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Las Jarchas PDF
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ISBN - 84-9822-425-X
RESUMEN:
1. Las jarchas.
1.1 Aspectos formales.
1.2 Contenido.
1.3 Estilo.
1.4 La tradición textual.
2. La lírica de tipo tradicional.
2.1 Aspectos formales.
2.1.1 El villancico.
2.1.2 La glosa.
2.2 Contenido.
2.3 Estilo.
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1. LAS JARCHAS.
Los testimonios más antiguos de poesía lírica en lengua romance los constituyen las
jarchas, breves composiciones que se encuentran al final de determinados poemas en
árabe o hebreo (llamados moaxajas), cuyos autores se sitúan -salvo contadísimas
excepciones- entre mediados del siglo XI y finales del XII, siendo contemporáneos de los
poetas latinos que figuran en los Carmina Cantabrigensia, y medio siglo anteriores a
Guilhem de Peitieu, el primer trovador provenzal de nombre conocido.
Según los tratadistas árabes medievales, fueron los poetas de Al-Andalus
(concretamente Muqaddam ibn Mu‘afa o Muhammad ibn Mahmud, poetas cordobeses,
de Cabra, de finales del siglo IX o de principios del siglo X) los inventores de la moaxaja,
término con el que designaron un tipo de oda o de canción amorosa compuesta por
varias estrofas de cinco o seis versos; de estos versos, los cuatro o cinco primeros riman
entre sí, mientras que el último, o los dos últimos, riman con el último o los dos últimos
de las demás estrofas, constituyendo de este modo un doble juego de rimas: unas
mantienen la unidad estrófica; las otras dan coherencia a la composición. Sin duda, éste
era el aspecto más llamativo de la moaxaja y, de ahí derivaría su nombre, que no
significa otra cosa que "adornado con un tipo de cinturón de doble vuelta".
La denominación y la utilización en sentido metafórico de un término que designa un
objeto tan suntuoso como es el citado cinturón (hecho de dos hileras de perlas y piedras
preciosas) pueden dar idea de las connotaciones de lujo y rebuscamiento que
caracterizan a la forma poética llamada moaxaja, fruto sólo posible en una sociedad
refinada y muy próxima al "manierismo" literario.
La moaxaja es el resultado de una serie de alteraciones y desvíos de la norma
establecida para la poesía árabe clásica, que se basaba en tiradas de largos versos
monorrimos, escandidos según la cantidad de la sílaba (larga o breve). Frente a este
principio, la moaxaja se divide en estrofas, con versos cortos y alternancia de rimas,
como la poesía románica posterior: es posible que la existencia de un sustrato (de
características y origen poco claros) influyera en la dirección que debían tomar esos
desvíos de la norma.
Pues bien, del mismo modo que el cinturón se cerraba con un broche, en el que se
engastaba la más rica de las joyas, así, el último o últimos versos de la moaxaja estaban
formados por la jarcha : las rimas del final de todas las estrofas dependían de la rima
asonante establecida en la jarcha, que, además, tenía escasa relación temática con el
resto de la composición y que era introducida de forma forzada mediante un verbo "de
lengua".
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Estas palabras parecen sugerir, además, que el autor de la moaxaja es, también,
autor de la jarcha correspondiente, pero los testimonios de otros preceptistas árabes no
coinciden con los expresados por Ibn Sanâ' al-Mulk. En este sentido, son harto
elocuentes los términos con que Ibn Bassâm (muerto en 1147) se refiere a la forma de
componer de Muqaddam ibn Mu‘afa, el poeta de Cabra, afirmando que éste tomaba
"palabras coloquiales o en lengua romance, a las que llamaba jarcha, y sobre ellas
construía la moaxaja".
De este modo, los críticos modernos se han planteado si la jarcha era anterior a la
moaxaja, y entonces nos encontraríamos ante breves muestras de la lírica tradicional
pretrovadoresca; o si, por el contrario, las jarchas son el resultado de la creación del
poeta árabe o hebreo que compuso la moaxaja: en este caso, nos hallaríamos ante
obras cultas, aunque en lengua romance. La cuestión -aquí simplificada en extremo-
resulta poco afortunada en sus planteamientos antagónicos, ya que se debe admitir que
unas jarchas tuvieron existencia propia independientemente de las moaxajas, mientras
que otras son, sin duda, creación de los mismos autores que las incluyeron en la
moaxaja. Y, en cualquier caso, resulta claro el cambio de tono que se produce entre la
moaxaja y la jarcha, y la diferencia métrica y lingüística existente entre ambas
composiciones. Aun admitiendo que los autores cultos árabes o hebreos crearon las
jarchas, lo hicieron a partir de modelos de características similares que existían con
anterioridad; por lo tanto, las jarchas o serían manifestaciones de una lírica tradicional
en lengua romance, o serían imitación de esa lírica. En ambos casos resulta indiscutible
la existencia de una poesía lírica en lengua vulgar anterior a los trovadores.
Las jarchas constituyen el final de la última estrofa de las moaxajas, composiciones
escritas en árabe clásico o en hebreo, aunque la jarcha puede aparecer en cualquiera
de esas dos lenguas, en sus variedades vulgares (son los casos más frecuentes), y -
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1 El mozárabe es la lengua romance hablada por los cristianos en los territorios de al-Andalus, dominados
por los árabes; sus características fonéticas esenciales serían: diptingación de e y o breves latinas tónicas
(incluso ante yod), presencia de diptongos decrecientes (oi , ai ); conservación de f - inicial; palatalización
de g-/ j- iniciales ante vocal palatal o u ; palatalización de l- inicial; ce, ci > africada sorda > is , s ;
conservación de las oclusivas sordas intervocálicas y de algunos grupos consonánticos; solución palatal
para l +yod , c' l , g' l . En definitiva, se trata casi siempre de resultados muy conservadores con respecto al
castellano de la misma época.
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esquemas métricos frecuentes son los formados por dísticos pareados y por estrofas de
tres versos:
[<<Mi amigo [está] enfermo de mi amor, y no tiene curación. Que venga a mí, que mi
cercanía le sanará>>. Solá-Solé, p. 163]
En cuanto al número de sílabas, los versos más frecuentes son los hexasilábicos; no
obstante, hay que advertir que es muy abundante la vacilación en el cómputo,
encontrándose gran variedad de metros.
La rima, consonante por lo general, descansa en la mayoría de los casos sobre
términos de origen románico, de modo que este rasgo puede indicar con cierta claridad
que la jarcha primitiva estaba en lengua romance, pues la rima es la parte de la estrofa
que suele sufrir menos alteraciones.
Las especiales características de la utilización de las jarchas como elementos
embellecedores de las moaxajas, hacen que la lengua presente un enorme grado de
contaminación: son muy pocas las jarchas que tienen un léxico romance puro, siendo
habitual la aparición de arabismos y -en menor cuantía- de términos de origen hebreo, lo
que ha llevado a algunos críticos – como R. Hitchcock – a negar la base románica de las
jarchas y, por tanto, a rechazar el testimonio de estos poemas como representantes de
la existencia de una lírica pretrovadoresca.
Si se acepta el carácter romance de algunas jarchas, habrá que admitir también que
su utilización en las moaxajas es el resultado de una elaboración literaria culta, similar a
la que llevan a cabo otros autores: Jean Renart, Gerbert de Montreuil o Henri d'Andeli
recurren en el siglo XIII a trozos de chansons de toile que insertan en sus relatos (y que
a su vez presentan estribillos quizás más antiguos); y de forma más clara, en el siglo XV,
el Marqués de Santillana utiliza villancicos como adornos de alguna composición suya.
La cuestión que se plantea es, justamente, la referida a la extensión del poema primitivo:
si se considera que se trata, por lo general, de formas breves, es obvio que tanto la
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moaxaja, como el dezir del Marqués de Santillana son el pretexto para la utilización del
poema anterior (jarcha, villancico) y que ese tipo de poemas preexistentes serán la base
de estribillos (refrains) sobre los que se construyen poemas paralelísticos (cantigas de
amigo) o se desarrollan, mediante glosas de diversos tipos (sería el caso de Belle Aelis)
o mediante la construcción de historias (chansons de femme).
1.2. Contenido.
Ibn Sanâ' al-Mulk, el tratadista egipcio de principios del siglo XIII, indicaba que la
jarcha de carácter amoroso debía ser desvergonzada e incluso obscena, estar escrita en
lengua vulgar, y sus palabras, abrasadoras, agudas y cortantes. Por el contrario, la
jarcha que se utilizara en una moaxaja laudatoria debía presentar una corrección mucho
mayor, con palabras llenas de encanto, "cercanas al ardor amoroso".
Y aunque el preceptista se refiere a moaxajas y jarchas árabes, sin duda las jarchas
romances seguirían los mismos planteamientos.
Según se deduce de los testimonios conservados, las jarchas romances son,
fundamentalmente, cantos de amor puestos en boca de una mujer desconsolada, que se
queja ante su madre por la ausencia del amado, y por los sufrimientos que padece por
culpa del amor:
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ke faré mam(m)a
mio al-habib est ad yana
Ya fatin A fatin
os y entrad
kand o yilos keded
La zozobra de la mujer por la ausencia del amado se expresa de las más variadas
formas, según las circunstancias: en unos casos le suplicará que no se vaya; en otros le
rogará que regrese pronto; otras veces impreca al tiempo por su lentitud en pasar, etc.:
[<<Ya sabes mi amor, / que me coge (cautiva) el morir. / ¡Ven, oh ven, amigo mío, /
que no sé, sin verte, dormir>>.Texto y traducción, Solá-Solé, pp. 272-273]
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habibi
non te tolgas de mibi
En este mundo poético existe una sola persona, el yo femenino, narrador y sujeto. El
interlocutor -como en la lírica tradicional, en las chansons de femme o en las
Frauenlieder- es la madre, que normalmente no toma la palabra. En algunos casos, el
lamento de la mujer va dirigido al amado, que no deja de ser una figura que hace bulto,
como la madre y que -como ésta- nunca contesta a las súplicas o quejas de la mujer.
La soledad en que se mueve la joven enamorada se hace más patente si prestamos
atención al entorno físico en el que tienen lugar los hechos: el paisaje cuenta poco o
nada, no hay pájaros que anuncien la llegada de la primavera, ni el amor se presenta
como consecuencia de laentrada del mes de mayo (todo lo más, se recuerda la Pascua).
La jarcha se desarrolla en un ambiente urbano, como han indicado los estudiosos en
alguna ocasión: las ciudades que sirven de escenario son Guadalajara, Sevilla o
Valencia; es decir, centros muy distantes, núcleos de la vida árabe en la Península
Ibérica durante los siglos XI y XII. Y si alguna vez se alude a un oficio, no será al de
pastor, ni al de molinero, sino al de comerciante o al de orfebre.
Al lado de las jarchas de carácter amoroso hay unas pocas que tienen como tema
central el elogio de un personaje conocido, como la que alude a la visita de Yosef Ibn
Ferrusiel, médico de Alfonso VI, a la ciudad de Guadalajara, que se debe fechar entre
1091 y 1095:
[<<Cuando mi señor viene / ¡qué buena albricia! / como rayo de sol sale / en
Guadalajara>>. Texto y traducción, Solá-Solé, p. 221]
1.3. Estilo.
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[<<¡Tanto amar, tanto amar, / amigo, tanto amar! / ¡Enfermaron unos ojos brillantes / y
duelen tan mal!>>. Texto y traducción, Solá-Solé, p. 70]
Por otra parte, no extrañará que cada verso constituya una unidad de sentido y que
sea una breve oración, capaz de encerrar una gran carga poética, más por las
connotaciones que sugiere que por la materia expresada. Contribuyen a ello, además,
las interrupciones y cambios de sentido -muy bruscos a veces- que se producen con
cada verso, y las abundantes exclamaciones e interrogaciones, que realzan el estado de
ánimo de la mujer:
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una exclamación y una pregunta que da mayor carga dramática al contenido, dejando en
suspenso la respuesta; de este modo queda abierto el mundo de las connotaciones:
Los problemas que plantea la tradición textual de las jarchas nada tienen que ver con
los de otros textos románicos, debido a su carácter aljamiado y al bilingüismo que las
caracteriza: las jarchas se encuentran siempre formando parte de moaxajas árabes o
hebreas; su tradición textual será, pues, la de la moaxaja en la que se encuentren.
Las moaxajas árabes con jarchas en lengua romance se recogen, fundamentalmente,
en tres colecciones de textos del siglo XIV: de Ali ibn Busrà al-Igranati, de su
contemporáneo Lisan al-Din ibn al-Khatib (1313-1375; colección representada por tres
códices) y de Salah al-Din al-Safadi (m. 1362).
Las moaxajas hebreas no forman parte de colecciones o antologías generales de
moaxajas como ocurría en el caso de las árabes, sino que proceden de distintos códices
de la guenizá ('trastero') de la sinagoga de Fostat (antiguo El Cairo), donde se
conservaron también papiros griegos y otros textos, luego diseminados por las
bibliotecas occidentales en la primera mitad de nuestro siglo. Se trata, pues, de una
tradición menos compacta que la de las moaxajas árabes o, si se prefiere, más
individual, ya que una veintena de códices han transmitido otras tantas moaxajas con
jarchas romances, por lo general dentro del conjunto de la obra de su autor: frente a los
"cancioneros colectivos" árabes nos encontraríamos ante "cancioneros particulares".
Intentar averiguar cuándo y cómo nacieron las canciones populares es una labor tan
difícil como vana: todos los pueblos cantan y, normalmente, esa forma de expresión se
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Ya a partir del siglo XIII, la lírica popular tuvo un claro cruce con los ideales corteses,
que modificaron el planteamiento del género: por una parte, la poesía culta lo acogió,
reelaborándolo; por otra, se convirtió en el género característico de la poesía erótica y de
connotaciones soeces (según hacen pensar los textos franceses y alemanes
conservados de los siglos XIV y XV). En algún caso, la poesía popular ignoró a la lírica
culta y continuó su vida lejos de los textos escritos, transmitiéndose de generación en
generación y aceptando las modificaciones que se le introducían: las canciones
tradicionales han pervivido así hasta nuestros días, básicamente iguales a las de la
Edad Media, pero casi siempre distintas.
La vitalidad de la lírica tradicional en España y Portugal es una excepción en el
panorama occidental, y es una excepción también el que se pueda seguir el camino
recorrido por esa tradición desde el siglo XV, con muy pocas interrupciones, gracias en
muchos casos a la pervivencia de las formas viejas, fosilizadas, en la cultura oral de los
judíos sefardíes expulsados en 1492. Sin embargo, han quedado pocos textos originales
de la poesía tradicional tal como era en la Edad Media, ya que en la mayoría de las
ocasiones han sido transmitidos a través de colecciones cultas o formando parte de
poesías de autores con cierto grado de conocimientos literarios: las jarchas se han
conservado gracias a las moaxajas; las cantigas de amigo primitivas se reconstruyen por
las imitaciones de los poetas gallego-portugueses; gran número de villancicos han
llegado a nuestros días debido a la labor de autores cultos, que hicieron las glosas
correspondientes o que los recogieron en repertorios a lo largo del siglo XVI. Lo mismo
se puede decir con respecto a la poesía francesa de tipo popular, pues las muestras que
hay se deben o al interés de algunos autores que las utilizaron como ilustración lírica de
sus obras, o al interés de algunos humanistas. La lírica alemana, por su parte, tiende a
convertirse en poesía culta (son los Meistersänger , 'maestros cantores'), o bien se
confunde con el Volkslied ('canción popular') que llegará a adquirir un importante relieve
a partir del siglo XVI y que se caracterizará por sus abundantes rasgos realistas.
Pero si es cierto que la lírica popular se ha conservado gracias al interés de los
escritores cultos, no es menos cierto que este interés tardó muchos años en despertar y
que afloró cuando los esquemas de la lírica cortés ya empezaban a dar muestras de
agotamiento: resulta significativo que sea siempre al final de los períodos llamados
"clásicos" cuando aparecen los cruces de tradiciones; así, son los trovadores de la
segunda mitad del siglo XIII los que utilizan con más asiduidad los géneros y formas
populares (Cervería de Girona sirve de ejemplo) y los trouvères franceses de más
marcado carácter burgués los que recurren con mayor frecuencia a este tipo de poesía
(es el caso de los poetas del grupo de Arras); entre los Minnesinger , es Neidhart von
Reuenthal el primero en atestiguar este influjo con cierta regularidad: Neidhart es el
último Minnesinger de la época clásica y el iniciador del "otoño"; sin duda, la adopción y
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2.1.1. El villancico.
En Cañatañazor
perdió Almanzor
el atamor.
Cantan de Roldán
cantan de Olivero,
e non de Çorraquín Sancho,
que fue buen cavallero.
Cantan de Olivero,
cantan de Roldán,
e non de Çorraquín Sancho,
que fue buen barragán.
Pero es a lo largo del siglo XV cuando los testimonios se multiplican: antes de 1403 la
esposa de Ruy González de Clavijo (embajador del rey Enrique III ante Tamorlán)
escribe una seguidilla a la que responde su marido:
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Este texto, recogido en una colección parisiense (PN2, hacia 1410), reaparece en el
Cancionero de San Román o de Gallardo (MH1, hacia 1450) como anónimo, lo que
hace pensar que la esposa de González de Clavijo se había limitado a utilizar un
material ya existente.
Después, se sucederán las endechas a la muerte de Guillén Peraza (1443) o las de
Los Comendadores (1448), y la "ensalada" del Marqués de Santillana (1398-1458) que
comienza Por una gentil floresta , en la que se incluyen cuatro villancicos:
Aguardan a mí,
nunca tales guardas vi.
*
La niña que amores ha,
sola ¿cómo dormirá?
*
Dejadlo al villano pene;
véngueme Dios d'ele.
*
Suspirando iba la niña,
e non por mí,
que yo bien se lo entendí.
En todos los casos es inevitable considerar el tamiz culto por el que han pasado las
composiciones citadas antes de llegar a nosotros, y a la vez es imposible saber cuándo
nacieron (quizás en el mismo siglo XV); sin embargo, también se debe tener en cuenta
que todas estas composiciones -y todas las poesías que se consideran populares o
tradicionales- llegaron al pueblo y se mantuvieron en la tradición oral durante mucho
tiempo, a veces durante varios siglos, al margen de la poética trovadoresca o del influjo
petrarquista.
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2.1.2. La glosa.
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El zéjel es una combinación mucho más elemental: tiene cabeza, mudanza de tres
versos por lo general y verso de vuelta, pero carece del verso de enlace:
Casi todas las glosas zejelescas son de origen culto y en los pocos casos de carácter
popular, las composiciones son, a la vez, de estructura paralelística, como en De los
álamos vengo , o en las Tres morillas:
Y hallábanlas cogidas
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén:
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En este caso la canción avanza utilizando como primer verso de cada pareado el
último de dos coplas antes, para poder mantener la rima, y todos ellos elaboran los dos
versos iniciales.
Una variedad del paralelismo es la glosa por despliegue -origen de la balada-, que se
basa en la inserción de nuevos versos entre los del villancico; la forma más perfecta
hace que el dístico o el trístico inicial aparezca siempre en los versos impares de la
nueva composición. Así, un villancico del tipo Alta estaba la peña/ nace la malva en ella,
queda desarrollado, "desplegado", de la forma siguiente:
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2.2. Contenido.
Sea como fuere, los estudiosos de la lírica tradicional suelen admitir la vinculación de
esta poesía con la danza, e incluso ponen en relación los orígenes de la lírica tradicional
con canciones paganas a la llegada de la primavera: en la lírica románica persisten
algunos testimonios que corroborarían esta hipótesis, como la balada provenzal que
comienza A l'entrada del tens clar, o la danza francesa de Bele Aeliz, o las Avelaneiras
frolidas gallego-portuguesas. Estos restos, y pocos más, han llevado a pensar que el
subjetivismo de la lírica, la expresión de los sentimientos, tardó en llegar a las formas
populares, donde se sumó a temas ya existentes, o bien se diversificó, dando así lugar a
nuevas variedades.
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2.3. Estilo.
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refranes y en cuantos medios se pueden imaginar. Es obvio que esa proliferación llevó
consigo una mayor dificultad a la hora de averiguar si los textos eran populares o cultos.
No obstante, se pueden señalar algunos elementos que suelen presentarse en las
canciones tradicionales: una forma métrica poco rígida, que oscila entre los dos y los
cuatro (o más) versos con clara tendencia al octosílabo y la presencia frecuente de algún
pie quebrado, aunque no es raro encontrar otras formas. La simplicidad expresiva da
una gran intensidad dramática y un acusado dinamismo a los villancicos, que se ven
despojados de cualquier adorno estilístico, a la vez que son muy escasos los adjetivos y
los verbos; la sensación de vida en continuo devenir queda encomendada a la frecuente
utilización de verbos de movimiento.
En la lírica tradicional no hay lugar para las descripciones, por la brevedad misma de
los villancicos; el poema sugiere, lleva al mundo de la imaginación, apoyándose en las
metáforas y, sobre todo, en símbolos estereotipados, como el ciervo y la fuente, lavar la
camisa o los cabellos, todos ellos alusivos al encuentro amoroso. La polisemia misma de
los símbolos amplía el mundo de connotaciones, enriquece el universo poético de la
lírica tradicional y le da un carácter perdurable, por su propia abstracción, que es el que
ha facilitado su pervivencia a través de los siglos.
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Bibliografía
E. García Gómez, Las jarchas romances de la serie árabe en su marco, Madrid, 1965.
J.M. Solá-Solé, Las jarchas romances y sus moaxajas, Madrid, 1990.
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