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Este caso trata sobre Natallie Evans, quien congeló embriones con su pareja antes de someterse a un tratamiento contra el cáncer que podría haberla dejado infértil. Después de superar el cáncer, Evans quería usar los embriones para tener hijos, pero su expareja se negó. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos falló a favor de la expareja, argumentando que nadie puede ser obligado a la paternidad y que los embriones no tienen derecho a la vida. Evans apeló sin éxito.
Este caso trata sobre Natallie Evans, quien congeló embriones con su pareja antes de someterse a un tratamiento contra el cáncer que podría haberla dejado infértil. Después de superar el cáncer, Evans quería usar los embriones para tener hijos, pero su expareja se negó. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos falló a favor de la expareja, argumentando que nadie puede ser obligado a la paternidad y que los embriones no tienen derecho a la vida. Evans apeló sin éxito.
Este caso trata sobre Natallie Evans, quien congeló embriones con su pareja antes de someterse a un tratamiento contra el cáncer que podría haberla dejado infértil. Después de superar el cáncer, Evans quería usar los embriones para tener hijos, pero su expareja se negó. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos falló a favor de la expareja, argumentando que nadie puede ser obligado a la paternidad y que los embriones no tienen derecho a la vida. Evans apeló sin éxito.
Este caso empieza cuando a Natallie Evans se le ha diagnosticado cáncer, por lo
mismo, su voluntad era querer tener hijos, sin embargo, el tratamiento contra el cáncer (quimioterapias) podían afectarle a tal grado que pudiera resultar infértil, por lo mismo, decide con su pareja —Howard Johnston— fecundar los óvulos de ella y los espermatozoides de él mediante la técnica in vitro. A consecuencia, quedaron fecundados seis embriones. Posteriormente, Natallie Evans supera el cáncer y desea tener los hijos; se había separado de su expareja, asimismo, el Reino Unido le impide tenerlos, bajo el argumento que se necesitaba la voluntad de los dos.
En consecuencia, Evans reclama porque según su perspectiva se le eran violados los
derechos 2, 8 y 14 de la Convención Europea de Derechos Humanos, es decir, el derecho a la vida, a la vida privada y familiar y a la prohibición de la discriminación. Ella argumentaba que al destruir los embriones también se le dañaba el derecho a la vida porque eran seres vivientes. Por el contrario, Johnston reclamaba que la voluntad de procreación era indispensable para que los embriones pudieran ser utilizados, y que Evans ten´´ia otras maneras para tener hijos.
La resolución del Tribunal fue resolver a favor de Johnston porque nadie
puede a ser obligado a la paternidad. Además, consideran que los embriones carecen de vida. Evans intentó cambiar la decisión con una apelación y se resolvió que se le negaba el acto reclamado. Desde mi punto de vista, el Tribunal resuelve de forma correcta ya que como en el Amparo directo en revisión 2766/2015, para crear filiación se necesita la voluntad de procreación, y además, no es considerado un ser viviente a los embriones, se les da protección de la ley, sin embargo no se les considera como nacidos, en consecuente, no se les violaría sus derechos.