Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Las técnicas
objetivas. Las técnicas proyectivas. Los tests psicométricos.
1. Formular frases positivas: las preguntas deben ser claras, precisas y formuladas
en sentido positivo (por ejemplo: es mejor utilizar una frase como “quiero que me
hable usted acerca de…”, en lugar de “ahora no quiero que me hable de eso, sino
de…”).
2. Utilizar un lenguaje adecuado al objetivo y al entrevistado.
3. No mezclar conceptos (por ejemplo: es mejor usar frases como
“¿cómo se siente con este nuevo tratamiento?”, en lugar de
“¿cómo se siente usted con este nuevo tratamiento y que piensa
usted de él?”).
4. Mostrarse interesado por el tema y las respuestas: el entrevistador no debe
dedicarse todo el tiempo a dirigir la entrevista, debe dar retroalimentación sobre la
información que va obteniendo cuidando de no emitir juicios.
Las técnicas directivas, por su parte, son todas aquellas intervenciones verbales
del entrevistador en las que el mensaje está organizado en función de su propio
sistema de referencia y no de acuerdo con el sistema de referencia del cliente. La
utilización de esta clase de técnicas requiere una habilidad mayor que para las no
directivas, ya que si no se elige el momento adecuado el paciente puede
obstaculizar o abandonar el proceso terapéutico.
Las más usuales son:
1. Sondeo. Consiste en una pregunta que se refiere directamente a los problemas
del paciente. Suele contener la partícula qué, cómo, cuándo, dónde o quién y
suele adoptar la modalidad abierta. Debe evitarse la partícula “por qué”, ya que
puede provocar defensividad en el cliente, al obligarle a excusarse o justificarse.
Se utiliza sobre todo para comenzar la entrevista y para identificar en qué consiste
el problema. Otras fórmulas de sondeo alternativas a las mencionadas serían: “¿a
qué puede deberse?, ¿a qué atribuye?”.
2. Afirmación de la capacidad. Consiste en que el entrevistador pone de
manifiesto, a través de un enunciado verbal, la capacidad del paciente para
realizar una actividad concreta. Con ella, se pretende animar al cliente a realizar
una determinada actividad que no se atreve a realizar por falta de confianza o
iniciativa.
Solo debe realizarse después de que el paciente haya manifestado expresamente
su deseo y su decisión de pasar a la acción. No debe utilizarse si el sujeto tiene
una visión extremadamente negativa de sí mismo, ya que el terapeuta puede dar
la imagen de poca empatía.
3. Confrontación. Es un tipo de intervención verbal mediante la que el terapeuta
describe algunas discrepancias en los mensajes y/o conductas del paciente. Dicha
confrontación suele realizarse entre la conducta verbal y no verbal, entre la
conducta y su descripción verbal, entre dos mensajes verbales y entre dos
mensajes no verbales.
Suele adoptar la forma enunciativa: “dices que…, pero…” o “por una parte…, pero
por otra…”. Hay que elegir muy bien el momento, estando contraindicada cuando
no hay un buen rapport o cuando el cliente no está preparado para afrontarla.
4. Interpretación. Consiste en una emisión verbal en la que el terapeuta ofrece al
paciente una forma distinta de concebir el problema o una explicación de sus
conductas o actitudes. Resulta especialmente útil durante la fase intermedia de la
entrevista, porque así el paciente tiene oportunidad de reaccionar a la
interpretación
dentro del marco terapéutico. Suele adoptar la forma de “me pregunto si…”, “es
posible que…”. Es aconsejable utilizar la clarificación después de la interpretación
para comprobar qué piensa o siente el sujeto.
5. Instrucciones. Consiste en uno o más enunciados a través de los cuales el
terapeuta instruye, dirige o indica al paciente cómo debe hacer algo. Pueden estar
dirigidas hacia algo que el paciente puede realizar durante la entrevista o fuera de
ella. Además, el contenido de unas instrucciones puede referirse a las ideas, los
sentimientos o las conductas observables. Se recomienda presentar las
instrucciones como una sugerencia y no como una orden.
5. Encuadre. Consiste en una intervención con la que el entrevistador trata de
predisponer al paciente para que considere una situación o suceso desde
una perspectiva determinada. Está relacionado con las expectativas
terapéuticas. Su tono ha de ser moderadamente optimista, aunque sin faltar
a la objetividad, pues trata de expresar una serie de creencias positivas con
respecto al cambio. Suele utilizarse sobre todo para motivar al paciente a
someterse a un tratamiento concreto.
Habilidades de escucha
Una buena entrevista requiere grandes habilidades de interrelación por parte del
clínico. Así, si bien las técnicas de comunicación son necesarias, estas resultan
insuficientes si el clínico es poco hábil para transmitir al sujeto que está
escuchando con interés lo que este le cuenta. El clínico debe saber escuchar para
poder comprender lo que el cliente dice y siente y poseer buenas habilidades de
comunicación de modo que pueda transmitirle su comprensión apropiada y
constructivamente.
Es importante comunicar que se está interesado en escuchar activamente a la
persona que se tiene delante y que se está atento a los matices más sutiles de su
expresión. Para ello, además del uso de aspectos no verbales, ya vistos, se hace
imprescindible el uso de habilidades de escucha. Estas son: el dejar hablar, la
escucha activa, la baja reactividad verbal y el uso de los silencios instrumentales.
Evidentemente, para saber lo que le ocurre al cliente es más importante
dejar hablar que hablar.