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Metodo Langford
Metodo Langford
Uno de los temas más recurrentes en el Chile de hoy es la educación. Los padres quieren
brindar a sus hijos más oportunidades de las que ellos tuvieron, pero el mismo tiempo
existe intenso debate acerca del concepto de una educación de calidad. Y aunque no
tenemos los índices mostrados por países líderes en este tema (Finlandia, Japón,
Singapur, Canadá), hemos avanzado en conocimiento y puesta en marcha de métodos
alternativos al sistema tradicional y en técnicas que han resultado positivas para
desarrollar al máximo las capacidades de nuestros niños.
Un ejemplo de ello es el método Langford, pensado para todo niño, joven o adulto que
quiera desarrollar sus habilidades cognitivas y emocionales, que quiera entrenar su
voluntad y su actitud de hacer, para desarrollar hábitos. El método se compone de una
serie de materiales escritos y audiovisuales que se aplican en el aula o en el hogar durante
un período de 80 sesiones consecutivas. Cada sesión tiene una duración de diez minutos.
La aplicación se inicia sobre los 2 años de edad y en el ámbito educativo llega hasta
finales de la Enseñanza Media. En el caso del hogar no hay límites de edad.
Las habilidades cognitivas trabajadas son lectoescritura, cálculo mental e inglés. Mediante
la repetición se generan nuevas conexiones neuronales y hábitos diarios o rutinas,
fundamentales para lograr la sistematicidad. Mediante la música, en los mayores se logran
estados de relajación y reflexión, y en los más pequeños estímulos corporales y
emocionales. "Actualmente nuestro método se está aplicando desde la IV hasta la XI
Región, a un total de más 3.000 estudiantes", señala su creadora, la sicóloga Sylvia
Langford.
Un trabajo de 20 años de estudio y de prueba de diversos materiales con niños y jóvenes
discapacitados, con niños y jóvenes con necesidades educativas especiales, y con niños y
jóvenes diagnosticados con Trastorno de Déficit Atencional ha dado lugar a este método,
que ha sido avalado recientemente con el apoyo oficial de UNESCO Latinoamérica.
Uno tema que complica a los padres respecto de los niños es su actitud. Si elaboramos un
retrato fiel de lo que observamos, encontramos a muchos menores que no siguen
instrucciones, que no hacen lo que tienen que hacer porque no quieren, que mienten y
desafían a los adultos, que se quejan, se victimizan y no se motivan por estudiar ni
aprender, que tienen baja tolerancia a la frustración y al trabajo, que lloran con frecuencia
y no están contentos. Esto se debe a que muchos adultos no quieren asumir la
responsabilidad de ser autoridad y guiar a sus hijos, estableciendo normas claras que los
contengan y los protejan, y que les marquen hasta dónde pueden llegar. En cambio,
prefieren sobreprotegerlos y ser sus amigos, negociando constantemente y castigando,
gritando o amenazando cuando no les resulta. De este modo, los adultos estamos
privando a los niños de ser niños y los estamos obligando a asumir responsabilidades que
no les corresponden, pues ciertas decisiones dependen de los mayores y no de los
pequeños.
Respecto de la metodología utilizada en clases, no creo que haya actualmente una sola,
pues cada niño, sala o colegio es un mundo. En mis visitas encuentro distintas formas de
abordar la enseñanza, con estrategias ingeniosas y propuestas imaginativas por parte de
muchos docentes, que buscan un aprendizaje significativo y entretenido, que motive a los
niños a aprender y que evite su aburrimiento. Sin embargo, creo que en el camino nos
hemos olvidado de algunas cosas básicas. El aburrimiento no es un problema y a lo largo
de nuestra vida no todo lo que tenemos que hacer es siempre entretenido. ¿Por qué
entonces estamos enseñando a nuestros niños, futuros adultos, que todo debe ser
entretenido? Creo sinceramente que tenemos que enseñar la importancia del aburrimiento
entendiendo que es parte de la vida. Lo mismo sucede con el aprendizaje o el
conocimiento. Se habla que debe ser significativo para el estudiante, pero para ello
primero debemos desarrollar sus habilidades, pues el conocimiento no puede asentarse si
las habilidades no existen. Cualquier ser humano disfruta del conocimiento y el aprendizaje
cuando es capaz de hacer algo con él, es decir, es capaz de entenderlo y aplicarlo. Ahora
bien, las habilidades se desarrollan a través de la repetición, que engrosa nuestras
conexiones neuronales y nos permite generar hábitos. Al desarrollar habilidades, el niño
tiene herramientas para adquirir conocimiento y ponerlo en práctica.
Por último, en cuanto a la capacitación de los profesores, tal vez deberíamos pararnos a
reflexionar un minuto y con sinceridad preguntarnos para qué queremos capacitarnos.
Nunca como hoy ha existido tanto conocimiento, tanto postgrado, magíster y doctorado, y
nunca como hoy ha habido tantos niños con problemas de aprendizaje. El conocimiento y
la capacitación son fundamentales, pues tienen que ver con el crecimiento personal y
profesional, pero de qué me sirven tantos conocimientos si no soy capaz de aplicarlos en
mi día a día. De qué me sirve asistir a más cursos y talleres si previamente no reflexiono
acerca de cuál es mi realidad profesional, cuáles son mis fortalezas y debilidades, qué es
lo que no funciona. De este modo, podré desechar aquello que no me resultó y hacer
espacio para que entre nuevo conocimiento que podré aplicar. Sin embargo, lo que más he
escuchado en los colegios es que la mayor parte de los cursos de capacitación raramente
se aplican en el aula. Quizás habría que volver a replantearse preguntas mucho más
básicas como: ¿qué es educar?, ¿qué es aprender?, ¿cuál es el objetivo de educar?
Como decía antes, el problema del aburrimiento es fomentado por los adultos y, por tanto,
depende de ellos cambiar eso. Hoy en día, los adultos resolvemos el aburrimiento de los
niños y nos hemos olvidado de que todo lo que es entretenido, tarde o temprano se vuelve
aburrido. No debemos olvidar que el aburrimiento permite desarrollar la creatividad.
Su labor más importante es ser guías de sus niños. Preguntarse qué tipo de hijo quieren
formar y entregar a la sociedad cuando sea adulto, cuando cumpla 25 años. En función de
esa decisión, separar lo que es relevante de lo irrelevante para lograrlo. Por ejemplo, no
hay que resolver sus conflictos, sino entregarles herramientas que les permitan resolverlos
a ellos.
Reglas claras y consecuencias positivas o negativas frente a sus actos, que refuercen el
concepto de responsabilidad.
Se requiere de un trabajo consecuente y coherente con este objetivo. Para que nuestro
hijo sea autovalente tenemos que permitirle que cumpla con sus obligaciones, permitir que
se equivoque y aprenda de sus errores, es decir, no hacerle sus tareas, no comprarle
zapatillas con velcro para facilitarle el proceso, no cortarle en trozos la comida, ni resolver
sus conflictos, sino entregarle herramientas que le permitan resolver sus problemas. Para
que sean buenas personas tenemos que enseñarles valores y entrenar su empatía. Una
persona con valores no miente, no desafía a la autoridad, no agrede, ni se autoagrede.
Una persona feliz es aquella que valora el esfuerzo que es necesario para alcanzar
cualquier resultado. Es una persona tranquila internamente porque se entrega al máximo.
No critica, enjuicia ni se queja de lo que le ocurre, sino que actúa, afronta y resuelve. Para
ello, es necesario desarrollar las habilidades que nos permiten lograrlo. Un hombre o mujer
feliz es aquella persona que se escucha, que tiene un sentido de la vida y ha desarrollado
su voluntad para trabajar por alcanzar su meta.
¿Su sistema es útil tanto para déficit atencional con y sin hiperactividad?
Cuando la base del trastorno es la falta de desarrollo de la voluntad, el tratamiento es el
mismo: recuperar la autoridad de sus guías. El problema con la hiperactividad es que suele
ir acompañada de pataletas activas que incluyen agresiones, lanzamiento de objetos,
patadas, insultos, etc. En cambio, cuando las pataletas son pasivas, es decir no hablar, no
escribir, no contestar, no expresar, etc., nos colapsan menos. Lo complejo de las pataletas
pasivas es que en ocasiones se confunden con dificultades y suelen recibir la etiqueta de
un diagnóstico.
¿Todos los niños aprenden igual o algunos son más auditivos, visuales,
etc.?
No todos aprendemos de igual forma y por ello es aconsejable que las metodologías de
aprendizaje incluyan diferentes estilos que respondan a la diversidad de niños que
encontramos en una sala. Incluso, es necesario que abordemos también el hecho de que
no sólo tenemos estilos de aprendizajes diferentes, sino que también nuestros cerebros
procesan la información de forma diferente y que existen niños con dominancia cerebral
derecha o izquierda, es decir, unos más emocionales e intuitivos y otros más secuenciales
y analíticos. Lo importante, por tanto, no es qué predomina o qué es mejor, sino que todos
aprendamos a desarrollar otras formas de procesar información, aprendamos a desarrollar
nuestro hemisferio cerebral no dominante, y de este modo ampliar nuestros estilos de
aprendizaje y capacidad de resolución. Es decir, todo es entrenable y cuantas más
herramientas tengamos, más eficientes y flexibles seremos.
Las habilidades son los pilares sobre los que se sostienen los conocimientos. Por eso es
crucial enseñar y mostrar a los niños la diferencia entre ser un depósito de conocimiento
teórico y aplicar el conocimiento en nuestra vida. Sabio es quien logra aplicar en su día a
día lo que aprende. Esto le permite verificar y buscar nuevo conocimiento. El que piensa o
aprende y actúa está tranquilo. ¿Son sólo los niños quienes deben aprender esta lección?
Generalmente los padres dicen a sus hijos que las malas notas son sinónimo
de errar o no estudiar. ¿Qué opina de esto?
Los niños son consecuencia de lo que hacemos o no hacemos, es decir, son el espejo de
los adultos. Lo que vemos en ellos es a nosotros mismos. Las notas son consecuencia de
lo que han hecho o no los niños. La mala nota es una oportunidad de aprendizaje, eso
depende del guía que va mostrando el camino. Si sólo valoramos la nota no deberíamos
sorprendernos cuando un niño copia en las pruebas, pues está buscando una nota, que es
lo que los adultos le estamos pidiendo y valorando (no olvidemos los premios, ¿son por
nota o por aprendizaje?). Así estamos limitando a nuestros hijos, no les estamos
enseñando a reflexionar y a tomar decisiones que permitan cambiar lo que no nos gusta.
Las habilidades son entrenables y constituyen la base de las inteligencias. Cuantas más
inteligencias desarrollemos, más herramientas poseemos para resolver nuestros
problemas. La capacidad de resolver problemas nos permite ser felices. Como planteó
Howard Gardner, creo que las 7 inteligencias múltiples son un piso firme y sólido sobre el
cual asentar