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PRIMERA PARTE

Lección 1
¿Qué es la Teoría de la Argumentació
Normalmente, empezar la exposición de una teoría
con su definición no es muy adecuado. Puedo dar una
definición de la teoría de la argumentación
absolutamente inocua, diciendo que es la teoría que
estudia las argumentaciones; y con eso efectivamente
no he dicho nada. Pero, sí puedo dar una definición
más analítica, que es ésta: JiiJjcxma j d e ^
ción es la discipljna^uejstudia las téctúcg^t(j[igcursivas
que permiten producir o acrecentar la adhesión de un
auditorio. Esta producción es la acción de un orador
que trata de lograr la adhesión de un auditorio me-
diante el uso de estas técnicas discursivas. En resu-
men: J a j t e o ^ ^
cas discuj^ tomando persuasión en
un sentido muy general.
Cuando hablo de orador y auditorio estoy tomando
una terminología aparentemente muy restringida; por-
que cuando se piensa en orador y en auditorio normal-
mente se asocia con el discurso oral (verbal). Pero, en
teoría de la argumentación se entiende por orador a
toda persona que argumenta, es decir, que trata de pro-

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

ducir adhesión a sus tesis de un auditorio, y este orador


o argumentador lo puede hacer en forma oral o escrita.
De hecho, en este trabajo nos centraremos más en las
argumentaciones escritas, pero sin descartar la probabi-
lidad de hacer un análisis argumentativo de un discur-
so de cualquier naturaleza.
Con respecto a los públicos o auditorios hablaré más
extensamente en la segunda lección. Por público no se
entiende solamente una masa reunida en una plaza
pública; un auditorio puede ser el interlocutor de uno
en un diálogo donde sucesivamente se alternan los ro-
les, por ejemplo, en un debate. El orador a su vez, se
convierte en un auditorio cuando el interlocutor toma
la palabra. Es decir, se alternan los roles o las funciones.
Cuando hablamos de técnicas discursivas estamos ha-
blando de las técnicas que se transmiten a través de los
lenguajes comunes, lenguajes ordinarios o lenguajes
etnográficos, es decir, aquellos lenguajes que son, o han
sido, utilizados en la comunicación humana. Así, pues-
to que las técnicas discursivas son utilizadas en la
comunicación humana, los discursos se realizan en es-
pañol, en inglés, en chino, en griego o en latín —por-
que hubo grandes argumentadores en la antigüedad—,
e incluso en una lengua artificial como el esperanto,
que tiene un uso comunicativo. Dejaremos de lado los
llamados lenguajes formales' porque cumplen otras
funciones en el trabajo intelectual o práctico del ser
humano.

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Adolfo León Gómez. G.

La teoría de ia argumentación no es una disciplina


normativa. Es decir, no nos enseña a argumentar de la
mejor manera. No es un arte para hacer máximamente
eficaz nuestra argumentación. La teoría de la argumen-
tación es una disciplina descriptiva. Busca diversas
muestras, diversos ejemplares de argumentación, en
la política, el derecho, la prédica religiosa, los discur-
sos académicos, la prensa, ios medios de comunica-
ción, etc., y trata de explicitar los mecanismos
argumentativos subyacentes en estas argumentaciones
reales. Sólo se vuelve una disciplina normativa en tanto
nos enseña los mecanismos argumentativos, buenos o
malos, y nos permite sacar una lección de esa
explicitación. Nos ayuda a calcular mejor el alcance
de nuestra argumentación y de las argumentaciones
ajenas; es decir, de alguna forma contribuye a volver-
nos conscientes de estos usos argumentativos que uti-
lizamos intuitivamente, en la medida en que somos
seres adultos, en las deliberaciones ordinarias, científi-
cas, filosóficas, etc.; y nos enseña a ser más críticos en
nuestra argumentación.

Podría decirse que la teoría de la argumentación ha


surgido como una consecuencia de lo que fue el naci-
miento de la lógica formal o la lógica matemática con-
temporánea. Esta lógica que se ha desarrollado de
manera vertiginosa desde la segunda mitad del siglo
pasado, y que aún no está terminada (a pesar de que
Kant dijo, en 1787, que 1a lógica había nacido acabada
de las manos de Aristóteles), trataba de explicitar los

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

procedimientos mediante los cuates razonaban de ma-


nera efectiva los matemáticos. Ese fue el gran proyec-
to inicial de la lógica del alemán Frege, por una parte,
y de Alfred Whitehead y Bertrand Russell, por otra,
en su obra monumental Principia Matkematica.
Esta es una observación que me parece importante
tener en cuenta: es una disciplina descriptiva. Sólo de
manera indirecta puede darnos lecciones, es decir, pue-
de volverse normativa; pero, este aspecto normativo
cada uno lo sacará por su cuenta.
La argumentación y su teorización no son nuevas.
La argumentación, en términos de lo que se llamaba
retórica en la antigüedad, prácticamente nació en
Sicilia hacia el siglo V a.C. Sicilia, en esta época no
era parte de Italia sino de la Magna Grecia Los prime-
ros conatos de democracia se desarrollaron allí. El pri-
mer uso de la retórica se atribuye a Córax, por lo me-
nos en los tratados griegos. Es probable que Córax sea
un personaje mítico, pero, en todo caso, es un perso-
naje que ha pasado a la historia, como tantos personajes
míticos. Córax hacía la teoría del doble discurso (dissoi
logoi) para defender a un acusado. Por ejemplo, en el
caso de que uno fuese acusado de maltratar o quitarle
la vida a alguien, él recomendaba que si uno era de
complexión débil, podría alegar que era
contraevidente pensar que una persona de tal com-
plexión fuese capaz de matar a una más fuerte. Y al
revés, si el acusado era de complexión fuerte podía

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Adolfo León Gómez. G.

alegar en su favor que precisamente por eso, no lo


habría hecho; porque sería en el primero que hubie-
ran pensado para acusar. Aquí tenemos ya la idea del
doble discurso que va a ser central en toda la teoría de
la argumentación. Con la aparición de los sofistas
(cuya mala fama propagó Platón), la argumentación
ya no fue una mera práctica, pues comenzó a hacerse
su teoría.

Los sofistas se dedicaron a cosas importantes: prime-


ro, se dedicaron a enseñar retórica, es decir, argumen-
tación, necesaria para la participación democrática de
los ciudadanos en la El gran desarrollo de la sofística
se dio en el Siglo de Pericles, que es también el siglo de
la democracia ateniense. Su función fue la de educar a
los ciudadanos para que pudieran participar activamente
en las deliberaciones de la plaza pública, es decir, en las
deliberaciones del Estado. Por supuesto, como no eran
aristócratas (como Platón), no podían tener esclavos
ni propiedades pues eran extranjeros, vivían de su tra-
bajo y cobraban por sus lecciones. En la concepción de
los sofistas prácticamente estaba en simiente la idea del
maestro contemporáneo. Sin embargo, por esta segun-
da característica, Jenofonte, en Los Recuerdos de Sócrates,
los llama prostituios pues como la mujer que vende su
cuerpo por dinero se llama prostituta, así el hombre que
vende su saber por dinero debe ser llamado prostituto.
Por supuesto que esta es una concepción aristocrática
de la función del maestro, que está absolutamente pa-
sada de moda.

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

Lo cierto del caso es que los sofistas (oradores y


retóricos) eran hombres de acción. Preparaban a la gen-
te para la vida política, que es una vida absolutamente
activa, mientras que los filósofos, en especial Platón,
estaban pensando más bien en una vida contemplativa.
Entonces, desde la época de Platón y su disputa con los
sofistas, se estableció una dicotomía entre los retóricos,
que se iban por la acción y la opinión —para actuar,
muchas veces uno tiene que contentarse con opinio-
nes—, y los filósofos que iban por la vía contemplativa
y que buscaban la verdad. Se oponía la vida activa a la
vida contemplativa, la opinión a la verdad.

Hubo muchas clases de sofistas. Sofistas 'sin hígados',


que enseñaban lo que se les pedía, es decir, que se
doblegaban a las necesidades del público25. Lo que no
siempre es honesto, como lo veremos un poco más
adelante en el planteamiento de la teoría general de la
argumentación. Pero hubo sofistas que simplemente
pensaban que era imposible tener un conocimiento
verdadero, de verdades trascendentales. En todo caso
la idea del doble discurso, que popularizó Gorgias, es
que a todo argumento se le puede oponer un
contraargumento
Gorgias practicó esta tesis partiendo de un famoso
poema filosófico, el poema de Parménides de Elca. Las
tesis centrales de este poema son: primera, 'El ser es';

25 Sobre todo los sofistas posteriores a los cuatro grandes Prutsfy? >ras,

Gorgias, Pródico e Hipias.

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Adolfo León Gómez. G.

segunda, Ti ser es pensable', es decir, inteligible, se puede


comprender; y tercera, 'El ser es expresable'. Dicho en
otros términos, «lo que yo pueda pensar del ser, ya que
es pensable, se puede expresar». Y, eso es lo que él trata,
de expresar en su famoso poema Sobre la Naturaleza
(periphyseos). Los filósofos anteriores a Sócrates, hacían
filosofía en poesía. Sus obras han sido llamadas 'poe-
mas'. Allí hay una síntesis muy bella entre poesía y re-
flexión filosófica.

Pues bien, Gorgias escribió un poema anti-


parmenídeo, 'Sobre el no-ser*, que plantea tesis exac-
tamente contrarias a las de Parménides. La primera es
que 'El ser no es'; la segunda, que 'Si el ser fuese no
sería pensable', no seria inteligible. Y la tercera —fí-
jense que estamos hablando en términos condiciona-
les—, que 'Si fuese pensable, no sería expresable en
palabras'. Para Gorgias el discurso terminaba volvién-
dose un instrumento no de persuasión, de ar-
gumentación, sino un simple instrumento de encanta-
miento, de sugestión, de seducción, es decir, un ins-
trumento al servicio de lo irracional.
Pero, otros sofistas, -pienso en el sofista más impor-
tante que hubo en la antigüedad, Protágoras, no com-
partían esas tesis. Simplemente él era agnóstico, y de-
cía que sobre los dioses no podemos decir, ni que exis-
ten, ni que no existen; hay razones en pro, pero todas
pueden ser balanceadas por razones en contra. Y ade-
más, la vida es muy breve para aclarar estos proble-
mas; así que dejémoslos en suspenso y dediquémonos

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

a cosas más prácticas, por ejemplo, a pensar en qué es la


justicia y cómo una sociedad puede ser equitativa. El
siempre fue un pensador político, preocupado por el
tema de la justicia. Reflexiones que le respeta mucho
Platón, a pesar de las críticas que le hace.
'Sofista* inícialmente no quería decir lo que significa
entre nosotros y lo que significa en el diccionario, es
decir, una persona que usa instrumentos discursivos para
engañarnos. Esta es la idea que forjó Platón en la cultu-
ra occidental Sofista, entre los griegos, es un sabio.
Sophistés quería decir sabio. Los sofistas tenían una erudi-
ción increíble, lo que les permitió ser maestros de los
ciudadanos griegos, de aquellos que podían pagar sus
enseñanzas. Así mismo comenzó la universidad medie-
val, los estudiantes pagaban a los profesores, pero tam-
bién les hacían exigencias.
Sin embargo, repito, en la cultura occidental la idea
de retórica, actividad que practicaban los sofistas, co-
rrió con un halo de desprestigio. Uno encuentra alu-
siones muy fuertes en pensadores como Descartes,
Kant, e incluso en pensadores contemporáneos, con-
tra el uso de la dialéctica, que también es otra forma
de llamar a la argumentación: y que es presentada por
ellos como una forma de hacer pasar las opiniones o
las falsedades por verdades o dándoles la apariencia de
verdades, es decir, como un arte de engaño.
Ahora bien, cuando hablamos hoy de la Teoría de la
Argumentación tenemos que decir que es una disci-
plina nueva en el siglo XX. En los años 50 el profesor

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Adolfo León Gómez. G.

Chaím Perelman y la profesora Lucie Olbrechts-Tyteca


escribieron dos obras pioneras sobre teoría de la argu-
mentación. Una en el año 52, cuyo título es Retórica y
Filosofía. Esta es una obra modesta, pero ya profunda.
En el año 58, después de diez años de trabajo, publica-
ron El Tratado de la Argumentación. Esta sí es una obra
monumental sobre la argumentación, y una especie de
summa, en el sentido medieval de la palabra. Después
de los años 60 han aparecido muchos desarrollos de
esta teoría, elaborados por el mismo Perelman y por
otros pensadores que trabajan independientemente,
pero que sin duda, han tenido sus nexos secretos con
esta obra. Conozco más de dos trabajos, por ejemplo,
de teóricos de la argumentación de la Escuela de Gi-
nebra, que tienen parentesco con los piagetianos, don-
de critican acerbamente El Tratado de la Argumenta-
ción, pero que si uno prosigue la lectura encontrará
que transcriben páginas, y a veces capítulos enteros,
del Tratado de la Argumentación.

¿Por qué es nueva la teoría de la argumentación, o


nueva retórica —como también se llama—, en el siglo
XX? ¿Por qué es pionero el trabajo de Perelman y
Olbrechts-Tyteca? Por una razón. El siglo XX se ha
caracterizado por un desarrollo espectacular del conoci-
miento científico. Tanto de las ciencias formales (la lógi-
ca y las matemáticas), como de las ciencias naturales y,
hasta cierto punto, de las ciencias humanas o sociales. El
desarrollo espectacular de las «ciencias naturales provi-
no de una famosa crisis, que fue la crisis del paradigma

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

newtoniano. Desarrollo que también se debió a una crisis


que tuvieron las ciencias formales, con la aparición de las
antinomias lógicas o de las antinomias matemáticas, por-
que aparecieron inicialmente en la teoría de conjuntos.
Pues bien, tratando de resolver esta crisis de los funda-
mentos, se dio un desarrollo fundamental de la lógica y la
matemática. Este desarrollo exitoso y espectacular de las
que actualmente llamamos 'ciencias duras' produjo una
especie de ideología cientificista. El paradigma de la ra-
cionalidad eran las ciencias formales y las ciencias natu-
rales que trabajan, por supuesto, en llave. Las ciencias
duras (ciencias naturales o ciencias de la realidad, para
decirlo en general), normalmente trabajan con el auxilio
de las ciencias formales.
Esta ideología cientificista produjo una escuela filosó-
fica de muchísima importancia, en la Viena de los años
20, escuela que se llamó El Círculo de Viena. Propiamen-
te se llamó Círculo Ernst Mach26, pues tenía desde sus
inicios una dirección científica.
La tesis central de los neopositivistas del Círculo de
Viena o Círculo Ernst Mach, era que sólo existían dos
tipos de enunciados que tenían significado
cognoscitivo: los enunciados analíticos y los enuncia-
dos sintéticos. Los primeros enunciados son verdade-
ros o falsos en virtud de su propia forma. Decir o pro-

26 Por el gran físico, filósofo e historiador de la ciencia Ernst Mach


(1838-1916), criticado por Lenin en un panfleto titulado Mate-
rialismo y empirocriticismo.

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nunciar la proposición; «el todo es igual a la suma de


todas sus partes» (que es una verdad a un cierto nivel
de la matemática —matemática finitista, no
infinitista—) es prácticamente, explicar el sujeto de
este enunciado, *todo\ en un predicado que tiene su
mismo significado. Esto es una verdad analítica o una
tautología. Decir que «el hombre es el hombre» es una
tautología; es algo que nunca puede ser falso, que siem-
pre tiene que ser verdadero. Los enunciados analíticos
son los enunciados de la lógica y de las matemáticas.
Los enunciados sintéticos son los enunciados empíri-
cos, cuyo predicado agrega algo, a posteriori, al sujeto.
Es decir, son los enunciados de las ciencias de realidad,
esto es, de la física, la química, la biología y, en algún
momento, ellos incluyeron en este grupo a los enun-
ciados de la psicología, la sociología.

Para los neopositivistas, fuera de estas dos clases de


enunciados no hay salvación para el sentido. Fuera de
ellos sólo existen pseudoenunciados, enunciados apa-
rentes, enunciados sin sentido. Llegamos así a una si-
tuación muy particular, y es que al definir el significa-
do, el sentido, en estos términos tan estrictos, se ex-
cluyen de las actividades con sentido, tanto las reflexio-
nes metafísicas, éticas, estéticas, jurídicas, como las
reflexiones que orientan la toma de decisiones que
hacemos permanentemente en nuestras vidas. Porque
nosotros no estamos en capacidad de tomar una deci-
sión ni utilizando los métodos formales ni los métodos
empíricos de las Ciencias naturales. La decisión sobre

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

si debo contraer matrimonio, o no, cuando estoy en


capacidad de hacerlo, no puede ser ayudada ni dedu-
cida por un formalismo, ni fundamentada empírica-
mente en una ciencia natural Como consecuencia de
la tesis neopositivista, nuestras decisiones, nuestras
opciones, nuestros actos, tanto como aquellas reflexio-
nes mencionadas, serán irracionales.
Fue precisamente en este clima neopositivista, en el
que se formó el profesor Cháim Perelman. Hacia los
años 30 Perelman era joven de 18 años, interesado fun-
damentalmente por la lógica formal y por las paradojas
lógicas (o antinomias). Adquirió su formación de los
lógicos polacos que estaban haciendo cosas un poco
disidentes con respecto a la lógica clásica que se hacía
en Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Para en-
tonces tenia una formación de filósofo y abogado.

Entre los años 40 y 50, se le presentó una antino-


mia, pero ya no una antinomia formal, en el sentido de
la lógica y de las matemáticas, sino una antinomia en
términos de nuestras opciones vitales. Es decir, un con-
flicto de dos situaciones entre las cuales tenemos que
escoger. El conflicto de Perelman consistía en elegir
entre seguir siendo un positivista, y considerar que el
paradigma de la racionalidad estaba encarnado en lo
que decían los positivistas y excluir de la racionalidad
esas otras disciplinas y de las decisiones humanas. O,
en la otra opción, considerar que los discursos políti-
cos, jurídicos y éticos pueden ser racionales. En este

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Adolfo León Gómez. G.

caso habría que modificar la concepción de la raciona-


lidad, ampliando su campo. El optó por el segundo tér-
mino de la antinomia. Es de observar que en todas es-
tas disciplinas (jurídicas, políticas, éticas, estéticas y
en buena parte de las ciencias humanas y sociales),
entran valores. Valores de toda índole: éticos, estéti-
cos, religiosos —por ejemplo en el caso de la teología,
que pretende ser también algo racional—. En la filo-
sofía ni se diga, todos estos valores están íntimamente
intrincados en un sistema filosófico, además del Va-
lor' verdad, que era el único que privilegiaban los filó-
sofos cientificistas.

Por entonces, Perelman se dedicó a buscar una lógi-


ca de los valores. Es decir, una lógica distinta a la lógi-
ca del conocimiento científico y a la lógica de las ma-
temáticas y de los formalismos científicos. Después de
varios años de búsqueda, Perelman y Olbrechts-Tyteca
descubrieron que no existía una lógica especial de los
valores, ni una lógica especial de la acción, sino que
existía una disciplina que servía para justificar toda
clase de tesis, disciplina tan vieja como la lógica for-
mal, y cuyo fundador también había sido Aristóteles.

Aristóteles inició la lógica formal en sus libros: So-


bre la interpretación (peri hermeneias o De interpretatione),
en Los primeros Analíticos, donde estudia la teoría
silogística, una teoría muy restringida, pero en fin
de cuentas una teoría lógico-formal. En los Analíti-
cos Segundos, Aristóteles hizo la teoría del razona-

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

miento científico, es decir, del razonamiento demos-


trativo, Por más que Aristóteles practicó otras cien-
cias (fue el primer cosmólogo y el primer físico sis-
temático, así posteriormente, su teoría cosmológica
y su teoría física hayan resultado falsadas, es decir,
se haya demostrado su falsedad), en sus textos so-
bre lógica había hecho ya dos cosas importantes: la
teoría del razonamiento analítico (silogístico) y la
teoría del razonamiento científico, demostrativo, que
para Aristóteles y tos griegos se identificaba con la
geometría.
Pero en el Organon, que contiene todos ios trata-
dos lógicos de Aristóteles, se hace también un estu-
dio de otra lógica, la lógica de la opinión, de la bue-
na opinión. Dicho estudio aparece en los Tópicos
(tópico quiere decir lugar común) y en las Refuta-
ciones de los sofistas. En ésta hace un estudio de las
falacias, que no tiene nada que ver con la lógica for-
mal, sino con la argumentación/Una falacia puede
ser considerada como un mal argumento pero es, en
fin de cuentas, un argumento, así sea un argumento
malo.

Aristóteles también escribió La Retórica, que es


una obra distinta de La Poética y, que es la primera
sistematización del arte retórico que, en buena par-
te, de facto, practicaban los sofistas y algunos políti-
cos anteriores a los sofistas (por ejemplo, en Sicilia).
Entonces, se puede decir que La Retórica de
Aristóteles, más las dos obras del Organon que cité

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Adolfo León Gómez. G.

anteriormente (Los tópicos y Las refutaciones de los


sofistas), pueden ser consideradas como el primer
tratado de la argumentación.
Aquí hay que introducir una consideración teóri-
ca que consiste en distinguir dos clases de retórica,
que Perelman llama (en El Imperio Retórico), retóri-
ca clásica y retórica antigua. La retórica clásica es-
tudia los tropos, las figuras del discurso, las técnicas
para embellecerlo y poetizarlo. Las buenas obras li-
terarias, especialmente poesía, no pueden prescin-
dir de estas técnicas; las renuevan y las repiten per-
manentemente. Pero cuando son técnicas que en-
tran en discursos fríos o en discursos vacíos, enton-
ces se llaman 'retóricas', en el sentido despectivo
de la palabra, que es el que con más frecuencia se
utiliza. La retórica, en el sentido peyorativo, se apli-
ca al discurso grandilocuente y al discurso lleno de
adornos pero vacío. Por ejemplo, el discurso de mis
compatriotas grecocaldenses, que comparaban las
gestas de los pobres campesinos, que andaban a pie
y con niguas, emigrando de Antioquia a causa de su
pobreza, hacia el viejo Caldas, al norte del Tolima,
al norte del Valle, con los trabajos de Hércules. A
eso sí se le puede llamar retórica en el sentido peyo-
rativo de la palabra.

Esta degeneración (o restricción) se debió a un


accidente acaecido en el siglo XVI, cuando el lógico
Petrus Ramus, en el llamado trivium27, trasladó a la

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

dialéctica los aspectos lógicos que tenía la retórica y los


aspectos poéticos, los trasladó a la gramática y a la retó-
rica28 • Ramus fragmentó la retórica antigua en partes y
la que nos quedó, fue la parte más malay porque redujo
la retórica a mero adorno; aunque las figuras de estilo,
los tropos, son también instrumentos de persuasión en
contextos argumentativos, como lo veremos más ade-
lante, Pero, en la redefinición de Ramus, los tropos fue-
ron separados de lo que les daba vida como lógica, como
persuasión, como argumentación. Fueron de alguna
manera disecados', como se hace la disección de un
miembro, de un órgano, y fueron almacenados y archi-
vados en álbumes, en especies de herbarios. Perdieron
todo su contexto argumentativo.

La retórica antigua era 'arte de persuasión', tanto para


los sofistas como para Aristóteles y para los teóricos la-
tinos, entre los cuales merecen mención Cicerón y
Quintiliano. De hecho la formación retórica era fun-
damental en Roma. No siempre fue fundamental en
Grecia, sólo lo fue en los momentos de la democracia,
durante casi ciento cincuenta años en y después del
siglo de Pericles. En Roma, en cambio, el estudio de la

27El «pensum» de la Universidad medieval constaba de tres mate-


rias relativas a la palabra, el trivium (gramática, dialéctica y retórica)
y cuatro relativas a lo matemático, el quadrivium (aritmética geo-
metría, música y astronomía) Tal clasificación de las artes liberales
data de los comienzos de la era cristiana.
28 No voy a entrar en detalle porque esto está explicado clara-

mente en El Imperio Retórico.

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Adolfo León Gómez. G.

retórica y de la dialéctica hacia parte de la enseñanza


de los jóvenes,
¿Por qué la Teoría de la Argumentación se llama
nueva retórica? Por varias razones, de las cuales sólo
voy a anotar dos. Primera, la retórica antigua era una
retórica en voz viva y con un público de cuerpo pre-
sente, a diferencia de la nueva retórica, que estudia todo
tipo de argumentación, oral o escrita. Esa es una pri-
mera diferencia con la nueva retórica, que tiene que
ver, en la época contemporánea, con la divulgación del
libro, del periódico, de los ensayos, de los manuales uni-
versitarios, etc. Y, hasta cierto punto, la nueva retórica,
le da más importancia a la argumentación escrita que a
la verbal, sobre todo por la perdurabilidad del escrito a
diferencia de la argumentación verbal que muchas ve-
ces puede ser pasajera.

Una segunda diferencia, es el hecho de que la retóri-


ca antigua insistía mucho en el aspecto teatral del dis-
curso. El profesor de retórica, además de enseñar el as-
pecto argumentativo, dialéctico de la teoría, enseñaba
el aspecto teatral: la impostación de la voz, el uso de
técnicas corporales, etc. Este aspecto comportamental
de la retórica no le interesa a la retórica contemporá-
nea porque, como dijimos, ésta se centra en las técni-
cas discursivas.
Tradicionalmente persuasión y convicción son for-
mas de adherir a tesis que un orador presenta a su au-
ditorio, pero, mientras que la persuasión es irracional,

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

la convicción es racional Esta es la idea, por ejemplo,


de Descartes en pasajes de Las Reglas para la direc-
ción del espíritu. También hay un pasaje de Pascal, muy
famoso. En un fragmento que queda de un trabajo suyo
inconcluso llamado Sobre el espíritu dé geometría y el
arte de persuadir, Pascal opone el 'espíritu de geome-
tría', que es el espíritu de convicción y tiene que ver
con la verdad, al 'espíritu de persuasión', que es algo
irracional. Porque dice, «uno convence al espíritu, uno
persuade a la máquina», es decir, al cuerpo, a la imagi-
nación, a los instintos, a las pasiones.

Kant en su Crítica de la Razón Pura establece una


distinción parecida aunque diferente a la de Pascal.
También parte de la idea de que la persuasión y la con-
vicción son formas de adhesión. Cuando yo digo que
estoy persuadido o estoy convencido, en ambos casos
estoy diciendo que he adherido a una opinión, a una
creencia o a una acción eventual. Pero Kant dice que
la convicción es una adhesión objetiva, es decir, que
es universalizable, a la que podría adherir cualquier
hombre si se le presentasen los argumentos y la oca-
sión de hacerle el mismo planteamiento. En cambio,
la persuasión es subjetiva. La persuasión es una forma
de adhesión subjetiva, no universalizable. Y, por lo
mismo, como la razón es un instrumento universal, la
adhesión persuasiva no sería adhesión racional.

Bueno, pero ¿será esto tan verdadero? Todos estos


filósofos eran fundacionistas29 —Pascal hasta cierto

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Adolfo León Gómez. G.

punto, Descartes, Kant, todos los racionalistas. Eran fi-


lósofos muy exigentes. Pensaban que el filósofo tiene
que aceptar sólo verdades; verdades universales, y con
principios irrefutables, indiscutibles. Los filósofos
racionalistas, básicamente, querían que la filosofía tu-
viese un fundamento firme. Filósofos menos exigen-
tes, que creen que la filosofía no tiene fundamentos
firmes, creen que existen buenas opiniones, así éstas
no sean verdades irrefutables, inconmovibles. Pero,
buenas opiniones; es decir, aceptables, siempre y cuan-
do una razón suficiente no nos obligue a modificarlas.
Esta es una tendencia, que también se ha desarrollado
en el siglo XX, después del frenesí de aquella ideología
cientificista que tipifiqué en la primera parte de esta
exposición.

Hay un filósofo, Garver, que hace un análisis con-


ceptual, a partir del lenguaje ordinario, sobre qué sig-
nifica el verbo persuadir, siguiendo la tradición analíti-
ca de la Escuela de Oxford. Por ejemplo, persuadir no
es un verbo de estado. No indica cómo están ciertas co-
sas en la mente, (entendiéndose lo que se quiera por
mente), como sí lo hacen verbos como conocer, creer,
entender, desear, (que son verbos de estado), El verbo
persuadir hace alusión a una diferencia de estados de
mente en dos momentos: indica que la mente estaba

29 Sobre el concepto de 'fundaciomsmo\ véase la tercera lección:

argumentación y filosofía.

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

en un estado en un determinado momento y que des-


pués cambió de estado.
Por otra parte, el verbo persuadir es un verbo de lo-
gro. Si yo digo, por ejemplo, que «Johannio Marulanda
me persuadió de X cosa», lo que*quiero decir es que él
intentó algo y tuvo éxito, cambió mi estado de mente.
Por ello persuadir es un verbo defectivo, tanto en pre-
sente como en futuro. Uno no dice: «yo persuado»,
porque eso sería muy pretencioso, ni siquiera puedo
decir «estoy persuadiendo». «Estoy persuadiendo» po-
dría querer decir que con esta persona o con este pú-
blico he tenido un éxito repetido en lograr la persua-
sión. Este verbo se conjuga normalmente en pasado,
«yo persuadí» o «yo persuadía». En futuro hay que
entenderlo como un intento por persuadir, ya no como
un logro de persuasión.
Además, la persuasión es una relación triádica, en-
tre, un orador, un auditorio y el discurso, (es decir, la
argumentación o el argumento)30.
Los usos del verbo persuadir entran en contextos de
la siguiente naturaleza: «lo persuadí» de una creencia,
de una opinión; por ejemplo, de que la tierra es redon-
da. O, "lo persuadí" para que hiciera o dejara de hacer
algo (en el caso de la disuasión). Aquí ya hay una di-

30Más adelante estableceré una distinción entre argumentación y


argumento, que es bueno tenerla en cuenta para efectos de usos
terminológicos.

42
Adolfo Ijeón Gómez G,

rección más clara hacía la acción. En la persuasión po-


demos distinguir dos elementos: uno teórico (como una
disposición a la acción), y otro práctico (como un mo-
vimiento directo hacia la acción).
¿Es racional la persuasión? Garver dice que sí, por lo
menos en algunos casos, ya que el verbo persuadir se
usa en nuestro lenguaje ordinario en dos sentidos dife-
rentes. El primero es el sentido corriente, En este sen-
tido dice Garver, que sí es racional. Pero, existe otro
sentido no corriente, y es el que se le da a la palabra
persuadir para conferir cierta apariencia de racionali-
dad a un acto que es completamente irracional El pri-
mer test que propone para distinguir estos dos senti-
dos consiste en comparar el verbo persuadir, con otros
verbos de la misma familia, verbos llamados suasivos,
como son: incitar, sugestionar, seducir, etc., y, deter-
minar si 'persuadir', en ese contexto, puede cambiarse
por alguno de estos otros verbos. Si es así, este uso de
persuasión es un uso 'laudatorio' y, por lo tanto, ilegí-
timo, Por ejemplo, en ese contexto: "el policía secre-
to, pistola en mano, me persuadió de que lo acompa-
ñara", es claro que el verbo persuadir está usado como
un eufemismo para decir, "me exigió", "me incitó a que
lo siguiera", usando la violencia. Lo mismo en el caso
de una expresión que fue muy común en la época de la
Guerra Fría cuando se hablaba de "armas disuasivas".
La palabra disuasivo, en este contexto, no puede en-
tenderse en el sentido ordinario que le damos.

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Seis lecciones sobre Teoría de la Argumentación

Hay otros 'test' para indicar cuando la persuasión es


racional:
• Garver dice que la persuasión no es legítima (no
es racional) cuando el que persuade es el agen
te de persuasión (orador) y no el argumento per
se. Esta afirmación habrá que matizarla cuando
estudiemos el argumento de autoridad, porque allí
habrá que entrar a discutir un poco, esta afirma-
ción tan tajante de Garver.

• Para Garver la argumentación no es legítima,


cuando el argumento es considerado como no per-
tinente, pues sería completamente absurdo, en el
contexto del uso ordinario del lenguaje. Obser-
ven esta ilustración: un señor se presenta al co-
rreo a reclamar un giro. "No puedo pagárselo —
dice el empleado— usted no tiene documentos
de identidad". "Ah —dice el señor mostrándole
una fotografía— ¡mire esta fotografía!, es mía ¿no
es verdad?" El empleado toma la foto, la mira cui-
dadosamente, mira al cliente; y luego dice: "Us-
ted tiene razón, es usted" y paga inmediatamente
el giro.

La filosofía contemporánea, posterior a los años 50


ha reivindicado la persuasión, reaccionando contra esta
epidemia cientificista, que hubo en la primera mitad del
siglo XX. La ha reivindicado como una actividad que
puede ser racional en muchos casos y, por lo mismo, ha

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Adolfo León Gómez. G.

reivindicado una teoría de la argumentación, que es


ampliación de la racionalidad más allá del contexto es-
trecho de la racionalidad analítica y científico -natural
Las anteriores observaciones que se refieren a los fun-
damentos teóricos de la argumentación, son necesarias,
porque si fuésemos muy prácticos entraríamos directa-
mente a hacer el estudio de las técnicas y entonces con-
vertiríamos el curso, en un curso de tecnología
argumentativa.

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