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Introducción:
En muchas ocasiones, nosotros acudimos a una entrevista como si fuese un examen y,
eso sucede más en entrevistas laborales, respondemos todas y cada una de las preguntas
pensando en si estamos acertando las respuestas que dimos. En su mayoría estamos
tensos ya que no sabemos que podría pasar. La relación entrevistador-entrevistado se
sitúa en un plano desigual.
Nos situamos en un plano inferior al entrevistador. Es debido a creemos que él tiene el
poder y en parte sí, tiene el poder. Pero nosotros tenemos la seguridad y la confianza y
eso es algo que no debemos ignorar.
Acudir a la entrevista con una tensión no positiva y en situación de inferioridad, miedo
e incluso inseguridad puede afectar a la realización de esta. La relación entrevistador-
entrevistado, no puede ser, evidentemente, de igual a igual. Es lógico. Cuando nos
invitan a la casa de alguien que no conocemos casi, nos comportamos diferente, no
como somos. Tenemos que respetar las reglas del propietario y actuamos como
invitados. En una entrevista pasa igual. Estamos en su despacho y ellos están evaluando
quién es el candidato idóneo. Y ya está. Nada más. Hay que respetar sus normas, pero
tenemos mucho que ofrecer y no hay que olvidarlo.
La relación entrevistador-entrevistado viene marcada, evidentemente, por dos personas:
El entrevistador marca el tipo de entrevista que quiere. Más directa, más
amigable, técnica, de competencias… Cuanto más directa y estructurada sea la
entrevista, más incómodos nos podemos sentir, porque no detectamos feeling
con el entrevistador. También pasa cuando el entrevistador no es amable o
agradable. No hay confianza y nos cuesta más exponer nuestros problemas de
forma fluida. El entrevistador también marca las normas de comportamiento, lo
que nos hace estar más seguros o no (da la mano o no, es agradable, da la señal
para sentarse…).
Por parte del entrevistado, éste acude a la entrevista, de una u otra forma,
en función de:
o La necesidad que tiene y la capacidad de controlarla.
o La percepción que tiene sobre la atención del entrevistador
o Las expectativas que le genera la cita e incluso el profesional que le
atenderá.
o Las creencias y prejuicios sobre lo que pueda contar en el momento de la
cita, su personalidad.
o La percepción o sensación que le genera el entrevistador.
o La percepción propia sobre sus problemas o la razón por la cual acudió a
la cita.
Todos estos factores nos pueden ayudar o no. Por ejemplo, ayuda una percepción y
seguridad de tener los conocimientos adecuados para trabajar en el problema, además de
tener la seguridad de saber comunicarlo. También ayuda eliminar prejuicios sobre la
persona. Ayuda una personalidad fuerte y segura de sí misma, además de tolerante y
flexible.
Se sabe que El carácter hace referencia a cómo es una persona, es decir, entendemos el
carácter como un conjunto de rasgos que definen a la persona tal como es. Además,
cabe destacar que la personalidad está formada por el carácter y el temperamento de las
personas. Algunos autores afirman que el carácter puede modificarse a lo largo de la
vida de la persona, según sus vivencias en relación a la educación, al ambiente, a la
salud, a las experiencias vitales, entre otros. En definitiva, se considera que tener un
carácter u otro es el resultado de las experiencias de la persona des del nacimiento. Los
rasgos de carácter tienen posibilidad de modificarse a medida que la persona se enfrenta
a situaciones nuevas.
Los entrevistadores guían la entrevista con dos tipos de actitud que se deben reconocer
para así poder seguir con seguridad delante de ellos: la actitud de impostura y la actitud
profesional.
La Actitud Profesional
En este tipo de actitud, los profesionales, psicólogos, encaran la tarea de entrevistar
desde una posición ética, respetando la dignidad y esfuerzo del candidato; desde una
posición científica utilizando los Modelo y Métodos para así poder realizar su trabajo;
desde una posición de eficacia, siendo conscientes esto tiene un enorme impacto. Los
entrevistadores profesionales es que su reto es mostrar, evidenciar, encontrar pruebas y
argumentos para hacer visibles las competencias y capacidades que posee el candidato
y para eso va a preguntar lo que debe preguntar sin tapujos y con firmeza, sin
agresividad pero con audacia, asumiendo que ellos también pueden tener efectos
indeseables.
La actitud de un entrevistador debe ser la propia de un investigador:
Respetuosa: Sobre la dignidad y vida personal del entrevistado
Ingenua: No juzga ni supone algo ante la entrevista
Atrevida: Para conocer hay que buscar pruebas, buscar evidencias, preguntar
sobre la vida personal sin agobiar al entrevistado.
Interesada: Hay entrevistadores que no respetan estas actitudes básicas y se
lanzan a la entrevista con actitudes criticables o poco recomendables:
interrogativa, inquisidora, prepotente, judicial, estresante.
Cuando un entrevistador sobrepasa los límites del respeto y de la dignidad del
entrevistado, hace que éste se levante y abandone la terapia o cita, ya que el
entrevistador debe seguir un camino para que el entrevistado no se sienta atacado
2. La Impostura
Es la actitud que adoptan aquellos entrevistadores que piensan que para hacer una
entrevista no es necesario prepararse, que cualquier persona con sentido común puede
hacerla. La impostura suele ser consecuencia de la ignorancia respecto al método y al
modelo o del escepticismo respecto a la capacidad para investigar aspectos humanos.
Estos entrevistadores que , ejercen la responsabilidad de tomar una decisión para la
que no se han preparado o en la que no creen, tienen un flanco abierto a las
sensaciones, a las emociones, a los sentimientos, a la química que les provoque...
porque han renunciado a la razón que ayuda a discriminar con criterio. Estos
entrevistadores son más arbitrarios en sus decisiones, pero más manejables en la
gestión de sus emociones.
Los errores más frecuentes o las limitaciones más comunes que un entrevistador suele
cometer durante la entrevista se les llaman técnicamente “efectos”, es decir las
consecuencias de una mala actitud o de una mala preparación. Aunque un candidato no
debe estar atento a cuando se manifiestan estas limitaciones, si debe saber que el
entrevistador es un ser humano, que como todos, puede cometer errores de posición a la
hora de realizar su trabajo. Llamo la atención, porque son especialmente frecuentes,
sobre los defectos de “primacía” y “final“.
Pensar que la interpretación es cuestión de “química” o de intuición.
Efecto Halo: se generaliza a partir de un hecho positivo o negativo.
Efecto taburete: se arroga una autoridad sobre el candidato inapropiada.
Efecto Sombra: se retiene y generaliza la información o de un hecho negativo.
Efecto primacía: Las primeras impresiones y La información del principio tiene más
impacto
Efecto final: lo ultimo dicho tiene gran influencia en la decisión.
Efecto Sesgo: valora a los otros positivamente porque se parecen a uno mismo en
rasgos, valores....
Efecto Ansiedad: la angustia que provoca estar delante de otra persona le lleva a
hablar demasiado. El entrevistador tiene la consigna de no hablar más del 15%.
Sonreír:
Considerado la llave universal de rapport, la sonrisa es capaz de desarmar cualquier
persona y hacer que grandes dificultades parezcan fáciles de resolver, sea en una
conversación en vivo, por Skype o hasta por teléfono – logramos percibir cuando
esa persona está sonriendo, así mismo aquel que este en el otro lado.