y en el freno
al progreso que parecía irreversible.
disciplina, el pizarrón, el salón de clase dividiendo a los niños por edad y por género, el pasar
lista, el reglamento, las filas, las lecciones, los ejercicios físicos, los textos o manuales, la
memorización, el uniforme, los exámenes, etc., eran símbolos de este nuevo orden
modernizador. La escuela fue en ese momento la punta de lanza y la expresión más clara de
aquel orden emergente; fue la herramienta más eficiente, el aparato más exitoso, el invento
más perfecto para expandir con rapidez a todos los rincones el conocimiento y la moral que
requería la modernidad. El libro impreso jugó allí un papel muy importante.
1
“Un lento progreso de las sociedades humanas ha creado en estos últimos tiempos una
institución desconocida a los siglos pasados. La instrucción pública que tiene por objeto
preparar las nuevas generaciones en masa para el uso de la inteligencia individual, por el
conocimiento, aunque rudimental de las ciencias y hechos necesarios para formar la razón,
es una institución puramente moderna, nacida de las disensiones del cristianismo y
convertida en derecho por el espíritu democrático de la asociación actual.”
“Del derecho de todos los hombres a tener las condiciones necesarias para ejercer los
derechos ciudadanos nace la obligación de todo gobierno a proveer de educación a las
generaciones venideras. La condición social de los hombres depende muchas veces de
circunstancias ajenas de la voluntad. La sociedad en masa tiene interés vital en asegurarse
que todos los individuos que han de venir con el tiempo a formar la nación, haya por la
educación recibida en su infancia, preparándose suficientemente para desempeñar las
funciones sociales a que serán llamados. “
2
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“Cuando hayamos diseminado los medios suficientes para satisfacer las necesidades de
todas las moradas de la pobreza, cuando hayamos sustituido la ignorancia por el
conocimiento en las mentes de todo el pueblo, cuando hayamos reformado el vicioso y
amansado al criminal, entonces podemos invitar a todas las naciones vecinas para que
contemplen el espectáculo y decirles, en la consciente euforia de virtud:” Regocíjense
conmigo”, pues he encontrado lo que estaba perdido. “
“Seguramente, la educación universal es lo único que puede contrarrestar esta tendencia a
la dominación del capital y a la servidumbre del trabajo Si la educación se difunde en
forma equitativa, llevará tras sí la propiedad con la mas fuerte de todas las atracciones:
pues nunca ha sucedido, y nunca podrá suceder, que un grupo de hombres inteligentes y
prácticos deba ser permanentemente pobre. Por lo tanto, mas allá de todos los demás
medios de origen humano, la educación es la gran igualadora de las condiciones de los
hombres: la rueda equilibradora de la maquinaria social. La difusión de la educación,
mediante la ampliación de la clase o casta cultivada, abrirá un ámbito más amplio para la
expansión de los sentimientos sociales, y si esta educación fuera universal y completa,
contribuiría más que cualquier otra cosa a borrar las diferencias de la sociedad”.
3
"Ofrecer a todos los individuos de la especie humana los medios de proveer a sus
necesidades, de asegurar su bienestar, de conocer y ejercer sus derechos, de entender y
cumplir sus deberes; asegurar a cada uno de ellos la facilidad de perfeccionar su industria,
de capacitarse para las funciones sociales a las cuales tiene derecho a ser llamado, de
desarrollar en toda su extensión los talentos que ha recibido de la naturaleza, y de este
modo establecer entre los ciudadanos una igualdad de hecho, y hacer real la igualdad
política reconocida por la ley: tal debe ser el primer objetivo de una instrucción nacional
y, desde este punto de vista, constituye para el poder público un deber de justicia."
4
“La instrucción pública es un deber de la sociedad para con los ciudadanos. En vano se
habría declarado que todos los hombres tienen los mismos derechos, en vano las leyes
habrían respetado este principio de la justicia eterna, si la desigualdad en las facultades
morales impidiera al mayor número gozar de estos derechos en toda su extensión.
Así, por ejemplo, el que no sabe escribir e ignora la aritmética depende realmente del
hombre más instruido, al que está obligado a recurrir siempre. No es el igual de aquellos a
quienes la educación ha dado estos conocimientos, no puede ejercer idénticos derechos
con la misma amplitud y dependencia. Aquel al que no se ha instruido en las primeras
leyes que regulan el derecho de propiedad no goza de este derecho de la misma manera
que quien las conoce; en los debates que se suscitan entre ellos, no combaten con las
mismas armas.
Pero el hombre que conoce las reglas de la aritmética necesarias en el uso de la vida no
depende del sabio que posee en el más alto nivel el genio de las ciencias matemáticas,
cuyo talento le será de una utilidad muy real sin poder nunca estorbarle en el goce de sus
derechos. El hombre al que se ha instruido en los elementos de la ley civil no depende del
abogado más ilustrado, cuyos conocimientos sólo pueden ayudarlo y no esclavizarlo.
(…) Hay todavía otra desigualdad cuyo único remedio puede ser una instrucción general
repartida uniformemente. Cuando la ley ha hecho iguales a todos los hombres, la única
distinción que los divide en varias clases es la que nace de su educación (…) El hijo del rico
no será de la misma clase que el hijo del pobre si ninguna institución pública les acerca
por la instrucción, y la clase que reciba una educación más esmerada tendrá
necesariamente las conductas más agradables, una honradez más delicada y una
honestidad más escrupulosa; sus virtudes serán más puras, en cambio, sus vicios serán
menos repulsivos, su corrupción menos abyecta, menos bárbara y menos incurable.
Existirá pues una distinción real, que no estará en poder de las leyes destruir y que,
estableciendo una verdadera separación entre los que tienen luces y los que están
privados de ellas, hará necesariamente de la instrucción un instrumento de poder para los
unos, y no un medio de felicidad para todos.
5
“¿Es la instrucción pública el primer origen de la prosperidad social? Sin duda. Ésta es una
verdad no bien reconocida todavía, o por lo menos no bien apreciada; pero es una
verdad. La razón y la experiencia hablan en su apoyo.
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Las fuentes de la prosperidad social son muchas; pero todas nacen de un mismo origen, y
este origen es la instrucción pública. Ella es la que las descubrió, y a ella todas están
subordinadas. La instrucción dirige sus raudales para que corran por varios rumbos a su
término; la instrucción remueve los obstáculos que pueden destruirlos, o extraviar sus
aguas. Ella es la matriz, el primer manantial que abastece estas fuentes. Abrir todos sus
senos, aumentarle, conservarle es el primer objeto de la solicitud de un buen gobierno, es
el mejor camino para llegar a la prosperidad. Con la instrucción todo se mejora y florece;
sin ella todo decae y se arruina en un estado.
¿No es la instrucción la que desenvuelve las facultades intelectuales y la que aumenta las
fuerzas físicas del hombre? Su razón sin ella es una antorcha apagada; con ella alumbra
todos los reinos de la naturaleza, y descubre sus más ocultos senos, y la somete a su
albedrío. El cálculo de la fuerza oscura e inexperta del hombre produce un escasísimo
resultado, pero con el auxilio de la naturaleza, ¿qué medios no puede emplear? ¿qué
obstáculos no puede remover? ¿qué prodigios no puede producir? Así es como la
instrucción mejora el ser humano, el único que puede ser perfeccionado por ella, el único
dotado de perfectibilidad. Éste es el mayor don que recibió de la mano de su inefable
Creador. Ella le descubre, ella le facilita todos los medios de su bienestar, ella, en fin, es el
primer origen de la felicidad individual. Luego lo será también de la prosperidad pública.
(…)
Sin duda que son varias las causas o fuentes de que se deriva esta prosperidad; pero todas
tienen un origen y están subordinadas a él; todas lo están a la instrucción. ¿No lo está la
agricultura, primera fuente de la riqueza pública y que abastece todas la demás? ¿No lo
está la industria, que aumenta y valora esta riqueza y el comercio, que la recibe de
entrambas, para expenderla y ponerla en circulación, y la navegación, que la difunde por
todos los ángulos de la tierra? ¡Y qué! ¿no es la instrucción la que ha criado estas
preciosas artes, la que las ha mejorado y las hace florecer? ¿No es aquella la que ha
inventado sus instrumentos, la que ha multiplicado sus máquinas, la que ha descubierto e
ilustrado sus métodos? ¿Y se podrá dudar que a ella sola está reservado llevar a su última
perfección estas fuentes fecundísimas de la riqueza de los individuos y del poder del
Estado?
Se cree de ordinario que esta opulencia y este poder pueden derivarse de la prudencia y
de la vigilancia de los gobiernos; pero ¿acaso pueden buscarlos por otro medio que el de
promover y fomentar esta instrucción, a que deben su origen todas las fuentes de la
riqueza individual y pública? Todo otro medio es dudoso, es ineficaz; éste sólo es directo,
seguro e infalible. (…)
Pero ¿acaso la prosperidad está cifrada en la riqueza? ¿No se estimarán en nada las
calidades morales en una sociedad? ¿No tendrán influjo en la felicidad de los individuos y
en la fuerza de los estados? Pudiera creerse que no, en medio del afán con que se busca la
riqueza y la indiferencia con que se mira la virtud. Con todo, la virtud y el valor deben
contarse entre los elementos de la prosperidad social (…)
Y bien, esta otra fuente de prosperidad, ¿no tendrá también su origen en la instrucción?
¿Quién podrá dudarlo? ¿No es la ignorancia el más fecundo origen del vicio, el más cierto
principio de la corrupción? ¿No es la instrucción la que enseña al hombre sus deberes y la
que se inclina a cumplirlos? La virtud consiste en la conformidad de nuestras acciones con
ellos, y sólo quien los conoce puede también desempeñarlos. Es verdad que no basta
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conocerlos, y que también es un oficio de la virtud abrazarlos; pero en esto mismo tiene
mucho influjo la instrucción, porque apenas hay mala acción que no provenga de algún
artículo de ignorancia, de algún error o de algún falso cálculo de su determinación (…)
Sin duda que la riqueza le fomenta; pero ¿cómo? Donde las leyes autorizan la
desigualdad de las fortunas; cuando la mala distribución de las riquezas pone la opulencia
en pocos, la suficiencia en muchos y la indigencia en el mayor número, entonces es
cuando un lujo escandaloso devora las clases pudientes, y cuando, difundiendo su
infección, las contagia, y aunque menos visible, las enflaquece y arruina.(…) Pero sea la
que fuera la causa del lujo, la instrucción, lejos de fomentarle, le modera; mejora, si así
puede decirse, los objetos; le dirige más bien a la comodidad que a la ostentación, y pone
un límite a sus excesos (…)”
6
“En el estado actual de la civilización, la lucha por la vida es inmensamente difícil para el
hombre desprovisto de conocimientos y de aptitudes para alguna profesión especial; y el
progreso es imposible a naciones que carecen de miembros útiles por servicios que
prestan a la sociedad en virtud de esas aptitudes especiales. De ahí una doble utilidad de
la educación: utilidad para el individuo educado y para la sociedad educadora. Para el
individuo educado: lo coloca en circunstancias más favorables que la ignorancia para su
desenvolvimiento en la sociedad. Para la sociedad educadora: siendo ella el resultado de
sus miembros, ese resultado será tanto más fuerte y progresista, tanto más apto, cuanto
más lo sean sus miembros factores. Ese beneficio impone a cada pueblo el deber de la
educación; los gastos y trabajos se compensan con las ventajas que saca.
La voluntad en el hombre absolutamente ineducado, no puede ser más que los impulsos
bárbaros de su egoísmo y sus pasiones; sólo en el hombre educado es una fuerza
congruente con los derechos y obligaciones de todos, y con el alto ideal humano por
excelencia, el ideal del progreso. Claro es como la luz meridiana, que un hombre de
mediocre inteligencia y desprovisto de toda noción de ética, a quien la educación y la vida
no han desenvuelto ese inestimable tesoro que a su alma han transmitido, en luchas
inacabables, sus millares de ascendientes, no puede ser, mientras la experiencia no lo
complete, más que un factor de desorden en una sociedad cualquiera.
arbusto salvaje, sino un árbol que, para que dé sus óptimos frutos, ha sido regado con el
sudor y la sangre y las lágrimas de muchas generaciones. El Segismundo de Calderón es un
ente perfectamente humano, y todos sus actos anárquicos cuando en la corte de su padre
se presenta, no son sino lógica consecuencia de su propia humanidad y de su falta de toda
educación; ninguna podrá existir, pues, compuesta de Segismundo. Toda sociedad, para
conservarse, tiene el deber de la educación.
Dentro de cada sociedad total hay una segunda entidad parcial que se llama el Estado;
dentro de cada hombre, otra segunda personalidad que se llama el ciudadano. El
ciudadano es el hombre en oposición al Estado, el hombre cuyo papel es doble: ser
gobernado y gobernar. De ahí que el Estado tenga, conjuntamente con la sociedad, el
deber de educar. Nadie podría, no gobernar, sino simplemente ser gobernado, sin poseer
siquiera nociones rudimentarias aprendidas de ética, de ciencias políticas y sociales; y
tales nociones no pueden ser sino frutos de la educación.
2
DUSSEL – CARUSO (1999: 55) “Es cierto que identificar las raíces religiosas de nuestras prácticas
docentes va a contramano de la propia visión que la escuela pública ha construido sobre sí misma como
espacio secularizado y claramente diferenciado de la iglesia, cuestión que quedará más aclarada cuando
nos ocupemos del último siglo de escolarización, y en este sentido, puede causar alguna que otra
irritación”.
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1. SACRALIZACION
• Desde mediados del siglo XVI y hasta primer cuarto del siglo XVIII adquieren rasgos
definitivos los caracteres fundamentales de la educación escolarizada en la Europa
moderna. Y esto se produce no sólo porque el contexto es un período marcado por
profundas transformaciones culturales, sino también porque las luchas religiosas
asumen una estrecha relación con el poder político y buscan por todos los medios
consolidar las diversas hegemonías confesionales. Son los representantes de las
iglesias los que definen y ponen en marcha el aceitado mecanismo de la escuela. Al
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hacerlo no puedo sino plasmar en las aulas la sacralizad que viven en los templos. El
carácter sagrado de la escuela es una proyección necesaria de la matriz que configuran
quienes – en su creación - no hacen más que reproducir en el lugar y en la función lo
que viven en el ámbito religioso. El templo de las ceremonias religiosas se proyecta en
el templo del saber, y sus prácticas están atravesadas por acciones, intervenciones,
rituales y ministros que recrean puntualmente el universo eclesial. La escuela
responde a una necesidad social y pastoral, pero también a las demandas de los
nuevos tiempos, cuyas transformaciones, requieren trabajar progresivamente en la
construcción de súbditos obedientes, ciudadanos responsables, feligreses convencidos,
soldados intrépidos, funcionarios idóneos, trabajadores laboriosos y familias
protectoras
• Esta sacralidad se vio reforzada en los orígenes de las escuelas, porque no sólo
tuvieron una matriz eclesiástica, sino que - casi universalmente - respondieron a la
iniciativa y se mantuvieron bajo el control de las iglesias parroquiales y las órdenes
religiosas que multiplicaron sus colegios de la misma manera en que reforzaban las
presencias evangelizadoras en el complejo universo de la reforma y contrarreforma.
De esta manera construían una especie de espacio homogéneo entre la iglesia y la
escuela: los estudiantes eran feligreses y alumnos, los educadores eran ministros y
docentes, en un lugar rezaban, alababan a Dios, celebraban los sacramentos,
reconocían sus pecados y buscaban el perdón, y en el otro: escuchaban al maestro,
aprendían sus lecciones, cumplían sus deberes, respetaban el reglamento, pero los
mensajes, el clima, las costumbres, los hábitos, las actitudes, el carácter de los vínculos
eran análogos: el orden de lo sagrado lo atravesaba todo y reforzaba en el feligrés la
posibilidad de creer y en el alumno la capacidad de aprender.
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2. SECULARIZACION
3
Hacemos un uso de la palabra SAGRADO análogo al que FROMM ((1986: 131) hace del concepto de RELIGION que
lo despega de la relación necesaria con Dios y lo trascendente
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• Rechazando las protestas de las iglesias que reclamaban sus derechos y la exclusividad en el
control de la educación, el Estado moderno e ilustrado justipreció sus aportes, valoró el
producto, la vació de los referentes religiosos, efectuó una rápida operación sustitutiva y la
convirtió en un instrumento secular de sus propósitos. Aunque los primeros esfuerzos aparecen
en el Estado Prusiano, con la Revolución Francesa esa apropiación intentó hacerse exclusiva y
excluyente (aun proponiendo que antiguas órdenes religiosas se transformaran en agentes de
la nueva educación revolucionaria), y con el positivismo el desplazamiento de los fundamentos
religiosos llegó a su máxima expresión y a su ineludible desaparición. Sin embargo, ninguno de
los movimientos (Prusia, la Revolución, las Nuevas Ideas, el Positivismo, Napoleón Bonaparte y
los Estados nacionales que sumaron a su constitución democrática la organización de los
sistemas educativos) discutieron la matriz organizacional de la escuela que mantenía el carácter
sagrado en su funcionamiento, una sacralidad que le permitía seguir operando con una
manifiesta y reconocida efectividad. Cada una de las piezas de la “máquina de educar” 4
funcionaba como los componentes de un gran ritual al que adherían los funcionarios,
sacerdotes y feligreses de los nuevos templos seculares del saber.
4
La expresión máquina de educar, es una analogía generosamente utilizada por diversos autores (FOUCAULT:
1989, QUERRIEN: 1979, VARELA-ALVAREZ URIA: 1991, SARLO: 1998, PINEAU, DUSSEL, CARUSO: 2001, MUMFORD:
1982, 1986), y hace referencia estandarización metódica de la tarea educativa y de los procedimientos para
alcanzar mejores resultados con un esfuerzo más automatizado. La escuela es la máquina moderna de educar
porque representa la sustitución de la práctica artesanal de la educación, es decir de la mera creatividad e
inspiración, el cuidado y la perfección de los pedagogos. Un mismo formato o matriz se aplicaba a todos por igual y
en cualquier institución que siendo escuela debía regirse con el mismo molde. La normalización (escuelas
normales) se convierte en la segura y triunfante multiplicación de la máquina cuyo modelo de acción, organización
y de educación era el único probado que se multiplicaba progresivamente. Está “máquina de educar” guarda
relación con los “Talleres de hombres” de COMENIO (1976: 37) y la interpretación de la segunda ola que realiza
TOFFLER (1985: I, 59)
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• En este proceso, la educación de las escuelas tuvo cambios relevantes porque pasó a
desempeñar funciones asignadas por el estado, los educadores fueron objeto de una
preparación específica y dependieron laboralmente del poder público, las creaciones de
escuelas y sus edificios obedecieron a las decisiones de los gobiernos, la universalidad se asoció
a la gratuidad y a la obligatoriedad, la supervisión y la dirección, la acreditación y las
certificaciones pasaron a depender del nuevo referente. Pero el resto de las actividades y
funciones, el perfil de las escuelas reales, el mecanismo que ordenaba sus movimientos y sus
relaciones permanecieron fieles al diseño original. El núcleo duro seguía siendo sagrado,
aunque una gran variedad de elementos emergentes se había secularizado. Esa fue la historia
de la escuela moderna, plena de vigor, segura de sus posibilidades y de sus logros, asociada al
Estado en su cruzada civilizadora, consciente de que era constructora de un progreso que se
descubría y se sembraba solamente entre sus muros (salvación) y que se ponía en
funcionamiento y maduraba fuera de ellos, en la vida real: el más allá de esta escuela
secularizada eran el ejercicio de la ciudadanía, la conquista, la expansión y la defensa del
territorio, la incorporación activa y laboriosa en el mercado del trabajo, el ingreso en los
circuitos emprendedores, la construcción responsable y moralizada de la sociedad.
3. DESACRALIZACIÓN
5
Excede las posibilidades de esta exposición, pero la desarticulación entre la escuela y los nuevos tiempos ha sido
ampliamente desarrollada, entre otros por: GIROUX H., 1997; PEREZ GOMEZ A.I., 1999; COLOM A. Y MELICH, J.C.;
1994; HARGREAVES A., 1996; MARDONES J.M., 1997, TENTI FANFANI E., 1995; DUSCHATZKY S. – BIRGIN A., 2001;
ANTELO E. – ABRAMOWSKI A., 2000; CIRIGLIANO – FORCADE – ILLICH, 1974; DUSCHATZKY S., 1999; FILMUS
D.,1994; REIMER E., 1971; TRILLA J., 1999; TRILLA BERTET J., 2002
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• Los espacios, los tiempos, los lenguajes, los actores dejan de ser sagrados, y pasan al espacio
de lo público, de lo disponible para cualquier uso, de lo profano: se rompe la línea divisoria y
todo puede ser vulnerable y objeto de invasión. Todos los aceitados engranajes de la
maquinaria son devueltos a la normalidad, vulgarizados y convertidos en acciones sin valor
trascendente: los espacios y los tiempos, las acciones y los actores pierden el carácter sagrado
para volverse público y común a todos. (AGAMBEN, 2005: 109 -110)
• ¿Cuáles son los síntomas de esta desarticulación de los relatos? Pérdida de credibilidad,
irrupción de la duda metódica y de la crítica, fracaso en el cumplimiento de las promesas,
quiebres de los códigos, predominio de las formas sobre los contenidos, ausencia de
referencias y de referentes, trivialización de los actos y ausencia de acontecimientos, fracturas
entre los miembros firmantes del consenso que sostiene el relato (que se multiplica, se divide y
estalla en diversas versiones). Cuando se renuncia a los relatos o los relatos se quiebran,
cuando se produce en voluntario desarraigado de las tradiciones, caen los rituales y las
convenciones y todo es sometido a sospecha y destrucción.
• Las escuelas mantienen su funcionamiento, pero se presentan como una imagen del pasado
con escaso impacto sobre el presente y el porvenir. Se burocratizan las funciones y se vacían los
contenidos. Así como – en la modernidad - nadie se atrevía a matar a Dios, porque todavía
seguía siendo socialmente necesario, nadie mata, hoy, a la escuela o reniega de ella porque aún
no se ha encontrado una institución sustituta, y las voces que se alzan en su contra son
rápidamente acalladas por la misma sociedad y los mismos referentes que descreen de ella. Se
instala una cultura del simulacro (falsificación, falsa apariencia, construcción engañosa): se
construye una realidad en la que no se cree, se repiten ciegamente prácticas que ya no tienen
el efecto deseado, se cruzan intereses, prescripciones y discursos que rompen los acuerdos del
pasado. (BAUDRILLARD, Jean:1993).
4. PROFANACIÓN.
• Esta primera acepción (profano) tiene un sentido más favorable que “profanación”.
Profanar – aunque proviene del mismo origen - tiene otra carga semántica: significa destruir o
alterar lo sagrado, adulterar, infligir algún daño, tomar por asalto un objeto o un lugar sagrado.
Es una acción signada por la violencia y asociada con un eventual castigo hacia los autores
descubiertos. Es una acción condenable, ilegítima. Implica una intervención deliberada: tratar
una cosa sagrada sin el respeto que se le debe, o destinarla a usos profanos, despreciándola,
restándole valor, agrediéndola, destruyéndola. Como acto socialmente condenado remite a
sacrilegio, desacato, perjurio, irreverencia. Si el que la comete no es consciente de la santidad
de los objetos que desprecia o de los que abusa, no comete más que una simple profanación; si
reconoce la santidad de los objetos que profana: sacrilegio.
6
En el elenco de acciones y detalles invadidos por la desacralización, podemos citar: la autoridad, la obediencia, el
silencio, el trato, los saludos, las conmemoraciones y celebraciones, el valor de los símbolos.
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restituye al uso común los espacios de poder que había confiscado. El poder del estado se
desprende de la posesión del instrumento de educación, la escuela, y la entrega a la sociedad
para que con su uso haga lo que quiera.
CONCLUSION
• ¿Todas las escuelas han sufrido el proceso de desacralización y de profanación? ¿Lo han
padecido o lo padecen con la misma intensidad? ¿Se han dado necesariamente juntos y
asociados? No podemos dejar de reconocer que no todas las escuelas han sido o son objeto de
profanación (por lo menos clara y manifiesta), y que hay numerosos casos de escuelas que
mantienen un estilo, un funcionamiento y un respaldo propios de la modernidad y numerosas
experiencias que mantienen el atrevimiento y la imaginación para recrear el paraíso perdido
(AGUERRONDO, 2002). No estamos hablando de las excepciones, sino de esa “educación para
todos” que ha sido una demanda central en los últimos treinta años y que ha acompañado los
procesos de transformación de las leyes y de los sistemas educativos. La variedad en los
síntomas de la crisis remite a las verdaderas causas, que son las que demandan procesos de
intervención más radicales e innovadores. El modelo original aportó – durante más de cuatro
siglos - todas sus riquezas: las sucesivas transformaciones pudieron quitarte su potencial
educativo, su proyección social y su relevancia subjetiva, exigiéndonos, para el presente y para
el futuro, un nuevo esfuerzo de imaginación creativa y de energía transformadora.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS